Hola, Feliz Domingo, espero estén descansando mucho, yo tengo mucho sueño, aunque, como me levanto muy temprano, casi siempre tengo sueño, en fin.
Con este capítulo arrancamos los capítulos que son inéditos, espero que los disfruten. Abrazo para todxs.
Disclamer.- Todo esto pertenece a la Warner, a JK Rowling y no sé a quien más, la estrofa del principio pertenece a la canción Despertar del grupo Warcry. Mío solo es la historia y escribo sin ánimo de lucro.
Espero que lo disfruten.
PENUMBRA
por
Adrel Black
27. DESPERTAR
Es lo que yo elegí,
es lo que yo elegí.
Fue como lo decidí
no hay error, es la verdad.
(Warcry, Despertar)
Extracto tomado del diario El Profeta.
El Profeta 12 de Julio de 1997.
LOS MUERTOS SON INCALCULABLES
Asesinan A Horda de Licántropos a las Afueras De Castle Combe
Por Rita Skeeter
Fue la noche pasada cuando las marcas tenebrosas iluminaron el cielo, se dice que no menos de dos decenas de marcas brillaban contra la oscuridad.
El resplandor verde y el olor a quemado fue lo que atrajo la atención de algunos muggles que se avecinan en los alrededores de Castle Combe. El Ministerio, sin embargo, al tener a gente nuestra mezclada con los Servicios Policiales de los muggles, pudo contener el desastre que habría sido si los que llaman "bomberos" hubieran acudido antes a investigar el suceso.
Según fuentes no oficiales, pero confiables, encontraron una pila de cadáveres de algunos conocidos licántropos, al estar custodiados por la marca tenebrosa se cree que éstos tuvieron un encontronazo con los conocidos mortífagos.
Hasta el momento el Ministerio no ha desmentido tal información e incluso, se ha negado a hacer de nuestro conocimiento ningún detalle oficial respecto a dicha matanza.
Cabe añadir que, mortífagos y licántropos, pelearon juntos durante la primera guerra ya que son aliados naturales… Continúa pagina 8…
.o.O.o.
Las escuetas noticias de Dumbledore están dividiendo a la Orden, Hermione lo ve en los rostros de todos los que comparten la cocina con ella.
Sirius en una esquina se dedica a rumiar a solas como si se tratara de un perro rabioso, Molly Weasley hace otro tanto junto al fogón, entre ruido de cacerolas; Tonks permanece al lado contrario de la mesa con la vista perdida, Arthur Weasley mira el diario El Profeta con el ceño fruncido y los labios apretados; hasta Ron parece taciturno, eso por no hablar de Harry que picotea su desayuno sin animarse a comer nada. Todos están perdidos en sus propios pensamientos, no es ese equipo que se movía como una sola consciencia, no queda mucho de aquel grupo que fueron durante la navidad pasada.
Es porque están inactivos; Hermione sabe el porqué del entrecejo fruncido del Señor Weasley, la noche anterior los mortífagos atacaron el callejón Diagon, ahora hasta el Caldero Chorreante que, según Sirius, resistió durante la primera guerra se encuentra cerrado. Y ellos están aquí, sin hacer nada, mirándose los unos a los otros en espera de las instrucciones de Albus Dumbledore, instrucciones que jamás llegan, instrucciones que son solo esperar.
Ocho días han pasado desde que el Profesor Lupin desapareciera, siete días desde que Severus se fue.
Luego, tres días atrás, al amanecer, Kingsley se presentó en el cuartel de la Orden diciendo que los mortífagos masacraron a los licántropos.
—Sin sobrevivientes, además quemaron los cuerpos, no sabemos quiénes eran la mayoría de ellos, —dice Kingsley.
Es entonces cuando Tonks, que parece mucho mayor de lo que es y cuyo cabello luce castaño con betas grises pierde toda compostura.
Grita a Kingsley que Remus está vivo, que ella lo sabe y luego con aun menos estribos grita a todos que ella y Remus esperan un bebé, todo para luego derrumbarse a llorar en una de las desgastadas sillas de la cocina de Grimmauld Place.
Kingsley trata de aclarar que no están seguros que Remus estuviera entre la turba y que, quizás, haya escapado.
—Remus es un gran duelista, —dice Arthur tratando de confortarla, —si alguien fue capaz de escapar seguro fue él.
— ¿Sabemos algo de Quejicus? —Todos levantan la vista para mirar a Sirius. —Si pelearon contra los hombres lobo seguro también hubo mortífagos muertos… —Black deja que la frase flote en el aire dejando que todos infirieran el significado.
Hermione quiere decirle que se vaya al infierno, pero, aunque todos están tomándose bastante bien la relación entre Remus y Tonks, de seguro nadie se tomará con tanta filosofía si ella empieza a gritar que ella y Severus están enamorados.
—Snape no está entre los mortífagos que encontramos muertos, —aclara Kingsley, —no sabemos si estuvo involucrado en el ataque y no tenemos noticias de su paradero.
—Mandaré un patronus a Albus —termina Arthur.
.o.O.o.
Apenas unas horas después de que Shacklebolt llega con las noticias Dumbledore se pone en contacto. Snape y Remus están vivos, aunque muy lastimados, se quedarán en la enfermería de Hogwarts mientras sus heridas mejoran.
Hermione suspira entonces, pensando que todo mejorará, Severus no puede estar en mejores manos que en las de la Señora Pomfrey, no hay lugar más seguro que Hogwarts, de modo que, ahora pueden todos volver a centrarse en Voldemort.
Pero aquello no ha ocurrido, por el contrario, cuando Dumbledore organiza varias partidas que se dedican solo a observar los ataques que los mortífagos cometen contra Gringotts, y luego, contra el Callejón Diagon, en los días siguientes, es cuando lo que han parecido cuarteaduras se convierten en grietas. Es en esos momentos cuando las palabras de Severus resuenan en su cabeza: "no confíes en Dumbledore".
Por lo que Hermione entiende hay quienes cuestionan las decisiones que Dumbledore está tomando, luego están quienes se mantienen firmes a las decisiones del anciano Director y por otro lado hay quienes se aferran a sus propios dolores, ajenos al problema mayor: la Orden del Fénix se divide.
Necesitan luchar, necesitan sentir que realmente están siendo de utilidad, en lugar de estar convertidos en esos magos y brujas escondidos en una guarida prácticamente impenetrable, pero escondidos, como ratones, al fin y al cabo.
.o.O.o.
Aparece antes de lo previsto en el bosque, es un lugar en una de las islas del Noroeste de Escocia llamado Glen Brittle, nunca antes ha estado ahí, es imponente por decir lo menos.
Aunque Severus está al tanto de la necesidad de reunirse con Albus en lugares alejados de los ojos indiscretos, esto es demasiado para su gusto. Podrían verse en alguna taberna muggle, en algún callejón oscuro, pero el viejo lo ha citado en ese lugar bello y desolado, Severus siente que ha abandonado el mundo para entrar en un universo distinto.
El silencio hace que sea difícil pensar que, a kilómetros de ahí, el Señor Tenebroso se alza con el poder, un poco más cada día.
Anda arrastrando la capa negra por encima de hojas húmedas y piedras cubiertas de musgo. A pesar de estar en campo abierto aquel lugar tiene alguna cualidad extraña que le provoca claustrofobia. Sus ojos negros escrutan aquí y allá las colinas en espera de una trampa, lleva la varita en la mano lista para atacar al menor indicio de cualquier movimiento brusco.
Y así es que, por el rabillo del ojo siente el movimiento más que verlo, el ruido de cascos muere. Incluso antes de que su cerebro lo procese del todo, la cierva que se movía entre el follaje cae, cuando el sonido del fardo llega a sus oídos es cuando comprende, que era solo un animal que se atravesó en su camino. Se acerca unos pasos y mira la criatura, es hermosa y ahora está muerta, piensa en si haber matado a una cierva justo en ese momento será algún tipo de presagio.
Trata de controlarse, no puede ir lanzando hechizos a diestro y siniestro, necesita calmarse.
Luego de andar por unos pocos minutos llega al final del camino, la explanada por la que anda termina de forma brusca en un barranco escarpado, unos metros más allá un riachuelo desemboca, precipitándose desde el mismo barranco rumbo al fondo hacia una laguna que, desde esa altura, parece diminuta.
El pensamiento de saltar cruza por unos segundos por la mente de Snape, puede poner fin a todos sus problemas si lo hace.
Necesita tranquilizarse, ha perfeccionado la Oclumancia luego de su primera visita a Dumbledore, ahora debe guardar todos sus pensamientos de Lord Voldemort.
Se pasa las manos por el rostro. ¿Qué está haciendo?
Es entonces cuando escucha dos ¡plop! a sus espaldas, esta vez no se molesta en apuntar, si son mortífagos que le maten; si son magos, si es el Ministerio da igual. Se vuelve, Dumbledore vestido de color tinto y Minera McGonagall vestida de verde acaban de aparecer.
—Severus, —le dice Albus con voz tranquila, la mujer por su parte solo hace una inclinación de cabeza a modo de saludo.
—Dumbledore, —responde y se vuelve hacia la mujer, fue su profesora hace lo que parecen siglos. Por el semblante adusto de ella es obvio que piensa que él es escoria, aun así, intenta ser respetuoso, —Profesora McGonagall.
—Snape, —dice ella.
—La Profesora McGonagall está dispuesta a ayudarnos con la realización del juramento inquebrantable.
Severus asiente, respira hondo y se acerca a los dos Profesores. Tiene miedo, sabe que está vendiendo su vida al hombre, ahora teniendo diecinueve años está renunciando a la poca libertad que le quedaba y a las vagas ambiciones de poder, a cambio de construir un mundo para la mujer que ama. Aquello es una locura y por primera vez en mucho tiempo Snape piensa que él es solo un niño, que, con veinte años sin cumplir, en realidad es un niño.
Dumbledore extiende su mano, Snape intenta no titubear, aun así, siente el miedo correrle la espalda, hace su mejor esfuerzo en contener el estremecimiento. La mano del director es tibia y cadavérica al tacto, puede parecer frágil, la mano de un anciano, pero su agarre es como el de un ave de presa.
La Profesora McGonagall pone su varita en la unión de sus manos, parece incluso más nerviosa que los hombres.
— ¿Te comprometes, Severus Snape, a espiar al Señor Tenebroso para la Orden del Fénix? —murmura McGonagall.
—Sí, —responde el mortífago. Una lengua de fuego se enreda en esa unión, quema en un principio, luego se desvanece como si se absorbiera en la piel, una cicatriz aparece en las manos de ambos hombres solo para desaparecer un momento después sin dejar rastro.
— ¿Te comprometes a actuar a favor de la Orden del Fénix dentro de las filas del Señor Tenebroso?
—Sí. —Una nueva lengua de fuego aparece, se enreda.
— ¿Juras proteger con tu vida todos los secretos de la Orden del Fénix, salvo cuando expresamente se te permita develarlos?
—Sí.
—Juras lealtad a mí, por siempre —dice Dumbledore.
Minerva se remueve incómoda, el chico levanta la vista, los ojos de Albus son muy azules y muy fríos, parecen hielo puro. No por primera vez Severus intenta conciliar la vista de aquel hombre que le obliga a hacer un juramento inquebrantable y el hombre que aparece en el dintel de su puerta con los bolsillos llenos de caramelos de limón.
—Dumbledore, —llama McGonagall.
—No, —responde Snape. —Le serviré durante la guerra, pero una vez que ésta termine…
—Servirás mientras yo lo diga.
—No.
Snape intenta soltar su mano que parece soldada palma a palma a la de Albus Dumbledore. La separación duele, casi como si se arrancara la piel, el dolor hace que se tambalee un instante.
—Nos traicionarás, —dice Albus y sin siquiera pensarlo dirige su varita hacia Severus, una luz morada abandona la punta y da en el lado izquierdo del costillar y corre como si siguiera un reguero de pólvora cruzando su cuerpo en diagonal.
Entre el dolor es vagamente consciente de que la profesora McGonagall habla "basta Albus" alcanza a escuchar desde muy lejos.
Intenta romper el hechizo del Director pero apenas está consciente debido al dolor.
—Te juró lealtad —sigue hablando la mujer.
—Tiene que saber que no tiene salida, —dice Dumbledore, no hay locura en su voz, no hay entonación, no tiene la voz de un héroe extasiado en una causa justa, es más bien la voz de aquél que hace lo que tiene que hacer, sin preguntar cómo hacerlo.
La vista de Snape se nubla, va a morir, está seguro.
Luego el dolor es incluso más intenso, cuando el hechizo alcanza su rodilla. Luego la voz de Minerva… Luego la nada…
.o.O.o.
Despierta de golpe, las sábanas se le enredan al cuerpo como si se tratara de una mortaja, por un segundo se siente perdido, las imágenes de McGonagall y Dumbledore en aquel bosque aun las tiene grabadas en las retinas. Hace mucho tiempo que no pensaba en ese recuerdo; con dejadez se toca la enorme cicatriz que le cruza el pecho, el abdomen y la pierna. Es la más visible de todas, es la única que le hizo "alguien de su propio equipo".
Mira alrededor, está en la enfermería de Hogwarts. Las palabras que McGonagall dijo aquel día parecen resonar entre los muros de ese lugar tan conocido "chico no sabes lo que has hecho".
Los recuerdos más recientes de forma vaga van regresando, los licántropos rodeados, los cuerpos apilados en una pira, las marcas tenebrosas contrastando contra las llamas, Lupin medio muerto cargando todo su peso contra el costado de Snape.
Severus se frota los ojos, recuerda que pensó en primera instancia que debía volver al cuartel, la imagen de Hermione le sonríe dándole fuerzas, luego, también de forma vaga, recuerda que decidió ir a Hogwarts, no hay nadie en el cuartel que pueda ayudarle y, morir junto a Lupin no está entre sus planes.
—Profesor Snape. —Madame Pomfrey entra en su campo de visión cargando una copa que echa humo. —Debe volver a recostarse, —murmura al ver que el hombre se está incorporando.
— ¿El Director se encuentra en el castillo?
—Creo que le encontrará en su despacho.
La mujer le acerca la copa, Severus con gesto hosco la toma, odia que alguien más le dé pociones, es una tontería, pero lo odia. Odia estar allí vestido en el camisón de la enfermería, le hace sentirse expuesto y odia aún más tener que preguntar por el Director como si ellos fueran solamente dos colegas. Como si no hubiera tanta historia detrás de los años vividos al lado de aquel viejo loco.
Aspira el aroma de la poción que la Señora Pomfrey le tiende; poción reabastecedora de sangre.
—Es una poción reaba… —comienza Pomfrey.
—Reabastecedora de sangre, —termina Severus de mala manera. —Lo sé, —aclara, por Merlín es el maestro de pociones. Vacía el contenido de la copa, y pregunta, necesita datos que le sitúen en la realidad del momento. — ¿Lupin, se encuentra… —bien, va a decir, pero sonará demasiado amable, así que rectifica —aquí?
—El pobre Profesor Lupin, —dice ella mientras asiente, —he tenido que mantenerlo anestesiado todos estos días, tenía casi todas las costillas rotas.
— ¿Todos estos días? ¿Cuántos días hemos estado aquí?
—Cinco —responde ella.
Severus ya de pie se acerca a la mesilla de noche, allí hay ropa limpia, su varita, sus botas limpias y sobre el conjunto el crucifijo de plata que fue de Eileen.
También hay un viejo diario El Profeta con una noticia amarillista en la portada.
MAGOS AMERICANOS SON AUXILIADOS POR EL MINISTERIO
Aseguran No Saber Cómo Ingresaron Al País
Por Rita Skeeter
Un grupo de magos de número indeterminado y de nacionalidad Estadounidense ha sigo auxiliado por el Ministerio para volver a su país de origen.
Aunque los datos no han trascendido se sabe que en Estados Unidos se reportó su desaparición al menos seis meses atrás...
Severus no sigue leyendo, ya tiene bastante con sus propios problemas.
Demasiado tiempo, y el tiempo siempre es importante. Necesita ponerse al día.
Toma la camisa blanca, con gesto doloroso, le duele cada centímetro como si le hubieran machacado cada músculo.
—No debería levantarse, —murmura la Señora Pomfrey.
— ¿Le importaría? —pregunta Snape dándole la espalda y comenzando a desabrocharse la bata de la enfermería.
La mujer suelta un bufido, pero al fin le deja solo.
.o.O.o.
Remus Lupin luce una expresión de plácido vacío, está dormido. Severus echa un ojo a las pociones que se acumulan en la mesilla al lado de su cama: pociones reabastecedoras de sangre, pociones para dormir, pociones para el dolor, pociones para soldar los huesos, aquello parece más el mostrador de un apotecario que otra cosa. El hombre luce una cicatriz nueva en una de sus mejillas y el cabello un tanto chamuscado a uno de los lados de su cabeza.
—Sobrevivirás, —dice Severus a la nada. —Es más de lo que ambos podemos pedir, —y luego con una mueca —estoy volviéndome sentimental, debe ser la edad.
Da media vuelta con paso marcial y anda el camino hacia el despacho del director.
.o.O.o.
—Sabía que despertarías pronto, —le dice Albus apenas cruza la puerta del despacho.
Tiene el escritorio cubierto de números de El Profeta.
—Si cinco días te parece pronto, —responde Snape y se acerca.
— ¿Qué ves? —le pregunta Albus.
—El Profeta, —responde de inmediato con sarcasmo, pero sus ojos van de un lado a otro, aquí y allá se registran ataques, a pequeños pueblos, a los locales del callejón Diagon, a Gringotts, un ataque frustrado en contra de la población de Hogsmeade, alguien voló los sanitarios desde los que los que ingresan al Ministerio y también el aparador que sirve como fachada al Hospital San Mungo. —Esto no tiene sentido —dice por fin Snape.
Albus permanece en silencio los ojos clavados en los diarios. Snape sigue mirando aquí y allá, pequeños hurtos, una o dos violaciones, marcas tenebrosas flotando en el cielo por todos lados, y claro, la población entera en pánico. La guerra ya no se concentra en atacar a funcionarios, en atacar lugares específicos, sino que parecen chispazos sin orden ni concierto.
—En los últimos meses el Señor Tenebroso, —comienza a decir Snape, —parece estar decayendo, había algunos ataques que no tenían sentido, pero, aun así, la mayoría de ellos tenían una razón de ser. —Como Albus sigue en silencio Snape continúa, —pero esto, son estupideces. —El director sigue mirando, sus manos se pasean por la superficie de los diarios. — ¿Qué es lo que ocurre Albus?
—Creo, —responde el director aun con la mirada perdida y con una voz que denota que, aunque le esté respondiendo, en realidad, sigue perdido en otros pensamientos, —que tenemos tres opciones… —Severus le mira en espera de que termine aquella frase, pasan unos instantes antes de que el anciano continúe. —Tal vez Tom ha perdido la capacidad para dominar a sus mortífagos…
—Eso jamás ocurrirá Albus. Los mortífagos jamás le abandonarán, al menos no mientras aun tenga posibilidades de hacerse con el poder.
—Entonces tal vez él ha enloquecido y les ha dado carta blanca para atacar a discreción.
—No lo creo, parecía bastante centrado cuando atacamos a los licántropos.
—Entonces, algo le mantiene demasiado ocupado como para prestar atención a sus mortífagos.
Severus intenta pensar en ello, pero su mente está desconectada de todo aquello, el hueco de los últimos cuatro días es demasiado, sin embargo, una vocecilla en su mente, que suena como Hermione, le dice que algo se le está escapando, algo obvio que no está viendo y entonces se hace la luz.
— ¿Por qué la Orden del Fénix no está haciendo nada? —Es un pensamiento que escapa en voz alta. — ¿Dónde está la Orden? ¿Por qué no está presentando batalla?
Albus vuelve sus ojos azules a él, son tal y como fueron en su recuerdo, témpanos de hielo. "Chico no sabes lo que has hecho". Dice de nuevo la voz de McGonagall en su interior.
—No voy a arriesgar a la Orden en un montón de ataques sin sentido. —Aquello tiene un sentido práctico sería complicado para todos seguir a un montón de pequeños grupillos de mortífagos que solo aparecen y desaparecen, pero también es cierto que la Orden debe intentar intervenir. —Debes ir a la Mansión Malfoy, averigua lo que Tom está haciendo y trae noticias.
—Debo ir a Grimmauld Place antes.
El director levanta la vista y le clava los ojos, intenta ver lo que Snape piensa, pero el pocionista se le adelanta, la pared de piedra volcánica le detiene el paso.
—Perdí mi máscara en la gresca contra los licántropos.
—Tu máscara está hechizada para que regrese a tu baúl.
—Y mi baúl está en Grimmauld Place, —Snape sonríe de medio lado, sabe que Albus intenta, como siempre, sacar conclusiones, pero no puede estar seguro de nada. —Lo llevé cuando me enviaste a ser la niñera de Potter.
—Trabajo en el que por cierto has fallado de forma garrafal.
—En ese caso, luego de visitar al Señor Tenebroso, ¿puedo volver a mis habitaciones?
—Eso dependerá de las noticias que traigas contigo.
—No te comportes como un padre regañando a un chiquillo, Albus.
—Pues no te comportes como un chiquillo, Severus.
Snape da media vuelta incapaz de continuar soportando al director.
—Sé porque vas a Grimmauld Place —aclara Albus.
—No, —responde Snape —crees que sabes, porque tu mente está envejeciendo, porque has creado una loca historia en tu cabeza y te aferras a que es lo correcto porque es lo que tú crees, pero eso no la hace verdadera.
Luego de aquello Severus sale del despacho, no tiene forma de ver que Albus sonríe.
Hola AlectoSnape.- ¿En serio te lo leíste todo de nuevo? Gracias, bueno, espero poder mantener esa emoción viva durante los próximos días. Vamos por el final de la historia!
Hola QueenSlytherin.- Jajaja, eres muy bienvenida a faltar a tu palabra, ves, estoy actualizando pronto, fiel a mi palabra (para variar). Espero que te guste hacia donde vamos, nos leemos pronto.
Bueno, como estos capítulos no tienen ni una revisión pues me toman un poco más de tiempo, creo que será día de por medio la actualización, de esa forma estaremos terminando más o menos para finales de este mes. Es tonto, porque yo ya conozco el final, pero aun así me emociona que ustedes lo lean.
Nos leemos pronto
Adrel Black
