Disclaimer: Twilight le pertenece a Stephenie Meyer, la historia es de Violet Bliss, la traducción es mía con el debido permiso de la autora.
Disclaimer: Twilight is property of Stephenie Meyer, this story is from Violet Bliss, I'm just translating with the permission of the author.
Capítulo beteado por Yanina Barboza
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Capítulo Veintiséis
OCTUBRE
—¿Papá? ¿Puedes decir algo? —suplicó Bella, mirando a su padre mientras él observaba en silencio la oscura agua del lago en la que estaba arrojando su sedal de pescar. Ambos estaban sentados en el muelle y ella le acababa de decir que no iba a seguir siendo humana, que iba a dejar que Edward la transformara.
—¿Por qué, Bells? —le preguntó, su voz plana y una mirada a su expresión en blanco la hizo estremecerse.
Respiró hondo y soltó el aire, permaneciendo en silencio durante unos segundos antes de responder.
—Amo a Edward, papá. Es mi mejor amigo y me hace sentir como si estuviera volando pero es... es más que eso. Es el hecho de que me duele la muñeca la mitad del año y que me duele la pierna todo el año. Estoy cansada de tropezar y caer y estar cubierta de moretones. —Estaba susurrando cuando terminó, parpadeando entre lágrimas.
—Bells. —Charlie suspiró y ella levantó la mirada para verlo mirándola, sus ojos tristes y su rostro resignado. Entonces se preguntó si él se había preocupado por esto, después de todo Sue le había dicho.
—No quiero lastimarme más, papá —admitió ella con voz suave—. Quiero ser fuerte.
Observó en silencio cómo su papá enrollaba el sedal y se paraba, colocaba su caña de pescar en su silla y se acercaba a la de ella. Su respiración se entrecortó cuando él se detuvo para arrodillarse frente a su silla, tomando sus manos entre las suyas y mirándola con esos ojos oscuros que veía cuando se miraba en el espejo todos los días, los que compartía con ella.
—No eres débil, pequeña —murmuró y un sollozo se liberó de su pecho—. Has pasado por mucho, más que la mayoría de la gente, pero no quiero que jamás digas que eres débil.
—Yo también quiero hacer esto, papá, por mí —susurró ella, apretando sus manos.
—Lo sé, cariño, y quiero que lo sepas, no importa lo que seas, siempre serás mi pequeña.
Eran casi las seis de la tarde cuando Edward se detuvo en el camino de entrada, el auto de Bella ya estaba estacionado en su lugar y no era la primera vez que deseaba que le permitiera comprarle algo mejor.
Sin embargo, ella protestó en voz alta la única vez que él lo mencionó, diciéndole que Charlie se lo compró y que a ella le encantaba, y le costó solo una mirada a la seriedad de su expresión para darse cuenta de que era una batalla que no iba a ganar.
Sonrió mientras contemplaba la luz del porche, la que Bella encendía tan pronto como el sol comenzaba a caer cada tarde, sin importar el hecho de que ella sabía que él sería capaz de ver claramente su camino hacia adentro sin ella.
A ella le gustaba iluminar su camino.
Simplemente no sabía muy bien cómo explicarle que lo hacía todo el tiempo.
Sonrió mientras salía del auto, tirando de su maletín con él y la sonrisa desapareció de su rostro tan pronto como la escuchó.
Llanto.
Viniendo de su dormitorio, la ventana estaba entreabierta lo suficiente como para que el sonido de sus sollozos silenciosos llegara con perfecta claridad.
Estuvo allí en un momento.
—Bella —suspiró mientras su mirada caía sobre ella, apretando la almohada contra su pecho y sollozando.
Al escuchar su voz, saltó y se movió para sentarse, secándose los ojos para verlo acercándose a ella.
—Cariño, ¿qué pasa? —preguntó, sentándose en la cama junto a ella. Levantó la mano para apartarle el pelo de la cara y los ojos de ella se cerraron al sentir su toque, una lágrima se le escapó por la mejilla.
—Hablé con mi papá hoy —le contó, su voz áspera, sus ojos hinchados por las lágrimas. Ella llevaba llorando un buen tiempo, se dio cuenta.
Sintió que se le oprimía el pecho y se movió para tomar su rostro, secándole las lágrimas.
—¿No te fue bien? —inquirió, sintiendo mucho más miedo del que le gustaría admitir. Estaba aterrorizado de que ella cambiara de opinión, de darse cuenta de que el precio de estar con él podría ser demasiado alto.
Ella sacudió la cabeza.
—Lo entendió. Dijo que estaba bien, que siempre sería su hija, yo solo…
Se detuvo a mitad de la frase, otro sollozo escapándose.
—Te diste cuenta de lo mucho que lo vas a extrañar —terminó Edward por ella, su voz suave mientras la sentaba en su regazo, envolviendo sus brazos alrededor de ella mientras lloraba.
—Y a mi mamá —agregó entre lágrimas.
Luchó contra el impulso de tomar aire antes de tomar una decisión y hablar.
—Bella, no quiero que cambies solo por mí, no si no lo haces…
Él fue interrumpido cuando ella levantó la cabeza para mirarlo, con los ojos muy abiertos y las lágrimas deteniéndose.
—Edward, quiero esto —dijo con tal convicción que sintió que un peso se levantaba de sus hombros—. Los voy a extrañar, pero con mi papá sabiendo y mi mamá contenta con las llamadas telefónicas y los correos electrónicos, podré hablar con ellos, y después de que se hayan ido... los voy a extrañar, mucho, pero nunca tendré que preocuparme por haber perdido el tiempo que tuve con ellos.
—¿Estás segura? —cuestionó, acariciando su mejilla con el pulgar.
—Yo también quiero esto para mí. Supongo que hoy me di cuenta de que algún día tendré que vivir en un mundo sin ellos —confesó con los ojos tristes.
—Tomaremos videos y llenaremos diarios y nos aseguraremos de tener tantos de ellos como podamos para ese día, amor. Los mantendremos contigo —sentenció, deseando que ella tuviera los recuerdos que el resto de su familia no tenía.
Bella respiró hondo y asintió, moviendo la cabeza para dejar un beso en su mano.
—Te amo, Edward Cullen —susurró ella, su aliento le hacía cosquillas en la piel.
—Te amo más, Isabella Swan —respondió.
Antes de quedarse dormida esa noche, sentada junto a Edward en la cama mientras él tecleaba en su computadora portátil, Bella abrió una nueva libreta que encontró en su escritorio y comenzó a escribir.
Mi papá es el hombre más firme que he conocido...
