Rabia
Es diferente a la batalla en la playa, más difícil. Los músculos de Percy sufren por el esfuerzo para detener los mandobles de espada del dios, aún así la batalla es mucho más pareja de lo que cualquiera esperaría.
Los brazos descubiertos y una mejilla de Ares tienen cortadas de las que caen hilos de sangre dorada. Percy tiene un corte desagradable en la pierna derecha. Oro y rojo se mezclan en el piso, junto con el sudor del mestizo.
Leo y Nico miran aterrados la batalla, controlando los deseos de lanzarse en ayuda de Percy, pero pronto su atención se ve robada por otra cosa. Los monstruos están ahí, pero aparece algo que le da más miedo a Leo que todos ellos juntos.
—¡Leo Valdez!
La sangre se le hiela y se le oprime el estómago cuando Calipso entra furiosa. Se ve hermosa y aterradora y Leo traga saliva.
—Maldito cobarde, ¡ven y enfréntame!
—Pensé que ya no estaban juntos —susurra Nico a Leo—, por eso tú y yo… y Percy.
—No lo estamos —aclara—, ella se fue y dijo que no quería saber nada de mí. Dijiste que no querías saber nada de mí —le dice a ella—, que ya estabas harta.
Calipso toma aire y su rostro se contrae en una expresión dolorosa, pero se recompone de inmediato.
—¿Y ya con eso te quedaste tan campante? Pensé que irías a buscarme.
—Lo siento.
—¡Ja! Ya lo sentirás de verdad.
La hija del titán se lanza contra él, desarmada, pero con toda su fuerza y habilidad de inmortal. Es muy buena peleando y todos lo saben. Nico hace un ademán de adelantarse para detenerla y ayudar a Leo pero cuando lo hace una flecha pasa rozándole la nariz.
—Oh no, tú pelearás conmigo —un chico le apunta con el arco tensado desde uno de los lados de la sala.
—¡¿Frank?!
—Hiciste llorar a Hazel, idiota. —Le dispara otra flecha que apenas y puede esquivar—. Y por tu culpa ella está herida, una jodida hidra de las de su ejército. ¿No pensaste en ella ni un poco?
Mientras Leo trata de no pelear con Calipso, moverse para evitar sus golpes y al mismo tiempo no lastimarla.
—No quiero pelear contigo, Calipso, basta.
—Debiste pensarlo antes de venir a combatir a los dioses.
—Pero si ellos te encerraron, por su culpa pasaste siglos enteros en la isla.
—Y por tu culpa me fui de ahí, pensando que eras el indicado.
—Lo siento —insiste. Tratar de evitar sus golpes sin responder es difícil, y no lo logra siempre, una patada le pega en el estómago y le saca todo el aire.
Percy sigue peleando con Ares. Mientras los otros dioses no muestran el menor interés por lo que ocurre a su alrededor, algunos miran el espectáculo como si fuera algo entretenido, y nada más. Sólo Poseidón parece afectado por ello, pues esconde su rostro en sus manos, para no ver.
