Capítulo 27: Poder

Ni siquiera estaba cerca de amanecer en Suna, cuando Gaara y Matsuri partieron hacia la salida de la aldea, apenas habían tomado unos pocos suministros y, aunque los viejos del consejo pegaron el grito en el cielo al saber que el mismo Kazekage en persona y su "querida" irían al rescate de los herederos de la aldea, a Gaara no le podían importar menos sus opiniones. Su hermano Kankuro insistió en que quería ayudar, pero él le aconsejó quedarse, ya que no podían desproteger su hogar.

Gaara no quería dejar Suna descuidada, pero sus hijos eran lo más importante para él, ellos y Matsuri eran su familia, no podía perderlos. Gracias a que ahora poseía aquel aparato de comunicación a larga distancia (el celular, al cual todavía no le agarraba mucho aprecio) logró contactar a Naruto en Konoha, para pedirle la ayuda de Sai, el ninja rastreador que la vez pasada le hizo el favor de proporcionarle un mapa de cómo hallar a Matsuri.

—¿Estás seguro de que quieres que me quede? —cuestionó Kankuro, quien se sentía sumamente inquieto y preocupado por sus sobrinos.

—Es peligroso que nadie se ocupe de la aldea —respondió el menor, bajando un poco el volumen de su voz, en lo que entregaba un papel discretamente hacia el marionetista—. Busca a este ANBU, le pedí que vigile a la anciana Karima, creo que ella tiene algo que ver con esto, por favor, te lo encargo.

Kankuro no dudó en asentir con la cabeza, siempre que su hermano confiaba en él de ese modo, no podía hacer más que sentirse halagado.

—Lo haré, Gaara —respondió con seguridad—. Váyanse, encuentren a mis sobrinos.

—Lo haremos.

Con aquellas últimas palabras, el Kazekage caminó hacia la gran entrada de la aldea, en dónde Matsuri le esperaba, lista para partir. Estaban a punto de irse, cuando una voz los detuvo a ambos.

—¡Matsuri! —la persona que corría hacia ellos era Ittetsu, al verlo, la castaña se sorprendió y el pelirrojo frunció el ceño, aún en un momento como este, no soportaba la presencia de ese tipo.

—¿Ittetsu? —cuestionó la kunoichi—. Creí que ya te habías marchado de la aldea, ¿qué haces aquí?

El ninja –que ya no llevaba puesta su bandana con el lobo de Sunagakure– miró de reojo al indiscutido líder de la villa, para luego volver su vista hacia su ex compañera y –todavía– única amada.

—Resulta que dejar la aldea no es tan sencillo para alguien que aparentemente estuvo muerto —respondió, pues no había podido marcharse aún debido a los miles de trámites que tuvo que realizar para no ser reconocido como un renegado—. Escuché lo que pasó con Aika en medio del alboroto, déjenme ayudar.

Cuando Matsuri estaba por responder, fue Gaara quien tomó la palabra.

—¿Qué puedes hacer tú? Conmigo es suficiente.

Por supuesto, aquel comentario le había molestado, entendía perfectamente que él no era alguien que pudiera compararse con el Kazekage, pero tampoco era débil, odiaba que lo subestimaran de ese modo.

—Conozco a esos ninjas, sé cómo piensan —dijo con seriedad—. No por nada, los he enfrentado por años.

Gaara lo miró severamente ante su contestación, realmente estaba resentido con Ittetsu, pero ¿cuál era el punto? Más allá del hecho de que él le mintió al hacerle creer que estaba casado con Matsuri, ese tipo no hizo más que decirle la verdad, señalándole los errores imperdonables que cometió con la mujer que tanto amaba, que los dos amaban. Podía que odiara la idea de que otro hombre –además de sí mismo– pudiera amar a Matsuri con la misma intensidad, pero eso no era un motivo para ser un completo idiota e inconsciente, ella ya le había demostrado de todas las formas posibles que sólo era suya, era ilógico que se sintiera celoso.

—Muy bien —habló al fin, luego de aquel eterno minuto de silencio—. Vámonos, no podemos perder más tiempo.

Tanto Matsuri como Ittetsu asintieron y, al cabo de unos segundos, los tres desaparecieron de un salto, internándose en el desierto.

*• - _ -•**• - _

El niño apenas y podía abrir sus ojos, sentía su cuerpo pesado y débil, no tenía fuerzas si quiera para mover un dedo. Sus ojos cafés miraron a su alrededor con bastante dificultad, estaba tirado sobre el suelo frío y duro, boca abajo, en un espacio completamente oscuro, aunque podía escuchar un sonido constante, como una especie de golpeteo. Cuando recuperó un poco más la conciencia, se dio cuenta de que se trataba de un goteo; estaba dentro de una cueva, metido en una jaula.

A duras penas logró mover un poco su cabeza, para encontrar que su hermana Aika estaba a su lado, dentro de la misma jaula, parecía que estaba dormida, pero de un momento a otro la vio abrir los ojos. Quiso llamarla; sin embargo, la niña le hizo un gesto para que se callara.

—No hables, Shinki-kun, ellos deben pensar que seguimos dormidos —murmuró en voz muy baja, casi inaudible. Su hermano no entendía nada, apenas podía recordar lo que había sucedido, hace un momento, los dos estaban cenando en casa, al cuidado de un shinobi de Suna, pero ahora estaban ahí, en medio de quién sabe dónde, encerrados.

Shinki cerró los ojos, las imágenes vinieron lentamente a su mente.

Él estaba sentado a la mesa con su hermana Aika, quien insistió en salir de la cama para ir a cenar con él. Entendía muy bien por qué Aika odiaba estar en cama, él mismo lo había experimentado, luego de haber perdido el control aquella vez.

El ninja que cuidaba de ambos los miraba desde la entrada del comedor, los hijos del Kazekage parecían ser buenos niños, a pesar de que muchos hablaban sobre Shinki y su comportamiento "altivo", a él no le parecía que fuera de ese modo, se preocupaba mucho por su hermana y siempre estaba pendiente de cuidar de ella. Por otro lado, la pequeña Aika también era muy dulce y tierna, él conocía a Matsuri desde sus días como aprendices, su hija y ella eran muy parecidas.

—Mikoshi-san —lo llamó la pequeña Aika, quien sonrió ampliamente al mayor—. ¿No va a comer con nosotros?

—Oh, no, yo no, Aika-sama —respondió el joven castaño, guardándole cierto respeto a la hija de su líder—. Sólo estoy aquí para cuidar de ustedes.

Shinki se llevó una porción de arroz a la boca y volteó a mirar al guardia, lucía como una persona amable y simpática.

—¿No es malo ver a otros comer de lejos? —comentó el niño, agarrando un trozo de carne—. No creo que mi papá y Matsuri lleguen pronto y hay bastante comida, debería unirse.

Mikoshi, que había sido compañero de equipo de Matsuri durante un tiempo, no pudo evitar mirar con sorpresa a Shinki; realmente era distinto a lo que decían de él, aunque parecía serio y orgulloso, sólo era un niño, él no conocía el egoísmo.

—Está bien —accedió.

Después de que los tres comieran, Mikoshi retiró las cosas de la mesa, no es que ser niñero fuese la mejor misión del mundo, pero tampoco le desagradaba. Vio que Aika y Shinki subían al segundo piso, seguramente para ir a dormir y, mientras lavaba algunas cosas en la cocina, escuchó un ruido fuerte desde la entrada.

Shinki, que estaba ayudando a Aika a subirse a su cama, oyó el mismo ruido y cuando volteó a mirar hacia la puerta de la habitación, sintió que alguien le clavaba algo en la espalda, haciéndole perder toda su fuerza en un solo segundo. Se cayó al suelo, paralizado, entonces sintió que alguien lo levantaba.

—¡Shinki-kun! —Aika exclamó con fuerza, pero un golpe en la nuca la desmayó.

Shinki, que aún seguía medio consiente, vio a su guardián, Mikoshi, quien entró por la puerta con un kunai en mano, pero fue derribado y herido casi al instante. Ni siquiera pudo articular alguna palabra antes de caer dormido.

Ya recuerdo… —pensó el castaño, que aún continuaba paralizado en su sitio, su mente sólo podía preguntarse una y otra vez el por qué se los habían llevado.

Volvió a mirar a su hermana, se dio cuenta de que ella tenía las manos atadas, a diferencia de él, había una cuerda amarrada alrededor de sus muñecas, manteniéndolas juntas, pero sin reducir del todo su movilidad.

Los dos escucharon el sonido de unos pasos, así que Aika cerró sus ojos y Shinki rápidamente hizo lo mismo. Ninguno de los dos podía ver nada, pero escucharon las voces de ese par de hombres que los habían secuestrado; Aika ya las había oído antes.

—¿Los llevaremos al país del océano? —preguntó Shinso, provocándole escalofríos a Shinki con su voz.

—Sí, si queremos atraer a esa zorra, es lo mejor —contestó Maki, su tono era tranquilo y frío, a diferencia de su compañero, que parecía mucho más exaltado—. Me preocupa un poco el Kazekage, pero dado que tenemos a sus dos mocosos, no creo que se atreva a hacernos algo.

—Y tampoco nos alcanzarán antes de que lleguemos al puerto, el resto del clan debe estar cerca —añadió su compañero.

Shinki no entendía muy bien lo que pasaba, estaba nervioso, ¿qué pensaban hacerles a él y a su hermana? ¿Los iban a matar?

—Los mocosos siguen dormidos, esa droga es muy efectiva —dijo Maki, esbozando una ligera sonrisa ladina—. La otra mocosa ni siquiera puede usar chakra, sería un verdadero problema que lo usara.

Shinso frunció el ceño.

—Todavía recuerdo la paliza que nos dio con su arena.

—Ni me lo recuerdes —Maki chasqueó la lengua, aún le daba vergüenza cuando recordaba que una chiquilla de menos de seis años lo había derrotado y humillado—. Vamos a conseguir algo de comer, anda.

—Sí —asintió el otro.

Al cabo de unos segundos, los dos abandonaron el escondite. Después de un rato de no oír ningún sonido, Aika abrió sus ojos lentamente y notó que no había nadie, así que se acercó a Shinki para susurrar a su oído.

—Shinki-kun, ¿puedes moverte? —le preguntó.

Su hermano abrió sus ojos y la miró, todavía no podía hablar y mucho menos moverse, así que sólo parpadeó, intentando que Aika comprendiera de ese modo.

—No te preocupes —dijo la pequeña castaña, esbozando una suave sonrisa—. Yo te ayudaré, Shinki-kun.

Antes de Shinki se diera cuenta, un fino hilo de arena blanca se elevó desde el suelo, incluso si se trataba de tierra mojada, ¿cómo es que Aika hacía eso? La arena blanca cortó las cuerdas que apresaban sus manos y se cayó, siendo absorbida por el suelo.

—No sé qué te hicieron —murmuraba Aika, acercando su manito hasta la de Shinki, su calor rápidamente lo confortó, entonces, él sintió que el chakra de su hermana se transmitía hacia su cuerpo—. Pero te voy a curar, hermanito.

Mientras el chakra fluía hacia su cuerpo, Shinki fue sintiéndose menos pesado.

—N-no —finalmente pudo hablar, aunque a duras penas—. Aika… no puedes usar tu chakra…

—Shh —contestó la pequeña de ojos aguamarina, haciendo caso omiso a su consejo, no le importaba qué tan mal fuese a hacerle esto, ella tenía que ayudar a Shinki.

*• - _ -•**• - _

Apenas estaba empezando a salir el sol, eran casi las seis de la madrugada cuando los tres ninjas de Suna alcanzaron el límite del desierto, el bosque del país del fuego era ya visible y no tardaron mucho en internarse en el mismo. Los árboles frondosos cubrían la poca luz del cielo, aunque la iluminación iba aumentando poco a poco.

—¿Dónde veremos al ninja de Konoha? —le preguntó Matsuri a Gaara, sin detener su paso rápido, aunque el Kage iba delante de ella e Ittetsu estaba más atrás, un poco más alejado.

—Pasando el río que está más adelante —dijo Gaara, apresurándose un poco más.

Cuando llegaron al río, el sol ya había salido del todo, cruzaron por encima del agua y, del otro lado, se encontraron con el shinobi de la hoja, el cual era acompañado por Naruto. El rubio alzó su mano hacia ellos como saludo. Gaara no esperaba verlo ahí, así que se sorprendió un poco.

—¿Naruto? —el pelirrojo se detuvo al llegar al punto, haciendo un asentimiento de cabeza a modo de saludo para ambos—. ¿Qué estás haciendo aquí?

Naruto miró de reojo a Matsuri y también al otro ninja que los acompañaba, lo recordaba de la vez que ambos estuvieron en Konoha, cuando se enteró del embarazo de la castaña. Le sonrió a la chica y luego devolvió su vista hacia su amigo.

—Vine a ayudar —dijo—. La vez anterior no salió muy bien, espero que ahora sí te sirva de algo.

Gaara no sabía qué decir, entendía que Naruto se sentía involucrado en todo esto desde lo sucedido en la búsqueda de Matsuri, así que sólo podía estar agradecido con él, porque él era su verdadero amigo, de ese tipo que brindan su apoyo en los peores momentos.

—Gracias —murmuró, esbozando una muy leve sonrisa, para luego mirar al ninja de la tinta—. Lamento pedir tu ayuda nuevamente, pero gracias por asistir tan rápido a mi llamado.

Sai, el shinobi de la hoja, desenrolló un pergamino que traía guardado a un costado de su cintura, lo dejó sobre el piso y se agachó junto a él, sacando pincel y tinta.

—Yo también tengo un hijo —dijo Sai, empezando a dibujar de forma muy rápida sobre el lienzo, ante los ojos sorprendidos de Matsuri e Ittetsu (que, a pesar de recibir su ayuda una vez, fue con una técnica completamente diferente), pero Gaara y Naruto no parecían nada asombrados, ya que conocían su técnica. Sólo pasaron un par de segundos para que Sai terminara el mapa del lugar, entonces alzó la vista y miró al Kazekage—. Está listo, pero necesito un rastro para poder ver su ubicación.

—¿Una gota de sangre sirve? —la que preguntó fue Matsuri, acercándose al frente. Vio a Sai asentir con la cabeza y sacó de su bolsillo un kunai, con la intención de hacerse un corte, pero Gaara la detuvo, tomando su mano.

—Es mejor que yo lo haga —interrumpió, mas ella sólo le sonrió.

—Cariño —el modo en que lo llamó, avergonzó ligeramente al ninja más poderoso de Suna, aunque su expresión no lo demostró—. Sé que sería lo mejor, pero tu arena no permitirá que te hagas daño y no tenemos mucho tiempo, déjame hacerlo, ¿sí?

Gaara no respondió, tan sólo la miró fijamente, soltando poco a poco su mano, para luego asentir con la cabeza. Matsuri se hizo un corte no tan profundo en la palma de su mano izquierda, dejando que la sangre cayera sobre el pergamino con el mapa dibujado, el cual, instantáneamente, indicó una ruta hecha de la misma sangre de la castaña.

—Está hecho —dijo Sai, observando la ubicación de –en este caso– Aika, quien era la que llevaba la misma sangre que Matsuri—. Son muy rápidos, ya se han internado en el país del Té, pero si nos damos prisa podemos dar con ellos.

—Entonces vamos —habló Naruto.

La castaña se guardó el kunai manchado de su propia sangre y el Kazekage tomó su mano herida, sacó una venda del pequeño porta armas que traía ajustado a la pierna. Él no la usaría, por supuesto, pero supuso que le sería útil y había tenido razón. Sin perder mucho tiempo, vendó la herida de la castaña y le dedicó una suave sonrisa, mientras ella se sonrojaba.

—Vamos por nuestros hijos —dijo él, a lo que Matsuri solamente asintió.

Los ninjas se miraron entre sí, asintieron con la cabeza y partieron de un salto, menos Ittetsu, quien solamente se quedó ahí, apretando los puños ante el descaro del Kazekage, él se comportaba como si nada con Matsuri, delante de sus narices.

—No tiene sentido que me moleste, ellos están juntos —se dijo a sí mismo, soltando un suspiro y apresurándose en alcanzar al resto.

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Los ninjas de la desprestigiada familia Saikuron eran más de los esperados, con la técnica de velocidad externa que poseían la mayoría de ellos, habían logrado reunirse en un punto del país del Té, en donde Maki y Shinso les esperaban, habían usado la misma técnica para huir con los niños.

El jefe del clan, un hombre alto, de apariencia musculosa y ojos fieros de color negro, se paró frente a sus dos subordinados, quienes habían conseguido atrapar no sólo a la hija de la mujer que los desterró, sino también al heredero de la aldea de la arena, eso no le gustó para nada.

—¿Acaso son estúpidos? ¿Para qué trajeron al niño? —reclamó, propinándole una feroz patada en la pierna al grandulón de Shinso, que cayó al suelo adolorido. El resto de los ninjas de su clan estaban observando en silencio, algunos murmuraban entre sí—. Sólo quería a la mocosa para extorsionar a Matsuri, no quiero problemas con el Kazekage.

Maki, viendo a su compañero retorcerse en el suelo (los golpes infundidos de chakra de su líder dolían como el demonio) no pudo hacer más que soltar un suspiro de resignación.

—Habría sido lo mismo traer sólo a la niña, Taiki-sama —dijo, manteniéndose sereno ante la mirada irritada del nombre—. Resulta que la mocosa es hija del Kazekage.

Los ojos del líder, Taiki, se abrieron un poco por la impresión, ya que no se esperaba tal noticia.

—Trajimos a los dos, ya que, de haber dejado a uno de ellos, no podríamos defendernos del Kazekage, he visto su poder y no seríamos rivales, por eso el niño es nuestra garantía.

El hombre de cabello ya blanquecino por la edad, cerró sus ojos y asintió con la cabeza, evaluando la situación con sus pros y sus contras. Dado el caso de que Aika era la hija de Sabaku No Gaara, entonces no había modo de hacer esto sin buscarse problemas con ese hombre, que hasta el otro lado del continente era conocido por su fuerza despiadada.

—Ya veo —finalmente habló—. En ese caso, asegúrense de que ese par de chiquillos no puedan moverse, tenemos que ponernos seguros y llevarlos con nosotros al país del océano.

Maki simplemente asintió con la cabeza, estaban muy seguros de que su plan estaba saliendo a la perfección, pero no había contado con dos factores importantes: primero, que Gaara y Matsuri no los dejarían ir muy lejos y, segundo: Aika no era la niña debilitada que ellos pensaban.

—¿Ya puedes moverte? —le preguntó la castaña a su hermano, quien se sentó sobre el suelo de aquella húmeda y oscura cueva, mirándola con intriga.

—¿Dónde aprendiste a hacer eso? —interrogó; milagrosamente, el efecto del paralizante que le inyectaron se había ido casi por completo de su cuerpo.

Aika se sentó frente a él, se sentía un poco cansada, su respiración era agitada y su frente estaba un poco sudada, hacía mucho que no usaba chakra y hace poco había salido de una cirugía muy delicada para corregir sus canales, no se suponía que debiera verse envuelta en una situación como esta tan pronto.

—Lo descubrí una vez que mamá se lastimó por mi culpa —respondió la niña, bajando la mirada—. Siempre me meto en problemas y mi mami salió herida por defenderme de esos tipos malos, yo estaba muy asustada, así que la toqué y me di cuenta de que podía sanarla con mi chakra.

—Oh… —Shinki estaba muy sorprendido, ¿su hermana tenía habilidades médicas sin siquiera tomar un entrenamiento ninja? No cabía duda alguna de que Aika era un prodigio, así como decían que él lo era—. Aika… —la llamó—. Tenemos que salir de aquí, ¿todavía puedes sacar tu arena?

La castaña asintió con la cabeza, no estaba muy segura de poder hacerlo, pero haría todo lo posible.

—Bien.

La arena metálica de Shinki se empezó a crear desde el suelo, ahora que podía usar su chakra, a pesar de que era difícil sacar arena a partir de la tierra mojada, consiguió crear un látigo lo suficientes fuerte como para darle un golpe a la jaula y partir los barrotes. Se levantó de su asiento y los tiró de una patada, ofreciéndole la mano a su hermana.

—Vamos a necesitar que guardes energías por si aparece algún enemigo, dame la mano —dijo, a lo que ella asintió e hizo lo pedido. Shinki la ayudó a ponerse de pie y los dos corrieron lejos de ahí apenas se vieron libres, claro que no se fueron por la parte donde había más luz, porque sabían que allí estarían reunidos esos tipos; en cambio, tomaron una ruta diferente, no sabían si lograrían hallar una salida, pero eso era mejor que ser prisioneros.

Shinso, todavía quejándose del dolor por la patada recibida de su líder, llegó hasta el interior de la cueva donde tenían apresados a los mocosos, pero, para su horror, la jaula estaba rota y ellos no estaban por ninguna parte, sólo había un puñado de arena negra en el suelo.

—¡Mocosos de mierda! —exclamó, apretando ambos puños.

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La forma más rápida de llegar al país del Té era por aire, así que los ninjas se encontraban todos montados sobre un ave de tinta, la cual Sai había invocado. Gaara estaba sentado junto a Matsuri, quien no dejaba de verse la mano lastimada con preocupación, para luego mirar el mapa que indicaba la ubicación de su hija. Sentía que todo su ser se estremecía de sólo imaginar que le pudieran haber hecho algo malo no sólo a ella, sino también a Shinki, que ni siquiera tenía algo que ver con todo esto.

—Vamos a recuperarlos sanos y salvos —aseguró Gaara, tomando suavemente su mano, en donde pudo ver brillar el anillo que él le había dado anoche.

—Gaara… —la castaña apoyó su cabeza contra el hombro del Kazekage, cerrando sus ojos—. Tengo miedo, ¿qué pasa si no llegamos a tiempo? ¿Si les hacen daño?

Gaara también cerró sus ojos, entrelazando los dedos con los de Matsuri, sin dejar de tener cuidado con la herida de su mano.

—Eso no va a suceder —volvió a decir.

Por supuesto que estaba asustado, tal y como ella, tenía miedo por sus hijos, pero no podía perder la calma en estos momentos, tenía que mantenerse firme, ser quien inspirara confianza, no pensaba dejar que Matsuri se derrumbara sin que él hiciera nada, por algo ahora estaban juntos, eran una pareja y él quería ser su apoyo.

—Tienen que estar bien, ¿verdad? —Matsuri se abrazó a él, reconfortándose con su calor y con la seguridad que él le transmitía.

Ittetsu no dejaba de verlos, aunque intentaba disimular, porque de vez en cuando el Kazekage le dirigía una que otra mirada asesina. Matsuri realmente estaba enamorada de ese hombre y él ya no era como en el pasado, como cuando solía actuar fríamente y ocultaba sus sentimientos, ahora era un hombre totalmente distinto, incluso si Ittetsu odiaba la idea de que ellos estuvieran juntos, podía comprender que era inevitable, que ambos se amaban, era evidente después de ver el anillo en el dedo de la castaña.

—Estamos a una hora del punto —dijo Sai, quien iba montado sobre la cabeza del ave, Naruto estaba justo detrás de él, observando el panorama.

—Gaara, Matsuri, ¿qué saben sobre esos ninjas? —cuestionó el rubio, dirigiéndose a sus amigos, quienes rompieron el abrazo para mirarlo.

El pelirrojo miró a su prometida, que fue la que tomó la palabra.

—Son un clan de ninjas del país del océano a quienes Ittetsu y yo derrotamos —dijo ella, mirando de reojo a su compañero, que sólo asintió con la cabeza—. Los conocí cuando aún estaba embarazada, ellos solían extorsionar a la gente del pueblo donde vivía y también a los pueblos cercanos, allá no abundan los ninjas como aquí, la mayoría sólo son aldeanos normales y los shinobis se aprovechan de ellos.

—Durante años estuvieron volviendo a joder —Ittetsu habló—. Pero Matsuri y yo los echábamos, incluso Aika les dio una paliza varias veces.

—¿Aika? —cuestionó Gaara, mirando a Matsuri con curiosidad, así que ella esbozó una leve sonrisa, asintiendo con la cabeza.

—A pesar de su enfermedad, es una niña muy poderosa, ya sabes que puede usar la arena como tú —dijo la castaña, apretando un poco más el agarre de la mano de su amado—. Si Aika pudiera usar su chakra ahora, no estaría tan preocupada…

—Hey, amigo, yo todavía no conozco a tu hija —interrumpió Naruto, mostrándoles su brillante sonrisa, siempre llena de optimismo—. Pero no se preocupen, ella seguramente está bien, si es hija de Gaara, dudo que se rinda fácilmente.

Gaara sonrió al escucharlo, igual que Matsuri, a pesar de que Naruto ni siquiera la había visto, él podía asegurar que todo estaría bien, porque él era ese tipo de persona, ese que nunca perdía la esperanza.

—Voy a acelerar un poco —les avisó Sai, que también tenía una ligera sonrisa en su rostro—. Sujétense bien.

Los demás asintieron con la cabeza, aferrándose para no caer.

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Los dos hermanos huían a través del bosque, los árboles eran enormes y escondían la luz del día, las sombras volvían un poco tétrico el panorama, pero ellos no se detenían. Aika tropezó con una piedra y cayó al suelo, soltándose de la mano de Shinki, quien se volteó para comprobar su estado.

—¿Estás bien? ¿Te lastimaste? —le preguntó, notando que su hermana estaba sudando y su respiración era agitada, entonces posó su mano sobre la frente de Aika y notó que ella tenía fiebre—. Tu temperatura es muy elevada, ¿es esta la enfermedad que me contaste?

La pequeña castaña se puso de pie, notando que todo a su alrededor estaba dando vueltas.

—Estoy bien, no podemos detenernos —respondió ella, intentando recuperar el aliento—. No le hagas caso a mi estado.

—¿Cómo quieres que haga eso? —Shinki frunció el ceño—. ¿Me pides que ignore que por mi culpa estás enferma? Se suponía que debías esperar para usar tu chakra y lo usaste por mí…

—Shinki-kun, por favor, sólo vamos —dijo Aika, tomando nuevamente la mano de su hermano para volver a correr, pero apenas retomaron su escape, escucharon un grito horripilante que venía desde atrás.

—¡Malditos mocosos, los voy a encontrar y los haré picadillo!

Ambos se miraron entre sí, sintieron tanto miedo, que sólo atinaron a correr más rápido, pero podían escuchar el sonido aterrador de los árboles cayendo al suelo, como si alguien los derribara de un golpe, ¿ese tipo estaba dispuesto a talar todo el bosque con tal de encontrarlos?

—¿Sigue corriendo, Shinki-kun! —exclamó la aterrada niña, justo cuando sintió que el sonido se intensificaba y se escuchaba cada vez más cerca de ellos dos.

Shinki todavía no era un experto usando su arena como lo era su padre, hubiese querido usarla para volar sobre ella, tal y como el poderoso Kazekage lo hacía, pero no sabía cómo, a pesar de su poder, sólo era un niño y estaba en entrenamiento, lo mismo con Aika, que ni siquiera disponía de toda la libertad para usar su chakra; si ese tipo daba con ellos, ambos estaban perdidos.

—Vamos a escondernos aquí —dijo el pequeño castaño, que acababa de encontrar una especie de zanja detrás de una enorme roca. Los dos se sentaron ahí, oyendo cómo los árboles de la zona continuaban siendo tumbados.

—¿Qué vamos a hacer? —cuestionó Aika, cubriéndose los oídos, estaba muy asustada, jamás había sentido tanto miedo en su vida, no podía siquiera abrir los ojos, porque sabía que se pondría a llorar, así que Shinki la abrazó, en un intento vano por tratar de calmarla, aunque sea un poco.

Él también estaba temblando, los dos estaban aterrados, a medida que ese monstruo se acercaba más y más, parecía que ya no le importaba mantenerlos con vida, era como si sólo quisiera aplastarlos a ambos.

—Papá vendrá a salvarnos, él es el Kazekage, es el más fuerte de todos —dijo Shinki, abrazando con más fuerza a su hermana y cerrando sus ojos.

Los pasos se oían más cerca, igual que los golpes de árboles derribados.

—Los encontré —oyeron a sus espaldas.

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—Los veo, están abajo —dijo Sai, que estaba sobrevolando la zona en donde una gran cantidad de ninjas estaban reunidos, todos llevaban el mismo uniforme de color azul marino, casi negro, con una banda característica del clan.

—Esos miserables… —Matsuri ni siquiera esperó a que Gaara o alguien dijera algo, simplemente saltó desde las alturas, desde el lomo del pájaro de tinta ante la mirada atónita de los cuatro hombres presentes.

—Gaara, tu chica tiene carácter —dijo Naruto.

Gaara sólo rio disimuladamente.

—No te imaginas cuánto —respondió, mientras la arena que salía de su calabaza empezaba a revolotear a su alrededor—. Vamos —dijo antes de saltar también.

Naruto, Sai e Ittetsu se miraron entre sí y lo imitaron.

Matsuri cayó justo en medio de todos esos ninjas, quienes la vieron con sorpresa, ya que ninguno esperaba ser encontrado tan rápidamente. La kunoichi aterrizó con una rodilla sobre el suelo y una mano sosteniendo y amortiguando su peso, dejando un ligero cráter sobre la tierra, debido a la fuerza con la que cayó.

—Devuélvanme a mi hija y a Shinki-kun —dijo en tono amenazante, mirando directamente al líder del clan, ese viejo de Taiki, a quien ella misma le había dado una paliza hace tiempo.

El hombre frunció el ceño, sus planes no estaban saliendo como él quería.

—¿Cómo llegaste aquí tan rápido? —cuestionó.

—Respuesta equivocada —Matsuri se apresuró a ir contra él, abalanzándose con toda su fuerza para darle un puñetazo en la cara, fue tan rápida, que él ni siquiera lo vio venir.

Los demás ninjas se lanzaron contra ella, pero todos se vieron repentinamente sujetos por una especie de látigo hecho de arena, entonces vieron al Kazekage descender, estaba de pie sobre una nube hecha del mismo material, los miraba despectivamente.

En cuanto lo vieron a él, tres ninjas más aterrizaron del mismo modo en que lo había hecho Matsuri, dos eran de Konoha y el otro era la rata de Ittetsu, a quien también le debían una buena golpiza.

—Entrégame a mi hija —exigió la kunoichi, volviendo a lanzar un puñetazo infundido de chakra hacia su oponente, pero él estaba preparado esta vez, así que la esquivó y agarró su mano, utilizando su técnica especial, la de producir dolor a su enemigo con tan sólo golpearlo suavemente. Le dio un golpe en el hombro a Matsuri, ya que ella lo evadió a tiempo para no recibirlo en el estómago, mandándola a volar lejos, mientras gritaba de dolor.

Gaara se apresuró a atraparla con su arena.

—¿Estás bien? —le preguntó con preocupación, notando que ella parecía tener el hombro dislocado—. ¿Qué clase de técnica usa ese sujeto? —quiso saber, mirando al líder del clan, cuya sonrisa siniestra no se hizo esperar.

La castaña se puso de pie nuevamente, en lo que Naruto hacía unos clones de sombras y se ocupaba de luchar contra Taiki. Gaara bajó de la nube y la observó, ella, sin siquiera sudar una gota, se volvió a acomodar el hombro salido, aguantándose todo el dolor, lo cual lo dejó un poco anonadado, no recordaba que Matsuri fuese tan valiente antes.

—Su taijutsu es algo peligroso —dijo la castaña, notando que Ittetsu y Sai también luchaban con otros ninjas del clan, había alrededor de unos sesenta hombres ahí, la mayoría de los miembros de Saikuron—. Él usa su chakra para afectar los nervios sensitivos del dolor, cada vez que asesta un golpe, duele como si fuera el infierno, lo he experimentado antes, cuando lo exilié del pueblo.

El pelirrojo volvió a mirar al sujeto, que desaparecía uno a uno los clones de Naruto, pero sin llegar a tocar al original.

—Ya veo, no será problema para mí —dijo con seriedad, pues era cierto, cualquier taijutsu no podía siquiera tocarlo, ni siquiera la poderosa técnica de Rock Lee, que, aunque lo tuvo contra las cuerdas en su momento, fue cuando apenas era un niño—. Matsuri, déjamelo, busca a los chicos.

—Sí —la chica asintió con la cabeza y de un salto se esfumó del lugar de la batalla.

Un par de ninjas que se encontraban libres intentaron atacar a Gaara, pero era como si un ciego tratara de ver, porque la arena los atrapó a todos y los lanzó lejos, en distintas direcciones, no eran más que un montón de hormigas insignificantes ante el poder del Kazekage.

—Naruto —lo nombró Gaara, captando la atención del rubio, que cayó de rodillas a su lado, luego de escapar de un golpe casi certero de ese tipo—. Déjame a mí a este sujeto, por favor, ayuda a Matsuri.

—De acuerdo, amigo, no tardes mucho —respondió el futuro Hokage, que no se veía nada cansado, a decir verdad, sólo había estado jugando con ese hombre, para mantenerlo entretenido mientras sus amigos buscaban a sus hijos.

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El golpe que Shinso le dio a la roca que estaba detrás de los niños, hizo que ésta se partiera en mil pedazos. Como pudo, Shinki agarró la mano de su hermana y dio un salto hacia atrás, escapando ambos del mortal impacto, pero vieron con horror a ese hombre frente a ellos, quien los miraba con los ojos inyectados de sangre, como si hubiera perdido por completo la razón, incluso lucía mucho más grande que antes, como si hubiera aumentado tres veces su tamaño.

—Odio tener que perseguir a las ratas —dijo con enojo, dando lentos pasos hacia los dos pequeños.

—¡Aléjate! —Shinki levantó un poco de arena negra hacia él, intentando pararlo, pero estaba muy débil aún, por lo que Shinso simplemente la hacía a un lado sin ningún esfuerzo.

Los niños retrocedieron unos cuantos pasos.

—Dime, basura, ¿cómo es que puedes moverte? La droga que te dimos todavía debería funcionar, la probamos con unos ninjas de tu aldea, casi se mueren.

—Shinki-kun… —Aika, que continuaba afiebrada y con la respiración agitada, nombró a su hermano y lo miró con seriedad—. Tenemos que atacarlo los dos, no hay de otra.

—No podemos —negó con la cabeza el menor—. Aika, estás enferma, si sigues forzándote a usar tu chakra y te sientes peor, yo… no sé que le diré a nuestro padre y a tu madre, mi deber es cuidarte como tu hermano mayor —dijo con seriedad, volviendo su vista hacia el enemigo, ese que representaba el peligro latente en cada célula de su cuerpo.

—Oye, rata asquerosa, no me ignores —dijo el hombre musculoso, empezando a reunir chakra alrededor de sus puños, los cuales destellaban de un ligero color azul.

Aika sonrió ligeramente.

—Shinki-kun, ¿lo olvidas? —su vocecita llamó la atención del niño, que la miró sin comprender—. Yo soy la mayor —sentenció Aika, sorprendiendo a Shinki cuando un montón de arena blanca surgió desde el suelo y apresó a Shinso por los pies, con tanta fuerza, que éste frenó su acercamiento hacia ellos.

—¡Aika! —exclamó en tono de regaño Shinki, pero fue tarde, su hermana ya no le escuchaba, ni siquiera lo miraba, ella mantenía sus ojos fijos en el enemigo, mientras la arena poco a poco iba subiendo por sus piernas.

Shinso, un poco confundido, se removía sin lograr quitarse de encima esa molesta cosa.

—¿Qué se supone que haces? ¿No que no podías usar chakra? —cuestionó con fastidio, tratando una y otra vez de liberarse, pero era inútil, por increíble que pareciera, la arena blanca era sumamente fuerte y lo apretaba cada vez más, sin dejar de subir.

La temperatura en el cuerpo de Aika seguía subiendo, Shinki estaba asustado al verla así, tenía miedo de que su enfermedad la venciera y de perder a su preciada hermana, justo cuando apenas la tenía en su vida.

—Mocosa de mierda, suéltame —se quejaba Shinso.

—Aika…

—Shinki-kun, no podré retenerlo mucho, vete.

Él rápidamente negó con la cabeza —Por supuesto que no, ¿crees que te voy a dejar aquí?

Aika se debilitó en ese instante, era demasiado para una niña el tratar de retener a un hombre adulto y corpulento, no importaba cuán fuerte era su técnica. Ella cayó de rodillas al suelo, su cuerpo ardía de fiebre y la arena que sostenía a Shinso se soltó, entonces él sonrió y se lanzó contra ella, dispuesto a darle un golpe, pero Shinki se puso en su camino, abrazando a su hermana y tratando de pararlo con su arena de hierro. El puño del ninja atravesó la defensa debilitada del hijo del Kazekage y lo golpeó, aunque no con la fuerza esperada, sí fue suficiente como para mandarlo a volar, haciendo que se estrellara contra un árbol, se golpeara la cabeza y perdiera la conciencia, ante los ojos alarmados de su hermana, que vio pasar la imagen en cámara lenta.

—Parece que lo maté —el tipo mostró una sonrisa con todos los dientes, era tan siniestro, que el miedo volvió a invadir el pequeño cuerpo de Aika, pero lejos de esa emoción, la ira por el hecho de que él hubiese dañado a su hermano la invadió, liberándose en un grito aterrador, que debió haber sido oído a kilómetros alrededor del bosque.

Shinso dio dos pasos hacia atrás, impresionado cuando vio que un montón de arena en forma de pinchos saltaba hacia él. Esquivó todos los ataques, pero éstos continuaban llegando, miró a la niña y se dio cuenta de que parecía un demonio, sus ojos mostraban ira pura y su cuerpo parecía desprender vapor debido a la alta temperatura que había alcanzado. Se distrajo con aquella imagen y, sólo cuando sintió un corte profundo y doloroso en el brazo, se dio el lujo de mirar a su alrededor.

—¿Q-qué es esto…? —cuestionó aterrado, notando que toda la arena blanca que flotaba dispuesta a atacarlo, lentamente se iba cristalizando, volviéndose transparente, filosa y mucho más dura.

Era vidrio de cuarzo, formado cuando la arena se calienta a altas temperaturas.

—No te voy a perdonar —dijo Aika, lanzándole uno a uno los proyectiles de vidrio afilado, que él apenas y lograba esquivar, recibiendo uno que otro corte.

Aika ya no tenía fiebre, su cuerpo había asimilado el calor y ahora era parte de su técnica, ahora era capaz de convertir la arena en vidrio.

—A-Aika… —murmuró Shinki, estaba mareado, le dolía la cabeza, pero mientras recuperaba poco a poco la conciencia, vio a su hermana atacar constantemente al ninja enemigo con esa fabulosa técnica que nunca esperó.

Se sentó con cuidado junto al árbol con el cual se había estrellado, tratando de recuperar el aliento y las fuerzas, no podía dejarla luchando sola.

*• - _ -•**• - _

—Esa fue mi hija —Matsuri se alarmó tras escuchar el grito de Aika, venía desde el interior del bosque, seguramente ella y su hermano habían huido, de algún modo, hacia ese lugar, pero los estaban persiguiendo, les estaban haciendo daño.

Cuando se dispuso a correr hacia donde escuchó el sonido de la voz de Aika, un kunai le cortó el paso, alzó la vista y vio a Maki parado sobre la rama de un árbol.

—¿A dónde crees que vas?

La castaña frunció el ceño inmediatamente, estaba furiosa y no tenía tiempo para perderlo con ese idiota.

—No te metas en mi camino —dijo con fastidio.

Maki saltó hacia el suelo y se paró frente a Matsuri, todavía recordaba la primera vez que la vio, ella estaba embarazada y, aún así, lo golpeó hasta casi dejarle los huesos rotos, porque sí, él era uno de los ninjas que aquella vez irrumpieron en la pensión desde donde Matsuri los echó a patadas.

—No nos vemos hace un tiempo y me saludas así —habló en tono de lamento, encogiéndose de hombros—. Veo que ser la zorra que le abre las piernas al Kazekage te ha subido los humos a la cabeza, Matsuri.

—¿Es que no te piensas mover? —cuestionó la castaña, mirándolo con desdén, pero ignorando las palabras denigrantes que él acababa de decirle—. ¿Tanto te gusta que te rompa la cara, Maki?

El hombre sonrió de medio lado, un poco molesto, porque era cierto lo que ella decía, nunca había podido ganarle a Matsuri.

—Cállate, maldita perra —respondió, haciendo un sello de manos para invocar su jutsu—. Estilo de agua; bomba de agua —recitó y, al instante, un montón de burbujas de agua se dispararon hacia Matsuri como si se tratara de balas de cañón.

Ella hizo un par de piruetas para esquivarlas, pero el golpe de antes la había dejado un poco debilitada, más el hecho de no haber dormido ni comido durante horas, así que su velocidad no era normal, algunos golpes le llegaron, rasgando su piel y salpicando un poco de su sangre.

—Parece que ya no eres tan fuerte —se burló el ninja.

Matsuri volvió a ignorar sus palabras, aunque se sentía adolorida por las heridas, ella no estaba dispuesta a dejarse vencer fácilmente.

—Estilo de viento; golpe certero —dijo Matsuri, reuniendo una gran cantidad de chakra en sus puños, para luego abalanzarse contra Maki, intentando golpearlo directamente, pero éste la esquivaba con cierto desespero, conocía ese golpe y no tenía buenos recuerdos de él.

—No me vas a dar con esos movimientos tan lentos —se jactó el hombre, manteniendo sus manos unidas para dirigir su técnica de agua hacia ella—. Estilo de agua; dragón de agua —recitó, convirtiendo las pequeñas balas en un enorme dragón que fue directo hacia la castaña, pretendiendo encerrarla entre sus fauces, pero la técnica fue disuelta de un solo golpe por nada menos que Naruto, que acababa de aparecer en escena.

—Disculpa, amigo, pero no tenemos tiempo para ti —dijo el rubio, mirándolo con seriedad—. Puedes irte tranquilamente y no te haré nada, pero si te niegas, no me quedará de otra más que derrotarte.

Maki rio, incrédulo ante lo que sus oídos estaban escuchando.

—¿Y se puede saber quién demonios eres tú?

Matsuri estaba un poco sorprendida de ver ahí a Naruto, aunque agradecía su presencia, de por sí, ella no se sentía nada bien, creía que era por los golpes recibidos, aunque no sabía si el hecho de casi estar viendo doble tenía algo que ver, estaba muy mareada y aún así estaba aguantando.

—Yo soy Naruto Uzumaki, el futuro Hokage de Konoha —respondió con entusiasmo y seguridad, como siempre hacía, fue entonces que Maki se dio cuenta de a quién le estaba dirigiendo la palabra, haciendo que se pusiera un poco nervioso.

—El héroe de la cuarta guerra… —murmuró.

Naruto se llevó una mano a la nuca —¿También me conocen más allá del continente? Esto de ser famoso es un poco incómodo.

—Naruto-san —lo llamó Matsuri, captando su atención—. Mi hija y su hermano están en el bosque, ¿crees que puedas ir por ellos? Yo me encargo de este tipo.

El rubio negó inmediatamente, sorprendiendo a Matsuri.

—De ningún modo, Matsuri-chan, le dije a Gaara que cuidaría de ti, no puedo faltar a mi promesa —respondió, esbozando una suave sonrisa—. Si hay que deshacernos de este tipo para avanzar, sólo déjamelo a mí, lo terminaré en un segundo.

El shinobi del clan Saikuron chasqueó la lengua, resultaba que ese héroe de la cuarta guerra era realmente arrogante, ¿en serio pensaba que lo derrotaría en un segundo? Sin embargo, él ni siquiera vio venir a los clones de sombras que estaban detrás de él, uno de ellos tenía un rasengan, que le impactó en toda la espalda y lo mandó a volar, ante la sorprendida mirada de Matsuri, que tampoco lo vio venir.

—¿Ves?

Los clones de Naruto desaparecieron, así que la castaña solamente asintió con la cabeza, Maki estaba derrotado en el suelo, no había razón para seguir ahí.

—Vamos… vamos por los niños —habló la desconcertada chica, es que le sorprendía un poco ver a Naruto en acción, a pesar de que en la guerra también lo observó, nunca estuvo cerca de la zona más peligrosa.

Cuando los dos se disponían a avanzar, sorpresivamente, Maki seguía consiente y se abalanzó con kunai en mano contra Matsuri, no le importaba si no podía ganarle, sólo quería hacerle daño. La chica lo esquivó apenas al sentir su presencia, recibiendo un corte en su brazo derecho, bastante profundo, pero volviendo a concentrar el chakra de viento en su puño izquierdo, le dio de lleno en el estomago al ninja, que abrió la boca por el impacto, expulsando ráfagas de aire, como si las vomitara.

Cayó al suelo sin poder moverse, esta vez, su cuerpo ya no respondía.

—No te metas en mi camino —dijo la kunoichi, saltando sobre un árbol para internarse en el bosque, desde donde podía ver los otros árboles derribados, seguramente por la fuerza bruta de Shinso, el ninja que siempre acompañaba a Maki.

—Amigo… —Naruto se acuclilló junto al cuerpo magullado de Maki, que temblaba por el golpe recibido, cada fibra de su cuerpo había sentido el chakra de viento de la castaña—. Te lo digo en serio, no deberías meterte con una madre, ellas dan mucho miedo —aseguró, para luego ponerse de pie y seguir a la novia de su amigo, sabía que ella estaba aguantando el dolor de su cuerpo debido a la adrenalina, pero cuando eso se le acabara, no se podría sostener en pie.

*• - _ -•**• - _

—¡Maldita mocosa, deja de atacarme! —exclamaba el corpulento hombre, que no paraba de ser asediado por los cristales de cuarzo que iban hacia él desde diferentes direcciones.

Mientras Aika continuaba atacándolo, sus ojos no mostraban ningún signo de vida, era como si hubiese perdido por completo el pensamiento lógico y ahora sólo fuera una máquina de ataque, afortunadamente, eso cambió cuando sintió la mano de Shinki sobre su hombro.

—Hermana —dijo el pequeño, a lo que ella enseguida le miró, sorprendida.

Los cristales que flotaban alrededor se cayeron al suelo, algunos se deshicieron en arena, permitiéndole al enemigo tomar un poco de aire.

—Shinki-kun… —murmuró la niña, aliviada, con lágrimas en sus ojos—. Nunca… nunca me habías dicho hermana…

Shinki sonrió, se paró justo a su lado y le tomó la mano, mirando al sujeto frente a ellos, que ya se estaba recuperando de los golpes recibidos.

—Eres mi hermana, Aika —respondió él, sin apartar su vista del villano—. Vamos a hacerlo juntos, ya estoy bien, no te dejaré sola —a medida que él hablaba, la arena de hierro iba acumulándose a su alrededor, lo mismo que sucedía con la arena de cuarzo de Aika; blanco y negro iban formando una figura detrás de los dos niños, una especie de forma humana que protegía a cada uno de ellos.

Shinso vio con asombro que la arena de cada uno parecía una mujer diferente; eran las madres de ambos, cuidando de ellos con sus enormes manos de arena.

—No me asustan con eso —dijo el ninja, mostrando una sonrisa llena de sadismo—. Estilo de fuego; llamarada de fuego —exclamó, haciendo los sellos correspondientes, para proceder a soltar grandes cantidades de fuego hacia los niños, el cual salía desde su boca, pero la defensa de arena no permitía que siquiera pudiera tocarlos. Chasqueó la lengua con fastidio—. Maldita sea… —masculló, amplificando el poder de su jutsu, pero nada, no era capaz de dañarlos.

—Ya es tiempo de que caigas —habló Shinki, apretando un poco la mano de su hermana—. Aika, vamos darle su merecido.

—Sí —respondió la niña.

En ese momento, la arena de ambos se combinó en un ataque que golpeó como un puño a Shinso, lo golpeaba una y otra vez, él no podía defenderse, a pesar de su fuerza física, el poder de esos dos niños era aterrador, seguro que no había nada que les pudiera hacer frente.

—Mocosos… de mierda… —fue lo último que dijo antes de caer desmayado por el dolor.

Al ver que por fin habían acabado con su perseguidor, Aika y Shinki liberaron su técnica y la arena de ambos poco a poco empezó a caer y deformarse sobre la tierra, ambos habían usado todo su chakra y ya no podían mantenerla por más tiempo.

—¡Aika, Shinki! —escucharon la voz de Matsuri, los dos voltearon hacia un costado y vieron a la castaña corriendo hacia ellos—. Dios, estaba tan preocupada —dijo ella, que, al llegar junto a los niños, los abrazó a los dos, incluso ante la expresión asombrada de Shinki.

Naruto se acercó también, sonriendo al comprobar que los hijos de su amigo se encontraban a salvo, es más, se notaba que habían hecho uso de sus poderes, eran tan pequeños y ya eran tan fuertes, la arena se encontraba esparcida por todo el lugar.

—Mamá —dijo Aika, observando los ojos llorosos de Matsuri—. ¡Mamá, estaba muy asustada! —exclamó, abrazando más fuerte a su madre, quien no dudó en corresponderle.

Shinki esbozó una suave sonrisa al verlas juntas, se sentía aliviado de que todo haya salido bien, de que pudieron derrotar a ese villano y que habían ido a buscarlos, ya no había nada de qué preocuparse.

—Aika, ¿usaste tu chakra? —Matsuri rompió el abrazo para mirar a su hija con reproche, le tocó la frente, pero a pesar de lucir cansada, no parecía enferma—. ¿Estás bien?

La niña asintió con la cabeza, sin dejar de sonreír. En ese momento, Naruto saltó hacia la copa del árbol más alto que había cerca de ellos, para echar un vistazo hacia la otra zona de batalla.

—Parece ser que Gaara y los demás ya han terminado —dijo entonces, agudizando un poco su vista—. Debería hacerles una señal para que sepan que estamos aquí.

Matsuri asintió con la cabeza y miró a Shinki, el pequeño hijo de Gaara y Aoi le estaba dando la espalda al desmayado Shinso, pero ella vio con horror como el ninja alzaba la cabeza, recitando nuevamente su jutsu de fuego, para disparar una bola hacia el niño. Ella no tuvo tiempo de desviar el ataque, simplemente abrazó a Shinki y bloqueó la técnica, recibiendo la quemadura en su espalda, que la hizo gritar de dolor.

—M-Matsuri… —Shinki abrió sus ojos como platos, ella realmente acababa de recibir el daño por defenderlo.

—¡Mamá! —gritó Aika.

—Estoy bien —aseguró la castaña, dándose la vuelta para mirar a Shinso, quien recibió de lleno el impacto de un rasengan de Naruto, el cual había saltado desde la copa del árbol.

—Lo lamento, me distraje mientras hacía la señal —dijo el rubio, frunciendo ligeramente los labios—. Qué bueno que le quedaba poco chakra, no parece que haya sido un ataque fuerte, ¿estás bien, Matsuri-chan?

—Sí —respondió ella, volviendo a ponerse de pie.

No pasó mucho rato para que Gaara llegara, montado en su nube de arena, debido a la señal que le había hecho Naruto, no le fue difícil dar con ellos (literalmente disparó un poco de su chakra hacia el cielo, como si fuera una bengala). Cuando estuvo ahí, notó el desastre de arena negra y blanca por doquier, el enorme ninja vencido que estaba inconsciente en el suelo, Matsuri estaba muy lastimada, tenía una quemadura en su espalda, la ropa rasgada, una cortada muy profunda en su brazo, que no paraba de sangrar, pero parecía que nada de eso era serio. Miró entonces a sus hijos, los dos estaban cansados, pero estaban bien, así que sonrió y se acercó a ellos.

—Lamento la demora —les dijo, apoyando una mano sobre cada una de sus cabezas, mientras los miraba con orgullo a ambos—. Lo hicieron bien.

—¡Papá! —exclamaron al mismo tiempo, abrazándose con fuerza a Gaara.

Al ver aquella emotiva imagen, Matsuri sonrió complacida, no había nada mejor que ver a Gaara y a sus hijos juntos, que todos estuvieran a salvo, que nada ni nadie los pudiera separar; sin embargo, de un momento a otro, su vista se puso negra, sus párpados pesaron y, antes de que se diera cuenta, perdió el conocimiento.

Su cuerpo ya no aguantó la presión.

Continuará…