"Venganza... El Pasado Regresó"

CAPÍTULO 21

Parte 2


Unos ojitos grises, estudiaban minuciosamente a Terry, mientras él, se disponía a tomar su desayuno.

—Oye... Primo Terry... ¿A ti te gusta la avena? —le preguntó la dueña de aquella bonita y curiosa mirada.

Terry, sonriendo, le contestó:

—Me encanta... ¿Y a ti?

Sophie negó de inmediato.

—Sabe horrible... —mencionó ella, haciendo un gesto—. No la quiero... Solo quiero mis panqueques —añadió, lanzando la queja hacia su padre.

Jamie, ignoro a su caprichosa hija y continuó alimentando a Harry, quien disfrutaba de su papilla especial.

—Te diré... Al principio tampoco me gustaba, pero después hice un experimento... —le explicó Terry, conforme abría el tarro de miel y tomaba un poco, para agregarla en la avena de Sophie—. Ahora te parecerá más rica... ¿Por qué no la pruebas?

La chiquita observó el plato, no obstante, se negó aceptar la invitación.

—No la quiero —dijo, haciendo un gesto.

—Pero... Aún no la has probado —insistió Terry, acercándole nuevamente el plato—. ¿Por qué no intentas comer un poco? Estoy seguro de que te gustará...

— ¿Me lo prometes?

—Te lo prometo...

Sophie sumergió la cuchara, en aquel cereal que tanto odiaba y tomó una pequeña porción, para llevársela directo hacia la boca... Al sentir el sabor de la miel, sus ojitos se abrieron sorprendidos y sintiéndose feliz, asintió.

—Está muy buena...

— ¿Ves? Te lo dije —mencionó Terry, guiñando un ojo.

Helen y Jamie, se observaron entre sí e inevitablemente rieron. Ellos, intentaron ese mismo truco con anterioridad, pero solo consiguieron que Sophie, hiciera un berrinche para no comer... La chiquilla se había llevado la peor de las impresiones, con su primer plato de avena, después de eso, fue imposible hacerla cambiar de opinión. No importaba la forma en la que se la prepararan, ella simplemente no quería comerla.

—Gracias, amigo... —expresó Jamie, aprobando por completo, la forma en la que, supo tratar con Sophie—. ¿Sabes? Eres muy bueno con los niños... —añadió, sonriéndole.

—Pues... Espero correr con la misma suerte, cuando me toque alimentar a los míos —respondió el actor, haciendo reír al Tío James.

—Obviamente, algunas veces se pondrán necios, pero recuerda esto: siempre habrá alguien que, los puede hacer cambiar de opinión... —Jamie se encogió de hombros y agregó—. Tus hijos tendrán dos abuelos que querrán ayudarte, también estaremos Helen y yo... No te preocupes, todo va ir muy bien, ya lo verás.

Terry esbozó una radiante sonrisa. Le parecía increíble estar pensando, en una vida con hijos, pues por algún tiempo, se propuso terminantemente a no tenerlos. Fue una etapa oscura, en la que creía haber perdido al amor de su vida, para siempre... No obstante, eso había cambiado. Estar junto a Candy, despertó su deseo de formar una familia. Quería tener muchos hijos con ella.

—Candy... ¡Mira! Estoy comiendo mi avena —señaló Sophie, mostrando una enorme sonrisa—. Ahora sí creceré mucho... ¡Y seré tan bonita como tú!

—Serás más bonita que yo, princesa... —Candy la mimó, sintiéndose enternecida, luego volteó para observar a Terry—. Gracias por ayudar... —murmuró, mientras tomaba asiento a su lado.

—De nada... Lo hice con gusto —contestó, acercándose más a ella, con la intención de darle un beso sobre la mejilla, no obstante, renunció a esa idea, pues Sophie exclamó:

— ¡Tío Declan! Mira... ¡Estoy comiendo mi avena!

—Me da mucho gusto, linda... —Declan, posó un beso sobre la frente de la niña, luego saludó a los demás integrantes de la familia, entre ellos su hija, a quien también le dio un beso.

— ¿Cómo te sientes, cariño?

—Bien, papá... Ven, siéntate con nosotros, voy a servirte...

—No hija, gracias ... Ustedes sigan desayunando... Roger y yo estamos arreglando el auto, así que comeremos en el jardín —aclaró él, viendo disimuladamente hacia la cocina, pues no veía a Eleanor por ningún lado... «¿Acaso ella, todavía está dormida?», se preguntó con curiosidad.

—Está bien, papá... —respondió Candy, sonriéndole, pues le conmovía, verlo tan preocupado por arreglar el automóvil... «Debemos tener un transporte a nuestra disposición, no voy a traerte caminando por todos lados», le había dicho él la noche anterior. Candy volvió a sonreír y observó cómo Declan se marchaba de regreso hacia el jardín.

Ella continuó tomando su desayuno, feliz, disfrutó de convivir con su familia y con Terry. Esperó pacientemente a que Jamie y los niños terminaran de ingerir sus alimentos. Una vez que ellos se marcharon, se dirigió a su prometido, para preguntarle:

— ¿Y tu mamá? ¿Estará dormida?

—Tal vez... O quizá sigue molesta conmigo y por eso no ha bajado —mencionó él, en voz baja.

— ¿Por qué Eleanor está molesta contigo? ¿Qué fue lo que sucedió?

El actor, bebió el resto del zumo de naranja, que aún tenía en su vaso... Después, volteó lentamente, para enfrentarse a su prometida.

—Ayer, ella y yo tuvimos una pequeña discusión... —reconoció, mostrándose apenado.

—Oh Dios, Terry... Pero... ¿Por qué?

—Le hablé de lo que pasó, con la compañía de teatro y se volvió loca... Imagínate... Estuvo a punto de salir para buscar un teléfono y poner en su lugar a Robert Hathaway... —Terry rodó los ojos con enfado, luego añadió—. Además insistió en irse conmigo a Manhattan... Naturalmente, yo me negué a que lo haga, porque todavía no es tiempo de que ella regrese, primero quiero ir yo, para ver cómo están las cosas con la prensa.

—Creo que, está preocupada por ti —Candy quiso conciliar, mas Terry continuó quejándose:

—Lo sé, pero ya habíamos quedado en que, se quedaría aquí y viajaría contigo... Además está vetada de cualquier cosa que, tenga que ver con mi trabajo, ese es nuestro acuerdo...

—Bueno, te entiendo... Pero en unas horas te vas a ir y sería mejor que no dejaras algo pendiente con ella... ¿Por qué no le llevas el desayuno?

—Hmmm... ¿Crees que haciendo eso, ella me perdonará?

—Seguro que sí, Terry, Eleanor te ama... —dijo Candy, besándolo suavemente—. Anda, acompáñame, voy a prepararte una bandeja, para que se la lleves.

—Sinceramente... No quiero que ella y yo, volvamos a ser los mismos de antes... —admitió el joven, ayudando a Candy con los alimentos que ella acomodaba.

—Lo sé, mi amor... Por eso quiero que, vayas para que lo arregles ahora... No lo pienses más, sólo ve con ella... Anda, date prisa —pidió, sonriéndole, para animarlo a ir.

Terry asintió, tomó la bandeja entre sus manos y armándose de valor, se dirigió escaleras arriba... Justamente iba llegando a la planta alta, cuando observó a Eleanor, saliendo del cuarto.

—Buenos días... —saludó él—. Traigo tu desayuno.

Eleanor le miró sorprendida y entonces, respondió:

—Estaba a punto de bajar...

—Bueno, eso no será necesario... —la actriz se dió la media vuelta y retornó hacia el cuarto—. No te preocupes, madre... Yo no hice nada de esto, ni Candy tampoco... Así que no morirás envenenada —aclaró él, arrancándole una sonrisa a Eleanor.

—Oh Terry... —dijo ella, riendo despacio.

Casi de inmediato, Eleanor escuchó a su hijo, disculpándose por lo que, había sucedido la noche anterior y francamente, le conmovió en demasía, ver lo apenado que él estaba... Ella también se sentía un tanto culpable, por haberlo hecho enojar.

—De verdad, lo lamento —agregó Terry, mostrándose arrepentido.

—Yo también hijo, mi intención, no era molestarte...

—Lo sé... Pero... Ya me conoces... Suelo explotar con facilidad —Terry la observó detenidamente y sin pensarlo dijo—. Voy hacer lo que tenga qué hacer, para quedarme en América... Madre... Yo no quiero irme de este país, Candy tiene a su familia aquí y yo te tengo a ti —declaró, aliviando el corazón de Eleanor—. Gracias a mi padre, tengo el dinero suficiente, para llevar una vida de ensueño... Pero tú ya sabes que, el teatro es parte de mí y quiero seguir trabajando...

—Entiendo, querido... —ella se acercó a él y le dio un beso en la mejilla—. No te preocupes por nada, me quedaré aquí con Candy, la cuidaré y le ayudaré con la planeación de la boda.

—Gracias mamá... Y quiero que sepas que, yo voy a supervisar las cosas en tu casa y en el teatro... Hablaré con Fabien y me pondré al corriente en todo.

—Gracias, mi amor...

Ambos se abrazaron por algunos segundos, luego Eleanor se dispuso a tomar el desayuno.

— ¿Y tú ya desayunaste? —cuestionó, mostrándose interesada en saber si su hijo, había ingerido alimento.

—Ya... Desayuné con Candy, sus tíos y los niños...

—Qué bien, me da gusto... Ellos, están encantados contigo —aseguró Eleanor—. Hijo, de verdad me alegra mucho que te hayas encontrado con esta familia.

—Yo también... Y bien sabes que, yo no soy del tipo sociable... Aceptémoslo, la mayoría de la gente, sale huyendo cuando me conoce.

—Los O'Shea y los Keating, no... —mencionó Eleanor sonriendo—. A ellos les caes muy bien.

Ella habló con total naturalidad, de lo maravillosos que, eran los parientes de Candy.

Terry le comentó que su relación con Declan, había prosperado y como Eleanor, pudo ver lo contento que, estaba por llevarse bien con su suegro, se atrevió hablarle cosas buenas sobre él. Honestamente deseaba borrar, cualquier tipo de mala impresión que, se hubiera llevado Terry, con la carta que le mandó.

Terry observó a su madre con curiosidad, pero la mujer no se percató de eso. Por un instante, al joven le pareció notar algo diferente en ella. Su forma de hablarle de Declan, lo hizo sentirse raro... Sin embargo, no dijo nada... Simplemente lo dejó pasar, porque estaba seguro de que, lo que estaba imaginado, era una completa tontería... Y además, no deseaba incomodar a Eleanor, con ese tipo de cosas.

—Bien, no sé mucho sobre mecánica, pero sería bueno bajar al jardín y ver si puedo ayudarles con el auto... —mencionó Terry—. Te veo más tarde ¿De acuerdo? —añadió, acercándose a Eleanor, para dale un beso sobre la mejilla—. No lo digo muy a menudo, pero te amo, mamá.

—Oh... Yo también te amo, cariño... ¡Más de lo que te imaginas! Anda, ve con ellos... Yo me quedaré aquí, a disfrutar de mi desayuno —mencionó ella, observando cómo su hijo se marchaba.

«Terry, mi querido niño... Sólo espero que tu sentir, siga siendo el mismo, cuando sepas que, yo estoy perdidamente enamorada, de ese hombre al que tanto admiras...», pensó Eleanor, mientras tomaba la taza con café y se dirigía hacia la ventana, para observar a su amado Declan, a través de las cortinas.

Terrence por su parte, se desplazó por el corredor, dirigiéndose a las escaleras, para bajar e ir hacia el jardín. Tenía toda la intención de ayudarle a su suegro, sin embargo, el plan cambió, cuando vio a su prometida, llegando hacia la planta alta.

— ¿Cómo salieron las cosas con Eleanor? —cuestionó la joven, mostrándose curiosa, por saber si la charla había sido benéfica.

—Nos hemos arreglado, ya todo está bien entre nosotros —Terry tomó la mano de Candy y se dejó conducir hacia la habitación de ella—. Pecosa... ¿Crees que esto, es una buena idea? —cuestionó él, conforme la joven cerraba la puerta de la alcoba.

— ¿Cómo dices? —Candy le miró confundida y Terry, sonriendo le aclaró:

—Me refiero a estar aquí... A solas...

Ella esbozó una sorprendida sonrisa, luego dijo:

—Bueno, eres mi prometido y no haremos nada indecoroso ¿O sí? —interrogó, sin poder ocultar lo divertida que se sentía, ante la genuina preocupación de su amado.

—Hmmm... Eso no lo sabemos... —respondió Terry, mientras posaba ambas manos, en la cintura de Candy y acercaba el cuerpo de ella, lentamente hacia el suyo—. Sabes muy bien que nosotros dos, guardamos tanto calor que, podríamos ocasionar un incendio... —él elevó una de sus manos para tocarle el rostro, provocando así, que ella sonriera.

—Lo sé... Pero... No puedo evitar esconderme contigo —respondió Candy, cerrando los ojos, pues la mano de Terry, acariciaba con ternura una de sus mejillas—. Quiero estar a tu lado... Aunque sea por un rato...

—Candice, no cabe duda de que eres, la fiel representación del pecado y me estás invitando a caer —expresó, haciendo reír a la chica. La mano de él, había dejado de acariciarle el rostro y continuó en descenso, hasta que finalmente se posó sobre el busto, para acariciarle uno de los senos—. Si no tuviera el menor sentido de la prudencia, te llevaría a la cama ahora mismo y te haría mía —murmuró en el oído de Candy, haciéndola estremecerse—. Pero resulta que, en este momento, soy el hombre más prudente que puede existir...

La rubia volvió a sonreír.

—Eres un caballero... —le dijo, antes de colocarse de puntitas y besarlo, atrevidamente, saciando las ganas que tenía, de sentirlo, adueñándose de su boca—. Por eso te amo tanto... —susurró jadeante, despegando sus labios de los de Terry.

—Yo también te amo... —contestó él, volviendo aprisionar la boca de Candy. Tentándola a profundizar el beso y experimentar el placer que, le provocaba que, ella se entregara de esa manera.

A lo lejos se pudo escuchar la voz de Sophie, quien parecía estar subiendo las escaleras, entonces ellos, se separaron lentamente y tomaron un respiro, para poder controlarse.

La pequeña prima de Candy, no fue con ellos, pero aun así, ambos jóvenes decidieron concluir con las muestras de amor. Sabían que era mejor que lo dejaran ahí, porque estaban dejándose arrastrar hacia un terreno peligroso. Se conocían... Solían perder el control con rapidez.

—Cuando vayas a Nueva York, todo será diferente... Estarás en mi territorio y ahí, no voy a comportarme como un caballero.

—Señor Grandchester... ¿Esa es una amenaza? —preguntó Candy, mientras le sonreía pícaramente.

—No... Es más bien, una simple advertencia, Señorita O'Shea —ella volvió a sonreír y él por su parte, se acercó a la puerta, dando a entender que abandonaría la habitación—. Voy a ver si puedo ayudar a Declan y a Roger... ¿Por qué no vienes y te sientas en el pórtico? Hace un clima agradable.

—Sí... Ahora voy... Solo déjame buscar algunas cosas que necesito.

—De acuerdo.

Terry salió del cuarto, no sin antes darle otro pequeño beso a Candy. Ella por otro lado, se quedó allí, reflexionando un rato, sobre lo que había ocurrido en la última semana...

Le parecía increíble haber vivido tanto.

Una semana atrás, se encontraba en la casa de campo de Annie, pasando los mejores momentos junto a Terry. Era tan feliz que, no imaginaba lo que sucedería después. Se olvidó de la regla básica de su entrenamiento como agente, subestimó a su adversario y puso en peligro no sólo su vida, sino la de la gente a la que amaba.

«Ya todo terminó», le dijeron todos... Pero al mismo tiempo, ella se preguntaba si eso, realmente era verdad. Cada vez que, movía el brazo, sentía el dolor de la herida y recordaba lo frágil que era su existencia.

Respiró hondo y luego, exhaló suavemente.

No sabía qué le deparaba el destino. Pero no permitiría que ninguna inseguridad, empañara la alegría que estaba experimentando. Era hora de borrar los temores de su mente y vivir la feliz vida que, anteriormente le fue negada.

.

~§~§~§~§~§~

.

«Lanotte...», le había llamado uno de los guardias, mientras Gino permanecía inmóvil, observando el techo de su celda... «Tienes visita, acércate hacia la reja, debo esposarte y llevarte a la sala»

En aquel momento, el estómago de Gino se contrajo, pues sabía que el único que, tenía acceso a las visitas, era su abogado.

«No iré... No quiero ver a nadie que, no sea mi abogado y por cierto, él ya vino esta mañana», respondió, negándose rotundamente, abandonar su celda...

El guardia esbozó una sonrisa burlona.

«Está bien, los visitantes vendrán hacia aquí» él abrió la reja e hizo una señal, para que dos hombres, se acercaran...

«Johnny Torrio, te manda saludos», expresó uno de los recién llegados... «Él quiere que te demos la bienvenida... Así que, sea usted bienvenido, Señor Lanotte»

Después de haber escuchado esa frase, Gino ya no fue consciente de lo que sucedía, pues los golpes que le propinaron, le hicieron desmayarse. Se enteró de lo que había pasado, hasta que despertó sobre la camilla del hospital... Los hombres de Johnny, le habían golpeado brutalmente, pero gracias a la intervención de un agente, él fue atendido y puesto a salvo en un lugar más seguro... Pues temían que Dean O'Banion también le enviara sus saludos.

«Te queremos vivo, pedazo de mierda...», le dijo el "Agente salvador"... «Mereces una muerte lenta y dolorosa, encerrado en esta maldita penitenciaría»

El agente, era el mismo que lo arrestó.

Se trataba de Carl Richardson, el hermano de un apostador empedernido, a quien sus hombres tuvieron que matar. El maldito seguía traumatizado por ese suceso y continuaba empeñado en hacerle la vida imposible.

«Te mataría con mis propias manos, pero para tu mala suerte, no voy hacerlo...», susurró Richardson, mientras le sonreía... «Quiero que pagues, por cada uno, de tus malditos pecados»

—Señor Lanotte —le llamó el abogado, obligándole a regresar de sus recuerdos—. ¿Me está escuchando? ¿Señor?

—Sí... Lo estoy haciendo —respondió Gino, mirándole con enfado.

—Bien... Como le decía... No le tengo buenas noticias... —mencionó el abogado, conforme analizaba algunos documentos.

Gino suspiró y resignado, pidió:

—Hable de una vez, las malas noticias, hay que comunicarlas lo más pronto posible.

El abogado asintió e inmediatamente, reveló:

—Su hijo Gian Luca, se blindó de todas las maneras posibles, por lo tanto, no hay forma de que lo acusen... Además, el FBI lo está protegiendo... Lo tratan como a un informante y le han desaparecido por completo.

—Ese imbécil no es mi hijo... —respondió Gino de forma tajante—. Su padre, es Claudio Morello.

—Ante la ley, Gian Luca sigue siendo un Lanotte —afirmó el abogado—. Usted tendría que iniciar un proceso, para desconocerlo...

—Bien, no me interesa nada que, tenga que ver con ese engendro...

¿Qué hay de Claudio? ¿Dónde está ese bastardo?

—Sigue desaparecido, pero dado que los hombres que trabajaban para usted, lo han señalado como el Consigliere, hemos conseguido que giren una orden de aprehensión en su contra.

—No debe estar muy lejos... Sigan presionando a mi mujer, tarde o temprano ella los guiará hacia él —aconsejó Gino, a sabiendas de que Claudio, no podía mantenerse alejado de Victoria.

—Señor Lanotte, el tema del contrabando y el lavado de dinero, son cosas que podemos manejar, incluso se podría llegar a un buen acuerdo... Pero resulta que, también han presentado una denuncia, por asesinato... —mencionó el abogado, mostrándose preocupado—. Obviamente, eso lo complica todo —añadió cauteloso.

Gino movió la cabeza, negándose aceptar que, de verdad lo estuviesen acusando por eso...

—Yo no maté a nadie... Ese fue un mal entendido que, se suscitó hace muchos años.

—Bueno... La denuncia dice lo contrario y como el caso, corre el riesgo de volverse mediático, pienso que ningún juez dictará sentencia a su favor...

—Entonces... ¡Evite que la prensa se meta en esto! —gritó Gino, con molestia.

—Lo que me pide, es imposible... Usted es una figura muy reconocida y el caso Shannon O'Shea, se presta para vender muchos periódicos. Seamos realistas, la historia de esa familia, va conmocionar a todo el país... Lo peor para nosotros, es que la hija de la fallecida, está relacionada con gente muy poderosa.

Gino sentía que la cabeza le iba estallar.

Los ojos verdes de la maldita muchacha, volvieron apoderarse de su mente... Todavía podía sentir la punta de la navaja sobre su cuello y también escuchaba aquellas palabras que, ella susurró en su oído... Nada sucedió con normalidad, después de ese momento. Todo su mundo se vino abajo, a partir de que ella le lanzó aquella "maldición".

—Quiero que llegue hasta las últimas consecuencias... Ya sabe usted que, el dinero no es ningún problema, así que haga lo que tenga que hacer, para liberarme de esto —pidió Gino, sabiendo que el abogado, era uno de los más astutos, a la hora de litigar.

—Como usted diga, señor... —respondió el hombre, seguro de que haría lo que fuera, para salvar a Lanotte—. Agotaremos todo los recursos —afirmó, antes de que Gino se despidiera de él y los guardias se lo llevaran.

.

~§~§~§~§~§~

.

La hora de que Terry, partiera hacia Nueva York, llegó demasiado pronto. Para Candy, fue como si alguien, hubiese adelantado el tiempo a propósito, para robarle las horas que, le quedaban junto a él.

En un instante estaban pasando, un agradable momento junto a la familia y al otro, ya se encontraban a bordo del automóvil, dirigiéndose hacia la estación de trenes.

«No quiero que él se vaya...», pensó Candy, mientras sentía la mano del actor, sosteniendo la suya... «Creí que podía dejarlo ir así, nada más... Pero en realidad, no puedo hacerlo...», admitió para sí misma, al tiempo que una molesta opresión, se alojaba en el centro de su pecho.

Terry fue capaz de percibir la tristeza, de la que Candy era víctima. Ella podía mostrarse, como la chica más comprensiva y entusiasta, sin embargo, él que la conocía tanto, muy pronto se percató, de su verdadero estado de animo.

La rodeó con su brazo y en respuesta, Candy descansó su cabeza sobre el hombro de él. Ninguno de los dos habló, sólo permanecieron así, hasta llegar a su destino.

—Ya llegamos —anunció Declan, un tanto aliviado, pues por un momento se sintió inseguro, a causa de la reparación que le habían hecho al auto—. ¿Por qué no bajan ustedes?... Yo estacionaré el coche y les alcanzaré en la plataforma.

Eleanor, quien se encontraba sentada sobre el asiento del copiloto, estuvo de acuerdo con él, honestamente, ella se sentía un poco inquieta con esa situación, tener a Declan tan cerca le colocó en un permanente estado de ansiedad, pues estaba resultando muy complicado, ocultar lo mucho que, ese hombre le fascinaba... Mostrándose agradecida, bajó del transporte e instó a los chicos, para que hicieran lo mismo.

La joven pareja, salió del coche y junto a la actriz, ingresaron en la estación. Eleanor, les dio su espacio, adelantándose para que ellos, pudiesen estar un momento a solas. Le enternecía demasiado, el verlos así, tan juntos y enamorados... Adoraba ser una silenciosa cómplice, de su felicidad.

Candy y Terry caminaron tomados de la mano. Por algunos segundos se mantuvieron en silencio, mas luego, Terry se animó a decir:

—Ya te lo dije antes, pero te lo diré de nuevo... El dinero no es ningún problema, así que no escatimes en gastos... —mencionó Terry, refiriéndose a la boda—. No necesitas preguntarme nada referente a la organización, lo dejo todo en tus manos, yo lo único que deseo es casarme pronto... —advirtió, haciendo sonreír a la joven.

—Me has dado un plazo... Así que respetaré eso, nos casaremos en la fecha pactada... Y... Falta menos de un mes, para eso... —contestó Candy, dejando ver la ilusión que sentía.

—Me alegra que estés resuelta, a casarnos en menos de un mes... Ya no quiero separarme de ti —confesó el actor, deteniéndose cerca de la plataforma, pero asegurándose de permanecer alejado, del resto de los pasajeros, para poder seguir hablando...—. Quiero amarte, cuidarte y tenerte a mi lado, día y noche... Anhelo hacerte feliz por el resto de nuestros días—Candy le observó, fijamente mostrándose lo dichosa que, la hacía escuchar esas palabras. Se emocionó tanto que, fue incapaz de contener las lágrimas—. Oh Dios... No... Por favor, mi vida, no llores... —agregó Terry, rodeándola con sus brazos.

Eleanor les miró, desde el sitio donde estaba y se sintió tan conmovida que, también tuvo ganas de llorar.

—Mi hija está algo sensible... —admitió Declan, colocándose a un lado de Eleanor—. Han sido días muy duros para ella.

—Lo sé... Además, no es fácil separarse, del hombre al que una ama... —mencionó Eleanor, mirando la escena de los dos jóvenes... «Me pasó lo mismo, hace días, cuando tú te fuiste a Chicago...», quiso decirle a Declan, pero no se atrevió hacerlo...

—Pronto, Terrence arreglará sus asuntos, Candy se recuperará, se casarán y no habrá más despedidas... —él sonrió, aunque en realidad, todavía no aceptaba del todo que, su hija volara del nido.

Declan continuó estudiándolos con atención. Ambos jóvenes, se miraron por algunos segundos, luego Terrence bajó el rostro con lentitud y besó a la chica sobre los labios... Fue un beso breve y discreto, pero a Declan, le resultó lo suficientemente romántico, como para sentirse incómodo...

Eleanor, al verlo fruncir el ceño, no pudo evitar reírse...

—Sí, lo sé... Candy es tu niña y mi hijo es algo impulsivo... —dijo ella en voz baja, haciendo que Declan sonriera.

—No me molesta... —contestó él, con calma.

—Oh... Pero, sí te incomoda —recalcó Eleanor.

—Así somos los papás, cariño... No siempre estamos preparados para ver ese tipo de cosas —expresó él, encogiéndose de hombros.

Eleanor sintió mariposas, revoloteando en su estómago, escuchar a Declan, llamándola "Cariño", le hacía sentirse realmente feliz... Sonrío, deseando agregar algo, no obstante, el escandaloso silbato de la locomotora, impidió la comunicación. Ambos tuvieron que salir de su escondite y se acercaron hacia la plataforma, para despedirse del muchacho.

La actriz abrazó con fuerza a su querido hijo y Declan se limitó a darle un apretón de mano... Cuando llegó el turno de Candy, para despedirse, Terry se acercó a ella y dijo:

—Te veo en unos días... Cuídate mucho, por favor.

—Lo haré... No te preocupes... Tú también, cuídate.

El silbato volvió a escucharse y entonces, Terry tuvo que apresurarse.

—Te amo... —dijo antes de posar un tierno beso en los labios de Candy.

—Yo también te amo... —mencionó ella, para después, verlo marcharse y subir al vagón.

Candy, se quedó allí, mirando cómo el tren comenzaba a moverse y a llevarse a Terry. Iba volver a verlo pronto, pero aun así, le estaba resultando muy difícil despedirse de él.

— ¡Te dejé algo sobre la mesita de tu habitación! —gritó Terry, antes de que la ruidosa máquina del tren, le dejará sin poder ser escuchado.

Candy alcanzó a oírlo, asintió y agitó su mano en el aire, para despedirse. Mostró una gran sonrisa, para que Terry no se fuese con la imagen de ella, luciendo como una niña llorona.

Terry permaneció cerca de la baranda, hasta que la figura de Candy fue imperceptible. Le partía el corazón alejarse de ella, pero le reconfortaba saber que Declan y Eleanor estaban allí, para acompañarla y cuidarla, mientras él se ausentaba.

Ingresó hacia el vagón, cubriéndose el rostro, como casi siempre lo hacía cuando viajaba. Caminó por el angosto corredor, hasta llegar al compartimento, el cual era exclusivamente para él. Terry ni siquiera lo imaginaba, pero un par de hombres, le vigilaban muy de cerca... Estaba tan sumido en sus pensamientos que, no se percató de su presencia.

— ¿Por qué demonios te ríes? —le preguntó Pete a su compañero.

—Me río, porque hace un mes, casi matas a ese niño bonito... Y hoy, tienes que cuidarle las espaldas... —respondió Fergus, sin ser capaz de contener la risa.

—Él estaba persiguiendo a la chica... ¿Qué querías que hiciera? Carl me dio permiso de golpear a cualquiera que, se atreviera a hacer algo contra ella —se disculpó Pete.

—Aja.. Y... Hablando de la chica...

—Ahora sí, está más que prohibida —se lamentó Pete, porque realmente disfrutaban, teniendo cerca a la preciosa "Señorita White",

—Siempre te dije que Keating y O'Shea, parecían sentir demasiado afecto por ella —Fergus se mostró resignado, luego añadió—. En fin, ya ni siquiera estará trabajando en la agencia.

—Vaya bodrio... La única chica linda que llega a nuestro equipo y nos la quitan sin siquiera avisar.

Fergus rió divertido, no obstante, después de algunos segundos se puso serio y anunció:

—Es hora de trabajar... Iré al comedor para echarle un vistazo, a los demás pasajeros.

—Yo estaré por aquí, cuidando que el actor, no se meta en problemas... —respondió Pete, encendiendo un cigarrillo y manteniéndose cerca del área, en donde se encontraba Terry, vigilando que nadie se acercara a su compartimento.

.

~§~§~§~§~§~

.

Candy observó a su padre, mientras éste, tomaba asiento en la banca del pórtico. Declan, había pasado el resto de la tarde, ocupado, arreglando la última parte de la cerca frontal, pues le preocupaba mucho, la seguridad de sus pequeños sobrinos.

Cuando Candy le vio reparando aquella cerca, se sorprendió muchísimo, porque no tenía idea de que él, pudiera hacer ese tipo de trabajo... Eleanor, quien la acompañaba en ese momento, le platicó que Declan, había estado arreglando toda la casa. La joven se mostró complacida, sin embargo, al mismo tiempo sintió que algo extraño, impactaba directamente en su corazón. Claro que le hacía feliz enterarse de los talentos ocultos de Declan, pero también se sintió muy triste, porque se dio cuenta de que, aún le faltaba conocer muchas cosas sobre él...

El Tío Jamie y su linda familia habían salido de paseo por la ciudad; por otro lado, Roger cocinaba la cena y Eleanor le ayudaba... Candy se quedó a solas y como no tenía nada más qué hacer, esperó pacientemente a que Declan, terminará con su trabajo. Cuando lo vio concluir con su actividad, se apresuró a salir de la casa, para unírsele en el pórtico.

—Hola... ¿Puedo sentarme contigo? —preguntó ella, al tiempo que él, sonriéndole, le respondía:

—Hola... Por supuesto que puedes, ven, siéntate aquí —dijo Declan, colocando uno de los cojines en el respaldo de la banca, para que Candy estuviese más cómoda—. ¿Cómo te sientes? —preguntó, mirándola con atención.

—Me siento bien... A veces me duele la herida, cuando me muevo inadecuadamente, pero eso es normal... Además no hay señales de infección y estoy segura de que sanará muy pronto.

—Me alegro... Lo único que deseo, ahora mismo, es que tú estés cien por ciento sana.

Candy sonrió conmovida... Y luego de agradecerle a Declan por sus buenos deseos, se atrevió a decir:

—Papá... Yo... Bueno... Hay algo de lo que quiero platicar contigo —expresó ella, mostrándose un poco nerviosa.

—Cariño, puedes hablarme de lo que sea... Incluso si ese algo tiene que ver con tu prometido... Anda, sólo confía en mí —le dijo Declan, tomando su mano para animarla a hablar.

—Oh no... Esto no tiene que ver con Terry...

— ¿Ah no?

—No... En realidad, tiene que ver contigo y conmigo... Papá, yo quiero saber más sobre ti.

Declan, se mostró sorprendido por escuchar eso, no obstante, fue consciente de que las dudas de su hija, eran completamente naturales.

—De acuerdo... ¿Qué te gustaría saber? —ella entrelazó sus dedos con los de Declan y armándose de valor le dijo:

—Quiero saberlo todo... ¿De qué parte de Irlanda vienes? ¿Cómo se llamaban mis abuelos? ¿Cómo es que sabes tanto sobre reparar construcciones? Tengo derecho a saberlo ¿No lo crees? Me has hablado de mamá y de los abuelos Keating, pero nunca me hablas de ti... Ni tampoco de tu vida.

Él asintió, mostrando que estaba de acuerdo, con lo que ella decía.

—Antes, no hemos tenido oportunidad de hablar —aceptó Declan—. Pero ahora, tenemos todo el tiempo del mundo... ¿Verdad? —cuestionó haciendo sonreír a su hija—. Bien, pues, tienes que saber que yo nací en el condado de Carlow, en Irlanda... Mi padre se llamaba Colin, mi madre Amelia; él era irlandés, oriundo de Carlow, hijo de una familia católica y conservadora, dueña de algunas tierras y de una granja...

— ¿Y mi abuela? —quiso saber Candy, pues Declan, parecía atrapado en sus pensamientos.

—Mi madre hablaba muy poco de su familia, así que no sé mucho sobre ellos, ni siquiera sé su apellido, solo sé que eran gitanos romaníes, que comerciaban con caballos y viajaban por todo Europa... Ellos no aceptan que sus mujeres, se relacionen con alguien que no es gitano, así que mi madre tuvo que dejarles atrás.

Candy ya sabía varios de esos datos, porque gracias al buen Roger, pudo enterarse de algunas cosas; sin embargo sintió que, se estaba enterando de eso por primera vez, porque resultaba muy satisfactorio, escuchar la información desde la fuente original.

Declan observó a su inocente hija, temía romperle el corazón contándole el resto de la historia, pero sabía que no podía ocultársela por más tiempo, así que prosiguió:

—Tus abuelos se amaban mucho, sin embargo, tuvieron una historia bastante triste detrás de su amor... Las familias de ambos, los repudiaron cuando ellos decidieron casarse, los gitanos estuvieron a punto de matarlos y los O'Shea, bueno, ellos sencillamente, dejaron de hablarle a mi padre y ya no le permitieron que siguiera frecuentando la granja... Naturalmente, a mí nunca me aceptaron y eso hizo la vida de tus abuelos aún más difícil... Yo era muy pequeño, así que no recuerdo nada... Solo sé que mi padre nos sacó de Carlow, que después vivimos en Dublín y finalmente nos asentamos aquí, en América.

Los ojos de Candy, se llenaron de lágrimas, comprendiendo lo mucho que sufrieron los abuelos y su padre.

—Lo siento, papá... —mencionó ella, sollozando—. Entonces... ¿No volviste a saber nada sobre tu familia en Irlanda?

—Mi padre tenía varios hermanos, entre ellos, una hermana llamada Elle... Ella era la única que lo procuraba y que sabía que, salimos de Irlanda y que nos mudamos a este país... Le escribí para contarle sobre la muerte de tus abuelos, pero después ya no volví hacerlo...

— ¿Por qué no lo hiciste?

—Porque quería salir adelante por mí mismo y no deseaba hacerla sentirse responsable por mí.

Candy no era capaz de juzgarlo, porque ella hizo lo mismo... Fue capaz de soportar a los Leagan y a la Tía Abuela Elroy, con tal de no perturbar a sus madres.

—Es muy triste la historia de mis abuelos... No concibo todo el daño que les hicieron... —mencionó Candy, algo desanimado.

—Eso quedó atrás... ¿Sabes? Cuando pienso en ellos, lo hago, rememorando lo felices que fueron, mientras estuvieron en este país... Además... Me gusta creer que junto a tu madre, ellos nos cuidan y están felices por vernos reunidos a ti y a mí.

— ¿ Cómo eran ellos? Dime, por favor... Quiero dibujarlos en mi mente... —rogó Candy, dejando ver la ilusión que le hacía, enterrarse de esos detalles.

—Mi padre era tan alto como yo, pero un poco más delgado y pelirrojo... Él tenía pecas, tal como las que tú tienes... —Declan delineó las pecas del rostro de Candy y ella sonrió emocionada—. Además el verde de tu ojos y los míos, también lo heredamos de él...

— ¿Y mi abuela?

—Ella una mujer hermosa, de piel clara y ojos obscuros... Tenía el cabello más negro que he visto en la vida y tan rizado cómodo tuyo... Me la recuerdas, cada vez que veo tus rizos...

Candy cerró los ojos e imagino aquellas dos personas... Se sintió feliz por poder tener detalles sobre ellos.

—Ya sabia algunas cosas sobre los abuelos, Roger me las contó —reveló Candy—. No lo culpes, yo insistí demasiado, para que lo hiciera.

—Está bien... Tú tenías derecho a saberlo y yo, bueno, no soy fácil de tratar —admitió Declan.

—Éramos un par de extraños... Ser padre e hija, no era algo tan sencillo de sobrellevar...

—Pero no hay más rencor entre tú y yo... ¿Verdad? —cuestionó Declan, mientras Candy negaba, moviendo ligeramente su cabeza.

—Ya no hay más obstáculos que, impidan que tú y yo seamos felices... Papá... Te amo con toda mi alma y quiero tenerte a mi lado por siempre —confesó Candy, acercándose a Declan, para posar un tierno beso sobre su mejilla.

—Yo también te amo cariño... —Declan sonrió y la abrazó con fuerza por algunos segundos, luego, deshizo lentamente su abrazo y besó su frente—. Me haces muy feliz... No tienes idea de cuánto.

Candy esbozó una gran sonrisa y enseguida, recordó que Declan aún no aclaraba otra de sus dudas.

—Oye... Y... Aún no me cuentas, cómo es que sabes tanto sobre construcciones —mencionó ella, mostrándose interesada en saber aquel dato.

—Aprendí cuando quedé huérfano, trabajé siendo aprendiz en una constructora.

Candy lo miró, con aquellos chispeantes ojos verdes y mencionó:

—Eleanor, me dijo que estuviste arreglando esta casa y creo que eso es impresionante... —Declan sonrió, pero no dijo nada—. Oye... ¿Puedo hacerte otra pregunta? Pero... ¿No te enojas?

—Jesucristo... ¿Tan malo es lo que me vas a preguntar?

—Según yo, no es malo... Pero no sé cómo lo vas a tomar.

—Está bien, niña... Sólo pregunta.

—Papá... ¿Pasa algo entre Eleanor y tú? Ella... ¿Te gusta? —cuestionó Candy, sorprendiendo por completo a Declan.

.

~§~§~§~§~§~

.

El tren arribó a la estación central, quince minutos antes, de que el reloj marcara, las nueve de la noche.

A Terry le pareció una hora muy conveniente, ya que de esa manera, era más probable encontrar, un transporte que lo llevara a casa.

El joven actor bajó del vagón, justo cuando la máquina del tren se detuvo y se desplazó por la plataforma con tal rapidez que, por poco, dejaba atrás a quien había estado esperándolo.

—Fabien... —mencionó Terry, al notar que alguien seguía sus pasos—. ¿Qué haces aquí? —le cuestionó, mirándole con sorpresa.

—Tu madre se comunicó conmigo, me dijo que llegarías en este tren y bueno, quise venir por ti —anunció, el asistente de Eleanor.

—Vaya... Pues gracias por venir... —expresó Terry, mostrándose complacido—. Espero que, no haya interferido con tus planes, de esta noche.

—Por Dios, querido... No ha interferido con nada.

Terry sonrió, luego, ambos continuaron caminando. Fabien también se encontraba "disfrazado" así que no había problema, si caminaban entre la multitud.

—Cuéntamelo todo Fabien... —pidió Terry, sin más demora—. Dime cómo están las cosas con la prensa.

El asistente asintió y rápidamente, comenzó con su informe:

—Bien, pues... Desde que capturaron a ese criminal, no han dejado de hablar sobre su caso... La prensa está vuelta loca, pues él tenía vínculo con mucha gente importante —reveló, recordando a varios de sus conocidos, que ante el escándalo al que estaban expuestos, optaron por retirarse del ojo público.

—Eso ya lo imaginaba —puntualizó Terry, después preguntó—. Pero... ¿Nos han involucrado a mi madre o a mí?

—No, querido... La noticia del incendio de la mansión, quedó justo en donde queríamos que se quedara, todos han pensado que fue un triste accidente... Y en cuanto a ti, se piensa que tuviste un desacuerdo con Robert y que a causa de eso, te marchaste de la compañía... También, creen que te has ido a California, para buscar una oportunidad en el cine...

— ¿En el cine? Jajajajaja —Terry rió a carcajadas, Dios sabía lo mucho que odiaba, el hecho de imaginarse actuando en el cine—. En fin... Supongo que, tú estuviste alimentando esos rumores... ¿Verdad? —preguntó al audaz asistente.

—Supones bien, querido... Ya sabes que ese es mi trabajo.

—Gracias Fabien ¿Sabes? Me alegra que todo haya salido cómo lo planeamos... Eso es lo que mi madre y yo necesitábamos, para regresar con calma a nuestras vidas... No sé si te lo comentó, pero mi plan es casarme pronto.

— ¡Claro que me lo dijo! Y no sabes lo feliz que me siento... Añoro conocer a tu prometida.

—Ella vendrá en unos días... Así que, la conocerás más pronto de lo que crees.

Fabien asintió, pero guardó silencio, pues en la entrada de la estación, había tanta gente que, resultaba imposible seguir charlando.

Fue hasta que llegaron al automóvil, cuando quiso saber:

— ¿Y cómo está nuestra preciosa Eleanor?

—Ella está muy bien, está escribiendo y tomando las vacaciones que, por mucho tiempo se negó —contestó Terry, observando la enorme sonrisa del amigo de su madre.

—Dios sabe que Pittsburgh, no es nada glamuroso —expresó Fabien, tomándose un respiro antes de emprender la partida—. Sin embargo, me alegra que esté pasando el tiempo allá... ¿Aún la custodia tu atractivo, pero reservado suegro?

—Sí... Ella continúa bajo la custodia del FBI... —se limitó a responder el joven.

—Es un buen hombre ¿No? Me refiero a tu suegro... —mencionó Fabien, mostrándose interesado, por saber la opinión del muchacho—. Lo que ha hecho por Eleanor, no tiene precio... De verdad hay que estar agradecidos con él.

—Es un buen tipo... Y claro que le estoy agradecido —respondió Terry, deseando dejar ese tema de lado, pero Fabien agregó:

—Creo que mi adorada Eleanor, la está pasando muy bien allá, conviviendo con tu familia política... —apuntó el hombre—. Pude notarlo en su voz, se escuchaba feliz...

Aquellas palabras que Fabien emitió, sonaron con fuerza en los oídos de Terry y explotaron, una tras otra, dentro de su cabeza... Mentalmente, unió las piezas de forma automática, completando el cuadro que, había estado imaginando, desde esa mañana, cuando habló con su madre y ella se mostró, particularmente a gusto, con la idea de haber pasado algunos días junto a Declan.

« ¿Qué diablos?», pensó el joven actor, mientras se aflojaba la corbata... «No, eso es imposible... Declan no es su tipo», añadió en pensamientos, mas de pronto, un golpe de realidad sacudió su mundo...

¿Qué tontería estaba diciendo? Declan O'Shea, era el tipo de hombre que, podría conseguirse a cualquier mujer ¡Él mismo lo admitió, cuando creía que era el novio de Candy!

Ya no podía seguir negando lo obvio... Eleanor Baker... Su inalcanzable y hermosa madre ¡Estaba enamorada!

Terry se lamentó internamente, aguantándose las ganas de explotar en ira, frente a Fabien.

¿Cómo podía ser posible?

Y no estaba enamorada de cualquier hombre... ¡Ella se había enamorado de Declan! Habiendo tantos hombres en el mundo... ¿Eligió enamorarse del padre de Candy?

No... Eso no estaba bien.

Terry, respiró hondo y luego exhaló con calma... Quizá sólo estaba exagerando... Tal vez, todo era producto de su imaginación...

— ¿Pasa algo? —cuestionó el amigo de su madre.

—Sólo... Quiero ir a casa... ¿Me llevas, por favor? —dijo Terry, pero Fabien se negó.

—No, querido... No irás a casa, sin antes ir a cenar... —Fabien hizo un guiño con el ojo y agregó—. De nada servirá negarte, te llevaré a mi restaurante favorito y hablaremos... ¿De acuerdo? —cuestionó, consciente de que al chico, le había golpeado la inevitable realidad.

Fabien sabía que, no sería fácil lidiar con un toro embravecido... Sin embargo, tenía que hacer todo lo posible para tranquilizarlo.

Eleanor había sufrido demasiado y por fin estaba obteniendo lo que deseaba... Por primera vez en años, se entregaba a un sentimiento que creía extinto. Fabien le debía mucho a esa mujer y lo menos que podía hacer, era brindarle apoyo a su hijo... Necesitaba hacerlo entender que, ya era el momento de que ella, alcanzara la felicidad que merecía.

—Todo va estar bien... —se atrevió a decir el asistente, una vez que llegaron al restaurante, el mejor sitio de ese lado de la ciudad y el cual, era un punto de reunión entre los bohemios—. Cenarás un delicioso platillo y verás las cosas con más claridad —agregó sonriendo, mientras observaba el ceñudo gesto de Terry.

El joven actor no respondió, simplemente salió del auto y caminó hacia la entrada del concurrido lugar. Quería perderse entre la multitud, deseaba escuchar la música y las voces de toda esa gente, para poder apagar sus pensamientos...

—Terry... —le llamó una voz femenina que, él de inmediato reconoció—. ¡Oh Terry! ¡Gracias a Dios estás de regreso! —exclamó la mujer, cuyos brazos, lo enredaron en un cálido contacto.

Continuará...


Perdón por el retraso... ¡Mil gracias por leer!