Hola hermosas, muy buenas días, antes de iniciar a leer este capítulo les recuerdo que esta historia al igual que todas mis historias son para mayores de edad (21+) y para las personas que no se sienten incómodas con los temas de contenido adulto y con amplio criterio, esta escrita sin ánimo de ofender, es solo con fines de entretenimiento, así que recuerdo una vez más que es clasificación M, te pido de la manera más atenta y educada posible que si no tienes la edad suficiente para leer por favor retírate, de lo contrario eres bienvenida. Gracias por tu comprensión.

LA MATRIARCA DE LOS ANDLEY

EL ALMA AL CUERPO

CAPÍTULO 27

Como cada mañana desde que se había enterado de la muerte de Albert y desde que había abandonado la mansión de las rosas, Candy se levantaba con el ánimo por los suelos, su tristeza no había disminuido, sin embargo el valor de seguir adelante ante los tiempo difíciles la animaba a levantarse una vez más, pero esta vez sin aquella sonrisa que siempre la caracterizaba.

Tom observaba como la rubia se dirigía a ellos con una sonrisa cálida y tierna que era recibida de la misma manera por los integrantes de su familia.

-Buenos días a todos. – Saludaba intentando aparentar que estaba todo bien, sin embargo él que mejor la conocía de todos sabía bien que era una máscara para que no indagaran en su sentir.

-Buenos días Candy. – Respondió Tom y su familia, tanto los pequeños como la esposa del atractivo vaquero apreciaban a la rubia, quien siempre los había tratado muy bien.

-Tía, más tarde vamos a hornear pan ¿Verdad? – Preguntaba la mayor de los dos, una niña que era igual a Tom, pero sus modales distaban mucho a los que su padre demostraba cuando era un infante.

-Melanie, hija, tal vez tu tía está cansada. – Decía Tom para librarla del compromiso que había hecho con su hija días atrás, ya que él sabía que su pequeña podía ser muy acaparadora y resultar exhaustiva cuando pedía atención solo para ella.

-¡Por supuesto, Melanie! – Respondía Candy intentando imprimir la misma emoción que siempre había manejado con la pequeña niña. Observando a Tom con una sonrisa para que él se diera cuenta que no era un problema para ella enseñarle a hornear pan. Tom sonrió agradecido ante la mirada que Candy le dirigía.

-¡Pero ahora íbamos a jugar a los policías y ladrones! – Dijo el más pequeño de los dos, un pequeño niño que tenía unos seis años de edad y que comenzaba a mudar sus dientes, la pequeña ventana que mostraba en su boca se hacía presente cuando reclamaba la promesa que también le había hecho la rubia a él.

-¡Es verdad! – Decía Candy apenada, al darse cuenta que había prometido a ambos niños pasar tiempo con ellos el mismo día, se sintió apenada al ver la carita de decepción que ponía el pequeño de ojos color miel y cabello lacio medio largo, su carita denotaba decepción, un gesto que Candy no podía ignorar. – Lo siento Melanie. – Dijo a la mayor, ya que ella al ser tres años mayor que su hermano sería más fácil que entendiera la situación en la que estaba, sin embargo la niña de nueve años también puso el mismo gesto que su hermano, decepcionada porque había estado esperando ese día toda la semana. Candy no supo que hacer en ese momento.

-Un momento niños. – Dijo la esposa de Tom, la chica era una mujer muy amable y comprensiva y entendía que la promesa que Candy había hecho a ambos niños para el mismo día, era producto de que su mente no estaba cien por ciento con ella al estar pensando en su amado príncipe de las rosas y los problemas que le había generado. – Candy tiene que descansar, no es bueno que la estén molestando, todos estos días ha hecho alguna actividad con ustedes y ya es justo que la dejen descansar por lo menos un día. – Dijo con amabilidad a sus hijos, quienes pusieron cara de inconformidad mientras se cruzaban de brazos haciéndolos reflexionar que era verdad lo que decía su progenitora.

-Su madre tiene razón, además, no es bueno que su tía Candy ande corriendo detrás de ti James para atraparte, ella podría salir lastimada en su intento. – Dijo Tom protegiendo a la rubia del torbellino de su hijo. Tom sabía bien que ese pequeño, si bien no se parecía físicamente a él, en su comportamiento y forma de ser era exactamente igual a él y que Candy tendría que hacer muchas acrobacias para poder darle gusto, y eso era algo que no se podía permitir, creía que era suficiente con haberlo soportado ya a él en los primeros años de vida.

-¡Papá! – Dijeron aun así ambos pequeños quienes se mostraban frustrados por el cambio de planes que estaba teniendo su tarde.

-Papá nada. – Dijo Tom firme, observando a la rubia que estaba apenada por haber fallado a ambos pequeños. – Melanie, tú ayudarás a tu mamá a limpiar la cocina y en las demás labores que ella te indique. – Dijo señalando a su hija. – Y tú James, irás conmigo a la pradera a cuidar el ganado, sirve que sigamos practicando con el lazo. – Dijo tomando a su hijo de la mano para indicarle que se fuera a preparar para pasar todo el día con él.

-¡Sí! – Dijo emocionado el pequeño, le gustaba pasar tiempo con su padre y a pesar de que también le gustaba pasar tiempo con su tía Candy, para él que se creía ya un hombre era mucho mejor practicar todas las habilidades que su padre sabía hacer y que admiraba hiciera.

-Lo siento mucho Tom. – Dijo Candy apenada con su hermano de crianza al ver que tuvo que intervenir para poner orden a aquel embrollo que había ocasionado sin proponérselo.

-No te preocupes Candy. – Dijo Tom con una sonrisa sincera a la rubia, sonriendo con ternura al ver su rostro triste y acongojado. Observó de nuevo que las ojeras que había mantenido todos esos días seguían presentes, así como el ánimo triste que había estado manejando. - Sabes que un niño se recupera fácilmente. - Le dijo con una sonrisa para intentar animarla sin éxito.

Candy salió de la cocina en dirección a la parte trasera de la casa, un lugar en donde podía apreciarse todo el campo y sus alrededores.

-¿Por qué no vas con ella? – Preguntó la esposa de Tom a este, ella veía que Candy seguía triste y que necesitaba hablar con alguien. Tom sonrió y asintió a su esposa, y mientras ella se ponía a indicar a su hija que debía hacer y el pequeño James se terminaba de arreglar para salir con su padre, Tom salió en busca de Candy.

-Bonito ¿Eh? – Dijo el vaquero, sorprendiendo a Candy de pronto, quien se giró a verlo para después sonreírle traviesa por aquel pequeño susto que le había dado. Tom sonrió ante su reacción.

-Muy bonito... – Respondió Candy, volviendo a fijar su vista hacia el horizonte, suspirando al ver aquel paisaje que a pesar de ser hermoso no la alegraba ni aliviaba su alma.

-¿Qué sucede Candy? – Preguntó una vez más, no era la primera vez que hablaba con ella, sin embargo todos sus consejos habían caído en un saco roto porque ninguno había sido tomado en cuenta.

-Tú sabes qué sucede Tom. – Respondió Candy suspirando. Tom sonrió de lado.

-Entonces no entiendo por qué no vas a su lado. - Le dijo de nuevo. – Si realmente lo extrañas, ve a su lado. – Dijo insistente una vez más. – Te puedo asegurar que él te extraña tanto como tú a él. – Dijo de nuevo, seguro de que si Anthony seguía siendo el mismo joven enamorado de su hermana, debía estar sufriendo lo mismo que ella.

-No quiero que su familia le dé la espalda. – Dijo insistente en lo mismo.

-Esas no son palabras tuyas, lo sabes. – Dijo de nuevo Tom, él sabía que aquellas palabras habían salido de la boca de Annie y se habían quedado trabadas en la boca de la pecosa.

-Tal vez Annie tiene razón. – Dijo Candy sin dejar de ver el paisaje.

-¿Crees que Anthony te hubiera pedido huir a su lado si le importara lo que su familia piensa? – Preguntó ante el silencio de Candy. Ella sabía que no, él le había dicho que si era posible huirían para ser felices los dos, por fin.

-Pero yo no me siento capaz de que él se vuelva a alejar de ellos por mi culpa. – Dijo Candy convencida de que era lo mejor para él a pesar de que le dolía horrores la separación.

-No será por tu culpa, será por culpa de ellos. – Dijo Tom tranquilo. – Además, sería para iniciar una familia, tú eres su familia Candy. – Dijo suspirando y volteó a ver la posición de sus manos. – Sabes que tengo razón revoltosa. – Le dijo con aquel mote que solía decirle para molestarla. Candy frunció el ceño con una mueca para responder a su llamado. Tom comenzó a reír por aquello.

-¡Papá, ya estoy listo! – Gritó el pequeño James, para avisar a su padre que ya estaba listo para irse con él a cuidar al ganado.

-¡Voy! – Respondió el vaquero al llamado que le había hecho su hijo. – Piénsalo Candy. – Le dijo dándole un beso en la sien en señal de cariño y de que podía contar con él en las buenas y en las malas. Tomó su mano comprensivo y Candy le sonrió con una lágrima a punto de salir de sus ojos, una lágrima que lastimó a Tom al ver el sufrimiento en ella.

La esposa de Tom, no pudo evitar ver la manera en la que su esposo veía a Candy, el amor que ellos se tenían era un amor muy unido, un amor limpio y fraternal que había nacido desde que eran muy pequeños y a pesar de los pleitos que se habían enfrentado juntos, ahora de adultos demostraban que era una relación natural, como la que se desarrollaba entre dos hermanos de sangre, ellos eran hermanos de corazón y aun así estaban más unidos que muchos que eran hermanos de verdad, ni con Annie que también había sido su hermana desde el mismo tiempo habían tenido esa conexión tan cercana.

-¿Qué vas a hacer? – Preguntó Marie a Tom.

-No lo sé amor, creo que tendré que ir a ver a Anthony. – Dijo Tom seguro de hacerlo. Candy tenía días sufriendo en su casa y a pesar de no molestarle su presencia, si le molestaba su sufrimiento.

-Opino lo mismo. – Respondió su esposa que más de una vez le había aconsejado lo mismo. Tom sonrió agradecido por la manera en la que ella lo apoyaba.

-Gracias. – Le dijo besando la palma de su mano, con ternura y respeto. Sus hijos estaban a su lado y a pesar de que no entendían mucho del amor, sabían que sus padres se amaban.

Tom salió de su casa tomando la mano de su hijo y en la otra llevaba el almuerzo que tomarían por la tarde, mientras Marie observaba desde la ventana que la rubia seguía en la misma posición, sin dejar de ver hacia el lado contrario del rancho sintiendo pena por lo que estaría sufriendo en silencio, no tenía que decir con palabras lo que reflejaba su mirada triste ya que a pesar de sus buenas acciones con ellos sus ojos la delataban en el sufrimiento que llevaba en su roto corazón.

-Buenos días. – Saludo Anthony a Tom, cerrándole el paso de pronto. El automóvil que los había llevado hasta su rancho estaba estacionado al frente del lugar, el poco ruido que hacía el elegante vehículo no había sido advertido por los habitantes del lugar.

-¡Hasta que te dignas a venir a verme! - Dijo Tom con una sonrisa al ver a su amigo. Anthony sonrió feliz al descifrar que de la única manera en la que podría saber Tom que estaba vivo era por medio de Candy y eso quería decir que él sabía del paradero de la rubia o que por lo menos la había visto en las últimas semanas.

Anthony le sonrió y simplemente se acercó a él para darle un fuerte abrazo, mientras el pequeño se regresaba a la casa para sentarse a esperar de nuevo a su padre, presentía que se tardaría en salir nuevamente.

-¿Cómo has estado? – Preguntó Tom, sin embargo no hubo necesidad de responder, el rostro demacrado de Anthony demostraba el mismo sufrimiento que había estado padeciendo gracias a las necedades de la rubia. – Tienes razón, no hace falta más que verte para darse cuenta que también estás sufriendo. – Dijo Tom sintiendo la pena de ambos.

-¿Dónde está? – Preguntó Anthony solamente. Le daba gusto ver a su amigo Tom y Tom agradecía que estuviera vivo, sin embargo ambos sabían que eso no era prioridad, sino que la prioridad para el rubio en esos momentos era saber de la rubia.- ¿Está aquí? – Preguntó casi de inmediato, impaciente por recibir la noticia que lo estaba volviendo loco de la desesperación. Tom asintió.

-Ella está aquí, Anthony. – Anthony sintió que su corazón volvía a su lugar, su latido se hizo más acelerado al emocionarse con la respuesta recibida, sin embargo Tom lo tomó del brazo cuando hizo el intento por entrar a su hogar.

-Un momento Anthony. – Le dijo sin ser muy brusco con él, buscando mirarlo de frente a los ojos.

-Tom, por favor, necesito verla. – Le dijo mirándolo fijamente a los ojos, no con súplica, sino con determinación, indicándole que no se detendría más tiempo para verla, demostrando las ganas que tenía ya de estar a su lado.

-¿Quién viene contigo? – Preguntó Tom al ver que en el automóvil aparte de George, se veía la figura de otra persona.

-Albert. – Respondió Anthony. Tom abrió los ojos sorprendido y confundido. – Está vivo. – Dijo con una sonrisa, pero sus ansias incrementaban y la necesidad de estar con Candy aumentaba.

-Anthony, Candy no se ha sentido muy bien. – Dijo Tom soltándolo del brazo al sentir que se había regresado para atender lo que le decía.

-¿Está enferma? – Preguntó preocupado, sintiendo la necesidad más grande de estar a su lado.

-No precisamente, pero… - Dijo Tom, sin embargo Anthony fue más rápido y se dirigió al interior de la casa. – Adelante... Está en la parte trasera... – dijo Tom, sin quedarle ya de otra más que avisarle donde estaba la rubia, el vaquero rogaba porque aquel gusto no afectara de ninguna manera negativa el ánimo de la pecosa.

Anthony caminó por fuera de la casa al haber escuchado a Tom que Candy estaba en la parte trasera, y mientras avanzaba sentía que sus pasos lo iban alejando de ella en lugar de acercarlo, su tortura estaba por terminar, sin embargo por su ansiedad sentía que se alargaba al no ver el final de su destino.

Se detuvo de pronto cuando pudo divisar la figura delicada y esbelta de su amada Candy, quien estaba de espaldas mirando hacia la pradera, mientras el viento mecía sus cabellos y su vestimenta con cadencia y ritmo. En ese momento Anthony sintió que su cuerpo volvía unirse a su alma y que su corazón se acomodaba de nuevo en su pecho. Se detuvo por unos segundos para observar cada uno de sus movimientos, su vestido se movía libre, mientras el aire jugaba con la tela que graciosamente se elevaba por la caricia que este le hacía. Sus ojos se posaron en sus manos las cuales estaban situadas en su vientre, quien al mirar más detalladamente se formaba un pequeño abultamiento que comenzaba a evidenciar el estado de la pecosa. Anthony contuvo su respiración por unos segundos, sorprendido con aquella revelación que le hacía el cuerpo de su pecosa, una revelación que era imposible de ocultar ante sus ojos y que le daban la mejor noticia que hubiese recibido después de escuchar a Tom decirle que estaba ahí.

-Así que a esto te referías. - Pensó Anthony al ver que Candy acariciaba su vientre mientras el viento seguía meciendo sus ropas. Caminó lentamente para no sobresaltarla, intentando no asustarla. - El paisaje es hermoso..., pero definitivamente tu presencia es lo que lo hace perfecto... – Dijo con dulzura, faltando unos pasos para llegar a ella. Candy reconoció de inmediato aquella voz varonil que se escuchaba a sus espaldas, volteando rápidamente. Lo observó con detenimiento, mientras sus lágrimas comenzaban a resbalar por sus mejillas y él se acercaba con tiento, como si temiera que ella saliera huyendo y ella como si temiera que fuese de nuevo una ilusión de su mente.

La distancia por fin terminó y sus rostros estuvieron frente a frente, azul y verde se encontraron de nuevo perdidos en su reflejo, buscando en el contrario la respuesta a la pregunta que se hacían sus corazones.

-Sí..., soy yo hermosa. – Le dijo acariciando su rostro, mientras Candy cerraba los ojos para abandonarse al cálido tacto de su mano. – Soy yo mi vida, por fin estoy a tu lado, vine por ti para no volver a separarnos nunca más. – Le decía mientras sus labios se posaban en su frente para acariciar con su aliento su rostro, mientras con su mano libre acariciaba su vientre feliz por haber descubierto el secreto que guardaba consigo.

-¡Anthony! – Decía Candy comenzando a reaccionar a su presencia, sintiendo su aroma embriagar su olfato, sintiendo el calor de su cuerpo tan cerca del propio, su aliento a menta se mezclaba con el exhalar de su respiración, mientras sus lágrimas comenzaban a salir más abundantes y sus manos se posaban en su cuello para sostenerse de él y no perder el equilibrio. - ¡Eres tú! – Decía con desespero, feliz, mientras su llanto recorría sus mejillas.

-Sí mi amor, soy yo, Anthony… tú Anthony mi vida… – Decía sin dejar de besar su rostro, quería llenarse de nuevo de la suavidad de su piel, quería impregnarse de su aroma y saciarse de ella, mientras seguía recorriendo con besos dulces cada centímetro de ella, hasta llegar a sus labios y apropiarse de ellos, sintiendo nuevamente que la humedad de su boca le regresaba a aquel oasis el agua que necesitaba para seguir existiendo.

Sus labios se unieron insistentes, luchando ambos por el liderazgo del beso, reclamando cada uno lo que le pertenecía y que pedía a gritos, querían recuperar en esos momentos, todos y cada uno de los segundos que habían estado separados. Las palabras sobraban, las explicaciones estaban de más, los motivos quedaban detrás, lo único que importaba era que estaban ambos juntos y que su amor volvía a llenar su mundo una vez más.

-Te extrañé pecosa, mi pecosa. – Le decía sin dejar de besar su rostro. – Te amo amor… los amo. – Le dijo de pronto. Candy sintió que aquella noticia que había guardado esas semanas se liberaba sin necesidad de palabras, sintiendo una alegría inmensa al ver la reacción que tenía el rubio por enterarse de esa manera que sería padre. Anthony se hincó de pronto en una rodilla y con ambas manos tomó el vientre de Candy, cerrando los ojos como si dijera una plegaria ante ella, agradeciendo en silencio aquel milagro que la vida le regalaba, uno más a su parecer, a pesar de que no se sentía digno de tanta felicidad. - ¿Cuándo te enteraste? – Preguntó Anthony sin reproche, queriendo saber cuándo había sido el momento en el que ella se había enterado que iba a ser madre y por ende lo convertiría a él en padre.

-Una semana después de que salí de la mansión. – Dijo Candy tímida, confesando que cuando estaba a su lado no tenía ni la más mínima idea de que estaba embarazada.

-¿Te has sentido bien? – Preguntaba Anthony desde abajo, permaneciendo en una sola rodilla, sin incomodarle aquella posición que había tomado para estar más cerca del vientre de la mujer que amaba y que portaba al fruto de su amor. Anthony comenzaba a besar con insistencia aquella parte del cuerpo de la rubia.

-Del embarazo sí. – Respondió Candy con una risita que no podía evitar ya que los besos que su príncipe le daba le provocaban esa reacción. Anthony dejó de besarla por unos segundos para volver a sus ojos, sabía bien a lo que se refería.

-No te preocupes amor, de ahora en adelante nunca más te apartarás de mi lado. – Le dijo levantándose para volver a ponerse frente a ella y prometerle así que nada ni nadie los volvería a separar.

-Pero Anthony… - Dijo Candy recordando los motivos por los que había salido huyendo de la mansión. – Yo no quiero que la familia te desprecie por lo que hicimos. – Decía insistente. Anthony negaba una y otra vez.

-Hay muchas cosas que tú no sabes, princesa. – Le dijo mientras ponía su índice en sus labios para que no siguiera diciendo aquellas necedades que él sabía bien eran las palabras de Annie y no de ella, ya que desde un principio ella le había dicho que se irían juntos para ser felices de ser necesario. Candy lo escuchaba atenta, esperando que le dijera qué era aquello que no sabía y que tenía que saber.

-¿Qué sucede? – Preguntó hasta cierto punto temerosa por su revelación. Anthony le sonrió ante su cara de expectación, sonrió suspirando para comenzar a hablar. La acarició nuevamente y antes de hablar volvió a besar con cuidado sus labios. Candy no se negó a esa caricia, al contrario cerró sus ojos para centrarse en las sensaciones que le despertaba esa caricia en su boca.

-Amor, Albert está vivo. – Dijo en cuanto liberó su boca de aquel beso que le había dado. Candy abrió los ojos sorprendida con aquella revelación, demostrando que no entendía lo que él le había dicho.

-¿Qué has dicho? – Preguntó confundida. Anthony le sonrió para que se diera cuenta que no estaba mintiendo, ni era una manera de tranquilizar su alma.

Tom se había acercado hasta el automóvil en el que Albert se había quedado esperando, este se bajaba ayudado por George y por la silla de ruedas que lo desplazaba aún.

-¡Albert! – Dijo Tom emocionado de volver a verlo vivo, pudo ver que a pesar de los kilos perdidos, los cabellos recortados y las ojeras negras que enmarcaban sus ojos, era el mismo hombre que había adoptado y protegido a Candy todo ese tiempo. Albert le sonrió en respuesta. - ¡Qué gusto que estés bien! – Dijo Tom sincero.

-Gracias, Tom. También es un gusto volver a verte. – Le respondió con una sonrisa, correspondiendo a aquella que este le había dedicado. - ¿Dónde está Candy? – Preguntó directo.

-En la parte de atrás de la casa. – Respondió Tom con una sonrisa, observando como Albert hacía el ademán a George de que lo llevara hasta ella, quería que se convenciera por sus propios ojos de que realmente estaba vivo, por si no creía las palabras de Anthony. – No creo que sea conveniente que te vea aún. – Le dijo Tom poniéndose frente a la silla, de la misma manera que había detenido a Anthony para no causarle una sorpresa a Candy, no quería que sufriera un shock en su estado si veía a Albert.

-¿Qué sucede? – Preguntó Albert confundido por la actitud de Tom, ya que nunca le había prohibido el paso a su casa.

- Lo que sucede es que Candy no se ha sentido muy bien últimamente. – Dijo refiriéndose a los malestares que había estado sufriendo las últimas semanas.

-¿Está enferma? – Preguntó Albert.

-No precisamente. – Respondió Tom rascándose la nuca, dudando en decir lo que sabía del estado de Candy.

-¿Qué sucede Tom? – Preguntó Albert impaciente, le molestaba que no le dieran la información completa, mucho menos cuando ya habían hablado de un posible problema.

-Lo que sucede es que Candy está embarazada... – Dijo Tom para sorpresa de Albert, quien no se esperaba esa revelación. En ese momento Anthony llegaba con una Candy desmayada en sus brazos.

-¡Candy! – Dijo Tom junto con Albert, quien intentó levantarse por reflejo, pero George lo detuvo para que no lo hiciera.

-Tranquilo tío, ella está bien. – Dijo Anthony. Sabía bien que su tío tampoco debía agitarse o tener noticias repentinas o podría causarle un problema con su reciente cirugía de corazón. Albert asintió una vez que puso sus ojos en los de Anthony, corroborando que Candy estaría bien.

La noticia que Candy había recibido de que Albert estaba con vida desató un repentino alivio en su alma, desatándole un desmayo que obligó a Anthony a tomarla entre sus brazos para poder reanimarla.

Tom salió corriendo para indicarle hacia donde podía llevarla. Anthony entendió la reacción de Tom y lo siguió de inmediato, pronto llegaron a la habitación de la rubia, mientras Anthony la colocaba con cuidado en la cama para comenzar a revisarla.

Afuera de la habitación, se encontraban Albert, George, Tom y Marie, todos preocupados por la rubia, pero intentaban tranquilizarse porque Anthony les había dicho que estaría bien, él estaba convencido que lo que le pasaba a Candy era perfectamente normal.

Una vez que la auscultó, la observó con detenimiento, no podía dejar de verla, estaba completamente enamorado de ella, se cercioró que efectivamente el desmayo que se produjo fue por la baja de azúcar y no tanto por la impresión que se había llevado, pero que su embarazo estaba normal y que tanto sus signos vitales como su respiración eran normales. Tomó un poco de alcohol que tenía la pecosa en la mesita de noche contigua a su cama y con un algodón lo pasó cerca de su nariz y su frente, provocando que poco a poco la conciencia de la rubia regresara a ella. Sus párpados comenzaron a moverse repetidamente, denotando que estaba por volver en sí. Anthony sonrió más tranquilo al ver aquel indicio que le daba su cuerpo para avisar que ya pronto despertaría.

-¿Cómo te sientes amor? – Preguntó una vez que la rubia había abierto sus ojos y había buscado por la habitación al dueño de aquellos ojos azules tan hermosos que tanto había extrañado, temiendo por unos segundos que todo hubiese sido un sueño provocado por los deseos que tenía su alma. Había deseado tanto que Anthony estuviera a su lado, decirle que sería padre y que Albert estuviera con vida para así pedirle perdón de frente. – Tranquila. – Le dijo Anthony a su amada al ver que ella intentó levantarse repentinamente. – Todo está bien, no te angusties. – Le dijo con una sonrisa para lograr tranquilizarla. Candy asintió y se acomodó nuevamente en la cama. Anthony acomodó su almohada para que estuviera más cómoda y Candy lo veía enamorada, le gustaba ver el cuidado que tenía con ella.

-¿Es verdad lo que dijiste? – Preguntó Candy ansiosa, buscando en los ojos de Anthony la verdad de esas palabras que había escuchado antes del desmayo.

-Es verdad amor. – Respondió Anthony con una sonrisa, mientras besaba sus manos repetidamente. – Albert se sometió a una cirugía a corazón abierto y afortunadamente el doctor Relish pudo corregir la cardiopatía que padecía. – Decía con una sonrisa que demostraba lo feliz que estaba por el avance médico que había ocurrido en su tío.

-¿Dónde está? – Preguntó Candy con una sonrisa ansiosa de verlo

-Está afuera esperando con Tom a que reaccionaras. – Respondió Anthony a su pregunta, mientras la rubia comenzaba a sentir que sus ojos se llenaban de lágrimas de felicidad por saber que aquel que ella había ofendido no había muerto como le había indicado aquella carta que recibió. - ¿Le digo que entre? – Preguntó ahora él. Anthony sabía que Candy estimaba mucho a Albert y sabía que necesitaba verlo para convencerse realmente que él estaba con vida.

-No sé… - Dijo Candy apenada bajando la vista, no porque no estuviera feliz con que él hubiese regresado con vida y no en un sarcófago o en una urna, sino porque la ofensa prevalecía en su mente como una mancha a su honra.

-Hay algo más que necesitas saber amor... – Dijo de nuevo Anthony, comprendiendo el temor que ella demostraba de enfrentar directamente a su tío. La rubia buscaba los ojos de él para que le explicara aquello que él le decía y sobre todo para comprender qué había pasado entre ellos después de la confesión que estaba segura Anthony había hecho sobre sus sentimientos. – Mi tío anuló el matrimonio que contrajeron desde que se enteró que yo estaba con vida. – Respondió a la pregunta que la rubia le había hecho con la mirada, una mirada ansiosa que le pedía algún motivo o razón para calmar la culpa que tenía en su corazón.

Candy abrió los ojos con sorpresa, con alivio y hasta cierto punto con incredulidad al escuchar aquello que Anthony le decía, ella ya no era la esposa de Albert y al parecer hacía tiempo de ello, lo que significaba que la relación que ella había iniciado con Anthony no había sido del todo traicionera, sino que la habían iniciado tal vez cuando ella ya era libre sin saberlo.

-Entonces… - Dijo Candy sin dejar de ver a los ojos a su príncipe amado. Anthony asintió, entendiendo lo que sus labios querían expresar por orden de su mente.

-Entonces tú y yo somos libres para amarnos sin culpas. – Le dijo con una sonrisa, acercándose a ella para besar con un roce su labios. Candy no dejaba de sonreír y aceptaba aquel beso que delicadamente era posado en sus labios, un beso que le sabía como si fuera el mejor de todos los que Anthony le había dado al ser el primero que ella recibía sin sentir esa culpa que la estaba carcomiendo en su alma.

-¡Te amo Anthony! – Le dijo una vez más, siendo sincera y libre en sus sentimientos, sintiéndose por fin segura de decir esas palabras, sin ataduras para demostrarle a todo el mundo que ella amaba a ese hombre y que pronto tendrían un bebé que llegaría a completar e iniciar su historia de amor. - ¡Te amo! – Le decía feliz e entusiasmada, repitiendo una y otra vez esas palabras que ahora decía sin remordimientos, demostrando que su amor ahora era bien merecido por él.

-Yo te amo a ti Candy, te amo tanto… los amo… - Le dijo para una vez más apoderarse de su boca y esta vez imprimir con más ganas su amor en ella, demostrándole cuanto la había extrañado y cuanto la había necesitado, sus ojos cerrados dejaban escapar las lágrimas ahora de felicidad que los embargaban al estar por fin juntos, seguros de que ahora sí nada, ni nadie podría separarlos, no había culpa o razón que fuese tan poderosa en volver a lograrlo.

Albert esperaba afuera con Tom y George, estaban más tranquilos y mientras Anthony revisaba a Candy, Albert se daba a la tarea de explicar a Tom todo lo que había sucedido en su viaje a Europa. Tom escuchaba sorprendido y se enteraba por el patriarca que las culpas de Candy habían sido fomentadas más por su mente que por la realidad y que Annie había ayudado mucho a que esto se llevara a cabo.

-Nunca entendí a Annie. – Dijo Tom hablando con todos los años que pudo conocer a la tímida chica. Albert lo escuchó atento. – Siempre fue una chica noble aunque insegura en lo que poseía, Candy siempre la defendía de mí y de todo el que quisiera dañarla, sin embargo cuando fue adoptada pienso que las ideas que su madre le inculcó fue lo que la llevó a mal interpretar las reglas de la sociedad. – Dijo pensativo, él quería a Annie, pero estaba seguro que quería más a Candy, ya que ella siempre había estado ahí para él y Annie se había avergonzado más de una vez de él.

-Ella está muy arrepentida por su comportamiento, sin embargo también sería bueno que hablara con Candy directamente. – Dijo Albert no atreviéndose a juzgar a criticar a la esposa de su sobrino.

-Candy es muy buena, ya la ha perdonado a pesar de que no hayan hablado, pero sus palabras seguían resonando en su cabeza, y te puedo asegurar que nunca se van a borrar de ahí. – Dijo Tom viendo a los ojos a Albert, quien sabía perfectamente que eso así sería, que Candy perdonaría a Annie desde el fondo de su corazón, pero que esas palabras no se borrarían de su alma.

La puerta de la habitación de Candy se abrió de pronto y un Anthony con una sonrisa de oreja a oreja apareció de pronto. Albert y Tom lo observaron más tranquilos al ver su semblante y solo esperaban a que hablara sobre el estado de la pecosa.

-¿Cómo está? – Preguntó Albert tranquilo, ver a su sobrino en ese estado de felicidad lo terminó de convencer que la rubia estaba en perfectas condiciones.

-Quiere verte. – Respondió Anthony a su pregunta. – Ella está bien, igual el bebé. – Dijo sonriendo aún más si eso era posible, feliz de decir que su hijo estaba en perfectas condiciones cobijado por la cuna que su madre formaba con su vientre. – Solo que necesita alimento. – Dijo viendo a Tom un poco apenado. Tom sonrió comprendiendo que Candy aún no había desayunado cuando salió de la cocina después de la pequeña revuelta que se había armado con sus hijos.

-En un momento le digo a Marie. – Dijo Tom para ir a la cocina.

-No te molestes. – Le dijo Anthony para detenerlo en su intento. – Tío, puedes pasar para hablar con Candy, mientras yo le prepararé algo para que desayune. – Dijo dirigiéndose a su tío y a Tom para decirle cuales eran sus intenciones. Albert sonrió y asintió dirigiéndose a la entrada de la habitación y Tom le indicaba el camino que debía seguir para ir hacia la cocina.

Albert abrió la puerta con mucho cuidado para anunciar que entraría a la habitación.

-Adelante. – Dijo Candy nerviosa y ansiosa por volver a ver a su gran amigo, a su protector, al ángel que se había cruzado en su camino hacia tanto tiempo y que había hecho posible que su vida cambiar de manera impresionante.

-Buenos días Candy. – Dijo Albert con su voz amorosa y tierna que siempre le dirigía, esa voz que ella conocía muy bien se hacía presente en sus oídos y comprendía que efectivamente aquel hombre que tanto estimaba estaba ahí frente a ella.

Los ojos de Candy comenzaron a brillar de manera acuosa por las lágrimas que de nuevo clamaban por salir de sus ojos, mientras Albert le sonreía con aquella sonrisa tan hermosa que no había perdido de su rostro, tal vez había perdido peso, tal vez había perdido cabello, pero sus ojos y su sonrisa no los había perdido y con ellos comprobaba que realmente era su amigo Albert.

-¡Albert! – Dijo Candy extendiendo sus manos para que él se acercara a ella. Albert caminó hacia ella ya que había dejado la silla junto a George y se había atrevido a caminar por un momento, no quería que Candy lo viera posado en esa silla y creyera que estaba a un paso de la muerte, y mucho menos ahora que se veía mucho mejor a cómo había quedado después de la cirugía.

-¡Realmente eres tú! – Dijo soltando sus lágrimas para liberar todas sus emociones.

-Realmente soy yo Candy. – Le dijo besando su frente y sentándose frente a ella. - ¿Cómo te sientes? – Preguntó a pesar de ser él al que deberían preguntarle.

-¡Yo estoy bien! – Dijo con emoción. – Pero Anthony no me deja levantar aún. – Dijo como si el otro rubio fuese exagerado en sus cuidados.

-Hace bien en cuidarte. – Le dijo observando su vientre y Candy bajó la mirada apenada. – No tienes que sentir pena por ello Candy, al contrario, dar vida es algo maravilloso en la vida de una mujer. – Dijo Albert comprensivo, feliz de que su pequeña por fin hubiera emprendido el vuelo y se hubiera atrevido por fin a amar y formar la familia que él sabía tanto merecía.

-Pero yo no… - Dijo refiriéndose a que no estaba casada con Anthony.

-Eso se puede arreglar. – Dijo Albert recargándose en el respaldo de la silla, despreocupado. – Una boda se puede hacer de inmediato. – Dijo ante la sonrisa de felicidad de Candy.

Comenzaron su plática con la misma confianza que habían tenido todos esos años, Albert le reveló todo lo sucedido, siendo la segunda vez que relataba esa historia, solo que a Candy le detalló más lo sucedido y esta escuchaba sorprendida por todo lo que había padecido mientras ella se iba perdiendo cada vez más en los ojos de Anthony, sintió pena no haber estado a su lado.

-Estabas donde debías estar Candy. – Le dijo con una sonrisa. La puerta sonó de nueva cuenta, ambos seguros quien era el que llamaba.

-Adelante. – Dijo Candy con una sonrisa enamorada. Albert la observó feliz y con eso él estaba también feliz y tranquilo por ella.

Anthony apareció con una charola que portaba el alimento de la rubia, con una pequeña rosa que adornaba el platillo, mientras sus ojos se posaron por un segundo en Albert quien le correspondió a ella y después se dirigió a la rubia quien seguía en la cama, sus ojos se encontraron una vez más y ninguno pudo disimular que el amor que se tenían era verdadero, enorme y genuino. Albert se levantó con una risita sin querer incomodar para que la pareja tuviera un poco más de tiempo para estar a solas.

Continuará…

Hola hermosas, por fin lo que todas anhelaban ha sucedido. Anthony encontró a su princesa y el buen Albert como siempre fue la llave para que estuvieran felices los dos. Espero que les haya gustado este emotivo capítulo, la verdad les confieso es uno de mis favoritos, así que espero que ojalá también les haya gustado a ustedes.

Julie-Andley-00, Hola hermosa, efectivamente Albert vino a poner calma en el alma de los dos rubios, creo que así tenía que ser para que ellos pudieran ser felices porque es bien sabido que por la bondad que ambos tienen no son capaces de sentir felicidad si han dañado a alguien, así que Albert llegó justo a tiempo para poner fin al sufrimiento de ambos. Espero que te haya gustado mucho el capítulo y sobre todo que lo hayas disfrutado que ese es el objetivo de esto. Te mando un fuerte abrazo hermosa, saludos y bendiciones muchas gracias por dejarme siempre un comentario, la verdad lo valoro mucho amiga.

TeamColombia, Hola hermosas a ustedes que estaban tan desesperadas porque Candy estuviera embarazada por fin su sueño se hizo realidad, era de esperarse que así hubiese sido. Muchas gracias por sus comentarios y sobre todo por sus buenos deseos que créanme son recíprocos. Les mando un fuerte abrazo, saludos y bendiciones.

Ospite, Ciao bellissima, grazie mille per aver letto il capitolo e per aver lasciato il tuo commento, sono contento che ti sia piaciuto e soprattutto che ti prenderai il tempo per farmelo sapere, spero scuserai il mio traduttore, ma io ti invito a leggere le mie altre storie e lasciami il tuo punto di vista. Ti mando un grande abbraccio, saluti e benedizioni. A presto!

Mayely León, Hola hermosa ya esta listo tu anhelo para que no mueras en el intento jajaja. ¿Cómo siguió tu bebé? Espero que mucho mejor la verdad porque es una desesperación el tener a un pequeñito enfermo en casa y más cuando no saben expresar con palabras su sentir. Muchas gracias por darte el tiempo para leer y sobre todo por comentar, espero te haya gustado este capítulo. Saludos y bendiciones hermosa, cuídate mucho y cuida mucho a tu bb.

Ster Star, Hola hermosa! No podía matar a Albert, simplemente no podría hacerlo... me convertiría en Nagita si lo hacía y es algo que no pienso hacer (espero yo) jajaja no puedo compararme con su talento y con su crueldad la verdad, dos muertes que lastimaron tanto a la audiencia fue el colmo y si bien puedo entender una (aunque no la apruebo) la de Stear si de plano no la entiendo pero ella y sus remordimientos son mi consuelo jajaja. Lo bueno que Albert lo mandó rasurar, creo que recordó cuando Candy lo confundió con un oso y provocó un desmayo por la impresión que le causó jajaja lo bueno que le hizo caso y así el desmayo fue por la falta de azúcar y no tanto por la impresión que tuvo. Hermosa igualmente un beso para tu bebé y otro para ti, cuídate mucho y espero tu comentario. Saludos!

Vanessa, Hola hermosa, muchas gracias por tu comentario que bueno que te gustó el capítulo espero este también te guste. Saludos y bendiciones.

Denisse Treviño, Hola hermosa, ¿Ya me perdonaste? Espero que si, y que te haya gustado el capítulo, no me atrevería a matar a tu Albertanito a pesar de que no lo ubico como pareja de Candy es un personaje que aprecio y quiero mucho, así que aún no me comparo con la imaginación y el talento de la autora, no soy tan trágica todavía. Espero que te haya gustado y sobre todo disfrutado. Te mando un fuerte abrazo, saludos y bendiciones.

Muchas gracias a todas y cada una de las lectoras que se toman el tiempo de leer la historia, ojalá se animaran a dejar un comentario en su idioma natal que para eso esta google traductor que no se echa para atrás. Les mando un fuerte abrazo y mis más sinceros agradecimientos.

GeoMtzR.