Disclaimer: Ningún personaje me pertenece, son de JKR. La historia es de Kyonomiko quien me dio la autorización para traducirla.
¡Disfrútenla!
Desamparados y Callejeros
"Waifs and Strays"
De Kyonomiko
Beteado por el dúo increíble: Emily y Bet
Alguien le dijo una vez a Hermione Granger que ver para creer o tal vez lo escuchó en un programa o lo leyó en un libro. Independientemente de la fuente, ella ha entendido durante mucho tiempo que sus propios ojos rara vez la engañan.
Aquí está, mirando el lugar donde estaba su amante hace sólo unos momentos, pero en cambio está observando a su familiar. El pelaje brillante de Benedick es inconfundible, al igual que la forma particular de la mancha naranja debajo de su barbilla, la expresión inteligente siempre presente en sus ojos. No tiene ninguna duda de que está mirando a la marta de pino que ha vivido con ella durante meses, pero no puede creer lo que está viendo.
Es sólo un momento en el que el cuerpo de Benedick comienza a moverse, estirarse y ponerse pálido, como la goma de un globo al inflarse. Draco está allí, tan repentinamente como desapareció, mirándola con ojos angustiados.
—Granger, lo siento muchísimo.
Detrás de él, Harry y Theo también han dejado de hablar, mirándola con preocupación. Hermione mira en su dirección.
—No sabía cómo decírtelo —Sus ojos vuelven a Draco. Cuando él se mueve para dar un paso adelante, una mano extendida como si fuera a consolarla con su toque, ella da un paso atrás. La devastación en su rostro es evidente.
—Hermione... —Es Harry esta vez, luciendo contrito y preocupado—. Ha estado tratando de decírtelo. Sé que puede que no ayude, pero todo fue un accidente —Ella sólo lo mira, incrédula, mientras el silencio cae una vez más.
Theo prueba suerte, aunque su tono tiene mucho menos de la pícara ligereza de antes.
—Discúlpame también por mi artimaña, Malfoy se estaba tambaleando, y pensé que podría ayudar. Hemos estado tratando de encontrar una manera de suavizar el golpe.
Draco habla de nuevo, casi interrumpiendo a Theo en su impaciencia por explicar.
—Hermione, no puedo decirte cuánto lo siento; nunca quise hacer esto. Ni siquiera había querido que me encontraras. Entonces, de repente, estábamos aquí, y cuando traté de irme, te alteraste mucho. Pensé que tal vez si me quedaba un rato, podría encontrar la manera de irme sin lastimarte. Que tal vez, sería golpeado con algo de brillantez y podría hacerte feliz. Y luego, me enamoré de ti y solo empeoró...
—Todos lo sabían —Finalmente ha encontrado su voz, y se dirige a la habitación, sin mirar a ninguno de ellos—. Lo sabían y me dejaron seguir pensando que tenía una... una mascota... que ni siquiera existe —Hermione siente que sus cejas se tensan, su respiración se vuelve inestable. Ella vuelve sus ojos hacia cada uno de ellos, pasando más tiempo en Harry y luego aterrizando finalmente en Draco—. ¿Tienes idea de lo tonta que me has hecho sentir?
—Yo nunca quise...
—¿Puedes siquiera imaginar cuánto duele esto? Y todo ese tiempo que pasamos... Maldita sea, Draco, estabas durmiendo conmigo cuando apenas te conocía. Te dije cosas que no tenías derecho a escuchar. Ni siquiera sé... —Ella niega con la cabeza, perdida y cansada. Una última mirada recorriendo la habitación, se dirige a las escaleras, su delicioso zumbido de vino casi se desvaneció y su corazón late dolorosamente.
—Hermione, por favor...
—Creo que deberías irte —le dice sin mirar atrás, levantando los pies para subir los escalones, cada uno más pesado que el anterior.
Llega a su dormitorio y cierra la puerta apoyándose en ella. Haciendo un balance, encuentra el porta mascotas que hizo para Benedick con estambre. Allí, la correa que usa cuando visitan el parque.
Y era Draco, es tan malditamente ridículo que casi podría reír o gritar. Todas esas noches lo abrazó y le susurró sus secretos. Los días de principios de verano en los que sollozaba, con la nariz enterrada en su pelaje. ¿Cómo es que esto sucedió? ¿Un accidente, dijo Harry? Es la cosa más estúpida que ha escuchado en su vida. Lo que comenzó como conmoción y dolor se está convirtiendo rápidamente en ira.
Con un pequeño grito, Hermione se aleja y patea el poste de su cama, es en gran parte ineficaz, tanto física como mentalmente. No se siente mejor y la cama se burla de ella con su firme falta de movimiento.
Al final, no le toma mucho tiempo decidir que no puede quedarse aquí. No es sólo Draco, sino también Harry. Había querido que su amigo se llevara bien con su novio, pero no para malditamente conspirar contra ella.
Con un poco de rabia, finalmente agarra un juego de llaves, casi olvidado, del cajón interior de su mesita de noche y abre la puerta. Hermione baja corriendo los escalones y atraviesa la casa hasta la puerta principal. Al pasar por el salón, Draco todavía está allí, desplomado en la silla favorita de Benedick, con la cabeza entre las manos y luciendo demacrado. Theo está de pie sobre él, con una mano reconfortante en su hombro mientras Harry mira, tensando su mandíbula mientras piensa.
Draco la mira con los ojos enrojecidos, pero es Harry quien habla.
—Hermione, tal vez sólo podamos hablar...
—No —Ella no deja de moverse por completo, sólo se ralentiza lo suficiente para responder—. No puedo quedarme aquí. No puedo... ni siquiera puedo mirarte —Mientras acelera el paso una vez más, lanza sobre su hombro una vez más—, a cualquiera de ustedes.
Ella escucha las protestas, siente que Harry comienza a ir tras ella, pero sale corriendo por la puerta principal y se la avienta a la cara. Un giro rápido para agacharse entre los edificios y gira en su lugar. Aparece en algún lugar donde no ha estado en algún tiempo.
Hermione aterriza en el jardín trasero. Hay un comedero para pájaros en el árbol sobre su cabeza, pero el vidrio está roto y las semillas desaparecieron hace mucho tiempo. La casa frente a ella está a oscuras: espeluznante y silenciosa. Con un movimiento de su varita, abre la puerta y entra, iluminando inmediatamente las lámparas de una cocina acogedora y luminosa. La decoración es cálida, bañada en una paleta de naranjas toscanas y oro.
Haciendo memoria, Jean Granger acababa de redecorar este espacio el año antes de que ella y su esposo fueran enviados lejos. Hermione se pregunta de qué color será su cocina ahora. ¿Llegó la mujer a Australia y se dedicó a buscar la misma decoración que se muestra aquí? ¿O perder la memoria de su vida familiar cambió quién era ella en su esencia?
Las preguntas que Hermione se había hecho antes, pero que siempre trataba de olvidar rápidamente, la bombardeaban mientras mira a su alrededor, los ojos humedeciéndose.
Atraviesa la casa, una cápsula del tiempo de la familia que perdió, hasta que termina en la puerta del dormitorio principal. Toda la casa ha estado bajo estasis mágica, manteniéndola limpia y fresca. Las sábanas todavía huelen como el detergente para la ropa que le gustaba a su madre, la ridícula radio meteorológica de su padre todavía estaba colocada, sin polvo, cerca de su lado de la cama.
Hermione se queda ahí un rato. ¿Horas? No importa, supone. Enfrentar el duelo que nunca ha hecho realmente por sus padres le rompe el corazón, pero la alternativa es pensar en Harry o... Draco... de un familiar al que amó mucho, sólo para descubrir que era una ilusión.
En lugar de enfrentar los problemas de hoy, enfrenta el trauma de su pasado y llora hasta que se duerme, sintiéndose tan desamparada como meses antes.
Draco escucha que la puerta se cierra de golpe y sus ojos siguen su ejemplo, incapaz de soportar la mirada de lástima en el rostro de Theo.
No pasa mucho tiempo antes de que Potter regrese, los pasos se detienen cerca, y Draco lo mira interrogante.
—Ella se ha ido, se desapareció. Mierda, qué desastre.
—Pensé que mi plan era perfectamente bueno —menciona Theo. Draco no quiere dignificar esa tontería con una respuesta y está agradecido de que Potter intervenga.
—Fue completamente miope; hablamos de esto. Ella habría querido pasar tiempo con él, esperando que lo trajeras aquí para visitas. La conozco mejor que tú.
—Bueno, al menos tenía un plan —dice Theo, ligeramente acalorado—. Has tenido la cabeza extraviada... —dice, señalando a Draco—. Exigiendo que confiese, cuando tú no tenías una mejor idea que él.
Draco aprecia que su amigo lo esté defendiendo, pero su cabeza está empezando a latir con fuerza y desea que se detengan.
—Oh, sí, échame la culpa. Sabes, no soy yo el que decidió meterse debajo de la camisa de una chica para no tener que enfrentar mi vida hogareña. Sólo estoy en este lío por tu amigo —Potter mira a Theo un poco, encontrando irritación con agitación. Draco sólo puede verlo empeorar y, honestamente, no puede manejarlo en este momento.
—Merlín, ¿pararían? —Los mira a ambos, y algo en su rostro debe hacer que se callen—. Sólo... deténganse.
Draco se levanta y se dirige a la puerta. Theo lo llama, pero es Potter quien pone una mano en su hombro.
—¿Adónde vas?
Él se encoge de hombros en respuesta.
—No estoy seguro. ¿La Mansión? Buscaría a Granger, pero honestamente, dudo que quiera verme.
—Por supuesto que sí —argumenta Theo, levantándose y acercándose—. Todos los pájaros quieren que los persigan un poco. No es que tenga mucha experiencia —ofrece con una sonrisa característica de Nott.
Draco lo mira, sin estar seguro de que su amigo entienda la gravedad de lo que acaba de suceder, pero Draco sí lo hace.
—La traicioné por completo —enfatiza, con la voz ronca por la emoción ahogada—. Ella no está interesada en un juego de «persígueme», idiota. Probablemente me odie. Posiblemente a todos nosotros —dice, mirando a la pareja.
—Entonces ¿qué?, ¿te estás rindiendo? —Potter se burla de él—. Eres un completo cobarde, Malfoy. Lo cual, supongo, todos lo sabíamos, ¿no? —agrega con una mueca de desprecio. No se ve bien en su cara.
Theo le da un codazo, luciendo incómodo.
—Harry...
—No, tiene razón —afirma Draco, sintiendo un pequeño aumento de su propia ira. Se siente bien, honestamente, mejor que naufragar—. Soy un cobarde, sin embargo, de alguna manera, soy el que trató de ser honesto con ella mientras ustedes dos idiotas le mentían en la cara. Sé cuán alta es tu opinión sobre mí, Potter, así que ¿por qué molestarte? —Da un paso hacia arriba, justo en la cara del otro hombre—. ¿Por qué mentirle a tu mejor amiga por mí, eh? ¿Para que éste te la siga clavando mientras nadie mira?
Se siente empujado hacia atrás, pero es Theo quien ha puesto las manos esta vez.
—Fuera de lugar, Malfoy —Potter no se mueve, pero Draco desearía que lo hiciera. Honestamente, esperaba que le diera un puñetazo en la cara sólo para darle una excusa para devolver el golpe.
Por supuesto, nada de eso resuelve nada porque el mago al que quiere estrangular es a sí mismo.
Draco levanta las manos, una especie de disculpa débil, una concesión. Cuando ninguno de ellos parece saber qué decir, gira sobre sus talones y cierra la distancia a la puerta.
—Podrías... quiero decir, podrías esperar, estoy seguro de que volverá por la mañana.
Con la mano en el pomo de la puerta, Draco cierra los ojos ante la monstruosa bondad en la voz de Potter. No se lo merece y Draco descubre cada vez más que quiere sentir que gana cosas. Sin volverse, murmura:
—Entonces, ella estará agradecida de que me haya ido.
En la calle, se detiene sólo un momento antes de tomar una decisión. La magia Malfoy está cantando en su sangre, llamándolo y, esta vez, se encuentra sin la fuerza para luchar contra ella. Apareciendo en las puertas, es recibido por Pipsy justo dentro de la línea de propiedad.
—¡El Maestro está en casa! —Pipsy salta de un pie al otro, emocionada ante la perspectiva de servir al Señor de la Mansión.
—Pipsy, por favor acomoda mi cama y prepara un baño; me quedaré esta noche.
El rebote se detiene y Pipsy lo estudia.
—El Maestro no está feliz de estar en casa.
Draco fuerza una débil sonrisa y responde con un poco de tristeza.
—Esta no ha sido mi casa desde hace mucho tiempo, pero supongo que es hora de que empiece a pensar de manera diferente.
La grava cruje bajo sus pies mientras se dirige a la casa, dejando atrás a Pipsy con la preocupación nublando sus ojos saltones.
Draco pasa el sábado rondando la Mansión. Como un fantasma, se queda en sus habitaciones o se arriesga a las rígidas comidas de sus padres. Al elegir en cambio tomar las comidas en sus habitaciones, emerge sólo para visitar la biblioteca y, una vez, tarde en la noche, a la lechucería.
Se acerca la medianoche cuando finalmente desarrolla el coraje, angustiado por sus palabras. Al final, todo lo que logra escribir es una breve pero sincera disculpa. No espera respuesta, por lo que no se decepciona cuando la lechuza regresa a la mañana siguiente sin ninguna. A decir verdad, está casi sorprendido de que ella aceptara su carta.
El domingo es casi igual en su mayor parte. Se las arregla para evitar a su madre, no queriendo enfrentar su mirada penetrante y perspicaz. Ella sabrá que algo anda mal y él ni siquiera está seguro de cómo decirle lo que ha hecho.
Es tarde ese domingo y Draco acaba de regresar de la lechucería una vez más. Esta vez, envió una declaración simple, haciéndole saber a su bruja que, si deseaba verlo, él respondería a cualquiera de sus preguntas, y que la amaba.
Al pasar por el estudio de su padre, la puerta está cerrada como de costumbre. Es una vista que difícilmente sorprende a Draco, y continúa por el pasillo sin apenas pensar en el hombre que está adentro. Sin embargo, a punto de doblar la esquina, escucha un «Hijo», firme pero suave.
Draco hace una pausa, a medio paso y se gira para encontrar a Lucius de pie en el pasillo, con la barbilla en alto con su bastón debajo de una palma.
—Padre.
—¿Puedo tener una palabra? —es una pregunta pero sólo justa. Señala hacia su oficina con la punta de su bastón antes de volver a entrar a la habitación, obviamente asumiendo que Draco lo seguirá.
Solo dudando un momento, el dolor de Draco con respecto a Granger y la amargura general cuando se trata de su padre se ve eclipsada por un sentido de pertenencia y euforia por el que habría matado de niño. Ni una sola vez en todos sus años ha sido invitado a reunirse con su padre en esta sala. Ha llamado a la puerta, un recado para ir a buscar a su padre para Narcissa o pasó caminando y se encontró con el otro mago por casualidad mientras pasaban sin decir una palabra.
Pero ni una sola vez se ha extendido la invitación. Con los pies pesados, agobiado por días de emociones arremolinadas, lo sigue y apenas entra por la puerta, mirando a Lucius que ya está sentado detrás del escritorio.
—¿Te unes? —Lucius hace un gesto hacia la silla al otro lado del escritorio y dos vasos en la superficie entre ellos.
Una ceja rubia arqueada se levanta, pero Draco no hace ningún comentario antes de aceptar. Se sienta con dignidad y se lleva el vaso a los labios. Lucius hace lo mismo y lo inclina hacia su hijo.
—Para la familia Malfoy —dice.
—Que reinemos por mucho tiempo —Draco termina con sarcasmo. No es el lema de la familia, pero se niega a expresar ese sentimiento intolerante.
—Pareces preocupado. ¿No van bien las cosa? —Su padre parece sinceramente sorprendido. Draco había pensado que tal vez su actitud y comportamiento en general era lo que había instado a Lucius a llamarlo, pero ese parece no ser el caso.
—Bastante bien —responde vagamente—. ¿Qué necesitabas?
Lucius se recuesta en su silla, dejando el vaso sin tocar. Draco se pregunta distraídamente si lo han enriquecido con algún tipo de poción. Al darse cuenta de que no le importa mucho, toma otro trago profundo.
—Ahora que has tomado tu asiento familiar, pensé que tal vez estarías visitando la oficina. Le mencionaste algunos planes muggles a tu madre.
Lo hizo, ¿no? Draco ha estado un poco distraído, con su vida amorosa floreciendo y luego desmoronándose. Descuida decir tanto y sólo asiente.
—Lo hice; tengo algunas ideas para inversiones: desarrollo de proyectos.
—La influencia de tu señorita Granger, sin duda.
—Sin duda —Medio asiente. Es cierto que, al estar atrapado con ella las primeras semanas de verano en la casa de Potter, le habían presentado una plétora de inventos muggles. Al principio, apenas se había dado cuenta, pero a medida que progresaba su relación, se había abierto más al mundo del que ella había venido. Cuando Narcissa lo presionó para que asumiera su papel de cabeza de familia, ingenuamente se emocionó ante la perspectiva de reparar su prejuicio pasado con grandes gestos y planes audaces, el primero de los cuales fue reformar Industrias Malfoy, presentando la invención muggle al mundo mágico con su nombre empañando el timón.
Ahora, su entusiasmo se desvaneció, no está seguro de cuál sería el sentido de todo eso. Sin Hermione para estar a su lado, estando orgullosa de él, sonriendo con esa delicada y adorable expresión a su manera, la compañía puede arder por todo lo que le importa.
Lucius lo mira de cerca, sospechoso y penetrante.
—¿Qué ha pasado?
Draco aprieta la mandíbula, sintiendo que hace clic, luego toma otro trago. Ante el silencio continuo, pesado y opresivo, mira a su padre.
—Nada que desee discutir.
—¿Estás teniendo problemas con tu joven bruja? Podrías pensar que no estaría bien informado en tales asuntos, pero Narcissa y yo fuimos una vez jóvenes...
—Ahórrate tu consejo paternal —interrumpe, sintiéndose a la defensiva y acalorado—. Me las he arreglado sin él durante mucho tiempo; creo que puedo salir adelante desde aquí. Especialmente en un tema que tan claramente no apruebas. Me estremezco al pensar cuál sería tu consejo. ¿Llamarla sangre sucia? ¿Encadenarla en las mazmorras?
Los ojos de su padre se entrecierran.
—He sido bastante comprensivo ante tu indiferencia por nuestras tradiciones...
—¿Tradiciones? Mierda, esa es una forma de describirlo...
—Sí, tradiciones. La familia Malfoy ha sido un líder mundial durante generaciones, promoviendo el bienestar de la sangre y la cultura mágica. Sin embargo, he dejado eso a un lado en respuesta a tus deseos. Si la señorita Granger, sin embargo, ya no es un factor, tal vez podamos empezar a buscar una combinación beneficiosa.
—Dulce Salazar, ¿hablas en serio? —Draco se pone de pie y mira a su padre—. El cuerpo ni siquiera está frío, y ya me estás acostando con otra tan rápido como podrías tenerla por red flu. Mi relación con Hermione es mucho más importante para mí que una asociación política o un vínculo financiero. Ella es la más hermosa y brillante bruja en Gran Bretaña, y es un maldito milagro que alguna vez perdonara mi pasado. ¿Te das cuenta de lo afortunado que soy de que incluso me hablase? Debería haberme hechizado al verme, y de alguna manera me dejó enamorarme de ella.
Draco respira un poco con dificultad, mirando el rostro engreído de su padre. Pasa un latido antes de que el hombre diga:
—Entonces, tal vez necesites encontrar una manera de arreglar lo que sea que hayas hecho en lugar de dormir en la proverbial casa del perro. Aunque hago una excepción a cualquier pensamiento sobre la Mansión de esa manera.
Sucede una maldita cosa extraña y Lucius sonríe, como si no hubiera hecho una broma de mal gusto ante la crisis existencial de Draco. Volviéndose a sentar, Draco bebe lo último de su whisky y desliza el vaso hacia atrás, pidiendo en silencio a su padre que lo vuelva a llenar. Sin comentarios, su padre levanta la jarra y agrega una cantidad generosa, más dedos de los que podía contar con la mano.
—¿Por qué me llamaste aquí? —pregunta Draco, calmando su irritación.
—Quiero que visites la oficina. He informado a Natalie y te estará esperando mañana a las nueve.
Frunciendo el ceño, sorprendido de que Lucius haya hablado con su vicepresidente, pregunta:
—¿Con qué fin?
—Voy a dimitir, oficialmente. Lo que queda de nuestra empresa se mantiene a flote principalmente con algunas patentes de pociones y una sociedad silenciosa en un puñado de empresas que están demasiado necesitadas de dinero para cortar los lazos con nosotros. Los equipos que tenemos en el lugar mayormente ejecutan las operaciones del día a día. Mi papel de director terminó hace años...
—Distraído por los invitados de la casa, supongo —comenta Draco, incapaz de contener su lengua afilada.
Su padre lo mira con leve desaprobación.
—Distraído con las necesidades de mi familia —contraataca—. Nunca pienses que de lo que hice, no tuve las mejores intenciones de dejarte con un mundo en el que podrías prosperar. Desafortunadamente, algunos aspectos se calcularon mal.
Draco resopla, pero bebe en lugar de decir más.
—Tal como están las cosas —continúa Lucius—, ya no puedo realizar mis deberes para la compañía. Por mucho que te haya pasado el manto por el nombre de Malfoy, es hora de que tomes la compañía en tu propia dirección, tal como lo hice yo después de mi padre. Las patentes de pociones fueron en gran parte mi enfoque en mis años de juventud, y nos han servido bien. Cualquiera que sea la visión que tengas para reconstruirlo, es tu turno de dejar tu huella.
Mirándolo fijamente, sintiéndose un poco estupefacto, Draco pregunta:
—¿Y lo apruebas? ¿Mi interés en las tecnologías Muggles? ¿En ensuciar la naturaleza pura de nuestro negocio?
—Ya no me corresponde aprobar ni desaprobar; te dejo tu futuro a ti.
Decir que Draco no confía en el sentimiento sería quedarse corto, pero su padre no muestra signos de falta de sinceridad.
—¿Por qué el cambio de opinión? —pregunta con una mueca de desprecio.
—Me enorgullezco de mi pragmatismo, incluso cuando los medios son acciones que encuentro desagradables. Podría tener la esperanza de que continúes la pureza de tu herencia, pero no a expensas de mi familia o nuestra posición. Ahora eres Jefe de la Casa, Draco; la magia te ha confirmado y honrado.
—¿Y Granger? ¿No dirás nada para disuadir mis esfuerzos con ella? —Piensa por un momento y luego agrega con amargura—. Si es que importa; no estoy seguro de ser el mago que se merece o incluso el mago que deseo ser.
—Entonces cámbialo —dice su padre, como si fuera fácil. Draco se burla y comienza a responder, pero Lucius continúa—. Eres un Malfoy, Draco. Lo que sea que sientas que te falta está a tu alcance. Encuéntralo y si eso incluye a la señorita Granger, respetaré tu elección.
Es surrealista y Draco hace poco más que parpadear antes de vaciar su segundo vaso y dirigirse hacia la puerta.
—Draco.
Girando la cabeza para mirar por encima del hombro, hace una pausa y asiente con la cabeza a su padre para que continúe.
—Recuerda, te esperan mañana. La junta está muy interesada en comenzar a trabajar en tus ideas, anhelan el liderazgo que no he podido darles.
Por un momento, Draco considera marcharse sin decir una palabra, pero se siente malhumorado y, de verdad, simplemente está cansado.
—Me reuniré con Natalie por la mañana. Buenas noches, padre.
—Buenas noches, hijo.
Mientras yacía despierto, completamente desprevenido para dar un paso hacia su futuro, desea desesperadamente la presencia tranquilizadora de Hermione. El sueño nunca llega.
