Disclaimer: nada de esto me pertenece, los personajes le pertenecen a Stephenie Meyer y la historia a Rochelle Allison, yo solo la traduzco.


APPEASE

Capítulo veintisieteScooter

Salimos lentamente del parque.

Llamo primero al Sr. Masen, para tranquilizarle, y para que pueda avisar a la partida de búsqueda y a la policía. Luego llamo a Tanya, incluso aunque es la última persona con la que quiero hablar. Pero es la madre de Alistair, aunque solo sea de nombre.

Estiro la mano y se la paso por el pelo. Está húmedo de sudor. Sus lágrimas están parando y, de vez en cuando, suspira profundamente según su cuerpo se calma.

La última hora ha sido una locura intensa y emocional y, ahora que la adrenalina ha desaparecido, estoy agotada. Me duele la garganta de gritar el nombre de Alistair.

Tanya, que parece que también ha estado llorando, se reúne con nosotros en la acera. Echa las manos hacia Alistair, pero él se agarra con más fuerza a Edward, rodeando a su hermano mayor con las extremidades como si fuera un pulpo.

Edward ignora a Tanya y sigue moviéndose hacia la puerta principal del Dakota, dónde Felix e Irina esperan con expresiones de preocupación. Estiro la mano hacia Irina, que la coge con ganas casi sin mirar a su madre. Me sigue pareciendo muy extraño. Yo recuerdo lo suficiente de mis ocho años como para saber que adoraba a mi madre. Teníamos, y tenemos, una relación muy cercana.

El Sr. Masen sale con expresión grave.

―Alistair.

Alistair levanta la cabeza y mira a su padre. No estoy acostumbrada a verle así, débil, como si se hubiera rendido. Se me rompe el corazón por él. Unas lágrimas se me escapan de los ojos y me paso la manga por la cara.

―Vamos ―dice el Sr. Masen, extendiendo los brazos. Edward le susurra algo a su hermano pequeño al oído y luego se le pasa a su padre.

Entramos en el ascensor como el grupo más raro jamás visto. Nadie habla. Edward y yo nos quedamos contra una pared mientras los Masen, Irina y Alistair se quedan junto a la otra. Tanya mira al suelo. Creo que sabe que esto es el final, que ella misma ha sido el catalizador de todo lo que ha pasado esta noche y que las cosas solo van a empeorar cuando estemos arriba. Tiene que saber que Edward y yo vamos a ser honestos... sobre todo.

La puerta del ascensor se abre y entramos en el ático. Edward se inclina hacia mí y me besa en la sien. No dice nada, pero no tiene que hacerlo. Solo tenerle conmigo ya es de ayuda. Puede que Tanya odie a Edward, pero él se lleva bien con su padre, incluso aunque haya cosas de él que no le gusten.

Si al Sr. Masen le sorprende nuestra cercanía, no dice nada. Me pregunto cómo va a ir la discusión porque, aunque los gemelos no son tontos, hay algunos detalles que no deberían escuchar.

Por suerte, vamos a la sala de la televisión, dónde los grandes sofás ofrecen mucho espacio. No creo que pueda soportar otra tensa discusión en la sala donde me contrataron y despidieron.

―Bueno, ¿qué ha pasado? ―pregunta el Sr. Masen en cuanto todos estamos sentados.

Abro la boca para hablar, pero Tanya me gana.

―Bella y yo estábamos hablando sobre...

―¡Estabas despidiéndola! ―grita Alistair, levantando la cara del pecho de su padre―. ¡Quieres que se marche por la mañana!

―Alistair ―le regaña ella, frunciendo el ceño. Pero es todo fachada. Es obvio que está un poco perturbada por su estallido. Irina y él suelen ser bastante obedientes con sus padres.

―¿Eso... es cierto? ―pregunta el Sr. Masen, mirando de su esposa a mí.

―Sí ―digo, asintiendo.

―¿Cuál es exactamente el problema? ―presiona él con expresión de confusión. Pillado por sorpresa, tal vez, como había adivinado. Él no tenía ni idea de que Tanya estaba pensando en echarme. Seguramente siempre haya sido ella la que se haya encargado de la casa y el personal.

Esta vez hablo antes de que Tanya pueda escupir más mierda.

―La Sra. Masen estaba informándome de que mi relación con su hijo no es profesional y justifica un despido. Yo no sabía que sería un problema, ya que no era algo que se estipulara cuando me contrataron.

Los ojos del Sr. Masen van a nuestras manos, que están unidas entre nosotros en el asiento. La sombra de una sonrisa pasa por su cara.

―Ya veo.

―Papá, vamos. Sabes que Bella es profesional. Ha sido muy buena con los gemelos. No veo el problema ―dice Edward, suspirando.

―Yo tampoco puedo decir que vea ningún problema ―dice el Sr. Masen, mirando a Tanya. Su cara está cuidadosamente compuesta en una máscara inexpresiva, pero ahora la conozco y sé que está pensando su próximo paso.

Creo que ella creyó que podría intimidarme, que mi comportamiento tranquilo significaba que era dócil y fácilmente intimidable; pero estaba equivocada. Espero que ahora pueda verlo.

―Bueno, si tú no tienes problema con esto... ―Nos señala con una mirada de irritación―...Entonces, vale. Simplemente no me parece que sea apropiado.

―Y a mí no me parece inapropiado ―dice Edward.

Se hace el silencio.

―Entonces, ¿puede quedarse? ―susurra Irina.

―Tendremos que hablarlo, pero sí, creo que sí ―dice el Sr. Masen, apartándose el pelo de la cara.

―Siempre podría vivir fuera del edificio mientras sigo siendo su niñera ―ofrezco. Sé que hay muchos detalles que pulir pero, ahora mismo, estos niños solo necesitan que les tranquilicen con que voy a quedarme.

Y yo quiero tranquilizarles desesperadamente.

―Eso está bien ―dice el Sr. Masen―. Ahora, Alistair, no quiero que vuelvas a hacer algo así nunca. Nos has asustado a mí y a tu madre, y también a tu hermana. Y a Bella. Y a Edward. ―Suelta una risita, pero puedo ver la preocupación en su expresión―. Por favor. La próxima vez, habla con nosotros.

―No puedo hablar contigo si no estás aquí ―dice Alistair.

Se me encoge el estómago. Esto se hace más real a cada segundo.

Los labios del Sr. Masen se afinan y asiente.

―Es justo. ―Se levanta, tomando la mano de Irina en la suya mientras sigue con Alistair en brazos―. Tendré que hablar de algunas cosas más contigo, Bella pero, por ahora, voy a acostar a estos dos. ¿Tanya?

Ella se levanta y va sumisamente hacia él, y abandonan la sala como una familia.

Me vuelvo hacia Edward, que está recostado en el sofá con la cabeza apoyada en el respaldo. Es una postura que le he visto cientos de veces.

―Gracias por quedarte conmigo ―susurro, estirándome para besarle la barbilla―. Estoy segura de que podría haberme encargado de ello, pero es mejor contigo aquí.

Él sacude la cabeza.

―¿Estás loca? Nunca te dejaría aquí sola, en esta... guarida de leones.

Resoplo.

―Eso es un poco dramático. Y, de todas formas, tu padre no es tan malo.

―Sí, lo es. A su manera. Tanya es una perra egoísta y mi padre es un idiota negligente. Los dos viven en sus mundos. No tengo ni idea de porqué han tenido hijos.

―Duro ―digo―. Pero... veo lo que quieres decir.

―Es lo que es.

―Al menos... no sé. Al menos con tu padre se puede razonar. Tanya me parece muy vengativa y conspiradora. Como que no se puede confiar en ella.

―Eso está claro ―dice él―. No puedo esperar a contarle a papi querido lo que ha estado haciendo.

* . *

Ahora que los niños están dormidos, los guantes desaparecen.

Tanya y Edward Sr. vuelven a la sala, todavía contenidos.

―Mi preocupación ―empieza él―, es que parece haber tensión entre Tanya y tú. Yo... entiendo que los niños te adoran y el personal me asegura que has sido ejemplar, así que quiero que te quedes. Pero que mi esposa y tú no os llevéis bien es algo incómodo.

―Lo entiendo ―digo. Porque lo hago. Sería terriblemente incómodo.

Pero, antes de que pueda decir nada más, Edward se inclina hacia delante, con los codos apoyados en sus muslos.

―Tal vez quieras hablar con tu esposa de su profesor de yoga.

Tanya se tensa.

―¿Perdona?

Me muerdo el labio, mirando de Edward a su padre y a Tanya. Ahí vamos...

El Sr. Masen se echa hacia atrás, asintiendo. Tiene puesta su cara de póquer, o eso asumo, porque es imposible leerle. Por un momento, nadie dice nada y el silencio es tan pesado que creo que puedo escuchar el latido de mi propio corazón.

―Bueno ―dice Edward finalmente―. Seguramente vosotros tengáis mucho de qué hablar, así que me gustaría llevarme a Bella conmigo esta noche, si te parece bien.

El Sr. Masen asiente vacilante, con la mirada yendo de su hijo a mí.

―Y me gustaría volver por la mañana para llevar a los gemelos a Dwight con Eleazar ―digo, esperando que él acepte. Porque lo cierto es que, llegados a este punto, lo que Tanya quiera es irrelevante―. Por favor.

―Puede que sea una buena idea ―dice el Sr. Masen. Su expresión permanece calmada, pero tiene los puños apretados. La verdad es que no quiero ver cómo las cosas se ponen aun más feas. Casi desearía poder llevarme a los niños también, pero eso sería sobrepasar los límites. Después de todo, están con sus padres y, aunque a mí no me guste su estilo de paternidad (o la falta de él), están a salvo.

―Voy a preparar una mochila ―digo, levantándome―. Gracias por dejar que siga como la niñera de sus hijos, Sr. Masen. Yo... ―Las lágrimas vuelven y me las trago, intentando mantener el control―. Los quiero mucho y haría cualquier cosa por ellos.

―Lo aprecio, Bella ―dice―. Gracias. ―Me está mirando, pero es como si viera a través de mí. Su cabeza está en otra parte. Casi me siento mal por él al marcharme; su hijo pequeño le ha llamado la atención por estar ausente y luego el mayor le ha hecho dudar de la fidelidad de su esposa. Pero luego recuerdo que es un hombre adulto viviendo con las consecuencias de sus propias elecciones. Él es el que pone el trabajo antes que a la familia y él es el que engañó a Esme de la misma forma que Tanya le ha engañado a él.

No le deseo a nadie este dolor y traición pero, al final, cada uno recibe lo que da. Cosechas lo que siembras.

Miro atrás al salir al pasillo. La mirada de Edward se encuentra con la mía y me doy cuenta de que probablemente vaya a decirle a su padre lo que Tanya intentó hacer hace tiempo. No es una conversación que quiera escuchar.

Aunque nunca hay un buen momento para tener conversaciones como esta, así que... supongo que da igual.

El viaje en taxi hasta la casa de Edward transcurre en silencio.

Me siento abierta por dentro. Mis heridas son nuevas y, aunque no son tan malas como las que tienen los gemelos, Edward, su padre e incluso Tanya, no dejan de dolerme.

―Me he asustado mucho cuando no podíamos encontrarle ―susurro, presionando la frente contra el cristal. Fuera, la noche brilla con luces que nunca se apagan.

―Lo sé. ―Edward se frota la cara con la mano. Nuestros muslos están pegados y él baja la mano y cubre mi rodilla―. Yo también lo estaba. Me alegro de que te llamara.

―A lo mejor nos escuchó llamarle ―digo―. Estábamos más cerca de lo que creíamos.

―Sí. ―Él asiente, suspirando―. Será poco no volver a pasar por ello.

―Y que lo digas. ―Me aparto de la ventana y apoyo la cabeza en su hombro―. Gracias por defenderme esta noche delante de tu padre.

―Te dije que lo haría.

―Lo hiciste ―digo suavemente, asintiendo.

―De todas formas, le gustas mucho. Y sabe que los niños se han encariñado. Creo que le costaría dejarte ir.

―Y... estoy muy orgullosa porque le hayas dicho lo que hizo Tanya cuando eras más joven. Sé que no querías hacerlo.

Él se encoge de hombros.

―No estoy tan traumatizado como pareces creer que estoy. Solo siento asco.

―Aun así.

―Sí, bueno. Él merecía saberlo.

―Y, ¿qué va a pasar con Tanya?

―No lo sé. Puede que los gemelos te necesiten ahora más que nunca, sobre todo si Tanya y mi padre se divorcian. Cosa que harán. Las cosas se pondrán feas.

Solo pensarlo me da dolor de cabeza.

Nos detenemos frente al edificio de Edward y pagamos antes de bajarnos. Sopla una fría brisa y me alegro de que Alistair esté a salvo en su caliente cama, en lugar de temblando en ese parque. Nunca podré volver a llevarles a él y a Irina allí sin pensar en esta noche.

Un chico pasa montado en su scooter, sujetando la correa de un bulldog que corre delante de él. Me hace reír, algo que realmente necesitaba. Nunca subestimes el poder de la levedad.

―Debe de vivir por aquí ―dice Edward, cogiéndome la mano y entrando en el edificio―. Le veo todos los días. A veces va en monopatín.

―Es increíble ―digo con una medio risita-medio suspiro―. Desearía tener un perro. Me gustan los bulldogs... sobre todo los cachorros.

―Te conseguiré uno.

―Y, ¿dónde lo tendría, papi Warbucks?

―Aquí...

Entramos en el ascensor.

―Entonces en realidad sería tu perro.

―Sería tu perro que vive conmigo ―dice, pulsando el botón de su planta―. Hasta que tú puedas.

―No creo que eso vaya a pasar en mucho, mucho tiempo ―digo.

―Tampoco creías que fueras a salir conmigo, pero mírate ahora.


¡Hola!

Bueno, pues aquí parte de la resolución. Mañana descubriremos qué pasa con Edward Sr. y Tanya. Y dos cosas que me han encantado del capítulo: la primera, esta frase "No puedo hablar contigo si no estás aquí"... Alistair le ha dado a su padre un buen zasca; la segunda es la forma tan ligera en que termina el capítulo, con la posibilidad del futuro.

Estoy deseando leer vuestras opiniones.

Gracias por estar ahí. ¡Nos leemos mañana!

-Bells :)