¡Hola! Sé que no tengo justificación por haber tardado tanto en actualizar, una de las razones es que soy una cobarde, no quería enfrentarme a escribir este capítulo, finalmente está aquí. Como ya es costumbre en los capítulos largos, les recomiendo preparar una taza de café o té y buscar comodidad, porque oficialmente este es el capítulo más extenso de la historia.
CANCIÓN: LISTEN TO YOUR HEART - ROXETTE
LO OLVIDÉ - PEDRO SUARES VERTIZ
Antes de decir adiós
Hermione se adentró en la habitación, riendo al ver la ropa mojada de Draco.
—¿A qué jugaron esta vez durante el baño? —Se puso a su lado, tomando una toalla y comenzando a secar el cabello de Scorpius.
—Es tu culpa, le contaste sobre el Calamar Gigante y se convirtió en uno cuando le estaba pasando el jabón.
—Lo siento, cariño. —Se inclinó a besar su mejilla. —Yo termino de secarlo y vestirlo, ve a cambiarte o darte un baño. No queremos que papá pesque un resfriado, ¿verdad, cielo?
Scorpius balbuceó algo, dibujando una sonrisa en su rostro.
—¿Lo oíste? Ve, yo me encargo.
Draco bajó la mirada y comprobó que su camisa y parte de sus pantalones estaban empapados. Sí, era mejor cambiarse nuevamente pero no tomaría otro baño, a penas tenía tiempo para el desayuno antes de marcharse al trabajo.
—Gracias. —Se inclinó para dejar un ligero beso en los labios de Hermione. —Ten cuidado con el pequeño calamar.
La castaña rió, negando con la cabeza y volviendo a atender a su hijo.
—Ya sabes que papá es un gruñón. —Acarició su frente. —Y tampoco puede lavarte bien el cabello, no entiende el proceso de los rizos porque él no los tiene como nosotros.
Hermione terminó de vestirlo, colocándole una chaqueta y revisando las agujetas de sus zapatos. Luego, con toda la paciencia que el tiempo le permitía, peinó su cabello y ordenó sus rizos.
Al salir de la habitación tomó el maletín, ya previamente preparado, con Scorpius apoyado en su cadera.
Draco estaba en la cocina sirviéndose una taza de café.
—¿Vas a estar bien con esos tacones? —Le dijo al verla entrar en la cocina.
—Tengo una reunión importante con Artylous, Kingsley y varios miembros del Wizengamot. Ayúdame con su silla. —Draco la ayudó a sentar a Scorpius. —En su mayoría, estaré sentada.
—Claro, sobre los terrenos de los centauros. Me comentaste que eso todavía no estaba resuelto.
—Sí y lo peor es que eso ya habría terminado si los representantes del Wizengamot no fuesen tan conservadores y prejuiciosos. —Puso el desayuno delante de Scorpius. —Siempre ponen pegas a cualquier proyecto o ley que incentivemos. Lograríamos más cosas sino fueran de mente tan cerrada.
Dejó las tostadas en medio de Draco y ella, junto a la mantequilla, el bacon y frente a él, una plato de champiñones fritos.
—Mi agenda de hoy no será tan recargada, o por lo menos hasta ayer no lo era, así ya no tienes que pasar por Scorpius antes del almuerzo. —Degustó algunos champiñones de su plato.
—No creo que sea necesario. —Extendió una mano para apretar la de Draco. —La reunión comienza a las nueve, son muchas horas hasta después del mediodía. Si surge algo yo te aviso, gracias.
Al terminar de desayunar, Hermione se levantó para preparar el refrigerio de su hijo, al tiempo que Draco ayudaba al pequeño a comer.
—Estoy poniendo papilla de plátano y durazno para que se la des a Scorp a media mañana, también llené su termo con agua y tienes la fórmula aquí para que puedas preparar leche. —Enumeró en tanto llenaba todo dentro. —Ya sabes hasta donde debes prepararla. Hay cubiertos extra, servilletas, paños húmedos y un par de baberos. —Levantó la mirada. —¿Ya terminaste?
—Ya terminamos. —Se levantó de la mesa y se puso al lado de la silla de comer. —Y no tienes que recordármelo, los dientes. —Se adelantó al ver a Hermione lista para agregar algo.
Más tarde ambos se despidieron frente a la chimenea. Con Hermione haciendo otro repaso de todo lo importante que Draco no debía descuidar y él asegurándole que tenía todo memorizado y corresponder a su inquietud con un beso, para a continuación meterse en la chimenea.
Sus empleados estaban acostumbrados a verlo llegar con Scorpius, así que el camino hacia su oficina era tranquilo mientras se limitaba a asentir como saludo.
—Buenos días, señor Malfoy. —Lo saludó su secretaria, la señora Moore. —Buenos días jovencito, se ve usted tan guapo como siempre. —Se dirigió a Scorpius con total ternura, como cada mañana.
—¿Qué tengo que revisar hoy?
—Oh, por supuesto, señor Malfoy. —Tomó un pergamino de su escritorio. —Tiene que revisar la renovación de contratos con el Departamento de Cooperación Mágica Internacional y el Departamento de Transporte. Asimismo, San Mungo envió la rendición de cuentas del mes y también recibimos el informe de la Confederación Internacional de Magos.
—De acuerdo. —Supuso que todo ese trabajo ya estaría esperándolo dentro de su oficina. —¿Hay alguna reunión programada para hoy?
—No hay ninguna reunión el día de hoy. Sin embargo, mañana tiene una cita con el representante del Ministerio Noruego y una reunión con el equipo de Finanzas y Contabilidad.
—Bien. —Se alejó del escritorio y entró en su oficina.
Scorpius dejó de estar quieto en sus brazos para comenzar a agitarse.
Desde que él y Hermione establecieron horarios para ocuparse del bebé en tanto acudían a sus respectivos trabajos, tuvieron que idear cosas para que Scorpius no se aburriera en ninguna de las oficinas. Así, en la oficina de Draco se retiró un sofá y se reacomodaron los estantes para crear un espacio que estaba lleno de juguetes y una alfombra en la que Scorpius pudiera jugar y distraerse. La oficina de Hermione tenía un aspecto similar. El pequeño gateaba y tomaba sus juguetes y peluches, descubría y exploraba con ansias, pero siempre con la atención de sus padres sobre él.
Draco con cuidado dejó a Scorpius sobre la alfombra y el pequeño se apresuró a gatear hasta una pelota azul, luego su padre tomó los pergaminos que descansaban en su escritorio y regresó a sentarse en el sofá que estaba frente al espacio de Scorpius.
Hermione solía recordarle que cada día utilizara hechizos de limpieza en los juguetes de Scorpius, debido a su desbordante curiosidad que le hacía explorar todo y el que sus dientes hubiesen empezado a crecer causando que su hijo quisiera llevarse todo a la boca. También le repetía que no se alertara demasiado cuando Scorpius resbalara mientras gateaba, porque lo asustaba y no era bueno para su aprendizaje. Draco cumplía con todos sus requerimientos pero eso no quitaba que él tomara sus propias precauciones.
Las mañanas en la oficina para él eran en gran parte atender a Scorpius, prestarle atención, dejarse caer en la alfombra junto a él para ayudarle a sentarse y jugar con los cubos y algunas piezas de madera, y quizá menos de una décima parte de la mañana era avanzar el trabajo que tenía pendiente. Y no se quejaba porque después de dejarlo con Hermione tenía tiempo de sobra para trabajar hasta antes de retornar a casa.
Tenía una rutina organizada y para nada aburrida. Siempre podía hallar espontaneidad. Que Blaise apareciera en su oficina y de pronto Draco ya no cuidaba de solo un niño, que Hermione saliera antes del trabajo o que él lo hiciera e ir a pasear junto a Scorpius.
Como ese día, cuando llegó cerca de las seis con varios pergaminos en el maletín con el fin de prepararse para las reuniones del día siguiente, encontró a Hermione cantándole una canción de cuna a Scorpius.
—¿Todo bien? —Preguntó, acercándose a ella y rodeándole la cintura con un brazo.
—Sí, acaba de quedarse dormido, estaba muy agotado.
Giró hacia él y cruzó ambos brazos detrás de su cuello.
—¿Cómo te fue a ti? —Sonrió al tiempo que acariciaba suavemente su nuca.
—Tengo reuniones tediosas para mañana y he lidiado con algunos informes, ya sabes lo cotidiano.
Se tomaron de la mano y salieron de la habitación en silencio. Al llegar a su dormitorio, se sonrieron mutuamente para luego besarse. Ambos sintieron como si ese beso consumiera todo el cansancio, renovando sus energías poco a poco. Olvidaban lo lentas que pasaban las horas durante el trabajo y lo fácil que se hacía extrañarse el uno al otro.
—Draco. —Se separó un poco. —Hoy he hablado con Harry.
—¿Y? —Murmuró besando su mandíbula.
—Me volvió a invitar a comer con él y los Weasley.
Draco detuvo sus labios en pleno descenso por el cuello de su esposa. Sabía lo que eso significaba.
—¿Qué le dijiste? —La miró con atención.
—Que no podía. —Encogió los hombros, era reticente a alejarse de Draco. —Acordamos que el domingo Narcissa y Blaise vendrían aquí para el almuerzo.
Él intuía que había algo más detrás de aquel rechazo.
—¿Te negaste solo por eso?
La castaña frunció la nariz. La había pillado.
—Los señores Weasley y Ginny no tienen problemas con nuestra relación. Los demás, incluso Harry, sí, y no… no me gusta sentir de alguna manera su desdén. —Se apegó un poco más a él. —Es muy incómodo y odio la forma en la que te miran.
—Ellos son importantes para ti, Hermione. —Tomó su mentón y volvió a fijar sus ojos en los de ella. —No te alejes de ellos por mí. Puedes ir tú sola si así lo quieres, no hay problema. Sin mí ahí, no habrá nada incómodo. Sé lo que significan para tí, son como tu familia, no tienes que hacerlos a un lado solo porque no les gusta nuestra relación.
Hermione dio un paso atrás, con un gesto de enfado.
—Pero eres mi esposo, si te rechazan a ti, también lo hacen conmigo. —Extendió una mano y tomó la de Draco. —Ellos han sido cariñosos y acogedores, sin embargo no soy parte de ellos como lo es Harry. —Consiguió sonreír un poco con el fin de alejar la preocupación y la incredulidad del rostro de Draco. —Fui alguien cercana y una bien recibida invitada, por lo menos hasta antes de la guerra. Luego… quizá sí, me hicieron pertenecer a su familia porque yo perdí a la mía y porque era la novia de Ron, lo que acabó junto con mi relación con él. Entonces, volví a ser la bien recibida invitada.
—También saliste con otro de los Weasley. —Refutó, soltando un bufido.
—Esa es otra historia. —Rodó los ojos. —Y solo fueron un par de citas. Y ese no es el punto, Draco. —Le dio un golpe en el hombro. —Me refiero a que ahora eres mi familia. Tú, Scorpius y yo, somos una familia. También Narcissa y Blaise son nuestra familia. —Él sonrió por la aclaración. —¿Lo ves? Apreció a los Weasley, pero nunca pertenecí a ellos, pertenezco a donde estén Scorpius o tú.
Draco absorbió sus palabras y las atesoró en un lugar especial. Él también pertenecía a Hermione y a Scorpius y se sentía orgulloso de formar parte de esa familia.
—Te amo, sin embargo tienes que prometerme que pronto te reunirás con ellos. —Le dijo con seriedad.
—Yo también te amo y si quieres eso, tienes que acompañarme.
—Bueno, iremos Scorpius y yo a rodearnos de comadrejas, si tú aceptas contarme todo sobre ese otro Weasley.
—¡Draco! ¡Solo fueron citas! —El rubio enarcó una ceja. —Voy a hechizar a Ron por soltar lo otro. —Murmuró por lo bajo. —De acuerdo, luego no tie….
Se oyó algo similar a un trueno, tras lo cual todo se oscureció.
Draco se tensó al instante, sacando su varita en un parpadeo y rodeando a Hermione con los brazos a manera de protección. Encendió su varita con un Lumos no verbal.
—¿Qué fue eso?
—Creo que la electricidad. —Le cogió de la mano y también encendió su varita. —Ven, vamos a ver a Scorp.
Él la siguió, apretando la varita. Sabía lo que era la electricidad, la cuestión era que no entendía qué sucedió para que la casa quedara a oscuras, eso no ocurría en Malfoy Manor o en su antiguo departamento, ni en Hogwarts.
Por suerte Scorpius continuaba durmiendo ajeno a la conmoción.
—¿Podemos arreglarlo? —Preguntó.
—No. Somos magos y todo, pero creo que no hay electricidad en toda la calle, no podremos arreglarlo. —Apretó su mano.
—¿Qué te parece si abrigamos a Scorp, tomamos su coche y nos vamos a cenar fuera? Dudo que podamos hacer la cena a oscuras. —Sugirió tras pensarlo unos segundos.
—Eres mago, cariño. Únicamente necesitamos un par de lumos maxima.
—Dijiste que también podría ocurrir en toda la calle, sería raro para nuestros vecinos muggles, que nosotros tengamos iluminación y ellos no.
Sí, él estaba tratando de ganar. Es que podía llegar a ser tan terco, utilizando argumentos cada vez más irrefutables
—Está bien, pero vamos al restaurante en el que vimos que tenían algunos platos para bebés, Scorp no puede solo tomar leche antes de dormir, el...
—Lo sé. El tediatra dijo que Scorpius estaba por debajo del peso normal. Tranquila, iremos allí.
Hermione no contuvo su risa, mientras se acercaba a la cuna de su hijo.
—Es pediatra, Draco. —Le corrigió sonriendo y se inclinó a tomar en brazos a Scorpius. —Shhh… shhh… no pasa nada bebé… shhh
Al girarse con su pequeño en brazos, encontró a Draco sosteniendo un abrigo para Scorpius. Después, la ayudó a acomodarlo dentro de su coche.
—Por suerte no despertó. —Susurró, cubriendo a Scorpius con una manta. —Iré por nuestros abrigos.
Antes de salir de la casa, Hermione tomó su bolso en el que llevaba cosas para Scorpius, y una linterna de uno de los cajones de la cocina. Al salir, confirmaron que la electricidad se había ido en toda la manzana.
—¿Qué es eso? —Soltó Draco cuando ella encendió la varita.
—Una linterna funciona con pilas. —Agitó ligeramente el objeto. —Sé que tú serías capaz de utilizar tu varita, así que es mejor mantenerte ocupado empujando el coche mientras yo ilumino el camino.
—No me importa empujar el coche, es mi hijo y está más seguro conmigo que con su madre que confía en cosas muggles. —Hermione entreabrió los labios. —Estamos en la oscuridad por culpa de los muggles. —La detuvo. —De todas formas no importa, eres buena iluminando el camino.
Compartieron una sonrisa y continuaron caminando.
Sí, siempre podían encontrar espontaneidad.
—¿Quién crees que será el primero en hacer un comentario desagradable? —Dijo Hermione deteniéndose frente a la chimenea.
—¿Ronald? —Murmuró retórico, a lo que ella resopló. Eso lo hizo suavizar su tono. —No importa quién sea, alguno de ellos lo hará y ya tienes suficiente con pensar en esa posibilidad. —La tomó del mentón. —Seamos imperturbables y corteses, el resto es irrelevante.
—Eso sonó muy Malfoy. —Frunció la nariz.
—Cariño, somos los Malfoy.
Hermione negó con la cabeza al tiempo que, algo menos nerviosa, entraba en la chimenea con Scorpius aferrado a su cuello.
Si bien hacía más de un año que no acudía a los almuerzos en La Madriguera, ésta estaba llena de movimiento, seguía siendo la misma que Hermione recordaba desde su primera visita allí, pero en ese momento había muchas personas hablando y yendo y viniendo por todos lados. Nada comparada con su tranquila vida junto a Draco y realmente lo apreciaba. Podía sentirse contenta con toda ese entusiasmo y felicidad sin embargo, para su serena personalidad, llegaría un punto en el que el bullicio resultaría agobiante. Entonces, confirmó que no había mejor lugar para ella que donde estuviera Draco y Scorpius.
Sus reuniones con los demás miembros de su familia eran alegres, divertidas, reconfortantes y cálidas. Narcissa era encantadora y siempre habría un tema de conversación con ella, además ya se había acostumbrado a su encubierto sarcasmo, luego estaba Blaise que bien podía ser un adulto y que se unía a sus intelectuales debates con Draco, de la misma manera que podía convertirse en un niño de cinco años muy travieso.
Quizá Draco tenía razón y ahora era una Malfoy. La idea le agradaba.
Se hizo a un lado al oír el crujido de la chimenea y un par de segundos más tarde, sintió la presencia de su esposo al lado.
—¡Mione! —La saludó Ginny, saliendo de la cocina. —¡Mamá, Hermione ya llegó! —Gritó en dirección a la cocina y caminó hacia ellos.
—Hola Gin. —Dijo Hermione con una sonrisa. —Te ves bien.
—Tú te ves genial, ese abrigo es precioso. — Señaló el largo abrigo beige de Hermione. —Hola Malfoy, hola Scorp. —Extendió los brazos y tomó al niño apretándolo en su pecho.
Draco movió los pies, incómodo, pero manteniéndose al lado de Hermione. Hacía no mucho habían visto a la pelirroja, iba a almorzar a su casa en algunas ocasiones junto a Potter y siempre se mostraba cariñosa con su hijo.
Hizo lo que pudo para mantener sus ojos en Scorpius cuando comenzó a notar que los demás Weasley tenían su atención puesta en ellos, y sí, podía percibir el tácito rechazo.
El siguiente en ir hasta ellos fue Ron, deteniéndose a la izquierda de Ginny.
—Qué tal Mione, Malfoy. —Asintió hacia el segundo.
Hermione se contuvo de abrazarlo con su antigua camaradería, no quería hacer más incómodo el encuentro.
Ron aún era reticente a su relación con Draco, así que luego de unas cuantas visitas en los primeros meses de Scorpius, dejó de ir por su casa.
—Ron, mira sus ojos. Te lo dije, son sorprendentemente grises. —Su hermana acercó un poco a Scorpius hacia él.
Ron ladeó el rostro por un segundo para regresar a ver a Hermione, ella siguió su mirada notando que su amigo fijaba sus ojos en la mano con la que Draco le rodeaba la cintura. Hermione quiso reír, ese detalle había atrapado la atención de Ron cuando ella apenas se percataba de ello, estaba más que acostumbrada a los ya familiares gestos de su esposo que en su lugar, lo que la extrañaría, sería que él no lo hiciera.
—A veces parecen azules, Gin. —Cortó el silencio. —Por la mañana o cuando está por dormir, sino por lo general son iguales a los de Draco. ¡Ah! Y tiene un diente nuevo desde la última vez.
—¿En serio? —Le sonrió a Scorpius y le hizo algunas cosquillas para conseguir que él sonriera. —¡Oh sagrado Merlín! ¡Es tan adorable!
El pequeño la recompensó con infantiles risas y giró la cabeza en dirección a sus padres.
—Ddu… dda… pa… pa… papa. —Extendió sus brazos hacia Draco y él, sin esconder su sonrisa, se acercó a tomarlo.
—Hueles a pañales, Malfoy. —Se burló Ron con tono agrio.
—Tengo un hijo Weasley, no solo huelo a pañales. —Respondió, casi ignorándolo mientras acomodaba el cabello de Scorpius.
—Iremos a saludar a los demás. —Concilió Hermione.
Los cuatro adultos caminaron hacia los demás que rodeaban la mesa del comedor.
Draco agradeció tener a su hijo en los brazos, ya que los demás desviaban su molestia al mirar a su hijo y sonreír. Sabía que Scorpius era tan adorable que era imposible no caer rendido por él.
Quién no se inmutó al saludarlo fue la señora Weasley, quien salió de la cocina limpiándose las manos en su delantal y le dio un fuerte abrazo, besó sus mejillas y también las de Scorpius e hizo lo mismo con Hermione, fue bueno saber que a su esposa le hacía gracia que su rostro y el de su hijo expresara estupefacción. Molly Weasley era tan arrolladora que hasta había abrumado a Scorpius.
—La comida está lista. Siéntense todos. —Los apresuró. —George, Ron. Traigan las sillas para los niños, nuestra Victoire ya es una niña grande y su silla puede ocuparla el pequeño Scorpius.
Cuando los pelirrojos regresaron con las sillas, Draco dejó a su hijo en el regazo de Hermione para alcanzar a George y coger una silla.
—Gracias. —Asintió y la colocó entre él y Hermione, acomodando a Scorpius en ella.
—Tu pequeño cumplió un año, ¿cierto querida? —Le preguntó Molly a Hermione, al haberse todos acomodado alrededor de la mesa.
—Sí, hace casi una semana. Lo celebramos en Praga, Draco tenía que resolver asuntos allí y aprovechamos para viajar todos por un par de días. —Comentó aplastando ligeramente las verduras a vapor que Molly había servido para Scorpius.
—¿Viajaron los tres? Los viajes en familia son muy bonitos. —Acotó Arthur.
—Sí, son muy bonitos. Si el trabajo lo permite, cuando Draco tiene que viajar al extranjero, lo acompañamos. Esta vez, como el cumpleaños de Scorp estaba cerca, viajamos todos, nosotros tres, Narcissa y Blaise, el padrino de Scorp.
—Señor Malfoy, ¿viaja mucho? —Preguntó Arthur.
—En realidad, en el trabajo es Blaise quien viaja más, él es mi socio y cuando tenemos reuniones fuera o cuando un asunto debe ser tratado en persona, él viaja. Yo suelo hacerlo cuando las citas coinciden y en el caso de que él no pueda por la distancia. Personalmente, prefiero quedarme en las oficinas. —Ayudó a Hermione a atar el babero alrededor del cuello de su hijo.
—He oído que tienes contacto con Ministerios de otros países. —Percy se unió a la conversación.
—Sí, en un comienzo con Francia luego de lograr alcances significativos en nuestro Ministerio y desde hace poco tenemos alianza con el Ministerio de Noruega. Son relaciones un tanto arriesgadas, el año pasado fallamos con una inversión. —Su postura se irguió. —No obstante así son los negocios. Por ejemplo, hace seis meses que insertamos capital en un prometedor Boticario en Atenas, para mejorar el abastecimiento de pociones en San Mungo y otros distribuidores, fue una gran inversión y las ganancias comenzaron a llegar recién el último mes. Son buenas, no me puedo quejar.
—Eso nadie lo puede negar. —El tono de Percy era diplomático. —Les va muy bien, incluso hace no muchos meses renovaste contrato con el Departamento de Cooperación Mágica Internacional por otros cinco años.
—Y también por fin pudiste comenzar a trabajar con Gringotts. —Aportó Bill, siendo atraído por la conversación.
Draco elevó el mentón con altanería y Hermione al verlo, rodó los ojos.
—Eso fue muy difícil, tardé años en lograrlo. —Se concentró en cortar un poco de hojaldre de su plato, triturarlo y tras dejarlo en el plato de Scorpius, regresó su atención a Bill. —Perdón. Al final fue gracias a Hermione, ella me ayudó a reorganizar la propuesta y junto a mis asesores, conseguimos la aprobación de Gringotts.
Continuaron hablando de negocios, de trabajo y del Ministerio, que todos terminaron uniéndose a la plática.
Después que Molly sirvió el postre, Draco atrapó a Weasley estrechando los ojos hacia Scorpius.
—¿Pasa algo, Ronald? —Preguntó directamente.
—¿Eh? —Se sobresaltó. —Solo… este… tiene las mejillas manchadas de… eh… calabaza y judías verdes.
—Es un niño, Ron, está aprendiendo a comer por su cuenta. —Lo regañó Angelina, algo irritada y atendiendo a su propio hijo.
—Lo sé, solo que es algo… sucio. —Sus rostro se estaba ruborizando.
—Por lo menos Scorp come con la boca cerrada. —Dijo Draco, otra vez sin filtro.
—Y utiliza cubiertos. —No evitó comentar Hermione, señalando con el mentón la mano de Ron que sujetaba un pedazo de Spotted Dick.
La castaña sacó un pañuelo de su bolso y limpió las mejillas y las manos del pequeño.
—Ayúdale a comer el pollo. —Dijo, inclinándose hacia Draco.
Él ayudó a Scorpius a coger con su cuchara algo de pollo deshilachado y se fijó en que masticara correctamente.
—¿Y han pensado en tener otro hijo? —Soltó Molly.
La pareja intercambió una mirada atónita, sin saber identificar si era simple curiosidad o algún tipo de intriga.
—Este… no. —Respondió Hermione. — Scorpius todavía es pequeño y los dos hacemos malabares para cuidarlo como es debido. No hemos pensado en tener otro hijo porque estamos bien con Scorpius.
Draco no pudo estar más de acuerdo.
Estuvo aterrado cuando supo que tendrían a Scorpius, y aunque amaba la experiencia que estaba viviendo, a veces todavía sentía miedo. Y luego esta señora abría la boca y preguntaba si querían tener otro hijo.
—Claro, con ambos trabajando, es más complicado. —Continuó Molly. —Yo creí que tras el parto no regresarías a trabajar, pues ya no lo necesitas.
—Hermione ama su trabajo, es imposible privarla de eso, aunque como usted dice no lo necesitamos. —Draco intervino. —Llegamos a un acuerdo y estamos haciendo que funcione para los tres, ha ido bien hasta ahora.
La castaña giró la cabeza hacia él con una sonrisa.
Para el mundo en el que Draco había crecido era casi inaudito que una mujer casada trabaje. Habían casos excepcionales; no obstante, en su mayoría, las mujeres de la aristocracia mágica se dedicaban a organizar fiestas, eventos de caridad y tardes de té. Ella estaba lista para contraargumentar en el momento en el que Draco osara pedirle que deje el trabajo y se quede en casa. Él nunca lo hizo. En su lugar, la ayudaba a transcribir sus propuestas, se sentaba junto a ella y tomaba unos de sus libros para ayudarla a encontrar más argumentos, la escuchaba exponer y la corregía con paciencia, en otras ocasiones, le decía con soltura que ella era la siguiente Ministra de Magia.
Así que, además de sorprendida, estaba agradecida con el apoyo de Draco. Él era su continuo soporte y esperaba que él supiera que ella también era su apoyo, que le guardaría las espaldas siempre.
En cuanto todos terminaron de comer, se dirigieron hacia el exterior de la casa. Con el invierno se suponía que habría nieve, sin embargo, el señor Weasley y Bill se las había arreglado para hacer un poco más confortable el clima ahí afuera.
Draco se quedó al lado de Scorpius, vigilándolo mientras él jugaba con los otros niños Weasley. Hermione, por otra parte, fue arrastrada por Ginny para reunirse con las demás mujeres.
—Sí, Herms te ves muy bien y ese abrigo es muy elegante. En serio pareces una Malfoy. —La aduló Angelina, riendo.
Hermione sonrió cortés, consiguiendo con éxito no fruncir el ceño por lo sarcástica que sonaba la esposa de George.
—Oh, cállense, Hermione se ha vestido así siempre. —Ginny agitó la mano, saliendo a defender a su amiga. —Sus blusas, pantalones o faldas para ir al trabajo son elegantes.
—Sí, pero ahora tiene otro aire. —Angelina continuó estrechando los ojos hacia ella. —Juraría que parece de la aristocracia. Eso no importa, cuéntanos qué hiciste para tener ese cuerpo, es fantástico. Mírame a mí, he tenido que renovar mi guardarropa luego de tener a Fred.
¿Desde cuando Angelina era una bruja superficial? De Fleur se podría esperar, ella era como una reina de belleza, pero si no lo estaría viendo, ni siendo objeto de ello, no creería que Angelina le hiciese esos comentarios.
—En realidad, nada. —Respondió, optando por seguir siendo cortés. —Narcissa, mi suegra, me hizo seguir una dieta muy estricta en los primeros tres meses de Scorpius, y me recomendó algunos aceites corporales que usé desde antes del parto.
—Las mujeres sangre pura siempre tienen sus secretos. —Resolvió Audrey. —Debe ser por eso que tienes todo en su lugar, y seguramente esa dieta hizo que recuperes tu figura sin perder los atributos favorables del embarazo.
—¿En serio? —Hermione se sonrojó. —Muchas gracias, ustedes se ven genia...
—Oh, y no contemos con que hizo algo llamado yoga durante el embarazo. —La interrumpió Ginny.
—Tomé clases de yoga por las complicaciones que hubieron, no por cómo me vería. Creo que en ese momento era lo último que me preocupaba.
—Eso es muy razonable. Aunque cuando tienes a un marido que tal vez gana más que todos los funcionarios del Ministerio, puedes ocuparte de todas tus preocupaciones.
Y otra vez. ¿Qué rayos pasaba con Angelina?
—El dinero no es problema, lo admito. —Dijo la castaña tranquilamente. —Pero eso es algo que no me gusta de Draco, cuando compra ropa no se molesta en ver la etiqueta. No te imaginas el calvario por el que pasamos al momento de comprar cosas para la habitación de Scorp. —Bufó. —Al final, hicimos un presupuesto. Es algo bueno, que a pesar de todo, siempre llegamos a un consenso. Nos cuesta, pero lo hacemos.
—Hay una gran probabilidad de que llegue el día en el que tampoco te molestes en ver la etiqueta de una prenda. —Comentó nuevamente Angelina, fingiendo desinterés.
—Las personas cambian Angelina, la esencia se mantiene. Nuestra Hermione es humilde, no va a cambiar eso por portar el apellido Malfoy. —Ginny saltó por segunda vez en su defensa.
Sin que nadie lo hubiese notado, Draco estaba detrás de su esposa.
—Disculpen señoras. —Dijo y procedió a inclinarse a la altura del oído de Hermione. —Iré a cambiar a Scorpius. —Susurró.
—No, no. Iré yo. —Comenzó a levantarse.
—No, tranquila. Solo dame tu bolso y preguntaré dónde está el servicio.
—¿Seguro?
—Seguro, no hay problema. —Asintió y apretó su hombro.
Hermione recogió su bolso y se lo tendió. Él regresó a donde Scorpius lo esperaba, sentado en el césped, lo tomó en brazos y regresó al interior de la Madriguera.
—¿Él es guen padgge? —Preguntó Fleur con tono amable.
—Oh, cla…
—¿Malfoy siendo buen padre? —Espetó Angelina, incrédula. —Probablemente Hermione tiene que mantener ambos ojos sobre él para evitar que le enseñe a su hijo a llamarla "sangre sucia", en lugar de "mamá".
—Draco es un padre asombroso. —Esa vez las mejillas de Hermione no se encendieron por estar avergonzada, sino de molestia. —Lo ha sido desde el primer momento, y no creo que nadie pueda tener algo que reprocharle. Comete errores, lo sé. Sin embargo, está aprendiendo, igual que yo e igual que todos, porque nadie nace sabiendo qué es lo que se debe hacer cuando tienes un hijo. Lo intentamos de la mejor manera que podemos, y la razón es que nuestro hijo merece lo mejor de nosotros. —Se puso de pie. —Si me permiten, iré a buscarlo, él no conoce esta casa.
Ajustó las mangas del abrigo por el que ellas tanto habían preguntado y dio media vuelta para tomar el camino de regreso.
Esperó fuera del cuarto de baño del segundo piso, tratando de calmarse. Había sido una emboscada y por más que Ginny la defendía, sabía que su amiga también tenía sus reticencias. No fueron preguntas demasiado ofensivas, de igual modo, dolía. ¿Es que acaso todo el mundo la miraba diferente desde que se había casado con Draco? ¿Así de influenciable se veía? O acaso… ¿Así de interesada?
Cambiar su forma de vestir o sus prioridades, solo por apellidarse Malfoy. Resopló.
—¿Qué sucedió allá? —Oyó decir a Draco.
Se sobresaltó.
—No nada, creo… creo.. que ya debemos regresar a casa. —Se alejó de la pared.
—Hermione…
—Solo… —Suspiró. —Ellas creen que la única razón por la que estaría contigo es por tu dinero y tienen el síndrome de Ron; creer irrefutablemente que seguimos siendo los de Hogwarts. No quiero ser maleducada, así que para evitar situaciones, prefiero regresar a casa.
—¿Qué dijeron? —Luchó por no apretar los dientes. —No haré nada, solo quiero saberlo.
—No importa, Draco. Ahora despidámonos y pasemos el resto de la tarde en nuestro hogar.
Draco la miró fijamente por casi un minuto, en los que Scorpius terminó por aburrirse y apoyó su cabeza en el hombro de su papá. Ambos sonrieron y Draco ladeó la cabeza para besar la frente de su esposa.
—Quería darte la sorpresa después. —Comenzó. —Sin embargo, te ves como si necesitaras animarte así que… ¿qué te parece Italia para celebrar año nuevo?
—Draco… tú… no… oh Merlín —Balbuceó casi con incoherencia. —Si hace poco acabamos de viajar, no puedes…
—Ya tengo todo arreglado. Además será la primera vez de Scorp en la playa. No puedes negarte. —Sonrió de lado.
Si no tuviera a Scorpius en brazos, Hermione lo habría empujado.
—El año pasado estuvimos en Francia, este año Italia. ¿Qué sigue? —Negó con la cabeza. —A estas alturas, nuestro hijo conocerá todo Europa antes de cumplir cinco años.
—Estás siendo terca. —Trató de hacer un mohín. —¿Vendrás con nosotros, o no?
Como para ponerla entre la espada y la pared, el pequeño también levantó la mirada dirigiéndola hacia ella. ¿Cómo se podía negar a ese par de miradas grises?
—Con ustedes así, es imposible decir que no. —Finalmente sonrió. —Sabes que accederé, no tienes que utilizar esos chantajes.
—Funciona, es lo que vale. —Le dio un ligero beso.
—Volvamos a casa. Tú haces la cena.
Fueron bajando por los escalones.
—No creí que esposo fuera sinónimo de sirviente. —Murmuró en voz baja.
Se despidieron de todos y Hermione notando la inquietud de Ginny, la consoló con una sonrisa y una invitación a cenar en el transcurso de la semana. Luego, los tres, se metieron en la chimenea, llegando a su casa y optando por cobijarse en la cama matrimonial y ver una película muggle más.
—Draco… Draco… —Susurró alguien a su lado.
—¿Sí? —Oyó su voz ronca.
—Es hora de ir al trabajo. —Le respondió. —Y quita tu brazo de mi cintura que no me puedo levantar.
—¿Segura que es por mi brazo? —Insinuó, abriendo los ojos.
—No voy a responder eso ahora. Anda levántate.
Cuando logró salir de la cama, corrió hacia el cuarto de baño y se metió en la ducha. Al terminar, Draco seguía en la cama en toda su gloria desnuda.
—Bendito Godric, despierta ya Draco. —Lo apresuró.
Con un gruñido, él se levantó y también entró en el cuarto de baño, mientras Hermione corría por la habitación preparándose para ir al trabajo.
Hicieron su conocida rutina hasta después de desayunar, cuando Hermione acompañó a Scorpius a lavarse los dientes y tomar su mochila para dejarlo en guardería.
—Pobre amigo, debe estar cansado. Crooks, te dejo un poco de comida y agua. —Hermione pasó la mano por su pelaje. —Cuida la casa, Crooks. —Se puso de pie, acomodando su falda.
—Sí, cuks. —Exclamó Scorpius a su lado e inclinándose a abrazar al felino.
Hermione frunció el ceño cuando al soltar a Crookshanks, su cabeza cayó como un peso muerto. Volvió a inclinarse.
—Crooks, ¿estás bien? —Lo acarició otra vez. —Despierta, Crookshanks. ¿Crooks? ¡Crookshanks! —Continuó sin reaccionar. —Cariño, ve con papá. ¿Si?
Besó la mejilla de Scorpius y él caminó hacia el comedor con pasos torpes.
—Crookshans, amigo. Despierta, por favor. Solo mírame y te prometo que te dejaré en paz. —Rogó con lágrimas contenidas. —Crooks… —Susurró por última vez, antes de dejar caer las lágrimas.
A los pocos minutos, sintió a Draco abrazándola, lo que hizo que se apoyara en él y comenzara a llorar con más fuerza.
Recordaba haber visto a Crookshanks aislado y receloso en esa tienda del Callejón Diagon, fue escuchar a la dueña y nada más antes de decidir adoptarlo. Y a través de los años, su gato había sido una constante.
Acompañándola en Hogwarts, en sus horas de estudio, durmiendo a su lado en la biblioteca, escurriéndose por los pasillos y demostrando lo bien que se le daba ser un kneazle. Acompañando sus veranos y siendo su consuelo cuando tomó medidas drásticas para proteger a sus padres. Siendo su soporte y significando lo único familiar que le quedaba tras la Guerra y más tarde acompañándola a enfrentar el mundo como una adulta. Viajar con ella a Francia y regresar a Londres, siguiéndola cuando se mudó con Draco y manteniendo sus amarillos ojos en ella durante el embarazo. Holgazaneando al pie de la cuna de Scorpius, siendo el primero en correr cuando lloraba, agitando la cola tras él cuando el pequeño se subía en su pequeña escoba.
Su sagaz y fiel compañero había sido una parte muy importante en cada etapa que le había tocado vivir. Y entonces… llegó el momento en el que sus caminos inevitablemente se dividían.
Su peludo y gruñón amigo acababa de marcharse sin darle la oportunidad de decirle "hasta pronto".
Miró el sobre con curiosidad.
¿Por qué el Wizengamot le enviaba una carta?
—Estaba pensando que hoy podemos llevar a Scorp al zoológico de Londres. —Comentó Hermione al dejar su taza de café sobre la mesa.
—Me acaba de surgir algo en el Ministerio. —Le mostró la carta. —Quiero resolverlo lo antes posible.
—Está bien. —Enmascaró su desilusión. —Le escribiré a Harry para ver si quiere llevar a James.
—Nunca creí que un hijo mío iba a ser cercano a un Potter. Si Scorpius no tuviera tanto de ti, no tendría por qué preocuparme. Pero es un hecho que va a ser amigo de un Potter.
—¿En qué momento me casé con un dramático? —Lo miró reojo.
—No solo te casaste. —Al pasar por su lado, la besó. —También tienes un hijo con él. —Siguió su camino hacia la cocina.
Hermione trató de enojarse con él, y sus esfuerzos se frustraron cuando soltó una carcajada.
Casi una hora después, Draco se fue al Ministerio todavía intrigado y un poco molesto por haber perdido ese paseo familiar.
Revisó su reloj, asegurándose de estar llegando a tiempo.
—Buenos días, he sido notificado sobre una reunión a las 11. —Le comunicó a la secretaria.
—Buenos días, su nombre, por favor.
—Draco Malfoy.
La vio hurgar por entre unos pergaminos desplegados en su escritorio, hasta que tomó uno que estaba junto a otros pergaminos algo descuidados.
—Sí, aquí está. —Puso el pergamino frente a ella. —Draco Malfoy, hijo de Lucius y Narcissa Malfoy. Nacido el 05 de junio de 1989, en Wiltshire, Gran Bretaña. Actualmente casado con Hermione Malfoy y padre del menor Scorpius Malfoy.
Él asintió, todavía más confundido.
—Se ha hecho una solicitud con su nombre y tiene que acercarse a la prisión de Azkaban.
—¿Qué? ¿Cuál es la razón por la que tengo que ir a Azkaban? —Su rostro se desencajó y no evitó inquirir casi con brusquedad.
—Son asuntos confidenciales de la Junta de Aplicación de Ley Mágica para Criminales involucrados con Magos Tenebrosos y Magia Oscura. —Respondió sin inmutarse. —Un auror lo acompañará a la prisión de Azkaban, donde se reunirá con un encargado de dicha Junta.
—No voy a ir a Azkaban con ningún auror, sin que me expliquen para qué me quieren allí. —Su mandíbula se apretó, revelando una expresión fría y enojada.
—Lo siento, señor Malfoy. —Agitó su varita y levitó un papel en el aire que comenzó a alejarse. —Escribí a la Oficina de Aurores, quizá alguno de ellos le informe la situación antes que partan hacia la Isla en el Mar del Norte. Es lo único que puedo ofrecerle.
—Es mejor que nada, de lo contrario no pienso ir a ninguna parte así me sienten frente al Ministro Shakclebot.
La secretaria asintió en silencio, finalmente intimidada.
Por otro lado, la mente de Draco no paraba de buscar respuestas, al tiempo que él apretaba los puños dentro de los bolsillos de sus pantalones. La inquietud surgió desde que vio que la carta era para él, no había razones para que el Wizengamot le enviara alguna notificación, sus asuntos respecto a la Guerra estaban resueltos. Ellos le habían quitado más de la mitad del oro en sus bóvedas, le habían obligado a regresar a Hogwarts para tenerlo bajo control, habían humillado a su familia. Era un asunto terminado desde hacía ya muchos años. Tampoco tenía que ver con su trabajo, sus asesores se encargaban de que todo fuera legal y eran bien recompensados por su trabajo.
Estar allí parado no tenía ningún sentido.
—Señor Malfoy, buen día. —Apareció un mago estirado que utilizaba una gabardina de cuero. —Soy el auror Williamson y lo acompañaré en su visita a la prisión de Azkaban.
—Como ya le mencioné a la señorita aquí presente. —Dijo con aparente calma. —No iré a Azkaban hasta que me expliqué por qué debería hacerlo.
—Es un asunto confidencial de la Junta de Aplicación…
—Lo sé, lo sé. —Interrumpió su discurso repetitivo. —Su tonta junta para castigar mortífagos, lo he comprendido. Sin embargo, conozco perfectamente cómo trabajan ustedes y se me permite dudar de sus intenciones.
—Y nosotros lo comprendemos a usted, señor Malfoy. —Dijo el auror con total asertividad. —Escuche, no se trata de nada contra usted, digamos que es… un asunto familiar. Hay un encargado de nuestra tonta junta esperándolo en una oficina administrativa de Azkaban, él le explicará todo y usted decidirá si continúa con la visita o no.
Draco analizó su respuesta, como si la estuviera diseccionando oración por oración. Era bueno leyendo entre líneas y reconociendo expresiones, o solía serlo. Pensó un poco más, calmando su diatriba interna y concluyó con un rápido repaso de sus habilidades mágicas y físicas, resolviendo que no estaba del todo indefenso.
—De acuerdo. Sin embargo… —Elevó un dedo. —… a la más mínima señal de amenaza, me temo que tendré que reaccionar en consecuencia.
—No cuestiono eso, señor Malfoy. Si fuera tan amable de seguirme, tenemos un traslador esperando.
Tras unos interminables cuarenta minutos de espera, entraron en una lúgubre oficina, ya en Azkaban, donde esperaba otro mago con aspecto aburrido.
Los saludó y se presentó como el encargado de la junta que Draco estaba detestando, luego leyó algunas normas y cuando Draco iba a tomarlo de los hombros para sacudirlo y exigirle que llegara al maldito punto, el mago dijo el motivo de todo.
—El señor Lucius Malfoy, recibirá hoy el beso del Dementor como castigo por sus crímenes y como parte del protocolo se le permite entrevistarse con una persona previamente y él ha pedido hablar con usted.
Draco no recordaba haber sentido nunca tal sensación de vértigo.
Lo que decían era imposible, su padre había recibido el beso del dementor hace ocho años, estaba muerto pero…
Inhaló profundamente.
Nunca habían recibido su cuerpo, ni nada que indicara su deceso. Le dieron su sentencia, terminó el juicio, se lo llevaron a Azkaban y esa fue la última vez que se supo de él.
—¿Estuvo aquí todos estos años? —Preguntó perplejo.
—Así es.
—¿Por qué? ¿Por qué mantenerlo preso si lo condenaron a muerte? ¿Por qué ocultar esto?
Ambos hombres lo observaban sin saber qué respuesta dar o por dónde comenzar. Draco entreabrió los labios para continuar arremetiendo, siendo obstaculizado por el auror que hizo un gesto con la mano y luego el otro mago se aclaró la garganta.
—Se decidió así, señor Malfoy. No necesitamos inquietar a la población con cuestiones diplomáticas
—¿Es eso? ¿O en realidad porque se creen tan poderosos como para crear una estúpida junta clandestina para encarcelar y condenar mortífagos? ¿O es por su insaciable sed de venganza? Estoy seguro que esas son las razones y puedo apostar a que tienen presos a todos los mortífagos en sus más precarias celdas. ¿Saben lo inhumano qué es eso? ¡¿Saben que eso los hace tan crueles como ellos?! Ustedes pudieron haber ganado la Guerra pero necesitan tener sangre en sus manos para sentir que han hecho justicia. ¡Tienen una doble moral que nuevamente me hace apostar a que todos ustedes hubieran sido perfectos mortífagos!
Al terminar de despotricar, se percató de que había elevado el tono de su voz y los dos hombres habían retrocedido, si la situación fuera menos agobiante, habría reído por lo ridículos que se veían.
En el silencio de la estancia, oyó a ambos suspirar.
—Comprendo su posición, señor Malfoy. —Williamson lo enfrentó primero. —Aunque no vamos a discutir con usted. Lucius Malfoy ha pedido verlo y debe decirnos si acepta o no.
A Draco se le entrecortó la respiración, su corazón comenzó a latir más rápido y volvió a tener diez años. Fue como si su padre estuviera allí frente a él, empuñando su varita y mirándolo con ira.
No quería verlo, su vida estaba mejor sin Lucius en ella, él estaba mejor sin la presencia de Lucius, no era más que un fantasma olvidado.
Había asumido ser solo Draco Malfoy, no el hijo de Lucius Malfoy, era una nueva versión de sí mismo, con la que se sentía cómodo, libre y feliz. Todo era mejor al ignorar cualquier cosa sobre Lucius; no habían expectativas, ni regaños, ni obligaciones que cumplir por el linaje.
Y en el fondo, sabía que ignorar no era el camino que debía seguir para liberarse de las cadenas que lo ataban al ser un Malfoy.
No quería ver a su… a Lucius, no quería, pero lo necesitaba. Si deseaba continuar adelante, si deseaba una verdadera sensación de libertad, debía hacerlo.
—Está bien, iré a verlo.
Apenas escuchó las indicaciones que le dieron, y caminó rígidamente por pasillos y escaleras, sentía su respiración agitada y un ligero zumbido en los oídos. El eco de algunos insultos y comentarios perturbaron su estado de estupor, no obstante, incluso con todo lo que estaba sintiendo, su postura se mantuvo erguida y desafiante. Todo estaba dentro de él, más no permitía que se exteriorice.
—Malfoy. Tienen veinte minutos. —Comunicó alguien, sonando, a oídos de Draco, tal cual una sentencia.
—Vaya, si es mi hijo, el traidor a la sangre.
Un escalofrío recorrió a Draco y bajo la camisa y los pantalones, su piel se erizó. Esa era la voz a la que más había temido en su vida, más que la siseante voz de Voldemort.
—Padre.
—Te ves patético, deja de temblar. —Masculló violentamente. —Levanta los ojos y mírame, se un poco menos débil por unos minutos.
Cerró los ojos con fuerza y tomó aliento antes de fijar la mirada en el rostro de su padre. Estaba demasiado descuidado y envejecido que nunca, lo único que quedaba de sus días de antaño, era su tono prepotente y su estudiada postura de superioridad.
—Así que… te casaste con una sangre sucia y engendraste un mestizo. —Sonrió mostrando sus dientes amarillentos. —No puedo sentirme más humillado y pensar que tuve un resquicio de esperanza en ti. Creer que era posible que nuestro apellido volviera a tener gloria. —Negó con la cabeza. —Estoy tan decepcionado, me esforcé tanto por ti, para hacerte de renombre y magnificencia. ¡Y te repudio por haberte convertido en un asqueroso traidor a la sangre! ¡Por haber llenado de lodo nuestro apellido! ¡Generaciones de sangre pura para…! ¡PARA ESTO! —Lo señaló.
—¡Cállate, padre!
—Tú no eres nadie para impedir que hable. —Dijo con ira y escupió a los pies de Draco.
—Soy más que tú. Más humano, más feliz, más de lo que tú podrías soñar. —Respondió, tratando de igualar su ira. —Tengo una familia de verdad, una mujer que en lugar de temerme, me ama y…
—Ah, sí. —Interrumpió. —Hermione Granger. —Dijo con burla. —He seguido cada paso de tu vida, Draco. Volviste a Hogwarts y luego hiciste tu camino hacia las entrañas del Ministerio, departamento por departamento, San Mungo y después Francia, Gringotts, Noruega y he oído que pronto América. Y hubo un momento en el que creí que te harías con el mundo mágico, hasta que una repentina noticia hizo que me arrepintiera de haber dejado que nazcas. Casado con Hermione Granger. Buena táctica tratando de engañar a todos, lo resalto. Aunque más buena fue la manera en la que esa mujer te atrapó. Un hijo. Un mestizo que echó por tierra siglos de tradiciones. ¿Te imaginas lo humillado que me sentí cuando la noticia llegó?
—No tienes idea de lo que hablas, padre. Scorpius merece el apellido más que tú o yo. —Fue su turno para interrumpir cuando Lucius se preparaba para refutar. —Y Hermione es mejor esposa que una de esas chicas tontas y dóciles con las que seguro me habrías emparejado. No me importa lo humillado que puedas sentirte, estás atrapado aquí, a punto de morir, tras unas rejas y sin magia. Hasta un muggle de la calle es más que tú.
Notó como Lucius soltaba y apretaba el puño, lo hacía cuando quería reprimirse y calmarse, cuando sobrepasaban sus límites.
—¿La amas, Draco? —Recurrió a la burla. —Pobre niño, se enamoró de una sangre sucia. ¿Y sabes qué? Lo arruinarás. Así como arruinaste nuestro linaje, así como arruinaste tu prestigio en Hogwarts y las posibilidades de convertirte en un exitoso mortífago. ¿Es que acaso creíste que después de lo que hiciste podrías ser feliz? Las cosas no funcionan así.
—Cállate.
—No te preocupes, nuestro secreto está a salvo. —Dijo fingiendo suavidad. —A donde voy, Draco, es a que no eres suficiente para ella, la chica dorada. Eres tan tonto, sigues siendo el mismo niño soñador y bobo que intenté cambiar. Y casi lo logro, pero solo hizo falta que apareciera una sangre sucia para que te convirtieras en el mediocre que eres en realidad. —Sus ojos viajaron por el rostro de su hijo. —Oh, ya te habían dicho eso. Te han dicho que no eres suficiente y vamos a admitir que es cierto. Eres un fracaso Draco, y no es solo por eso, tú y yo sabemos que debes estar aquí dentro conmigo, esperando la muerte y luchando contra la locura. —Draco retrocedió. —Las chicas como ella esperan a un honorable caballero, que les haga ver la luz incluso en la más tenebrosa oscuridad, para ella son todos principios y valores, que sabemos que tú no cumples. Ella es una heroína, busca la justicia, la lealtad, el altruismo, el sacrificio y la… compasión. —Le dio más énfasis a la última palabra.
Draco dio otros dos pasos hacia atrás. Se suponía que para él esto era habitual, lo había soportado durante gran parte de su vida o quizás había perdido la costumbre.
—Ella me ama, padre. Y si puedo ser feliz, tomaré esta oportunidad. —Dio una pequeña y última muestra de insolencia, dispuesto a marcharse.
—Claro, adelante, aprovecha todo lo que puedas. Te conozco, Draco, y no falta mucho hasta que lo arruines. Tal vez, entonces, puedas juntarte con alguien de tu estatus, aunque con todo lo que te has embarrado dudo que alguna mujer adecuada quiera mirarte dos veces.
—Insisto, no tienes idea de lo que hablas. —Avanzó rápidamente y se detuvo a milímetros de apretar el rostro contra las rejas. —No arruinaré nada porque Hermione me ama de verdad. No he ensuciado nada, he salvado nuestro apellido del lugar en el que lo pusiste. Puedo ser mejor y sé que puedo continuar cambiando al niño que criaste. Y lamento que no puedas ver el buen padre en el que me convertiré, aunque puedo asegurarte que seré uno mejor de lo que fuiste.
—No soy malo, Draco. —Susurró con los ojos fijos en los de su hijo. —Te crié así para que fueras alguien fuerte que solamente se debía dirigir hacia la grandeza. Necesitas conocer tus carencia para superarlas y ser el mejor. Debes hacer eso con tu hijo, veremos si así compensa… su… más grande carencia, la única que no podrás cambiar.
—Es una pena que no verás eso padre, porque jamás sucederá y porque no podrás. Y es mi deber aclarar que Scorpius no tiene que compensar ninguna carencia, él es perfecto. —No dejó que Lucius añadiera algo más. —Espero que al final la muerte tenga un poco de complacencia contigo, ya que nadie vivo la tendrá para ti, por lo menos no madre, tampoco yo.
Giró rápidamente y se alejó de la celda. El auror lo esperaba a mitad del pasillo y nuevamente Draco, no prestó atención a nada de lo que sucedía fuera de su mente.
Supo que había regresado a la oficina cuando vio a Williamson detenerse junto al otro mago.
—¿Pueden permitirme un minuto a solas, si no supone alguna molestia? —Se oyó preguntar.
—Por supuesto. —Caminaron hacia la puerta. —Regresaremos a Londres cuando esté listo.
—Gracias.
La puerta se cerró detrás de ambos hombre y fue cuando Draco colapsó contra el suelo.
Su corazón martillaba incesante en su pecho, sus manos temblaban y luchaba por respirar, la sien le palpitaba y su estómago era un torbellino, el cabello se le pegaba en la nuca y tuvo que cerrar los ojos para evitar seguir viendo las manchas oscuras que obstaculizaban su visión.
No estuvo al tanto de cuánto tiempo estuvo en ese estado, con el temor corriendo por sus venas, sino hasta que pudo controlar el ritmo de su respiración y sus latidos dejaron de acelerarse.
Recordaba estar apenas consciente de lo que sucedía en su viaje de vuelta al Ministerio, y cuando le dijeron que podía irse, sabía que no podía regresar a casa así.
Necesitaba pensar y descartar de su mente cada una de las palabras de Lucius, esas palabras dañinas y venenosas. Si iba a regresar a casa, tenía que hacerlo siendo el hombre que era esa mañana al despertar.
Vislumbró algunos detalles mientras caminaba hacia la calle detrás de Gringotts, dónde Blaise había mencionado que habían bares. No siempre, pero cabía la posibilidad de que un poco de Whiskey de Fuego solucionara todo el nudo de líos en los que se había convertido.
Lo último que imaginó cuando Astoria Greengrass lo saludó y se acercó a él, fue que tras acabar su doceavo vaso de Whiskey, terminaría siguiéndola hacia la chimenea.
No tuvo tiempo de sacudirse el hollín, pues ella había dado media vuelta y estaba tirando de su saco y luego de su corbata.
Tuvo segundos de duda cuando Astoria comenzó a besar y morder sus labios, sintió que sus manos eran reticentes a tocarla y su interior gritaba que la detuviera, que se detuviera y se alejara, que se marchara así como se marchó de la celda de Lucius, que fuera a casa y hablara con Hermione, dejar que ella ayude a calmar lo que Lucius había despertado.
Eso era lo que debía hacer, salir de allí y hacer lo correcto.
Pero lo correcto no era parte de su esencia, él no hacía lo correcto. ¿Por qué intentar hacer lo correcto si los demás estaban convencidos de que arruinaría todo, que tarde o temprano lo haría?
Con brusquedad silenció la voz que gritaba y que continuaba deteniéndolo, descartó su sentido común y desechó lo que su corazón exigía.
Respondió a los besos de Astoria y dejó que lo desnudara, la encaminó hacia la cama y se sumergieron en las sábanas. Rodeó su cintura y apretó sus pechos, besó su cuello e ignoró lo desconocido que le resultaba su aroma.
Murmuró el hechizo en voz baja y se hundió en ella, desconectando por completo de todos sus sentidos y emociones.
Se dejó ir entre vaivenes rápidos y descontrolados, sonrió engreído cuando sintió a Astoria aferrándose a sus hombros con el rostro contorsionado en placer.
¿Con qué ninguna mujer "adecuada" lo miraría dos veces? Atento Lucius, porque una mujer que creerías "adecuada", estaba haciendo mucho más que mirar.
Algo comenzó a serpentear desde la base de su columna y al hacerse todo negro, volvió en sí.
Jamás podría explicar qué fue lo que sucedió, vio o sintió en ese instante.
Se alejó de Astoria y buscó con premura sus prendas, vistiéndose de nuevo y haciendo que se viera pulcro otra vez, pasó las manos por su cabello, y su respiración agitada, era un indicador de lo desesperado que estaba por huir de lo que ya consideraba su más enorme y colosal error.
—No te marches, tenemos más tiempo para repetir eso. —Sugirió Astoria con voz melosa. —¿Draco? Por lo menos, dime cuándo nos volveremos a ver.
Él terminó de atar apresuradamente sus zapatos.
—Oh, no importa. Te escribiré de todas formas, tú también puedes hacer lo mismo y bueno, sabes dónde encontrarme.
Draco asintió mecánicamente y se lanzó dentro de la chimenea, asegurándose de tener su varita y otras de sus pertenencias en los bolsillos.
Al salir de la chimenea, en su habitación en Malfoy Manor, se dejó caer en el suelo, apoyando la espalda en la pared y cubriendo su rostro con ambas manos.
El primer sollozó fue tembloroso y violento, y los que le siguieron fueron inconsolables.
Era un hecho, una terrible realidad de la que no quería tener conocimiento. Lo había arruinado. Había cumplido con la profecía que los demás habían hecho sobre él.
Después de muchos intentos infructuosos, consiguió calmarse y reponerse de su decaimiento. Se puso de pie, con renovada determinación y apareció en su casa.
—¡Draco! ¡No sabes lo preocupada que he estado! —El cuerpo de Hermione se apretó contra el suyo. —Regresamos y tú no estabas. Esperé hasta que me inquieté cuando pasaron las ocho y no llegabas.
—Estoy bien, solo… agotado. —No importó cuánto deseó, porque al final, su voz salió baja y ronca. —Quiero darme un baño.
—Claro, cariño. —Besó su mejilla.
Draco se detuvo, mirándola dirigirse a la cocina.
No podía creer su suerte. El equivocado no era él, no había arruinado nada y sin siquiera proponérselo, acababa de esquivar un fracaso.
Jodido Salazar. No, no. Jodido Lucius Malfoy.
Primero que nada, vuelvo a aclarar que no justifico ni excuso lo que Draco hizo. Segundo, pues sí, he sembrado una duda, sin embargo, al igual que Lucius, me lo llevaré a la tumba. Y tercero, quería contarles que luego de años de ahorro y con la colaboración de mi mamá, pude comprar una Macbook. Mi anterior laptop tenía varios desperfectos y ya llevaba tiempo así, y bueno el teclado de la Macbook es una maravilla, que contribuyó a que pudiera terminar este capítulo. Y también contarles que estoy de regreso a clase, esa es mi tercera semana, y estar a mitad de la carrera es agotador.
Gracias por su paciencia y por seguir acompañándome en esta historia, les invito a seguirme en mis redes y prometo que haré lo posible para que las actualizaciones vuelvan a ser semanales en lugar de mensuales.
Será un placer leer sus reviews. Nos leemos pronto.
