Capítulo 27
"Cariño, ya estoy aquí." Ross repetía una y otra vez contra su temple mientras que con las manos frotaba sus brazos para darle calor. Estaba helada, más que helada, su piel era de un color blanco para nada saludable. La había encontrado desmayada, pero al sentirlo había vuelto en sí por un momento. Al menos sus pestañas parpadearon, aunque no llego a abrir del todo los ojos. Había susurrado su nombre, y su respiración no era normal, un extraño ruido se escuchaba proveniente de su pecho.
Demelza salía y entraba de la consciencia. La tormenta sobre su cuerpo le había bajado de tal forma la temperatura que se había desmayado pensando que tal vez moriría allí. Y mientras el sueño la capturaba todo lo que podía pensar era en Ross. En que quizás ella muriera y se iría estando peleados. Demelza no quería que él estuviera enojado con ella, ni ella quería estar enojada con él… ni tampoco quería irse sin decirle que lo amaba. En su inconsciencia escuchaba su vos a lo lejos, y ella luchaba. Así se debería sentir ahogarse y ella pataleaba para salir a la superficie... y encontró una mano que la tiraba hacia arriba.
"Demelza, Demelza... debes despertar. Tenemos que ir a casa. Demelza…"
Aunque la parte de como irían a casa también le ponía la piel de gallina.
"¡¿Ross?!" – alguien gritó desde arriba.
"¡Estamos aquí!"
De repente una soga se apareció meciéndose delante de ellos.
Ross sujetó a Demelza y la sentó mejor sobre sus piernas. "Demelza…" le dijo más enérgico y sacudiéndola por los hombros. "Despierta, cariño. Solo un momento y pronto estarás en casa. Demelza, ¡Demelza!"
Demelza volvió a parpadear y abrió los ojos enfocándolos en los de él. Él puso sus manos en sus mejillas y la besó brevemente en los labios. "Debes quedarte despierta, solo por unos instantes. ¿Puedes hacerlo?" A modo de respuesta ella cerró los párpados un momento y volvió a enfocarse en él, era todo lo que podía hacer.
"Mantente despierta, ya vengo." Ross la volvió a apoyar cuidadosamente contra la pared, maldiciendo otra vez por no haber traído un abrigo para cubrirla. Ahora que estaba despierta había comenzado a temblar y habría y cerraba los ojos desorientada. Cuando se puso de pie se pasó una mano por la cara y limpió la humedad de sus mejillas que no eran solo de la lluvia que caía. Con mucho cuidado se estiró y sujeto la soga, afortunadamente Francis sabía exactamente dónde estaba la escalera perdida, habían intentado escalarla varias veces cuando eran niños.
"¿La tienes?" - una voz gritó desde arriba.
"¡Si!"
"¡Avísanos cuándo esté lista!"
Por más que no le gustara, no había otra alternativa. Incluso si él pudiera seguir escalando, no podría hacerlo con Demelza a cuestas. Bajar era igual de peligroso. Solo podrían subir si tiraban de ellos hacia arriba y debían hacerlo de a uno. Con la soga en su mano Ross volvió junto a Demelza, que seguía tiritando de frío y peleando por mantenerse despierta, como la voz de su marido le había ordenado, aunque sería más fácil quedarse dormida…
"¡No, Demelza! Despierta, tienes que mantenerte despierta por un momento, tenemos que salir de aquí y voy a necesitar tu ayuda…"
Ross le siguió hablando y, aunque Demelza lo escuchaba como si una voz le hablara desde el fondo de un túnel, intentó mantener los ojos abiertos. Ross ató la soga alrededor de su cintura. Un nudo bien fuerte, aunque no estaba seguro si apretar su cintura era buena idea o no. Luego la levantó y la puso de pie ayudándose con la pared de piedra del acantilado que tenía detrás, la apoyó contra ella.
"Sujétate cariño, solo un momento mientras ato la cuerda. Apóyate en mis hombros." Inconscientemente, Demelza hizo caso y Ross pudo arreglar la soga de manera que no solo rodeaba su cintura sino también su trasero. Luego se enderezó y quitó sus manos de sus hombros y las llevó hacia la soga.
"Demelza, agárrate fuerte. Mírame, mírame Demelza." Ross estaba sosteniendo su peso con sus brazos, pero buscando su mirada llevó una mano a su rostro. Las gotas caían por sus mejillas, no creía que se mantuviera despierta mucho tiempo más. "Sujétate." Le dijo con voz desesperada y la besó fuerte en los labios. Luego apartó su cara y miró hacia arriba.
"¡Ya está lista!" Gritó y tiró dos veces de la cuerda. Desde arriba se escuchó una voz decir: "Bien, a la cuenta de tres… 1... 2… 3."
La soga se tensó de golpe y Demelza sintió que el piso desaparecía debajo de sus pies. Al atar su trasero, quedó sentada precariamente colgando en el aire, eso la despertó más que cualquier otra cosa. De repente sintió que las manos de Ross la sujetaban, aún estaba a su mismo nivel. Buscó sus ojos. Si iba a morir, sus ojos era lo último que quería ver. Él la miraba también.
"Te amo." Dijo. Su voz afónica y sin sonido, pero Ross lo pudo leer en sus labios. Luego comenzó a elevarse e instintivamente se sujetó a la cuerda que tenía entre sus dedos mientras el pánico evitaba que se volviera a desmayar.
Ross vio cómo se elevaba sobre el precipicio con el corazón en la garganta. Él también estaba empapado, pero con la adrenalina corriendo en su cuerpo no sentía frío. La vigiló atento, viendo cómo luchaba para sostenerse y el pánico que delataba la tensión en su cuerpo. Estaba listo para atraparla si se caía o se cortaba la cuerda. Seguramente los dos caerían al vacío si eso pasaba, pero lo haría. Había prometido cuidarla y Ross sentía que era su culpa que hubiera terminado allí. Pero Demelza no se cayó. Un momento después de que la perdió de vista una voz gritó "¡La tenemos!" desde arriba del acantilado. El alma le volvió al cuerpo, ella ya estaba a salvo. Al menos por ahora. Un instante después y la soga volvió a caer balanceándose frente a él. Ross no se demoró mucho. Hizo un nudo en la punta donde poder apoyar sus pies y se rodeó la cintura, se sujetó con fuerza y gritó para que lo subieran. Cuando comenzó a ascender pegado a la pared del risco y miró hacia abajo se dio cuenta cuán alto estaba. Él nunca había llegado tan alto en la Escalera de los Mineros. Observó el mar apenas visible entre la bruma y pensó en lo que Demelza acababa de decirle. Le había dicho que lo amaba…
Estúpida niña.
Los gruñidos de los hombres que tiraban de la cuerda se escuchaban cada vez más cerca. De pronto Francis apareció sobre la saliente. "Ross…" dijo y estiró su mano para ayudarlo en el último tirón mientras Jud sujetaba la cuerda. Cuando apoyó la rodilla en el suelo su sirviente cayó sentado respirando agitado después de tanto esfuerzo. Mientras se desataba la soga de la cintura vio a Francis dirigirse hacia la figura de Demelza que estaba tirada sobre la hierba cubierta por el sobretodo de su primo. Francis la levantó con mucho esfuerzo, Ross corrió hacia ella.
"Dámela." Dijo colocando una mano debajo de sus rodillas y la otra en su espalda. Demelza estaba pesada, su peso muerto, el vestido mojado y ahora el tapado que llevaba encima aumentaban la carga, pero Ross podría cargar un caballo en ese momento si hacía falta.
"Necesita calor, y un lugar seco…" - dijo Francis, pero Ross ya se dirigía hacia Nampara.
Demelza se había desmayado de nuevo. Ross corrió hacia su casa, su mandíbula trabada incapaz de emitir palabra. En su interior estaba gritando. '¡Demelza! Por favor, ¡Demelza!'
Cuando por fin estuvo cerca de Nampara la vio a Prudie de pie en la puerta de entrada. Garrick, que estaba junto a ella, salió corriendo hacia ellos, la sirvienta se llevó las manos a la boca. Les sostuvo la puerta para que entraran y chilló "¡Oh! Pobrecita… ¿qué pasó? ¡Pobrecita mi niña!"
"¡Ella es mía!" El gruñido le salió de adentro, su voz entrecortada llena de recelo.
Con gran esfuerzo se dirigió a las escaleras. "Ven a encender el fuego en mi recámara." Ordenó.
"Ya está encendido."
"Trae la bañadera y agua caliente."
"Ya está preparada…"
Prudie respondía subiendo los escalones detrás de él.
"¡Trae toallas!"
"Aquí las llevo."
Ross sintió el calor proveniente del fuego de la chimenea al entrar a su habitación. Él también estaba helado, aunque solo bastó con sacarse la camisa mojada y ponerse una seca para que su cuerpo adquiriera una temperatura normal. A Demelza no le ocurrió lo mismo. La había dejado sobre la cama, luchó con los lazos de su corset, estaban tan mojados que hubiera sido más fácil cortarlos, pero para eso tendría que ir a buscar una tijera abajo y tardaría más. Luego la volcó hacia un lado para desatarle la pollera, Demelza yacía inmóvil y podía moverla sin dificultad. Sus cabellos chorreaban agua a la almohada, sus labios ahora estaban blancos como el resto de su piel. Desesperado, Ross le quitó el resto de la ropa, el bodice, la enagua, los calzones y las medias que tenía pegadas a sus piernas. Demelza tiritó cuando quedó desnuda pero no despertó. Prudie lo observaba de reojo mientras volcaba en la bañera el agua que había llevado y la recalentaba en la chimenea.
Con una toalla Ross secó su cuerpo lo mejor que pudo, solo sería por un momento, y la tapó con las mantas. Luego intentó secarle el cabello y pidió ayuda a Prudie para que lo envolviera en un pañuelo que lo mantuviera sujeto a su cabeza, él no sabía cómo hacerlo. Mientras Prudie terminaba con el agua, él se quitó las botas y se cambió los pantalones, luego abrió la cama y se metió junto a ella. Abrazándola, intentó pegarla a su cuerpo, tratando de compartir su calor corporal con ella que aún seguía helada a pesar de las mantas y el fuego.
"Demelza… despierta. Despierta cariño, ya estás en casa…" susurró contra su frente una y otra vez mientras sus manos frotaban sus hombros y sus brazos.
Prudie lo miró, indicando que la bañera ya estaba lista. Salía vapor de ella y Ross se levantó a inspeccionar la temperatura. Estaba caliente, pero no hirviendo. Asintió en dirección a Prudie en forma de agradecimiento. Desde el piso de abajo escucharon a los hombres entrar a la casa. Francis, empapado como estaba, subió corriendo a ver como se encontraba Demelza.
"¡Fuera de aquí!" - Ross gritó cuando lo vio parado en la puerta.
"¿Como está?"
"Aún no se despierta." Le respondió Prudie mientras cerraba la puerta. "Enseguida bajaré a atenderlo Señorito Francis, le llevaré algo de ropa seca…"
Prudie cerró la puerta de la habitación mientras Ross hablaba detrás de ella.
"Haz otra vez la cama."
Ross levantó a Demelza en sus brazos de nuevo y lentamente se acercó a la bañadera. Con mucho esfuerzo, porque ella estaba totalmente inconsciente y no ayudaba y la postura era incómoda y sus brazos comenzaban a estar cansados, la introdujo poco a poco en el agua.
Demelza, cuyo cuerpo estaba helado por haber pasado horas bajo la lluvia y expuesta al viento sin nada para refugiarse y tenía hipotermia, de repente sintió que se ahogaba. "Ahhh." – quiso emitir un grito, pero no tenía voz. Abrió los ojos, aunque no veía adonde estaba, y sus brazos se sacudieron intentando mantenerse a flote instintivamente.
"Shhh… cariño, estoy aquí. Ya estamos en casa. Tu cuerpo necesita calor." Dijo una voz cerca. Sus manos se sujetaron del borde de la bañera. El calor del que hablaba la voz comenzó a penetrar su cuerpo, dándole fuerzas por un momento para enfocar sus ojos y mirar alrededor. Lo primero que llamó su atención fue el brillo del fuego que ardía en la chimenea. Estaba en su habitación. Como había llegado allí, no lo recordaba. Luego entendió que estaba en la bañadera, salía vapor del agua, aunque su cuerpo apenas se entibiaba. Sintió que algo presionaba a un lado de su frente, eran los labios de Ross.
"¿Cómo te sientes? ¿Demelza?"
Pero el cansancio la vencía. Estaba agotada y sus párpados se sentían pesados. No podría mantenerse despierta por mucho más tiempo. Cuando sintió que su cuerpo se hundía de nuevo volvió sacudir sus piernas y brazos, pero no se hundía, alguien la sujetaba. Ross…
"¡Demelza! Debes quedarte despierta… Cariño, escucha mi voz. Demelza, no te duermas…" – suplicó con voz desesperada. El shock térmico la había despertado por un momento, pero Demelza se había vuelto a desmayar en sus brazos.
Allí la sostuvo un rato, rogando que el agua caliente calentara su cuerpo, y mientras Prudie corría de un lado al otro detrás suyo, quitando las sábanas y toallas mojadas y revolviendo en su cajón buscando una camisa y pantalones secos para llevarle a Francis que estaba abajo.
"Dice el Señorito Francis que si quiere que vaya por el doctor Choake." – dijo cuando volvió. Prudie lo ayudó a cubrir a Demelza cuando la sacó del agua, entre los dos la secaron y le pusieron un camisón y su bata, Prudie puso unas gruesas medias en sus pies y pronto Demelza volvió a estar en la cama tapada hasta el cuello. Ross la miró por un momento en silencio. Si algo le pasaba jamás podría perdonárselo. No podía perderla… Asintió sin decir palabra.
Cuando Choake llegó a Nampara la fiebre ya había comenzado. El doctor llegó quejándose de la molestia de tener que salir con esa lluvia y en medio de la noche, y de los malos modales del joven Poldark que, según él, había sido muy grosero y prepotente. Luego había mirado a Demelza altaneramente, y había hecho un comentario que "Los de su clase estaban acostumbrados a sobrevivir bajo cualquier circunstancia." Ross se tuvo que morder las ganas de darle un puñetazo. Pero luego Choake se había acercado a la cama. Demelza no se había despertado en todo ese tiempo y yacía pálida bajo las mantas.
"Mmmm…" murmuró el doctor. Conmovido al ver a la joven enferma y a Ross sentado junto a ella tomando su mano y sus ojos vidriosos. Chequeó su temperatura y revisó su garganta y preguntó a Ross si no había visto alguna herida que pudiera ser causa de infección.
"No, nada." Ross ya la había revisado pensando en eso mismo. Había quitado el pañuelo de su cabeza e inspeccionado el cuero cabelludo por las dudas que se hubiera golpeado, pero no había encontrado nada.
"Hipotermia. Hay que mantener su cuerpo caliente y seco. La fiebre recién está comenzando. Un trapo húmedo en la frente le ayudará a que absorba la fiebre. Hay que intentar que beba algo caliente, cuando despierte tiene que tomar mucho líquido y allí veremos si hace falta sangrarla." – Choake buscó algo en su maletín y saco un pequeño frasco. – "¿Alguna posibilidad de que este embarazada?"
Rross lo miró. Hasta ese momento sus ojos estaban fijos en su esposa.
"¿Su esposa está esperando?"
"N-no. No lo sé. Hace tres, casi tres semanas tuvo su período."
"Mhhh... bien. En ese caso no habrá peligro. Intente darle un par de gotas de esto cada ocho horas, viértalo en su te."
"¿Ella… va a estar bien?"
Choake lo miró con sus ojos de perrito hambriento por sobre sus gafas. "Aún no hay forma de saberlo. Es cuestión de esperar, Señor Poldark."
Fin del capítulo 27
NA: ¡Gracias por leer"
