Capítulo 27 - Ark

El misterioso encapuchado seguía inmóvil, con su brazo extendido y la palma de la mano abierta. El silencio nocturno se hizo pesado e inquietante frente a aquella situación. Los cuerpos de Nick y de Judy se tensaron sin remedio.

Por lo menos no parece querer matarnos de buenas a primeras como a los de Pangea. A ver si…

- E-escucha, amigo, en-enmascarado… ¿encapuchado? –Nick notó que se trastabillaba bastante a la vez que casi podía sentir como la vergüenza ajena de Judy aumentaba a su lado. –Nosotros no somos tus enemigos, ¿lo sabes, no? –Dijo el zorro mientras alzaba sus manos vacías en dirección al individuo, mostrándose cooperativo.

El encapuchado bajó el brazo lentamente y comenzó a caminar con calma hacia ellos. A pesar de ser de más o menos la misma altura que Nick, su forma de andar resultaba amenazante. La arenilla del terreno crujía bajo sus pesadas botas. Se detuvo muy cerca de ambos.

Ahora puedo verle mejor la máscara. Y esa pupila dorada… ¿Qué escondes ahí debajo?

- Si fuerais mis enemigos no os habría cedido el orbe para que lo guardarais. –Dijo con un tono de voz seco y neutral. Alzó de nuevo la mano. –Dádmelo. –Ordenó.

De repente la puerta lateral de la furgoneta se abrió. –¿A que vienen estas voces, estamos intent… –La mirada de Gabriel se posó sobre el enmascarado y sus ojos se abrieron al máximo. –Hostia puta, el tío de la máscara, ¡¿qué hace aquí?!

Nick alzó su palma derecha hacía la furgoneta. –Tranquilo Gabriel, tranquilo. No nos va a hacer nada, ¿verdad? –Preguntó el zorro con un cierto regusto a súplica mientras observaba atentamente a aquel tipo de arriba abajo. Sus ropajes oscuros eran altamente inquietantes.

El enmascarado miró hacia Gabriel, luego, de nuevo a Nick. –Eso depende. Solo tenéis que devolverme el orbe y olvidaros por completo de todo lo que le rodea.

Creo que vamos a tener problemas.

- Escucha, no tenemos ningún problema en devolverte el orbe, en serio. –El zorro sacó su tono de voz más amable a la palestra. –Pero no podemos olvidarnos de todo lo que le rodea, ya no. Imposible.

Un ligero cuchicheo al lado de Gabriel hizo a aquel misterioso individuo girar la cabeza en dirección a la furgoneta de nuevo: Eran Claire y Adam, que también observaban con gesto preocupado la situación.

- Mira, amigo… –Nick dudó. –Eh… ¿Eco, no? ¿Es ese tu verdadero nombre?

El "Eco" ni se inmutó, ni respondió.

No sé si me está escuchando, sí pasa de mí o por qué actúa así, joder. A ver…

- Quiero que sepas… que me alegro que estés bien. –Nick resopló. –Vi como aquel desgraciado de Grayson te disparó a bocajarro. –Observó el hombro izquierdo del encapuchado, bastante destrozado. Arqueó los labios. –Y ese golpe en la máscara, tuvo que doler, ¿verdad? Esos tipos son unos sádicos, muy peligrosos.

Cero respuestas de nuevo por parte del individuo.

Público difícil hoy, ¿eh? Mierda.

Judy tocó suavemente el brazo de Nick y dio un paso al frente. –Lo que quiere decir aquí mi compañero, es que Pangea no es ninguna broma, creo que ya te habrás dado cuenta de eso.

La coneja entrelazó sus manos con suavidad. –Nos han fastidiado… Nos han fastidiado pero bien, y no podemos permitir que se hagan con lo que quiera que haya en la Ciudad del Corazón Roto. –Tragó saliva. –Han matado al padre de Claire, también al de Adam, y quién sabe qué mentiras estarán diciendo de nosotros ahora mismo en la capital.

La mirada de Judy se enturbió ligeramente. Su expresión denostaba hartazgo, algo de pena y cansancio. Sobretodo mucho cansancio.

El "Eco" siguió sin moverse ni un ápice. Nick dio un ligero paso al frente.

- Oye… ¿Te los has cargado? –La pregunta del zorro quedó suspendida en el aire y de repente notó un escalofrío en sus brazos. La noche pareció echarle un manto frío sobre su espalda. –¿Qué… qué ha pasado con Pangea?

- Dadme el orbe, no os lo repetiré. –Sentenció el encapuchado sin inmutarse ni responder a las preguntas de Nick.

No puedo más.

- Mira, maldito botarate, estamos hartos y muy cansados, no te haces ni una maldita idea, ¡joder! Lo último que necesitamos es que un tipo enmascarado que parece salido de un maldito cómic para quinceañeros nos venga ahora a exigir el orbe sin darnos respuestas. –Todos miraron a Nick boquiabiertos, a excepción del "Eco" que una vez más ni se inmutó. –Llevo… –El zorro dudó. –No. Llevamos días y días sufriendo por culpa de esos imbéciles, queremos hablar contigo, queremos comprender, ¿y así nos tratas? ¿No te das cuenta de que nosotros no somos tus enemigos?

Absoluto silencio una vez más. La hoguera ofreció un último crepitar de entre sus brasas que pareció un cohete en medio de la noche. Pasados unos instantes que parecieron eternos, el encapuchado habló.

- Como ya os he dicho, sé que no sois mis enemigos. –Su voz sonó muy calmada, pero no añadió nada más.

- ¿Pues entonces? Creo que buscamos lo mismo, proteger ese misterio. –Miró hacia el cielo un segundo y negó con la cabeza. –No, proteger el misterio no. Proteger el mundo de gente horrible. –Nick se cruzó de brazos. –Negociemos.

- No tengo nada que negociar. –Dijo de forma firme el "Eco".

- Queremos ayudarte, de verdad, ¿no lo entiendes? –La voz de Judy sonó ligeramente desesperada mientras se acercaba un par de pasos hacia él. Aquella misteriosa pupila dorada inquietó ligeramente a la coneja.

- No necesito vuestra ayuda. –La pose del enmascarado se relajó muy ligeramente.

- ¿No? Pues Grayson también ha sabido como joderte. –Dijo Nick señalando hacia la rotura de su máscara. –Y además, ¿qué es lo que pretendes en realidad, eh? ¿Por qué narices hiciste explotar esa fábrica? ¿Sabes que ahora los de Pangea me han culpado a mí de ello? –La ira de Nick fue apoderándose de él poco a poco. –¿Tienes idea de cuánta gente murió esa noche? –Aquella pregunta salió de la boca de Nick como un puñal afilado.

Estoy hasta los cojones, es que me da igual ya todo.

- Tuve que hacerlo, tenía que mandar un mensaje claro y conciso a Pangea. –El encapuchado cerró sus puños ligeramente. –Está terminantemente prohibido acceder a la Ciudad del Corazón Roto.

- ¿Y tenía que morir tanta gente inocente para ello? –Le recriminó Nick. –¿Era necesario provocar todo ese caos por defender un mito? ¿Una leyenda?

Silencio una vez más.

- No tenéis ni idea de lo que habláis, no sabéis nada de nada. –Dijo el enmascarado con solemnidad.

Nick no pudo evitar reírse a carcajadas ante aquel comentario. –¡Pero si es que tienes razón, colega! ¡No sabemos nada de nada! Por eso necesitamos que tú nos lo cuentes. –Le señaló. Suspiró. –Queremos lo mismo, detener a esos hijos de puta, pero la cuestión es si podemos fiarnos de ti o no viendo la que liaste en la fábrica…

La tensión en el ambiente parecía poder cortarse con un cuchillo.

- No nos vendría nada mal que nos ayudaras, en serio. –El tono de voz del zorro sonó ligeramente desesperado. –Tal vez una alianza o como tú lo quieras llamar, pero viendo de lo que son capaces, hay que evitar que lleguen a la Ciudad, sea como sea. –Inspiró. –No sabemos que hay allí, pero si tanto interés tienen en aquel lugar, debe de ser algo tremendamente importante.

Y ahí está el tío, mirándome hablar sin moverse ni un ápice, no sé qué coño vamos a hacer, de verdad…

La sensación de haber llegado a un punto muerto se agarró a los hombros de Nick sin remedio, sintió como la desesperación le hacía mella cada segundo que pasaba.

- Escucha, Eco, sabemos que quieres proteger la Ciudad, nosotros lo entendemos, créenos. –La suave voz de Judy se movió a través del aire forestal nocturno, intentando poner algo de calma al asunto. –Queremos ayudarte, y necesitamos tu ayuda. Pangea es peligrosa, ya lo has visto.

De repente, sonó un pitido. Muy leve. Provenía de la muñeca izquierda del encapuchado. Tras unos instantes, el enmascarado agachó ligeramente la cabeza, alzó el brazo y lo miró atentamente.

¿Qué hace? ¿Está… leyendo?

Tras unos segundos dirigió su mirada hacia la furgoneta, parecía estar inspeccionándola de lado a lado. Gabriel, Adam y Claire parecían confusos.

- ¿Dónde está el orbe? ¿En la furgoneta? –Preguntó de forma algo seca y contundente en dirección hacia ellos.

El lobo y la leona dudaron unos instantes, pero finalmente asintieron sin decir ni una sola palabra. Adam observaba la situación muy atento.

- De acuerdo. –El encapuchado miró de nuevo hacía Nick y Judy. –No hagáis que me arrepienta de esto. –Sin decir nada más, alzó su mano izquierda hasta donde parecía estar su oreja.

- Aneris, subimos a la nave. –Acto seguido, pulsó un par de botones de su muñequera. –Prepara el rayo abductor, ascenso de furgoneta de unos 3700 kilogramos.

Nick y Judy se miraron, bastante confundidos.

¿Aneris? ¿Ascenso? ¿Pero qué demonios…?

- Subid todos a la furgoneta, nos veremos arriba. –Sin añadir nada más el encapuchado comenzó a levitar suavemente y sus botas desprendieron una chisporroteante llama azulada desde sus suelas. Tomó algo de velocidad, subió hasta el cielo y desapareció en medio del techo estrellado.

- ¿Pero qué…? –Fue lo único que logró pronunciar Judy mientras le seguía con la mirada. -¿Cómo que "nos veremos arriba"?

- ¡Nick! ¡Judy! ¿Qué está pasando? –Preguntó Claire desde el interior de la furgoneta, con cierto toque desesperado.

De repente, el suelo vibró bajo sus pies. Primero de forma muy ligera, luego, con algo de violencia.

Judy tensó su cuerpo mientras que Nick perdía ligeramente el equilibrio y alzaba sus brazos para mantenerse en el sitio.

La furgoneta comenzó a despegar muy lentamente del suelo como por arte de magia. El zorro y la coneja no daban crédito. Ella le dio un tirón del brazo. –¡Vamos, Nick! ¡Tenemos que subir!

¿Pero cómo que tenemos que subir? ¿Qué está pasando? ¿¡Hola!?

La mente de Nick no podía parar de darle vueltas a aquella rocambolesca situación.

Mira, yo ya no sé qué más nos podemos encontrar, pero de verdad que a quién se lo cuentes no se lo cree.

Sin tiempo para pensárselo demasiado los dos subieron raudos a la furgoneta antes de que se elevara más hacia arriba. Al entrar, cerraron las puertas con firmeza.

Gabriel soltó una risa nerviosa, asomándose entre los asientos del piloto y del copiloto. –Hola guapos, no sé si os habéis dado cuenta, pero estamos yendo hacia el puto cielo. –Señaló instintivamente hacia arriba. –¿Alguna cosita que explicar, parejita? ¿Dónde coño vamos? ¿Qué hacía aquí el tío ese?

El zorro se frotó la frente mientras cerraba los ojos firmemente. –No lo sé, Gabriel. No lo sé. –Exhaló. –¿Y dónde vamos? Pues a su nave, digo yo. –Apoyó con fuerza la cabeza contra el respaldo del asiento. –Vamos a la nave de ese tío, me imagino. –Rió involuntariamente mientras seguía algo aturdido.

Claire rió, algo nerviosa. –¿Pero cómo narices nos está elevando? ¿Cómo que vamos a su nave?

Un ligero traqueteo movió con un suave vaivén a la furgoneta. Nick se asomó por la ventana, viendo como cada vez estaban más arriba. –Mirad, sé exactamente lo mismo que vosotros, es decir: nada.

Tras unos cuantos segundos de incertidumbre, todos sintieron como un ligero tirón y una vibración. De repente, la furgoneta pareció tocar suelo y, casi a la vez, el cielo estrellado se fue difuminando para dar lugar a una especie de hangar que apareció ante sus ojos a través de la luna delantera y las ventanillas de la furgoneta.

Los cinco se quedaron sin habla.

- Yo no voy a ser el primero en bajar, que lo sepáis. –Dijo Gabriel casi sin pensárselo pero muy en serio.

Adam y Claire miraban con morbosa curiosidad por la misma ventanilla trasera. Pudieron ver un montón de maquinaria que no sabían para que servía, así como un montón de cajas apiladas cerca.

Judy dio una ligera palmada a Nick en el brazo. –Vamos, tendremos que bajar en algún momento, digo yo.

Espero que no nos vayamos a arrepentir de esto.

- De acuerdo, bajaré yo primero. –Dijo Nick intentando sonar seguro de sí mismo.

El zorro abrió lentamente la puerta y lo primero que le sorprendió fue el total silencio que había a su alrededor. Tan solo parecía poder oírse un leve murmullo de maquinaria lejana, pero muy sutil.

Aquel lugar parecía ser una bodega de carga y estaba muy limpia. Las paredes metálicas relucían a sus lados. Era lo suficientemente grande como para que la furgoneta se antojara algo pequeña en comparación.

Pisó por fin el suelo de rejilla y observó un poco más sus alrededores. Había una especie de motocicleta de diseño muy vanguardista unos cuantos metros a su lado. Se fijó en que unas luces halógenas suaves iluminaban todo el lugar.

Nick se rascó la barbilla.

Parece un sitio seguro. Raro, pero seguro.

- Podéis salir, no parece haber nada peligroso. –Dijo casi tratando de convencerse a sí mismo de ello.

La segunda en salir fue Judy, la cual también no podía dejar de mirar a su alrededor con pura curiosidad. –¿Pero qué sitio es este? –Sonó bastante confundida.

- Parece que estemos en la parte trasera de una especie de… ¿avión? ¿O nave? –Nick no pudo dar una respuesta concreta a la pregunta de su ex-compañera.

- El ambiente está algo seco, tal vez demasiada climatización. –Fue lo único que se aventuró a decir Adam tras poner un pie en aquel suelo metálico reluciente y notar el aire sobre su pelaje negro y blanco.

Claire salió la última y cerró la puerta tras de sí, dando un silbido de fascinación involuntario.

Gabriel se acercó hasta aquella especie de motocicleta con bastante curiosidad. Nick le vio y se adelantó a sus movimientos. –Ni se te ocurra tocar nada, Gabriel. No necesitamos más sorpresas innecesarias, por favor.

El lobo alzó las manos a modo de entendimiento y con gesto de pedir disculpas. De repente, un ligero zumbido resonó a través del techo y una voz femenina se dirigió hacia ellos.

- Bienvenidos. Por favor, seguid las señales luminosas del suelo.

Unas pequeñas luces diminutas comenzaron a formar una especie de pasillo invisible en el suelo, dirigiéndose hacía una puerta de color negro que estaba a unos diez metros de ellos.

- Me parece que aún nos quedan por ver unas cuantas sorpresas, chicos. –Dijo con algo de acidez Judy.

No sé si esto es un sueño o una pesadilla. O ambas cosas.

Ninguno de los cinco parecía querer dar el primer paso. La voz femenina volvió a hablar.

- Por favor, no tengáis miedo. Estoy deseando conoceros. –Dijo de forma tranquila y complaciente.

Las caras de incertidumbre eran cada vez mayores entre los cinco.

- Bueno… Pues, habrá que avanzar, ¿no? –Dijo Claire mientras miraba a Adam y acto seguido al resto de sus compañeros.

Pues que remedio.

- Vamos, sigamos las luces. –Dijo finalmente Nick con más temor que seguridad.

Los cinco se agruparon y caminaron lentamente hacia la puerta. Una vez estuvieron delante de ella esta se abrió de par en par con un ligero siseo y de forma suave.

Al pasar se encontraron ante una especie de sala circular no demasiado grande de color grisáceo, con unos cuantos paneles electrónicos a sus lados que mostraban un galimatías de números, frases y algo que parecía ser código informático.

En cuánto estuvieron en el centro la puerta se cerró tras ellos con suavidad. Una especie de luz parpadeante azulada les rodeó, iluminando sus caras y sus cuerpos. Nick tensó sus puños.

- Sujetos: Cinco. –Dijo la voz femenina, de forma algo aséptica pero amable. –Vulpes vulpes, macho. Canis lupus, macho. Ailuropoda melanoleuca, macho. Panthera leo, hembra. Oryctolagus cuniculus, hembra, actualmente encinta. Enhorabuena, tu hijo parece estar creciendo sano y sin problemas. Posibilidades de que sea un macho: 97%.

¿Pero qué…?

Todos se quedaron bastante extrañados ante aquella situación, aunque Judy no pudo evitar llevarse la mano a su vientre y emocionarse. –Un… ¿Un macho? ¿Va a ser un chico? ¿Pero cómo…?

La voz femenina contestó. –Bueno, hay un 3% de posibilidades de que me haya equivocado, no me lo tengas en cuenta.

Nick hizo caso omiso a la voz, se acercó hasta Judy y le acarició la espalda con amabilidad. –Enhorabuena Judy.

Pero no tuvo tiempo a decir nada más ni de que los demás la felicitaran.

- Por favor, continuad hasta el puente. Por el pasillo que tenéis justo en frente. –Otra puerta se abrió ante ellos. Sin pensárselo demasiado caminaron con cautela hacia ella y Nick observó que entraban en lo que parecía ser una especie de puente de mando de una aeronave.

Así que estamos en una especie de nave invisible o algo así. Finnick no se va a creer nada cuando se lo cuente.

Había varios sillones vacíos con monitores en frente de ellos. Un extraño tubo cilíndrico translúcido de color índigo estaba en el centro de la sala, con un gran número de tubos y cables que sobresalían del mismo y se perdían por el techo. Todo estaba perfectamente cuidado y limpio.

Al seguir avanzando a Nick le dio un vuelco al corazón. Allí estaba el encapuchado, dándole la espalda al tubo metálico índigo, toqueteando un extraño panel de control y observando algo que no alcanzaba a ver en el monitor que tenía en frente.

- Pasad, por favor. No tengáis miedo. –Dijo de nuevo la voz femenina a través del sistema de sonido del techo. –Os pido disculpas por los modales de Kairos, no suele relacionarse con otros animales.

¿Kairos? ¿Es ese el nombre real del encapuchado?

Los cinco se detuvieron frente al tubo metálico, cerca del encapuchado, y pudieron ver como en la parte delantera del mismo había una especie de pulso eléctrico de color dorado. Era una especie de esfera pulsante. Nick se fijó en ella.

- Sí, esta soy yo. Soy la que os ha guiado hasta el puente. –Al sonar la voz femenina aquella esfera se movió al unísono.

- E-Espera, ¿cómo…? –Fue lo único que acertó a decir Nick.

Siento que últimamente no hago otra cosa que preguntarme cosas. Pero es que, ¡normal! Madre mía…

- Esto que veis es una representación de mi consciencia. Soy Aneris, encantada de conoceros: Nick, Judy, Ethan, Claire, Adam.

¿Incluso sabe el verdadero nombre de Gabriel? Lo dicho… ¿Pero qué coño está pasando aquí?

- Ya imagino que os estaréis haciendo muchas preguntas, pero por favor, aquí no corréis peligro, os lo garantizo. Kairos tampoco os hará nada, palabra.

El encapuchado siguió tecleando y perdido en su propio mundo, dándoles la espalda.

Los cinco movían sus miradas de un lado a otro, con más preguntas que incertidumbre en ese mismo instante. Un ligero zumbido eléctrico y el sonido de algunas teclas provenientes de donde estaba el enmascarado era lo único que podía escucharse en el ambiente.

- ¿Qué…? –Nick se rascó el cuello mientras no podía dejar de observar toda la tecnología que les rodeaba. –¿Qué eres exactamente? ¿Dónde estamos?

- Recordad que algunas preguntas tienen respuesta, pero otras no. –Dijo la voz femenina de forma claramente sonriente y amigable. –En cuanto a qué soy, podríamos decir que soy una especie de agente flexible que puede percibir su entorno, pudiendo llevar a cabo acciones que maximicen mis posibilidades de éxito en base a los parámetros establecidos por mi programación.

Los cinco pusieron cara de póker. –O para que quede más claro… –Continuó Aneris. –Soy una IA avanzada.

Me pinchan y no sangro. Estoy alucinando.

- ¿Una IA? –Preguntó Claire, con cierta curiosidad e intriga por sus conocimientos informáticos. –Pero, suenas demasiado… real. Las IA hoy en día son ya algo complejas sí, pero tú suenas…

- Real, sueno real. Y sueno real porque soy real. Ahora mismo estoy hablando contigo, querida Claire, ¿no lo ves? –Aneris soltó una leve sonrisita.

Desde luego que suena demasiado real para ser solo una inteligencia artificial.

- Kairos y yo velamos juntos por la protección de… bueno... –La voz dudó casi de forma humana. –Lo que vosotros conocéis como la "Ciudad del Corazón Roto".

- ¿Lo que nosotros conocemos? –Inquirió Judy, poniendo los brazos en jarra. –¿Es que acaso tiene otro nombre?

Aneris sonrió. –Por supuesto. Tiene y ha tenido muchos nombres, pero no estoy autorizada para ofrecer más información al respecto.

Nick arqueó una ceja. –¿No estás autorizada? ¿Por quién? –El zorro señaló a Kairos. –¿Por… él?

El encapuchado dejó el teclado y se giró, apoyándose levemente sobre el panel de control. Cruzó los brazos. Aneris comenzó a reír.

- No hombre, no. Kairos es mi subordinado en realidad, él me obedece a mí. Pero no es mi esclavo ni nada por el estilo, no os vayáis a pensar cosas raras, ¿eh?

Últimamente solo pienso en cosas raras. Aunque a decir verdad, yo ya no sé ni qué pensar.

- Pero vamos, que no, que él no me prohíbe nada. –La IA soltó de nuevo una ligera sonrisita extremadamente real. –Fue el Altísimo el que me programó para no dar ciertos detalles sobre… la Ciudad.

Nick miró a Judy y esta le devolvió la mirada con un volumen de incredulidad en sus pupilas moradas que casi podía sentir como le atravesaba los ojos. –Espera, espera… –El zorro rió. –Como que "el Altísimo"… ¿Te refieres al Altísimo, Altísimo? –Nick carraspeó. –O sea, ¿a Dios?

Aneris sonrió una vez más, con el consecuente acompañamiento de vibración en su esfera de luz. –Bueno, ha tenido muchos nombres, pero sí, lo que conocéis como Dios, claro. A ese Altísimo me refiero.

Hubo un silencio demoledor. Adam se mostró pensativo mientras que Claire no parecía poder dejar de parpadear. Nick y Judy se miraron una vez más, como siempre entendiéndose igual de bien que sin hablar.

Gabriel no pudo evitar reírse a carcajada limpia ante aquella declaración. –Vamos, si venga. ¡Pero qué nos estás contando! –Comenzó a reír tan alto que todos le miraron. –¿Pero en que especie de locura fantasiosa me he metido? ¿Os vais a creer a este tubo parlante? –Aneris y Kairos permanecieron en silencio. –Yo creo que nos hemos quedado dormidos en la hoguera o algo y estamos flipando. –Rió de nuevo.

Desde luego que razón no le falta. Estoy alucinando.

- Es que… ¿Pero cómo que Dios? ¡¿Pero que nos estás contando Aneris?! –El lobo siguió riéndose sin poder evitarlo, agachándose y dando ligeras palmadas sobre sus muslos.

Adam frunció el entrecejo, tratando de mantener la calma. Su mente también iba de un lado a otro pero lo disimulaba mejor que los demás. –Pero… ¿Pero eso cómo va a ser? ¿Dios? –Su voz sonó cautelosa, estaba analizando fríamente la situación.

Nick miró hacia la luz pulsante de Aneris. –Mira, lo sentimos mucho Aneris, pero la broma está llegando demasiado lejos. ¿Cómo esperas que nos creamos algo así?

La IA sonrió. –No te preocupes querido Nick., yo no espero que os creáis nada. Mi trabajo es ofrecer información, no convencer a nadie.

Nick no supo por qué pero aquella frase le erizó el pelaje de sus brazos.

Unos instantes después Aneris cambió ligeramente su tono de voz. –Por cierto Kairos, tengo que imprimirte una nueva máscara, esa te la han destrozado. Recuerda depositarla en el conducto de reciclaje, no tardaré mucho.

¿Imprimir? ¿También imprime cosas?

- O sea que también tienes una impresora de máscaras, ¿eh? –Dijo Nick ya con cierto recochineo. –Por cierto, no nos has dicho al final dónde estamos.

- Cierto, Nick. Mil disculpas. Estamos en una aeronave. –La IA no añadió nada más.

Nick se cruzó de brazos. –¿Y…? –La voz del zorro quedó suspendida en el aire.

Aneris respondió, y bastante mordaz. –Y ya está, no necesitáis saber nada más. Bueno, si queréis os puedo decir que está equipada con camuflaje óptico y termal, así nadie nos puede molestar aquí arriba.

Lo que yo diga, estoy soñando en un comic o algo así, o en una de estas pelis de Varmel. Claro, eso es. El día que vino Judy a la oficina me bebí tres botellas de whisky y estoy en un coma etílico tras una maratón de pelis de ciencia ficción y superhéroes.

- ¿Nick? –Preguntó Judy mientras le acariciaba el brazo y observaba sus ojos verdes algo distantes.

El zorro sacudió la cabeza. –Perdona, perdona. Estaba en mi mundo, ya sabes.

Sin mucha fanfarria Kairos comenzó a quitarse la máscara despacio y sin prisa. Sonaron una especie de chasquidos metálicos desde la misma.

Cuando por fin se la hubo quitado, todos pudieron verle el rostro por fin. A los cinco sin excepción se les congeló la respiración.

No puede ser… ¡No puede ser!

Kairos era un lince, una especie extinguida desde hacía siglos. O eso creía todo el mundo. De sus mejillas bajaban un par de largas hileras de pelo de color dorado terminado en punta. Sus orejas puntiagudas con la punta ennegrecida no dejaban lugar a dudas de su especie, era un lince. Sus misteriosos y profundos ojos ambarinos no pudieron evitar fijarse en como los que tenía delante se fijaban en él.

- Eres… ¿Eres un lince? –Dijo Nick con tono de sorpresa.

- Madre mía, pero qué guapo que es. –Dijo Gabriel sin poder evitarlo. Claire le dio un ligero codazo y el lobo se quejó.

Kairos hizo caso omiso al comentario de Gabriel, simplemente asintió y volvió a cruzarse de brazos. –En efecto, lo soy. –Dijo de forma bastante seca.

Adam no pudo resistirlo y dio un paso en frente. –Pero… Pero si tu especie se creía extinguida. ¡¿Cómo…?!

La voz de Aneris sonó de nuevo sobre sus cabezas. –Es el último de su especie, sí. Mi protegido. Es por eso que va con la cara oculta, no podemos permitir que le vean. –La voz hizo una pequeña pausa. –Espero poder contar con vuestra complicidad para mantener el secreto. –El tono simpático pero algo frío dejó a Nick ligeramente intranquilo.

No se me ocurriría traicionar a una IA que parece saber más que todos nosotros juntos.

Un leve siseo sonó en uno de los compartimentos sobre la mesa de mandos central que se extendía frente de ellos. El enorme ventanal de la sala mostraba el estrellado cielo nocturno y la luna en todo su esplendor. Nick no se había percatado de ello hasta el momento.

- Ya está lista Kairos, puedes ponértela. –Dijo Aneris mientras se abría el compartimento que estaba a su lado. –Deja la rota y coge la nueva.

El lince extendió su mano, cogió la nueva máscara y se la colocó sobre su cara. Tras un leve murmullo eléctrico esta se ancló a su rostro sin problemas. Volvía a aparecer frente a ellos esa misteriosa forma felina ligeramente turbia y barroca.

- Que lástima tapar esa cara tan bonita, chico. –Dijo Gabriel entre dientes. Judy le miró con algo de resignación.

- Bueno, creo que va siendo hora de que hablemos en serio. –Después de que Aneris dijera esto, una puerta grisácea se abrió en uno de los lados del puente de mando. –Por favor, pasad a la sala de reuniones. Tenemos mucho de qué hablar.

Y tanto…

- Kairos, por favor. Ve hasta la furgoneta y recoge el orbe, mis escáneres muestran que está en una mochila en el interior. –Ordenó la IA con amabilidad.

El lince asintió y caminó con decisión hasta la puerta negra por la que habían venido los cinco y desapareció tras ella.

- Como os he dicho antes, no le temáis. No ha tenido muchas interacciones sociales. Pero podéis confiar en él, creedme. –Dijo de forma bastante convincente Aneris.

Bueno eso de confiar en él...

- Sí, pues viendo lo que hizo en la fábrica, no sé yo… –Dejó caer Nick como si nada.

- Tienes toda la razón, eso fue un error, Nick. –Admitió la voz femenina. –Ahora lo hablaremos todos. Ah, creo que aquí viene.

Un error de los grandes.

El lince enmascarado entró en el puente de mando llevando la mochila de Adam sobre su hombro. Pasó por al lado de los cinco en dirección a la puerta grisácea.

- De acuerdo, entremos en la sala de reuniones.

A ver a dónde nos lleva todo esto…