Capitulo 27


Atención: escenas de contenido sexual.


-¡No puedo más Levi! -Hange se reclinó sobre la corteza de un árbol para acompasar la respiración.

Levi descendió con su equipo de maniobra frente a ella.

-¡Continúa! -le ordenó, frunciendo el ceño

Hange negó con la cabeza.

-¡Estoy demasiado agotada! -expresó la chica-. ¿Podías ser un poco más considerado? ¡Hemos estado entrenado dos horas seguidas!

-¿No querías que te entrene? -demandó Levi, algo indignado-. ¡Muévete!

-¡No es justo! -chilló Hange-. Hace un día que me estás entrenando. ¡No puedes exigirme tanto!

El capitán chasqueó la lengua y encendió su equipo de maniobras.

-Intenta atraparme -sostuvo, dejando una estela de gas en la hierba tan pronto se impulsó para ascender.

-¡Espera Levi! -gritó ella desde abajo-. ¡Voy a morir!

El capitan puso los ojos en blanco. ¡Era una exagerada! Voló en el claro del bosque, alejándose de Hange. Su figura fue recortada por el atardecer de la primavera que se colaba entre las copas de los árboles. Levi parecía un pájaro atravesando el firmamento, tiñendo su capa de un color tibio y anaranjado. Al capitán le gusta usar el equipo de maniobra. Lo considera lo más cercano a la libertad.

Luego del ataque de los rebeldes, la Legión y la parte menos afectada de la Policía Interior ayudó a recolectar los cuerpos y a los heridos. Levi había sufrido lastimaduras externas y para su suerte no tuvo que lidiar con ningún hueso roto ni pasar por un proceso de extensa recuperación. Solo se dedicó a descansar sus músculos y articulaciones. Erwin también había salido ileso de la explosión.

Lo contrario a Sean y Hunter que tenían heridas profundas y fracturas expuestas que los obligaron a regresar al recinto para estar en reposo y bajo supervisión médica. Sean no había perdido el ojo de suerte.

La muerte de Conan fue un golpe duro tanto para los dos soldados como para Levi. Fenrir también se vio afectado, pero sus amigos más cercanos estaban devastados.

Habían transcurrido dos días desde la explosión y recién mañana le entregarían el cuerpo a la familia. Fenrir fue el encargado de darle la noticia a la madre. La onda expansiva lo había llevado casi al mismo lugar que Levi y eso le salvó la vida a él y a su amiga, que solo recibió un par de puntos en una pierna herida.

La bomba había sido producto de los rebeldes. La misma estalló un uno de los departamentos de los edificios residenciales y se cobró la vida de Conan, de un montón de gente inocente y miembros de la Policía Interior.

Ese día Levi no pudo dormir. Soñaba con cuerpos desmembrados, con bombas y titanes. Conan aparecía en sus sueños feliz y al instante muerto y bañado en sangre. Su rostro se mezclaba con el de Isabel y Farlan. Las pesadillas que creyó haber superado, volvían a atacarlo de nuevo.

Erwin le ordenó regresar a la Legión y entrenar a Hange hasta nuevo aviso. El capitán se rehusó a abandonarlo, pero el comandante fue tenaz.

-De los tres, ella es la que está en desventaja física y emocional -había dicho el comandante. Levi leyó entre líneas su orden: entrénala en caso de que deba enfrentar a Paige.

El capitán era consciente de que Paige sería capaz de matar a Hange de un solo movimiento. La líder de escuadrón era ágil y tenía buenos reflejos, pero pecaba de buena persona. Era muy emocional. Paige no. Ella había perdido su humanidad. Se había transformado en una zorra cruel y despiadada, a la que nada le importaba.

La idea de Erwin era contactarse con Dot Pixis y Darius Zackly y elaborar un plan entre la Fuerza de Guarnición y la Legión de Reconocimiento. No obstante, primero debía estudiar a la Policía Interior y descubrir quienes traicionaban a la Corona. Erwin confiaba en Nile, pero no así en sus subordinados.

Levi esperaba que el comandante no ponga en riesgo su vida. Erwin era demasiado temerario cuando quería, sin embargo, estaba seguro de que no era un hueso fácil de roer y jamás se dejaría atrapar sin tener un plan en mente. Lo único que tenia en vilo a Levi eran los ataques intermitentes por parte de los rebeldes. Era algo que el comandante no podía anticipar. ¿O tal vez sí?

Al caer la noche, el entrenamiento con Hange terminó. Levi visitó a Sean y Hunter en la enfermería. Lynne estaba allí también, sosteniendo la mano de su novio y ayudando cada tanto a Hunter a ponerse de pie y caminar hacia los sanitarios. Los tres se encontraban silenciosos y tristes. Levi no les dijo mucho. Solo que les deseaba una pronta recuperación. Ellos entendían el dolor del capitán y sus ansias por no flaquear.

El resto de su escuadrón tomó la noticia muy mal. Petra y Auruo lloraron y Erd y Gunther se quedaron blancos y sin palabras. Nifa y Hange intentaron mostrarse fuerte, pero Levi las escuchó sollozar cuando se dirigían a los barracones con Moblit. Mike mostró una ligera congoja en su cara de perro rabioso.

El capitán no podía asomarse por el comedor. Lo invadía el desosiego, la angustia y la pena. Se le estrujaba el corazón de solo pensar que jamás volvería a cenar con Conan, que ya no habría chistes y bromas en la sobremesa, que ya no le confiscaría sus bebidas escondidas o lo haría limpiar su desorden. Todo había terminado con él, con su muerte.

Conan había sido un gran amigo para Levi y varios miembros de la Legión de Reconocimiento. Sin lugar a dudas su ausencia iba a sentirse como un vacío, una especie de agujero sin fondo imposible de llenar.

Antes de irse de la enfermería, Hunter y Sean insistieron de nuevo con la idea de ir a velar el cuerpo de su amigo, pero los médicos se lo prohibieron rotundamente. Estaban muy heridos. Levi se enteró que Sean y Hunter se salvaron por un pelo. Conan los había empujado apenas visualizó el fuego. La explosión los arrastró contra unos vidrios y un par de cimientos, pero el derrumbe no cayó sobre ellos sino que impacto pura y llanamente en Conan. El chico había priorizado la vida de sus camaradas antes que la suya. Conan era increíble. Conan fue especial, fue un héroe.

Era la hora de la cena y Hange y Levi estaban en la oficina del capitán. La líder de escuadrón había irrumpido en su habitación con la comida del día, pero Levi no tenía hambre. Ella lo instó para que coma, pero él la ignoró y no probo ni un solo bocado.

Hange apartó la comida fría de la mesa y sacó de nuevo un par de hojas desordenadas de su alforja. Aún tenía puesto el uniforme de la Legión y llevaba el equipo de maniobra, que se lo quitó y lo dejó apoyado en el suelo.

-Continuaremos con mi investigación sobre el hombre más fuerte de la humanidad -anuncio Hange para intentar animarlo.

El capitán no se molestó. Quería tener a la líder de escuadrón cerca. Hange era un aliciente. Su presencia y sus ocurrencias hacían olvidar de a ratos la angustia por la muerte de Conan.

Él le arrebató de un sopetón una de sus hojas, escribió en ella y se la devolvió a Hange.

Las cejas de la chica se pronunciaron en una mueca irascible.

-¿Qué? -demando ella, al leer lo que Levi le había escrito- ¿Demasiado lenta y quejosa? ¿Por qué me escribes esto?

-Es el resultado de tu entrenamiento.

-¡Eso no es verdad! Bueno, tal vez un poco, pero...

-No podrás ir a Mitras -intervino Levi-. Si no mejoras tu rendimiento, no saldrás viva contra los rebeldes. Están muy bien entrenados.

Ella soltó aire.

-¿Sabes algo de Erwin?

-No.

-¿Estás preocupado?

-Es un hombre muy inteligente.

Hange resopló y puso los ojos en blanco.

-Eso no responde mi pregunta de si estas preocupado, Levi.

El chico encogió los hombros. Estaba preocupado, pero no quería admitirlo.

-Él decidió resolver la situación por su cuenta -dijo el capitán-. Confío en Erwin.

-¿Y te mando a entrenarme?

-Sí -Levi enarcó una ceja-. Ya veo por qué. Tú obsesión con el laboratorio y los titanes te han sacado estado físico. Supongo que sabes que es muy probable que nos enfrentemos a los rebeldes. Ellos son más rápidos e inteligentes que los titanes, cuatro ojos.

Hange apretó los labios en una delgada línea.

-Siento de nuevo lo de Conan -musitó-. Era un gran chico.

Se hizo un silencio. La imagen de Paige y Conan emergió de sus recuerdos más recientes.

-Sabes que la mataré, ¿verdad? - le soltó el capitán con una rudeza que enrojeció de ira a Hange.

No habían hablado hasta entonces de Paige y Levi sintió que era necesario que ella sepa que no tenía ni un poco de remordimiento por querer a su mejor amiga muerta.

Hange se encogió de hombros.

-Sí, estaba esperando que me dijeras eso.

-Han matado a gente inocente - escupió Levi con desdén-. La mitad de los muertos son de un edificio cerca a la arbolada. Niños, jóvenes, ancianos con los cuerpo mutilado, calcinados, podridos y...

-¡Ya lo entendí, Levi! -lo interrumpió Hange-. Te pones hablador cuando estás herido. Sé que no hay manera de justificar lo que Paige y su gente hizo. Sé que no puedo salvarla.

-Quiero verla sufrir -le confesó Levi, borbotando veneno y odio acumulado a través de su lengua afilada-. De seguro se ha estado divirtiendo mucho matando a gente inocente. Me gustaría...

-¿Podemos hablar de otra cosa? -lo corto Hange. Estaba incómoda y molesta.

Levi se dispuso a separar los papeles informativos que tenía de Conan en un compartimiento. ¡Diablos! Era doloroso tirar su legajo a la basura.

-No quiero escucharte hablar de titanes ni nada parecido -le advirtió Levi.

-No -aseguró ella, y apartó un papel-. He hecho un cronograma.

El capitán detuvo su accionar y la contemplo con rareza.

-¿Un cronograma?

-Sí, estuve pensando que si organizo mi tiempo entre mi trabajo, mis investigaciones y mi tesis de laboratorio podía pasar tiempo contigo -ella le mostró una tabla con horarios y tiempos estimados-. Durante las noches podemos compartir momentos juntos. Eso me permitirá no pensar tanto en ti durante el dia y manejar mi ansiedad ¿No es genial? Así podré estar concentrada en mis proyectos y también en mi relación contigo.

-No tenemos una relación.

Ella se sonrojó

-¡OH! -expresó-. Lo que sea que tengamos.

El capitán estaba anonadado. Su excentricidad lo aterraba y exasperaba de igual modo.

-Gracias por compartir tu cronograma -dijo, con un tono agrio e irónico.

-También he estado investigando sobre sexo -Levi por poco se agarra los dedos con el compartimiento-. Es decir es evidente que lo que sentimos el uno por el otro tiene una explicación química y científica. Hay muchas hormonas que intervienen en la atracción física. Las más importantes son la dopamina, Feniletilamina y Norepinefrina. No importa que función cumple cada uno porque es algo complejo, pero leí escenas de una novela y también me fijé en textos de anatomía y biología. Al ser mi primera vez me va a doler un poco y asi que lo mejor es que esté lubricada...

-¡Basta! -Levi estaba mareado y sudado. ¿Qué era eso de la dopimina? ¿Por qué era tan rara?

-Tu lo que debes hacer es...

-¿Puedes irte?

Ella se puso de pie y colocó los brazos en jarra.

-Estoy hablando de algo importante.

-Es incómodo.

-¡Vamos! -expreso ella-. Tenemos que hablarlo. Es inevitable lo que va a suceder. ¡Somos humanos!

Levi, que jamás se ruborizada, sentía que su cara estaba prendida fuego. La incomodidad hizo que dejara los legajos y enfrente a Hange ceñudo y agitado.

-Ese tema es un poco complicado...

-¡Tú también eres virgen!

Levi estuvo a nada de agarrarla del brazo y llevarla hasta la puerta.

-¿Por qué gritas y hablas con tanta naturalidad? -masculló entre dientes.

Ella se mostró confundida.

-¿Cómo quieres que lo diga?

-No importa -replicó Levi-. ¡Quiero que te vayas!

-Mientes -lo apuntó con el dedo-. Sé que te gustaría tener sexo conmigo.

Por supuesto que quería acostarse con ella, pero tenía miedo.

-Cuatro ojos -farfulló.

-¡Yo quiero tener sexo contigo! -Levi sentía con el aire se le iba de los pulmones y la garganta se le cerraba. Hange lo estaba asfixiando con su intensidad-. Me da mucha curiosidad saber cómo es todo eso. Tengo veinte años y creo que estoy en una edad perfecta para explorar y conocer nuevas sensaciones ¡Seria tan innovador! ¡Cómo un nuevo experimento! ¡Ah! ¡Estoy emocionada! ¡Aunque también me da miedo y vergüenza!

Hange se cubrió la cara y soltó un grito histérico. Levi se encontraba atónito e incrédulo por la conversación que estaban teniendo.

-No te veo muy avergonzada -señaló con desdén.

-Sí, tengo miedo.

Él entornó la mirada.

-Bien.

-¿Tú no tienes miedo?

Estaba aterrado.

-Para nada -mintió.

-¡Entonces podemos hacerlo! -chilló ella, emocionada y revolvió en los bolsillos de su pantalón-. ¡Traje condones! ¿Sabias que están hechos con cuero de cerdo? Tienen una...

Levi la dejó a medio hablar. Estaba más pálido de lo normal.

-Es demasiado pronto.

-¡Pero me mata la ansiedad!

-No creo que sea el momento.

-¿Y cuándo es el momento? ¡Es algo que quiero hacer contigo!

Se estaba quedando sin excusas.

-Generalmente esas cosas se hacen con tiempo.

-¡Por supuesto que no! -refutó ella-. Es como alargar algo inevitable. En las novelas siempre tienen sexo en los primeros capítulo. Una vez leí...

-¡Me da culpa! -soltó Levi, acorralado por la presión de la chica-. Me he criado viendo follar a mi mamá. He visto cosas horribles. No lo sé. No sé cómo explicarlo.

Ella lo observó en silencio y su voz sonó muy dulce.

-Entiendo. Tienes un trauma-. El capitán encogió los hombros. Hange guardo los condones y sus comisuras ascendieron a una sonrisa comprensiva-. Bueno de ser así yo te esperaré hasta que puedas superar lo que sea que te haya sucedido. Aunque podemos hacer otras cosas sin llegar a la penetración, pero te esperaré.

-¿Que otras cosas? -preguntó Levi y a continuación maldijo en sus adentros por la curiosidad.

Hange se rascó la cabeza.

-Son como juegos preliminares. Masturbación y esas cosas.

El capitán sentía la lengua pastosa. Una sola vez llevo acabo el onanismo y fue pensando en Hange. Su comportamiento lo horrorizó y le atrajo por partes iguales. Recordó que se sintió culpable luego de terminar en la ducha. Mierda. ¿Cuándo se acabaría el suplicio? ¿Cuando terminarían los fantasmas? ¿No era algo normal desear y ser deseado?

-Ya -murmuró Levi.

-¿Quieres intentarlo?

El capitán tragó saliva.

-Tal vez.

-Hasta donde tú quieras, Levi.

-De acuerdo.

Hange y Levi intercambiaron expresiones comedidas, como si estuvieran midiendo la respuesta del otro. La lujuria apareció en la mirada de la chica y fue el envión para lo que sucedió después. Hange rodeó el escritorio, se paró frente a Levi y dibujó somera líneas con los dedos sobre su cara.

El capitán contuvo el aliento y se incorporó despacio. Fue un leve roce de labios lo que desencadenó la pasión. Hange abrió la boca y mezcló su aliento con el de Levi en un beso afiebrado y encendido. El autocontrol del que siempre se jactaba el capitán se vio nublado por las sensaciones nuevas que lo abordaban. Se dejó llevar por los labios y el agarre de su compañera alrededor de su mandíbula mientras sus lenguas húmedas chasqueaban y se exploraban con desesperación. La chica vagó la mano por el pecho del capitán y él le rodeó la cintura con los brazos. Hange se quitó las gafas y se sentó sobre la mesa para estar a la misma altura que Levi. Él la volvió a besar y ella se rio contra sus labios.

-Cállate -gruñó a la vez que Hange enterraba los dedos en su cabello lacio y oscuro.

Levi la atrajo hacia él para sentir la presión de sus senos y sus dedos desabrocharon con dulzura y algo de torpeza los botones de la camisa de la chica hasta deprender el último ojal. El calor y la humedad de la piel suave y atezada de Hange lograron estremecerlo y excitarlo al mismo tiempo. El capitán estaba muy nervioso y asustado. Había en su interior un miedo latente por decepcionarla, pero también existían las ganas de ir más allá de lo que él mismo se imponía.

La camisa de Hange cayó sobre la mesa. Él se apartó y la miró. Tenia puesto un sostén de puntilla blanco. Levi solo pensaba en lo hermosa y frágil que se veía bañada con la luz cálida de la lámpara de aceite. A Hange le asaltó un leve rubor al hallarse expuesta y observada por Levi. El capitán también se ruborizó. Sin embargo, tomó aire, alargó la mano y le acarició los pechos.

Hange suspiró y cerró los ojos. Levi se inclinó hacia ella y le besó el cuello, las clavículas y el nacimiento de sus senos. Estiró la mano hasta llegar a los ganchos de su sostén y los deprendió con la punta de los dedos. El sostén de Hange se alivió y la chica se lo retiró por los hombros. Levi quedó boquiabierto, casi atontado, al contemplar sus senos turgentes, pequeños y precipitados acompañando su figura esbelta y delgada.

De repente, la vergüenza inhibió a la chica y se cubrió los pezones con las manos.

-No son la gran cosa -susurró Hange.

El capitán reprimió una sonrisa por el comentario. ¡A él le parecía hermosa y excitante! Con la garganta seca, Levi inspiró hondo, sostuvo su cadera y la estrechó contra él. Luego, la sujetó de los brazos y apartó las manos de su pecho. Resultaba curioso que Levi quisiera infundirle confianza y seguridad a Hange cuando él también era inexperto, pero tenía una debilidad notable por la mujer que lo observaba sin hablar, quieta y atenta a cada uno de sus movimientos.

Los dedos de Levi hicieron contacto con la dureza de sus pezones y ella se estremeció. La chica jadeó y se arqueó cuando Levi la acarició y rozó las zonas sensibles con su lengua. Hange tenía un sabor salino justo en los rincones que ocultaba y que ella misma le había permitido descubrir y saborear.

El capitán envolvió sus brazos en la cintura de la chica y marcó un caminó con su boca desde el pecho hasta el vientre . Estaba invadido por emociones y sensaciones desconocidas que lo hacían perder la cordura. Realmente tenía ganas de hacerla suya ahí mismo... hasta que el último aliento de raciocino lo asaltó. ¿Qué estaba haciendo? ¿Estaría bien? ¿Le dolería? ¿Sufriría? La imagen de su madre en el burdel lo paralizó por completo. El miedo y el horror lo obligó a retroceder y alejarse de Hange.

La joven abrió los ojos y enderezó la postura.

-¿Qué haces? -le preguntó con reproche

Levi no le respondió. Se sentó de nuevo en la silla y rehuyó la mirada inquisidora de Hange, con las mejillas encendidas. El capitán se tomó un momento para pensar. Se sentía cohibido por sus inseguridades. El corazón le latía con fiereza y tenia calor, mucho calor. La ansiedad lo estaba consumiendo. ¿Por qué se detenía? ¿Por qué tenia tanto miedo? ¿Por qué no podía disfrutar de su sexualidad?

-No lo sé -le respondió a Hange, y también a sus propias dudas.

-Me gustaba lo que estabas haciendo -susurró ella, y Levi tembló de deseo al escucharla-. ¿Quieres continuar? -insistió, con una timidez y suavidad que le colmó el pecho. No obstante, el capitán se mantuvo taciturno e inmóvil, con la vista perdida en algún punto de la habitación. Ella exhaló, bajó de la mesa y se sentó sobre su regazo-. Podemos intentarlo en otro momento, Levi.

Toda la dulzura que rezumaba sus palabras hizo que el capitán se derritiera por dentro. No se había dado cuenta -hasta ese momento- de lo jodidamente enamorado que estaba de ella. La quería y la deseaba con vehemencia. Era una combinación extraña y peligrosa, pero no podía evitarlo. Había luchado tanto contra aquel sentimiento, que ahora dejarlo de lado se le antojaba muy desgarrador.

-Me cuesta relajarme -reconoció el capitán-. Nunca lo hice antes.

Hange lo abrazó por el cuello.

- Lo sé -afirmó-. También estoy nerviosa y tengo miedo.

-No luces muy aterrada.

Levi buscó cobijo en su pecho, pero ella se separó de él y soltó una carcajada.

-Lo estoy -aseguró Hange-. Solo que confio demasiado en ti.

El corazón de Levi estaba hecho añicos por la muerte de Conan, pero junto a Hange era como si todos esos fragmentos volvieran a ensamblarse poco a poco en su lugar. No supo por qué, tal vez dominado por el impulso y la pasión, le acarició las mejillas y los labios. Probó el sabor de sus senos de nuevo y los apretó con las manos. Ella levantó las cejas y batió las pestañas en una mueca que Levi consideró muy sensual y provocadora.

Los dos volvieron a mirarse a los ojos fijamente y, en ese instante, el capitán dejó de dudar. Levi supo que quería acostarse con ella. Quería darle rienda suelta a las nuevas sensaciones, a las ganas de poserla, de sentirla bajo su dominio. Levi derrumbó su último miedo en aquella mirada y se relajó por primera vez en su vida.

Hange lo entendió. Siempre lo comprendía sin mediar palabras. La joven cerró sus dedos sobre la camisa del capitán y lo llevó hasta la cama. Él se dejó guiar por ella, arrastrando los pies a su ritmo. Hange recostó la espalda sobre el edredón, pero en el movimiento se golpeó la cabeza con la pared y una risa estrepitosa le brotó a Levi desde el fondo de su ser. Ella lo miró sorprendida por escucharlo reír por primera vez, pero luego le propinó un golpe en el antebrazo y el capitán retomó su expresión habitual.

Se oyó el rechinar del colchón cuando Levi se colocó y extendió su cuerpo encima de Hange. La chica abrió las piernas, atrapó la mano derecha de Levi y la guío hasta más abajo de su vientre. Fue una sutil caricia de movimientos ascendentes y descendentes sobre la ropa interior de Hange, que disparó una corriente eléctrica por los nervios de Levi hasta endurecersele la entrepierna. Ella soltó una exclamación ahogada y el capitán decidió quitarle su uniforme. Levi se resbaló hacia el centro, separando los pliegues con la punta del dedo como Hange le indicaba. Ella se tensó y dio un respingo cuando él entró. Aterrado, quiso romper el contacto y Hange no se lo permitió.

-Continua - le exigió. Levi jamás la había escuchado hablar de ese modo tan lascivo, sin embargo le resultó increíble. Extrañamente increíble.

Las respiraciones de ambos se volvieron pesadas y aparatosas. Levi tenía miedo de lastimarla. No había que tener mucha experiencia en el tema para saber que era una zona delicada. Inspiró hondo y se centró en ella, en la forma en que lo buscaba, lo miraba y le hablaba. Otro dedo más ingresó al interior húmedo y caliente de la chica para empezar a deslizarse de arriba hacia abajo. Levi presionó su interior suavemente y Hange clavó las uñas en sus hombros mientras contenía el aliento y apretaba las caderas. Su cavidad se volvió amplia, espesa y viscosa. Hange se agitó, sudó y se retorció con los movimientos de Levi antes de que ella decidiera cortar el contacto.

Hange se descalzó y sus bragas le recorrieron las piernas hasta despedirse por los pies. La joven lo besó de manera frenética y desajustó la hebilla del cinturón del capitán que terminó en el suelo con un ruido metálico y rimbombante. Levi estaba ansioso, con las pulsaciones a mil por ahora. Ella confiaba y se entregaba a él, pese a su falta de experiencia. Todo era nuevo para los dos y ahí estaban, descubriéndose mutuamente, buscando estímulos en sus puntos más delicados y sensibles. Ambos eran torpes, pero considerados el uno con el otro.

Levi deslizó la mano por su cintura baja, los muslos y, en un arrebato, le apretó las nalgas con fuerzas. Hange gimió y se rio a la vez.

El capitán se alarmó.

-¿De qué te ríes? -quiso saber Levi-. ¿Hice algo malo?

Ella le apartó el pelo que le caía sobre la cara.

-No, no has hecho nada malo -respondió. Después, lo desvistió despacio, con lentitud, explorando con sus manos los músculos y las cicatrices que Levi guardaba como vestigios de su vida pasada y rastros de la actual. Ella lo llenó de besos en el cuello y detrás de las orejas. Al principio, el miedo lo tentó y tuvo el ademán de alejarse, sin embargo, no lo hizo. Le ganó al impulso y abrió paso al placer cuando Hange lo sentó sobre el colchón y humedeció su mano con la lengua para atrapar su rigidez en movimientos bruscos y envolventes.

La ineptitud de Hange y el nerviosismo de él lo hicieron doler. Sin embargo, la joven se dio cuenta, aminoró el ritmo y Levi se mareó de placer. El capitán soltaba gemidos roncos mientras su cuerpo proclamaba una necesidad imperiosa por apoderarse de la chica. Hange subía y bajaba su mano lentamente sobre su entrepierna. Lo estaba enloqueciendo. Ella se detuvo y hurgó en el bolsillo de su pantalón, aún tirado en la cama. Hange tomó el condón que había guardado con anterioridad y se lo tendió a Levi.

-Debes ponértelo -dijo.

Él lo agarró y quedó estoico, con una corta distancia entre sus cuerpos sudados y desnudos. Las manos le temblaban como si estuviera helando cuando el calor de la habitación era sofocante. Se colocó el condón y la observó dubitativo.

Con una seguridad que lo intimidó, ella se acostó de nuevo y lo llevó consigo. El capitán la acorraló con los brazos estirados a los laterales de su cuerpo y las rodillas separadas a la altura de sus caderas. Hange tomó y guió su erección hacia la cavidad de sus piernas. Levi se hundió en su interior casi a tientas, con cierta dificultad. Lo asaltó algo parecido al dolor, aunque fue como una ligero tirón que logró sobrellevar sin mucho problema. Cuando ingresó en la profundidad de Hange, sintió la tensión de ella apretarse contra la de él. Una mueca de incomodad afloró en el rostro de la chica, que cerró sus ojos vidriosos y se mordió los labios.

-¿Estás bien?

-Sí

-¿Te duele?

Ella le respondió con una sonrisa rápida y forzada. El capitán vaciló y Hange lo notó. La chica respiró lento, recorrió su espalda desnuda y, desde la cadera, lo empujó con las manos sin prisa hacia su interior, hacia lo más intimo de su ser. Hange siseó de dolor cuando Levi se adentró y la penetró por completo.

Los movimientos fueron despacios, pero luego no pudo dejar de moverse dentro de ella. Ya para ese punto el capitán dudaba que pudiera detenerse. No podía controlarse. Estaba encendido. Los ojos azules de Levi no denotaban miedo sino que brillaban de deseo, el más puro y apabullante deseo.

El placer lo cegó: sus palpitaciones aumentaron, la respiración se le cortó y la sangre latió en su rigidez. El capitán comenzó a embestir rítmicamente a Hange una y otra vez hasta que la chica se relajó y enredó las piernas alrededor de su cintura. Lo que en un primer momento le pareció doloroso para ella ahora Levi percibía que resultaba reciproco y satisfactorio para ambos.

Él continuó entrando y saliendo de su centro, aumentando cada vez más su ritmo, urdido por la necesidad de aliviar los nervios y colmar el deseo hasta que al fin sucedió. Hange curvó la espalda, tembló y gimió al tiempo que los músculos de Levi vibraban y el capitán estallaba en su interior.

El último jadeo por parte de ambos los unió y trajo el silencio a la habitación. Levi se desplomó sobre los senos de Hange con una mezcla de cansancio y felicidad y ella lo recibió y lo envolvió con sus brazos, soltando un largo y extenso suspiro.

Minutos más tardes, Levi habia tirado el condón y estaba muerto de hambre. El sexo le despertó un apetito voraz. Queria comer.

Estaba terminando de abrochar el botón de su camisa mientras Hange enrollaba el edredón. El capitán se dispuso a mirarla. ¡Maldición! No podía quererla tanto. Ella estaba avergonzada porque había dejado impregnada una mancha de sangre sobre la tela del edredón. A su vez el capitán estaba acobardado y asustado porque de alguna forma quería escuchar una opinión de ella sobre el momento íntimo que acababan de compartir. ¿Lo había hecho bien? ¿Le había gustado?

-Limpiaré el edredón -le dijo Levi con simpleza-. No me molesta. Si la dejas secar, no se quitará más.

La chica se envaró.

-¡Ah, claro! - expresó Hange, con la cara roja como un tomate-. Bueno si no te molesta, está bien.

Luego, ninguno de los dos dijo más nada. Hange se terminó de colocar las botas y de acomodar su uniforme. La cabeza de Levi iba a colapsar a medida que la observaba de soslayo y su mente se atiborrada de dudas y preguntas. No sabía qué hacer. ¿Tenía que decirle algo? ¿Qué exactamente? Él era tan principiante y estúpido para las relaciones.

El capitán vaciló.

-Yo...

Hange lo interrumpió con un bostezo.

-Me duele el cuerpo -soltó-. Me iré a dormir.

Levi tomó asiento en su escritorio. Se percató de que Hange estaba tan expectante y nerviosa como él.

-Está bien -contestó el capitán.

Hange se movió con velocidad. La chica colocó las gafas sobre el puente de su nariz, agarró sus hojas, las guardo en la alforja, ajustó el equipo de maniobra a la cadera y caminó hacia la puerta mientras se ataba el cabello. Todo eso en menos de un abrir y cerrar de ojos.

A pocos pasos de la entrada de la habitación, se volvió en redondo hacia el capitán.

-Nos vemos Levi -se despidió, y le sonrió.

El capitán creía que su corazón había dejado de funcionar por un momento. La observaba como un idiota. Levi recobró el aplomo y asintió con la cabeza.

-Adiós -respondió.

El capitán soltó aire y experimentó un alivio momentáneo cuando Hange se fue por la puerta y desapareció de su vista. Se inclinó sobre la silla y miró en dirección a la cama.

Una parte de él estaba ansioso por conocerla más, por averiguar otras expresiones, otros sonidos, otros sabores de su cuerpo en contacto con el suyo. Sin embargo, la otra parte de su mente tenía una sensación contradictoria. No dejaba de castigarse por lo que había sucedido. ¿Había estado bien? ¿Qué sucedería después?

Levi suspiró, se puso de pie, tomó el edredón y se dirigió a la ducha para enjuagarlo con jabón blanco y agua caliente.

También experimentaba como una victoria lo que había sucedido. Había tenido sexo por primera vez. Venció a uno de sus grandes miedos y descubrió su sexualidad gracias a Hange. Sabía que tenía un montón de cosas por experimentar y probar, pero estaba orgulloso de lo que había logrado.

Levi se limpió las manos con una toalla tan pronto terminó de limpiar y restregar el edredón. Estaba pensando donde dejarlo a secar cuando llamaron a su habitación. Extrañado, salió del baño y abrió la puerta.

Mike lo miró del otro lado con el ceño arrugado.

-¿Qué quieres? -preguntó Levi con fastidio. Mike le levantó una ceja, se inclinó hacia el capitán y lo olfateó-. Te voy a pegar.

-¿Hange está contigo? -indagó el líder de escuadrón.

Levi intentó no alarmarse.

-No

-Apestas a ella.

-Ya sabes. La estoy entrenando -mintió Levi-. Mike lo miró con los ojos verdes cargados de desconfianza-. ¿Qué es lo que quieres? Tengo hambre y sueño.

-Es Erwin -dijo Mike. Levi se tensó-. Ha atrapado a dos rebeldes. Uno de ellos es Paige.