**Katniss's POV**
Cuando nos instalamos en la nueva habitación (nos han adjudicado un compartimento más grande y más cerca de mi familia) siento un escalofrío desagradable. Esto no es un hogar, es más bien un calabozo. Vamos a tener que cuidar de nuestra niña mientras somos prisioneros en este distrito. Le han puesto una cuna, un chupete y un pequeño osito como muestra de buena voluntad pero yo no me lo trago; por más que las adornen, estas paredes seguirán encarcelándonos y mi hija seguirá llevando este uniforme gris. Peeta se da una vuelta por la habitación y abre uno de los cajones de la cómoda revelando un arsenal de pañales.
- No está mal –yo chasqueo la lengua.
- Sí está mal –no dejo de pensar en Dalton y lo que me dijo de su trabajo en la granja; nos ven como carne fresca, gente que tiene que criarse en este distrito para dar variedad a su genética. Willow es, a los ojos de este distrito, ganado nuevo.
- ¿Qué pasa? –dice acercándose a mí.
- Esto no es lo que quiero para nosotros –me quejo lastimeramente. Mientras he estado en el hospital me he permitido no pensar en nada y centrarme únicamente en mi recuperación y en mi pequeña, pero ahora la realidad vuelve a mí: sigo siendo la pieza de unos juegos en una guerra y con un bebé a su cargo–. Es decir, míralo. ¿Qué clase de infancia va a tener Willow? ¿Rodeada de soldados armados y durmiendo en una celda como si estuviera presa? –Peeta desvía la mirada; a él también se le ha pasado por la cabeza.
- Cuando termine la guerra nos iremos de aquí –me promete.
- ¿A dónde?
- A casa.
- No tenemos de eso, volaron nuestro Distrito.
- Pero no nuestras casas en la Aldea de los Vencedores –me recuerda, él no lo ha visto pero lo sabe porque yo se lo conté. Frunzo el ceño, ¿quién querría vivir en un cementerio?–. Allí podríamos empezar desde cero, reconstruiríamos poco a poco el vecindario e iríamos al bosque para que Willow conociera sus orígenes –mientras habla le toca cariñosamente el piecito.
- Incluso si la guerra termina, nunca nos dejarán en paz, siempre querrán encontrarla –digo con agonía. Siempre han buscado manipularme y ahora saben cómo hacerlo; Willow es la forma más directa de llegar hasta mí. Haría lo que fuera por ella y lo saben. Solo hace falta ver qué le hicieron a Peeta cuando supieron que me importaba, imagínate qué le harían a alguien que ha salido de mis entrañas.
- Pues huiremos al bosque nosotros tres. ¿Recuerdas lo que solíamos decir? ¿Que cualquier lugar puede ser maravilloso si estamos juntos? –veo la ilusión en su mirada y me pregunto cómo puede tenerla.
- ¿Cómo puedes seguir creyendo en el futuro después de todo lo que nos han hecho?
- Porque tengo motivos para tenerla, solo tengo que miraros. Tenían razón al escogerte como símbolo de esperanza porque la das de verdad –me muerdo el interior de la mejilla con nerviosismo. Yo no doy esperanza, yo causo muerte y destrucción allá donde voy.
- Peeta no soy capaz de ver ningún futuro –le confieso en un susurro. Él me pone un mechón de pelo detrás la oreja y me miro con cariño antes de decir algo que me llega directo al alma:
- Deja que yo os lo proporcione. Construiré un hogar para vosotras, os lo prometo.
Ahora mismo no sé qué podría hacer pero por algún motivo le creo.
Nos instalamos con rapidez y Peeta me sugiere que me eche un rato mientras él se queda a cargo de Willow. Estoy tan cansada que acepto fácilmente su oferta. Le doy un beso en la frente antes de pasársela a Peeta. Consigo dormir cuatro horas hasta que Willow reclama una nueva toma de leche.
Pasan los días y muy pronto nos vemos sumidos en el caos: pañal, lloriqueos, toma de leche, pañal, lloriqueos, más lloriqueos, pañal, leche… es un horario exigente que no admite demoras y hacemos lo que podemos para cumplir con él, lo que incluye no dormir o dormir muy poco. Por "suerte" los dos ya estamos acostumbrados a no dormir ocho horas y sabemos hacer guardias, así que el trastorno en nuestro horario del sueño no nos viene de nuevo (aunque eso no nos evita el cansancio). Nos organizamos como podemos: la norma principal es tener siempre el pestillo puesto y que alguien siempre esté despierto con Willow, y en el caso de que los dos estemos durmiendo, Willow debe estar con nosotros en la cama. ¿Por qué? Pues porque me he convertido en una paranoica de manual, he rechazado cualquier invitación de salir de esta habitación y he terminado por recluirme aquí dentro. Solo me obligan a salir para comer por su estúpida norma de no sacar comida fuera del comedor, pero no me atrevo a llevar a Willow allí con nosotros así que hacemos turnos para que Peeta vaya a comer antes y luego vuelva para quedarse con ella mientras soy yo quién va a comer. Esos días en los que los tributos juntábamos las mesas para charlar han pasado a la historia, ahora tenemos una nueva responsabilidad.
Me despierto con un sobresalto. Willow llora reclamando su comida y como me he dormido con ella en brazos, rápidamente puedo alimentarla (no he tardado más de cinco segundos en subirme la camiseta y colocarla en posición). Bostezo mientras trato de averiguar qué hora es. De hecho, al no tener ventanas no sé ni si es de día o de noche y la única luz la proporciona una pequeña lamparita que solemos abrir en lugar del fluorescente de la habitación, porque siempre hay alguien descansando y así la luz no es tan agresiva. Muevo un poco los hombros y el cuello para acabar de despertar al cuerpo cuando veo a Peeta ordenando los cajones y limpiando (los dos cumplimos con las tareas), al verme despierta viene a sentarse a mi lado.
- ¿Cómo estás?
- Agotada –digo aunque no es una sorpresa para nadie. Ni siquiera soy capaz de recordar los días que llevamos sumidos en este caos.
- ¿Te duele mucho? –la lactancia ha empezado a pasarme factura y a veces me duele darle de comer, pero me aguanto. Pensé en ocultárselo a Peeta pero al parecer no sé fingir mi cara demasiado bien.
- No, estoy bien.
Peeta suspira. Estar encerrados con un bebé (aunque es lo que queremos hacer) nos está agotando física y mentalmente. La pequeña da mucho trabajo y requiere de mucha atención, nosotros se lo brindamos con todo nuestro cariño pero solo de sabernos aquí encerrados nos mina la moral. Muchas veces resulta claustrofóbico, sobre todo cuando no hay forma de conseguir que deje de llorar.
Cuando Willow termina de comer tengo que pasársela a Peeta un momento para poder mover los brazos agarrotados.
- ¿Por qué no te vas a dar una vuelta? Yo me quedo con ella –le miro con sorpresa. ¿Que me vaya a dar una vuelta?
- ¿Quieres que la deje sola?
- No está sola, está conmigo –me recuerda.
- No –digo. No me iré su puedo evitarlo. Entonces mi pecho ensucia de leche la camiseta y con un sonoro suspiro me la paso por la cabeza y lo lanzo al suelo, total, ya tocaba lavarlo–. Voy a darme una ducha –últimamente no hago nada más que pasearme medio desnuda por la habitación.
**Peeta's POV**
- No sé qué vamos a hacer Finnick –esta mañana ha dado la casualidad de que nos hemos encontrado en el comedor. En cuanto me han visto, él y Annie han venido rápidamente a sentarse conmigo.
- ¿Estáis muy mal? –le miro cómo si me estuviera tomando el pelo. Mis ojeras casi que me llegan hasta la barbilla– La paternidad es dura, ¿eh?
- ¿Te refieres a cuidar de un bebé en una habitación diminuta? Ya te digo yo que sí lo es –de repente me vengo abajo. Venir al comedor es lo más cerca que estoy de "que me dé el aire" pero estoy demasiado cansado como para sentir que esto ayude.
- ¿Y cómo está Katniss? No la he visto por aquí…
- Ella no quiere salir, se ha cerrado en banda. Tiene miedo de que algo le pase a Willow y no puedo culparla por pensar así pero… –él termina la frase por mí.
- Estar tanto tiempo encerrados va a volveros locos, ¿verdad? –asiento.
- Ni siquiera llevamos unas semanas pero esto nos está pasando factura. Katniss no descansa. ¿Sabes que Willow nunca ha dormido aún en su cuna? Está tan acostumbrada a que la tengamos en brazos que en cuando nos atrevemos a dejarla ahí empieza a montar un alboroto y claro, vivimos puerta con puerta con los del 13, sus llantos se escuchan por todo el pasillo… así que Willow duerme con nosotros, lo que hace que no podamos descansar del todo. Alguna vez he preferido dormir en el suelo porque nos quedábamos sin espacio... –así es, recojo un cojín, una sábana y ya tengo suficiente. He pasado por dos arenas y una prisión, así que podría hasta dormir de pie– eso es algo que me gustaría cambiar pero no me atrevo ni a sugerirlo… –yo quiero estar con ellas, son mi familia y protagonizan todo lo que más quiero en este mundo, pero necesitamos nuestro propio espacio o sino la convivencia se hará insoportable.
- ¿No os ayuda la madre de Katniss?
- Se ofreció pero Katniss no quiere dejar a Willow sola con ella, teme que vaya a volver a apagarse… yo no creo que eso suceda así por las buenas, pero la verdad es que al trabajar y hacer guardias tiene unos horarios raros, incluso para nosotros que no sabemos ni a qué día vivimos. Prim se ha ofrecido también pero Katniss no quiere darle esa responsabilidad –que Finnick me escuche en esto significa mucho para mí.
- ¿Y qué dice el mentor?
- Oh, a ése no le he vuelto a ver el pelo –sé que Haymitch nos ayudaría si se lo pidiéramos, pero no me lo imagino de niñero, simplemente. De hecho me gustaría poder visitarlo de vez en cuando para poder explayarme como hago ahora con Finnick, pero no quiero dejarlas solas mucho tiempo. El miedo a que vayan a por ellas es real.
- Podríais dejarla con nosotros, la cuidaríamos mientras vosotros os aireáis un poco –el ofrecimiento de Finnick me pilla desprevenido pero le agradezco profundamente que quiera ayudarnos, aunque no sé si sería posible.
- A mí me gustaría ver al bebé –Annie interviene de repente. A veces me olvido que nos escucha realmente y que incluso participa en las conversaciones de vez en cuando.
- Es verdad, llevamos días queriendo haceros una visita pero nunca sabemos cuándo ir sin molestaros –se me ocurre que quizás no sea una mala idea del todo que nos hagan esa visita. Quizás eso logre distraer a Katniss un poco.
- Podríais venir esta tarde –Annie da unas palmaditas de alegría, se coge al brazo de Finnick y le mira con unos ojos que dicen "mira, ¡nos dejan ir!". Él le sonríe cariñosamente antes de volver a dirigirse a mí.
- Allí estaremos.
**Katniss's POV**
- Deberías descansar un poco antes de que vengan Finnick y Annie –me dice Peeta mientras le cambia los pañales a Willow por enésima vez hoy. Me ha informado de su visita y aunque estoy agotada me hace ilusión presentarles a nuestra hija. Al fin y al cabo ellos son nuestros amigos.
- Lo que haré es aprovechar para darme una ducha y arreglarme –hace demasiados días que no me peino.
Cuando salgo Peeta está jugando a las marionetas con Willow. No tenemos juguetes a parte de ese osito al que la pequeña irónicamente no quiere ni acercarse, y Peeta se ha puesto dos calcetines en las manos para jugar de manera improvisada con ella. Aunque esto es muy frustrante para Peeta, porque con lo creativo que es sé que podría hacer grandes cosas si tan solo le dieran unas tijeras, un par de colores y unos calcetines extra, pero no, tiene que conformarse con utilizar un calcetín blanco y uno que está ligeramente descolorido para diferenciar a sus personajes.
- Toc, toc –oigo a Finnick decir al otro lado de la puerta. Peeta se quita los calcetines de las manos y va corriendo a abrirles.
- Hola Finnick –chocan sus manos–, hola Annie –Annie no parece haber escuchado a Peeta porque entra ansiosa a la habitación buscando al bebé. Cuando la localiza encima de la cama rápidamente se acerca a ella.
- ¿Puedo cogerla? –me pregunta.
- Sí, claro, ven siéntate. Es más fácil hacerlo así –Annie se sienta y yo le coloco a Willow con cuidado en los brazos. Cuando lo hago me aseguro que la coja bien porque sé que no le haría daño adrede, pero también sé que es un poco inestable así que me veo en la obligación de vigilarla.
- Vaya, así que ésta es la pequeña Willow –oigo a Finnick decir por encima de mi hombro.
- Es bonita, ¿verdad? Y no lo digo porque sea su padre –dice Peeta con orgullo, siempre se le cae la baba hablando de su hija.
- Es preciosa –dice Annie. Está verdaderamente entusiasmada por estar sosteniendo a la pequeña, se le ve un brillo especial en los ojos. Me gusta que Willow ayude a Annie a que se sienta bien, la pobre ha sufrido muchísimo.
- Estoy de acuerdo –la coge la manita y la zarandea levemente–, será una rompecorazones de mayor, como su madre –dice guiñándome un ojo y a mí se me escapa un intento de risa.
- Tiene los ojos de Peeta –dice Annie con un tono de cancioncita. Ella siempre habla como si estuviera cantando.
- Al principio los tenía grises y pensábamos que tenía los de Katniss, pero ahora los tiene azules. Está cambiando muy deprisa –explica Peeta.
- Era imposible que no tuviera tus ojos teniendo en cuenta las pestañas tan largas que tiene. Estaba claro que iba a acabar por tener tus ojos –digo con orgullo porque considero como una especie de triunfo personal el hecho de que haya heredado ese rasgo que tanto me encanta de su padre. Tiene unas pestañas tan largas que cada vez que pestañea pienso que podría levantar un huracán si se lo propusiera.
- El cabello si es el tuyo –dice Annie acariciando levemente su pelo.
- Una mezcla perfecta… ¿sabemos ya si sabe cantar? –pregunta Finnick divertido.
- Sabemos que puede llorar muy agudo, si eso luego lo utiliza para cantar ya es otra cosa.
Terminamos riendo y hablando animadamente. Pasan con nosotros toda la tarde y no se me hace pesado, aunque claro, le toca una nueva toma a Willow. Annie la ha estado teniendo en brazos todo este rato y cuando me la devuelve veo que ya la echa de menos. No la culpo, es imposible no quedarse prendado de esos mofletes regordetes y esos ojazos con largas pestañas; imposible no quererla.
- ¿Puedo ver cómo le das el pecho? –me pregunta.
- Sí, no hay problema –Finnick dirige su atención a Peeta para darme privacidad mientras me subo la camiseta, aunque luego le digo que puede mirar si quiere, porque la cabeza de Willow tapa mi pecho. Verla comer es hipnótico, nos quedamos todos mirándola.
- Finnick –dice Annie de repente.
- ¿Si, cariño?
- Quiero tener un bebé también –me quedo petrificada. Eso no es algo que se deba decidir a la ligera pero Annie lo ha dicho enserio, veo la cordura que pocas veces hallo en su mirada. Es curioso que utilice sus momentos de cordura para decidir una gran locura.
Peeta y yo miramos a Finnick atentamente, que solamente se ha limitado a sonreír.
- ¿Segura? Dan mucho trabajo, mira qué cansados están ellos.
- Me da igual, podré con ello –anuncia. Peeta y yo nos miramos unas milésimas de segundo antes de devolver la mirada a Finnick.
- Vale –abro la boca con incredulidad, no puede estar hablando enserio. ¿Ya está? ¿Así de fácil?
- ¿Lo dices enserio? –pregunta Peeta que tampoco puede creerse que haya aceptado tan fácilmente. Él se encoge de hombros.
- Ya veremos –él es quién sabe cómo tratar con Annie pero me parece que ella ha entendido todo esto como un "si" rotundo y no como un "ya veremos"–. Vamos Annie, dejémosles descansar.
- ¿Podremos volver? –Annie nunca me ha hablado tanto como hoy.
- Sí, cuando queráis.
- Nos vemos pronto Willow –dice rozando levemente su mejilla.
Me despierto sobresaltada y dando golpes. Tardo unos momentos en recordar quién soy y dónde estoy.
- ¡Willow! –grito abriendo la luz con preocupación. He tenido una pesadilla y puede que le haya dado un golpe sin querer.
- Está bien –dice Peeta. Me lo encuentro de pie, con Willow en brazos. Al parecer ha sabido reaccionar a tiempo y la ha apartado. El corazón sigue latiéndome a mil por hora y ya no sé si es por la pesadilla o por el susto de haber creído que había hecho daño a mi hija–. Katniss tenemos que tomarnos un descanso –me dice sin tapujos.
- ¿Qué dices?
- Willow tiene que dormir en su cuna y tú tienes que salir ahí arriba y rencontrarte con el bosque.
- No –digo enfadada y me quito la camiseta. Tenemos esta habitación caliente por Willow y después de la pesadilla estoy sudando a mares.
- Vas a enfermar, los dos enfermaremos y eso no la ayudará. Finnick se ha ofrecido para cuidar de Willow un rato por nosotros.
- ¿Finnick? –no sé cómo se le daría cuidar de un bebé, pero a Annie se le da bien. Me da miedo dejar a Willow sola con Prim por si en algún momento algún soldado entrara para llevársela, Prim no podría hacer nada pero Finnick está más que acostumbrado a enfrentarse a la autoridad. Sería incluso más competente que yo misma en el aspecto de protegerla, pero simplemente me siento incapaz de delegar en esto– No sé yo…
- Mañana hablamos con ellos –Peeta le hecha un último vistazo a Willow y la deja en la cuna. Se pone a llorar inmediatamente.
- Devuélvela a la cama y que duerma contigo, yo duermo en la silla –digo levantándome. Él hace que vuelva a sentarme.
- No digas tonterías.
- Tú a veces duermes en el suelo –me quejo.
- ¿Y te parece bien?
- No, claro que no –odio verle ahí tirado pero lo dejo estar porque estoy tan cansada que no encuentro otra solución.
Pasamos tanto rato peleándonos que al final Willow se duerme, aburrida de oírnos, y Peeta aprovecha para dejarla en la cuna.
- Vale, a partir de mañana nos organizamos mejor –termino por aceptar porque esto es un verdadero desastre.
Y eso hacemos. Mientras uno monta guardia, el otro tiene tiempo libre para pasarlo donde quiera. Peeta utiliza su tiempo para encontrarse con Haymitch y yo lo utilizo para ir a disparar a la sala de los colibríes mientras no me tramitan la petición para salir (al parecer perdí esa ventaja cuando dejé de trabajar para ellos). Me encantaría traerme a Willow aquí pero se tienen que pasar muchos controles y además, es la sala de armamento, cualquiera de estas cosas podría explotar. Por muy bonita que sea la sala de los colibríes y por mucha paz mental que me proporcione, tengo que reconocer que es un lugar peligroso.
Al final se apiadan de mí y me devuelven el privilegio para salir al bosque. Podemos ir dos personas como antaño (no me he molestado a preguntar si Willow podría salir, porque me preocupa demasiado su seguridad como para permitir que salga a fuera), así que solo podemos salir dos adultos. Por un lado quiero que Peeta sea quien se quede cuidando de Willow, pero por otro lado Peeta no ha visto el sol desde el Vasallaje y él también merece un descanso. Por eso me sorprende tanto que rechace mi oferta.
- Me quedo aquí con ella.
- Creía que querías dejarla con Finnick y Annie –digo sorprendida, ése había sido el plan desde un principio.
- Si voy contigo no podrás cazar, además, sé que te quedarás más tranquila si sabes que estoy aquí –no entiendo este cambio de planes de último momento pero no podemos perder más tiempo con esto (solo me han dado una hora). No estoy muy segura sobre esto, pero siento que el bosque me reclama con insistencia.
- ¿Estás seguro?
- Completamente, Willow y yo hemos planeado una tarde de juegos, ¿verdad que sí cielo? –la pequeña responde haciendo pompas con su saliva– Lo que yo decía, planazo. Y ahora vamos, ve antes que se te pase la hora.
Supongo que quiere perderme de vista porque me he estado peleando mucho con él últimamente. Estoy aún rompiéndome la cabeza con este asunto sobre si debería aceptar o no este privilegio a costa de dejarles a ellos atrás, cuando me encuentro de pie delante de la libertad (ni siquiera me acuerdo del brazalete que llevo en el tobillo y que me controla). Me tapo la nariz para evitar sentir cualquier rastro que hubieran podido dejar las rosas de Snow (hace meses que las tiró, pero no me fío porque están modificadas genéticamente) y salgo al bosque.
Lo que siento cuando el viento acaricia mis mejillas es totalmente indescriptible. Nunca jamás había estado tanto tiempo sin estar en contacto con la naturaleza. Cierro los ojos y dejo que mi piel absorba los rayos de sol. Necesitaba esto más de lo que puedo reconocer, mi cuerpo ha pasado por cambios muy drásticos y no he tenido ni un solo momento de paz y tranquilidad para reconectar conmigo misma. Estoy como diez minutos ahí de pie, dedicándome a sentir el aroma de los pinos y los ruidos del bosque. De repente soy una niña de nuevo, corro y disparo a las ardillas de los árboles. Sigo andando un buen trecho hasta que me dejo caer al lado de un riachuelo. Me lavo la cara y me miro en el reflejo del agua. Estoy irreconocible. Han pasado muchísimas cosas en muy poco tiempo. En tres años he ido a los juegos dos veces y he dado a luz. Dar a luz. No me lo creo.
Pongo los pies en remojo y me tumbo boca arriba en el césped. Doy gracias porque hoy no llueva y pueda ver el cielo. Irremediablemente pienso en Willow y en lo orgullosa que estoy de ella. Es muy inteligente y está llena de vida, estoy segura que podría ser una niña feliz y sana si pudiera crecer en un ambiente adecuado. Empiezo a fantasear en nuestra casa en el Distrito 12 y en las cosas que podríamos hacer ahí. La guerra está a punto de acabarse, quizás mi fantasía pueda hacerse realidad algún día aunque ahora mismo la guerra está estancada, Gale y los rebeldes se fueron a luchar en el Distrito 2 y aún siguen ahí. Al pensar en él no puedo evitar recordar que nos peleamos antes de que se fuera, espero que haya logrado perdonarme… lo que me recuerda, ¿sabrá que Willow ha nacido ya? Me gustaría que la conociera y viera cómo de lista y encantadora es.
Cierro los ojos para gozar de esta brisa y esta calma. No puedo evitar pensar ahora en Peeta. No le doy suficiente mérito por todo lo que ha hecho; ha pasado por una tortura y lucha a diario para sobreponerse a las secuelas. No ha vuelto a tener ningún episodio y eso no es moco de pavo. Además se ha recuperado, ha cumplido su promesa de cuidar de Willow y por encima de todo aún le queda tiempo de preocuparse por mí… Debería decirle que estoy muy contenta de que esté conmigo y que le quiero, pero mi fuerte nunca han sido las palabras… decido que la próxima vez subiré aquí con él, le daré el voto de confianza a Finnick y Annie para que cuiden de Willow y me lo traeré aquí como recompensa por todo lo que hace porque también se merece tener un respiro.
No sé cuánto tiempo llevo aquí fuera y aunque me gustaría estar un poco más, empiezo a agobiarme; tengo que volver a estar con ellos lo antes posible. Cazo un par de conejos y una ardilla para no volver de vacío y que no me echen la bronca los del 13 y me vuelvo corriendo al distrito. Me quitan la pulsera del tobillo, les doy las presas y me vuelvo volando a nuestra habitación. Llego en un santiamén y me dispongo a abrir la puerta cuando me doy cuenta que está cerrada.
- ¿Peeta? Soy yo abre –digo llamando. Oigo cómo le quita el pestillo.
- Hola –dice abriendo la puerta pero no del todo, solo lo justo para que se le vea la cabeza. Debo confesar que al verle se me quita gran parte del agobio que siento; por un momento había temido encontrarme la habitación vacía– ¿cómo te ha ido el paseo?
- Bien, muy bien –digo sintiéndome con las pilas cargadas, sé que ahora podré cuidar mejor a Willow–. Lo malo es que ha servido para acordarme de lo oscuro que estamos aquí abajo, pero bueno… –trato de entrar en la habitación pero él no me deja, sigue bloqueándome el paso.
- En ese caso creo que te gustará la pequeña sorpresa que te hemos preparado con Willow –echa un vistazo hacia atrás–. ¿Dejamos que mami vea lo que hemos hecho? –le pregunta al bebé como si fuera capaz de responderle o entenderle. "Mami". Sigue haciéndoseme raro.
- ¿Se puede saber qué haces? Anda déjame pasar –le insisto.
- Cierra los ojos.
- ¿Qué?
- Tú ciérralos –he venido de buen humor pero conseguirá enfadarme. Doy un fuerte suspiro y cierro los ojos como me ha pedido–. Muy bien, entra –me coge de la mano y me guía al centro de la habitación. Oigo a Willow moviendo sus piecitos sobre la sábana y sonrío. Adoro a esa pequeñaja– Bien, ya puedes abrirlos.
No sé qué esperaba encontrarme al abrir los ojos, pero desde luego no esto: Peeta ha convertido esta cárcel en un hogar tal y como me había prometido. Está todo lleno de dibujos, ¡todo! Hay flores, mariposas, hojas, nubes… todo está empapelado por sus dibujos.
- Peeta… ¿qué…?
- ¿Te gusta? –me tapo la boca con la mano, tratando de contener mi asombro.
- ¿Cómo has... tan rápido? –hay decenas de dibujos.
- Llevo días haciéndolo –se excusa él.
- Pero… ¿cómo? –parece que hoy no soy capaz de terminar las frases.
- Me paseé por el distrito hace unos días y encontré un almacén con material de oficina… digamos que tomé alunas cosas prestadas… –dice encogiéndose de hombros–. Bueno, mentira, las robé, no pienso devolver nada de lo que he cogido. Estas paredes nos estaban matando de aburrimiento, tenía que hacer algo –está casi tan contento como yo, se le ve la ilusión que ha puesto en montar todo esto y yo no podría estar más emocionada.
- Peeta si se enteran… –empiezo a decir aunque me importa un comino ahora mismo la opinión de los del 13. Estoy demasiado ocupada estando orgullosa de mi ladrón particular como para preocuparme.
- Cogí lo imprescindible. Solo un par de colores y papel, nada más, el resto eran cosas que ya tenía. Por ejemplo, estos botones son de mi camisa –me acerca el calcetín/títere que ahora es de un rosa palo y tiene dos botones a modo de ojos y unos cordones como pelo–. Su compañero lo tiene Willow en custodia –dice señalando al otro calcetín que ahora es amarillo y que Willow muerde con insistencia, dejándolo todo lleno de babas.
- Peeta esto es… increíble…
- ¿Y has visto la cuna? –se me escapa un gemido de sorpresa al verla.
Lo que antes parecía una triste y oscura caja de zapatos, ahora se ha convertido en un pequeño trozo de prado lleno de flores. Los del 13 se enfadarán si lo ven, porque los dibujos de papel se pueden descolgar de la pared pero esto está pintado sobre la madera… bueno, quién herede la cuna después de Willow tendrá toda la suerte del mundo.
- Y aún queda lo mejor, mira, el toque final –al parecer también ha robado un poco de hilo y pegamento, porque ha creado un móvil para colgar encima de la cuna con nubecitas, estrellas y una luna, elementos que Willow desconoce por completo porque nunca ha salido de aquí– ¿Qué te parece? –pregunta tímidamente y yo no puedo evitar lanzarme a sus brazos.
- Es precioso –estoy a punto de ponerme a llorar así que escondo mi cabeza en su cuello para impedirlo, pero cuando él me acaricia el pelo, algo que hace mucho que no hace, no puedo evitarlo y me pongo a llorar definitivamente.
- Prometí construirte un hogar –me susurra.
- Gracias –Peeta siempre consigue que hasta los peores sitios se conviertan en algo maravilloso. Sin soltarlo uno mi frente a la suya y lo beso. Hacía mucho, demasiado tiempo que no nos besábamos.
Él me coge fuertemente por la cintura y responde a mi beso con cariño. Cuando nos separamos me sonríe y sus ojos azules no solo me transmiten calma y felicidad sino que ahora también me recuerdan a nuestra hija. Sus ojos me recuerdan que hemos formado una familia y que todo esto ha merecido la pena.
- Te quiero –las palabras se escapan de mi boca sin que pueda evitarlo. Peeta me sonríe y me acaricia la mejilla, él sabe que no se lo digo mucho así que entiende cómo de importante es que yo se lo haya dicho.
- Y yo a ti –seguimos besándonos un poco más hasta que Willow empieza a hacer unos ruiditos para captar nuestra atención y que no podemos seguir ignorando. Le doy un último beso a Peeta antes de dirigirme a mi bebé.
- ¿Qué te pasa pequeña? –levanta las manitas hacia mí y automáticamente se me forma una sonrisa porque ella sabe quién soy y me quiere. La cojo entre mis brazos y le doy un beso en su suave cabecita–. ¿Me enseñas tu nuevo muñeco?
Por la noche estoy de tan buen humor que decido probar de poner a Willow en la cuna. Al principio llora y se queja porque no le gusta que la dejemos sola, pero cuando empezamos a hacer girar el móvil con las estrellas encima de su cabeza rápidamente se olvida de nosotros y se queda hipnotizada mirando el invento.
- Ya no llora –celebra Peeta en voz baja.
- No tiene motivos para hacerlo, con lo bonita que le has dejado la cuna.
Y por fin esta noche dormimos solo los dos, abrazados como solíamos hacer y besándonos hasta quedarnos dormidos.
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**Nota autora: ¡Hola! Ha ido de un pelo que no lo subiera hoy, pero me he forzado a hacerlo porque sino esto se hubiera alargado una semana más. ¿Qué os ha parecido? Lo he leído y editado mil veces, de modo que ya no sé qué pensar de este capítulo… Espero que os haya gustado igualmente (y sino, que os haya gustado el hecho que tiene 5mil palabras, no os podéis quejar de eso ;)
Solo quiero remarcar que la "inspiración" para hablar de su claustrofobia y agobio por estar encerrados está directamente relacionado con el confinamiento y la pandemia. Creo que más que nunca entendemos lo que supone vivir en el Distrito 13, ¿no creéis? Muchísimas gracias por leerme y, como siempre, agradecería cualquier comentario que quisierais darme. Nos vemos pronto, ¡besos y cuidaos!
