Capítulo 27: La Orden del Fenix

Draco inspiró profundamente mientras un sentimiento de traición se abría paso en su pecho y ennegrecía todo a su alrededor, o más bien veía rojo de la rabia que colapsaba su sistema. Automáticamente terminó el hechizo y dió un par de pasos atrás hasta toparse con el sofá en el que había dormido la primera noche que se quedó en la casa de Granger.

Frunció profundamente el ceño y fijó los ojos en la mujer que seguía durmiendo tranquilamente en la cama ajena al huracán que amenazaba con destruir todo a su paso y que estaba justo frente a ella.

Ella estaba… embarazada.

Tragó grueso y sintió las lágrimas de rabia agolparse en sus ojos. Frunció más el ceño. Maldición, él no iba a llorar. Era un Malfoy, por Merlín. Además, Granger era una mujer libre.

«Tu esposa» le contradijo su mente.

Draco negó.

¿Cuánto tiempo había estado lejos de ella? ¿Tres meses? Se suponía que Granger estaba completamente destrozada por la muerte de su marido, y aún no podía superarlo. ¡Si él hasta la había visto llorar por él! ¿Con todo eso igual se había acostado con otro? Negó nuevamente. Ella no era nada suyo o al menos no recordaba serlo, no le debía fidelidad ni respeto, en todo caso solo debía guardar luto por su nuevo esposo muerto, pero ni aún así, tenía todo el derecho a estar con quien quisiera.

Frunció los labios y se pasó las manos por el pelo. Quería convencerse a sí mismo pero la sensación agria de traición le inundaba la boca y estaba seguro que no podría seguir adelante si ella se había acostado con otro hombre que no fuera el estúpido del tal Faustino, que era imposible que tuviera nada que ver esta vez porque llevaba muerto dos malditos años.

No podía quedarse con la primera impresión... ¿No? Tal vez era una asesina despiadada pero no parecía ser del tipo que se metía en la cama de cualquiera y terminaba embarazada del primer fulano con quien se cruzaba.

Tomó nuevamente su varita solo para comprobar que había visto bien. Quizás tenía demasiado sueño y empezaba a delirar un poco, a mezclar los sueños con la realidad. Extendió una vez más el hechizo sobre el cuerpo de ella solo para estar seguro.

Inhaló bruscamente cuando volvió a encontrarse con la misma energía volátil en su vientre, parecía una nube negra que lanzaba rayos y el núcleo brillaba fuertemente por momentos para luego apagarse hasta convertirse solo en un borrón. Draco dobló la muñeca intentando un hechizo más complejo y concentró su magia solo en el vientre de Granger.

Aquello era… extraño. ¿No se suponía que la magia de los bebés nonatos era débil y pura? Un aura de inocencia solía cubrir a las embarazadas o eso decían en clase de biología en Hogwarts, él realmente no se había cruzado con una jamás. Esto era completamente diferente, no tenía pinta alguna de ser tierno y definitivamente no se veía como un bebé que próximamente oliera a colonia infantil y talco.

Dobló más la muñeca y obligó al hechizo a centrarse completamente en el núcleo ignorando a Granger. Pero fue una terrible idea.

Como si hubiera tocado la herida abierta de una bestia, la nube se expandió lanzando chispas y una onda de energía lanzó a Draco contra los ventanales detrás del sofá. El sonido fue un verdadero escándalo y él perdió la varita durante la caída. Cayó de manera violenta sobre su trasero justo después de que su cabeza golpeara con fuerza los vidrios blindados de la habitación.

Granger automáticamente se sentó en la cama tan solo un instante después del impacto. Draco la miró con los ojos entrecerrados por el dolor pero automáticamente estos se abrieron impresionados cuando vió los ojos de ella.

Estaban completamente rojos.

El slytherin aspiró en busca de aire pero en vez de sobarse la cabeza por el dolor buscó a tientas su varita cuando la chica posó la mirada ardiente sobre él. Algo le decía que debía temer por su vida, un escalofrío le subió por la espalda y estaba seguro de que aquello que lo observaba no era la mujer que estaba durmiendo plácidamente.

Pero todo acabó tan rápido como sucedió. Granger sacudió la cabeza como si algo le molestara la vista. Sus ojos volvieron a adquirir el color avellana al que estaba tan acostumbrado y dejaron ver primero la sorpresa y luego la preocupación.

—¿Malfoy? ¿Qué ocurrió?

Ella intentó levantarse de la cama para asistirlo, pero apenas puso los pies en el suelo las arcadas hicieron que se doblara a la mitad. Por el sonido Draco pudo suponer que la cena que había ingerido esa noche acabó sobre la cara alfombra que cubría el suelo del cuarto.

Él trató de levantarse y lo logró con algo de esfuerzo. Caminó hacia ella no sin antes comprobar fugazmente que el golpe de su cabeza no había pasado a mayores. Llegó hasta la chica por el otro lado de la cama, se subió por detrás y le detuvo el pelo mientras ella seguía echando todo lo que contenía su estómago. Le sostuvo la frente y le acarició la espalda cuando las arcadas solo eran espasmos violentos y ya no tenía nada que seguir devolviendo.

—Ya pasó, cariño —le susurró para luego conjurar un vaso con agua—, ya estás bien.

Draco limpió el vómito con un movimiento de varita y abrió los brazos para ella.

Magnolia recostó la espalda contra el pecho del rubio con agradecimiento y se quedaron en silencio por un momento. El rubio no podía evitar asociar aquello con que ella efectivamente estaba encinta. Pero al mismo tiempo, sus años de experiencia en magia oscura y su propio sentido común le decían que era completamente imposible que la energía malévola instalada en el vientre de Granger fuera un niño, en todo caso sería una bestia. Pero fuera lo que fuera lo importante era averiguar cómo había llegado hasta allí, porque estaba casi seguro de que no había sido por los medios tradicionales.

—La cena debió haberme caído mal —murmuró ella con dificultad.

Tenía los ojos llenos de lágrimas por el esfuerzo y estaba bastante pálida.

—¿Crees que pudo haber sido la cena? ¿No había ocurrido antes?

Granger negó. Él asintió a su vez. Todo parecía apuntar a que él mismo había causado aquello, tal vez por haber molestado a lo que fuera que estaba dentro de ella.

—¿Qué hacías en mi habitación? —susurró ella sin mirarlo, no parecía haber ningún tono acusatorio en su voz.

—Quería enseñarte un hechizo que logré realizar.

—¿Por qué acabaste al fondo del cuarto? ¿Qué sucedió?

Draco dudó, no sabía si sería una buena idea contarle lo que había descubierto. La mirada de ella se posó sobre él y entonces se aclaró la garganta, decidido. No quería tener secretos.

—Creo que descubrí qué buscaba Nott.

Ella se acomodó mejor para quedar de frente a él y poder verlo directamente mientras hablaban. No hizo falta que preguntara qué era porque él terminó contándole todo sin omitir ningún detalle.

—Muéstrame —pidió la bruja.

El slytherin frunció el ceño. No estaba muy convencido y no sabía qué podía suceder; ella todavía estaba débil por las náuseas. Pero la mirada segura que le ofrecía le dio a entender que fuera lo que fuera la bruja podría soportarlo.

Extendió el hechizo como había hecho minutos antes, sin concentrarse solamente en su vientre para no cometer nuevamente el error.

Granger se quedó completamente estática cuando vió la magia viva fluyendo en torrentes por sus venas. Parecía encantada con el espectáculo que aún era benévolo, y él se permitió disfrutar de la mirada casi infantil que la chica tenía cuando veía su propia magia por sus brazos y sus dedos. Pero la expresión de ella cambió cuando el manto de Draco fue haciéndose más grande hasta cubrirle de la cintura para abajo y fue capaz de ver muy de cerca la energía que tenía en el vientre.

—Está dentro de mí —murmuró como si aquello no fuera obvio.

Draco se limitó a mantener el hechizo mientras ella entraba lentamente en pánico.

—¿Malfoy? —preguntó con la voz ahogada— ¿Qué rayos es esto? Yo no… En años no he…

El muchacho se sintió un poco impotente al no tener ninguna respuesta que darle, aunque no podía negar que en el fondo le aliviaba que ella no hubiera estado con nadie.

—No lo sé —se obligó a contestar él—, solamente sé que debemos ir a Hogwarts de inmediato.

—¿A Hogwarts?

—Intuyo que la directora, Snape y Dumbledore sabrán qué hacer.

No hizo falta que lo dijera dos veces. Ella se levantó de un salto librándose del hechizo y entró al vestidor. Él la imitó yendo a su cuarto para sacarse el pijama y alistarse. Eran más de las once de la noche en Colombia, por lo que en Hogwarts aún eran como las cuatro o las cinco de la mañana.

Draco no quería caminar por las desiertas calles de Hogsmeade de madrugada, por lo que conjuró el traslador justo en el límite permitido, a tan solo unos metros de la entrada principal. Por más que pensó que iban a demorar un buen tiempo para que alguien les hiciera caso, tan pronto como llegaron, tan solo un par de minutos después, una sorprendida y asustada directora se apareció detrás de las rejas del castillo, con una bata de dormir, pantuflas de color rojo y el pelo suelto.

—Señor Malfoy, señorita Granger —murmuró mientras se cubría más con la bata— ¿Qué hacen aquí a esta hora? ¿Qué ha sucedido?

Les abrió el portón sin siquiera comprobar que fueran ellos mismos, lo que le dio la pauta a Draco de que habían pasado muchos años desde la guerra y algunas heridas habían curado en ciertas personas.

—Tenemos un problema —le informó Granger.

Mientras se apresuraban hacia el castillo y la chica procedía a contarle los eventos a la directora, Draco no podía evitar que su mente viajara a los años anteriores cuando realizaba el mismo recorrido luego de patrullar Hogsmeade por órdenes del Señor Tenebroso. Las noches eran frías mientras él y otros mortífagos jóvenes se adentraban en la oscuridad de los jardines nevados de Hogwarts para ir finalmente a sus camas a descansar un poco antes de que nuevamente comenzara su turno de velar por si Potter aparecía en cualquier esquina.

Sus recuerdos de esos años siempre habían sido tan borrosos, y recién ahora podía comprender la razón. Equivocadamente solía pensar que reprimía recuerdos de aquella época por todo el dolor y el trauma por el que había pasado, pero ahora sabía que en realidad no los reprimía, simplemente ya no estaban en su cabeza porque alguien se los había arrebatado por contener a Granger en ellos.

Apenas entraron al despacho de la directora, la mujer batió las palmas como si quisiera despertar a todos los cuadros que se encontraban allí. Todos los exdirectores en sus retratos se desperezaron como si también hubiesen estado durmiendo plácidamente y miraron con rencor a Mcgonagall quien apretaba los labios y se veía bastante consternada.

—Severus, Albus, necesito que me ayuden a revisar a la señorita Granger —se giró hacia el retrato de un director con los colores de Slytherin—, Phineas convoca a una reunión urgente de la Orden, solo a los más relevantes por ahora.

—¿Una reunión de la Orden? —murmuró Snape entrecerrando los ojos hacia la pareja.

Todos los demás cuadros comenzaron a cuchichear creando un zumbido molesto que hizo que McGonagall los mirara como si tuviera dagas en los ojos.

—¿Estás segura, Minnie? —preguntó Dumbledore con cariño y una pequeña sonrisa condescendiente.

Hermione y Draco arrugaron el gesto ante el mote.

—Completamente segura, Albus —replicó la mujer con el gesto serio.

Draco frunció el ceño.

—¿Una reunión de la Orden? —repitió él al igual que Dumbledore—, ¿No está siendo un poco….?

—¿Apresurada? Créame señor Malfoy, si es lo que creo que es, y si usted quiere que su esposa esté fuera de peligro, es completamente necesaria una reunión de la Orden.

El rubio apretó los labios.

—¿Qué es lo que está sucediendo, Minerva? —exigió saber Snape una vez que la directora volvió a cubrir los cuadros que no fueran solo los de él, el anciano y el de Phineas Nigellus quien ya se había marchado.

La mujer se pasó las manos por el pelo suelto en señal de nerviosismo y luego se sentó en la silla tras su escritorio e intentó conjurar un poco de té, pero la mano que sostenía la varita le temblaba un poco por lo que Draco realizó el hechizo en su lugar recibiendo un leve asentimiento en señal de agradecimiento por parte de la anciana.

—El castillo me despertó —comenzó a explicar—, con la sensación de… como si volviera a revivir aquella noche en que Voldemort logró cruzar las barreras.

Los ojos de la pareja sentada frente al escritorio se abrieron impresionados al igual que ambos directores en la pared.

—Pero luego sentí que solo eran Granger y Malfoy quienes estaban fuera de las barreras, y supe que algo estaba mal.

Lo que siguió a eso fue una corta pero completa narración de los hechos ocurridos desde la llegada de Nott hasta el vómito de Granger. Los directores estaban tan estupefactos que Draco sentía que había abierto la caja de Pandora frente a sus ojos y había emergido el mismísimo Señor Oscuro.

La chimenea comenzó a iluminarse antes de que él pudiera mostrarles el hechizo que había hecho para descubrir la energía. Por alguna razón que escapaba al entendimiento de Draco, Granger se puso de pie de un salto y retrocedió hasta quedar pegada a él, quien por inercia también se levantó y rodeó con un brazo a la chica.

Los primeros en salir de la chimenea fueron el matrimonio Weasley. El señor Arthur llevaba un chistoso gorrito para dormir y estaba descalzo, mientras que la señora Weasley tenía una redecilla en el cabello, un largo camisón color amarillo y los pies enfundados en pantuflas de terciopelo.

—Minerva —saludó Molly con evidente preocupación—, ¿Qué está sucediendo?

La pelirroja tardó solo tres segundos en fijar su vista hacia ellos y levantó las cejas en confusión.

—Dejemos que todos lleguen para poder explicarlo —respondió la directora y el matrimonio estuvo de acuerdo.

Todos los demás fueron llegando en menos de dos minutos. El matrimonio Potter, con casi las mismas pintas que los ancianos Weasley. El matrimonio de Ron y Luna, quienes tenían una pinta todavía más estrafalaria que los demás. George estaba vestido con un pijama a rayas mientras que Kingsley Shacklebolt era el único que parecía haberse puesto decente antes de correr al llamado, también Bill y Fleur estaban presentables aunque evidentemente se habían levantado de la cama, todavía tenían la marca de la almohada en el rostro. Hagrid anunció su llegada con zancadas que pudieron oírse desde antes de llegar al despacho de la directora por el pasillo.

Todos habían arribado casi al mismo tiempo, por lo que ninguno reparó en la presencia de Draco y Hermione fuera de los señores Weasley.

—Directora —habló Potter una vez que todos estuvieron presentes— ¿Qué es lo que está sucediendo? ¿Hogwarts está en peligro?

La mujer dirigió la vista hacia el fondo de la habitación donde Draco todavía tenía el brazo alrededor de los hombros de Granger. Todos los presentes se giraron hacia donde ella estaba mirando y lanzaron algunos jadeos de impresión. Potter y Weasley cruzaron la estancia en dos zancadas haciendo que el rubio quisiera poner los ojos en blanco ante el acto de caballero con armadura de ambos.

—¡Mione! ¿Qué te sucedió?

—¿Estás bien? ¿Estás herida?

Antes de que Granger pudiera contestarles, el semigigante se metió entre ellos sin que ninguno pudiera remediarlo. Arrancó a la bruja de los brazos de Draco para estrecharla entre los suyos.

—¡Hermione! ¡Estás viva! ¡No lo puedo creer!

Lloraba sin ningún reparo mientras que Draco hacía todo lo posible por no descomponer su rostro en un gesto despectivo. ¿Cómo podía una persona ser tan ridícula? Él no se veía capaz de demostrar tantas emociones en público jamás, ni siquiera en privado.

Luego de la bienvenida de Hagrid, que cesó porque la chica se quejó de que no podía respirar, la directora hizo que todos le prestaran atención.

—Es una historia bastante larga de contar pero haré lo posible por resumirla en un relato breve —comenzó y Draco temió que dijera algo sobre su relación amorosa antes de la batalla final.

La anciana comenzó por el secuestro de los Nott obviando completamente el plan de Severus y Lucius de sacarla del país porque estuviera embarazada. Tanto Draco como Hermione agradecieron silenciosamente aquello, él podía verlo en los ojos de ella.

McGonagall les contó rápidamente acerca de la pérdida de memoria de Granger, les habló del acoso de los Nott, del hijo desaparecido y misteriosamente hallado de la bruja y finalmente de lo que había sucedido aquella noche omitiendo que estaban en la misma casa o incluso en la misma habitación.

En ningún momento mencionó que Draco y ella hubieran estado juntos.

—¿Podría mostrarnos, señor Malfoy? —pidió amablemente la directora en lo que era directamente una orden tácita.

Draco dudó por un par de segundos pero luego levantó la varita y mirando a los ojos a Granger para transmitirle confianza realizó el hechizo para que todos vieran lo que la gryffindor tenía dentro del cuerpo.

Se oyeron jadeos ahogados y él desvió los ojos de Granger para fijarse en los de su padrino y Dumbledore. Estaba seguro que solamente podría leer la gravedad del asunto en las miradas de los únicos en los que más confiaba, y lo que encontró no le gustó nada, como tampoco le gustó el rostro desencajado de McGonagall, y mucho menos el gesto de dolor que cruzó las facciones de Potter apenas la energía en el cuerpo de la bruja comenzó a moverse.

—¿Qué? —preguntó Ginny acercándose a su esposo— ¿Qué está mal, amor? ¿Qué sucede?

Draco sabía que algo estaba verdaderamente mal cuando la cosa dentro de Granger realizó un giro especialmente rápido y Potter se llevó ambas manos a la frente gruñendo.

—La… cicatriz —murmuró como pudo.

La habitación entera jadeó con temor y el slytherin terminó el hechizo en ese mismo momento un poco presa del pánico.

—¿Has dicho la cicatriz? —preguntó George con la cara pálida.

—¿Hace cuánto que la cicatriz no te dolía, Harry? —dijo el director Dumbledore con la mirada muy seria.

El niño-que-vivió negó con la cabeza antes de responder.

—Desde que Voldemort murió.

—Pero… —comenzó la señora Weasley mirando a Granger y a Potter intercaladamente.

Granger volvió a pegarse a Draco disimuladamente. La chica no se veía muy cómoda y él podía entenderla. No era fácil mostrarse ante todos los integrantes de su vida anterior tan transparente, porque no podía existir nada más transparente que andar con las venas brillantes de magia por ahí.

Un gruñido por parte de Potter hizo que toda la estancia quedara en silencio a no ser por los pequeños sollozos de Hagrid quien parecía muy afectado por el regreso y peligro de Granger.

—¿Qué diablos fue lo que le hiciste Malfoy? —dijo Potter haciendo que la mitad de los presentes lo miraran con la boca abierta.

—¿Disculpa? —contestó el slytherin con la ceja levantada y un deje de arrogancia que había florecido apenas oyó la acusación del cuatro-ojos.

—¡Confié en ti! —ladró el mago— ¡Pensé que realmente habías cambiado! Que no tenías nada que ver con esos… esos….

—Malfoy no me ha hecho nada —declaró Granger con el ceño fruncido y la voz helada que denotaba peligro.

Pero Potter la ignoró completamente.

—¿Te empeñaste en encontrarla solo para terminar el trabajo que los Nott empezaron?

El gryffindor apuntaba con un dedo al muchacho y estaba acercándose cada vez más.

—¿Qué rayos estás diciendo Potter? —siseó Draco apretando fuertemente su varita al igual que el moreno.

Sintió la mano de Granger cubrir suavemente su puño cerrado en un intento de calmarlo. Merlín sabía que lo último que necesitaban era un ridículo duelo en un lugar cerrado cuando ambos estaban en el mismo bando esta vez.

El rubio pudo ver por el rabillo del ojo cómo la mirada de Ron Weasley se desviaba hacia la mano que Granger tenía junto a la de él.

—Harry, amigo —pidió Ron poniendo una mano sobre el hombro del moreno—, creo que debes calmarte…

—¡No! —gritó el gryffindor con los ojos encendidos en furia.

—Harry… —insistió el pelirrojo.

—No —aseguró Potter—, no puedo creer que haya podido confiar en una escoria como tú, seguidor de…

—¡Suficiente! —ordenó Snape— El señor Malfoy jamás dañaría a su esposa, así que debería reconsiderar sus palabras, Potter.

La maldición que salió de labios de Granger fue tan sutil que solamente él la había escuchado.

—¿Su esposa? —preguntó el moreno.

—¿Ahora también aparte de impulsivo y petulante es sordo, Potter? Su esposa, eso es justamente lo que acabo de decir.

Fue como si el tiempo se hubiera detenido violentamente y Draco pudiera ver todo en cámara lenta. Sentía perfectamente el sonido de su sangre bombeando tras sus orejas y el palpitar alocado del corazón de Granger quien de un momento a otro le había apretado tan fuerte la mano que estaba seguro que como mínimo le quedaría un moretón.

—¿Qué rayos quiere dec…? —volvió a atacar el gryffindor.

—¡Lo que ha oído! Malfoy y Granger están casados. ¡Supérenlo todos! Ninguno de ustedes se encarga de la manutención de los dos, ni tiene patria potestad sobre ellos, así que no hay explicación alguna que dar. Céntrense en lo importante, y en buscar una solución.

El silencio que procedió a los gritos del profesor Snape fue tan incómodo que Draco por más que le sostenía la mirada al cuatro-ojos empezaba a dudar de que pudiera continuar. Lo que nunca se esperó fue que quien rompiera ese silencio fuera Ron Weasley.

—Muy bien —empezó con la voz un poco temblorosa—, estoy seguro que Mione nos contará luego sobre las… novedades de su vida. Pero lo ideal sería que ahora nos concentremos en… Lo que sea que…

—Eso es correcto señor Weasley —sonrió Dumbledore—. Ahora bien, ¿Podría mostrarnos nuevamente el hechizo señor Malfoy?

Draco creyó que la mano se le había entumecido con el agarre de Granger y casi no logró conseguir efectuar correctamente el pedido. Cuando la «entidad», como le había apodado interiormente, volvió a moverse y Potter volvió a tocarse la cabeza, el anciano exdirector entrecerró los ojos como si estuviera calculando frenéticamente.

—¿Qué opinas, Severus? —preguntó en voz baja, aunque todos pudieron oírlo.

—No quisiera lanzar teorías sin estar seguro, pero podría decir que parece una especie de…

—Obscurus —terminó por él la profesora McGonagall.

Algunos fruncieron el ceño ante el término mientras que otros, especialmente los más mayores, asintieron silenciosamente con la cabeza. Draco estuvo un poco contento de encontrarse entre el grupo de los que sabían qué era un obscurus mientras el estúpido de Potter parecía completamente fuera de lugar.

—¿Qué es un obscurus? —preguntó Ginny.

—Es una fuerza oscura y violenta —le explicó Arthur—, un parásito incontrolable y destructivo.

El slytherin sintió a Granger tensarse a su lado y dio un paso más cerca para demostrarle su apoyo. Ella buscó su contacto rozando su mano con la suya.

—Sin embargo, un obscurus es la energía mágica reprimida de un niño. Es completamente imposible que esté dentro de la señorita Granger.

—Pero está dentro de su….

—Efectivamente Molly —interrumpió Dumbledore—, está dentro del útero de la señorita Granger, pero es imposible que sea la energía de un feto, es demasiado fuerte para eso.

Draco sentía los ojos asesinos de Potter sobre él, pero se limitó a ignorarlos. No sería fácil que el gryffindor creyera que él no había tenido nada que ver en el asunto, pero realmente no le importaba.

—¿Y si Hermione tiene un horrocrux dentro del cuerpo?

Todos giraron a mirar a George como si hubiera dicho una blasfemia.

Snape entrecerró los ojos considerando la teoría del mago y a Draco no le gustó para nada la posibilidad de considerar aquella idea.

—¿Pero cómo…? —preguntó Ron.

—Harry fue un horrocrux.

—Bueno, —dijo Ginny—, pero V-Volde… Quien-tú-sabes intentó matar a Harry y parte de su alma quedó dentro de él. ¿Acaso intentó matar a Mione también?

Granger negó con la cabeza antes de que le volvieran a hacer la pregunta.

—Pero entonces…

Las horas pasaban en el despacho de la directora.

—Supongamos que es el algo relacionado a Voldemort —decía George sosteniéndose fuertemente en su teoría—, si Harry ya no tiene nada maligno dentro, ¿Por qué le duele la cicatriz?

—¡Harry no tenía nada maligno dentro! —lo defendió la señora Weasley.

—Ajá, porque tener a Voldemort en su cabeza no era nada maligno.

—¡Deja de decir ese maldito nombre! —protestó Ginny.

—Ya está muerto —aseguró Ron.

—¡O tal vez no! —exclamó George apuntando a Granger con ambas manos.

—¡Suficiente! —ordenó Mcgonagall—. Es claro que no tenemos idea de qué puede ser y necesitamos realizar varios hechizos de comprobación para estar seguros. En vez de ponernos a cotorrear sin obtener ningún resultado necesitamos un plan de acción para averiguar qué es lo que están tramando los Nott y sobretodo presentar a Tadeus a la justicia, ya que es un…

—¿Lo va a decir frente a este? —dijo por fin Potter refiriéndose a Draco con un gesto con la cabeza—¿Cómo podemos estar seguros que no es un mortífago infiltrado?

Los labios de McGonagall se volvieron una línea mientras se levantaba de su silla y se erguía imponente sobre el escritorio quedando a una corta distancia del rostro de Potter encogido en su asiento. Ya nada quedaba de la anciana temblorosa a la que Draco le había servido té.

—El señor Malfoy es tan víctima como la señorita Granger —dijo la anciana entre dientes—. En épocas de Voldemort no fue él quien eligió bando, se lo impusieron. Y recuerdo perfectamente que fue usted mismo señor Potter quien abogó por él en el juicio del Wizengamot. Ahora él no recuerda a su esposa, no recuerda cómo se enamoró de ella y sobre todo ni siquiera recuerda a su hi… —La anciana carraspeó—. Yo respondo por el señor Malfoy en caso de que sea desleal, y estoy dispuesta a poner ambas manos en el fuego asegurando que no lo es.

Potter no contestó, simplemente se enfurruñó en su asiento. Draco en cambio miró a cualquier lado menos a la directora. Sabía que ella no lo estaba mirando, pero sí podía sentir los ojos de los demás clavados en él. Intentó no removerse ni demostrar debilidad, aunque mentiría si dijera que el discurso de su ex profesora de Transformaciones no lo había conmovido un poco.

Él estaba más seguro que nunca de que si tuviera la oportunidad no se uniría al bando de los mortífagos de ninguna manera. Primero que nada, porque los odiaba a muerte, y en segundo lugar porque era un maldito desertor, traidor a todos los ideales del maldito Señor Oscuro, por no decir que estaba casado -sorprendentemente- con uno de los miembros de oro de la Orden del Fénix. Era simplemente imposible tener algo que ver con los mortífagos.

—Necesitamos vigilancia extrema sobre los Nott a partir de ahora —dijo Dumbledore cuando los humos se calmaron—, deberá ser muy discreta pero eficaz.

—También la señorita Granger tendrá seguridad —siguió McGonagall.

—Yo me encargaré de eso —se ofreció Ron mirando a Draco—, tal vez podamos trabajar juntos con Malfoy.

El slytherin frunció el ceño y crispó los labios. ¿Qué rayos? ¿Él trabajar con un Weasley? Sobre su maldito cadáver.

—Excelente —contestó McGonagall—. Potter encárguese de desempolvar los archivos de los mortífagos prófugos y asegúrese que los supuestos fallecidos realmente lo estén, quien sabe cuántos más como Nott tenemos pululando por allí.

Las directrices eran claras, vigilancia a los Nott y a los mortífagos restantes que todavía quedaban con vida, comprobar que los muertos lo estuvieran, cuidar a Granger e investigar qué demonios tenía en el vientre.

A Draco le recordaba las reuniones con el Señor Oscuro en su casa y comparó que ambas organizaciones se manejaban de manera similar. Tal vez fueran los magos en sí quienes elegían trabajar de aquella manera. La única diferencia aquí es que los miembros de la Orden estaban recostados en diferentes muebles de la oficina de McGonagall mientras que en su mansión solían reunirse alrededor de la mesa principal…. ¡La mesa principal de su mansión!

—Los cadáveres —escupió a toda prisa mientras uno de los Weasley hablaba.

—¿Los cadáveres? —repitió George— No creo que sirvan mucho para la vigilancia, pero si tú estás seguro de eso quizás…

—Silencio señor Weasley —ordenó Snape.

Nuevamente se sucedieron una ola de teorías en las que esta vez Draco se permitió opinar al oír algunas que eran un poco descabelladas para la seguridad de su propiedad. Granger, en cambio, se mantuvo tan en silencio como Potter.

Una vez que la reunión finalizó, los directores le pidieron a él y a Granger que se quedaran hasta que Charlie Weasley, que se había vuelto un experto en maldiciones, se hiciera presente en el castillo. Vivía en Rumania, pero él sería el encargado de investigar al ente en el vientre de ella.

Draco no estaba dispuesto a quedarse mientras todos se despedían por lo que salió silenciosamente y caminó por el pasillo sin rumbo alguno. No tardó en oír pasos detrás de él y apretó los puños esperando encontrar al imbécil de Potter que estaría encantado de gritarle insultos a la cara ahora que nadie pudiera callarlo.

—Creí que me asfixiaría ahí dentro —escuchó a su espalda.

Se giró rápidamente ante la voz y no pudo evitar que la esquina de su boca se elevara en una pequeña sonrisa mientras su estúpido corazón amenazaba con salir disparado de su pecho.

—Yo también —le contestó a Granger quien le devolvió la sonrisa.

Fue como si recibiera una patada justo en el estómago y hubiera olvidado cómo respirar. Ella estaba radiante, como no la había visto antes y no podía entender la razón. Seguía vistiendo lo mismo que cuando salió de su casa, tenía el cabello despeinado por habérselo tocado tanto durante la reunión y una fina capa de sudor le cubría la piel pero a él se le antojaba sumamente atractiva.

Retiró la vista y se obligó a serenarse. Por más apetecible que ella se viera, él no olvidaba que había pasado días sin darle la hora luego de lo que sucedió en la mansión.

—¿Quieres ir a desayunar? —le ofreció ella ignorante de la conmoción que causaba en el slytherin—. Estoy segura de que los elfos pueden prepararnos algo en la cocina.

Él asintió sin decir nada, pero se emocionó ridículamente por la invitación y se odiaba por eso.

—¿Cómo sabes tanto de todo de repente? Hasta hace un par de meses no eras capaz de levantar una varita y mírate ahora.

Ella se encogió de hombros.

—La gente aprende, Malfoy.

Él bufó en respuesta.

Granger se acomodó un mechón de pelo que no estaba desacomodado y lo miró de soslayo. Él supo que había algo más.

—Tal vez estoy recuperando algunos recuerdos.

—Eso ya lo sabía.

—Sí, pero me refiero a que lo que sea que la directora McGonagall haya hecho cuando vinimos a verla dio resultado y progresivamente puedo recordar casi todo. Todavía tengo lagunas mentales muy grandes pero…

—¿Recuerdas lo nuestro?

Ella no respondió durante un par de minutos, por lo que él dejó de caminar y la miró fijamente.

—Sí —susurró Granger.

—Sabes que en algún momento deberás hacerme participe de esos recuerdos ¿No? —dijo él bajando la voz.

—Lo sé —volvió a susurrar—. Solo déjame que recuerde todo para…

—No sabemos cuánto tiempo te tomará recordar todo. Tú tienes algo ahí dentro de tu cabeza que es de ambos mientras que yo no tengo nada y eso es muy frustrante.

—Lo sé —dijo nuevamente colocando una mano sobre el brazo de él—, tienes razón.

—¿Y si la tengo por qué no me cuentas cómo sucedió? —Él le tomó de la muñeca sin hacer que ella se soltara de él—. Porque ahora estoy bastante confundido, Granger. Estoy sintiendo todas estas…

Un fuerte carraspeo los interrumpió haciendo que se soltaran pero no se apartaran uno del otro. Draco frunció profundamente el ceño ante el maldito estúpido que había arruinado su casi declaración y no se sorprendió al encontrar los ojos verdes del niño-que-vivió mirándolos como si ellos fueran los asesinos más buscados del país, a su lado estaba su inseparable amigo zanahoria.

—¿Crees que podamos hablar a solas, Hermione?

Draco puso los ojos en blanco. Granger le dirigió una mirada de disculpa y se separó de él acercándose a Potter con los brazos cruzados. Al slytherin no le gustó nada aquella pose sumisa que ella acababa de adoptar, con la cabeza baja y los hombros caídos. No quería que ella se mostrara dócil ante ese par, quería que fuera Magnolia quien dirigiera la conversación.

No hizo ademán de marcharse. Se quedó recostado contra la pared viendo como Potter seguía taladrándolo con la mirada. Muy lejos había quedado el auror lagrimoso que le había dado con desesperación una bolsa llena de galeones para que buscara a su mejor amiga.

—¿A solas? —insistió el niño-que-vivió y extendió su mano hacia Hermione, quien la tomó luego de titubear un momento. Él entrelazó sus dedos con los de ella y Draco estuvo a punto de abrir la boca para decirle que podía meterse donde el sol no iluminaba. En su lugar, se giró hacia Weasley un tanto atónito para ver su reacción.

El pelirrojo abrió ligeramente la boca ante la petición que más bien era una orden y miró largamente a su mejor amigo antes de asentir sin mucha convicción.


N/A: Después de tanto tiempo, he regresado! Debo decir que tuve una pausa prolongada sin elección y cuando intenté retomar, la inspiración se había ido. Costó sus intentos, pero aquí estoy.

Espero que el capítulo les haya gustado, y que recuerden Magnolia. Tengo mucho temor de que hayan olvidado la trama y pasen del fic y que todo vaya en caída libre hasta desaparecer. Muy dramática.

Gracias por la espera.

Cariños,

Ann.