EPÍLOGO III

OBITO

El embarazo de Temari no terminó con tanta facilidad como el de Sakura.

El bebé sufría durante el parto, así que tuvieron que hacerle una cesárea de urgencia.

Tuve que esperar en la sala de espera hasta que hubieron terminado.

Y estaba asustado, joder.

Sasuke estuvo a mi lado en todo momento. No me dedicó falsas palabras de consuelo. Su silencio era lo único que podía ofrecerme, y yo lo acepté de buen grado.

Hasta que la enfermera me hizo pasar a la habitación.

Y me presentó a mi hijo.

Lo cogí en mis brazos, sintiendo su peso. No llegaba a tres kilos, pero me pareció denso. El peso de la responsabilidad cayó sobre mis hombros y de repente me vi sosteniendo algo de valor incalculable entre mis manos. Más importante que todas mis posesiones.

Era mi familia.

Me giré hacia Temari, que estaba bañada en sudor y lágrimas.

―Bellissima, ¿estás bien?

―Estoy bien ―susurró ella―. Hubo un momento en que pasé un poco de miedo. Pero los dos estamos bien.

Acuné a mi hijo y la besé en la frente.

―Necesitamos un nombre ―susurró―. Llevamos tiempo hablando de ello, pero ahora tenemos que decidirnos.

Yo no había sabido si íbamos a tener un niño o una niña, al contrario que Sasuke. Aquello había sido una sorpresa para ambos porque así lo había querido ella. Pero al mismo tiempo, no estaba sorprendido en absoluto. Me daba la impresión de haber sabido siempre lo que iba a salir de ella.

―¿Osamu? ―Ahora que lo había conocido, que lo había visto con mis propios ojos, me sentí como si lo conociera.

Temari asintió.

―Sí... Osamu.

Me senté junto a la cama con él en brazos. Dedicaba todo mi tiempo a cuidar de mi mujer, pero ahora tenía que hacer sitio a otra persona. Aunque con alguien tan pequeño, no debería de ser un problema, no cuando mi corazón era tan grande.

―Gracias, Bellissima.

―¿Por qué? ―preguntó ella.

―Por darme a mi hijo. ―Lo acerqué a mis labios y le di un beso en la frente―. Soy padre... es raro.

―No es raro ―susurró ella―. Es perfecto.

―Sí... ―Me sentí como si lo estuviera acaparando, así que volví a ponerlo entre sus brazos―. Tú has hecho todo el trabajo. Ahora te toca a ti.

Sonrió y lo acunó contra su pecho.

―Es perfecto. No podría haber pedido un bebé más bonito.

―No, no podrías.

―Osamu y Satoru... Van a ser los mejores amigos.

―Estoy seguro de ello. ―Me los imaginé jugando juntos, como hacíamos Sasuke y yo. Nuestros hijos tendrían sus propios hermanos, pero sabía que siempre estarían unidos. Vivíamos a menos de diez kilómetros el uno del otro y siempre sería así―. Han llegado tus padres. Están impacientes por ver al bebé.

―Lo sé. ―Bajó la mirada hacia Osamu―. Pero quiero que seamos sólo nosotros tres un ratito más.

Estábamos sentados juntos en silencio, admirando al pequeño hombrecito que habíamos creado juntos. Jamás me habría imaginado mi vida así. Cinco años atrás, era un criminal que mataba sin pensárselo. Sólo me importaban el dinero y el poder. Pero ahora, ni siquiera pensaba en el negocio que le había dado a Madara. No pensaba en ganar dinero. No me importaba ninguna de todas aquellas cosas. Lo único que me importaba era mi familia... y no sólo la que formábamos nosotros tres.

Tanto Sasuke como yo le habíamos dado la espalda a nuestro legado. Podríamos haber seguido las huellas de nuestro padre, pero habíamos tomado nuestro propio camino. Habíamos hecho nuestras propias vidas sin dejar de honrar el apellido Uchiha. Ahora estábamos rodeados de nuestras esposas e hijos. La vida pasaría con rapidez, pero la disfrutaríamos al máximo.

¿Cómo podía haber tenido tanta suerte?

Temari se giró hacia mí, sabiendo que mi mente había empezado a vagar.

―¿Qué pasa?

Sonreí, viendo al amor de mi vida sosteniendo a mi hijo en sus brazos.

–Nada... Nada de nada.

FIN.