Capítulo 28: Familia (Parte 1)
Su cuerpo se sentía pesado, como si algo estuviera impidiendo que se moviera, a la vez que flotaba en medio de la nada, de un fondo totalmente negro y abstracto.
—Matsuri… despierta…
Aquella voz la hizo estremecer, esa voz profunda, grave y que ella conocía con total seguridad. Esa era la voz de su amado, del hombre por el cual había dado todo desde que era pequeña, ella ahora sabía que, a pesar de todo lo malo, él permanecería a su lado siempre.
—G-Gaara… —murmuró, abriendo lentamente sus ojos.
Lo primero que vio fue el techo blanco del hospital, aunque la estructura no le era familiar, ¿no estaban en Suna? Miró hacia su costado, Gaara estaba sentado ahí, dormido, con la mitad de su cuerpo sobre la cama, mientras le sostenía la mano donde ella llevaba puesto el anillo de compromiso, su mano seguía vendada por el corte del kunai.
Se dio cuenta de que también tenía vendado un hombro y el brazo donde Maki la había cortado, pero la quemadura de la espalda no dolía, seguramente la habían curado.
—Gaara —lo nombró nuevamente, alzando un poco el volumen de su voz, a lo que él por fin pareció oírla, ya que sus ojos verdes se abrieron para mirarla.
—Matsuri —una ligera sonrisa se formó en los labios del Kazekage, quien enseguida se inclinó hacia el rostro de la chica, depositando un suave beso sobre su frente—. Al fin despiertas, estaba muy preocupado por ti.
—¿En dónde estamos? ¿Están bien los niños? —cuestionó, intentando pararse, pero el dolor le impidió moverse, además, Gaara enseguida se ocupó de mantenerla recostada, apoyando ambas manos sobre sus hombros, pero con mucho cuidado.
—Amor, no te muevas, debes descansar, te hirieron mucho —dijo con voz firme, pero sonando cálido a la vez, esa era una dualidad que sólo le mostraba a ella y nadie más—. Estamos en el hospital de Konoha —dijo al volver a sentarse, sosteniendo nuevamente la mano de su novia—. Los niños están bien, ahora mismo se están quedando con Temari, ella los cuida mientras estoy aquí contigo.
Matsuri se sintió aliviada al escucharlo, aunque la intriga también se hizo presente en ese momento.
—¿Cuánto tiempo llevo dormida aquí?
Gaara alzó su mano libre para acariciarle el cabello a Matsuri, podía ver la delgada manguera del suero conectada a su brazo mediante una aguja, eso debía doler un montón, aunque sabía que él no podría experimentarlo, su arena no permitiría que siquiera un insignificante instrumento como ese atravesara su piel.
—Dos días —contestó finalmente, sin dejar de mirarla—. Al principio, cuando te desmayaste, estaba muy asustado, como estábamos más cerca de Konoha, te trajimos aquí con la técnica del pájaro de tinta de Sai, Sakura te atendió, pero no sabíamos cuándo recuperarías la conciencia.
Después de escucharlo, ella se sintió muy culpable, bajó la mirada y pensó en lo asustados que tuvieron que estar por su culpa.
—Lo lamento mucho, Gaara, fui imprudente porque estaba preocupada, no me cuidé como tenía que hacerlo y recibí mucho daño.
—Todo lo que me importa es que estés a salvo —Gaara apoyó su cabeza contra la cama, escondiendo así su expresión de desespero, la ansiedad y el dolor que sintió al saber a su amada herida, no quería volver a experimentar algo así nunca más en su vida—. Sé que eres fuerte, Matsuri, lo sé, pero te juro que tuve miedo de perderte, no podría volver a pasar por eso, así que, por favor, no vuelvas a asustarme de este modo nuevamente.
Ella, entendiendo a la perfección los sentimientos de Gaara, se limitó a acariciar su cabello suavemente, amaba mucho el cabello de su Kazekage, siempre fue un rasgo de él que le llamó la atención desde el inicio, igual que sus ojos verdes, e incluso la forma de sus labios. Todo lo que era Sabaku No Gaara, era todo lo que ella amaba con locura y desesperación.
—Te lo prometo, Gaara, no volveré a ponerme en peligro —aseguró, observando que él alzaba el rostro para volver a mirarla.
Se vieron a los ojos durante un momento, no había mucho que decirse, los dos podían leer sus sentimientos de ese modo, estaban completamente conectados, como si se tratara de telepatía.
—Permiso —unos golpes a la puerta los distrajeron, entonces vieron entrar a Sakura, quien llevaba puesta una bata blanca de médico sobre sus ropas habituales de ninja, traía una especie de libreta en la mano y, apenas notó que Matsuri estaba despierta, sonrió—. Ah, me alegra que ya estés consiente, Matsuri-san, justamente venía a actualizar a Gaara-san sobre tu condición, pero es mejor si lo escuchan ambos.
—Hola, Sakura-san, gracias por atenderme —respondió la castaña, notando que Gaara se incorporaba de inmediato para ponerle atención a la doctora—. ¿Qué hay con mi condición? ¿Es muy grave? ¿Me voy a morir?
Inmediatamente, Gaara la volteó a ver con el ceño fruncido.
Sakura no pudo evitar reír ligeramente, negando con la cabeza.
—No, no, para nada —respondió—. Con un poco de reposo y cuidados, vas a mejorar rápidamente, pero vas a tener que ser extremadamente cautelosa con lo que hagas de aquí a unos meses, igual procura alimentarte muy bien, lo vas a necesitar.
—¿Eh? —Matsuri la miró sin entender, aunque no sabía por qué ese tipo de recomendaciones se le hacían muy familiares.
—Estás embarazada, Matsuri-san, de aproximadamente un mes.
—¡¿Eh?!
Los ojos del Kazekage se abrieron bastante por la sorpresa, era evidente que ninguno de los dos esperaba esta noticia, ni siquiera se les había pasado por la cabeza, ¿en qué momento? Bueno, esa pregunta era un poco boba, después de todo lo que habían hecho desde su reencuentro.
—¿V-voy a tener otro hijo? —se preguntó Matsuri, llevándose su mano libre al vientre con mucho cuidado, ya que era el brazo donde había sido cortada y le dolía un poco.
Gaara, que todavía permanecía en una especie de trance, finalmente la miró, acariciándole dulcemente la mejilla, haciendo que ella se pusiera un poco roja.
—Bueno, yo los dejo solos —dijo Sakura, escabulléndose rápidamente a través de la puerta.
—Gaara… —pronunció la castaña, no sabía por qué Gaara estaba tan callado, pero sus ojos permanecían fijos en ella, como si pretendieran atravesar su cuerpo, así de certera era su mirada, aunque no era fría, sino cálida, llena de brillo y felicidad—. Gaara, ¿escuchaste? Tendremos un bebé.
—Sí —respondió Gaara, asintiendo con la cabeza. Dejó de acariciar la mejilla de Matsuri y dirigió su mano hasta el vientre de su amada, ahí, en donde su nuevo hijo o hija se encontraba creciendo, era tan pequeño, pero se las había arreglado para sobrevivir al caos que esos idiotas habían formado, todo porque tenía una madre muy fuerte—. Este hijo… no importa lo que pase, juro que nunca estará solo, quizá no pude hacer las cosas bien con Aika, pero ahora están conmigo ella y tú, y este bebé vendrá a darnos más felicidad.
—Gaara, te amo mucho.
El Kazekage miró nuevamente a su mujer, se levantó de su asiento y se inclinó hacia ella, en ningún momento soltó su mano izquierda, porque había prometido ya nunca volver a dejarla ir de su lado.
—Gracias por hacerme el hombre más feliz del mundo, Matsuri —dijo, dándole nuevamente un beso sobre su frente—. Yo también te amo —añadió, esta vez, besando sus labios. Matsuri cerró sus ojos y se dejó llevar por la cálida sensación que los besos de su amado le producían, no importaba si se encontraba a miles de kilómetros de distancia de él, o si estaba postrada en una cama de hospital sin poder levantarse, el modo en que su corazón latía por Gaara era siempre el mismo.
No importaba el pasado tormentoso ni las cosas oscuras que les pudiera deparar el futuro, sólo importaba lo felices que planeaban ser de ahora en adelante.
• - _ -•*• - _
Después de reposar en Konoha durante casi una semana, Matsuri ya estaba lista para regresar a Suna, como no debía moverse demasiado, Gaara consiguió boletos para el tren, que había sido inaugurado hace apenas unas semanas. Después de ser dada de alta, la castaña se estaba quedando en casa de su cuñada Temari, todavía le parecía un poco irreal el hecho de que ahora fuesen cuñadas.
—¿Segura que te sientes bien como para ayudarme? —cuestionó la rubia, observando que Matsuri estaba de pie a un lado de ella, cortando algunas verduras sobre la tabla de picar.
Matsuri le sonrió, asintiendo con la cabeza.
—Estoy bien, Temari-san, me dijeron que estaba fuera de peligro y quiero ayudar, no me gusta quedarme acostada.
—Para empezar —dijo Temari—. Deberías dejar de lado los formalismos conmigo, ¿hace cuántos años te conozco? Incluso vas a casarte con mi hermano.
—Shhh —Matsuri le hizo un gesto de guardar silencio, llevándose el dedo índice a sus labios—. Los niños todavía no lo saben, no quiero que Shinki-kun lo tome a mal.
Temari sonrió ligeramente, Matsuri era una chica muy dulce, podía entender por qué Gaara estaba tan loco por ella, ni siquiera le parecía un problema el que él tuviera a Shinki, no mencionaba todo lo que sufrió por su hermano en el pasado, por el contrario, ella sólo pensaba en el futuro.
—¿Shinki todavía sigue sin hablarte? —preguntó, encendiendo la estufa de la cocina y poniendo encima una olla llena de agua, con la intención de hervir la misma.
La castaña esbozó una sonrisa, bajando la mirada y negando con la cabeza, parecía un poco triste, era normal, ya que Shinki la evitaba todo el tiempo, después de que Matsuri fue dada de alta y que llegó a casa de Temari, el pequeño actuaba como si ella no estuviera ahí.
—Supongo que lo entiendo, él debe sentir que le estoy robando el lugar de su mamá, pero… —hizo una pausa, llevándose una mano a su vientre—. Aun así, me duele un poco su rechazo, es bueno que quiera mucho a Aika; sin embargo, no sé cómo vaya a ser con el bebé…
Un suspiro se le escapó a Temari, ella sabía mejor que nadie lo complicados que eran los niños, sobre todo si son hombres, ya que, básicamente, toda su familia siempre fue de puros hombres.
—¿Cuándo van a decirles sobre el nuevo bebé?
—Cuando regresemos a Suna —respondió Matsuri, dejando a un lado el cuchillo, ya que había terminado de picar todas las verduras—. No pretendo obligar a Shinki-kun a que me quiera, pero me gustaría llevarme bien con él.
—Dale tiempo —dijo Temari, quien le dedicó una sonrisa a su amiga—. Por otro lado, me alegra mucho saber que tendré un nuevo sobrino, tú y Gaara no pierden el tiempo.
Matsuri se sonrojó, sin poder argumentar nada, pues sabía que Temari tenía razón.
• - _ -•*• - _
—Todos los ninjas del clan Saikuron han sido destinados a una prisión de máxima seguridad, de ahí no saldrán por el resto de sus vidas, tienen demasiados crímenes encima —explicaba el Hokage, Kakashi, quien dejó sobre la mesa los informes que corroboraban sus palabras.
Gaara leyó cuidadosamente, tenía que estar seguro de que ninguno de esos bastardos haya podido escapar.
—Perfecto, muchas gracias, Kakashi-san —respondió el pelirrojo—. Con todo esto solucionado, creo que ya podré regresar a Suna.
—¿Qué harán con la miembro del consejo que ayudó a infiltrarse a los invasores? —se atrevió a preguntar Kakashi, que estaba bastante curioso al respecto, ya que Gaara parecía tremendamente fastidiado por ese asunto, el cual habían descubierto después de interrogar a Shinso y Maki, los que se llevaron a sus hijos en primer lugar.
El Kazekage siempre lucía sereno y tranquilo, pero por el fuego que parecía destellar en su mirada, era obvio que no pensaba dejar las cosas así.
—Realmente tengo ganas de matarla —dijo con la mayor sinceridad posible, apretando el puño derecho de la pura rabia—. Pero eso no solucionaría nada y yo terminaría viéndome como un tirano… —su ceño se frunció ligeramente, era casi invisible, pero palpable—. Por supuesto, le daré una lección apropiada.
El Hokage sonrió bajo su máscara, no era especialmente cercano al Kazekage, aunque lo conocía desde que era un niño, desde los tiempos en los que él y sus hermanos pusieron en aprietos a los ninjas de la hoja, había cambiado demasiado desde ese entonces, ahora, siendo un adulto, era un ejemplo a seguir para todo su pueblo, por eso sabía que no podía hacer las cosas por la fuerza.
—Creo que sería lo mejor —dijo Kakashi—. Buen viaje de regreso, Gaara-san.
El pelirrojo asintió con la cabeza, poniéndose de pie, ahora sólo quería regresar junto a Matsuri y a sus hijos, así que abandonó la torre del Hokage. Mientras caminaba hacia la casa de su hermana, se cruzó nuevamente con su amigo rubio, quien se encontraba caminando junto a Sakura, ayudándola con algunas cajas que se veían algo pesadas, de hecho, él llevaba dos y ella unas cinco.
—¡Gaara! —saludó el Uzumaki, alegre como siempre—. Creí que ya habías regresado a Suna, ¿está Matsuri-chan bien?
—Sí, lo está —contestó el pelirrojo, asintiendo con la cabeza—. Volveremos a Suna mañana, en el primer tren.
—Gaara-san, antes de que se vayan, pasen por mi consultorio, me gustaría checar que todo esté en orden, también quisiera revisar a Aika-chan —dijo Sakura, que, como siempre, se preocupaba del progreso y bienestar de sus pacientes, sobre todo si eran gente que apreciaba.
—Por supuesto —dijo Gaara, asintiendo con la cabeza—. Debo irme, gracias por toda su ayuda a ambos.
—No fue nada, somos amigos —respondió Naruto, ampliando su sonrisa—. Que te vaya bien, y felicidades por el nuevo bebé.
El Kazekage asintió con la cabeza, correspondió a la sonrisa de su amigo y se marchó, estaba un poco nervioso respecto a la llegada del nuevo bebé, ¿Shinki lo tomaría bien? Porque, hasta ahora, no parecía que fuera a cambiar su actitud hostil hacia Matsuri, eso lo preocupaba.
• - _ -•*• - _
Tal y como habían quedado con Sakura, esa mañana ellos dos se encontraban en el consultorio de la doctora, quien ya había revisado a su hija Aika, diciéndoles que estaba sorprendida por la mejoría tan poco usual que había presentado. Después de atener a la niña, la peli rosa se dedicó a Matsuri, así que Temari estaba cuidando a sus sobrinos fuera de la habitación.
Un examen de ecografía le estaba siendo aplicado a Matsuri, que ya casi había olvidado aquella máquina extraña con la que una vez la revisó la ex quinta Hokage.
—Bien, todo luce en orden por aquí, el desarrollo parece ir perfecto —aseguró la Haruno, esbozando una suave y amable sonrisa hacia aquellos que ya consideraba buenos amigos—. Matsuri-san, sólo te voy a pedir que te tomes todos los suplementos de hierro y que te mantengas fuera del ejercicio físico por unos días más.
La castaña asintió con la cabeza, aunque estaba bastante atenta a aquella pantalla que mostraba a su bebé, le parecía algo tan bonito, sobre todo, porque esta vez era muy distinta a la anterior, ahora ya no estaba sola.
—Gaara-san —esta vez, Sakura se dirigió al Kazekage, como doctora, sabía que tenía que dar todas las indicaciones necesarias, incluso si hacerlo frente a una figura de autoridad como el Kazekage, le resultara algo bochornoso—. No pueden mantener relaciones sexuales al menos durante una semana más, por el bien del bebé.
Matsuri se sonrojó como un tomate al escuchar las palabras de Sakura, pero Gaara simplemente asintió, sin inmutarse ni un poco.
—Entiendo.
Después de terminar la consulta, ambos salieron para encontrarse con los niños y con Temari, quien estaba charlando sobre algo con Shinki, mientras Aika sólo los escuchaba y asentía con la cabeza.
—Temari —dijo Gaara, llamando la atención de su hermana mayor—. Ya estamos listos, es hora de irnos.
—¿Ya no veremos a la tía Temari y al primo Shikadai? —preguntó Aika, quien estaba fascinada con Konoha y con haber conocido a su primo, aunque ese niño era algo extraño, ya que siempre quería estar durmiendo.
—Podremos visitarlos nuevamente —respondió Matsuri, estirando su mano derecha para poder tomar la pequeña manito de su hija. Miró de reojo a Shinki, pero, como siempre, éste rápidamente viró el rostro en otra dirección.
—Los acompaño hasta la estación —dijo Temari, mirando a su sobrino con algo de seriedad, aunque el niño se hizo el desentendido—. Todavía no confío mucho en eso del tren, ¿saben? Es ilógico pensar en viajar de Konoha a Suna en sólo dos horas.
—La tecnología ha avanzado mucho —dijo la castaña.
Ambas mujeres, junto con Aika, empezaron a caminar hacia las escaleras, que estaban al final del pasillo, mientras que Gaara se detenía sólo un momento, mirando a su hijo, Shinki parecía que continuaba teniendo cierto rechazo por Matsuri y aquello no le gustaba, así que esperó a que se quedaran solos para poder decirle unas cuantas cosas.
—Shinki —lo nombró—. Tenemos que hablar sobre algo.
El pequeño castaño bajó la mirada, sabía bien lo que su padre iba a decirle, no quería escucharlo, pero tampoco era como si se pudiera hacer el sordo.
—Dime, padre —respondió, manteniendo sus ojos fijos en el suelo.
Gaara se agachó frente a él, apoyando ambas manos sobre sus hombros, eran pocas las veces que apelaba a su hijo con aquella mirada tan sincera, pero era necesario en este momento.
—Sé que esto no te gusta, pero… ¿podrías intentar ser un poco más agradable con Matsuri? —le dijo con suavidad, no quería sonar como si lo estuviera regañando—. Entiendo que no te agrade, que sientas que ella quiere usurpar el lugar de tu madre o que pienses que yo no voy a quererte igual que a Aika, pero…
—Padre —su hijo lo interrumpió, alzando su mirada para verlo a los ojos—. No es eso, padre, yo… no pienso eso… —contestó, pero enseguida volvió a mirar hacia el piso—. Intentaré portarme mejor.
El pelirrojo no comprendió muy bien lo que Shinki quiso decir, ¿a qué se refería con que él estaba equivocado? De todos modos, ya no había tiempo para preguntar, las chicas los estaban dejando atrás y debían alcanzarlas, así que Gaara suspiró, tomó la mano de Shinki y se apresuró a alcanzar a las demás.
• - _ -•*• - _
A decir verdad, el viaje en tren había sido algo bastante cómodo, aparte de que fue corto, no supuso ningún esfuerzo para Matsuri, a eso de las doce del día ya se encontraban en Suna, en casa. Lo primero que hizo Gaara al llegar, fue llevarla a la cama, por supuesto, sólo para que descansara. La ayudó a recostarse con bastante cuidado y la arropó, a pesar de que era un día caluroso.
—Gaara —la castaña frunció los labios, a modo de queja—. ¿En serio me vas a hacer estar en cama más tiempo?
El Kazekage pareció bastante divertido con su berrinche infantil, el sólo hecho de mirarla actuar de ese modo, le provocaba querer estrecharla entre sus brazos con fuerza.
—Oíste lo que dijo Sakura —contestó, tomando la mano de la castaña con delicadeza—. Vas a descansar un par de días más, es por el bien del bebé.
Incluso si el tono de voz empleado por Gaara parecía severo, Matsuri sabía con seguridad que él hacía todo esto porque estaba preocupado por ella y por ese pequeñito ser que crecía dentro de su vientre. Todavía le costaba un poco creerlo, realmente habían pasado muchas cosas en un corto periodo de tiempo, desde reencontrar a Gaara hasta haber quedado embarazada de él nuevamente, definitivamente, tenía que ser más cuidadosa y menos ansiosa en el futuro, porque Gaara no era alguien a quien pudiera decirle que no (ni tampoco alguien que aceptaría un no por respuesta), lo único bueno de todo esto, era que pronto serian una familia, o eso era lo que Matsuri más anhelaba, además de la aceptación de Shinki.
—Amor… —dijo de pronto, apretando un poco la mano de su amado—. ¿Cuándo le diremos a los niños sobre la boda y mi embarazo?
Gaara meditó un momento su pregunta, él tampoco estaba seguro de eso, sabía que no habría problemas en el caso de Aika, su hija seguramente estaría feliz de saber sobre la llegada de un nuevo hermano, pero la cosa era distinta con Shinki, no tenía idea de cuál podría ser su reacción, quizá se enfadaría más con Matsuri y él no quería eso.
—No lo sé —contestó al fin, soltando un suspiro—. Debo ir a la oficina, pero hablemos de esto por la noche, ¿sí?
Matsuri asintió con la cabeza.
—Claro, cariño —dijo, dándole un corto beso en los labios a su prometido.
El Kazekage le dedicó una suave sonrisa, le dio un segundo beso y se levantó, dirigiéndose a la puerta, hoy no sólo tenía trabajo que hacer, sino que necesitaba poner los puntos sobre las íes con el consejo, esa vieja desgraciada no se saldría con la suya por poner en peligro a su familia, nunca se lo iba a perdonar.
No tardó mucho en llegar al palacio, había convocado una reunión extraordinaria para aclarar la situación, así que se dirigió a la enorme sala de juntas. Baki, su ex maestro, lo miró entrar con bastante seriedad, estaba más o menos al tanto de la situación, debido a que Kankuro le había contado todo, luego de que Gaara se lo comunicara por teléfono, ya que necesitarían de su apoyo en la junta.
—Kazekage-sama —lo saludó uno de los ancianos, haciendo una leve reverencia, gesto que los demás imitaron.
Gaara no respondió más que con un asentimiento de cabeza, estaba furioso, pero se estaba conteniendo, no podía perder la compostura en un momento como este, así que sólo tomó asiento y apoyó ambas manos sobre la mesa, manteniendo su mirada tranquila.
—Buenas tardes —habló, luego de un momento de silencio. Sus ojos observaron de reojo a Karima, ella parecía tan tranquila, era obvio que ni siquiera le importaba el crimen que había cometido—. Si los he llamado hoy aquí, ha sido para discutir el motivo de mi repentina salida de la aldea hace un par de días.
Los miembros del consejo seguían callados, mientras que el hermano de Gaara, Kankuro, se mantenía de pie junto a la puerta, también estaba serio, cosa poco usual en él.
—Kazekage-sama, sabemos que fue por sus hijos, no debe preocuparse —dijo una mujer, lucía mucho mayor que Karima, aunque tenía una sonrisa amable en su rostro.
—Es cierto, Kazekage-sama, no debe explicarnos nada —secundó esta vez un hombre, él no era tan mayor, al contrario, rondaba la edad de Baki.
El ex sensei de Gaara cerró sus ojos con cierta desazón, tomando la palabra —No es así, es nuestro deber tratar el tema del secuestro de los hijos de nuestro Kazekage, ya que el origen del incidente está aquí mismo.
La mayoría de las expresiones fueron de completo asombro y hostilidad.
—¿Cómo te atreves a insinuar algo semejante? —cuestionó uno de los más ancianos, apretando su puño con enojo por encima de la mesa—. ¿Estás diciendo que alguien de los presentes el culpable de poner en peligro a los hijos del Kazekage?
—Es exacto lo que dije —respondió Baki, mirándolo con aquella expresión seria y dura, él también estaba furioso por todo esto, no toleraba pensar que uno de los propios miembros de su aldea fuese capaz de cometer tal atrocidad contra unos niños, no importaba lo fuertes que eran, aún eran pequeños.
—Eso es… —el mismo anciano fue a hablar, pero fue interrumpido por un fuerte sonido de golpe, cuando los demás miembros del consejo voltearon hacia donde estaba Gaara, notaron que su mano estaba puesta sobre la mesa, con la palma abierta.
—Sabemos que la seguridad de la aldea es bastante estricta desde el incidente con Akatsuki —comenzó a hablar el pelirrojo—. No cualquiera puede ingresar, no es tan fácil infiltrarse, a menos que reciban la ayuda de alguien.
—Pero señor —esta vez, la misma Karima tomó la palabra—. ¿No eran aquellos ninjas de una tierra muy lejana? ¿Quién podría conocerlos como para dejarlos pasar? ¿Y con qué motivos?
Los ojos de Gaara se posaron sobre ella, la mujer pudo ver su rabia creciendo, aun debajo de esa coraza de serenidad e indiferencia, fue en ese preciso instante en el cual supo que había sido descubierta.
—Bueno, eso es algo que sólo usted puede responder, Karima-sama —dijo el Kazekage, su voz sonaba áspera y ronca, como si contuviera las ganas de estrangularla con su arena—. ¿Por qué dejó entrar a esos ninjas? ¿Por qué atacó a mis hijos?
—¡¿Qué?! —exclamó la mujer, poniéndose de pie de golpe, estaba actuando como si se sintiera severamente ofendida—. ¡¿Cómo se atreve a decir algo semejante?! ¿Qué clase de persona cree que soy?
El resto del consejo se mantenía en silencio, pero estaban sorprendidos, nadie esperaba una acusación tan directa, menos de boca del mismo Kazekage.
—Es la clase de persona que cree que hace lo correcto por las razones equivocadas —dijo Gaara, evitando explotar de ira—. No trate de negarlo, lo sé todo, sus cómplices hablaron, igual que su guardián, quien terminó por soltarle todo al anbu que envié a vigilarlos.
La expresión de la mujer cambió de sorpresa a odio en menos de un segundo, ese maldito Kazekage la había mandado a espiar y los inútiles a los que contrató no le habían servido de nada.
—Mocoso engreído…
Kankuro, que había estado tranquilo, se apresuró a pararse detrás de Karima al notar que ésta estaba sacando un arma de su bolsillo.
—Será mejor que se controle, si no quiere terminar mal —dijo el castaño, sosteniendo un kunai contra el cuello de la mujer, como respuesta, ella chasqueó la lengua, guardó el arma y tomó asiento nuevamente, ante las miradas cuestionadoras de los demás presentes.
—Estoy esperando su explicación.
Karima frunció el ceño, no tenía caso que siguiera fingiendo, ¿no?
—La mujerzuela que trajo y esa pequeña bastarda son una vergüenza para toda Suna, no sólo fingió su muerte, sino que seguramente la niña ni siquiera sea suya —habló, parecía que soltaba veneno con cada palabra—. Todo lo hice por su bien, Kazekage-sama, ¿acaso no lo ve?
—¿Cómo puede justificar sus actos criminales con semejantes palabras? —cuestionó uno de los viejos del consejo, todos parecían bastante furiosos, pero, sin duda, el que más se mostraba sereno, era quien más estaba a punto de explotar de rabia.
—Primero que todo —dijo el Kazekage, que aplicó tanta fuerza contra la superficie de aquella mesa, que la madera de la misma se trizó—. Matsuri es mi mujer y nadie tiene derecho a insultarla, ella no fingió su muerte y tampoco es una mujerzuela, así que más le vale que se retracte ahora —todos los presentes estaban callados, se sentían asustados ante lo que estaban viendo—. Segundo, Aika es mi hija, ni siquiera necesito dar explicaciones sobre eso y, tercero, el único que tiene derecho a decidir sobre mi vida soy yo, así que al próximo que se atreva a intentar meterse, lo mataré sin dudarlo.
Algunos tragaron saliva, Karima sólo mantenía la vista en el suelo, todos estaban callados debido al terror que el tono empleado por Gaara les infundió.
—Muy bien… —Baki fue el único que se atrevió a hablar—. Dado que tenemos la confesión de los aliados de Karima-sama, propongo que se le expulse del consejo y vaya al calabozo, mientras decidimos una sentencia apropiada para ella, levanten su mano si están de acuerdo.
De los diez miembros del consejo que estaban presentes, ocho, excluyendo a Karima y al ex maestro del Kazekage, alzaron su mano en acuerdo con Baki, así que la decisión había sido unánime.
Cuando la reunión terminó, Gaara se levantó y se marchó sin más, por supuesto que le hubiera gustado hacer más, quería acabar con esa mujer con sus propias manos, pero sabía que debía hacer las cosas correctamente, porque él era un líder ahora, era alguien justo y sabía que no debía actuar por sus impulsos.
—¿Estás bien? —escuchó la voz de Kankuro, quien apoyó una mano sobre su hombro.
—Sí —respondió, sin dejar de darle la espalda a su hermano. Todavía se sentía tenso, quería correr a abrazar a Matsuri y a sus hijos, pero aún le quedaba trabajo que organizar y tenía que calmarse un poco—. Me preocupa un poco que haya más miembros del consejo que piensen como ella… —confesó, soltando un suspiro—. No quiero que nadie dañe a mi familia, Kankuro.
El mayor relajó un poco su expresión, dibujando una pequeña sonrisa en su rostro. Todavía recordaba a ese Gaara que inspiraba el terror más absoluto a cualquiera que se pusiera en su camino, habían pasado años desde la última vez que lo vio, pero seguía siendo increíble lo mucho que había cambiado, el hecho de que se preocupa tanto por sus seres queridos, hacía que Kankuro se sintiera orgulloso de él.
—Eso no va a pasar, estaremos atentos esta vez, sabes que jamás te voy a dejar solo en esto, ¿no? También soy tu familia, Gaara.
Al escucharlo, el pelirrojo por fin se volteó para verlo, asintió con la cabeza y esbozó una suave sonrisa.
—Lo sé —respondió, sintiéndose mucho más tranquilo ahora.
• - _ -•*• - _
Después de que Gaara se marchó, Matsuri se quedó dormida, estaba bastante agotada después del largo viaje y, a pesar de que éste fue bastante cómodo, siempre sí le había afectado un poco. No supo cuánto tiempo durmió, pero cuando abrió sus ojos y miró hacia su costado, vio a Shinki, quien estaba de pie a su lado.
—¿Shinki-kun? —dijo sorprendida, sentándose con cuidado—. ¿En dónde está Aika?
El niño, cuya expresión era muy seria, miró hacia la puerta abierta de la habitación.
—Está viendo la tele en la sala —respondió, bajando la mirada. Matsuri estaba por preguntarle qué era lo que estaba haciendo él ahí, pero el niño se le adelantó—. Quiero hablar contigo, Matsuri-san.
Matsuri no pudo evitar pensar en lo parecido que era Shinki a Gaara, le costaba mucho expresarse ante la gente, hacerles saber su sentir, era por eso que le sorprendía verlo acercándose a ella por su propia cuenta, sobre todo, sabiendo que él no la apreciaba para nada.
—Claro, puedes decirme lo que quieras, Shinki-kun —dijo con una sonrisa amable.
En ese momento, Shinki inclinó su cabeza y la mitad de su cuerpo, haciendo una respetuosa reverencia, la cual dejó totalmente anonadada a la castaña.
—¡Matsuri-san, gracias por salvarme! —exclamó el pequeño, estaba siendo demasiado formal, pero no parecía algo fuera de lugar—. También, lamento cómo me he portado, yo… —su rostro empezó a ponerse rojo, aunque Matsuri no podía verlo—. Yo solamente… estaba muy avergonzado…
Los ojos de la mayor se abrieron bastante debido a la sorpresa, ¿eso significaba que Shinki no la odiaba, sino que no le hablaba porque estaba avergonzado? Sin poder evitarlo, comenzó a reír en voz bajita, cubriéndose la boca con una de sus manos, ¿acaso no era ese niño adorable?
—Shinki-kun, por favor, levanta tu cabeza —indicó, así que el niño obedeció, ella pudo ver su carita totalmente roja y eso no hizo más que enternecerla aún más—. Ven aquí, acércate —Shinki asintió con la cabeza y caminó dos pasitos hacia la cama, Matsuri se inclinó hacia él y lo abrazó, se sentía muy feliz en ese momento, hacía mucho que deseaba poder expresarle su cariño a ese pequeño ser—. No tienes que pedirme disculpas, yo entiendo todo, Shinki-kun.
—Pero… —el niño, asombrado y conmovido por el gesto de Matsuri, dejó que algunas lágrimas se deslizaran por sus mejillas—. Pero yo fui muy malo contigo… —añadió, mientras sus bracitos poco a poco rodeaban el cuerpo de ella—. ¿Por qué ibas a sacrificarte para salvar a alguien como yo? ¿No deberías odiarme?
Matsuri se separó un poco de él para poder ver su rostro, notó sus lágrimas y no dudó en limpiarlas, mostrándole su sonrisa aún más amplia.
—¿Qué dices? —cuestionó ella, le parecía que Shinki pensaba demasiado las cosas, en eso, era aún más idéntico a su padre—. Yo no te odio, Shinki-kun, puede que no seas mi hijo, pero eres el hijo de la persona que amo, por lo tanto, te quiero como si lo fueras —le explicó—. Yo haría cualquier cosa para protegerte, así como lo haría por Aika y por Gaara.
Después de escucharla hablar de ese modo, Shinki entendió por qué su padre quería tanto a esa chica, por qué su madre nunca dejó de sentir culpa cuando creyeron que ella estaba muerta y, por qué fue ella misma quien los ayudó a reencontrarse. Matsuri era una persona noble, que entregaba su corazón sin reservas, incluso arriesgándose a salir herida, pero eso mismo la hacía grandiosa.
A pesar de que no se atrevió a decir una palabra más, Shinki simplemente la abrazó con más fuerza, de ese modo, le hizo saber que nunca más la vería como alguien ajeno, que, de ahora en adelante, serían parte del mismo hogar.
No pasó mucho para que Gaara llegara a casa, después de haber adelantado un montón de pendientes. Le sorprendió ver a Matsuri levantada, aunque no estaba haciendo mucho, simplemente les servía la cena a sus hijos; Gaara tuvo que parpadear varias veces cuando vio que Shinki le agradecía amablemente a Matsuri.
¿De qué se había perdido?
—Oh, Gaara —ella sonrió cuando lo vio llegar, acercándose inmediatamente a él. Tomó una de sus manos y lo jaló con ella hacia la mesa—. La cena está lista, ¿te fue bien?
Gaara asintió con la cabeza, a pesar de que no estaba satisfecho con el castigo aplicado a Karima, al menos no se saldría con la suya.
—Después hablaremos de ello —contestó, tomando asiento en su lugar de siempre.
Cuando era pequeño, jamás cenaba con su familia, las cosas eran incómodas debido a que él tenía al Shukaku y sus hermanos le temían, mientras que su padre desconfiaba de él, era imposible pensar en compartir un momento como este con ellos. Cuando estaba casado con Aoi, a veces cenaban juntos, pero él siempre estaba ocupado, prefería refugiar su dolor en la oficina, a solas, ese sufrimiento que siempre lo acompañaba al creer a Matsuri muerta.
—Papá, mamá —habló Aika, quien dejó de lado su comida, mirando alternamente a sus progenitores, aunque seguía pareciéndole increíble tenerlos a ambos—. Hace tiempo quería preguntar esto, pero, ¿qué nos ocultan a Shinki-kun y a mí? —preguntó, cruzándose de brazos.
Matsuri miró a Gaara y éste también la observó, ambos estaban un poco sorprendidos, no esperaban este interrogatorio.
—No somos tontos, ¿saben? —dijo Shinki, abultando ligeramente sus mejillas—. Sabemos que tienen un secreto.
—Shinki… —Gaara iba a decirle algo, pensaba dejar el tema de lado, ya que su hijo aún no estaba listo para escucharlo, pero fue la misma Matsuri quien lo interrumpió.
—No duraría mucho el secreto de todos modos —dijo la castaña, esbozando una suave sonrisa. Volvió a tomar la mano de Gaara, el cual estaba un poco sorprendido por su accionar—. Vamos a decirles ahora.
El pelirrojo frunció el ceño.
—¿Estás segura? —simplemente vio asentir a su amada, así que soltó un suspiro—. Muy bien…
Sus hijos los miraban muy atentos, sus ojos brillaban de curiosidad, aunque no temían que fuese algo malo, sino todo lo contrario.
—Niños… —Matsuri sonrió una vez más, apretando la mano de Gaara—. Estoy esperando un bebé, van a tener un hermanito.
Aika y Shinki abrieron sus ojos con asombro, a pesar de que esperaban una noticia grande, esto era más de lo que pensaron, ninguno de los dos lo tenía siquiera contemplado.
—¡Eso no puede ser! —exclamó el pequeño castaño, borrando de inmediato la sonrisa en el rostro de Matsuri, que, por un instante, pensó que a él le había disgustado. Entonces, Shinki miró a Gaara—. Padre, ¿no deberían casarse primero antes de tener un bebé?
Gaara lo miró sorprendido, realmente creyó que Shinki estaría enojado, pensó que los mandaría al demonio, pero claramente algo había pasado entre él y Matsuri, algo de lo que él no tenía el menor conocimiento, aunque parecía ser bueno.
—Tienes razón —contestó el Kazekage, asintiendo con la cabeza y cerrando sus ojos—. Aunque ya se lo he pedido a Matsuri y ella aceptó.
—¡Qué emoción! —gritó alegremente Aika, aplaudiendo con entusiasmo—. ¡Mi mamá y mi papá se van a casar!
Matsuri simplemente sonrió, estaba muy feliz, el hecho de que Shinki la aceptara frente a Gaara y a Aika, era el mejor regalo que pudo recibir ese día
