Disclaimer: Twilight le pertenece a Stephenie Meyer, la historia es de Violet Bliss, la traducción es mía con el debido permiso de la autora.
Disclaimer: Twilight is property of Stephenie Meyer, this story is from Violet Bliss, I'm just translating with the permission of the author.
Capítulo beteado por Yanina Barboza
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Capítulo Veintisiete
NOVIEMBRE
Cuando Jacob Black se detuvo en el camino de entrada de Edward y de ella una tarde de la segunda semana de noviembre, Bella no se sorprendió.
De hecho, se preguntó qué le había tomado tanto tiempo.
Cuando le contó a Charlie sus planes semanas atrás, lo hizo sabiendo que él se lo diría a Sue y que ella se lo diría a la manada Quileute.
Él salió de su auto negro, diferente del viejo Rabbit restaurado que tuvo años atrás, y miró hacia su casa, a ella parada en la ventana observándolo, con la cara en blanco.
Sin embargo, sus puños cerrados lo delataron.
Bella sintió un destello de irritación hacia él, sabiendo que él programó su visita para que Edward no estuviera cerca pero ella sí.
Ella contuvo el aliento al verlo caminar por el camino principal y apretó los dientes mientras se movía para abrirle la puerta, plasmando una sonrisa falsa mientras lo hacía.
—Hola, Jacob —lo saludó ella, parándose a propósito en la entrada para que él no pudiera entrar.
—Bells. —Su voz era fría, sus ojos duros y ella reprimió un bufido por el uso del apodo. Su padre era el único al que le gustaba usarlo.
—¿Puedo ayudarte? —preguntó, su voz sorprendentemente no delataba su malestar. No estaba feliz de que él hubiera elegido enfrentarse a ella sola.
—Tenemos que hablar —gruñó y ella dejó que la sonrisa desapareciera de su rostro, haciendo que sus ojos se estrecharan.
—¿De qué podríamos necesitar hablar? —cuestionó, su voz se volvía más fría con cada palabra.
—Del gran error que estás cometiendo —siseó, la ira que burbujeaba bajo la superficie finalmente se reveló.
—Esto no es de tu incumbencia —respondió ella con vehemencia, tomándolo por sorpresa. Incluso cuando rompió furiosamente su amistad, lo hizo con frialdad, calma y nunca antes la había visto mostrar ni un destello de furia.
—¡No puedes dejar que te convierta en un monstruo, Bella! —casi gritó, dando un paso adelante y ella se movió para cerrarle la puerta en la cara.
Él la detuvo, usando su pierna para mantener la puerta abierta. Ella resistió el impulso de darle una patada.
—Vete —exigió.
—No dejaré que hagas esto —espetó, entrecerrando los ojos posesivamente y ella se sintió más fría cuando el miedo comenzó a retorcer su estómago.
—No te pertenezco, Jacob. ¡Vete! —ordenó ella, con el corazón acelerado cuando él la quitó de la puerta y se abrió camino hacia la casa.
—Necesitas escucharme, Bells. Necesitas entender —susurró, agarrando sus brazos con fuerza y sacudiéndola. Ella gimió de dolor y luchó por liberarse.
—Quita tus manos de ella, chucho —siseó una voz fría desde la puerta.
Bella desvió su atención de Jacob para ver a Rosalie y Jasper entrando a su casa, sus cuerpos rígidos por la tensión y la ira.
Fue Rosalie quien habló, su rostro devastadoramente hermoso lleno de furia.
Jacob no se movió.
—Te lo diré una vez más, quita tus manos de ella —exigió y Bella dejó escapar un suspiro mientras él la soltaba, inmediatamente retrocediendo y tropezando.
—Jacob, vete —pidió Bella mientras se frotaba los brazos, sintiendo ya los moretones que aparecerían en el transcurso de las próximas horas.
Apartó su atención de los dos vampiros y dirigió su mirada hacia ella.
—Bells, no quieres ser como ellos —dijo, actuando como si estuviera tratando de hacerla entrar en razón, su tono era similar al que una persona podría usar con un niño.
—No tienes ninguna idea sobre lo que quiero. Nunca la has tenido —contradijo, mirándolo.
Él se estremeció.
—Edward y Carlisle han dedicado su existencia a salvar vidas. Esme y Rosalie pasan miles de horas al año yendo de refugio en refugio, donando dinero y tiempo para ayudar a las personas que lo necesitan. Emmett y Jasper construyen muebles que donan a familias necesitadas y Alice fabrica ropa duradera y maravillosa que envía a casi todos los países del tercer mundo.
»No me digas que estoy cometiendo un error al querer ser parte de esta familia o que son monstruos. Ninguno de ellos me ha lastimado nunca como tú lo has hecho hoy, Jacob Black. Ahora, por última vez, sal de mi casa y vete —ordenó en voz baja.
—Simplemente no quiero que seas como ellos —susurró, con los ojos llenos de lágrimas que le decían que la había oído, que simplemente no quería escuchar.
—Todavía voy a ser yo —le dijo.
Su rostro se endureció, la humedad de sus ojos se secó.
—No, no lo serás —murmuró sombríamente.
Y con una última mirada a ella y una mirada de disgusto a Rosalie y Jasper, se fue.
Rosalie cerró la puerta detrás de él y Bella se frotó la cara con las manos antes de mirar a los vampiros.
Ambos le estaban sonriendo.
—¿Qué estás haciendo ahí, Pequeña Bell? —preguntó Emmett la noche de Acción de Gracias mientras los Cullen descansaban en su enorme sala de estar, los vampiros más jóvenes se turnaban para jugar videojuegos mientras Carlisle y Esme miraban y Bella escribía en su diario.
Almorzó con Charlie y Sue más temprano en el día, Sue pasó gran parte de la mañana cocinando con Bella, mirando con culpabilidad los moretones que todavía estaban en los brazos de Bella casi dos semanas después de su encuentro con Jacob, a quien los Ancianos Quileute le ordenaron que la dejara en paz después de una reunión muy tensa con Carlisle y Edward, este último apenas pudo contener su ira. El resto de la manada también (sorprendentemente) se puso del lado de Edward y Bella, después de que escucharon que Jacob lastimó a Bella.
Charlie estaba enojado por los moretones, no los había visto antes pero se enteró de lo que sucedió, tan enojado que se fue una hora antes del almuerzo y regresó luciendo tan inquietantemente calmado que Bella se preguntó qué le había hecho a Jacob.
—No volverá a acercarse a ti —aseveró Charlie y Edward soltó una risa oscura, habiendo visto en su mente lo que su padre hizo, algo que hizo que Charlie le lanzara una sonrisa arrogante. Era una de las pocas veces que Edward era abierto sobre poder leer la mente de Charlie. Edward le contó que era más blanco que la mayoría de los humanos, pero no estaba tan en blanco como la de ella.
Cuando le preguntó a Edward sobre eso más tarde, él se negó a compartirlo y en su lugar se rio entre dientes y sacudió la cabeza. Ella se enfureció por eso durante unos tres segundos antes de dejarlo ir, sin importarle ni un carajo Jacob Black después de la forma en que actuó.
Almorzaron después del regreso de Charlie, un poco tensos con Seth como miembro de la manada y Sam habiendo sido uno, pero llegaron a apreciar y confiar en Bella y Edward, por lo que nadie lo mencionó de nuevo, volviendo su atención al niño al pie de la mesa tratando de encantarlos a todos, y terminaron la comida con una sonrisa.
Más tarde, condujeron a la casa de los Cullen, donde Esme preparó mucha más comida de la que Bella podía soñar comer en un día entero, y todos se sentaron alrededor de la enorme mesa del comedor mientras ella lo intentaba, bromeando y riendo entre ellos hasta que Bella declaró que ya no era humanamente posible comer más.
Después se movieron a la sala de estar y la alegría continuó mientras se reían de Emmett tratando desesperadamente de vencer a Edward y Alice en cada videojuego que tenían y fallando miserablemente.
—Tramposos —murmuró y Bella se rio, desviando su atención del juego hacia donde ella descansaba con la cabeza en el regazo de Edward con su diario abierto, bolígrafo en mano.
—Lista de deseos humanos —le informó a Emmett, respondiendo a su pregunta, escribiendo donación de sangre, debajo de hacerse un tatuaje.
—¿Qué tienes en esa lista? —preguntó Rosalie y Bella miró hacia arriba, sorprendida por su interés. A pesar del hecho de que eran más cercanas desde su encuentro con Jacob, sabía que Rosalie estaba firmemente en contra de que Bella se convirtiera en vampiro.
—Cosas que no podré hacer después de transformarme: hacerme un tatuaje, emborracharme, ir a bucear sin asustarlo todo —explicó, entregándole a Rosalie el diario que Bella estuvo llenando el mes anterior.
Ella y Edward acordaron una fecha después del incidente con Jacob, una línea de tiempo que les dio a ambos un poco más de control en la situación. Iban a dejar sus trabajos al final del año escolar en curso y viajarían durante las vacaciones de verano antes de instalarse en una propiedad remota en Alaska, donde ella sería transformada y se quedarían hasta que tuviera suficiente control para que ambos pudieran regresar a la sociedad.
—¿En qué tipo de tatuaje estabas pensando? —inquirió Rosalie y Bella movió su mirada hacia Edward, quien la miraba a ella y de nuevo a Rosalie.
—No quiero decidir nada todavía —respondió, sus ojos apuntando a Alice—. Quiero que sea una sorpresa.
Rosalie asintió y movió su mirada de nuevo a las páginas frente a ella, una sonrisa se extendió por su rostro.
—Sabes, podemos hacer esto ahora.
—¿Cuál?
—Número 10 —indicó Rosalie y los ojos de Bella se abrieron tanto que la vampira se rio.
—¿Cómo? —preguntó Bella, sorprendida. El número 10 era fumar marihuana, algo que en realidad no consideró hacer antes, pero supuso que podría haberlo hecho en la universidad de haber tenido la oportunidad y no la hubieran acechado y disparado.
—Esme tiene una planta en el invernadero. Emmett la compró como una broma y ella odia dejar que cualquier cosa muera, así que simplemente se queda ahí —explicó Rosalie y sintió el sofá debajo de ella temblar cuando Emmett se dio cuenta de lo que estaban hablando.
Su mirada se disparó hacia Edward.
—Um... —murmuró, no muy segura de cómo se sentiría él al respecto.
Él le sonrió.
—¿Quieres hacerlo? —preguntó, deseando que ella tuviera las experiencias más humanas que pudiera tener en el tiempo que le quedaba.
Volvió a centrar su atención en Rosalie.
—Vamos a hacerlo.
Horas más tarde, Bella de alguna manera se las arregló para terminar lo último del gran festín que Esme preparó y lo hizo con los Cullen a su alrededor riéndose afectuosamente de su sonrisa tonta y del puré de papa que de alguna manera terminó en su pelo.
Fue el mejor Día de Acción de Gracias que jamás tuvo.
