Shiho se quedó sentada en el coche una vez apagó el motor. Las manos le temblaban y sudaban y su corazón parecía que iba a salirle por la boca.

No había vuelto a pisar ese edificio desde la primera y última vez que lo vino a visitar. Pero las circunstancias eran distintas. Totalmente distintas.

Bajó del coche con las gafas de sol puestas y se abrochó la chaqueta. Obligó a sus pasos a caminar, pese a todo el miedo que sentía dentro de ella. Que despertase, era un paso, pero el camino que debía hacer a partir de ahora, era mucho más duro.

Debían enfrentarse los tres, y poner fin a la locura de vida que había llevado todos esos años.

Subió los pisos por las escaleras y salió por los pasillos, recordando perfectamente la habitación en la que se encontraba.

Su mano se quedó apoyada sobre la puerta un par de segundos antes de abrirla, con más miedo que la primera vez que la había cruzado. Tenía que perderle, para que él recuperase su vida. Empujó la puerta con suavidad y se adentró a la habitación lentamente.

Ran estaba a un lado de Kudo y el doctor justo parecía marchar de la sala. Ella no era su mujer, ese hombre no le debía ninguna explicación, ni debía pararse a repetirle el pronóstico. El doctor le asintió como saludo antes de salir y los dejó a los tres en completo silencio.

"Hola." Dijo apenas audible.

No había podido desviar su mirada de la cama desde que lo había visto. Tenía los ojos abiertos, estaba despierto de verdad.

"Adelante." Le dijo Ran, invitándole a acercarse.

Shiho asintió mientras se acercaba lentamente al otro lado vacío, dejando una distancia.

"Hola." Dijo Kudo con la voz un poco ronca. "¿Quién eres?" Le preguntó confuso.

Shiho se sorprendió fuertemente, pero Ran intervino antes de que pusiese preguntar nada.

"A mi tampoco me recuerda." Le confesó suspirando. "El doctor dice que es normal, después de todo, ha recibido un disparo en la cabeza. No por ello debe ser permanente, pero debemos darle un tiempo de adaptación." Le explicó. "Ya sabes…no abrumarle ni ponerle en situaciones delicadas o cualquier cosa de ese estilo."

Shiho pilló el mensaje rápido.

"Pero..." Intervino Kudo confuso. "…Si tú eres mi mujer,…" Dijo desalándole a ella. "…Entonces, ¿quién es ella?" Preguntó señalando a la pelirroja esta vez.

La pelirroja le miró muy sorprendía y agachó su flequillo tras sus ojos antes de responderle. Apenas podía mirarle. "Yo no soy nadie importante, es más,…" Dijo apartándose de ellos."…yo no debería estar aquí." Acabó diciendo saliendo de la habitación sin levantar la vista para mirarles.

Shiho volvió por las mismas escaleras por las que había subido hacía tan pocos minutos. Llegó al parking apresuradamente y volvió a ocupar el asiento piloto. Cerrando los ojos con fuerza y apretando el volante con las manos. Todo eso era un desastre, un puto desastre. Shinichi, ni siquiera recordaba.

Decidió respirar hondo y salir de ese recinto de una vez. Rei ya llevaba un par de horas con Aiko y no quería molestarle si debía trabajar temprano al día siguiente.

Aparcó el coche de Kudo en la entrada de su casa y apagó el motor sin salir del coche. El interior aún olía a él. Ahora que lo pensaba con frialdad, no sabía porque Ran le había dicho que se lo quedara. Kudo, ahora estaba despierto, e imaginaba que acabaría echando en falta su coche de diario.

Se lo devolvería a Ran en cuanto tuviese la ocasión. Eso estaba más que claro.

Sacó la bolsa de pertenencias de la guantera y las guardó cuidadosamente en cada lugar que Kudo les había asignado. Los discos y la libreta con el lápiz, en la guantera; el ambientador colgante y el extraño amuleto que siempre tenía, bajo el retrovisor; y la linterna y los guantes, en el pequeño cajón de debajo de su asiento.

Recordaba contemplarlo mientras lavaba el coche cuidadosamente ahí fuera miles de veces. Era un hombre muy atento en muchos aspectos.

Y a ella, siempre le había gustado mirarle. Daba igual lo que estuviese haciendo, no se cansaba de hacerlo.

Suspiró tristemente mientras arrugaba la bolsa vacía entre sus dedos y un par de lágrimas caían ante tanta impotencia que sentía. No podía olvidar de donde venía.

Había sido una visita dura. Más de lo que se imaginaba.

"¡Mamá!" Le llamó Aiko mientras corría hacia ella. "Ya has llegado."

"Hola cariño." Le saludó con un cálido abrazo. "Ya estoy de vuelta. Acabo de despedirme de Rei hace un momento."

"¿Estás llorando?" Le preguntó la niña arrugando el ceño.

"No. No estoy llorando." Mintió la pelirroja mientras se limpiaba las mejillas. "Estaba limpiando el coche de papá y me ha debido de entrar polvo en el ojo."

"No es el coche de papá." Contestó la niña mientras se acercaba a su madre para subirse a su regazo y jugar con el volante bloqueado.

"¿A no?" Le preguntó ella riendo.

"No. Es mi coche."

"¿A sí?" Preguntó riendo más fuerte.

"Él me lo dio." Dijo la pequeña muy firme. "Me dijo que cuando cumpliese ocho años, sería todo mío."

"¿Ocho años?¿No sería dieciocho?" Preguntó confusa. "Bueno cariño…creo que aún tenemos que esperar a que pasen algunos años, ¿No crees? A demás, cuando tengas esa edad, este coche será una chatarra y te querrás comprar uno nuevo."

"No, no. Yo quiero conducir este."

"Ya lo sé cariño…pero me pongo triste cuando lo veo." Le dijo con toda sinceridad.

"¿Y si lo pitamos de un color bonito?Le preguntó la pequeña empezándose a emocionar.

"No creo que a papá le haga mucha gracia." Contestó esbozando una media sonrisa. "Le tenemos que devolver este coche a papá."

Aiko apagó su entusiasmo, pero asintió sin rechistar. No le gustaba cuando su madre entristecía la mirada. Pero Shiho tenía su mirada clavada en la retina y había sido doloroso ver esa total indiferencia en sus ojos, pero esta era su única oportunidad de de salir completamente de su vida.

Sus caminos, debían separarse ahí.

Entraron a la casa para preparar juntas la cena y Ran, para la sorpresa de Shiho, la morena apareció poco después con una caja de una pastelería.

"¿Es un pastel?" Preguntó Aiko al ver lo bien que olía de repente la cocina.

"Sí." Contestó dirigiéndose a la nevera para guardarlo. "Esta noche hay pastel de fresas de postre."

"Vaya, que detalle." Le agradeció Shiho removiendo el contenido de la olla. Supongo que el despertar de Kudo, había sido mucho más feliz para la morena.

Aiko se dirigió al salón para ponerse a pintar y las dos adultas se quedaron en la cocina, una acabando de preparar la cena y la otra preparando la mesa.

"¿Cómo es que has venido esta noche?" Le preguntó la pelirroja. "Pensaba que te quedarías en el hospital." Dijo sin querer sonar triste.

"Iba a hacerlo…pero los padres de Kudo acaban de llegar de América y quería dejarles un poco de tiempo. Yo he estado toda la tarde con él." Dijo sin poder dejar de reír. "No recuerda su circulo cercano, pero, si te soy sincera, parece el mismo hombre con el que vivía. Cómo si todo esto que estamos descubriendo, solo fuese una historia ficticia."

Shiho asintió sin atreverse a intervenir.

"Nos hemos pasado toda la tarde hablando y viendo fotografías. Sus bromas y su manera de hablar no ha cambiado nada." Dijo suspirando, dándose cuenta en ese momento de la cara seria de Shiho. "Perdona…¿Cómo te sientes al respecto?"

"¿Cómo voy a sentirme?" Preguntó con ironía. "Yo...no creo que vuelva a verle, Ran. No quiero hacerlo."

"¿Cómo? No lo entiendo." Contestó Ran con el ceño fruncido. "Pensaba que le querías."

"Y le quiero." Afirmó sin más palabras. "joder, claro que le quiero."

Ran asintió y cambió de tema para no incomodarla. "No quiero hablar siempre de lo mismo. Pero no me quito el Black Moon de la cabeza."

Shiho suspiró después de apagar el fuego. "A mi también me pasa."

"No sé que podía pasar por su mente ni que intenciones tenía. Pero saber que a más a más, también iba a Shibukawa…solo me deja más perdida."

"A lo mejor perdió el control." Contestó la pelirroja, sin entender tampoco mucho. Ran arrugó la nariz y Shiho sonrió. "Bueno, a ti eso no te pasaría, claro. A ti lo que te pasa, es que piensas demasiado las cosas." Dijo tapando la olla y girándose para mirarla y señalarle la frente. "A ti, todo te tiene que pasar por aquí. A todo le tienes que poner un nombre, ¿no?"

"Ahá." Contestó Ran entrecerrando los ojos sin dejar de escucharla.

"Amante, esposa, compañera, confidentes,…" Dijo Shiho apartándose para sentarse en la silla. "Todo eso no importa, solo sirve para clasificarnos o hacernos sentir que algo nos pertenece de alguna manera…todo es pura mierda..."


La música del local retumbaba en sus oídos, pero él apenas le importaba el ajetreado movimiento de su alrededor. Estaba concentrado en su vaso con Whisky y removía el hielo mientras observaba su reloj de muñeca cada tantos minutos y estudiaba a todas las personas que entraban en el local.

Llegaba tarde.

"Ten paciencia." Dijo su amigo, aparentemente mucho más tranquilo que él.

Kudo resopló y le dio un sorbo al vaso, acabando con el contenido. "Ponme otro." Le dijo a la camarera.

Eran casi la una y cuarto de la mañana y se suponía de debían encontrarse puntualmente a la una. No quería imaginarse cosas raras, pero si no aparecía en los próximos quince minutos, iría por su propia cuenta.

"Hey." Le saludaron tocando su hombro brevemente.

Shinichi se giró y le ofreció la mano como saludo. "Pensaba que te habías echado atrás."

Irish rió. "No, recuerda que esto es beneficio para ambos. No debes ser impaciente."

Kudo le estudió detenidamente. Pese a tener que colaborar con él, no le hacía ninguna gracia el aura que transmitía ese tipo de gente, pero había conseguido avanzar más rápido desde que lo había contactado. Tenía la suerte de colaborar también con Rei, que a su favor, conocía a toda esa gente mucho mejor que él.

"Supongo que no estamos aquí para tomar algo y charlar." Intervino su compañero.

"No. Tenéis que ir a Nagano al amanecer." Le explicó encendiéndose un cigarro.

"¿Para qué?" Preguntó Kudo mientras asentía a la camarera que le acababa de traer el nuevo vaso.

"Hay que entregar un par de maletines. Ellos también estarán ahí." Especificó el rubio dandole una calada al cigarro. "Es una entrega importante, aseguraos de no toparos con ningún control policial."

Kudo asintió, no hacía falta más palabras para entenderlo y no era el primer encuentro que le programaban. Pero nunca tenía la suerte de toparse con cargos más altos. Esta vez, tenía la sensación de que sería diferente.

Ambos salieron del local, esta vez, Rei más serio que él.

"¿Todo bien?"

"Sí, todo bien." Contestó tranquilo para despreocuparle mientras abría el coche.

Shinichi se sentía un poco mal por haberle arrastrado en cierta manera. Rei, ya había trabajado para Irish hacía años, pero decidió salir antes de que las cosas se pusiesen serias. Y ahora, él le había pedido meterse de lleno dentro de la boca del lobo.