Disclaimer: nada de esto me pertenece, los personajes le pertenecen a Stephenie Meyer y la historia a Rochelle Allison, yo solo la traduzco.


APPEASE

Capítulo veintiochoDescafeinar

Antes de Edward, las relaciones que he tenido han ido de cómodas a excitantes, pero cortas. Tuve citas en el instituto y la universidad pero, a excepción de un chico, nunca fue... amor verdadero, supongo. A lo mejor hay relaciones de entrenamiento. No sé.

El único chico que siento que amé también fue el primero que me rompió el corazón. Ese fue Paul Lahote. Nuestra cita del baile de fin de curso nos llevó a un fantástico romance de verano. No tuve problema en entregarle mi virginidad, pero luego él no pareció tener problema en dejarme por las chicas de la universidad cuando se fue a la UW.

Hubo algunos chicos bastante geniales después de él, pero ninguno por el que perdiera la cabeza. Es fácil conectar con diferentes personas, pero luego está el chico con el que simplemente encajas. Ese sin el que, de repente, no puedes imaginar tu vida, lo que para mí es... una locura. Se me da muy bien ser independiente.

O lo era. Antes de Edward.

Nos quedamos levantados hasta tarde en su casa, comiendo palomitas en la cama y viendo la televisión. Y luego, agotados por el drama nocturno, nos duchamos y caemos rendidos. Me aseguro de poner el despertador en mi teléfono, queriendo levantarme pronto para poder volver al Dakota y llevar a los gemelos al colegio. Bostezando, me meto bajo las mantas. Edward me busca y yo me acurruco contra él, aceptando su calor ―tanto el físico como el emocional.

De todas formas, casi nos quedamos dormidos. Salí disparada de la cama, haciendo rápidamente una abreviada versión de mi rutina matutina. Edward me sigue como un cachorro perdido, bostezando y rascándose la cabeza.

―Por lo menos toma un bagel ―dice―. Y café.

―¿Mejor de camino? ―Me recojo el pelo en una coleta―. De verdad que no quiero llegar tarde.

―No, lo sé ―dice, suspirando mientras se pone una cazadora sobre la camiseta―. Conozco un sitio.

Cogemos un taxi hasta un delicatessen que, gracias a algún milagro, no tiene cola. Cojo mi café y un bollo. Lleva chocolate y lo necesito como el respirar. Cogemos otro taxi hasta el Dakota, donde Eleazar está esperando aparcado en la acera. Me bajo rápidamente, dándole un beso a Edward.

―¿Te veré más tarde? ―pregunta, inclinándose y casi saliéndose del coche.

―Sí. ―Le beso de nuevo―. Mis cosas están en tu casa.

Él resopla, riendo.

―Y yo que pensaba que no podías soportar estar lejos de mí.

―Eso también.

Él sonríe ampliamente, saludando con la mano a Eleazar, que le devuelve el saludo con la boca retorcida en una mueca de diversión.

―Adiós, Bella.

―Adiós, Edward.

Me coloco el bolso para poder llevar mi desayuno con mayor comodidad y luego me uno a Eleazar. Él mira su reloj antes de levantar la mirada al edificio con los ojos entrecerrados.

―Deberían bajar en cinco minutos.

Asiento, mordisqueando mi bollo.

―Vale.

―¿Cómo estás hoy?

Encogiéndome de hombros, trago.

―La verdad es que estoy bien. Dormir siempre ayuda. ―Esto no es completamente cierto. A veces, el sueño solo aplaza lo inevitable; pero, en mi caso, ha ayudado. Edward y yo estamos bien, y eso es muy importante para mí. Ha sido fiel a su palabra al apoyarme y luego me ha cuidado durante las consecuencias. Y los dos fuimos honestos durante la discusión con los Masen, sobre todo Edward. No fue cruel, pero tampoco descafeinó la verdad. Ahora todas las cartas están sobre la mesa.

Puede que todos estemos un poco heridos, pero al menos las heridas se han limpiado y pueden empezar a sanar. Es un comienzo.

Mientras miro, el portero de la mañana abre la puerta para que Irina y Alistair salgan con su padre. Decir que estoy asombrada sería quedarse corta. Normalmente él sale de casa antes que nosotros.

Él me saluda con un movimiento de la cabeza al verme. No puedo evitarlo, me recorre un sentimiento de compasión. No puedo imaginar la noche que habrá tenido. Les da un beso a los niños y me los entrega, pasándose las manos por el pelo.

Así que de ahí ha sacado Edward el hábito. De hecho, a primera hora de la mañana, con su versión de pelo despeinado e incipiente barba, puedo ver mucho de Edward en su padre.

―Gracias por estar aquí, Bella.

―Por supuesto. ―Asiento, sonriendo―. Es mi trabajo.

Él se aclara la garganta.

―Sí, lo es. Contactaré contigo más tarde para repasar los cambios del contrato. Algunas, eh... cosas van a cambiar. Seguirás empleada, si lo deseas, pero será un acuerdo diferente.

―Lo entiendo. Lo que mejor funcione para usted. Solo tendré que asegurarme de que puedo compaginarlo con las clases. Pero lo hablaremos más tarde.

―Correcto. ―Está distraído, como si cargara sobre sus hombros con todo el peso del mundo. Y probablemente así sea.

―Adiós Alistair, Irina. Que tengáis un buen día.

―Adiós, papá ―dicen ellos, y parecen curiosamente animados. Es increíble lo que un poco de atención puede conseguir, como las pequeñas flores que florecen bajo el sol. Puedo recordar cuánto me gustaba a mí también estar con mi padre cuando era pequeña.

―Hola, chicos ―digo, sonriendo ampliamente al unirme a los gemelos en el asiento trasero.

―Hola, Bella ―dice Irina―. ¡Me alegro de que hayas venido!

―Pfff, como si pudiera no venir ―bromeo. Le echo un vistazo a Alistair, quien parece estar bien. Silencioso, pero eso no es nada nuevo.

Entonces me mira a los ojos y sospecho que está recordando nuestro momento de anoche en el parque. Él se sonroja, pero ahora también sonríe.

―¿Vuestra madre os ha ayudado a prepararos? ―pregunto, mordiéndome el labio.

Alistair asiente.

―Y hemos desayunado con papá. La Sra. Cope ha hecho bacon y huevos.

Siento cómo el corazón se me hincha al pensar en esa mujer; es todo amor.

―Oh, que rico. Este ha sido mi desayuno ―digo, levantando mi servilleta vacía y los restos de mi café.

Irina suelta una risita.

―¿Puedes hacerme la manicura después de clase?

Y, con eso, las cosas vuelven a la normalidad. Es una normalidad diferente, pero me vale.

―Claro.

* . *

Tras la cena, meto a Alistair y a Irina en la cama.

Edward acaba de llamar; va a venir a pasar un rato y a traer las cosas que me he dejado en su casa.

Parece que, por ahora, voy a quedarme en el ático. Tanya y Edward van a separarse. Sé por Edward que tienen unas cuantas reuniones y citas con un consejero en el futuro cercano, pero no creo que haya mucho que salvar. Aun así, respeto el hecho de que quieran por lo menos intentar hablar las cosas antes de tirar la toalla. Después de todo, este será el segundo divorcio del Sr. Masen y, de nuevo, habrá niños que sufran las consecuencias.

Tanya se mudará a un apartamento a un edifico cercano al final de la semana, mientras que Edward Sr. se quedará aquí. No sé qué sucederá cuando se separen legalmente en términos de custodia, pero por el momento han acordado que el Dakota es un hogar mejor y más estable para los niños. Tendrán sus habitaciones en la casa de su madre, por su puesto, y la visitarán todo el tiempo, pero no es un secreto que tienen mejor relación con su padre. Además, él es el sostén de la familia y tiene una manada de amigos bien colocados. Tal vez Tanya quiera iniciar una guerra por la custodia, pero no veo que pueda salir ganando. Ella no es Esme, ni en cuanto a reputación ni tras puertas cerradas. Solo espero que puedan llegar a un acuerdo civilizado, igual que hicieron mis padres cuando yo era una niña.

Mi teléfono vibra cuando me llega un mensaje: Edward está fuera. Cruzo el pasillo corriendo hasta la puerta, dónde él espera al otro lado.

―Hola ―susurro, ridículamente feliz de verle. Solo ha pasado un día. Ni eso, porque le he visto esta mañana.

―¿Te das cuenta...? ―Me besa rápidamente―. ¿...De que esta es la primera vez que vengo aquí para verte a ti? Al menos de forma oficial.

―Lo es, ¿verdad? ―asiento, cerrando la puerta tras él―. Ya era hora, supongo.

Él asiente, mirando a su alrededor.

―Pero esta no es la casa en la que creciste.

―No, pero se parece. La misma mierda con diferente dirección.

―Tú y tu sucia boca.

―Lo siento, Sra. Poppins...

Beso su sucia boca y tiro de él por el pasillo, hacia la cocina.

―La Sra. Cope te ha dejado bizcocho de plátano. Le dije que ibas a venir.

―Dios, amo a esa mujer.

Le dejé sentado en la isla y le serví delicias horneadas y chocolate caliente, poniéndome un poco para mí antes de unirme a él.

―Siempre la niñera ―susurra, enganchando el pie en el aro de mi silla para acercarme más―. Siempre cuidando de los demás.

Encogiéndome de hombros, le doy un trago a mi cacao.

―Supongo que se me da bien.

―Es cierto. Pero también deberías cuidar de ti.

―Oh, lo hago. No te engañes.

―¿Sí?

―Sí. Estar contigo es un enorme ejemplo de cómo me cuido.

Él sonríe ampliamente, asintiendo.

―Me gusta.

―A mí también me gusta.

Comemos nuestros dulces, comentando en voz baja las pequeñas cosas que se nos ocurren. Hay tanto silencio... Es raro saber que Tanya se irá pronto y que, aunque ahora mismo está aquí, no tiene ninguna autoridad. Puedo relajarme con Edward, que es como debería ser.

Después de cargar los platos y tazas en el lavavajillas, vamos a mi habitación. Me aseguro de echar el cerrojo a la puerta, solo por si acaso. Una cosa es estar cómoda allí con Edward y otra que alguno de los niños aparezca mientras nos besamos.

Y habrá besos. Conozco a Edward.

Ciertamente, camina hacia mí, dejando caer al suelo la bolsa que me ha traído.

―Me gusta la idea de profanar esta cama.

―Te gusta la idea de profanar cualquier cosa ―digo, riendo―. Misma mierda, diferente dirección, ¿verdad?

―¿Quién tiene ahora la boca sucia?

Le empujo a la cama y me subo sobre él, quedándome justo sobre su cremallera. Él sonríe débilmente, poniendo las manos en mi cintura. Me hace hervir; me calma. Me hace sentir segura y espontánea, felizmente enamorada al mismo tiempo que ansiosa por sexo. Me froto contra él, deleitándome en el momento en que él se muerde el labio con deseo. Sus manos se extienden todo lo que pueden por la parte baja de mi espalda y luego me baja para unirnos. Le beso, estremeciéndome cuando sus dedos me hacen cosquillas en la nuca antes de enredarse en mi pelo.

Nuestros besos se profundizan. Yo empujo, él tira. Me deslizo de él para poder abrirle los vaqueros, besando la línea de piel que queda entre sus bóxer y la camisa. Yo me quito mi ropa mientras él se quita la suya, y luego nos quitamos la ropa interior y vuelvo a su regazo.

Me froto contra él, humedeciéndole. Su respiración se acelera y sus dedos se hunden en mis caderas. Mientras le introduzco lentamente, él me coge la mano con los ojos fijos en los míos.

―¿Sí?

―Sí ―digo, llena.

―Esto está mejor ―dice con un gemido bajo―. Mucho mejor. Qué bien... Bella. Te quiero. Te quiero...

―Lo sé. ―Le beso, mareada―. Te quiero.

Y de verdad está mejor. Solo él y yo, y nada entre nosotros.

Él se incorpora de repente, abrazándome contra él, y yo le rodeo con los pies mientras intento mantener el empuje incluso aunque el ángulo es raro. Edward se arrastra hasta el borde de la cama para poner los pies en el suelo, lo que le da impulso, y luego empuja hacia arriba contra mí. Fuerte. Profundo.

Para mí es más fácil correrme así y, cuando lo hago, él ahoga con sus besos los sonidos que salen de mi boca. Y poco después termina él, con la boca todavía unida a la mía.


¡Hola!

Antes de nada, perdonadme por no subir capítulo el pasado domingo. Supongo que después de lo que habéis leído, ninguna se va a escandalizar si digo que me vino la regla y no podía ni levantarme de la cama. Vamos, no estaba yo para actualizar, ni para nada.

En fin. La mayoría de vosotras no estuvo de acuerdo conmigo hace un par de capítulos, cuando dije que me parecía que Bella se había extralimitado con Tanya. Pero... PERO, no creo que ninguna me pueda negar ahora que tener sexo en la casa de tu jefe con su hijo es extralimitarse. Sé que es Edward y que nos habría pasado a cualquiera de nosotras, pero eso no quiere decir que esté bien.

Por otra parte, Bella me parece demasiado buena al sentir compasión por Edward Sr. Lo siento, pero es que no puedo evitar pensar que él le hizo lo mismo a Esme mientras Edward y Alice eran también pequeños. Para mí, este hombre ha recibido una buena dosis de su propia medicina y no se merece el amor de esos niños tan rápido. Pero así son los niños, y Jane y Alistair son adorables y solo quieren la atención de sus padres.

Estoy deseando leer qué pensáis vosotras.

Mañana más. Muchas gracias por estar ahí.

-Bells :)