Enemigo primordial

Capítulo 28

Amos había dejado su pequeña barca a un lado del Tíber tras cruzar una pequeña neblina que se había alzado ante ellos mientras cruzaban la Duat. Durante el corto viaje desde la costa griega hasta los alrededores de la vieja Roma, los chavales se dedicaron a hablar entre ellos sobre lo que habían vivido, y sobre todo, se preguntaban qué les depararía el destino. Al menos sabían que tenían que ir hasta Emerita, pero a partir de ahí… lo desconocían totalmente. Patrick al menos se iba uniendo a los demás, mientras Aurora y Mallory compartían impresiones sobre el uso de cuchillos, y con Marin en frente del muchacho, que de vez en cuando le lanzaba miradas a la griega, de las que ni se enteraba pues estaba demasiado centrada en hacer pequeñas esferas de fuego entre sus palmas.

Satisfecho por el actual estado de la misión, se limitó a acercar el esquife hasta la orilla, y en cuanto tocó tierra, saltó y, con una cuerda ya preparada, ató la embarcación para que la corriente no se la llevara. Los adolescentes, por su parte, posaron también sus pies en el césped, y comprobaron que Roma era un lugar realmente bello, con los dos lados tan distinguibles pero a la vez tan parecidos, con la parte vieja sin nada que envidiar a la moderna. Notaron algo de movimiento en las murallas, y, esperando que no fuera nada, se acercaron tranquilamente hasta las puertas.

-¿Cómo creéis que les ha ido?- preguntaba Mallory, iba escoltando a Amos y a Marin, con Patrick y Aurora por detrás.

El adulto se hundió de hombros- Pronto lo sabremos, pero si os fijáis, se oye fiesta por allí…- señaló al interior de la ciudad.

Era verdad, podían escuchar un suave murmullo de jolgorio, por lo que algo bueno debía haber pasado recientemente. Esperaban que fuera algo positivo también para ellos, y que los demás hubieran tenido éxito buscando el anillo de Urano. Y si aún estaban en ello, estarían dispuestos a ayudar con aquella misión. De todas formas algo les decía que, de ser aquella ayuda necesaria, ya hubieran entrado en contacto con algún cíclope, monstruo, o sucedáneo. Según llegaban, vieron con alegría que llegaba Samuel junto a otros dos muchachos y que no conocían. Antes de que ninguno pudiera hablar, uno de ellos se acercó a Mallory, la más cercana, y tomó su mano suavemente, llevándola a su boca.

-Señorita, un placer conoc…- pero esta alejó la mano, molesta, llevándola instantáneamente hasta sus cuchillos.

Amos se interpuso- ¡Encantado! Soy Amos, ¿nos presentas, Samuel?- preguntó, y este asintió.

-Odd dela Robbia y Cornelio Silva, este último centurión de Roma- el aludido le estrechó la mano al adulto, mientras el primero besaba las mejillas de las chicas sonriendo.

-¿Lograsteis el objetivo?- preguntaba Marin, mientras entraban a la urbe, a lo que Samuel asintió.

-Precisamente estábamos haciendo tiempo hasta que llegarais- explicó, según caminaban dirección al centro, al Foro, el ruido iba a más y más.

-¿Y qué se celebra? Parece ser importante…- a esas palabras de Patrick, Odd sonrió.

-Hemos logrado finalmente elegir a nuestros Pretores, gracias a vuestro compañero, Frank Zhang- el grupo se miró entonces, con interés.

-¿Pretor no era vuestro máximo dirigente?- preguntó de nuevo el chico, aunque Cornelio lo matizó.

-El militar sí. Aunque tiene pinta que una de ellos se irá con vosotros, pero ya teniéndolos es una mejora, la verdad- en ese momento llegaron al Foro.

Vieron una fiesta bien avanzada, con muchas mesas con comida y bebida a medio terminar. La gente iba y venía por todas partes, pasando de grupo a grupo continuamente, incluido uno pequeñito que había cerca del fondo, en las inmediaciones de una gran mesa, en torno a la cual vieron a Frank, Leo, Carter y Hearth, estando el primero junto a dos personas más, mientras los otros tres estaban algo más a su aire. El primero estaba bastante interesado en lo que hablaban los otros dos, hasta que giró sus ojos en dirección a ellos, y les sonrió, saludándoles para llamar la atención y que se acercaran.

-Flaviana, Adriano, os presento a una parte de nuestro grupo. Chicos, estos son los recién nombrados Pretores de Roma, aunque Flavianna Rossi se nos unirá al equipo- la aludida asintió, y les hizo el saludo romano.

-¿Habéis comido? Tenéis pinta famélica- comentó Adriano entonces, mientras se estrechaba las manos con ellos.

Amos suspiró- Que va, pero tenemos comida en la autocaravana, podríamos…- pero Frank negó.

-No, ¿teniendo toda esta comida por aquí? Ni se os ocurra- comentó, y con un gesto indicó que se acercara uno de los coperos.

-¿Tenemos unas sillas para ellos?- preguntó, y el chico asintió, marchándose entonces a ese menester.

En poco tiempo llegó junto con una compañera, y, con diligencia, colocaron unas cuantas sillas, que dispusieron en torno a la mesa principal. Ya sentados, dejaron que los demás comieran, atendiendo con curiosidad a lo que les pasó durante la misión.

-¿A vosotros también os estuvo molestando un cíclope, entonces?- comentó con sorpresa Frank, y Patrick asintió.

-En nuestro caso se llamaba Brontes, ¿y en el vuestro?- preguntó el chico, sería Adriano el que respondiera.

-Alímedes. Desde luego no escatimaron en gastos para probar vuestra valía…- murmuró, mientras se acariciaba algo la mejilla.

-En teoría viene algo muy gordo, un enemigo primordial. Tiene pinta de ser Caos, pero no se nos ha dicho nada…- comentó Frank.

-Hablando de enemigos, ¿se sabe algo de Calipso? Desde que nos separamos no hemos podido saber nada de ella- esas palabras de Marin alertaron a los demás.

-Parecido sucedió con Samirah, ahora que caigo…- musitó Amos, mientras fruncía algo el ceño.

En teoría, a la valquiria le había surgido un asunto y por eso se tuvo que ir, todo relacionado con su labor en el mundo mágico. Sin embargo, sobre la otra no tenían ni idea, simplemente no estaba con ellos cuando se dividieron para ir a lo largo de Europa, y ni siquiera Leo había advertido su falta. Eso provocó que golpeara la mesa, molesto.

-Mierda…- gruñó, mientras se levantaba de golpe.

Entrándole la prisa de golpe, fue hasta los papeles que tenía, y empezó a garabatear sobre ellos, según él hacía eso los otros apretaron el ritmo para acabar de comer cuanto antes, ante la vista de los romanos, y que si bien creían saber de quién hablaban, se sorprendían de que alguien así estuviera con unos semidioses.

-¿Existe la opción de que Perseo haya tenido algo que ver con ella?- preguntó Marin, pero Aurora negó.

-Él tiene poder, pero no tanto. Al final, ella es una titánide, un ser antiguo y muy poderoso. Eso dicen las leyendas, al menos- explicó, Leo asentía.

-Además, es lista…. No se dejaría atrapar por ese bobalicón…- gruñó, seguía dibujando a toda prisa. Le servía para desestresarse.

No entendían la razón de esa acción, pero desde luego no se iba a detener por ese pequeño detalle. Sin embargo, tenían que seguir adelante con su misión, que era ir dirección a Paris, donde recogerían a todos los demás e irían hasta Mérida, donde finalmente estarían todos juntos de nuevo. A falta de dos, pero por lo menos estarían la mayoría.

No tardaron demasiado en terminar de comer, tras lo que se levantaron y se despidieron de los romanos, pues aunque buena parte de los festejos ya se movían dirección a la zona de recreo de la ciudad – y por tanto a los clubs de ocio y copas – los oficiales aún permanecían con ellos. Era la típica amabilidad y buen hacer como anfitrión, solo los nórdicos les competían en aquellas cuestiones. Aunque no estaban pensando demasiado en ello mientras se movían hacia el exterior de la ciudad.

-¿Te irás con ellos, finalmente?- Adriano se había rezagado algo junto a Flavianna, que asintió.

-Es mi deseo, sí. Siempre he querido salir y ver cómo es el mundo… me alegra que lo entiendas- ella le sonrió, mientras el otro asentía despacio.

-En ese caso, lleva el orgullo de Roma por el mundo, junto al pretor Zhang- se apretaron las manos y se abrazaron entonces.

Los demás se limitaron a esperar a las puertas, con un Leo algo impaciente, mientras Amos se limitaba a acercarse a la barca que usarían para viajar para desatarla. En cuanto estuvieron todos juntos, y con un mero apretón de manos, junto al saludo militar romano, les despidieron, deseándoles suerte en la misión, para luego limitarse a observarles irse, esperando que tuvieran éxito. La victoria de la noche anterior no serviría de nada si ellos no lograban vencer al Caos primordial, y aunque hubieran deseado ir con ellos, las grandes misiones eran inútiles si alguien no se quedaba atrás para proteger a aquellos que permanecían en casa… esos serían ellos con Roma.

Puede que de ellos no se escribieran canciones en un futuro, ni se contarían sus leyendas… pero eran tan importantes como los que iban al frente, pues serán ellos y sus descendientes los que recordaran a aquellos que se jugaron sus vidas por defenderles. Y aunque no lucharan contra un gran enemigo, sí darían sus vidas por proteger aquellas vidas a su cargo, sin duda las más importantes para todos y cada uno de ellos…

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A cientos de kilómetros, en Francia, Annabeth tenía su vista clavada en los ojos de aquel muchacho tan extraño. Este aún acariciaba al perro, mientras le sostenía la mirada a la chica, en un combate que comenzaba a provocar tensión hasta en el aire. Hazel, suspirando, subió por la cuesta que separaba el río Sena de la calle aledaña, siendo seguida por Waltz, Jeremy y Alex.

-¿Dijiste Atenea?- preguntó de pronto Annabeth, y Erik asintió.

-Así se llamó a sí misma. También estaba mi madre y abuela, pero… al parecer no lo era…- la chica le miró, dudando.

-¿Nos… lo explicarás?- le tendió la mano, seria. Ella la tomó, y se dejó ayudar por ella a alzarse.

Cuando estuvieron frente a frente, el animal subió sin dificultades, mientras el chico dudaba en cómo decirlo. Sin embargo, aquellos chavales, y que podrían ser sus hermanos menores, parecían mucho más acostumbrados a aquel mundo tan raro y que era nuevo para él. No se le escapó, sin embargo, que uno de ellos no le quitaba la vista de encima desde que sus ojos coincidieron, y si no hubiera visto cosas muy extrañas los últimos minutos, hubiera creído que alucinaba al verle con la imagen de un hombre perro superpuesta a la suya.

-Fue raro. Mi madre me estaba explicando algo junto con la que pensaba era mi abuela, hasta que la tal Atenea llegó, ni llamó a la puerta- Annabeth escuchaba atenta, mientras subían.

-Se limitó a atacar, y mi abuela nos sacó a mi madre y a mí de allí- miró entonces a la arboleda de atrás. Suspiró, pero la perra le lamía la mano atenta, como si quisiera darle ánimos.

Él sonrió y le acarició la cabeza despacio- Tras eso, mi madre… simplemente me dijo que yo tenía que cumplir con mi destino, es una jodida locura…- Hazel alzó una ceja entonces.

-Tío, has andado por encima del agua, ¿de verdad aún te cuesta creer?- preguntó, y el chico se limitó a suspirar.

-¿Tú creerías en alguien que te dice que eres un hijo de Zeus, que eres un dios, y el más poderoso de todo un panteón?- Annabeth tragó saliva, nerviosa.

Por eso su madre había actuado así, ahora empezaba a tener sentido- ¿Y tu madre, cómo se llamaba?- preguntó, con interés.

La identidad de la tía comenzaba a sospecharla- Daria, aunque al parecer su nombre real es Metis- comentó él.

Annabeth negó con vehemencia- Eso es imposible- lo dijo de tal forma que el otro suspiró, aunque cuando iba a responder la perra ladró un poco.

Vieron entonces como por allí llegaba una joven. Era rubia, de una belleza extraordinaria y ojos pardos, con una camiseta corta y vaqueros ceñidos. La reconocieron rápidamente como Calipso, aunque se sorprendieron de verla por allí. Traía una mochila a la espalda, parecía algo nerviosa pero se limitó a acercarse.

-¿Qué haces aquí? No… estuviste durante el reparto de las misiones, de hecho ni saliste de casa de Rea con nosotros- comentó Hazel, frunciendo algo el ceño.

Por alguna razón no se acordó hasta verla, lo cual era algo extraño. La chica, sin embargo, se acarició un poco la nuca, y le tendió la mochila a Waltz, que la tomó sin entender demasiado.

-Efectivamente, al igual que aquella valquiria, no recuerdo muy bien su nombre… En fin, tenía cosas que hacer, siento esto- sin embargo, Annabeth gruñó.

-Joder… esto lo tenemos que hablar, TODOS, punto por punto- tomó a ambas entidades de las muñecas y tiró de ellos como si fueran niños pequeños.

Era gracioso ver cómo les manejaba, siendo ambos bastante mayores que ella, y a pesar de todo les estaba ordenando seguirla. Como no tenían nada mejor que hacer, y para esclarecer todo aquello, se limitaron a ir a una cafetería que había a unas decenas de metros, en la que se sentaron.

Cuando el camarero vio a la perra quiso comentar que allí no podía entrar, pero Annabeth le lanzó una mirada tal que ni quiso discutir con ella, así que se limitó a dejarles pasar. Se sentaron en torno a una mesa, con el animal tumbado tan tranquilo a su vera, estando los demás algo nerviosos por el comportamiento de la adolescente. Poco después llegaron para atenderles, y hechos los pedidos, procedieron a hablar.

-Quiero explicaciones, Calipso. Es como si nos hubiéramos olvidado de ti durante, ¿cuánto? ¿día y medio?- ese fue el tiempo que había pasado desde que se dividieron.

-Os lo explicaré, pero… ¿quién es el chico?- comentó, Erik suspiró, por suerte para él llegó una camarera a atenderles.

-Tú primero, por favor. Tengo muchas preguntas para él de todas formas, no te preocupes- Calipso frunció algo el ceño, molesta con el comportamiento de la semidiosa.

Sin embargo, era verdad que se merecían una explicación, así que procedió a contar.

-No estábamos equivocados con el asunto de Perseo. Tras nuestra reunión con Rea, se presentó en su palacio para ordenarle que se detuviera, aunque no hizo caso. Pretendía lanzarnos a sus sicarios a por nosotros- ella suspiró entonces.

-El caso es que Rea vio venir el movimiento, así que me ordenó que hiciera algo, que matara a los emisarios- antes de que dijeran nada, ella alzó la mano.

Era raro ya que no llegaron a hacer nada- Yo, sin embargo, creía que las pruebas que íbamos a tener delante serían suficientes. Algo me decía que habría monstruos involucrados y que acabarían con aquello que pudiera lanzar Perseo, así que me negué-

Los adolescentes la miraron, ella no parecía alguien que pudiera hacer algo así, no al menos de forma directa. Pero claramente se equivocaban, ella no tenía aspecto de andar bromeando, y claramente era alguien poderoso al ser una titanide. Fue entonces que llegaron con las bebidas, Calipso no siguió hasta que se quedaron a solas de nuevo.

-Rea se cabreó tanto que me prohibió ir a ningún lado y pretendió castigarme, de hecho lo logró ya que me tuvo encerrada durante todo un día en su casa, y quitándome de vuestras mentes… hasta que logré soltarme- los adolescentes suspiraron.

-Demasiado conveniente, tu historia…- murmuró Annabeth, pero la otra se hundió de hombros.

-¿Tú crees? Es posible, pero es la verdad. Y aún nos tenemos que preocupar de él, y ahora puede que también de Rea- miró a Erik entonces.

-¿Cuál es tu historia, guapo?- preguntó. Le recordaba a alguien, pero no sabía muy bien a quien.

El chico suspiró, le había dado un par de vueltas a la jarra de refresco que tenía delante- Hasta esta mañana, era un chaval normal. Ahora resulta que soy un dios, hijo de Zeus, y… intuyo que tú eres mi… ¿prima? Mi madre se llama Metis- Calipso se comenzó a reír.

Él puso mala cara, mientras la chica se tapaba la boca, mientras las carcajadas salían de ella, ante la atónita mirada de los otros. Al ver que estaban igual que el susodicho, ella procedió a calmarse un poco, sorprendida por la revelación. Sin duda era una noticia… sorprendente, cuanto menos.

-¿De verdad tu madre es Metis? Eso es imposible, fue devorada hace miles de años por Zeus- él se hundió de hombros.

-Entiéndeme, yo de esto no tenía ni idea hasta hace horas- Hazel intervino entonces.

-Dijiste que tu abuela no era tal, ¿sabes su identidad real?- preguntó, y él se rascó un poco la nuca.

-¿Me creerás si digo que Hestia?- preguntó, y ya eso sí les cuadró algo más. Al menos eso era más lógico con lo que habían vivo durante esos días.

-Joder… Oye, esta perrita, ¿es tuya?- Calipso reparó en el animal, ya la había visto mientras iban hacia allí, pero no se había acordado hasta entonces.

-No, pero le debo gustar pues es bastante cariñosa conmigo… bueno, y con todos. Es muy tranquila- comentó, y ella asintió.

Olía a una suave fragancia, a granadas y flores suaves. Sorprendente dado que tenía el pelaje algo sucio, pero si estaba con ellos… igual era un animal callejero, o de una perrera. Si los demás la querían allí, era no se interpondría en ese deseo, así que se limitó a estirarse un poco.

-En fin, ¿qué estamos esperando?- preguntó Calipso, sería Waltz el que respondiera.

-Va a venir Amos a por nosotros, tenemos que ir a Mérida a salvar a una chica del inframundo- comentó, por cómo lo dijo parecía algo sencillo de hacer.

La otra le miró atónita, desde luego no paraba de sorprenderse. Y eso que había estado fuera día y medio, no quería pensar qué hubiera pasado de haber estado una semana o más.

-Joder…- Erik parecía ponerse nervioso, aunque la perra le empezó a lamer la mano un poco entonces, llamando su atención.

-Habría que ponerle un nombre, ¿no?- Hazel movía sus piernas, con cierta ilusión ante la idea.

Annabeth no parecía demasiado convencida, pero entonces Alex intervino- No podemos llamarla perra constantemente, y la verdad, no me apetece llevarla a una perrera cuando se ha portado así de bien- el animal se quedó sentado e hizo unos ruiditos de satisfacción, parecía que estuviera sonriendo con la lengua por fuera.

-Podríamos llamarla…- pero Jeremy fue interrumpido por Erik, que casi habló de forma automática.

-Laika es bonito, ¿no?- comentó, y el animal ladró, como si pareciera satisfecha con la decisión.

Los otros se miraron, no había mucho más que decir al respecto. Sin embargo, Jeremy recordó un detalle entonces.

-Oye, ¿tenemos para pagar?- comentó.

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Lejos de allí, Samirah seguía siendo la sombra de Baldr. Este dormía a esas alturas plácidamente en su sofá, mientras ella sostenía entre sus manos el papelito que antes le dio Forseti. Nanna se había negado a que su marido pudiera tener una copia, pero ella tenía otra, y dudaba sobre si darle el papelito al dios o no. Se debía a la diosa, pero como valquiria estaba a las órdenes de Odin, y a este probablemente le gustaría poder ver a su hijo, pero a la vez su ama seguramente se negara… era difícil, tenía un conflicto de intereses bastante intenso delante de ella y no sabía cómo afrontarlo. Le observó dormir, llevaba una camisa de manga corta y unos pantalones cortos bastante holgados.

-Eso será duro…- murmuró ella, se encontraba sentada en el sillón aledaño, y se quedó callada cuando comprobó que el otro se movía, parecía dormido aún.

A ella le gustaría poder descansar también, pero no era una opción. Si el otro salía de la casa a saber a dónde iría, y si le perdía tendría que dar explicaciones a una muy enfadada Nanna… y no podía contar con que el otro la despertara, lo más seguro es que ni la hubiera notado, pues aun siendo un dios, y por tanto capaz de verla sin problemas, tenía que concentrarse en ello para hacerlo. Claro, él no sabía nada de eso, por lo tanto, a efectos prácticos, en ese sentido era como un humano más.

Puede entonces que necesitara la ayuda de los demás. Le había mandado un mensaje a Magnus, esperando que este pudiera responder pronto, pero parecía que ni lo había llegado a recibir, aunque mandado estaba. Pensando que estaba fuera de cobertura, pensó en intentar comunicarse con los demás, pero no sabía si tenían número de teléfono, y el uso de magia requería alzar la voz y no quería molestar al otro, pues aunque la voz de ella la podría ocultar, no así la de los otros, que encima ni la oirían por estar precisamente modulándola de tal forma que solo otra valquiria podría oírle.

-¿Y yo ahora qué hago…?- murmuró, mirando la hora se dio cuenta que era la una de la mañana.

Había estado tan liada, que ni siquiera había podido hacer las oraciones correspondientes. Sintiéndose algo mal por ello, se limitó a buscar en su móvil la orientación desde donde estaba a Medina, y, colocándose en el suelo de rodillas, comenzó a recitar en su cabeza los rezos para hacer el mínimo ruido posible. Todo movimiento que tenía que hacer, consistente en echarse adelante o atrás desde donde estaba y alzar de vez en cuando las manos, los ejecutaba con cuidado y procurando que sus prendas no la estorbaran, aunque era algo complicado dado que la indumentaria de una valquiria no eran las más apropiadas para el rezo.

A lo largo del mismo su estómago gruñó, recordándole también que no había probado bocado, así que cuando terminó, fue hasta la cocina y buscó algo que llevarse a la boca y que pudiera servirle para sofocar un poco el hambre. Cuando entró, abrió suavemente la nevera, y se la encontró bastante bien surtida: unos litros de leche, fruta, carnes varias, unos yogures y varias latas de refresco y cerveza. Tomó varios plátanos – fáciles de pelar y con los que no haría ruido – y unas lonchas de queso, y cuando volvía al salón para continuar con la misión… se encontró a Baldr justo de pie ante ella.

¿La estaba viendo? Ella le miró directamente a los ojos, parpadeó un poco, y el otro asintió, mientras se cruzaba de brazos. Samirah dejó en la mesa lo que llevaba en las manos, tras lo que se retiró poco a poco, su rostro se iba volviendo blanco poco a poco.

-Puedo explicarlo…- aseguró, pero el otro negó.

-Creo… saber qué pasa- aseguró, y Samirah le observó con sorpresa en ese momento.

-Algo ocurre a mi alrededor, pero no sé el qué exactamente… de mis manos emana luz, puedo curar a la gente de forma especial, de vez en cuando veo cosas raras por el rabillo del ojo…- suspiró entonces.

La chica se limitó a dejarle seguir- Al principio pensaba que debía ser esquizofrenia. Pero es demasiado real todo, es imposible que todo lo que he visto sea solo el producto de mi mente… además TODOS a mi alrededor interactuaban de la misma forma que lo hacía yo, salvo lo de las luces- comentó.

Samirah suspiró- No se equivoca, señor. Me llamo Samirah Al-Abbas, y soy una valquiria, señor- le hizo una reverencia entonces.

-Soy una guerrera al servicio de su padre, Odín, señor- le explicó, Baldr la oía con interés, aunque no entendía demasiado lo que decía.

-¿Me podrías explicar qué dices?- preguntó, y ella se sorprendió.

Si de pronto te encuentras a una extraña en casa lo lógico era empezar a gritar y llamar a la policía, haciendo cuanto más ruido mejor para alertar a los vecinos. Sin embargo él parecía bastante calmado con ello y para nada nervioso, igual tenía algo que ver que era un dios y ella una valquiria, con la que podría luchar con bastante facilidad.

-Usted es…- antes de que ella pudiera seguir, él la interrumpió.

-No me llames de usted, por favor- pidió, cortés, mientras la invitaba a sentarse a su lado, cosa que ella hizo sin dudar demasiado. Al fin y al cabo, sabía que se podía fiar de él.

Ella así procedió, y entonces siguió hablando mientras pelaba los plátanos tranquilamente bajo la atenta mirada del otro.

-Eres Baldr, dios nórdico de la luz y la paz, una de las deidades más sabias, nobles y bondadosas de Asgard, hijo de Odín y Frigg, esposo de Nanna y padre de Forseti. Eres aquel que reinará tras el fin del mundo, Ragnarok, tu salón es Breidablik, y de ti se dice que eres invulnerable a cualquier ataque, magia o fuerza- explicaba.

Según hablaba, el aludido se iba sonrojando hasta que suspiró pesadamente. Todas aquellas cuestiones le eran muy familiares, aunque no se identificaba plenamente con aquel Baldr tan importante y poderoso. Él no era más que un médico, ¿de verdad era todas esas cosas? Era difícil de creer.

-Eres el dios que ha vuelto de Hell, llorado por todos los seres de los 9 mundos a excepción del cruel Loki, y aquel que enseñó a los hombres a curar sus enfermedades. Eres… de los pocos dioses que de verdad merecen la pena. Tú eres Baldr, señor-

Procedió entonces a llevarse uno de los trozos a la boca, momento en el que le tendió la invitación de Forseti. Este lo leyó en un murmullo, y, mientras se rascaba la cabeza, suspiró.

-Svalbard… ¿esas no son unas islas?- preguntó entonces él, a lo que Samirah asintió. No siguió hasta que tragó.

-Sí, están muy al norte de aquí. Necesitaríamos una barca especial para poder llegar allí- explicó, y el otro asintió.

-Si es la isla mágica de mi hijo sin duda… aunque conmigo puede que se pueda hacer- murmuró, más para sí que para ella.

Esas palabras no le pasaron desapercibidas, sin embargo, y de hecho le sacaron una suave sonrisa a ella.

-La mujer de antes, la que rompió el papel que me dio Forseti… ¿Era Nanna, por un casual?- preguntó, y ella asintió.

-Sí, ella me pidió cuidarte y dejar que vivieras una existencia normal- explicó, el otro bajó el rostro entonces.

-Te meterás en un problema por mi culpa entonces… lamento eso- pero ella negó.

-No lo haga, señor. Usted… tú no tienes la culpa de nada. Es error mío, me pillaste infraganti- Baldr se limitó a asentir, pensativo.

-¿Tienes amigos, ehm…?- ella le sonrió.

-Samirah, sé que es un nombre algo complicado. Y sí, aunque debería estar con ellos ahora- Baldr meneó la cabeza, comprendiendo lo que ella decía.

-Yo no tengo amistades… ¿te gustaría… ser mi amiga?- eso sorprendió sobremanera a la chica.

-Yo… no sé qué decir… me refiero, us-tú eres un dios, ¿no tienes a nadie?- pero él se rascó la nuca despacio.

-Incluso cuando estaba vivo… estaba muy acompañado, pero no tenía esas amistades que parecéis tener los mortales. Ese concepto no existe entre los dioses- eso a ella le dio cierta pena.

Seres inmortales, poderosos, con todo a su alcance… pero sin la posibilidad de tener amigos de verdad. Era cierto, siempre estaban rodeados de seguidores u otros dioses, pero las motivaciones que llevaban a todos ellos venían por recibir los beneficios del dios, no por su forma de ser en sí. Era todo una cuestión de conveniencia, cosa que en cierta medida le podía llegar a dar pena. Y sabía que esas palabras, al venir de Baldr, eran reales. De otra deidad no se hubiera fiado, pero de él…

-¿Y Nanna? ¿O Forseti?- preguntó. El otro sonrió.

La vio comer pensativo, no tardando demasiado en responder- Ellos son familia, sí… agradezco su acción, y aunque les ame… son solo dos. Y en tu caso pareces tener muchos- ella se hundió de hombros, respondió tras tragar.

-Lo importante no es el número, es la calidad- explicó, el dios entonces se cruzó de brazos, apoyándose en el sofá.

-Puede ser… aun así… ¿por qué hizo esto ella? Me gustaría hablarlo con ella…- murmuró, y entonces la observó tomar los restos de la comida e ir a la cocina.

Cuando volvió, se quedó sentada en el sofá, limitándose a mirar al techo. Baldr se limitó a recostarse cómodamente, colocando las manos en la cabeza, y cerrando los ojos. La energía del dios se extendió por la sala, y cuando la tocó, Samirah no pudo evitar quedarse dormida ahí donde estaba, al igual que el otro, no despertando hasta la mañana.

Ella se levantó de golpe al escuchar cómo se levantaba la persiana, y vio al dios abrir las ventanas para que el piso se ventilara. Fue entonces que ella se fijó en el mismo, no era especialmente grande, siendo el salón lo que más ocupaba, en un extremo del mismo estaba la cocina, y un par de habitaciones junto a un baño común a ambos, estando así entre los dos dormitorios. El dios había preparado café y algunas tostadas, que le tendió a la joven, y que se sintió algo apenada por ello, se supone que la servidora era ella, no Baldr, pero este le restó importancia. Comprobó que él ya se había cambiado el pijama, llevando una camisa a cuadros y unos vaqueros con zapatos negros.

-¿Te gustan?- preguntó, sentándose a su lado, a lo que ella asintió, sonriendo un poco.

Dio un suave sorbo, y el agradable sabor de la bebida hizo que soltara un suave murmullo placentero, estaba realmente rico. Baldr se limitó a dejarla desayunar tranquilamente mientras limpiaba en silencio la casa con el sonido de la radio de fondo, siendo su forma de actuar más propia de un humano que la de una deidad. Ella se dispuso a ayudarle cuando terminó, y una vez hecha la pequeña limpieza, salieron de la casa. Ella esperaba a que el otro contara qué había pensado en hacer, cosa que no tardó en suceder. Entraron en el ascensor y, mientras descendían, él habló.

-¿Podrías contactar con Nanna? Me gustaría hablar con ella, si es posible- le sonrió suavemente entonces.

Ella asintió. Su pelo, aunque algo desordenado, le seguía dando una bella imagen a él. Sin duda era alguien extraordinario, aunque sin desearlo ni tampoco buscar ser el centro de atención. El dios asintió satisfecho, iba a hablar cuando la puerta se abrió y una anciana entró con ellos al ascensor. Samirah se sorprendió de que la mujer parecía conocer a Baldr, de hecho eran bastante cercanos a juzgar por la conversación, en la que él le recordó que si necesitaba su ayuda se la podría brindar encantado.

-Es una anciana adorable, la señora Sorensen, ¿no crees?- comentó, ya iban por la calle dirección a la avenida.

Samirah asintió, despacio. Ahora comenzaba a entender por qué su esposa quería que no supiera nada. Era demasiado bueno para el mundo sucio en el que vivían, pero por otro lado, tenía derecho a saber qué pasaba a su alrededor, y a luchar si aquel era su deseo. O por lo menos a ayudarles en su misión, y de hecho, desde un punto de vista egoísta, les vendría bien su presencia.

-Por aquí suele estar ella tomando algo, en estas terrazas- comentaba, mientras llegaban hasta la zona cercana al hospital en la que él trabajaba.

No tardaron en verla. La mujer destacaba un poco entre toda la gente por ir con ropa corta desde temprano pese al suave fresco del día, llevando un vestido que era movido por el suave viento, aunque ella lo llevaba con bastante soltura. Sin embargo en cuanto les vio su ceño se frunció y su mirada dio de lleno en Samirah, que se acobardó de primeras al ver su evidente cabreo, pero Baldr se limitó a tomarla de la mano suavemente y se acercaron, sentándose al lado de Nanna, que tenía peor cara que nunca.

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Con el grupo de Londres, habían estado conduciendo cerca de la costa inglesa, siguiendo las carreteras aledañas dirección a donde vivía aquel troll que les había indicado Harry que podrías ayudarles. Habían tenido bastante suerte con que el vehículo estuviera en buenas condiciones para poder ser pilotado y que no se cayera a trozos mientras arrancaban. Ayudó que Beatrice usara su magia para poder reforzarlo un poco, mientras los demás esperaban antes de subir y que así fuera seguro. Y tras media hora de conducción, en la que Jasón se puso nervioso en un par de ocasiones por los que le rodeaban – a los que sintió ganas de gritarles que aprendieran a conducir – llegaron hasta una gran granja cercana a la playa.

A ojos humanos debería ser una granja normal y corriente, con sus vacas, caballos, cabras… pero en realidad era una de hipogrifos, comandada por, efectivamente, un troll algo malhumorado y gruñón que les chilló nada más verles acercarse. William gruñó por lo bajo, Jasón había aparcado en el pequeño parking y que estaba lleno de los carruajes que usaban. Esperaban que no fueran los que usarían para volar ya que estaban algo destartlados…

Sin embargo, cuando se dio cuenta de lo que eran, la criatura pareció relajarse un poco, aunque seguía con mala cara. En torno al troll vieron que había varios perros bastante grandes y que cuidaban de los hipogrifos, bellos animales de un pelaje dorado, rostro de águila y cuerpo de león. Eran verdaderamente majestuosos.

-¿Qué queréis, niños? ¿No veis que estoy ocupado, eh?- les dijo, tenía un mono de trabajo azul y su piel blanca estaba algo perlada.

Sin embargo olía francamente bien- Necesitábamos alquilar tus carros, venimos de parte de Harry- al troll se le iluminaron algo los ojos entonces.

-¡Me alegra que ese canalla se haya acordado de Piesangriento!- exclamó.

No habían llegado a abandonar el aparcamiento, pues la verja de madera les impedía el paso y el troll no había abierto la puerta, aunque al oír aquello les dejó pasar con una sonrisa algo turbia. No ayudaba que sus dientes necesitaran un arreglo urgente.

-¿Bueno, y vais a viajar todos o qué?- había pasado de estar en teoría muy ajetreado a estar pegado a ellos, como si no tuviera nada mejor que hacer.

Conociendo la mentalidad de esos seres, sería Beatrice la que interviniera- Efectivamente, y queremos el mejor de los carros… ¿ves al enano? Se llama Blizten, y no le podrás engañar fácilmente- el aludido asintió.

En realidad su especialidad era la moda, pero siendo, efectivamente, un enano, podría colar fácilmente. Piesangriento le escudriñó con la mirada, deteniéndose en sus manos para comprobar si estaban trabajadas o no, pero Blizten fue más rápido y las ocultó antes.

Piper, dispuesta a ayudar, se le acercó suavemente al otro- ¿Y qué hace un troll tan atractivo sólo? ¿No hay… ninguna troll a tu lado, Pie? ¿Puedo llamarte Pie?- y le sonrió.

Le había puesto algo de embrujahabla a su tono, y funcionó casi en el ato. El troll se sonrojó un poco, y hasta se quiso colocar mejor el pelo y disimuladamente se olió el aliento para saber si estaba presentable.

-¡Pues por ser tú, te responder, joven! ¡Piesangriento vive solo, pero… puedo hacerte un buen nido entre los hipogrifos para que no tengas frío por las noches!- si era esa su idea de romanticismo, dejaba mucho que desear.

Mientras hablaban recorrieron los campos hasta lo que era la granja como tal. Amplios prados se extendían a ambos lados, con el suave ruido del Atlántico de fondo rompiendo en la parte inferior de los acantilados, y que servían como punto de despegue de los animales, y que pastaban por aquí y por allá, en pequeños grupos, algunos desperezándose, y otros jugando entre ellos. El cómo los mantenía sin tenerlos atados era un misterio…

No tardaron en llegar al edificio, una gran nave de madera y losas de piedra, bastante amplia y que servía como refugio tanto para el troll como para los animales, estando ocupadas un par de las camas de paja por unas hembras, y que al parecer estaban incubando. A un lado, un gran refrigerador hacía las veces de suministro de carne para los hipogrifos, y que, al parecer, mezclaba con granos de diversos cereales, para darles una alimentación completa. Cuando pasaron cerca de los grandes sacos comenzó a explicarlo con bastante emoción.

-¡Comen tan bien que no se quieren ir, así que los tengo cuidados, alimentados y seguros, y a cambio hacen vuelos regulares por el estrecho! ¡Es un ganar y ganar, la verdad!- y soltó una gran carcajada.

-¿Qué puede haber tan peligroso que estos animales requieran protección?- preguntó entonces Katherine, con cierta sorpresa.

Piesangriento se puso serio- Hay por ahí una gran manada de leones alados y que cazan hipos. No se acercan demasiado a la civilización, pero cuando tienen hambre y el ganado normal no les es suficiente, se acercan para ver si logran pillar algo. En esos días, tengo que sacar la lanza y luchar- comentó.

Los troll eran guerreros bastante fuertes, y aunque aquel medía poco más de un metro, podían multiplicar su tamaño varias veces y elevarse unos cinco metros de alto, volverse panzudos y agresivos, entrando en una especie de modo berserker. Aunque en su estado normal casi podían pasar por humanos muy bajitos y algo feos, por lo que se movían bastante bien en la sociedad mortal.

-Bueno, pues os prepararé los animales, el carro y los mandos, pero será caro, muchachos. ¿Tendréis para pagar? Aunque… a ti te haré descuento, tranquila- y le guiñó un ojo a Piper con no demasiado tino.

Electra suspiró un poco, mientras se estiraba- ¿Y cuánto sería, más o menos?- preguntó, y Piesangriento, tras hacer unas cuentas rápidas con los dedos, dio una cifra.

-Pues… la tarifa habitual son 30 por persona. Y como sois tantos, pues habría que multiplicar- explicó.

Los muchachos se miraron, ese sería el precio de un vuelo normal en temporada y usando descuentos. Solo que aquí iban a hacerlo sin protecciones de ningún tipo, y usando a animales que podían cansarse y acabar en el mar, o que se pusieran nerviosos y cayeran… suspiraron, lo tendrían que aceptar aunque fuera la única opción. Se limitaron a ir rebuscando entre sus pantalones a ver qué encontraban, y por su parte Piesangriento fue preparando las cosas.

-¿Le pedimos a Amos pasta? No deja de ser un viaje por la misión y no algo recreativo- expresó entonces Piper. Jasón se lo pensó un poco.

-¿Está bien que se gaste tanto? Además, no solo vamos a estar nosotros, también todos ellos- explicó.

Haciendo cuentas rápidas, a 30 libras el billete les saldría el viaje por un total de 330 libras, lo cual para ellos era bastante pasta. Sin embargo, y aunque de primeras no le convenciera, Jasón acabó accediendo a que Beatrice se pusiera a conversar con él para regatear el precio.

-¿Cuánto habéis reunido?- preguntó, algo osco. Beatrice le tendió un total de 100 libras, insuficiente claramente. Pero ella había tenido una idea.

-¿Ves el coche de ahí fuera? Esta algo destartalado pero es funcional, y me he dado cuenta que no tienes vehículo propio- explicó, a lo que Piesangriento alzó una ceja.

-Tengo hipogrifos, bonita- le respondió, pero ella negó.

-¿Pero puedes ir con ellos a por el alimento que necesitan? ¿No te sería más cómodo poder conducirlo, y así no gastar más dinero en tener que hacer que te traigan los suministros hasta aquí?- entonces el troll se lo fue pensando.

Entendiendo por dónde quería ir su amiga, Katherine intervino para echarle una mano.

-Bea tiene razón, además siendo un ser mágico no necesitarás carnet porque podrás engañar a los policías que te paren, y no es difícil conducir, la verdad- estaban diciendo medias verdades en su mayoría, pero el otro asentía, con cierto interés.

-Es verdad que no me pararían si me escondo bien con mi maga y solo les dolería algo la cabeza… e ir con los caballos a veces es demasiado cantoso… hmm… ¿pero no es demasiado caro para pagar los billetes?- se preguntó.

Sería un troll, pero no era tonto- Además, ¿cómo sé que es vuestro, y no uno robado o de alquiler, eh? No sería la primera vez que me estafan- gruñó, sus ojos brillaron de forma algo peligrosa.

Blitzen intervino entonces- Si no te fías, ven con nosotros en el vuelo, aunque ahora no tengamos con qué pagarte sí sabemos de alguien que puede…. Piensa… ¡piensa que es una fianza! Y si no te pagamos, podrás actuar- la respuesta del troll les estremeció.

-Y mataros, sí. Me parece bien, aunque antes tendría que llamar a un amigo, para que me cuide el negocio. Un momento- y fue hacia un teléfono.

Ellos tragaron saliva, algo nerviosos. Los troll eran bastante fuertes, tanto física como mágica. Incluso entre todos tendrían problemas si tuvieran que luchar entre ellos, así que sería mejor avisar a Amos, para que estuviera listo sobre aquello. Sería Jasón el que hablara con él, y aunque le llamaron usando el teléfono, tuvieron que aplicar algo de magia para poder hablar con él dado que estaba en la Duat viajando.

-¡Hola! ¿Me oyes?- exclamó el chico, se oían algo de interferencias, pero la clara voz del otro sonó entonces.

-Sí, te oímos. Estamos juntos ya los grupos de Atenas y Romas, vamos dirección a París. ¿Cómo os va a vosotros?- preguntó.

El chico se rascó algo la nuca, serio- Vamos a cruzar el Atlántico usando hipogrifos, pero… vais a tener que pagarnos el billete, el troll que nos va a dar los medios no parece fiarse demasiado- explicó, y Amos suspiró un poco.

-No hay problema, ¿os juntaréis en París con los demás?- preguntó, y Jasón asintió.

-Espero que lleguemos en una hora, más o menos. ¿Y vosotros?- preguntó. Oyó un suave suspiro.

-Pues no sé, hay muchos kilómetros entre Roma y París, la verdad. Espero poder llegar hasta el Sena, allí deberían estar los demás- afirmó, Jasón asintió, se limitó a despedirse, y, tras colgar, le devolvió el móvil a Electra, que suspiró.

Minutos más tarde llegó Piesangriento, que traía una cuerda y, al otro lado de la misma, varios de aquellos animales fantásticos. Un total de cinco individuos, grandes y corpulentos, con un hermoso plumaje y bastante denso y, en apariencia, suave. El troll se limitó a acercarlos hasta los chicos, que se dejaron olisquear por los animales, curiosos ante ellos.

-Les pondré un carro especial para que tiren entre todos del mismo, no me quiero separar de vosotros en ningún momento- afirmó, serio.

Los chicos se miraron nerviosos entre ellos, pero tendrían que dejarlo hacer. Les llevó entonces al exterior de la granja, donde tenía unos cuantos carruajes bien preparados y listos para usar. Eso les llevó a pensar que los de la entrada eran meramente a modo de enseñar cómo eran, o de expositor o algo así. Se trataba de vehículos hechos de madera y acero, bien barnizados y de un suave tono cobrizo, con los remaches del mismo material que la estructura del aparato. La magia rezumaba de ellos, lo que era buena señal.

Piesangriento ató a los hipogrifos con grandes cadenas de acero, y, les dio unos golpes suaves en sus cuerpos, que les provocó un suave gruñido y un cálido rugido, de hecho un par de ellos incluso se encabritaron. Tardó un par de minutos en observar bien el carro, comprobando que todo estuviera listo y preparado para salir a volar en pocos minutos. Aunque no se acercaron hasta que el troll les indicó que lo hicieran, momento en el que se subieron al carruaje. Era amplio, con forma de un rectángulo, pudiendo sentarse todos ellos como si estuvieran en torno a una mesa, colocándose Piesangriento en el asiento principal.

-Bien, voy a pilotar yo, llegaremos hasta una sucursal que tengo en el continente y que sirve como segunda granja, allí espero ser pagado, y si no…- pasó uno de sus dedos por la garganta, simulando que la garganta.

Quedándoles claro lo que iba a pasar si no saldaban la deuda, se limitaron a suspirar un poco, vieron que por allí llegaba un segundo troll, muy parecido a Piesangriento, y que debía ser el que le iba a sustituir en la granja. Por ello, este sonrió de medio lado, dio un golpe al carro, y tomando las cuerdas para conducir a los hipogrifos, les llevó hasta una recta cercana, en la que empezaron a acelerar como si fueran un avión, para comenzar a ascender de forma lenta pero constante, siendo el aparato sostenido por una suave magia que emanaba desde las ruedas, y que dejaba una senda arcoíris allá por donde pasaban. Subieron hasta ser rodeados por las nubes, siendo esa la última vez que vieron debajo suya tierra firma, quedando desde ese momento solo rodeados del azul del cielo por encima, y del mar por debajo…

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(1)

La mitología celta aquí incluida es bastante compleja aunque poco ha sobrevivido hasta nuestros días, aquí se da una visión algo simplificada que, con el tiempo, se irá perfilando.

Hasta aquí el capítulo de hoy, espero que os haya gustado, y que apoyéis este fanfic. Ni Percy Jackson ni ninguno de los personajes de las sagas de Rick Riordan me pertenecen. ¡Dicho esto, que la inspiración os acompañe!