Harry subió las escaleras mientras la planta inferior ardía, el estrecho pasillo corredor era una imagen oscura en su memoria. Solo subía allí con un motivo, y por primera vez desde que había vuelto se sintió débil.
No quería estar allí, quería irse de aquel horrible lugar, pero como en espiral su humo negro le reconfortó abrazándolo.
Ahora no estaba solo, ya no era un niño indefenso, y quería hacerles pagar, pagar por todo su sufrimiento.
La puerta por la que quería entrar estaba cerrada, pero se abrió ante su más mínimo deseo.
El olor era desagradable, y la mujer que fue su tía estaba hecha un ovillo sobre la cama, como si no supiera qué estuviera ocurriendo.
Sintió una cierta decepción, esa no era la imagen que tenía de la mujer que le había torturado, sino físicamente, sí psicológicamente toda su vida.
Y ahora solo era una muñeca sucia y rota.
El enfado que sintió hizo que los cristales de las ventanas estallaran.
—No era así como debía ocurrir—gritó.
—Harry.
Estaba tan inmerso en su propio enfado, en sus propios recuerdos que no los había sentido subir las escaleras y recorrer el mismo camino que él había hecho.
—¿Has sido tú?—se giró Harry para encarar a Severus.
A su lado estaba Remus con su varita fuertemente sujeta.
—Ella está pagando por lo que te hizo. Me encargué de que viviera en una pesadilla continua.
Harry miró los frascos de medicamentos en la mesilla, y como por las ventanas comenzaba a ascender el fuego de la planta baja.
En minutos aquellos solo sería una tumba de llamas.
—Ella era mía.—Dijo Harry como un depredador al que le han robado a su presa.
—Vámonos de aquí, Harry. Pronto vendrá la policía.
Harry miró al hombre que le había tendido una mano, una mano desinteresada, gentil, un hombre que creía que nunca le había mentido, pero del que ahora ya no estaba seguro.
Harry ya no estaba seguro de nada ni de nadie.
Miró a la cáscara vacía de su tía, la odió tanto, porque aunque solo recibió maltrato por su parte, siempre deseó una palabra amable, una caricia como recibía su primo, que un día las cosas hubieran sido diferentes.
Y ahora en su venganza, se la habían robado. La mató sin pestañear.
El calor bajo sus pies y las llamas ascendiendo por la escalera le decía que allí ya no quedaba nada para él.
Había dejado sollozando a su primo, imaginó que sino había muerto por las llamas habría escapado como el cobarde que sabía era.
Los dos hombres a los que le habían dado un hogar, que le habían dado su amor, y le habían enseñado todo lo que ahora sabía seguían allí, Harry los miró una última vez.
—Aún no he acabado—fue lo último que dijo antes de desaparecerse.
Severus y Remus le imitaron desapareciéndose, la casa de los Dursley de Privet Drive fue devorada por las llamas, ella y todos sus pecados.
—¿Dónde puede haber ido?—preguntó Remus unas pocas calles más alejadas del incendio que ahora las autoridades muggles trataban de contener para que no afectara a otras viviendas.
Severus no contestó, porque el único lugar que a él se le ocurría estaba destruido por las llamas. Harry estaba solo, no había rastro de Draco ni de su magia allí.
Un mal presentimiento le acompañaba sin podérselo quitar de sus hombros.
No había vuelto a aquella casa desde que una noche, una de esas en las que Remus se había ido a Godric Hollow, embrujó a Petunia.
Los recuerdos que había visto en la mente de Harry eran como alquitrán en su piel, incapaz de limpiarlo correctamente.
Verlo con sus propios ojos, aquella alacena; las escaleras que Harry recordaba con puro terror; una habitación donde había sido vejado infinidad de veces. Y ella. Ella que nunca había hecho nada, que había odiado a Harry incluso antes de conocerlo.
El hombre había muerto, pero ella seguía allí, y no la mató, pero la maldijo a vivirlo en primera persona una y otra vez.
Si llegara a conocerse, Severus hubiera sido juzgado y seguramente condenado a Azkaban.
Que ella hubiera desaparecido no le causaba ningún regocijo. Solo había probado meses de condena, no una vida completa.
Pero ahora ya no importaba, lo que importaba era frenar a Harry, contenerlo, pero no sabía cómo. Y la única opción que aparecía en su mente era una que rechazaba abiertamente.
No era su hijo, de hecho solo llevaba con él unos meses, pero lo que llegaba a sentir por Harry era complicado de explicar.
No, la opción de acabar con Harry no era una opción.
Remus le miraba, ambos sin querer decirlo.
No, Harry estaba allí, no era Vodelmort, no eran sus ideas. Pero esa magia era oscura, peligrosa y acuciaba la sed de venganza que dudaba que Harry hubiera albergado conscientemente.
Las sirenas eran cada vez más, tenían que irse y seguir buscándolo.
El primo de Harry había escapado espantado y aunque había sido cruel con el niño, él también había sido un niño cuando ocurrió. Severus no le hizo nada.
El problema era que si testificaba y hablaba de "magia" el Ministerio se enteraría y abriría una investigación.
Los aurores rastrearían y entonces sí comenzarían los problemas graves, detectar la magia oscura era demasiado fácil. Y la casa apestaba a ella.
Algo le decía que Harry iba a ir dejando un rastro de magia oscura y que mantenerlo oculto por más tiempo no sería fácil.
—Tenemos que encontrarle—dijo finalmente—. Y a Draco.
El gesto de Remus demostraba molestia, en su mente también podía relacionar la aparición de Draco con el desenlace trágico, pero todos los hechos estaban conectados. Que Severus lo hubiera encontrado lo había iniciado todo, y todo lo demás habían sido consecuencias de ese encuentro.
Severus no creía en las casualidades, y dar con Harry cada vez lo veía más como algo que iba a terminar ocurriendo. Él lo condenó y él desató la oscuridad que ahora lo consumía.
—Nos separaremos, yo iré a Malfoy Manor—explicó Severus. Remus no podía ser relacionado con Severus en esos momentos. La mordedura en el hombro de Lucius era peligrosa para Remus.
—Yo iré a Godric Hollow, quizás haya querido conocer sus orígenes.
Ambos asintieron, pero no se desaparecieron. Les costaba separarse, en la oscuridad, con el sentimiento de que delante de ellos se abría una gran caída, se hablaban sin palabras.
—Te quiero—dijo Remus, dejando asombrado a Severus—. No decir lo que uno siente en estos momentos es una estupidez y podremos arrepentirnos.
Severus asintió.
—Te quiero—contestó, para sellarlo con un beso que era amor y angustia en uno.
El primero en irse fue Remus, Severus aún permaneció allí un poco más. Pero fue a su propia casa, seguía igual de vacía que como la habían dejado pero reactivó el hechizo que le decía quién había sido el último en usar su chimenea y la dirección.
Había sido Draco y había ido a Malfoy Manor como en el fondo Severus había esperado. Veía lo que Harry sentía por el joven, el antiguo Harry y el nuevo, pero si antes creía que el joven de los Malfoy era un peligro para Harry, ahora sabía que las tornas habían cambiado.
Y Draco corría peligro, el amor y el odio están en la misma línea, y Harry, ahora podría ir de un extremo al otro con un chasquido de ese humo negro que siempre le acompañaba.
La chimenea de Malfoy siguió abierta para él a pesar de todo.
¡Es viernes y hay nuevo capítulo!
Esa soy yo jaleándome por haber seguido con la historia .
Muerte y destrucción, me encanta.
¿Qué os parece este Harry?
Hasta la semana que viene.
Besos.
Shimi.
