Sonrió ampliamente en cuanto el entusiasmado muchacho le contó la noticia que recientemente había presenciado en el pueblo. Sus animosas palabras salieron desbordadas desde el primer instante en el que abrió ruidosamente la puerta principal, anunciando su obvia llegada. No entendía del todo la razón por la que su actitud se había vuelto tan descampanante, pero dedujo que la emoción del momento lo había orillado a contagiarse de aquel inquieto sentimiento.
—Y ella...—habló pausadamente, al parecer finalmente se había quedado sin aliento tras una larga explicación—. Ella quería verte —jadeó sutilmente, recuperando el aliento.
Su corazón se detuvo por un segundo, dándole una extraña sensación que no había experimentado en años. No pensaba marcharse sin haberla visto por última vez, pero tampoco estaba en sus planes visitarla. Mas bien, sencillamente no la había tomado en cuenta, puesto que supuestamente se encontraba en la otra nación amiga. Y fue entonces cuando vislumbró el pensamiento más congruente que su ágil mente podía concluir.
—¿Hay noticias sobre Marley? —inquirió, arqueando una ceja mientras ladeaba levemente la cabeza. El castaño se mostró confundido, por lo que él decidió retomar su oración—. ¿Alguien sabe qué está pasando en Marley ahora mismo?
—¿Por qué lo mencionas? —preguntó Carla, quien había estado como espectadora hasta ese punto. Se dirigió ambas manos a la cintura, mientras le lanzaba una mirada curiosa al rubio.
—Tengo que verla antes de irnos, hay cosas que debemos charlar —declaró el omega, levantándose de la silla en la que anteriormente se encontraba descansando. Estaban por partir, sólo esperaban el regreso de Jean, pero dada la imprevista situación ahora sus planes habían cambiado.
—Es comprensible, es tu hermana —consintió la señora Jaeger, sonriéndole con empatía al joven—. Me sentiría mal si no asistieras.
—Regresaremos antes del atardecer, señora —Jean se quitó su sombrero a modo de reverencia, y posteriormente salió junto al rubio.
Conforme avanzaban, la gente los saludaba o señalaba, siempre a la distancia. Sus articulaciones no eran emitidas con desprecio o disgusto; sino, asombro. Ahora que su melliza había reclamado oficialmente el trono, supusieron que el regreso del primogénito se debía a una disputa de poder. No obstante, sus conclusiones no podrían estar más erradas, dado que el sueño de Armin jamás fue gobernar, ni siquiera asumir un rango de responsabilidad.
Al llegar al castillo, los guardias principales dejaron colgar su mandíbula libremente mientras parpadeaban reiteradas veces afín de asegurarse que su desgastada visión no estuviese fallando. Sin embargo, sus sentidos primitivos no los engañaban: el joven Reiss se aproximaba hacia ellos.
—Llegaste tarde, alguien más usurpó tu lugar —Hitch bromeó con escarnio, gesticulando una de sus características sonrisas juguetonas.
—No seas ridícula y compórtate a la altura de un caballero real —Marlo se apresuró a regañarla por su imprudente comportamiento, lanzándole una mirada severa que la incitaba a no tomarlo a la ligera. Al cabo de unos segundos, regresó su mirada hacia el frente, encontrándose con los dos cansados viajeros—. Bienvenido, su alteza —se inclinó levemente, colocando una mano sobre su pecho a modo que «entregaba su corazón». Inmediatamente, con su mano libre, obligó a su compañera a imitar su demostración de respeto.
—No he venido a pelear el trono, ese lugar siempre le ha pertenecido a mi hermana —respondió amablemente el rubio, mostrándoles una genuina sonrisa—. Sólo quiero dialogar con ella, ¿me es pertinente?
Ambos guardias se incorporaron y fugazmente intercambiaron miradas entre ellos, ligeramente anonadados. Tras unos breves segundos en los cuales deliberaron mentalmente su petición, los dos se apartaron y abrieron las largas puertas, concediéndole su ansiada reunión.
Ambos viajeros se adentraron al castillo con pasos firmes. Kirstein observaba anonadado su alrededor; sus veloces orbes viajaban de un lugar a otro mientras se deleitaban con riquezas que no estaba acostumbrado a presenciar. Por su parte, el mellizo varón había pasado demasiado tiempo encerrado en aquellas paredes como para dedicarles tan siquiera un ápice de atención.
Las criadas recibieron con gran cariño al joven Reiss, mientras poco a poco el hecho comenzaba a expandirse dentro del castillo. Todas corrieron a saludarlo, algunas incluso lloraban dado que lo daban por muerto. «¡Es un milagro!» exclamó Nifa en cuanto se encontraron, asimismo, se aferró a él como si su vida dependiera de ello. Al poco tiempo, las demás se sumaron al simpático gesto, en especial las más veteranas como Anka y Lynne.
—¡Hange te está buscando! —comunicó Nifa, aún envolviéndolo con ambos brazos—. ¡No deberías estar aquí, ella...
—¡Es verdad, ella lo apostó todo por ti! —agregó Lynne, separándose del acto—. Traté de convencerla en quedarse, que seguramente regresarías, ¡tal y como hiciste! —dijo, exasperada al recordar la terquedad de su camarada—. ¡Pero ella no escuchó motivos ni razones!
—Está bien, no estoy aquí para quedarme —aclaró el rubio, pero lejos de tranquilizar a las exaltadas criadas, sólo logró alarmarlas aún más.
Unos nuevos pasos se hicieron presentes, pero quedaron suspendidos en cuanto sus oscuras miradas se encontraron con sus risueños ojos.
—¡Armin! —vociferó la fémina, acercándose a él hasta poder tomarlo por los hombros mientras apartaba a las demás criadas—. Me alegra tanto que estés bien —su mirada se tornó compasiva, y lo acercó abruptamente hacia ella, sorprendiendo al rubio.
—Mocoso —le llamó Levi, quien también se había acercado hacia él—. Lamento los inconvenientes del pasado —soltó escuetamente a modo de disculpa, hecho que el omega no se negó en aceptar.
—Gracias por la bienvenida, pero no dispongo de mucho tiempo —informó cortésmente, ejerciendo cierta presión para omitir más acercamientos—. Necesito hablar con Historia, por favor, condúzcanme hasta ella.
La criada pelirroja asintió con la cabeza, caminando con pasos apresurados hasta los aposentos de la reina. Levi los siguió por detrás, mientras que Mikasa se quedó de pie en la sala, justo enfrente de Jean.
—Tenemos algo que charlar —dijo la alfa, rompiendo el incómodo silencio que se formó una vez que las criadas abandonaron el sitio.
—No realmente...—contestó el varón, rascándose la nuca mientras deseaba mentalmente que el rubio tardara lo menos posible.
En el trayecto hacia la habitación de la reina, el omega Ackerman le explicó detalladamente al Reiss el porqué de sus actos, así como las órdenes emitidas por el antiguo líder y su condición real. Armin se sorprendió por completo al escuchar al azabache afirmar que él era un omega, no obstante, el bosquejo de ideas en su mente comenzaban a hilarse y conseguir una forma más definida. Todo cobró sentido. Además, el pelinegro se encargó de disculparse de una manera más óptima, aunque no era necesario. El rubio lo había perdonado desde que entendió que él era un simple peón más en la partida.
Los omegas abrieron la gran puerta de la habitación principal, la misma que anteriormente le había pertenecido al difunto rey. Armin suspiró con nostalgia, llorando internamente la pérdida de su padre y el inmortal legado que les había otorgado. «No será en vano lo que nos aportaste. Si hay alguien que deba hacerle justicia a tus ideales, definitivamente será ella» pensó con orgullo, mientras sonreía débilmente.
En cuanto sus ojos conectaron, ambos permanecieron petrificados. Era la primera vez en mucho tiempo que se veían como lo que siempre habían sido: familia. Y parece ser que tuvieron que estar distanciados como para finalmente reafirmar y fortalecer el vínculo que los unía.
La mujer fue la primera en gestionar cualquier tipo de contacto físico, pues fue ella quien se abalanzó contra su hermano al cabo de unos segundos. Lo abrazó con el mismo afecto que las criadas habían mostrado, y con la misma calidez que su padre solía emanar. Sollozó, pero no con lástima, sino alegría. Sabía que vendría, pudo sentirlo acercarse con cada paso que daba, todo gracias a su lazo.
—¡Eres un cabezota! ¡Un tonto insensible! —balbuceó entre llantos mientras se colgaba de su mellizo, quien sonreía ampliamente mientras la escuchaba maldecirlo—. ¡¿Tienes idea de lo preocupada que estaba por ti?! ¡Yo... Creí que jamás volvería a verte!
En cuanto el reencuentro comenzó a tornarse más personal, los presentes decidieron dejarlos a solas. Primero Nifa, luego Levi, y por último, tras presentarse formalmente y ser conocido por el cuñado, Ymir.
Ambos hermanos charlaron acerca de lo que habían vivido y las consecuencias que sus actos desencadenaron. Asimismo, sirvieron como soporte mutuo y el varón consoló la desolada alma de su melliza, mientras externaba las adecuadas palabras que lograban apaciguar su sempiterna agonía, convirtiéndolo en algo más tolerable. El joven no se abstuvo en retener los pensamientos de su cabeza, finalmente le permitió conocer todo lo que su mente había encerrado durante tanto tiempo. Por otra parte, Historia hizo lo mismo. No dudaron en bromear lo torpes que habían sido por no escampar el camino que los unía, al igual que acordaron lo benéfico que hubiese resultado su cercanía. Conversaron sobre el fallecimiento de sus padres, así como las acciones que ejecutó el alfa durante su longevidad. No lo odiaban, a decir verdad, nunca serían capaces de hacerlo; ambos poseían el noble y bondadoso corazón de Uri, incapaz de albergar rencor hacia cualquiera.
Perdonaron las equívocas decisiones de su padre y finalmente dieron paso a su duelo, esa espantosa sensación que les recordaba que la esencia tangible de sus progenitores se había desvanecido por completo en aquel mundo material, y probablemente nunca volvería a resurgir.
—¿Te llegó el libro? —preguntó Armin una vez que la conversación pareció apagarse. Habían llorado demasiado, y sólo por encontrarse en confianza, se permitieron ser vulnerables—. Le encomendé a Hange que te lo hiciera llegar.
—¿Hablas de esto? —preguntó mientras rebuscaba sobre el montón de papeles que yacían desparramados sobre su escritorio. Una vez que palmó un objeto con la textura similar, lo tomó y se lo enseñó a su hermano. Era el mismo libro, el de pasta gruesa y desgastada, escrito con una caligrafía horrorosa «Investigaciones por Armin y Dirk».
El mayor asintió con la cabeza para después decir:
—Ahí hay una verdad que necesitas saber. Pero ahora no es el momento, créeme —aseguró, inclinándose levemente para apretar la mano de la rubia—. Léelo cuando estés preparada, ábrelo una vez que hayas superado todas nuestras pérdidas. Júralo.
Por un momento, la fémina pensó en declinar a la petición de su mellizo y hasta consideró la opción de leerlo en ese instante con el mero propósito de fastidiarlo, sin embargo, sus ideas fueron desechadas abruptamente tan pronto como reparó en que aquello era una tenue súplica que ameritaba seriedad y comprensión.
—Bien, bien —concordó la omega en cuanto el semblante de su hermano se tensó. Lo dejó caer sobre los demás papeles, y luego regresó a su habitual postura—. Entonces, ahora que no hay amenazas, ¿dónde te quedarás? —preguntó curiosa, cambiando de tema drásticamente con la intención de suavizar la atmósfera—. Podríamos vivir como anteriormente hacíamos, ¿recuerdas? ¡Este castillo es inmenso y hay espacio para ti y tu cónyuge, e incluso para sus futuras generaciones! —comentó animosa, extendiendo ambos brazos mientras hacia alusión a la gigantesca área del castillo.
El varón sonrió levemente y apreció desde lo más profundo de su corazón la invitación de su melliza. Su lado sentimental lo incitaba a quedarse para poder cuidarla más de cerca, debido a que le preocupaba en demasía su salud mental. Pero, por otra parte, su lado racional lo obligaba a no desprenderse de sus verdaderas ambiciones.
—Es... Sería ciertamente encantador —concertó el omega, buscando las palabras idóneas para manifestar su sentir—. Pero me temo que mi camino es diferente al tuyo, y mi felicidad se encuentra en un ambiente más rústico.
La menor sonrió con decepción, frunciendo levemente el ceño siendo éste su máxima protesta.
—Ya veo... Está bien. Después de todo, eres libre de buscar tu propia felicidad —aprobó la mujer, dirigiendo su vista hacia él—. Entonces, ¿a dónde irás? ¿Volverás algún día? No quiero que esta sea la última vez que nos veamos —confesó, al borde del llanto una vez más.
—No, no —negó con la cabeza, en vagos intentos por tranquilizarla—. No será la última vez que nos encontremos. Siempre estaremos juntos, Historia, porque el lazo que nos une perdurará hasta nuestra defunción —comentó, haciendo sonreír a la nombrada—. Y bueno... No puedo decirte exactamente el lugar, ¡pero no tienes que preocuparte! Vendré a visitarte de vez en cuando, jamás me olvidaría de ti —la abrazó, por última vez—. En cuanto me enteré de tu coronación, no pude evitar sentirme angustiado... El mundo es cruel, y detestaría que te involucraras en masacres... Pero al mismo tiempo tuve paz, mucha paz. Sé que harás un trabajo magnífico, tal como hizo nuestro padre. Eres tú quien nos traerá el verdadero paraíso —afirmó, tomándola fervientemente de los hombros—. También sé que estás en buenas manos —recordó a Erwin, los Ackerman
La mujer sonrió de oreja a oreja, mientras de sus ojos emergían las saladas lágrimas. Aquel abrazo marcó la despedida, y tras un breve intercambio de palabras en donde Historia les otorgó su bendición, ambos viajeros emprendieron nuevamente su recorrido hacia el corazón del bosque.
Recorrieron los largos kilómetros junto a la madre de Eren, todo mientras dialogaban amenamente sobre las locuras que les habían ocurrido y los caballos galopaban tranquilamente. Armin le contó acerca de la manera en la que coincidió con su hijo, mientras ella reía y reprochaba graciosamente el atrevido comportamiento de su descendiente. Ambos varones la admiraban, no sólo por ser una increíble mujer que se encargó de educar correctamente a su cría, sino por su inquebrantable fuerza de voluntad que la hacía lucir tan apaciguada incluso en circunstancias tan traumáticas como por las que había atravesado. Su esposo jamás la amó, y en lugar de formar una familia por el mero deseo de ver florecer su amor, lo hizo como parte del trato que pactó con su primera esposa. Ella y Eren jamás significaron algo para Grisha, sólo eran herramientas volátiles a merced de sus macabros caprichos. A pesar de ello, Carla lucía tan hermosa y radiante como si aquello nunca hubiese salido a la luz.
La beta se disculpó con Jean por haberles exigido que se marcharan de su hogar, sin proporcionarles alguna explicación decente. El hombre se apresuró a contestarle positivamente, argumentando que su postura era comprensible dado las consecuencias que desembocó.
Por otro lado, en la cueva, la gamma y el beta habían roto el silencio desde hace mucho tiempo. Los tres conversaban animosamente mientras Eren los miraba con extrañeza, juzgando mentalmente lo torpes que se veían fingiendo ser animales silvestres. «Los lunáticos se complementan» pensó, mientras Sasha ronroneaba aparentando ser un gato.
La joven Blouse había estado inhibida en un rincón, abrazando sus piernas mientras escondía su cabeza en el hueco que se formaba. Sollozaba por el intolerable dolor que punzaba su corazón; ella amó genuinamente a Mikasa, e inclusive fantaseó con una vida que jamás podría convertirse en realidad debido a su naturaleza como gamma. Aquel enamoramiento sólo le hacía recordar a su primer amor; la pecosa niña que llegó a las tierras eldianas mediante una embarcación a la cual se coló. Claramente, su tribu fue la primera en inspeccionarla.
—¡Está despierta, está despierta! —gritó Rashad alegremente mientras la señalaban y pellizcaban su rostro—. ¡Mírala, está abriendo los ojos!
—¡No te le acerques, es una fugitiva! —le regañó Moblit inmediatamente, dispersando al tumulto de curiosos niños que se reunían alrededor del inconsciente cuerpo de la morena.
—Pero... Es como nosotros —contestó Sasha, señalándose a sí misma—. Ella tiene nuestra edad.
—Es verdad, ¿qué tanta maldad puede tener un infante? —abogó Lisa, la madre de Sasha—. Sólo mírala, está llena de moretones y cicatrices. Pobre alma, me compadezco de ella.
Momentos después de que la castaña aclarara su visión y gritara con pavor tan pronto como enfocara los rostros de los nativos, Mike la tomó por la ropa mientras olfateaba detenidamente su piel, como si estuviera analizando su procedencia mediante ello.
Los nativos continuaron hablando en su dialecto, y a la harapienta niña decidieron encerrarla en una primitiva trampa construida con ramas mientras deliberaban lo que harían con ella. Muchos abogaban a su favor, mientras que otros pocos en contra.
La gamma no pudo evitar robarse algo de comida (nada fuera de lo común viniendo de ella), sin embargo, la ración que había hurtado en aquella ocasión no era exclusivamente destinada para su estómago. Esa vez, estaba dispuesta a compartir con la desconocida.
Se acercó lentamente a la jaula, sin que los adultos lo notaran. Al parecer, estaban demasiado entretenidos resolviendo su acontecimiento más relevante.
Por uno de los agujeros que se formaban en el cubo construido con ramas, le pasó cautelosamente un pedazo de carne, comida que la pecosa no dudó en arrebatarle. Lo devoró ansiosamente, sin notar que la joven gamma la miraba con felicidad. En su infantil memoria, concluyó que finalmente había encontrado a alguien que disfrutara tanto de alimentarse como ella. No obstante, su bruto modo de comer no era producto de la satisfacción que le generaba, en realidad, era porque no se había alimentado correctamente en días. Sin embargo, eso pasó completamente desapercibido para Sasha.
La gamma la saludó en su dialecto, haciéndole gestos que acompañaban sus palabras a modo que le fuese más fácil de comprender a la castaña. La última la miraba con confusión, pero poco a poco parecía analizar más detenidamente su comportamiento.
Cuando los adultos decidieron perdonarle la vida a la niña, encontraron a Sasha regalándole comida, acción que obviamente los hizo enfurecer ya que omitió consultarlo con ellos. Así que, a modo de castigo, le asignaron la tarea de supervisar a la pecosa durante su estadía.
Pasaron mucho tiempo juntas. La gamma le enseñó cómo fabricaban sus armamentos para cazar, la manera en la que acechaban a sus presas, y algunos juramentos básicos que establecían en su manada. Ella fue integrándose, hasta que finalmente la consideraron otro cachorro perteneciente a la tribu, inclusive la añadieron a sus rituales mensuales.
Fueron largas noches las que pasaron mirando el cielo estrellado, dándose a entender mediante señas y sonidos toscos o gestos faciales y corporales. Pese a que no lograban comunicarse del todo, ambas simpatizaban y se respetaban mutuamente. Ymir aprendió a convivir con ellos, y Sasha se tomó muy en serio el papel de «cuidador», por lo que no se separaba de la morena ni un segundo.
La vida parecía ser sosegada y pacífica en aquellos lares. A la desahuciada niña le agradaba aquel ambiente, pero no se permitió quedarse para degustarlo durante más tiempo. Sus motivos transcendían mucho más allá de su comodidad; tenía la comprensible creencia de que su presencia sólo llamaba al caos. No quería estropeárselos, así que abandonó el sitio por voluntad propia, aún sin saber hacia dónde se dirigía. Varios de los adultos se despertaron e intentaron comunicarse con ella para saber lo que sucedía, no obstante, ella sólo articuló gestos con sus manos en los que daba a entender que se iría por voluntad propia. Los adultos no intentaron detenerla, sólo la bendijeron y le dedicaron unas palabras de las que jamás averiguó su significado.
En la mañana siguiente, cuando despertó y se percató de la ausencia de la pecosa, los adultos le explicaron lo sucedido y la amenazaron crudamente en dado caso de que se le ocurriera ir tras ella. Por lo que, sin más remedio, sólo se dispuso a llorar su pérdida.
Ahora era un tanto diferente, puesto que ya no era una niña y sus sentimientos pasaron de ser puros e inocentes a pasionales e intensos. Quería a Mikasa, pero siempre supo que había una delgada línea que las desunía; sus razas. Los alfas, por naturaleza, rechazan a los gammas gracias al olor que éstos emanan, sobre todo al momento de aparearse. Era por ese mismo motivo que sus encuentros íntimos jamás trascendían a algo más allá de un sutil toqueteo, puesto que sus feromonas salían disparadas y se transformaban en una sustancia nauseabunda que ningún alfa es capaz de soportar.
—Oye, ¿estás bien? —preguntó Connie, acercándose a ella—. ¿Por qué lloras tanto? No es agradable verte así, luces como una buena persona —comentó el joven, mirándola con compasión. Sasha alzó la cabeza, aún con sus ojos llorosos—. ¡Oh, ya sé! ¡De seguro tienes hambre! —concluyó erróneamente mientras buscaba algo en la bolsa que cargaba consigo—. Mira, esto lo empaqué para el viaje, pero de seguro tú lo necesitas más que yo —sonrió gentilmente mientras le extendía su mano, la cual sostenía una papa fresca.
Los ojos de la gamma se iluminaron, e involuntariamente sonrió de oreja a oreja. Aceptó gustosa el tubérculo, no sin antes cortar una pequeña porción para compartirla con el amable joven.
Para Connie, aquel torpe gesto denotó mucho más que una simple pizca de bondad. Su mundo se iluminó, y por primera vez, se sintió aceptado con una chica. Normalmente huían o lo rechazaban cruelmente, sin siquiera darle la oportunidad de presentarse. Pero esa mujer le sonreía ampliamente mientras devoraba su ofrenda. Y al poco tiempo, se encontraban jugando mientras hacía poses ridículas supuestamente de batalla. Luego, trataban de personalizar animales y averiguar de cuál se trataba, todo mientras Eren los veía con una cómica expresión que dejaba en claro lo que su boca callaba.
Finalmente, las súplicas de Jaeger fueron escuchadas y los tres faltantes llegaron. Madre e hijo se abrazaron, e incluyeron a Armin en su reencuentro. Jean le pidió a Connie que se marcharan, puesto que sus caminos se dividían ahí mismo. Sin embargo, el beta miró a la gamma, quien le sonrió débilmente mientras su expresión parecía marchitarse, como si soportara su tristeza con tal de hacer la despedida menos trágica. Connie sonrió y regresó su visión hacia su amigo de la infancia, al cual le explicó que debería volver solo, ya que él acompañaría al grupo. Kirstein se hizo una expresión de asombro, mientras reía por lo bajo y asentía con la cabeza. No le molestó, en realidad, estaba feliz por él. Desde el fallecimiento de su madre, la señora Springer, a su hijo no le causaba felicidad regresar a su hogar porque los recuerdos de su difunta familia lo invadían. Había sobrellevado el duelo, pero aún no sanaba del todo. Le tranquilizaba saber que su amigo tenía una nueva razón especial.
El alfa se despidió de sus camaradas, y tras tener una conversación seria con Armin en donde le exponía lo imbécil que Eren podía llegar a ser en algunas ocasiones, retomó su camino para regresar a casa junto a su novio, Marco. El grupo le devolvió el gesto y todos continuaron con sus trayectos, sintiéndose aliviados sin saber a ciencia cierta la razón.
Connie y Sasha iban juntos en un caballo, mientras Armin, Eren y su madre, en otro. Llegaron al punto en el que acordaron, y al notar la ausencia de Hange, se encogieron de hombros. Continuaron con su camino, cada vez era más difícil de acceder a las profundidades del oscuro bosque y la noche comenzaba a acunarlos. Hubo un momento en el que tuvieron que dejar libres a los animales en los cuales se transportaban, ya que su camino por recorrer era estrecho y a duras penas cabía una persona.
Se adentraron a unas grutas, y poco a poco, sus pies se comenzaron a empapar debido a las cristalinas aguas que las rodeaban. Descendieron por el camino rocoso, para ese punto, ya habían recorrido al menos tres horas. Se alimentaron de los pequeños animales que Sasha consiguió casar, así como los vegetales y moras que encontraban a su paso, tomándose breves pausas para descansar y recuperar energía. Decidieron pasar la noche en aquella húmeda cueva, y en cuanto algunos rayos solares lograron colarse desde arriba, reanudaron su viaje.
Tras otras diez horas de caminata, en donde tuvieron que recorrer las interminables grutas, lograron desembocar hacia un valle en donde Hange los esperaba, junto a Moblit.
—¡Armin! —lo llamó la beta, abalanzándose hacia él para abrazarlo fuertemente—. ¡Sabía que estabas bien, sabía que vendrías!
—¡Sasha! —exclamó Moblit, corriendo hacia ella para poder abrazarla también. Todo lo que conservaba de ella eran memorias borrosas en donde la castaña les era arrebatada para servir a la familia real, mientras los caballeros masacraban a su tribu. Saber que estaba bien y viva significaba mucho para él, por lo que lloró intensamente mientras se aferraba a la chica.
—¡Oh, Eren, señora Jaeger! ¡Es un gusto tenerlos por aquí! —les saludó alegremente la beta castaña, separándose de Armin para poder verlos mejor.
—Al contrario, gracias a ustedes por aceptarnos —sonrió la madre de Eren, tomando a su muchacho por los hombros.
—Hablando de eso... ¿Cómo es que te convencieron para venir aquí? —inquirió su hijo, arqueando una ceja con curiosidad.
Su progenitora rió y le dedicó una apaciguada mirada mientras decía:
—Cuando tienes mucho que olvidar, es sencillo tomar cualquier excusa para reempezar.
El grupo reanudó su caminata, dado que aún no finalizaba su recorrido. La raza prohibida había tenido que ocultarse muy bien para no ser erradicados por completo. Así que, tras otras largas dos horas de viaje durante el cual Hange les informaba a los demás los frutos comestibles así como las precauciones que debían tener con cierta fauna, llegaron a su destino. En el interior del valle, alrededor de las imponentes montañas que se amontaban entre sí, estaban establecidas las simples viviendas de los gammas. Estaban expectantes ante los nuevos lugareños.
El joven Reiss sostuvo con firmeza la mano del único alfa, quien aún no asimilaba del todo los sucesos que habían ocurrido.
Hange les explicó que debían acoplarse a su nuevo estilo de vida, así como lo problemático que podría ser para Eren acostumbrarse al aroma de los gammas. Pero que en todo caso, hallarían la forma de solucionar cualquier malestar.
—Jamás había estado por aquí antes —comentó Sasha, anonadada ante el vasto espacio que los cubría—. ¡Mejor para mí, más zonas en las que puedo descubrir brotes de papas! —exclamó fascinada, imaginándose la situación planteada—. ¡Vamos, Connie! ¡Sé mi compañero!
—¡GUAU! —soltó el nombrado, maravillado por la energía de la castaña—. ¡No tienes que pedírmelo, vayamos! —y como si se tratase de dos niños, salieron disparados hacia la vegetación.
—Es necesario que se presenten con la tribu, deben reconocer la presencia de el alfa para evitar malentendidos —le explicó Moblit en su dialecto a Hange, ya que era ella quien cumplía la función de traductor—. Ya reconocemos los aromas de nuestra población, así que necesitamos identificar el del alfa para no confundirlo con un intruso.
La beta asintió, comunicándole de inmediato la situación a los eldianos. Ellos comprendieron, por lo que se dirigieron hacia la tribu.
—Es la segunda parte de nuestras vidas. Otro lugar, otro tiempo. Fue como una marea —dijo Armin, apretando la mano de Eren.
—Tienes razón —respondió el moreno, sonriendo ligeramente—. Todos aquí vamos a reempezar.
˚₊· ͟͟͞͞➳ ❝ ɴᴏᴛᴀ ᴅᴇ ᴀᴜᴛᴏʀᴀ ❞
Capítulo dedicado a MilesTailsProwerCute. Creo que actualmente no lees la historia, pero aún así quería dedicarte un capítulo ya que te tengo estima porque en su momento apoyaste el fic cuando estaba justo en su comienzo. Fuiste una de las lectoras que me motivó a continuarlo, y ver que uno de tus fics está inspirado en éste me generó unas indescifrables emociones que aún albergo en mi corazón (no lo digo negativamente, claramente el impacto que tuvo fue positivo y sublime). Es sólo que nunca antes me había pasado algo parecido, y honestamente me sentí muy feliz, es más, aún me siento así. Gracias por los comentarios que me diste en su momento, siempre te recordaré como un pilar importante para este fic 3.
Lamento si hay faltas ortográficas o una redacción más torpe que de costumbre, ando media muerta y me escapé un rato de mis obligaciones para plasmar esto. Por cierto, el próximo capítulo será el final y de ahí le sigue un epílogo corto (cofcof spoiler cofcof la vida después de todo este desmadre cofcof shipps secundarios y gente embarazada cofcof).
Una pregunta antes de tirarme a perder y reaparecer dos meses después: ¿quieren lemon? De las dos parejas*Lenny face*.
