Para Bella, con amor
Esta historia es una adaptación, no me pertenece
Al final de la historia daré el nombre original y el de la autora
Los personajes pertenecen a Stephanie Meyer
"El mundo rompe a todos y después muchos, son fuertes en los lugares rotos."
Adiós a las armas.
Capítulo 28
POV Bella
Tres días después de ponerle una F a Lauren Mallory por no entregar su tarea, el Dr. Frenetti llamó a mi teléfono.
—Isabella, necesito que vengas a mi oficina. Ahora mismo.
El tono contraído en su voz me dijo todo lo que necesitaba saber. Pasé unos segundos cerrando todos los programas en mi computadora y ordenando mi escritorio antes de que me levantara y arreglara los pliegues de mi falda y chaqueta. Aunque mis rodillas se sentían como fideos cocidos, mantuve mi espalda erguida y caminé la corta distancia a la oficina del decano en un ritmo ordenado y tranquilo.
Cuando golpeé la puerta abierta de Frenetti y miré dentro, encontré a otro hombre, usando pantalones enrollados marrones y una camiseta en apoyo los Vikingos de atletismo, recostado en una silla frente a él. Los dos hombres se volvieron hacia mí. Frenetti frunció el ceño en su forma típica. Su visitante me miró lascivamente y dejó que su mirada viajara por mi cuerpo como si me hubiera visto desnuda, lo que —oh, Dios— tal vez hizo. Crucé los brazos sobre mi pecho como si eso le pudiera impedir comerme con los ojos.
—Isabella —dijo Frenetti mientras señalaba al pervertido que me miraba embobado—. Este es Rick Jacobi, el entrenador en jefe del equipo de fútbol.
Asentí, y un trozo de plomo caliente cayó en la boca de mi estómago
Esto fue todo. Mi carrera se terminó.
. . . . . .
POV Edward
Mi voluntad de seguir marchando hacia adelante disminuyó seriamente en la semana desde que jodí las cosas con Bella. No quería ir a trabajar cada noche, o asistir a clases todos los días, o seguir sudando en los entrenamientos jodidos cada mañana. No quería contestar el teléfono cuando Rosalie llamaba. No quería nada. Excepto a mi mujer.
Pero eso no iba a suceder, así que seguí haciendo toda la mierda que ya no me importaba.
Con mi bolsa llena de ropa de ejercicio para cambiarme colgada pesadamente sobre mi hombro, me arrastré hacia el complejo deportivo de la universidad para mi jodido entrenamiento con pesas del amanecer. Bostezando, me froté con la mano la mandíbula. No me había afeitado en días y me estremecí ante el tirón de los músculos doloridos.
Acababa de doblar por el pasillo hacia el vestuario cuando alguien detrás de mí me llamó frenéticamente. Mirando alrededor, encontré a Em y Seth deslizándose por la esquina y corriendo hacia mí.
Con el ceño fruncido, pregunté—: ¿Qué demonios están haciendo en el entrenamiento de la mañana? —Em solo entrenaba por la tarde o no lo hacía. Se negó incluso a pretender ser una persona mañanera.
—Seth me llamó. —Jadeante al alcanzarme, me agarró del brazo y me tiró en la dirección opuesta de los vestuarios—. Hombre, tienes que venir con nosotros. Ya mismo.
No acostumbrado a que mi mejor amigo actuara tan perturbado, miré a Seth. Pero parecía como si fuera a cagarse en los pantalones en cualquier momento. La inquietud se agitó dentro de mí.
Me resistí al jalón de Em. —¿Qué está pasando?
—Simplemente... —Em me dio un tirón, no muy gentilmente—, vamos.
Me condujeron a un cuarto de baño. Cuando Emmett se agachó para ver que todos los puestos estuvieran vacíos, Seth cruzó los brazos y apoyó la espalda contra la puerta para que nadie pudiera entrar. Su comportamiento hizo parecer que se preparaban para patearme el culo o algo así. Y si no los conociera mejor y confiara en estos chicos con algunos de los secretos más grandes de mi vida, podría haber estado preocupado.
Pero entonces me di cuenta; eran los dos únicos chicos del equipo que conocían mi único gran secreto. Ácido llenó mi estómago, agudo y doloroso.
Casi me doblé a la mitad mientras dejaba escapar un suspiro tembloroso. Mi bolsa de deporte se deslizó de mi hombro y se golpeó contra el suelo. —¿Bella? —dije, sabiendo que esto no podía ser otra cosa.
Em se enderezó desde el último puesto y me miró por un momento antes de decir—: Sí.
—Joder. —Cerré los ojos con fuerza y apoyé las manos sobre mis rodillas mientras me concentraba en no vomitar por todo el lugar. Pero…—. Mierda. ¿Qué tan malo es?
Después de un pequeño gemido, Em admitió—: Es muy malo.
Alcé la vista y lo miré fijamente. Cuando no dijo nada, miré a Seth. No dijo nada, pero asintió, estando de acuerdo con Em.
Era malo
—¿Y bien? —pregunté; mi voz ronca por el miedo—. ¿Qué pasó?
—Mierda, hombre. —Em puso las manos en sus caderas y miró hacia otro lado—. Alguien tomó una foto de ustedes dos juntos.
—¿Una foto? —repetí—. ¿Qué tipo de foto?
—¿Qué tipo te parece? Estaban follando.
Casi me desmayé. Alcancé la pared para mantenerme estable y me aferré a ella como si se me fuera la vida en ello en tanto Em seguía hablando.
—Pero al menos ahora sé que no tiene pezones perforados.
—¿Qué? —El calor inundó mi cara.
Al ver mi expresión mortal, se tambaleó hacia atrás y levantó las manos. —¡Oye, solo... cálmate, Masen!
Mi respiración se volvió errática y mis manos se cerraron en puños a mis costados. —¿Dónde está la foto? ¿Qué es exactamente lo que muestra?
—Eso es todo. Me refiero a solo la mitad superior de su cuerpo. Era de noche, bastante oscuro y ella estaba en el asiento delantero de un coche. Tenía la cabeza echada hacia atrás y sus tetas sobresalían como si estuviera en medio de un orgasmo. Tú fuiste recortado por completo, a excepción de tu brazo. —Miró mi brazo—. Y tu tatuaje.
—Oh, Dios. —¿Alguien nos vio esa noche? ¿Tomaron fotografías? ¿Quién se atrevería...? ¿Por qué alguien haría...?—. Cristo. —Me quedé mirando a Ten con lo que sentí eran ojos inyectados en sangre—. ¿Cómo demonios sabes de esa foto? ¿La viste? ¿Quién la tomó? ¿Dónde…?
—El entrenador la colgó en un tablero en el centro de los vestuarios. Todo el mundo la vio.
—¡Qué! —¿La colgaron en un lugar público para que todos vean a Bella en su momento de gloria? De ninguna jodida manera. Me giré hacia la puerta y me dirigí hacia ella. Sabía que Seth seguía bloqueando la puerta, pero eso no me importaba. No era parte del equipo porque temía ser abordado.
Sus ojos se abrieron, pero pareció prepararse para mi ataque. Maldito jodido jugador de fútbol. No lo decepcioné, inclinando la cabeza y atacándolo con mi hombro.
Em gritó mi nombre y chocó conmigo por detrás, al tiempo que embestí contra Seth, lo que lo hizo gruñir un silbido de aire.
—¿Qué diablos crees que estás haciendo? —Em intentó preguntar entre maldiciones mientras él y Seth me forzaron al suelo y me inmovilizaron.
Me resistí debajo de ellos, sacudiéndome y rugiendo de rabia. —Voy a sacar esa foto.
Mi compañero de cuarto se sentó en mi espalda y Seth contenía mis piernas. —¿Estás loco? El entrenador la puso para conseguir una reacción de alguien. Descartándote a ti. No puedes ir a romperla y…
—Necesito quitarla —fundamenté—. Qué hijo de puta, ¿cómo se atreve? ¿Cómo se atreve a hacerle eso a ella? Necesito romper esa foto.
—¡Está bien! Bien, amigo. —Em me palmeó el hombro—. La quitaremos. Solo... respira.
Dejé de luchar, pero los chicos siguieron sentados sobre mí por otro par de minutos antes de que Em asintiera a Seth.
Con cautela, aflojaron la presión. Cuando no traté de soltarme tan pronto como tuve una onza de capacidad para hacerlo, se quitaron de encima mío y saltaron atrás. Me quedé tendido en el suelo, jadeando y tratando de calmarme antes de sentarme y mirar a Em.
—La quiero quitar.
—La quitaremos —me prometió; sus ojos fijos en los míos con una mirada de promesa pura que nunca le vi dar a nadie—. Te lo juro, quitaremos la foto. Pero no puedes acercarte a ella. Si el entrenador se entera que eres tú, estarás fuera del equipo y expulsado de la escuela, hermano.
—No me importa. —Me levanté y sacudí la ropa—. Ella no debería ser puesta en exhibición así, como una especie de puta sucia. Ella no es…
—Lo sé —dijo Em con énfasis. Levantó las manos, nuevamente para aplacarme—. Los dos sabemos eso. Pero que entres ahí así no ayudará a nadie. No te ayudará, ni a tus hermanos. Y tampoco a ella. Ya se ha ido, hombre.
—¿Ido? —repetí estúpidamente—. ¿Qué quieres decir con que se ha ido?
—¿Crees en serio que la dejarían quedarse en la escuela después de algo como eso? Además —desvió la mirada y murmuró la última parte—, hay un cartel encima de la foto.
—¿Un cartel? —Mi corazón se hundió. Habían etiquetado a mi mujer, al igual que lo ocurrido en ese libro Hawthorne. Todo su trabajo duro para lograr un puesto en Ellamore se redujo a una gran A escarlata... por mi culpa. Esto definitivamente no era la clase de A que siempre quise de ella. Probé la bilis y quería sacarla de mí—. ¿Qué dice?
Em palideció y sacudió la cabeza. Hamilton miró hacia otro lado.
—¿Qué dice? —rugí.
—Jesús. Dice: "¿Quién quiere unirse a la Dra. Swan en dejar Ellamore para siempre?"
—Oh, Dios.
Me dirigí a la puerta. Esta vez, me atraparon contra los malditos lavabos.
—Suéltenme, malditos sean.
—¿Qué vas a hacer? ¿Aparecer allí y confesar, así puedes caer con ella? Hombre, solo te queda un año de escuela. Estás muy cerca de conseguir todo por lo que has trabajado tan duro. Y no te olvides de tu familia. Jesús, Edward. Tu familia.
—Entonces, ¿qué esperas que haga? ¿Qué tome el camino del cobarde y la deje caer por los dos? Al diablo con eso.
—Piensa en esto, Masen. Piensa con el cerebro por un segundo. Nada de lo que puedas hacer la salvará.
Un gruñido escapó de mi garganta. Apreté los dientes y cerré los ojos, tratando de combatir la agonía, pero simplemente me siguió.
—Pero todavía puedes salvar a Rosalie. Y a Alex, y a Félix. Ellos no hicieron nada malo y serán los que más sufran junto contigo si tiras todo tu futuro y le admites algo al entrenador.
Sus palabras penetraron mi rabia hasta que me di cuenta de lo que acababa de decir. Entrecerré los ojos. —¿Cómo diablos sabes acerca de ellos?
La boca de Em se abrió. Y luego se cerró. Pareciendo incómodo de repente, desvió la mirada. —Mencionaste los nombres de tus hermanos.
—Pero nunca te he dicho... —Esto no tenía sentido—. Jesús, ¿qué sabes?
Apretó los dientes y me lanzó una mirada. —No sé nada, hombre. Nunca me has dicho nada acerca de tu vida en casa, excepto esos nombres.
Negué con la cabeza. —Entonces, ¿por qué sigues mencionándolos?
—Joder —siseó—. Ella me lo dijo, ¿de acuerdo?
Sin comprender en absoluto, solo parpadeé. —¿Qué?
—La Dra. Swan —murmuró, frunciendo el ceño.
—¿Bella? ¿Cuándo diablos hablaste con Bella?
—Jesucristo. —Em cerró los ojos—. La noche que la atrapamos con ese tonto profesor de historia. Me envió un mensaje y me pidió que me asegurara que estuvieras allí, así los verías juntos.
Mi boca se abrió. Giré la cabeza una y otra vez. Esto no tenía ningún sentido.
—Cuando me desaparecí por un rato después del incidente, fui a verla, para reprocharle por eso, y exigiendo saber por qué demonios te lo había hecho. Lo juro por Dios, hombre, pensé que te quería allí para volver contigo. No sabía…
Ondeé mi mano, callándolo. —¿Entonces por qué...? ¿Por qué ella quería que viera eso?
—Dijo... —Gruñó un sonido de irritación—, dijo que tenías que odiarla para que esto funcione.
No. De ninguna manera. Eso no sonaba bien. Mi corazón se hundió a mis rodillas cuando hice la pregunta temida. —¿Para qué funcione?
—Hombre, entonces ella lo sabía. Creo que sabía sobre la foto. Creo que alguien quería chantajearla por una buena calificación. Y se negó.
Se sacrificó a sí misma. Y se aseguró de que yo permanecería a salvo.
Manchas negras salpicaron mi visión y mis rodillas cedieron. Seth y Em me atraparon y me ayudaron a volver a una posición vertical. Moví la mandíbula, pero eso no alivió nada la angustia que fluía de mis extremidades.
—¿Dijo quién? —le pregunté, con voz baja, pero racional y constante. Creo que engañé completamente a Ten porque su agarre se aflojó mientras negaba con la cabeza.
—Se negó a decirlo.
No, ella no lo haría, ¿verdad? La terca mujer había hecho todo esto para protegerme; no le daría ninguna información a Em que podría cambiar sus planes.
Mierda.
Mi cabeza daba vueltas con todas las cosas que tenía que hacer, Em me miró directo a los ojos. Tragó saliva, pero no dijo nada. Por último, empujé rudamente en contra de él y Seth. —¡Apártense de mí!
Los chicos me liberaron en ese mismo instante. Tropecé un poco por la pérdida repentina de sus manos restringiéndome. Luego me tomé un segundo para inhalar un aliento fresco y despejar mi cabeza mientras arreglaba mi ropa. Cuando sentí como si estuviera en mi propio cuerpo de nuevo, miré a los dos chicos que me miraban con preocupación evidente.
—Gracias por el aviso. Pero... —Negué con la cabeza lentamente—, no puedo dejar que caiga sola. Empezamos esto juntos. Lo terminamos juntos.
Em hizo una mueca. —¿Cómo sabía que ibas a decir eso?
No trató de detenerme mientras acechaba a la puerta. Ambos chicos me persiguieron, pero los ignoré todo el camino a los vestuarios. Cuando entré, me detuve de un tirón, viendo la multitud de chicos, aullando y gritando, mientras se agrupaban frente al tablero de mensajes.
Vi rojo. Unos cincuenta idiotas estaban a punto de morir.
Pero Em me empujó a un lado y avanzó hacia adelante. —¡Entrenador! —gritó—. Pedazo de cobarde de mierda. Quite esa imagen de mi chica y yo del maldito tablero.
Con su rugido haciendo eco por toda la habitación, Em se precipitó en la multitud de chicos, empujándolos a un lado para llegar a la fotografía. Luego la arrancó y la rompió en pedazos.
El entrenador Jacobi apareció en la puerta de su oficina; un sujetapapeles en la mano. —¿Estás diciendo que eres tú el de foto, McCarty?
—Sí, señor, así es. ¿No podría notarlo por la mirada en su cara? Solo yo puedo dar tanto placer a una mujer.
Apreté los dientes y sacudí la cabeza. —Está mintiendo.
—No, los dos están mintiendo —dijo Seth desde mi lado—. Ese es mi brazo, entrenador.
—Jesucristo —explotó Jacobi—. ¿Los tres la follaron?
—No —espeté, cabreado por completo. ¿Cómo se atreven a deshonrarla así?
—Pero todos lo juraremos —se metió Em rápidamente, no dejándome defenderla—. Somos un equipo, y protegemos a nuestros compañeros.
—Sí. —Shadow, uno de mis defensores, dio un paso adelante—. No queremos perder uno de los nuestros solo porque tuvo suerte con la profesora más sexy en el campus. Así que soy yo el de la foto. —Es evidente que no era él. Su brazo era demasiado grueso como para pertenecer al de la persona en la foto.
—No, soy yo —gritó mi principal receptor desde su casillero. Puesto que su piel era muy oscura para coincidir con la mía, mentía descaradamente.
Algunos otros se metieron para protegerme, y yo solo miraba alrededor de mí sin poder hacer nada. Ellos no iban a dejarme caer con el barco.
Con un gruñido de disgusto, el entrenador se quitó la gorra y la tiró al suelo. —Bien —murmuró para la habitación en general—. Dejaré esto pasar en esta ocasión, ya que no atrajo ninguna atención de los medios. Pero si escucho que uno de mis chicos duerme con un maestro o entrenador, o un maldito conserje en este campus, estará expulsado de mi equipo. No me importa si tengo que deshacerme de todos y cada uno de ustedes. Esta mierda se detiene ahora. —Entonces salió hecho una furia de la habitación. Al salir, los chicos aplaudieron y gritaron como si realmente hubieran logrado algo.
Pero no gané nada. Bella aún había sido expulsada de Ellamore. Y sabía que esto iba a suceder, aunque haya tomado medidas para evitar que me atraparan con ella.
Me giré para gruñirle a Seth—: Ni siquiera tienes uno de esos malditos tatuajes.
Sonrió y se encogió de hombros. —Sin embargo el entrenador no se dio cuenta.
Negué con la cabeza y aceché hacia la puerta.
—Oye, ¿a dónde vas? —Em corrió tras de mí.
Me volví para señalarlo con un dedo amenazador. —Detente. Puede que hayas evitado que confiese, pero no me vas a detener en esto. Tengo que encontrarla.
—Pero ¿qué pasa con el entrenamiento?
—Que se joda el entrenamiento.
. . . . . .
Probé en su oficina primero. Salvo por un escritorio, computadora y estanterías vacíos, la habitación se hallaba completamente vacía. Pavor fuerte y frío se instaló en la boca de mi estómago mientras buscaba el mínimo rastro de su existencia. Pero hasta su pizarra de apuntes se había ido.
Dios, ¿hace cuánto tiempo había sido despedida? No podría haber vaciado su oficina en pocos minutos.
Enfermo del estómago, busqué en los pasillos hasta que encontré el nombre en una puerta que buscaba. Abriéndola, irrumpí adentro, haciendo que el Dr. Frenetti levantara la vista, sorprendido.
—¡Edward! ¿Qué te trae por aquí?
Estrechando los ojos, lo miré amenazadoramente. ¿Cómo se atreve a actuar amable conmigo después de lo que hizo con ella? —Tiene que traer de vuelta a la Dra. Swan. Hoy. Es la mejor maestra que su departamento ha tenido. —Solté una carcajada—. Es decir, la mujer me enseñó a apreciar la literatura. Y odio la literatura.
Con la expresión congelada de ira, deslizó su mirada sobre mí. Entonces sus ojos se abrieron mientras se detenían en mi tatuaje. Flexioné los músculos bajo este, cerrando las manos en puños a mis costados.
Así que el idiota finalmente se dio cuenta de quién era yo. Me alegro por él.
Frunciendo la boca con desagrado, me miró a la cara. —Lo siento, señor Masen, pero la Dra. Swan renunció. Ella no fue despedida. Me temo que no tenemos control sobre traerla de vuelta.
¿Renunció?
Parpadeé, confundido por ese pedazo de información. Pero algo en la sonrisa de Frenetti me hizo saber que no había sido una renuncia voluntaria.
—No —le dije con los dientes apretados—. Creo que se fue por lo que la hizo pasar. Y si cree que estaré de acuerdo con que la eche por mi relación con ella, entonces me subestima mucho, amigo. En este momento, podría patearle el culo sin un segundo de arrepentimiento.
Frenetti se echó hacia atrás en su silla. —¿Perdón?
—Tráigala. De. Vuelta.
—Las amenazas no funcionan conmigo, señor…
—La dejaré —dije en voz baja, acercándome—. Dejaré toda esta jodida universidad, dejándolo a usted complicado para encontrar un nuevo mariscal de campo el próximo año. ¿Está preparado para renunciar a una oportunidad real en el campeonato... así como así?
Devolviéndome la mirada, Frenetti se puso en pie y mantuvo su voz igual de ominosamente baja. —Usted deja esta universidad, y haremos esto público, asegurándonos de que cada estación de radio y televisión en el país sepa por qué usted y su putita fueron expulsados de Ellamore. Ella nunca encontrará otro trabajo en cualquier lugar de educación, y usted nunca será aceptado en otra universidad. Ambas vidas habrán terminado. Entonces, solo inténtelo, Masen. No tenemos ningún problema en destruirlo.
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