Muchas gracias por su apoyo, espero que esto les guste.
Oficialmente es el último episodio de esta historia.
Declaimer:
Naruto NO es mío, es de Masashi Kishimoto.
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Episodio
Final
Donde quiera que tú estés
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"Gracias"
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Euforia.
Esa era la palabra que describía a la perfección el ambiente que se percibía a su alrededor luego de que le informara a su familia la elección que había hecho. Hiashi y Neji estaban bastante ocupados apurando los tramites del pasaporte y la estadía en el hospital, incluso Hanabi había dicho que podía ayudar en la casa mientras su primo se encargaba de visitar la oficina de relaciones exteriores. Tenten había pedido un permiso en su escuela para visitarlos y apoyar en lo que se necesitara para los preparativos. Le sabia un poco mal darse cuenta que todos ellos habían estado esperando ansiosamente por eso. Y no es que no tuvieran miedo, al contrario, probablemente eran los que estaban más aterrados por las consecuencias que su decisión podía tener, pero, la esperanza era suficiente para mitigar cualquier otra clase de sentimiento.
Su familia era fuerte.
—Tan fuerte que dan miedo—susurró esbozando una pequeña sonrisa mientras miraba el lobby de la casa desde la baranda del segundo piso.
—¿Hmm? ¿Hinata-neesama?—escuchó la voz de Hanabi y giró el rostro sólo para verla subir los escalones lentamente.
—Oh, estás en casa—pronunció despegándose de la barra de madera—. Bienvenida—exclamó, la menor cabeceó a modo de reverencia.
—Estoy de vuelta—murmuró—, ¿qué haces en este lugar? ¿No estabas en el hospital con Yamada-sensei y papá?
—Regresé antes, al parecer había algunos formularios que se debían llenar con ayuda de Kirishima-sensei así que tenían que esperar a que saliera de una operación—explicó acercándose a ella.
Hanabi la observó fijamente por unos segundos. Un par de círculos negros lograban apreciarse bajo sus ojos y su piel estaba ligeramente más pálida.
Lucía cansada.
Sin embargo, todavía sonreía.
—¿No irás con Onii-san hoy?—cuestionó acomodándose un mechón tras la oreja.
—¿Eh?
—Has estado yendo a su casa estos días, ¿no?
Sus mejillas explotaron en rojo vivo.
Honestamente, no estaba acostumbrada a que su hermana menor supiera la verdad. Aunque no era su intención esconder su relación con el morocho como si fuera un secreto que debía llevarse a la tumba, simplemente no había encontrado una oportunidad para decirles sobre su querido gato. El tema no salía a colación y no es como si alguna vez se hubiera enfrentado a un escenario en el que debía introducir al hombre que amaba con los miembros de su familia. Quizás sería bastante incómodo, después de todo, ambas partes eran suficientemente reservadas como para iniciar una guerra fría. Seguro que nacía una nueva era de hielo en su casa al dejarlos uno frente al otro sin haber preparado el terreno primero, lo cual, a decir verdad, le costaba un poco aterrizar. No obstante, Hanabi le había tomado con la guardia baja cuando le entregó unos boletos para un recital que había ganado en un sorteo de su club, y luego le dijo que los utilizara para tener una cita apropiada antes de marcharse.
Decir que se sorprendió era quedarse cortos con la reacción que sufrió debido a sus palabras.
Ni siquiera sabía en qué momento habían cruzado sus caminos o bajo cuáles circunstancias se había suscitado dicho encuentro. Tan sólo esperaba que no hubiera sucedido nada de lo que quedar avergonzada. Su hermana era un poco descarada cuando se trataba de extraños y ni que decir sobre aquellos quienes se acercaban a ella con intenciones sospechosas; tan sólo tenía que recordar las incontables veces que la menor de los Hyuuga se había involucrado en peleas cuando ambas estaban en primaria. Jamás logró que la castaña lo admitiera a viva voz, pero sabía muy bien que ella le atesoraba tanto que nunca dejó que alguien se burlara de su condición débil.
Ahora que lo pensaba bien, tanto Sasuke como Hanabi eran igual de orgullosos.
—Hoy tiene turno en el bar—soltó en un suspiro luego de despabilar sus pensamientos, la menor ladeó el rostro.
—¿No podía cambiarlo?—emprendió el paso hacia su habitación.
Hinata la siguió de cerca.
—No, el dueño le pidió que ayudase desde temprano este fin de semana—entraron al cuarto de la castaña, quien dejó su mochila sobre el escritorio y luego se dirigió hacia el pequeño peinador que tenía junto a la ventana para quitarse los adornos que se había puesto en el cabello.
—Ah, realmente qué está haciendo mi cuñado dejando a su linda novia sola antes de la fecha de vuelo—masculló por lo bajo con una expresión lúgubre en sus facciones, frunció el ceño y fijó su vista en el broche con forma de panda que le había obsequiado uno de sus compañeros del Club en el intercambio de Navidad.
—¿Dijiste algo?—Hinata se asomó por su costado izquierdo.
—¿Tenten-nee y Neji-niisama fueron de compras?—se apresuró a decir para desviar su atención.
No tenía caso molestarse por los detalles.
—Sí, dijeron que tendríamos Yudofu Nabe* para la cena de hoy—musitó con suavidad.
Hanabi sonrió dejando de lado el pequeño broche.
—Entonces saquemos la mesa baja del ático y pongámosla en la sala, ya que tendremos Nabe, ¿no es la mejor opción? —propuso virando hacia su hermana—. No es tan pesada así que las dos podremos con ella—agregó entusiasmada, la peliazul asintió en respuesta—, me cambiaré y luego iremos a hacer eso, ¿vale?.
—Vale—concedió la ojiperla sentándose en el borde de la cama revestida de frazadas rosadas y lilas.
—Bien—asintió y giró hacia el armario para tomar su cambio de ropa. Le lanzó otra pequeña sonrisa y luego salió de la habitación para dirigirse al baño.
Hinata río ante la emoción de la menor por la olla caliente, era como una niña pequeña.
Tan tierna.
Echó los hombros por delante y dejó salir un sonoro suspiro antes de dejarse caer sobre el colchón. A veces deseaba que el tiempo se detuviera en esos pequeños momentos llenos de paz y felicidad.
Sí, definitivamente era feliz.
Tan feliz que no se arrepentiría de nada si los dioses decidían que ese fuera su último día en la tierra.
Había tenido una buena vida.
Quizás corta, pero sin duda alguna había hecho su mejor esfuerzo para que cada segundo valiera la pena.
—Me pregunto si te sentías de la misma forma mamá—susurró recordando el rostro de su madre, quien, a pesar de todo, siempre lució una expresión dulce.
No había ni una sola memoria en la que ella no mostrara esa sonrisa tan resplandeciente, y según su padre, incluso lo hizo al final.
Ah, ella había sido tan valiente.
Sus orbes divagaron en lo alto del techo y por un segundo sintió muchas ganas de llorar.
Pero no lo haría.
Ya no lloraría más.
Había derramado demasiadas lágrimas hasta el momento. Se había jurado a sí misma que sólo tendría permitido dejar escapar su llanto cuando todo llegara a su verdadero final. Tal vez no era fuerte como hacía creer a todo el mundo, pero no era demasiado tarde para comenzar a serlo. Había muchas personas a su alrededor que le darían la fuerza y el apoyo que ella tanto necesitaba, e incluso si su destino lograba alcanzarla, no se lo reprocharía a los cielos. Después de todo, habría hecho todo cuanto estaba en su poder para dar la última batalla.
Sonrió.
—Tienes una cara muy extraña—Hanabi se asomó por el marco de la puerta.
Hinata se enderezó de golpe al escucharla.
—¿Cuánto tiempo llevabas ahí?—cuestionó sintiendo un sudor frio correr por su espalda.
—Un poco más y te habría visto haciendo una pose de buda—bromeó la menor.
Hinata trató de no reírse.
—¿Qué? ¡No viste nada entonces!—acusó levantándose para pararse frente a ella y despeinarla cariñosamente.
—¡Hey! Acabo de hacerlo en el baño—reclamó tocándose el peinado que la mayor le había "desordenado" con sus acciones.
Se miraron la una a la otra por un par de segundos y luego prorrumpieron en una carcajada cómplice.
—Vamos por la mesa.
—Sí.
Aun si debía despedirse llegado el momento, podía estar orgullosa y con la cara en alto por todos sus esfuerzos.
No había vivido en vano.
El cantar de las aves fue sutil, pero constante. Armonizaba perfectamente con la luz solar que bañaba la ciudad aquella mañana. El clima era agradable, ni muy frío ni muy cálido, aunque el cambio de estación todavía no ocurría, ya se podía percibir como algo inminente. Dirigió su mirada oscura hacia las copas de los árboles que adornaban el camino hacia la entrada del instituto y pudo percibir los pequeños botones verdosos de las flores y hojas en sus ramas. Sonrió bajo la mascarilla que siempre utilizaba y correspondió los saludos de aquellos estudiantes que al igual que él, llegaban temprano a las aulas. Kakashi se preguntó si alguna vez se había detenido a observar lo maravilloso que era poder vivir una vida simple y tranquila como esa, quizás era algo en lo que no podría haber reparado si no hubieran ocurrido tantas cosas en los últimos meses, sin embargo, agradecía haberse dado cuenta de ello justo en ese punto de su vida. Estaba a tiempo para poder atesorarlo.
—Oh, buenos días, te has caído de la cama el día de hoy—la voz de Asuma le recibió con enjundia apenas puso un pie en la sala de maestros.
—Buenos, supongo que fue lo mismo contigo—devolvió mientras se quitaba parsimoniosamente el abrigo para colgarlo en el perchero junto al archivero.
—Que va, en realidad ha sido porque no pude pegar ojo en toda la noche, es muy estresante organizar las cosas de la boda—suspiró encogiéndose de hombros—. Kurenai no me deja tomar un respiro y cada día parece que surgen más y más detalles por arreglar, sin mencionar sus cambios de humor por cualquier pequeñez—se quejó mientras vertía el contenido de la cafetera en su taza blanca.
Asuma y Kurenai habían anunciado su matrimonio hace poco menos de una semana, lo que realmente no había sorprendido a nadie. Tsunade les había dicho que, a pesar de sus esfuerzos, probablemente ni siquiera los estudiantes eran ajenos a la relación entre ambos, y que realmente no entendía por qué habían estado tratando de mantenerlo en secreto de todos si los noviazgos entre docentes no estaban prohibidos.
—Es normal en su estado, ¿sabes?
El Sarutobi suspiró sonoramente.
—Lo sé, los primeros meses son una montaña rusa de emociones por las hormonas—agregó pasándose una mano por el cuello—, pero eso no lo hace más fácil…
Kakashi lo observó fijamente.
—Ya pasará…
—Es lo mismo que me dice Obito, al parecer Rin estaba igual—comentó.
—Es bueno que tengas a alguien que te comprenda—exclamó el Hatake mientras arrastraba la silla de su escritorio para poder sentarse—, deberían hacer un grupo de padres primerizos o algo parecido—burló.
Su amigó lo fulminó.
—Ya te quiero ver a ti cuando estés en nuestros zapatos—ladró—, vas a estar peor…
—¿Huh? Oye, no es bueno desear mala suerte a los demás—regañó—, además para convertirme en padre primero necesitaría tener a alguien… ya sabes, no soy un organismo unicelular—apuntó.
—¿Qué demonios? ¿No tenías algo serio con esa amiga tuya con la que bebes últimamente?
—¿Con Hanare?
Asuma enarcó una ceja.
—Espera, ¿ese no es el nombre de tu ex?
—Sí, lo es, pero no es lo que estás pensando.
—Oh sí, cómo no…
—Antes que ex, somos amigo, ¿de acuerdo?—indicó al tiempo que encendía su computador para poder extraer unos materiales que necesitaba para su clase de ese día—. Además, no creo que ella considere reciclar una relación pasada.
—Bueno, si usas la palabra reciclar, no creo que alguien quisiera hacerlo—murmuró dando un trago al amargoso liquido negro—, en cambio sí lo ves más cómo una segunda ronda, suena mucho más permisible—se detuvo al notar algo extraño en sus palabras, giró bruscamente la cara hacia el peliplata y le apuntó con un dedo—, ¡Oye, espera un segundo!—gritó abriendo los ojos de par a par—. ¡¿Dijiste "no creo que ella considere", eso quiere decir que tú sí?!
El silencio fue y vino entre los dos.
Oh, había sido un poco vago en sus palabras.
Kakashi se puso de pie.
—Yo…
El sonido de una puerta abriéndose lo interrumpió.
—Muchas gracias Directora—la voz suave que provino del interior de la oficina principal fue algo que reconoció de inmediato.
—No, gracias a ti, dile a tu padre que procesaré la solicitud ante el comité de educación—la rubia le acompañó hasta el marco de la puerta.
Ya que la fecha de su vuelo sería antes de la graduación, se había visto obligada a entregar un formulario especial para que le eximieran el resto de sus asistencias para el curso. Afortunadamente habían llevado al cabo las evaluaciones intermedias y si todo iba bien con su petición, sólo debería entregar unos folletos para que su certificado de egreso no fuera retenido por las inasistencias que tendría más adelante. Dadas las circunstancias de su retiro, era plausible que no hubiera un gran contratiempo al respecto. Sin embargo, le sabia un poco mal hacer eso justamente cuando faltaban dos meses para la graduación.
—Gracias—giró un par de pasos más adelante para dedicarle una profunda reverencia—, lamento los inconvenientes que esto traerá para usted—susurró un poco apenada.
—Está bien, aunque es una pena que suceda justo en esta época.
Hinata se sorprendió un poco al ver a Kakashi en su cubículo, y éste le regresó la misma mueca.
—Está bien, no se puede evitar, es mi culpa por decidirlo tan tarde—aseguró sonriendo—, entonces si me disculpa, me retiraré primero—despidió enderezándose, les dedicó un breve cabeceo a ambos hombres antes de abandonar el lugar
Kakashi miró interrogante a Asuma y éste sólo atinó a sacudir la cabeza como muestra de su desconocimiento sobre dicha reunión.
—Tsunade-sama, buenos días—saludó—, ¿sucede algo con Hyuuga?—cuestionó acercándose a la mayor.
—Oh, Kakashi, buenos días—respondió cruzándose de brazos mientras se recargaba en el contorno de la puerta—, y sobre eso, ya que tú eres alguien que también sabe la situación, supongo que está bien si te lo digo…
—¿Disculpe?
Un extraño escalofrío le recorrió el cuerpo por completo.
Tenía un raro presentimiento.
Bostezó.
Recargó la cabeza contra la puerta de su anaquel y se preguntó quién demonios había inventado los deberes de limpieza. Si no fuera porque esa semana era uno de los encargados de ello, ahora mismo estaría todavía abrazado de Morfeo mientras disfrutaba de su quinto sueño. Se rascó la nuca y arrastró los pies por la duela.
—Esto debería ser un crimen contra la humanidad-ttebayo—susurró con los ojos entrecerrados por la pereza de haberse levantado temprano.
—Naruto-kun, deberías tener cuidado.
Una mano chocó de pronto contra su frente.
Aturdido, pestañeó varías veces y luego enfocó su vista en la dueña de la extremidad que había evitado justo a tiempo la colisión de su rostro contra una de las columnas del pasillo principal.
Ojos grandes y perlados lo recibieron.
Su corazón dio un salto.
Ciertamente había decidido darse por vencido con sus sentimientos por ella, pero, aun así, todavía se sentía feliz cada vez que coincidía con su mirada.
Hinata lucia tan resplandeciente como siempre.
—Buenos días Hinata-chan—sonrió de oreja a oreja con esa sinceridad tan característica en él.
—Buenos días Naruto-kun.
—Gracias por eso—apuntó el pilar, la Hyuuga sacudió la cabeza para restarle importancia.
—¿Estás en el turno de esta semana?—cuestionó entrelazando las manos por detrás de su espalda.
El Uzumaki asintió.
—Si no fuera así, seguiría soñando con mi enorme tazón de ramen ilimitado—bromeó y ella soltó una leve risa melodiosa.
—Suena a algo que sólo tú soñarías—concordó cubriéndose la boca.
—¿Y tú?—inquirió—, ¿no es demasiado temprano para que estés aquí? Además, ¿no se supone que estabas viniendo a la escuela con el Teme?
Ella sintió que sus pupilas se contrajeron un poco y luego desvió el rostro hacia un lado.
—Cierto, pero hoy tenía algo que hacer antes de que todos llegaran—dijo acomódense una crin tras la oreja.
Su vista se nubló.
Naruto la miró confundido.
—¿Sucede algo?
—¿Eh?
—Luces extraña—acusó inclinándose hacia delante, sus ojos quedaron a la misma altura gracia a ello—, ¿estás bien?
Su pecho se estremeció. Naruto era alguien bastante perspicaz. Obviamente notaria que algo estaba fuera de lugar.
—No es nada, sólo estoy un poco triste—confesó, él siempre había sido alguien bastante honesto y amable. Por lo tanto, no le parecía correcto tratar de ocultar sus emociones.
—¿Triste? ¿Por qué? ¿El bastardo de Sasuke te hizo algo-ttabayo?— exclamó atolondrado.
La peliazul se apresuró en levantar las manos para negar vehementemente.
—No, no, claro que no, él no hizo nada malo, en realidad ha sido bastante maravilloso—soltó ligeramente nerviosa.
Una sensación de ardor le atajó la boca del estómago.
—¿Sí…? Entonces, ¿Por qué…?
—Hoy vine a entregar la solicitud de retiro justificado a Tsunade-sama—explicó—, ya sabes… por el viaje… no podré asistir el resto del curso, así que debo pedir una exención para el certificado ya que no podré estar presente para los exámenes finales y bueno… al menos quiero ser una graduada de aquí.
Ah, cierto, ella se iría dentro de poco.
La curva de sus labios se esfumó.
Recordó las palabras que ella les había dicho durante el almuerzo del viernes pasado y se preguntó cuán tonto tenía que ser para olvidar que su ausencia era algo que no ocurriría por sólo un breve momento. En realidad, no había una fecha de retorno, y naturalmente era un asunto que debía resolver con la escuela debido a eso. Sin embargo, aún le parecía algo insólito el hecho de que Hinata había decidido tomar el riesgo que suponía una operación como la suya. Un acto tan valiente como ningún otro, tanto así que dudaba mucho tener las mismas fuerzas para llevar al cabo tal voluntad si estuviera en su lugar. Honestamente era un idiota, así que sabía muy bien que no era capaz de entender lo mucho que ella debió haber sufrido con su enfermedad todos esos años, además que ni siquiera se atrevía a intentar decir que la compadecía, porque de alguna forma sentía que eso sería más un insulto que un apoyo.
Probablemente pensaba así porque sólo era una persona ajena a los problemas que le habían estado siguiendo toda su vida. No llevaban tanto tiempo de conocerse, y aun si tenía sentimientos por ella, eso no le daba el derecho a involucrarse más allá de lo que un amigo lo haría.
Tenía las manos atadas.
Lo único que podía hacer por ella, era rezar al cielo que la operación funcionara.
—Todo estará bien-ttebayo—alzó una mano y con un poco de dubitación, le tocó la cabeza.
Hinata respingó.
Sus dedos acariciaron temblorosamente la coronilla de la muchacha y después de un par de segundos, la palmeó cariñosamente. Tragó saliva y acto seguido la sostuvo por los hombros con firmeza, haciendo de esto un vano intento de transmitirle un poco de coraje a través de su tacto, como si eso bastara para mantener sus nervios bajo control, aunque dudó por un segundo que eso no fuera más bien un acto de auto consuelo.
—¿Naruto-kun?—cuestionó aun estupefacta por sus acciones, él inclinó el rostro y sus ojos buscaron furtivamente los de la Hyuuga
—Estás ansiosa, ¿no es así? —su lengua se secó un poco, y por un segundo vaciló que las palabras correctas fueran a salir de sus labios—, todo estará bien, te lo aseguro-ttebayo.
La muchacha abrió la boca para decir algo, pero ningún sonido salió. Apretó sus belfos rosados y utilizó una de sus manos para tocar los dedos de la mano recién recuperada del zorruno joven.
—Parece que no puedo ocultarte esas cosas, ¿huh?—sonrió cálida.
—Eso es porque tu cara es muy transparente Hyuuga—la voz de un tercero los tomó a ambos con la guardia baja.
Se giraron hacia su izquierda sólo para encontrarse con la silueta delgada del profesor de literatura.
—Kakashi-sensei—corearon al mismo tiempo.
El mayor ladeó el rostro y se acercó tranquilamente al par que le miraba atentamente. Naruto soltó su agarre y dio un paso hacia atrás para establecer de nueva cuenta la distancia adecuada.
—No debería entristecerte lo de la solicitud, piensa que sólo es un atajo—levantó un dedo y sus ojos se arquearon en una sonrisa que no pudieron observar debido a su máscara quirúrgica.
—Ay, no sea tan vago diciendo eso—reclamó el Uzumaki frunciendo las cejas.
—¿Huh? Pero es un mejor escenario, ¿no lo crees?—alzó ambas manos y se encogió de hombros.
—Oh, ¿es así?—Hinata trató de contener la risa, pero fue en vano—, supongo que puedo verlo como si estuviera haciendo una jugada en el juego de serpientes y escaleras—rio para sí.
Los dos hombres se miraron de soslayo y luego la secundaron por lo bajo.
—Entonces la fecha de tu vuelo ya fue confirmada, ¿verdad?—cuestionó carraspeando.
Hinata clavó sus perlas en los ónix del Hatake.
—Sí, ayer hicieron las reservaciones.
—¿En serio?—Naruto la miró asombrado—, entonces deberíamos prepararte una fiesta de despedida o algo así, ¿no lo crees-ttebayo?
—Oh, no es necesario Naruto-kun, no creo que haya demasiado tiempo para eso por los preparativos—formuló—, pero muchas gracias por la intención.
—Vale, supongo que entonces más que una despedida, será mucho mejor organizar tu fiesta de bienvenida—se llevó una mano a la barbilla.
El ambiente se tensó.
El silencio reinó entre los tres y el Uzumaki se preguntó si había sido demasiado impertinente con esa idea.
—Naruto…—el peliplata lo miró seriamente.
—Ah, lo sien…
—Sí, yo creo que sería mejor hacer eso—Hinata levantó sus puños en un ademán de positivismo—, eso me gustaría mucho más—aseguró sonriendo alegremente—, sin embargo, también creo que debería despedirme una vez que llegue el momento—fijo su mirada en cada uno de sus rostros y luego volvió la cara hacia el exterior del edificio—, no quiero irme sin decir adiós…
El alma se les partió en dos.
—Vale, si eso quieres… lo haremos—concedió apenas recompuesto el profesor.
—Sí—Naruto sintió un nudo en su garganta, pero trató de sonar lo más tranquilo y alegre posible para que ella no sospechara lo demoledoras que habían sido sus palabras.
¿Cómo es que podía ser así cuando se trataba de esas cosas?
¿Su corazón no se destrozaba siquiera un poco?
No, no era eso, si lo hacía, pero…
Probablemente esa era la fortaleza de una persona que había estado viviendo lado a lado junto a la muerte, un poder extraño que ninguno de ellos jamás podría comprender.
Ah, cuánta envidia.
Hinata cabeceó a modo de respuesta.
Se alejó un par de pasos y las miradas de ambos cayeron en su espalda. Giró sobre la parte redonda de sus pies e inclinó el cuerpo un poco hacia delante mientras se posicionaba entre los anaqueles de tercer año.
—Estoy muy agradecida con ambos—empezó—, por todo lo que hicieron antes y por lo que siguen y seguirán haciendo en el futuro, no creo que mis palabras sean suficientes para expresar lo mucho que han hecho por mí y por Sasuke, pero por favor, acéptenlas—se inclinó ante ellos—. Y, sobre todo, lamento haberlos molestado tanto. Espero ser capaz de compensárselos.
Naruto apretó los puños.
Las heridas que apenas habían sanado, dolieron de nuevo. Un cumulo de sentimientos se le anidó en el pecho al verla hacer aquello, y aunque quiso corresponder, lo cierto es que no tenía ninguna palabra en su cabeza que fuera lo suficientemente apropiada para no terminar revelando la naturaleza de sus emociones hacia ella.
Eso no sería correcto.
Ya había perdido cualquier oportunidad para ello.
Kakashi por otro lado, sintió un picor raro en la base de su pecho. Como un centenar de agujas calientes que fundía una parte de su alma. Recordó todas las veces que ella había hecho precisamente lo que les estaba agradeciendo y a pesar de sentirse avergonzado, no pudo dejárselo en claro, ella no necesitaba una verdad como esa. Lo único que serviría, sería una pequeña mentira blanca.
Y estaba dispuesto a dársela.
—Está bien Hyuuga, no fue una molestia, sólo era lo correcto—aceptaría el crédito sólo por esa vez.
Después, trataría de vivir honestamente y ser verdaderamente fuerte como ella creía.
Hanare tenía razón, si aquello no era amor, se parecía mucho. Esa era la única explicación que podía haber detrás de sus palabras.
—Gracias—se enderezó poco a poco.
De alguna forma, sentía más ligera el alma.
El autobús se detuvo e inmediatamente atinó a ponerse de pie. Pasó cuidadosamente entre los asientos del transporte que debía utilizar para llegar a su parada como si estuviera atravesando un campo de minas. La bolsa plástica que cargaba en su diestra crujió al bajar los pequeños escalones de la puerta trasera, iba cargado con algunos cuantos comestibles que había comprado en el supermercado de camino a casa. Esa misma mañana se había terminado la ración de arroz y vegetales, por lo que había decidido comprar unos cuantos ingredientes para la cena y ya luego organizaría su tiempo para pasarse por el mercado el próximo fin de semana, si tenía suerte, seguro que conseguía algunas cuantas ofertas, como siempre, vivir solo era un trabajo bastante difícil, pensó mientras avanzaba suavemente por la acera. Tardó alrededor de unos seis minutos en vislumbrar las casas que colindaban con su edificio y dejó que su vista vagara en las formas oblicuas de las estructuras que la luz del atardecer pintaba de un color anaranjado difuminado. Aquella tarde no tenía trabajo en el bar, pero había tenido que encargarse de otras cosas en la escuela, razón por la cual no le había dicho a Hinata que se encontraran.
Ah, realmente la echaba de menos.
No habían podido pasar demasiado tiempo juntos en los últimos días, y primero muerto que soltar alguna frase cursi sobre extrañarla a viva voz. No estaba en su sistema ser tan sincero con eso, no obstante, de lo que estaba seguro era que las pocas horas que podían verse el uno al otro en la escuela, resultaban insuficientes. Quizás era muy tarde para arrepentirse de su decisión, pero una parte de él sabía que la muchacha necesitaba descansar tanto como le fuera posible. El ajetreo de los preparativos de la cirugía debía ser algo agotador, sobre todo considerando que ella tenía que someterse a un sinfín de estudios y análisis para enviar los datos al hospital en Alemania. La verdad es que no le agradaba la idea de que ella se fuera a ir tan lejos, su corazón dolía con el sólo pensamiento de no poder ser capaz de ver su rostro en cualquier momento que quisiera, no obstante, debía sobreponerse a ese sentimiento, ella había deseado hacerlo. Llegados a ese punto, no tenía ningún derecho a comportarse como un estúpido egoísta, había sido él y sólo él, quien le había pedido que hiciera todo cuanto fuera posible para quedarse a su lado.
Y ella lo había aceptado.
—Lo intentaré.
Su voz trémula resonó en lo profundo de su memoria. Esa pequeña espalda había lucido tan lejana durante una fracción de segundo que, por un breve momento, dudó en ser capaz de alcanzarla si estiraba la palma de su mano hacia ella. Hinata siempre lograba sobrepasar sus expectativas, ella no era una persona fuerte, lo sabía de sobra, pero, tampoco era débil.
—Trataré de quedarme—esa era una promesa que no podía hacer, pero al menos tenía la intención de enfocar todos sus esfuerzos en lograr que su voluntad no se viera mermada.
Por todo eso, y mucho más, es que no podía anteponer sus necesidades a lo que era mejor para Hinata. Frunció los labios y chistó la lengua, pensar en ello, hacía que su humor se fuera directo a la mierda.
Pese a que nunca fue una persona que se molestara en preocuparse sobre los sentimientos de alguien más, lo cierto es que cuando se trataba de la Hyuuga no podía reconocerse. Ella prácticamente se había trasformado en el centro de su universo.
Tal como un sol que atraía a los planetas con su gravedad y no los dejaba marchar.
Lo gracioso en todo eso, es que él estaba encantado de ser arrastrado. No le desagradaba para nada estar bajo la influencia de un sol moribundo. Ella lo había cautivado hasta ese punto. Probablemente era mucho más fácil admitir eso, que cualquier otra cosa.
Él, estaba irremediablemente enamorado.
—Estás en casa—la puerta de su apartamento se abrió de golpe cuando estaba a punto de meter la llave, sus ojos azabaches fueron inmediatamente capturados por aquellas perlas que conocía tan bien.
—Hinata—su voz sonó un poco extraña, pero eso no impidió que ella reaccionara en cuanto sus oídos captaron la forma en como le llamaba.
Sonrió.
—Bienvenido a casa—ladeó el rostro y un poco de color le adornó la cara.
—Yo…—apretó inconscientemente la bolsa de sus compras, su expresión severa se suavizó y una sonrisa apenas visible le adornó los labios—, estoy de vuelta.
Nunca imaginó que volvería a decir esas palabras.
Luego de perder a sus padres, la única persona que lo dijo para él fue Itachi, pero cuando su hermano murió, no hubo nadie más que lo hiciera.
Hasta ahora.
Un calor extraño, le nació en la base del pecho.
—¿Tienes hambre? Cociné estofado—anunció entusiasmada—. Lamento haber entrado a la casa cuando no estabas, pero tenía ganas de verte hoy, y supuse que llegarías tarde así que iba a limpiar mientras te esperaba, pero… te vi llegar cuando estaba quitando la ropa del balcón—exclamó haciéndose a un lado para dejar que Sasuke pasara.
—No creo que estés tan arrepentida, parece como si lo disfrutaras en realidad—repuso él mientras dejaba las cosas sobre la mesa.
—¿Eh? ¿Es tan obvio?—susurró preocupada.
—Da igual—musitó.
Sus ojos taciturnos se apresuraron en observar todo a su alrededor. La Hyuuga había preparado algunos platos para acompañar el estofado, y en la sala había dejado el canasto con ropa recién lavada que, seguramente, iba a doblar más tarde. También distinguió la figura de Uchiwa, el cual dormía plácidamente a los pies de la cama mientras a abrazaba un nuevo juguete entre sus patas.
Las huellas de Hinata estaban en todas partes.
Ese lugar que antes solía ser tan gris y solitario, ahora estaba lleno de los vestigios de su existencia. Las melodías sin letra que ella solía cantar por lo bajo mientras limpiaba o cocinaba, se habían quedado grabadas en las paredes, y estaba seguro que, si cerraba sus ojos, podría ver su pequeña silueta danzando de aquí a allá, incluso su aroma flotaba en el ambiente.
Todo estaba lleno de ella.
También su corazón.
Siendo así, ¿Cómo podría seguir adelante cuando se marchara?
Un dolor punzante se anidó en la base de su pecho. Lamentablemente no tenía una respuesta lo suficientemente firme y convincente para eso.
¿Tan sólo tenía que aferrarse a todos esos recuerdos?
O quizás…
¿Podría estrechar sus manos en el futuro en lugar de ello?
—¿Sasuke?—Hinata le tocó el hombro para llamar su atención.
Giró el rostro.
Su semblante era brillante y sus ojos hermosos. Esa sangre que tintaba sus mejillas de un rojo brillante, era la misma que demostraba cuánta vida había dentro de ella justo en ese momento.
Su corazón aún latía.
Hinata estaba viva, estaba ahí, y estaba junto a él.
Aún si el mañana no era seguro, aún si ella se desvanecía en el aire, aún si lo único que quedaba al final eran los recuerdos de sus días juntos que resguardaba en lo profundo de su alma, estaba seguro que nada más importaba.
El presente, ese momento, durante ese segundo.
Ambos estaban existiendo.
—Idiota—masculló, aunque no iba dirigido a la muchacha.
—¿Huh? ¿Qué estás…?
—Tch—chaqueó la lengua y estiró las manos para atraparla.
Hinata se exaltó al ser besada.
El gato callejero mordió feroz a su pequeño sol moribundo.
La empujó contra el muro de la sala y sus manos velozmente se apresuraron a acariciarla. La tela de su suéter de lana color bermellón le estorbó de sobre manera y a prisas cortadas se deshizo del abrigo que lo aprisionaba. Separó sus bocas apenas un poco para respirar y luego volvió a fundirlas en un beso demandante y voraz. Tenía miedo de que sus emociones quedaran expuestas, pero en realidad ya no le importaba si al final fracasaba en ocultarlas.
La deseaba.
La extrañaba.
Y… la amaba.
…
Abrió los ojos poco a poco, dejó que su vista se enfocara en las luces que se colaban por el balcón, la quietud de la noche era débilmente rasgada por la respiración acompasada que chocaba contra su pecho. Movió su cabeza apenas un poco y distinguió la mata revuelta que serpenteaba por su tórax desnudo. La dueña de esos suaves mechones que le provocaban ligeras cosquillas se acurrucó entre sus brazos. No pudo evitar sentir unas incontrolables ganas de despertarla e iniciar de nuevo aquella batalla de caricias y suspiros que habían practicado un par de horas atrás, pero se contuvo. Enroscó sus brazos alrededor de su estrecha cintura y dejó que sus piernas se mezclaran bajo las sabanas. Enterró la nariz en la coronilla ajena y trató de gravar en su memoria ese olor a flores que tanto la caracterizaba.
Ah, mierda.
Ella lucía tan linda que ni siquiera dudo un segundo antes de tumbarla sobre la cama y denudarla. Definitivamente había despertado un monstruo voraz aquel día que había probado su piel por primera vez y quizás esa parte nunca estaría satisfecha, mucho menos cuando el día de su separación estaba prácticamente a la vuelta de la esquina.
Nunca tendría suficiente de ella.
—Me haces cosquillas—susurró la de ojos perlados removiéndose inquieta entre sus brazos.
Sasuke gruñó y permitió que ella se separara un poco para verlo directamente a los ojos.
—Vuelve a dormir.
—No creo que pueda—aseguró—, tengo hambre.
Sasuke enarcó una ceja y automáticamente se enderezó.
—¿Hambre?
—Sí…—asintió avergonzada, el moreno presintió que, si no hubiera sido por la falta de luz, podría haber visto el color de los tomates que tanto adoraba en sus mejillas suaves.
—Vale, no se puede evitar entonces—apretó las puntas de sus dedos con suavidad, un gesto lleno de ternura, y de separó de ella para levantarse de la cama.
Buscó a tientas sus ropas, y le pasó las suyas a la muchacha que se aferraba al edredón como si su vida dependiera de ello. Cosa que no era demasiado coherente considerando que él había visto absolutamente todo. También había besado y lamido cada parte y superficie, así que ese pudor le resultaba gracioso, y encantador, de su parte. Meneó la cabeza y disimuló la sonrisa boba que sus labios habían dibujado sin querer, aun debía mantener la fachada alguien estoico y tranquilo, ya que querer actuar diferente a eso resultaba realmente estúpido.
Se encaminó hacia la cocina, y encendió la luz del cuarto mientras estaba en ello.
—¿Qué haces?—indagó curiosa parándose a su lado dentro del espacio de la cocina.
—Tú cocinaste esto, así que no debería desperdiciarse—tajó.
Algo suave rozó las piernas de Hinata.
—Uchi-kun, ¿te despertamos?—cuestionó al ver como el felino de pelaje negro bailaba entre sus pies, se inclinó suavemente y lo cogió con cuidado.
El gato ronroneó.
Sasuke le miró de soslayo.
—A ti no voy a alimentarte ahora, ella ya lo hizo en la tarde—advirtió sabiendo que él sólo hacia eso cuando quería ser mimado.
—¿Huh? Pero podemos darle un premio, compré algunos hace poco—repuso la peliazul.
—No, se pondrá más gordo—gruñó encendiendo el fuego.
Hinata y Uchiwa se miraron.
—Ya escuchaste a papá—susurró—, no dejará que mamá te de una merienda de medianoche, lo siento—le acarició la zona detrás de las orejas y el minino cerró sus ojos dejándose consentir un poco.
Sasuke rodó los ojos.
—No deberías tratarlo como si fuera un niño humano.
—Tal vez no sea humano, pero sigue siendo nuestro niño—le dio un pequeño beso en la nariz.
El Uchiha chasqueó la lengua, por Dios, se estaba poniendo celoso de un gato.
—Como tú digas.
—Vale, ya te bajo—masculló al sentir que el gato forcejeaba un poco para ser liberado.
Uchiwa aterrizó sobre sus patas delanteras y luego atinó a caminar elegantemente hacia el balcón que tenía la puerta abierta lo suficiente para que él entrara y saliera.
—No me veas tanto—pidió al notar que la Hyuuga había centrado toda su atención en los movimientos que estaba realizando para hacer el recalentado.
—Lo siento, estoy tratando de memorizarlo—se excusó ladeando el rostro.
Su larga melena bailó.
—Tonta.
—Hablo en serio.
—¿Hmm?
—Quiero recordar tu rostro justo así—se acercó nuevamente a él y pasó las manos por su cintura para abrazarlo por la espalda.
—Vas a quemarte.
—No lo haré—se movió junto a él mientras movía el contenido de las ollas.
Sasuke bajó la intensidad de la llama y el sonido del gorgoteo mermó el mutismo del cuarto. Un olor sabroso llenó sus fosas nasales, sin embargó, ella prefirió ignorarlo un rato. Después de todo, no quería que su estómago sonara. Tan sólo se concentró en la calidez de su espalda y los latidos del moreno que vibraban bajo sus palmas.
—¿Todo está listo?—preguntó poniendo fin al silencio que se había instalado entre ambos.
Hinata supo a qué se refería.
—Sí.
—¿Sigues segura de querer hacerlo? —sostuvo sus manos con mucho cuidado, Hinata entrecerró sus ojos ligeramente y recargó la frente contra los omoplatos de su querido gato callejero, él siempre lo preguntaba.
Desde el día que ella lo hizo seguirla al hospital, Sasuke cuestionaba si ella estaba segura sobre su decisión.
—"No hagas las cosas si no es lo que realmente deseas tú."
Ella no tenía por qué complacerlos.
No necesitaba tratar de luchar por algo que no quería.
—Sí, estoy segura, no te preocupes por eso—restregó su frente.
Sasuke la detuvo.
Apagó el fuego y tomando sus manos con cuidado, giró dentro del abrazo de ella para invertir su posición y quedar de frente. Deslizó sus manos por la cintura de la joven y en un movimiento rápido y sutil, la sostuvo de la cadera para levantarla del suelo. Echó la cabeza hacia atrás para verla bien una vez se hubo asegurado de estarla cargando sin problemas.
Al fin y al cabo, ella no pesaba nada.
—¡Ah, Sasuke…!
—No voy a bajarte—bufó apretándola.
—Pero es vergonzoso.
—No me importa.
—Eres malo.
—Nunca dije que fuera bueno—sonrió de medio lado y ella sintió sus mejillas arder.
—Eres injusto—reclamó dándole un pequeño golpe en el hombro.
—Oh vaya, así que sabes pegar—burló.
—Tienes suerte de que no me pueda enojar contigo, sino sería realmente doloroso—aseguró haciendo un puchero, él enarcó una ceja con escepticismo.
—¿Quieres que te haga enojar para averiguar si es verdad?—preguntó.
Hinata lo miró mal.
Soltó los hombros del moreno y capturó sus mejillas con firmeza poco antes de agacharse para estampar sus labios contra los de él.
—No quieres ver eso—susurró contra su boca.
—¿Ah, sí?—murmuró entre besos y caricias.
—Sí, también puedo ser malvada—afirmó.
Sasuke se echó a reír.
—Bueno, te creo—la besó de nuevo.
Sin embargo, eso no era una burla, sabía muy bien que ella podía ser verdaderamente cruel, y lo peor de todo, es que no era porque ella lo deseara.
Incluso lo estaba siendo justo en ese momento.
A pesar de que había decidido apoyarla, lo cierto es que le era imposible sentirse tranquilo desde aquel día. Verla esforzarse en atrapar esa última esperanza, le revolvía el pecho de forma extraña. Quería quedarse así, justo como estaban en ese momento, uno en brazos del otro. Conversando y riendo por cualquier cosa banal y estúpida. Ignorando el tictac del cronometro que acortaba su vida y existiendo en su pequeño infinito. Pero eso no podía ser para siempre. Aun si el final era doloroso, tenían que ser valientes y afrontar la incertidumbre del destino que estaba por venir.
Sólo engañarían al tiempo por un par de segundos más, pretenderían que eso era lo que los humanos llamaban eternidad.
El sonido de coche era constante y terroso, miró a través de la ventana y sus ojos dibujaron las siluetas de los edificios que se difuminaban poco a poco debido a la velocidad con la que viajaban. Aquel día, se había levantado más temprano de lo normal. De hecho, había sido bastante difícil conciliar el sueño la noche anterior, los nervios la habían dejado bastante inquieta por causa del vuelo que abordaría en menos de un par de horas. No era la única. Hanabi le había hecho repetir la lista de cosas que llevaba en su bolsa de mano por lo menos unas diez veces durante el desayuno, y supo que esa era la forma en que ella demostraba su inquietud. Neji por otra parte, había estado actualizando la aplicación de la aerolínea cada tres minutos, cómo si el no ver la tabla de escalas lo hiciera estar tenso. Hiashi se había hecho y deshecho el nudo de la corbata frente al espejo del pasillo tantas veces que, probablemente, había desgastado la tela. Tenten había tratado de mantener los ánimos arriba mientras ayudaba a su primo con la navegación. Sin embargo, era un poco difícil conversar son decir algo que trajera a colación la zozobra que los atacaba.
—¿Yamada-sensei y Krisihima-sensei ya están ahí?—cuestionó Hiashi cuando el motor del auto se apagó dentro del aparcamiento.
—Sí, estarán esperando en la puerta de abordaje—respondió el castaño abriendo la puerta simultáneamente junto a su novia.
Hanabi le estrechó la mano a Hinata, y ésta en respuesta sonrió al tiempo que se desabrochaba el cinturón de seguridad.
—Ya veo—masculló cogiendo las valijas de la cajuela.
—Déjeme ayudarle con eso—Tente se apresuró en tomar el equipaje.
—Padre, ¿te aseguraste de tomar todos los documentos del estudio? —su segundogénita le miró inquisitiva y éste apuntó el maletín que colgaba de su hombro.
—Lo revisé varias veces, están todos—aseguró.
—Neji-niisan, ¿lograste conseguir eso?—Hinata caminó tranquilamente rodeada de su familia hasta la entrada del aeropuerto.
—Sí, lo puse en su bolso anoche—le sonrió.
—Gracias—exclamó cabeceando un poco.
Las personas a su alrededor iban y venían en un flujo ligeramente acelerado. Después de todo, ese lugar era frecuentado por una multitud de personas tan diversas como fugaces. Seguramente ninguno de ellos sospecharía de la historia del otro, no obstante, aunque fuese por un breve momento, compartían el mismo aire y tiempo. Algo intangible, pero poderoso, algo que, sin lugar a dudas, influía en sus propias vidas de alguna manera.
—Iré a hacer el registro del equipaje—Neji miró a Tenten y ésta asintió empujando las dos valijas negras que arrastraba junto a ella.
—Entonces nosotros nos adelantaremos hacia la terminal—avisó el mayor.
—Vale.
—Hinata-neesama, deberíamos ir por ese lado—indicó la flautista al tiempo que estiraba la mano para apuntar hacia uno de los largos pasillos del enorme aeropuerto que estaba lleno de gente.
Después de todo, era medio día.
—Está bien, vamos—asintió estrechando su agarre.
Sus manos eran pequeñas, pensó.
Sin embargo, ahora que se fijaba bien, Hanabi había crecido mucho desde la última vez que había prestado atención a dicho detalle, casi igualaba su altura, y las facciones de su cara ya no eran tan redondas como en su niñez, seguramente a partir de ahora, ella seguiría cambiando, más y más, y eso la hizo preguntarse cuánto de eso sería capaz de ver con sus propios ojos. El tiempo era cruel, pero sabio, avanzaba recto y sin piedad, las personas, los lugares y las cosas, envejecían, y tarde que temprano todas y cada una de ellas desparecerían de este mundo.
De alguna forma, eso la hizo sentir un poco más tranquila.
No era la única que estaba condenada a ese destino, simplemente su cronograma era ligeramente más corto que el de otros humanos. No obstante, pese a ser algo que todo ser vivo estaba condenado a sufrir, no le parecía estúpido del todo intentar agregar más páginas al libro de su vida.
Quería ser capaz de ver cómo su hermana menor se volvía adulta, quería ver a su padre acumular arrugas y canas, quería ver a su querido primo concretar una vida plena al lado de la persona que amaba y, sobre todo, deseaba desde lo profundo de su pecho seguir creciendo junto a Sasuke.
—¡Hinata-chan!—la escandalosa voz del Uzumaki atravesó el mar de sonidos que la rodeaban, haciendo que despertara de sus ensoñaciones gracias a ello.
—¿Huh?—pestañeó ligeramente aturdida y giró el rostro hacia su izquierda.
Observó cómo el rubio muchacho caminaba veloz entre el tumulto y notó que, además, estaba acompañado por Kakashi-sensei y Sakura.
—¿Por qué…?—comenzó cuando el bermejo se paró frente a ella con el cuerpo inclinado para tomar un poco de aire.
—Uff, pensamos que no llegaríamos a tiempo—exclamó la Haruno sonriendo cálidamente hacia la de cabellos azulados.
—¿Hinata?—Hiashi le llamó inquisitivo y ella lo miró con las cejas levemente arqueadas.
—Ah, padre, lo siento, ellos son mis amigos—presentó—, Naruto-Kun, Sakura-san, Kakashi-sensei, ellos son mi familia—pandeó la mano de un lado a otro entre los dos grupos.
—Buenas tardes—la pelirosa inclinó su cabeza en una muestra de respeto, e inmediatamente codeó a Naruto para que imitase su acción. Kakashi, por otro lado, hizo una pequeña reverencia.
—Entiendo, supongo que han venido a despedirse—los miró brevemente correspondiendo sus saludos, luego, fijó su perlada mirada en el rostro de Hinata—, está bien, nosotros seguiremos—concedió.
—Gracias—murmuró.
Hanabi se mordió el labio inferior, no muy dispuesta a dejarla, más sabía que, aunque deseaba quedarse pegada a ella hasta que el momento de partir llegara, no podía hacerlo.
—Tómate tu tiempo—murmuró la menor.
Acto seguido la soltó y se alejó junto a su padre.
—Lo haré.
Sus labios se curvaron ante las acciones tan amables de su familia. Quizás no eran las personas más comunicativas del planeta, pero al menos, lograban ser bastante considerados con sus sentimientos.
Siempre estaría agradecida por eso.
—Así que finalmente ha llegado el día, huh— el Hatake fue el primero el cortar el silencio.
—Sí.
—Debes tener mucho cuido cuando estés allá—pidió Sakura mientras se apresuraba a cogerla entre sus brazos—, si tienes tiempo cuando estés allá, llámanos, estaremos felices de que lo hagas—sus ojos temblaron y de alguna forma sintió ganas de llorar al ver su cara.
Naruto le tocó el hombro suavemente.
Sakura respingó y sacudió su cabeza para espantar el escozor que amenazaba con atacarla. Aflojó su agarre y trató de poner su mueca más animada. Lo que necesitaba ahora, no era desmoronarse en llanto.
A pesar de haber sido por poco tiempo, le había cogido bastante cariño a Hinata.
—Lo harás bien-ttebayo—el rubio estiró su brazo derecho hacia la Hyuuga y le ofreció su puño en un extraño intento de que lo chocara.
Hinata alzó ambas cejas y luego se rio para sí misma cubriéndose la boca con un poco de timidez. El joven de facciones zorrunas le correspondió el gesto y esperó paciente a que ella lo imitara.
No obstante, ese choque nunca llegó.
La peliazul suspiró suavemente y dando un paso al frente, lo abrazó.
—Gracias, Naruto-kun—su expresión se hizo más dulce y suave.
El Uzumaki se estremeció.
Estrechó su mirada azulada y con las manos temblándole un poco, la estrujó. Enterró la nariz en su hombro y no pudo evitar notar que el perfume de su cuerpo tenía un ligero olor a lavanda.
Ah, mierda, no quería soltarla.
—¡Lo lograrás-ttebayo!—exclamó cerrando los ojos con fuerza, estaba luchando contra las irremediable ganas de seguir fundido en ese abrazo—, ¡Estoy seguro de que ganaras!— se obligó a soltarla.
La sostuvo de los hombros con firmeza.
—¡…!
—¡Tú puedes Hinata-chan!—alentó palmeándola.
Ella ensanchó la curva de sus labios.
—Sí…—susurró—, ¡Lo haré!—profirió enérgica.
Kakashi carraspeó desde un costado.
Los presentes le miraron. Ahora fue su turno de dar un paso al frente. Alzó una bolsa de papel blanca frente a la muchacha.
—Es un vuelo largo, así que me tomé la liberta de elegir esto para ti—comenzó, la ojiperla recibió el paquete, bastante curiosa por lo que contenía, miró en el interior.
Sus orbes se ensancharon.
—Muchas gracias Sensei—declaró observando un par de libros.
El peligris arqueó los ojos, como siempre su rostro sonriente permaneció oculto por la mascarilla.
—Cuídate Hyuuga—suplicó.
—Lo haré—aseguró.
Su corazón se estrujo.
Había conocido a tanta gente maravillosa, que estaba extasiada.
—¿Sasuke-kun no vino a despedirte? —cuestionó la Haruno rebuscando en los alrededores la silueta del susodicho.
—¿Eh?
—Ese bastardo no estaba en casa—Naruto complementó la idea de Sakura—, creímos que estaría aquí…
—Ah, eso… quizás haya ido al bar—se pasó una mano por el mechón que le cubría ligeramente la cara.
—Ese maldito Teme—gruñó.
—Basta—ordenó el profesor—, él sabe lo que hace—agregó con un deje de amargura.
¿Incluso al final seguiría lastimándola?
—Está bien—interrumpió la suave voz de Hinata, los tres atinaron a mirarla—, nunca prometimos vernos hoy—sacudió la mano libre—, ayer estuvimos juntos todo el día, así que fue suficiente para mí—pestañeó lentamente.
Un sentimiento incomodo los invadió.
Ella sonría, pero no era feliz.
—"Eres fuerte"—pensó el Uzumaki.
—Vale, si tú dices eso, no hay mucho que podamos decir—otorgó el mayor.
—¡Ah, demonios, eres demasiado adorable!—estalló la de cortos cabellos rosados volviendo a estrecharla—, ¡Tienes que ser mucho, mucho, pero mucho más feliz a partir de ahora-Shannaro!—vociferó dejando que un par de lágrimas se escaparan. Hinata la miró sorprendida por aquella pequeña exclamación y poco después asintió con la respiración entrecortada por el llanto contagioso de la joven.
—Sí…
Había sido muy afortunada.
—Ya es hora Hyuuga—el Hatake miró por sobre su hombro el gran reloj de la tabla de escalas.
Sin embargo, una parte de él, tampoco quería apurarla.
—Kakashi-sensei tiene razón-ttebayo—el rubio tomó a su mejor amiga de los hombros para alejarla—, es hora…
—Lo siento—se talló la comisura de los ojos para espantar las ganas de echarse a llorar—, gracias—hizo lo mejor que pudo para sonreír.
Su alma temblaba.
—Hasta luego Hinata.
—Nos vemos Hyuuga.
—Hasta pronto-ttebayo.
Ella se inclinó y poco después se enderezó.
—Adiós a todos—despidió ladeando el rostro.
Las despedidas eran inevitables, y todo principio tenía un final. Si no dijeran esas palabras, probablemente se quedaría incómoda para siempre.
Eso estaba bien.
Si debía separarse de aquellos a quienes apreciaba, tenía esforzarse en ganar la batalla que le esperaba, solamente de esa forma, habría oportunidad de que regresara. Sacudió la mano por unos cuantos segundos y en seguida se giró para darles la espalda. Emprendió el paso con firmeza y tragó saliva mientras mantenía fija la mirada en el camino que debía seguir.
Apretó las manos y aspiró una gran bocanada de aire.
—Tu cara luce tan extraña.
Se detuvo abruptamente.
—Sasuke…—sus ojos buscaron rápidamente la figura de su querido gato callejero y no pudo evitar dibujar una expresión desencajada al verlo parado tranquilamente junto a la entrada de área de abordaje donde su familia la esperaba.
Todos los sonidos del mundo se apagaron.
—¿Qué?—bufó cruzándose de brazos mientras estrechaba su oscura mirada.
—Viniste…
—¿Y qué?
Apretó los labios.
—Gracias—balbuceó con la voz hecha un hilo por la mezcla de emociones que la atacaban. Sasuke acortó la distancia que los separaba con tres firmes zancadas.
El universo se compuso sólo de los dos en ese preciso momento.
—¿Vas a llorar ahora?—preguntó cogiéndola del mentón.
Perla contra ónix.
—No…—sacudió la cabeza—, no voy a llorar—prometió acariciando la mano con que la tocaba.
Sus mejillas se colorearon.
—Mentirosa—escupió acunando su mejilla con la mano que tenía desocupada.
Hinata sonrió genuinamente.
—No voy a llorar Sasuke—estiró sus temblorosas manos hacia el rostro de él—, tú ya lo estás haciendo por mí…
Las gotas saladas inundaron su cara.
Había sido un reflejo, pensó molesto. En cuanto ella lo tocó, sus ojos se humedecieron. Sin embargo, pretendió no haberla escuchado e ignoró las acciones de sus estúpidos lagrimales.
—Tonta—rezongó inclinándose para chocar sus frentes.
Cerró los ojos.
Ella lo estrechó entre sus brazos.
—¿No vas a decirme adiós?—exclamó mirando hacia el techo con una expresión acongojada.
Él no respondió.
—…—pasó sus brazos por la pequeña espalda de Hinata y sintió los latidos irregulares bailando contra su pecho.
No le importaba estar rodeado de gente, mucho menos que sus acciones no pasaran desapercibidas, tan sólo quería estar así por un poco más. Esa mañana había luchado contra la idea de esconderse en un rincón mientras ella se marchaba. Una vocecilla en lo profundo de su cabeza le advirtió que ella no se lo merecía. Aunque había dicho que no haría cosas molestas, ya era demasiado tarde para arrepentirse, cuando menos lo pensó, ya estaba en el autobús que se dirigía al aeropuerto.
A pesar de su propia renuencia, lo cierto es que quería verla.
—Vale…—le acarició la nuca con sumo cariño—, podemos quedarnos así en lugar de eso—musitó amortiguando los pequeños espasmos que emitía el gato junto a sus sollozos ahogados.
Ah, mierda, incluso al final, era bastante emocional.
—…
—Gracias, Sasuke.
En verdad la amaba demasiado.
¿Cómo sería capaz de soltarla?
—Te odio tanto—susurró apretándola con fuerza.
—Ah, eso es un problema para mí, ¿sabes?—suspiró contrariada—, porque yo… te amo tanto…
Entonces lo entendió.
No tenía que hacerlo.
Ella había estado ahí para salvarlo, para extender su mano y mostrarle lo hermoso que era ser imperfecto y efímero. No necesitaba alejarla de su corazón. Aún si se separaban físicamente, supo que eso no los detendría nunca más. Después de todo, sus almas seguirían unidas más allá de eso.
Ojalá pudiera detener el tiempo.
Quizás ese sería el único milagro que pediría.
Pero nadie concedería tal deseo.
Su destino los había alcanzado.
Y él tan sólo debía aceptarlo.
Los meses pronto se acumularon en el calendario, y casi como si alguien hubiera presionado el botón de aceleración en la cinta de su vida, la primavera terminó en un parpadeo y sin pena ni gloria, junio adornó el almanaque de la sala. La graduación había sido un evento que probablemente no le interesaba mantener en sus recuerdos, más la parte molesta de ello fue ver el rostro lloroso de sus compañeros al finalizar la ceremonia, y si no hubiera sido porque Kakashi prácticamente le había obligado a asistir, ni siquiera hubiera tenido la intención de hacer acto de presencia. No era bueno tratando con esa clase de cosas y ya que no se había involucrado profundamente con ninguno de sus— ahora— excompañeros, le supo bastante extraño estar parado en medio de un mar de nostalgia y llanto. Recordaba era que el lugar había estado bañado en los colores y las fragancias de los cerezos en flor, y de alguna forma sintió que había sido una pena que Hinata se marchara un par de semanas antes de la graduación, lo cual, siendo honesto, le parecía un mal chiste. Ella ni siquiera pudo terminar adecuadamente su vida escolar. Quizás era algo banal, y tal vez ni siquiera era tan importante como parecía, más algo en su cabeza no dejaba ir esa idea y mucho menos al recordar las innumerables veces en que la Hyuuga trató de convencerlo para que disfrutase su tiempo restante en el instituto. Probablemente era un hipócrita al decir todo aquello, pero la verdad es que Hinata siempre lucía feliz cuando hablaba de la escuela y su tiempo juntos en ella.
¿Cómo lo había dicho?
Ah sí, "era divertido".
Esas palabras se repitieron una y otra vez durante las interminables charlas unilaterales que ella entablaba con él al dirigirse a casa y, muy en el fondo, pensaba igual. Durante más de un año, no había cruzado una idea similar por su cabeza. En realidad, en más de una ocasión pensó que sería mejor abandonar la escuela, ya que era algo en lo que sinceramente no se sentía interesado. La única razón por la que nunca entregó una carta para dimitir, probablemente fue debido a que era algo realmente molesto y engorroso.
La vida era un dolor en el trasero, bufó.
Kakashi había logrado que eligiera una academia de preparación de las tantas opciones que le había buscado para ayudarlo en la búsqueda de un mejor futuro, y aunque tenía bastante tiempo para elegir lo que quería hacer con su vida de ahora en adelante, lo cierto es que no sabía todavía a qué quería dedicarse. No es como si hubiera tenido algún sueño en específico, y tampoco había algo que quisiera hacer desesperadamente. Se sentía como un barco flotando a la deriva, el viento soplaba y lo llevaba con él, no había nada que le llamara la atención lo suficiente y dudaba mucho que encontrar su vocación fuera a ser algo fácil. Ya había visto cuán dificultoso podía ser el tomar una decisión como esa. Era bastante arduo tratar de vivir como lo hacía cualquier persona normal.
Tan agotador.
Pero no se echaría atrás sólo por eso. Lo había prometido. Seguiría avanzado poco a poco, dando un paso a la vez y sin apresurarse demasiado. Día con día, aprendería cómo tenía que atesorar su única y preciosa vida.
Lo cual, siendo honestos, era un poco extraño.
Como si al haber tanto tiempo sumergido en la oscuridad se hubiera vuelto extremadamente sensible a la calidez y a la luz. No obstante, casi podía jurar que el mundo que lo rodeaba no lograría asustarlo de nuevo. Ya no era un niño agazapado en una esquina, sus días como un gato arisco y callejero habían terminado hacía bastante tiempo atrás. Le costaría, pero en definitiva sería una persona que lograría estar orgullosa de su vida.
Lo había prometido.
Después de que Hinata se marchase, no había recibido ningún mensaje desde entonces.
Realmente no podía enojarse por ello, había sido él y sólo él quien le había pedido que evitase contactarlo desde el extranjero. Había alegado que sería una molestia coincidir en el horario, pero lo cierto es que no se creyó capaz de soportar el escuchar su voz y extrañarla debido a eso.
Y es que no era tan fuerte como creía.
Cada mañana, se mentía al decir que podía soportarlo. Incluso si la operación fallaba y Hanabi, quien tenía la instrucción de informarle si algo malo pasaba con su hermana, llegaba un día a su puerta para arrancarle el corazón con sus palabras. No podía decir a ciencia cierta que lograría asimilarlo tranquilamente. No obstante, una parte de sí lo sabía muy bien: Nunca estaría preparado para perder a Hinata.
Pero jamás lo admitiría, incluso si debía ser un mentiroso por el resto de su vida, seguiría adelante con esa farsa.
Viviría sin importar nada.
—¿Desea confirmar la cita?—cuestionó una dulce voz al otro lado de la línea mientras abría la puerta de su departamento.
—Sí—respondió seco.
—Entiendo, entonces corroboro los detalles, está apartando cita para un chequeo de un angora negro de tres años, también desea realizar una desparasitación y un baño, ¿es correcto Uchiha-san?—nunca imaginó que terminaría siendo serio respecto al cuidado de ese gato callejero.
Pero ahí estaba, cargando una transportadora que la casera del edificio le había prestado mientras hacía una cita con el veterinario.
Era gracioso y molesto al mismo tiempo.
Quién diría que realmente terminaría aceptando que Uchiwa era parte de su vida. Un miembro más de esa nueva familia que comenzaba a armar desde cero. Si su yo de hace un año lo viera, seguramente le daría una patada.
Ah, qué más daba.
—Sí.
—Entiendo, podemos recibir a su mascota a partir de las 3 de la tarde.
—Sí.
Terminó la llamada luego de un par de detalles más y dejó escapar un suspiro profundo al bajar el teléfono.
—Meow—Uchiwa se restregó contra sus piernas y él lo miró desde arriba.
—Ni siquiera creo que entiendas lo costoso que estás siendo con esto—exclamó inclinándose para cogerlo de la cintura.
Hinata había sido muy explícita al pedirle que lo cuidase apropiadamente en su ausencia. Ni siquiera él era tan dedicado con sus propias consultas, y eso que estaba en medio de un tratamiento.
Menuda cosa.
Sacudió la cabeza y se dispuso a probar si el felino cabía en la caja de plástico con asaderas. Se le hacía un poco… gordo para ese espacio. Quizás debía disminuir los bocadillos para gato que le estaba dando últimamente, aunque no era totalmente su culpa. Aparentemente, Naruto se había vuelto bastante apegado al peludo compañero del Uchiha y cada que podía le daba premios y mimos cuando iba e invadía su casa. Uchiwa gruñó al tratar de meterlo en el interior de la trasportadora y golpeó sus manos con las patas. Sasuke respingó y trató de cogerlo firmemente al notar su lucha por liberarse e impedir que lo encerrara.
Saltó.
De alguna forma había sido capaz de empujar sus manos lejos, y haciendo gala de esa molesta destreza felina, se escabulló de entre sus dedos y corrió veloz hacia la cocina. Sasuke se irguió automáticamente y con el orgullo herido, dio largas zancadas hacia el gato. Uchiwa hizo las orejas hacia atrás y se apresuró a trepar el frigorífico para tratar de ocultarse en la parte superior de éste.
Los orbes negros le fulminaron incesantemente.
—Oh no, no te atrevas a jugar esa carta, bastardo—reclamó el Uchiha alzando los brazos para tratar de cogerlo.
—¡Grrr!—el minino rebuznó y rascó la superficie con sus patas traseras, haciendo que polvo y pelusas le cayeran de lleno en la cara.
Algo duro chocó contra su nariz.
—¡Hey!—profirió tocándose la zona afectada.
Con el ceño fruncido a más no poder, miró rápidamente el arma que el condenado animal había utilizado para romper su concentración.
Alzó una ceja.
Un pedazo de papel pulcramente doblado yacía sobre el suelo de la cocina. Lo tomó un tanto extrañado, y una vocecilla en su cabeza le advirtió sobre el autor de semejante escondite digno de una novela de misterio. Hinata era la única que podría haber tenido la osadía de esconder lo que parecía ser una carta.
La abrió lentamente.
No sé cuándo encontrarás esto, pero espero que no haya pasado tanto tiempo, hice lo mejor que pude para esconderla…
Bueno, tenía que darle un punto por ello, definitivamente nunca se le hubiera ocurrido buscar en un lugar que estaba tan fuera de su vista, así que de alguna forma agradecía que ese condenado gato fuera tan inquieto como para mostrárselo justo cuando trataba de meterlo a la transportadora.
Hay tantas cosas que quiero decir, y estoy bastante segura que no me dejarás despedirme como se debe. No te gusta esa clase de cosas así que ya lo puedo ver.
Me pregunto qué estás haciendo ahora, seguramente estarás molesto por haber hecho algo tan problemático e innecesario, honestamente, casi puedo imaginar tu cara de fastidio, lo siento de antemano…
Su boca se torció en una sonrisa espectral, ella había sido bastante certera con esa afirmación, pero más allá del enojo por lo complicado del medio de entrega, estaba más intrigado por las palabras que ella había confiado a la suerte.
Sasuke, ¿Pude volver a casa?
El moreno se detuvo justo en esa línea y una picazón extraña le arañó la garganta. Sentía la boca seca pero no tenía sed. Seguramente ella ni siquiera pensó lo cruel que era esa pregunta.
—Te estás tomando demasiado tiempo para eso, idiota— susurró estrechando la mirada.
Yo… espero que sí.
Dime, ¿estás leyendo esto a mis espaldas?, ¿estoy a tu lado?, ¿fui yo quien te la dio?, y lo más importante de todo: ¿somos felices y estamos juntos?
Un nudo le anidó en el pecho.
Sí… por alguna razón tu respuesta es no, lo siento.
Realmente quería volver a ti, quería estar a tu lado por más tiempo y, sobre todo, quería amarte más de lo que ya lo hago.
La verdad es, me he preguntado muchas veces cuándo fue que todo esto comenzó, ¿habrá sido ese día en el que saltaste frente a mí? O ¿tal vez fue cuando Kakashi-sensei te pidió que me ayudaras? Aunque quizás, mis sentimientos comenzaron mucho antes de eso.
Sí, soy bastante tonta por tener esos pensamientos, pero en verdad creo que esto estaba destinado a suceder desde hace mucho tiempo atrás.
¿Quizás lo dioses nos dieron este regalo?
Últimamente no dejo de pensar en eso, y si es cierto, estaría muy feliz de haber recibido una oportunidad así.
Me pregunto sí te sientes de la misma forma.
No cambiaría nada de lo que vivimos si es que me dejaran volver el tiempo hacía atrás.
Estoy tan agradecida de encontrarte, que volvería a hacer todo desde el principio, incluso si eso significa tener que dejarte otra vez.
Soy bastante egoísta, lo sé.
Me aseguraré de compensártelo en la siguiente vida si es que no podemos volver a vernos en esta.
Y quisiera que eso sonara menos triste, pero no sé cómo.
Lo siento.
Se detuvo un segundo, y echó la cabeza hacia atrás para espantar el escozor que amenazaba sus corneas.
Maldita sea, esa estúpida costumbre de Hinata se le había quedado pegada.
Te amo.
Por favor, recuérdalo.
Y donde quiera que tú estés, mi corazón siempre estará contigo.
Las últimas líneas se veían un poco borrosas y se preguntó cuánto habría llorado ella al escribirlas.
Gracias por todo.
Adiós.
Acarició la tinta corrida al final del papel y su núcleo se removió inquieto al saborear el significado de esa oración que dejó su corazón un tanto desolado.
Hinata estaba despidiéndose.
Ella sabía que tal vez no sería capaz de regresar a pesar de todos sus esfuerzos, nada era seguro y sólo el destino y la vida misma tenían el veredicto final. Aun así, Hinata había decidido enfrentar a la muerte en una última partida y no quedaba duda de que era lo suficientemente consciente de la otra cara de su moneda como para dejar preparadas esas palabras que, tal como había dicho, él no le dejaría decir por sonar como esas malditas banderas de muerte que siempre saltaban en los dramas estúpidos y llenos de cliché que sólo se pintaban rumbo a la tragedia romántica que eran.
—Tonta—susurró—, aunque te dije que no aceptaría esa mierda, ¿te atreviste a decirlo?, eres bastante terca…
Bajó lentamente el papel y acto seguido dirigió su par de orbes negros hacia la ventana del balcón.
El viento cálido, característico del verano, sopló gentil para revolverle los cabellos.
Cerró los ojos con fuerza.
Uchiwa salió de su escondite y maulló hacía él, casi como si le estuviera preguntando si estaba bien, y por su parte, Sasuke abrió sus parpados para mirar los ojos del gato.
Estiró la mano hacia el felino de melena negra y el animal olisqueó sus dedos antes de restregarse contra su palma y proferir un ronroneo grave.
—"¿No vas a decirme adiós?"
Recordó las palabras que la peliazul había dicho en el aeropuerto la última vez que se vieron.
—No, no voy a despedirme—repitió tomando a Uchiwa entre sus brazos.
Recorrió la puerta del balcón lo suficiente para poder ingresar a éste y miró la inmensidad de la ciudad.
Ah, ese mundo era tan grande.
Las copas verdes de los árboles se mecieron con la brisa fresca que provenía del norte. Los sonidos animados de los niños que jugaban en el jardín del complejo se entremezclaron con el cantar de las cigarras. La luz del sol se reflejó en los cristales de las ventanas y las nubes danzaron parsimoniosas en el firmamento. Parecía un paisaje sacado de una postal veraniega. De pronto sintió que era tan pequeño como un grano de arroz. El mundo que los rodeaba era colosal. Tan vasto y amplio que no se detendría si cualquiera de esos granos perdía el camino. Sin embargo, seguía siendo una parte importante en el mecanismo del universo. Quizás no cambiaría el destino del planeta con sólo respirar, pero sí podía cambiar su propio futuro y el de las personas que lo rodeaban.
Los humanos tenían ese extraordinario poder.
—¡Hey, Teme, compré Yakitori*, vamos a comerlo juntos-ttebayo!—Naruto gritó ruidosamente desde la entrada del edificio al verle parado en el palco.
—¡Idiota, se va a estropear si lo sacudes así! —Sakura le pegó una colleja a modo de regaño.
El susodicho los vio manotear y discutir a sus anchas mientras avanzaban por el patio del complejo. Se preguntó en qué momento había permitido que ellos dos entraran de nuevo en su vida con esa libertad, quizás había sido cuando Naruto le impuso su presencia luego del accidente o tal vez ocurrió cuando Sakura le lanzó la premisa en el almacén de la biblioteca. Sin embargo, sabía muy bien que independientemente del cuándo o dónde, había sido por y gracias a esa entrometida chica que había llegado a su vida.
Ella lo había cambiado.
Debía admitirlo.
Hinata Hyuuga había sido el más extraño e inesperado regalo que el cielo le había enviado.
Sasuke entrecerró los ojos y luego bajó el rostro al sentir que Uchiwa le tocaba la cara con sus felpudas patas delanteras.
—Es bastante injusto—masculló levantándolo frente a su cara para que sus miradas estuvieran a la par
—…—las orejas de Uchiwa se movieron graciosamente.
—Este mundo sin ti, es insoportablemente aburrido, pero…—entrecerró sus ojos apenas un céntimo—, no está tan mal…
Sin embargo, que el mundo siguiera siendo tan precioso aun y cuando uno de los dos faltaba, era en verdad, bastante odioso.
Sí, quizás nunca se acostumbraría al vacío que había en su corazón y probablemente le costaría más de un par de décadas aceptar que tal vez ella nunca volvería a mirarlo con esos ojos brillantes que tanto amaba.
No obstante, ya sea que Hinata regresara o no, él había aprendido una cosa demasiado trivial, y real, gracias a ella.
—Meow—Uchiwa golpeó su barbilla con la parte superior de su cabeza.
Sasuke suavizó su mirada.
—No me estoy despidiendo—aseguró recargando su frente contra la del gato—. Los dos la estamos esperando, ¿verdad?
—Meow—casi pareció que el minino le entendió.
Volvió a separarse de él y clavó la oscura mirada en el cielo azul que cubría la ciudad.
—Deberías apresurarte… Hinata.
Las palabras de despedida, nunca fueron algo que un gato callejero pudiera decir en primer lugar.
Ellos no estaban acostumbrados a eso, después de todo, eran seres caprichosos que llegaban a tu vida tal como les placía y se iban de ella de la misma manera. Probablemente Hinata era más parecida a uno de lo que él alguna vez lo sería.
El que debía aprender a decir adiós, no era el gato callejero llamado Sasuke Uchiha, sino aquella hermosa y caprichosa gata que había invadido su mundo dejando una parte de sí en cada rincón de su alma.
Independientemente del rumbo que tomara su futuro, él sabía muy bien que, si seguían existiendo en el mismo universo…
Tarde o temprano, ambos volverían a encontrarse.
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Incluso si la noche llega y no me puedes ver sosteniendo tu mano, incluso si el viento azota y no me puedes sentir abrazándote e incluso si dices mi nombre y no me puedes oír contestando, yo estaré ahí.
Lo prometo.
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FIN
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Espero que les haya gustado. Muchas gracias por sus Reviews, Follows, y Favs. Me alegra saber que les gusta esta historia, en serio. Lamento los errores, trataré de corregirlos.
Y hemos llegado al final de esta historia, sé que fue un camino largo y probablemente hubo muchas cosas que no pude expresar por mi propia incapacidad, pero estoy muy agradecida por todo, y espero que lo hayan disfrutado tanto como yo.
Como pueden ver, realmente aún no es el "final" aunque le haya puesto esa palabra, todavía me falta un poco de su historia por contar, pero la historia principal siento que ya dio todo lo que podía.
El domingo de esta semana subiré el epilogo, ya lo tengo, sólo lo estoy puliendo, por lo tanto, agradeceré su paciencia para ello.
1*Yudofu Nabe: El Yudofu Nabe (湯豆腐鍋) de Kioto es un plato simple, hecho con agua caliente, algas kombu y tofu silken.
2* Yakitori: (焼き鳥 lit. «pájaro asado a la parrilla») es un tipo de brocheta de pollo japonesa, también conocida como kushiyaki (串焼 lit. «brocheta de pollo»).
Muchas gracias.
Sin más por el momento. Esperaré ansiosa sus comentarios.
Akari se despide por el momento.
¡Yanne!
