Para Bella, con amor
Esta historia es una adaptación, no me pertenece
Al final de la historia daré el nombre original y el de la autora
Los personajes pertenecen a Stephanie Meyer
Capítulo 29
POV Edward
Y así es como perdí a la mujer que amaba.
Después de amenazarme, Frenetti me ordenó que me fuera de su oficina. Caminé hasta la casa de Bella. Se hallaba a alrededor de tres kilómetros del campus. Hice el viaje una serie de veces antes, pero hoy, no podía moverme lo suficientemente rápido, no podía llegar a ella lo suficientemente pronto.
Cuando llegué allí el lugar se encontraba silencioso y abandonado, su auto se había ido y todo estaba oscuro. Golpee la puerta de enfrente sin éxito. También le escribí y llamé a su teléfono, pero la línea fue directamente al buzón de voz.
Si no fuera por el vacío en mi pecho, podría haber sido capaz de convencerme de que ella no existió en absoluto.
. . . . . .
Me salté el resto de mis clases esa semana. El semestre se acercaba rápidamente a su cierre; sabía que no debía arruinar todos mis progresos. Pero no podía actuar adecuadamente. Quería a Bella de vuelta
Los chicos de Forbidden reorganizaron nuestros horarios, así que tampoco tenía que trabajar. Demonios, incluso mi hermana paró de llamarme. Debí haberla herido demasiado cuando le grité después de descubrir lo de su bebé. Y no importa cuántas veces me disculpé por enojarme con ella, sentí que perdimos algo vital en nuestra relación.
Probablemente debí haberla llamado para comprobarla, dado que hacía tiempo no me llamaba. Pero no podía encontrar fuerza de voluntad. Entonces, no hice nada, solo me quedé en el recinto, viendo mi teléfono, esperando a que Bella finalmente respondiera uno de mis mensajes.
Con el paso de dos días, reduje mis mensajes a solo citas para su colección. Ya le dije todo lo que podía pensar en decirle acerca de todo lo demás. Ahora solo tenía que recordarle que seguía aquí. Esperando. Amándola.
Cuando un golpe sonó en la puerta de mi apartamento el sábado en la noche, salté, sin aliento. Probablemente lucía como una mierda. No me bañaba desde hace al menos tres días, quizá cuatro. Y llevaba los mismos pantalones de chándal y remera desde… quien sabe cuándo. Tal vez perdí mi rasuradora para siempre. Pero si Bella se hallaba aquí…
En mi prisa por llegar, trepé sobre la desorganizada mesa de café, rebosante con bebidas energéticas y envoltorios de bocadillos. Después de golpear mi rodilla contra la esquina, avancé cojeando y al fin tomé el pomo de la puerta, abriéndola.
Pero no era Bella.
Entrecerré los ojos a Riley, con la desilusión hiriendo mi pecho. —¿Qué demonios haces aquí?
Rodó los ojos. —Aparentemente soy tu niñera. Em y el virgen están preocupados y aterrorizados por ti. Piensan que no es seguro que estés solo ahora, y dado que ambos trabajan esta noche. Fui elegido para cuidar de tu inestable trasero.
—¿No es seguro que esté solo? —repetí con incredulidad—. ¿Qué demonios piensan Em y Seth que voy a hacer? ¿Lastimarme?
—Oye, les dije que eras un chico grande, pero… —Se encogió de hombros—. Emmett insistió. Creo que el chico tiene un viejo enamoramiento contigo.
Con un fuerte suspiro, di un paso atrás y abrí la puerta para él. —Bueno, sería bueno que entres si no te irás.
—Uh… —En lugar de dar un paso hacia adelante, Riley dio uno hacia atrás—. En realidad, en lugar de eso podrías venir conmigo. Tenía planes antes de que la Batiseñal apareciera para que viniera corriendo a tu lado.
Resoplando, dejé escapar una risa, negando con la cabeza. —De ninguna manera, amigo. No iré contigo a alguna cita obscena. No juego a la tercera rueda.
Rió entre dientes. —Contrario a la creencia popular, no tengo un revolcón cada noche de la semana. Y por suerte para ti, me atrapaste en una noche libre. Jasper necesitaba que lo ayudara a reparar una basura de auto antiguo que compró. Me dirigía hacia allí para comprobar que funcionara.
—¿Jasper? —Elevé mis cejas con interés—. No sabía que ustedes fueran tan amigos.
—Sí, ahora somos los mejores amigos por siempre. —Rodó los ojos, en combinación con el sarcasmo seco en su voz. Riley explicó—: Cuando supo que también trabajaba en un taller de carrocería, me pidió que me hiciera cargo de su nuevo vehículo, y me ofrecí a revisarlo. Allí es a donde me dirigía cuando tus chicos llamaron. Entonces… ¿vendrás conmigo o qué?
Me detuve. No quería no salir en caso de que Bella volviera, pero diablos, sabía que no volvería. Cuando me llegó la comprensión, apreté mis dientes y miré hacia otro lado. De pronto no quería quedarme aquí toda la noche, sintiendo lastima de mí mismo.
—Seguro —murmuré—. Déjame asearme primero.
. . . . . .
—Entonces ¿qué pasa contigo y la Novia Profesora? Supongo que están separados y por eso hemos tenido que reorganizar todos nuestros horarios y ahora estoy en vigilancia de suicidio.
Le eché un vistazo a Riley, desde el asiento del pasajero de su auto, algún clásico que él modificó a la perfección. —Tú no tienes… que cuidarme, no voy a hacerme nada. Estoy bien. Pero sí, nosotros… —La palabra se quedó atascada en mi garganta y tuve que carraspear—, terminamos. Hace una semana, pero lo superé.
De acuerdo, no lo superé del todo. Pero ya no sentía la urgencia de embriagarme y meterme en su clase. Claro, si ella todavía tuviera una clase a la que ir.
Mierda. La culpa me golpeó de nuevo. Ella se fue, y era mi culpa. Pasé una mano sobre mi rostro, sorprendido de encontrar a mis dedos temblando.
—Entonces ¿por qué Larry y Curly siguen preocupados por ti?
—¿Porque son unos maricas? —suspiré disgustado—. ¿Cómo diablos voy a saberlo?
—Bueno, ¿qué pasó?
Golpeteando con los dedos mi rodilla, me giré para mirar por la ventana.
—Puedes decirme —insistió Riley—. Voy a molestarte hasta que lo hagas.
Suspiré y lo miré fijamente. —Alguien anónimo le envió a mi entrenador una foto de nosotros juntos, y ella fue despedida.
—Joder. —Riley exhaló—. ¿Por qué no tuviste problemas también? ¿O sí los tuviste?
Apreté la mandíbula. —La fotografía solo revelaba su rostro. El mío fue recortado.
—Espera. ¿Entonces como sabían que estaba con un estudiante? Si no podían verte, ella podría estar follando con alguien más.
Rechinando los dientes, levanté mi manga para mostrarle el tatuaje. —En octubre, unos cuantos, nos hicimos esto la noche antes de nuestro gran partido por el campeonato nacional. Era lo único que se podía ver de mí en la foto.
Riley miró fijamente el tatuaje, lo leyó cuidadosamente, y soltó una risa. —¿Campeonato nacional? ¿Qué no perdieron ese partido?
—¿Y no dije que lo hicimos la noche anterior? —murmuré, bajando otra vez mi manga para cubrir el error humillante, un error que le costó el trabajo a Bella.
—Entonces, la chica se llevó toda la atención, y tú… ¿la dejaste caer… sola? —Riley sacudió la cabeza, mostrando su desaprobación.
—No —gruñí. Haciendo un puño con mi mano, golpeé en su tablero de mandos—. No la dejé cargar con la culpa. Para el momento en que descubrí lo que pasó, ella ya se había ido. Em y Seth lograron convencerme de no confesarle al entrenador. Y eso es lo que debí haber hecho. Maldición. En lugar de eso fui con el jefe de Bella y traté de hablar con él para que la volviera a contratar. Déjame decirte que fue un enorme maldito error. El entrenador me habría pateado el trasero, sacado del equipo y anulado mi beca.
—Pero ese malparido no —supuso Riley.
Sacudí la cabeza. —Nop, ese malparido no. Cuando se enteró que yo era el chico de la foto, no solo se negó a reincorporarla, sino que también se negó a reprenderme. Es un fanático de futbol, ya ves. Entonces amenacé con dejar la escuela y abandonar el equipo si no la traía de vuelta, a lo cual él me amenazó con hacerlo público, si incluso, me comportaba como si fuera a irme. Ahora ella se fue, y yo estoy atascado aquí bajo amenaza, para salvar su reputación y asegurarme que no pierda toda oportunidad de conseguir un trabajo en otra parte del país. Pero mientras tanto, sí, parezco un completo imbécil por dejarla asumir toda la culpa por nuestra relación.
—Hombre. —Riley sacudió la cabeza y silbó por bajo—. Eso es cruel. Es horrible ser tú en estos momentos.
—Sip —murmuré, girando mi rostro para mirar de nuevo por la ventana del pasajero.
—Y ¿no has sabido nada de ella desde que todo se arruinó?
La emoción me abrumó. Quería golpear algo nuevamente. O romperme como un cobarde y llorar. —No. Estoy bastante seguro de que dejó la ciudad. No responde a su puerta, y su correo está acumulado.
—No crees que ella se haya lastimado a sí misma, ¿o sí?
El pánico me invadió. Miré lentamente a Riley, dándole una mirada de muerte. —Bueno, no lo he pensado… hasta ahora. Jesús, no lo haría… espera. No. Su auto tampoco está. Si estuviera en casa, su auto seguiría allí. Ella está bien. —Tenía que estarlo.
—A menos…
—Jesús, Riley —espeté—, para de asustarme. Se encuentra bien. Solo necesita algo de tiempo.
—Bueno, si necesitas entrar a su casa, solo para asegurarte, sé cómo desbloquear una cerradura.
Sacudí la cabeza. —Dios, hombre. ¿Dónde aprendiste un truco tan útil como ese? ¿En la penitenciaría del estado?
—Nunca fui a la penitenciaria, idiota. Fui a la cárcel del condado, como, por dos semanas. Y, no, no lo aprendí en la cárcel. Conoces toda clase de niños interesantes cuando creces en un hogar del sistema de acogida.
Sabía que estuvo en la cárcel porque una vez mencionó que tenía que reunirse con su oficial de libertad condicional. Pero… —No sabía que creciste en una casa de acogida.
—Sip. Desde que nací hasta que me gradué a los dieciocho.
Con un escalofrío, me pregunté que podría haber pasado si mi madre hubiera sido aun peor de lo que fue. Podría haber crecido en la misma clase de vida que Riley. Demonios, mis hermanitos, y quizá incluso Rosalie, aún podrían caer en ese destino, si no tengo cuidado.
Joder, definitivamente debería llamar y comprobarlos.
—Aquí estamos. —Riley estacionó en la acera de un apartamento de dos plantas detrás de un jeep antiguo.
Frotando mi rostro, lo seguí desde el auto hacia la puerta abierta de la cochera. Al aproximarnos, se filtraron algunas voces desde adentro.
—Oh por Dios, ¿Alec? ¿Qué haces aquí? ¿Cómo me encontraste?
Riley capturó mi brazo antes de que pudiera entrar. Después de empujarme un paso atrás, él se asomó por la esquina para espiar a quien sea que estuviera hablando. La curiosidad me ganó, y me puse junto a él para observar también. La prima embarazada de la novia de Jasper se encontraba parada allí, rodeando con los brazos el bulto de su bebé mientras un idiota con aspecto de rico se acercaba a ella. Se veía molesto, en tanto que ella parecía estar conmocionada.
—Jasper me dijo que te encontrabas aquí —respondió su visitante.
—¿Crees que es el papá de su bebé? —murmuró Riley.
Iba a encogerme de hombros cuando ella lanzó—: Bueno, él no debería haberse molestado. Porque no he cambiado de idea. No voy a deshacerme de este bebé.
—Hablé con tus padres, Heidi…
—Oh, ¿sabes qué? Yo también hablé con mis padres. Y sé exactamente cuál es su postura en esto. No estaría aquí en medio de Illionis, viviendo a costa de mi prima si no me hubieran echado porque me negué a hacerme un aborto. Y dado que sigo aquí, Alec, supongo que eso significa que no he cambiado de idea. Entonces lamento que hayas desperdiciado un viaje, pero has venido por nada. Puedes dar media vuelta y regresar a Florida.
Alec se rió entre dientes y dio un paso más cerca de ella. Cuando Riley se tensó a mi lado, con ganas de intervenir, lo miré fijamente y lo agarré del brazo.
—No. Esa es su pelea, hombre. Obviamente, tienen asuntos que resolver. Si te ves involucrado y rompes tu libertad condicional, volverás directo a la cárcel.
Riley no podía apartar su mirada de acero del papa del bebé de Heidi. Pero no se movió. Solo movió de un lado a otro su cuello, tal vez para aliviar algo de la tensión, mientras veía la escena desarrollarse con los ojos entrecerrados.
—Vas a seguir con esto hasta el final ¿verdad? —le siseó Alec y capturó el brazo de Eva, haciéndome apretar mi agarre en el brazo restringido de Riley—. Bien, estoy dispuesto a jugar. ¿Qué quieres, Heidi?
—Esto no es un juego de poder para que consiga un juguete bonito, Alec. Lo único que quiero es a mi hijo.
—¡Tonterías! ¿Qué pasó con la chica que conocí, la que decía que los niños le aterrorizaban?
—La dejaste embarazada. Entonces supongo que tendré que aprender a adaptarme.
—Bien hecho, Campanita —susurró Riley, asintiendo con aprobación y sonriendo a la chica embarazada—. Bien hecho.
—Jesucristo —gritó Alec dentro de la cochera—. ¿Por qué no te haces cargo de esto?
—¡Lo hago! Me voy a quedar aquí y cuidaré de mi bebé como una madre.
—¿Una madre? Oh Dios mío. —El idiota soltó una carcajada—. ¿Estás escuchándote? Tú no eres así. No eres capaz de ser madre, Heidi. Eres una zorra mimada.
Cuando Riley se estremeció, lo acerqué más a mí, manteniéndolo quieto. —No hagas esto.
—Solo porque no planee que esto pasara, no significa que voy a tirarlo a un lado como un inconveniente menor. Me quedaré con mi niño.
—Bueno, no puedo permitirte eso.
Joder. Eso no sonó bien. Por los músculos tensos de los brazos de Riley bajo mi agarre, él pensaba lo mismo.
—¿Por qué no? —dijo Heidi, mirándolo fijamente, y despreocupada por su trato—. No te estoy pidiendo que hagas nada. De hecho, ni siquiera quiero que te involucres.
Alec la acercó más a él, y al mismo tiempo, tuve que usar ambas manos para impedir que Riley atacara. —¿Cuán estúpido crees que soy? Por supuesto, lo pedirás. Tendrás la ley de tu lado, y me sacarás todo el maldito dinero. Podrías manipularme con esto por el resto de mi vida, me succionarás hasta dejarme seco con la manutención de niños, haciéndome pagar por toda la clase de mierdas con las que no quiero tener nada que ver. Y me rehúso a dejarte ir más lejos con esto.
Ella suspiró, cansada. —Alec, créeme, no haré eso. No quiero nada de ti. En realidad, si nunca vuelvo a verte, estaría abrumada de felicidad. Incluso te firmaré un papel, diciéndolo.
—Veamos. —Alec sacudió la cabeza y rió suavemente—. Me cuesta creer eso. Te conozco ¿recuerdas? Sé la perra conspiradora y manipuladora que eres. Y me rehúso a dejarte continuar con esto.
—Bueno, he cambiado. —Heidi dejó escapar un sonido de irritación y tiró del agarre que él tenía en su brazo—. La gente puede cambiar, sabes. Ahora… suéltame.
—No hasta que aceptes deshacerte de esto.
—¡Nunca!
—Entonces no me dejas otra opción.
Todo pasó a la vez. Alec la tiró contra una pared con fuerza suficiente para que yo me tambaleara hacia adelante junto con Riley para ayudarla. Los jadeos adoloridos de Heidi torturaban mis oídos mientras el despreciable padre de su bebé puso un antebrazo sobre el cuello de ella para ahogarla, al tiempo que llevaba hacia atrás su otro puño y le daba un puñetazo en el estómago. Repetidamente.
Ella gritó, gritó y gritó. Resonaron en mis oídos, diciendo que recordaría esos gritos en mis sueños por muchos años.
Cristo, ese loco hija de puta iba enserio cuando dijo que no le permitiría conservar a su bebé.
Riley realizó un rugido bestial y arremetió más allá de mí golpeándome con el imbécil. Sorprendiendo al atacante de Heidi con su grito, él separó a Alec de ella y lo dio la vuelta.
—¿Qué dem… —Alec trastabilló, perdiendo el equilibrio.
Riley no se molestó en presentarse. Agarró una llave inglesa de una mesa cercana y tiró de su brazo hacia atrás antes de asestarla en algún lugar de la cara de Alec.
Ahora era el turno del imbécil para gritar. Se agarró la nariz, y la sangre salió rápidamente. Riley lo pateó en una rodilla, haciéndolo trastabillar hacia atrás hasta la pared de la cochera, no muy lejos de donde Heidi se encontraba desplomada en el suelo, acunando su estómago. Luego presionó el lado plano de la llave inglesa fuerte contra la garganta de Alec con ambas manos. Su rostro se volvió púrpura de inmediato y arañó los dedos de Riley, buscando oxígeno.
—Acabas de meterte con la chica equivocada, amigo. —Riley le dio un rodillazo en el estómago, tal como Alec golpeó a Heidi en el suyo.
Agarré su hombro y lo empujé hacia atrás. Pero él no se quitaba.
—No se siente tan bien cuando te lo hacen a ti ¿verdad, imbécil? —Riley volvió a darle un rodillazo, esta vez en las pelotas.
—¡Basta! —Tuve que usar toda la fuerza que tenía para tirar de él hacia atrás, y apenas logré alejarlo, envolviendo ambos brazos alrededor de su torso, dándole un potente y fuerte tirón. Pero, Jesús, Riley era mucho más fuerte de lo que creía. Podría no tener mi peso, pero existía gran fuerza en sus músculos enojados de su figura delgada. Solo pude arrastrarlo un metro o dos antes de que se resistiera y tratara de volver por más.
Alec ahogó un sonido y sus ojos se pusieron en blanco. Se dobló y cayó al suelo.
—Tócala de nuevo, y te mataré —rugió Riley, luchando contra mí—. ¿Lo entiendes? Te dejaré irreconocible.
—Jesús —murmuré, jalándolo fuertemente para poner algo de sentido dentro de él—. Para.
Allí es cuando Jasper decidió mostrar su perezoso trasero, abriendo la puerta de la cochera desde su casa y gritando—: ¿Qué demonios?
—Un poco de ayuda —grité, aún luchando por sostener a Riley.
Riley escupió a Alec, y un montón de saliva aterrizó en los brazos que el chico utilizaba para protegerse el rostro.
—Maldición —jadeó Jasper a mi lado, al tiempo que agarraba uno de los brazos libres de Riley para ayudarme a impulsarlo hacia atrás—. ¿Qué demonios acaba de pasar?
Riley señaló a la cobarde pila sangrante, encogido en un hueco de la cochera. —Él la golpeó. En el estómago. Golpeó a su bebé, maldita sea.
Se produjo un silencio mortal por unos buenos dos segundos, entonces Jasper finalmente dijo—: ¿Heidi?
Recordándola, los tres volteamos a dónde habíamos visto por última vez a Heidi aferrándose a su vientre y con sus piernas dobladas como si fueran las patas rotas de una mesa.
Agachándose frente a ella, la mujer de Jasper agarró los hombros de Heidi. —¿Heidi? —La voz de Alice tembló—. ¿Qué pasó? ¿Te encuentras bien? Oh, por Dios. Jasper. Ella está gravemente herida.
—Yo… creo que estoy sangrando. —Respirando erráticamente, Eva removió su mano de su estómago para mirar abajo.
Miré también y casi me desmayé cuando vi las gotas rojas derramadas en el concreto debajo.
—Mierda. —Si el bastardo tuvo éxito en matar a su hijo, Riley realmente lo destrozaría.
—¡No! No, no, no. —Alejándose de nosotros, Riley empujó a Alice a un lado y se colocó en cuclillas frente a Heidi—. ¿Campanita? —dijo tan suavemente como jamás antes lo escuché hablarle a alguien.
Heidi levantó su rostro y lo observó, con sus ojos azules llenos de lágrimas. Se veía tan asustada y llena de pánico, que me tragué a mi propio pánico creciente.
—¿Riley? —Gimoteó su nombre confundida, mientras él deslizaba sus brazos debajo de ella.
Con una sonrisa forzada, él asintió. —Hola, hermosa. ¿Quieres dar un paseo conmigo? Tengo un auto muy rápido, y puedo hacer que cuiden de ti en un segundo.
Ella sollozó y gimió, luego enterró su rostro en su camisa mientras sus dedos se aferraban en puños en su manga. —Duele.
—Lo sé, bebé. Lo sé. —Canturreando, la atrajo un poco más cerca y la acomodó entre sus brazos antes de levantarse y girarse hacia mí—. ¿Bueno? —Demandó cuando nadie se movió—. Llevémosla al hospital.
—Pero… —Sacudí la cabeza y observé al posiblemente inconsciente tipo en el suelo de la cochera de Jasper—. ¿Qué hay de él?
—Que se joda. —Riley miró a Alec—. Se puede pudrir aquí y morir por lo que me importa. ¿No lo viste golpearla en el estómago?
—Sí, pero… mierda. —Pasé las manos por mi cabello, no acostumbrado a lidiar con este tipo de desastre—. ¿No deberíamos llamar a la policía o algo?
—Alguien puede llamarlos en el camino al hospital. Ahora vámonos. Ella está sangrando.
Eso pareció impulsar a Jasper en acción. —Vamos. —Agarró el brazo de Alice, y se apresuraron hacia el auto de Riley—. Jesús, no puedo creer que esto esté pasando.
Eso nos hacía dos. Me apuré detrás de ellos, abandonando al padre medio muerto del bebé.
Alice se apresuró a abrir la puerta para Riley y Heidi. Mordiendo su labio, miró hacia atrás a la cochera. —¿Y si él se ha ido al momento en que la policía aparezca?
Riley la observó antes de agachar la cabeza y deslizarse al asiento trasero con Heidi. —Entonces supongo que no tendré que ir a la cárcel por golpearlo hasta la muerte, ¿verdad?
Alice regresó su atención hacia mí, sus ojos azules amplios con miedo. —¿En serio iría a la cárcel? ¿Por defenderla?
—Umm… —Pestañeé y me rasqué un lado de mi cuello—. Él está en libertad condicional.
—Mierda —murmuró Jasper—. Bien. Me quedaré aquí y limpiaré esto. —Agarrando los hombros de Alice, la giró para que lo mire—. ¿Asumo que irás con Heidi?
Asintió y se levantó en las puntas de sus pies para darle un beso rápido en la mejilla. —Te amo. Ten cuidado.
Verlos así me hizo pensar de inmediato en Bella. La abertura en mi pecho se abrió un poco más. Golpeando el techo del auto mientras abría la puerta del conductor, exclamé—: Vamos. Estamos desperdiciando tiempo.
Alice se apresuró al asiento delantero, y giré la llave. Cuando el motor ronroneó a la vida debajo de mí, encontré la mirada de Riley en el espejo retrovisor.
Él asintió en permiso silencioso. —Irá tan rápido como le digas que haga.
Así que pisé el pedal hasta el piso, y nos apresuramos en la calle en la dirección del hospital más cercano.
En el asiento del otro lado, la mujer de Jasper permaneció callada pero mordiéndose las uñas mientras Riley murmuraba algo a cada rato en el asiento trasero a la chica doblada en una bola fetal en su regazo.
—¿Por qué está en libertad condicional? —preguntó Alice al final con una voz calmada.
Me encogí de hombros. —No tengo ni la menor idea.
Asintió y regresó a morder sus uñas.
Llegamos al Hospital General Ellamore en tiempo récord. Me detuve en la entrada de emergencia, y un par de camilleros salieron con una silla de ruedas cuándo vieron a Riley sacar una ensangrentada Heidi del asiento trasero. La limpiaron, y los tres nos quedamos rezagados esperando impotentemente en la entrada.
Alice caminaba de un lado a otro, enviando mensajes tras mensaje con su teléfono, mientras Riley —con su camisa y pantalones siendo un desastre con manchas de sangre— se desplomó en una silla con sus ojos cerrados, su rostro pálido y su boca tensa. Me apoyé contra una pared cercana y crucé los brazos sobre mi pecho.
Y esperamos.
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