Muchas gracias por su apoyo, espero que esto les guste.

Declaimer:

Naruto NO es mío, es de Masashi Kishimoto.


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Episodio

XXIX

Epilogo

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˜7 años después˜

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El sol era brillante.

Aquel día el cielo estaba despejado y una ligera brisa cálida empujaba las copas de los árboles, la sinfonía natural era acompañada por los mormullos de un centenar de voces, que, aunque lejanas, eran constantes. Sus ojos permanecieron cerrados, y los mechones negros le rozaban las pestañas, la respiración acompasada daba una ligera sensación de quietud y calma que invitaba a la pereza. Su costumbre de echarse a dormir cual gato, nunca había cambiado, y quizás el pasar de los años sólo había ayudado a que éste hábito se enraizara más en su persona. Sus rasgos seguían siendo finos, aunque probablemente ahora eran un poco más maduros que antes. El traje negro de corte liso que llevaba puesto le acentuaba su estilizada figura, los desordenados mechones azabaches que le enmarcaban el rostro, lucían bastante suaves a pesar de todo. Suspiró profundamente y con una gracia propia de un gato, giró sobre su costado para acomodarse en una posición más cómoda sobre la plancha de madera, que emulaba una banca, y así poder continuar con su siesta.

Una sombra le cubrió la cara.

No pasó mucho tiempo para que se viera obligado a abrir sus ojos por la falta de exposición a la vitamina D.

Gruñó.

—Es increíble que estés durmiendo en la azotea durante una asamblea general—los despeinados cabellos plateados brillaron bajo la luz del astro rey.

—Lo increíble es ver tu cara nada más abrir los ojos—corrigió enderezándose.

—¿No crees que deberías ser más respetuoso? Apenas es tu segundo año—se cruzó de brazos su interlocutor.

Estrechó la mirada.

—Esas cosas son tan molestas—repuso sacudiendo una mano para restarle importancia.

—No es apropiado que faltes a este evento, Uchiha-sensei—reclamó frustrado por esa actitud que nunca había podido emendar.

Sasuke se puso de pie.

Había decidido estudiar matemáticas durante la universidad, y poco antes de graduarse logró conseguir una licencia para enseñar. Honestamente jamás imaginó que aquellas palabras que había dicho la peliazul mientras estudiaban en la biblioteca fueran a convertirse en una profecía sobre su futuro, no obstante, ahí estaba él, Sasuke Uchiha: Profesor de matemáticas en su alma mater de la preparatoria.

Kakashi, con quien había mantenido contacto incluso después de haber terminado la academia de refuerzo que se comprometió a pagarle, le había sugerido integrarse al cuerpo docente del Instituto Konoha cuando el titular de la materia se retiró.

—Siempre serás un profesor entrometido, ¿huh?.

El Hatake se había convertido en Director de la escuela luego de que Tsunade decidiera jubilarse tres años atrás. Su relación había cambiado ligeramente con el pasar de los años, ya no se limitaban a ese incomodo lazo en el que era difícil mantener una comunicación apropiada, tampoco existían las limitaciones inútiles que se habían puesto el uno al otro al encasillarse en las posiciones de maestro y alumno. Obviamente al inicio fue un poco complicado establecer su nuevo estatus y definir un nombre adecuado para el vínculo que habían construido no había sido pan comido. Aun así, Sasuke aprovechaba las pocas oportunidades que tenía para mofarse de su antiguo profesor, una pequeña muestra de que, ahora, era capaz de llevar una relación de esa naturaleza sin forzarse a ella.

—Vale, vale, y tú siempre respondes lo mismo—soltó apretándose el puente de la nariz sobre el cubre bocas, articulo que tampoco había cambiado en el atuendo cotidiano del peligris—, pero será mejor que los estudiantes no vean éste lado tuyo—pidió poniendo las manos en jarra—, no quiero ver a los padres de esos niños en mi oficina por tu culpa.

—Tch, ¿por qué dices cosas tan innecesarias?—bufó—, tu esposa debe volverse loca—emprendió el paso hacia la puerta de la caseta que fungía como entrada.

Kakashi le siguió de cerca.

—Oh, para nada, mi esposa adora éste lado de mi—aseguró.

Sasuke rodó los ojos.

—Presumido—chistó.

—Y hablando de ella, dijo que le gustaría invitarte a cenar hoy para agradecerte la ayuda del otro día.

—Paso…

—Aunque digas eso, sabes que no puedes detenerla cuando decide algo, así que no llegues tarde, ¿sí?

—Tch, este día es imposible.

—¿Huh?—se detuvo un tanto confundido por sus palabras, pero casi de inmediato su cabeza hizo cick—. Oh…—exclamó mirando la espalda del moreno.

Sasuke se acomodó la corbata al mismo tiempo que bajaba el último tramo de escaleras.

—…

—Le diré a Hanare que lo organice para el siguiente fin de semana—avisó.

—Como quieras.

—Por cierto—profirió desde lo alto, el morocho viró medio cuerpo para encararlo—, saluda a Hyuuga de mi parte.

Apretó la quijada.

—Siempre me pide eso—soltó secamente—, usted mismo puede hacerlo, no es como si no pudiera ir a verla…—añadió para sí mismo volviendo a su posición original.

—¿Huh? ¿Dijiste algo?—cuestionó el mayor.

Sasuke metió las manos en los bolsillos de su pantalón de vestir y emprendió de nuevo su camino.

—…

La verdad es que algunas cosas, no habían cambiado.


Los hielos de su té de durazno bailotearon dentro del vaso cuando lo agitó enérgicamente. Inclinó su cuerpo y cogió el recipiente de cristal que helaba por la dulce bebida de su interior. Pasó una mano por su corto cabello rubio y acto seguido rascó la base de su muñeca al sentir una ligera picazón por la correa del reloj.

—Mierda, ¿por qué me pica tanto?—masculló revisándose.

—Seguramente es el reloj—exclamaron a su lado.

Alzó el rostro tan rápido como pudo.

—Sakura-chan—sonrió —, ¿tuviste problemas para llegar?

—No realmente, es extraño que quieras venir a un Café, pensé que nos dirías que fuéramos a Ichiraku de nuevo—exclamó dejando su bolso sobre la mesa para tomar asiento en el pequeño sillón rojizo que hacía juego con la tabla de caoba—, es inesperadamente lindo—agregó la de corta melena rosada mientras miraba el local.

—¿Verdad que lo es? Un compañero del trabajo me lo recomendó, al parecer es popular para las citas—alardeó y la muchacha entrecerró la mirada.

—Oh, ¿sí?—comenzó suspicaz—, lástima que esto no es una cita—sacudió la mano y cruzó la pierna.

—Ah, eres demasiado fría-ttebayo—masculló alzando la mano para coger uno de los menús.

—Como sea, sólo tengo una hora libre—miró el reloj de su muñeca—, así que deberíamos apurarnos, tengo que asistir a una cirugía más tarde y no puedo retrasarme—tomó la carta que él le tendía y dirigió su verdosa mirada al contenido.

Naruto había logrado entrar a la universidad en su segundo intento y dado que había estado trabajando en la editorial de su padrino durante el tiempo que estuvo estudiando para el examen de admisión, había decidido escoger una carrera del departamento de humanidades.

Sakura por otro lado, había conseguido ser admitida a la facultad de medicina en la universidad de Tokio, y justo en ese momento se encontraba en su tercer año como residente en el área de cirugía cardiotorácica del Hospital universitario.

Ambos seguían siendo tan unidos como en el pasado, a pesar de lucir la madurez de un par de jóvenes adultos que se enfrentaban a la crueldad del mundo cada día, lo cierto es que su esencia seguía siendo la misma.

—¿No se supone que ese bastardo ya debería estar aquí?—Naruto miró por sobre su hombro con dirección a la puerta del lugar.

—Sasuke-kun no vendrá hoy—respondió la Haruno sin apartar la mirada del menú—, hablé con él cuando venía hacía acá.

—¡¿Hah?! ¡¿Y por qué no me llamó a mí el Teme?!—vociferó escandalosamente.

—Cállate, no seas idiota—regañó pegándole velozmente con el cartón—, seguramente es por qué serías un estúpido gritón como ahora—lo miró severa.

El Uzumaki se encogió de hombros.

—Pero ya habíamos acordado vernos hoy-ttebayo.

—Ya podemos agendar para otra ocasión, hoy es un día especial después de todo, no es su culpa que tú seas un distraído y te aferraras a ésta fecha—levantó la mano para llamar al mesero.

—¿Eh? ¿Día especial?—ladeó el rostro.

—¿En serio no lo recuerdas?

Naruto alzó las cejas.

—¡Ah!—gritó de pronto, la joven respingó en su asiento—, ya lo tengo—golpeó la base de su mano derecha con el puño izquierdo en un ademán de mano—, es ese día, huh.

—Sí…

El silencio reinó por un buen rato.

—Entonces supongo que esto si tendrá que ser una cita-ttebayo—el blondo fue el primero en rasgarlo.

Sakura sintió sus mejillas encenderse.

Bueno, tal vez ellos si habían cambiado en algo.


—Hasta mañana Uchiha-sensei—corearon un par de estudiantes femeninas mientras corrían por el pasillo del edificio principal con dirección a los clubes.

—No corran por el pasillo—exclamó en respuesta.

—Lo sentimos—exclamaron girando en la esquina.

El moreno bufó y rascó exasperado la base de su nuca.

—Ah, tendré que regañarlas después—se quejó sacudiendo el maletín negro que llevaba colgado del hombro.

Chasqueó la lengua abrió la taquilla donde guardaba sus mocasines todas las mañanas.

Miró el reloj de la pared y luego dejó escapar un suspiro bastante sonoro. Ya que deliberadamente no había asistido a la asamblea de esa mañana, Kakashi le había puesto a organizar los trípticos del viaje de segundo año que tendría lugar próximamente. Por lo tanto, era un poco más tarde de lo que había previsto.

—Supongo que tendré que comprar las flores en la otra estación—murmuró golpeando las puntas de sus pies para acomodarse los zapatos.

Arregló la correa de su bolso una vez más y luego comenzó a caminar por el empedrado que adornaba el sendero de la entrada.

Los rayos del sol fueron agradables en su piel.

Era un día bastante hermoso.

Tan irónico.

Rodó la mirada y trató de concentrarse en sus propias acciones, cabeceó un poco al toparse a más estudiantes que se despidieron de él. Al contrario de lo que uno se hubiera esperado, Sasuke era bastante popular entre sus alumnos. De hecho, su forma de enseñar era muy orgánica, explicaba las cosas con calma y de una manera tan sencilla que hasta el tema más difícil podía ser entendido por el alumno menos dotado.

De alguna forma lo estaba logrando.

Estaba viviendo una vida de la que se sentía orgulloso.

¿Cuánto le había costado?

Realmente no lo sabía.

Sentía que había recorrido un camino tan largo, que era un poco difícil ver el inicio de todo.

A travesó el portón del instituto y siguió recto por la acera de la calle principal. La estación que necesitaba quedaba un poco lejos, pero no era un suplicio caminar todo el tramo. De hecho, le resultaba bastante relajante andar a pie. Ya no se preocupaba por cosas inútiles como las prisas o centrarse únicamente en llegar a su destino, había aprendido a observar atentamente los detalles más insignificantes de su al redor y apreciarlos adecuadamente.

Ella se lo había enseñado.

La luz del semáforo cambió y tuvo que esperar en la intercepción, las personas que lo rodeaban se veían tan distintas unas de las otras. Un par de sus estudiantes conversaban animadamente justo a su lado, tan llenos de vida como sólo un adolescente podía tener a esa edad. Por otro lado, una madre sostenía firme la mano de su pequeño hijo quien versaba una estrofa de un nuevo cuento de hadas que le habían enseñado. Incluso un grupo de ancianos conversaban sobre el retiro que estaban planeando. Cada uno de ellos, tenía su propio mundo, su propia vida, y aunque fueran unos desconocidos, que por coincidencia se encontraban ahí justo en ese momento, estaban compartiendo el mismo tiempo y el mismo lugar en el universo.

Los humanos poseían una capacidad extraordinaria para transformar las pequeñas casualidades como esa, en el comienzo de un sinfín de historias cuyo futuro era incierto.

Sonrió de medio lado.

Tan fugaz, que probablemente esa acción había sido sólo un pensamiento cancelado. La luz verde se encendió y sus pasos pronto comenzaron, cruzó las líneas blancas del suelo y doblo en la esquina para encontrarse en una calle ligeramente empinada que de alguna forma le resultó familiar.

Se detuvo.

Sus ojos negros quedaron fijos en un poste del alumbrado público que lucía bastante desgastado, algunas cuantas flores silvestres, por increíble que pareciera en medio de una ciudad como esa, había comenzado a brotar desde las ranuras de las placas de cemento.

Ese era el lugar donde había visto por primera vez a Hinata.

Nunca olvidaría ese sitio en particular.

Cada vez que pasaba por ahí, las memorias de aquel día lluvioso siempre regresaban. Las heridas de esa vez hacía mucho que se habían curado, el paraguas que ella le había prestado en aquel momento, se había roto el año pasado, pero lo seguía conservando, y aunque probablemente ya no quedaba ningún rastro del encuentro en el que habían participado años atrás, lucía como si el tiempo no hubiera pasado.

Cerró los ojos y permitió que el viento meciera los mechones que le enmarcaban el rostro.

Su corazón se sacudió.

Ah, mierda, la extrañaba tanto.

—Sasuke…

Respingó al ser sacado de sus ensoñaciones. Abrió lentamente sus orbes y giró sobre sus talones. Los vellos de su nuca se erizaron y los ruidos de su alrededor se pagaron como si hubiera sido arrojado al interior de una burbuja surrealista.

Su expresión se suavizó.

—Hinata.

La susodicha sonrió dulcemente al ser llamada.

—Qué suerte, pude alcanzarte—festejó acortando la distancia que los separaba, sus cortos cabellos azulados bailaron de un lado a otro mientras se acercaba, como si fueran empujados con gracia para apreciar mejor su belleza, el papel celofán crepitó al apretar el ramo que cargaba entre sus delgados brazos

Sasuke extendió sus extremidades superiores hacia ella instintivamente al ver cómo tropezaba con la nada.

—Hey, ten cuidado—profirió serio—, ya no eres una niña—regañó sosteniéndola del antebrazo.

Ella lo miró ligeramente apenada.

—Lo siento—susurró con una pequeña sonrisa difuminada.

El color de sus mejillas se acentuó y él atinó a soltar sólo por un segundo para quitarle el ramo de claveles blancos. Una vez se hubo asegurado de sostenerlo apropiadamente con su brazo izquierdo, movió su diestra sigilosamente para atrapar la mano de ajena.

La alianza de su dedo anular, se sintió agradablemente fría.

—¿Qué haces aquí?—preguntó tirando de ella para que caminara junto a él cuesta abajo.

—Ah, la florería de Ino-san queda cerca del instituto, pensé que sería buena idea comprarlas ahí para poder encontrarnos antes de lo planeado—explicó entrelazando sus dedos—, te estaba buscando.

—Pudiste haberme llamado.

—Olvidé el móvil en casa—se acomodó una crin tras la oreja—, de hecho, me crucé con Kakashi-sensei en la entrada de la escuela cuando fui a buscarte ahí, fue él quien me dijo que acababas de irte—manifestó—, la verdad no creí poder alcanzarte—sonrió complacida por haber logrado lo contrario.

—Pero ya habíamos quedado de vernos en la estación, ¿no?

—Sí, lo sé, pero me puse un poco ansiosa—jugueteó con las puntas de sus pies—, te extrañé todo el día—confesó tímidamente.

—Eres una tonta—ladró ligeramente ruborizado por sus palabras.

La miró de soslayo.

Hinata brillaba demasiado.

Tanto que a veces se preguntaba si no estaba soñando.

Todos los días se cuestionaba si es que era real aquella persona que estaba a su lado. Todavía lucía como una ilusión a la cual se aferraba desesperadamente. Una quimera que lo hacía eludir la realidad y le brindaba un poco de calma en medio de la oscuridad.

Pero no era así.

Ella era la verdadera Hinata.

Esa a quien amaba con toda su alma.

—¿Tu chequeo salió bien?—musitó mirando al frente.

—Sí, todo en orden aquí—se tocó el pecho con los dedos índice y corazón—, Yamada-sensei estaba complacida con los resultados de la revisión—añadió.

La Hyuuga había vuelto hacía cinco años.

Cuando la vio parada frente a su puerta, primero pensó que se trataba de un fantasma que había aparecido frente a él para robarse su calma. Después de todo, no había tenido noticias de ella durante más de dos años. Mismos en los cuales había vivido con un nudo atorado en su garganta. Hanabi había aparecido en su casa un día para contarle que la operación se había postergado por un problema en una de las pruebas que le habían hecho en el hospital de Alemania. El alma se le había desvanecido del cuerpo cuando vio a la menor de los Hyuuga parada en su puerta con una expresión seria.

Honestamente, pensó lo peor.

Claro, hasta que ella apareció.

Decir que estaba aliviado, era bastante desatinado. Nunca tendría palabras adecuadas para poder definir el cúmulo de emociones que lo habían embargado cuando ella se lanzó a sus brazos para besarlo y demostrarle que había logrado cumplir su promesa de volver a él.

Había llorado como estúpido gracia a eso, recordó.

—Ya veo…

Tenerla a su lado después de todo lo que había sucedido, era un verdadero un milagro, tan grande y magnifico que nunca más pediría nada en su vida.

—¿Crees que las flores le gusten a Itachi-san?—indagó la peliazul mirando atentamente la calle.

—No están mal—soltó sin pensar demasiado sus palabras—. A él le gustaran.

Ese día, era el aniversario de la muerte de su hermano.

—Eso espero—deseó meciendo sus manos suavemente.

—¿Uchiwa tomó sus medicamentos?—ambos pararon su movimiento cuando el semáforo peatonal se los indicó.

Hinata abrió ligeramente sus ojos y luego su expresión se volvió un poco gris.

—Sí, los tomó—respondió apagada—, lo dejé dormido al salir de casa—apretó su agarre.

Uchiwa tenía ya diez años, cosa que no era poco para un gato. Últimamente dormía mucho y casi nunca tenía energía para jugar, por lo cual le había llevado al veterinario. El doctor les había dicho que lo único que podían hacer por su felino amigo, era darle mucho amor y cuidado. No obstante, era descorazonador verlo tan tranquilo y manso cuando él siempre fue rebelde y fiero.

Eso sólo evidenciaba algo: No le quedaba demasiado tiempo.

—¿Deberíamos comprar los bocadillo que le gustan al regresar?—inquirió el moreno al ver el semblante acongojado de la muchacha.

—Sí, creo que eso le gustaría—ella lo miró directo a través de sus pestañas.

—Vale—consintió.

El sonido de la señal para peatones les avisó que la cuenta regresiva para cruzar había comenzado. Sasuke cabeceó un poco y dio un paso al frente, sin embargo, se detuvo de golpe al sentir un tirón en su mano derecha. Viró el rostro rápidamente hacia la joven que sostenía su extremidad y la miró buscando una explicación.

—…

—¿Qué pasa?—preguntó parándose frente a ella.

El tumulto de gente los rodeó.

—Hay… algo más… Sasuke…—murmuró tan bajo que le costó escucharla. El pelinegro pestañeó varias veces antes de inclinarse hasta quedar a su altura para encararla.

—¿Qué dices?

—Yo…—clavó sus grandes ojos redondos en los de él.

Una corriente eléctrica cruzó el espacio que los separaba.

—¿…?

—Recibí una llamada del orfanato—soltó dubitativa—, la directora programó una cita para nosotros—se mordió el labio inferior—, quieren entrevistarnos para ver si somos aptos para la adopción…

Quizás la operación de su corazón había sido un éxito, no obstante, eso no significaba que no hubiera tenido que sacrificar algo.

Su cuerpo nunca podría dar a luz a otra vida.

Sasuke lo sabía, sabía que eso era algo que ella quería, no obstante, honestamente no le molestaba demasiado si ellos no podían formar una familia como lo hacían los demás, por ello no había dudado ni un poco en pedirle que se quedara a su lado para siempre, lo deseaba tanto que se apresuró lo más que pudo en poner aquel anillo en su dedo que la marcaba como suya ante los demás.

Él quería hacerla feliz.

Y probablemente por eso es que había aceptado con gusto aquella opción que se les había presentado por casualidad cuando la ojiperla hizo un trabajo de voluntariado en el área pediátrica del hospital.

Sonrió.

—Eso es bueno, ¿no?—soltó su agarre para acariciarle la mejilla.

Hinata se estremeció al sentir el frio tacto de la argolla que hacia juego con la suya.

—¿Eso crees?

—Si te hace feliz, no tengo nada más qué decir—aseguró.

—Lo siento, hemos estado haciendo todo esto por mi tonto deseo, ni siquiera te he preguntado si realmente quieres hacerlo—murmuró, Sasuke negó levantando su mentón.

Ella siempre se asustaba cuando el momento crítico llegaba.

—No pongas esa cara, tonta—gruñó—, tú no eres la única que lo desea—afirmó alzando el ramo para cubrir sus rostros parciamente y, de este modo, poder besar suavemente sus labios.

Rozó sus narices cuando se hubo separado.

—¡Hey, estamos en la calle!—chilló por lo bajo con la cara hecha un tomate.

—Está bien, nadie vio—musitó divertido por su reacción.

—No seas descarado—increpó haciendo un ligero puchero.

Sasuke estrechó la mirada.

Volvió a sellar sus labios.

—Ah… mi error…—desvió la mirada al separarse.

Ella le pegó en el pecho con su pequeño puño tembloroso.

—¡Mentiroso!—bramó—, no deberías comportarte así, sé más educado, por favor.

—Oh…

—¿Huh?

—Ya te escuchas como una madre—apuntó torciendo la sonrisa de sus labios.

Ese gato callejero, no había cambiado para nada, aún después de siete años, él era tan malvado.

—¿Qué haré contigo?—suspiró—, serás un padre muy extraño…

Respingó al sentir que él le tomaba de nuevo la mano.

Ah, por favor, que el tiempo se detuviera justo en ese momento.

—Estoy bien con eso—echó los hombros por delante y asintió para sí mismo—, suficiente, deberíamos apresurarnos—tajó echándose a caminar enérgicamente por la calle.

—¡Oye!

—Vamos, las madres no deberían atrasarse—mofó.

Hinata soltó una pequeña carcajada y negó suavemente. Su querido gato callejero era tan impredecible como siempre. El futuro seguía siendo distante y misterioso, de hecho, no podían afirmar si ese era la continuación de su final, el cual no podía ser considerado un "felices por siempre", pero tampoco pintaba a ser una odisea triste disfrazada de una tranquilidad falsa que podía ser rota en cualquier instante, lo cierto es que estaban en proceso de descubrir si es que existía o no un infinito lleno de amor. Lo único de lo que estaban 100% seguros, es que lo harían juntos, justo así, como estaban ahora. Con sus corazones unidos, como si hubieran sido cocidos por los hilos rojos de un destino cruel pero hermoso, seguiría hacia adelanta sin parar. Aun si lo que les esperaba al final era una amarga cucharada de realidad, ya no importaba.

Porque…

Sasuke sería definitivamente feliz junto a Hinata.


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Voy a amarte como si fuera a perderte. Voy a atesorarte como si nunca fuera a herirte. Y voy aquedarme contigo, como si este fuera nuestro final.

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FIN

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Espero que les haya gustado. Muchas gracias por sus Reviews, Follows, y Favs. Me alegra saber que les gusta esta historia, en serio.

Lamento los errores, trataré de corregirlos.

La verdad es que duré mucho tiempo tratando de decidir cuál era el final más adecuado para estos dos, no voy a mentir, una parte de mí quería hacer un final desgarrador, pero había otra, mucho más fuerte que deseaba un final feliz para ellos. Ya los había hecho sufrir demasiado durante toda la historia, cada episodio era una lucha encarnecida por eso y honestamente quería salvar a Hinata desde un inicio, aunque yo misma hubiera pintado un escenario tan difícil, quería que siguiera siendo posible por si la historia me guiaba a eso. Éste final lo consulté con varias personas y todas llegamos a esta conclusión: ya hay muchas demasiadas historias tristes en este mundo.

La vida es cruel, lo sé, pero no quiero dejar de lado la esperanza de que los milagros son posibles.

Así que lamento si mi habilidad para demostrarlo fue un poco insuficiente.

Muchas gracias por todo hasta ahora.

Esperaré ansiosa sus comentarios.

Akari se despide.

¡Adiós, nos vemos en otra historia!