Disclaimer: Twilight le pertenece a Stephenie Meyer, la historia es de Violet Bliss, la traducción es mía con el debido permiso de la autora.

Disclaimer: Twilight is property of Stephenie Meyer, this story is from Violet Bliss, I'm just translating with the permission of the author.

Capítulo beteado por Yanina Barboza

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Capítulo Veintiocho

DICIEMBRE

La primera semana de diciembre vio a Bella acostada en una camilla de masajes en Seattle, una mujer con cabello rosado y brazos coloridos presionando tinta y una aguja en su piel.

Condujo a Seattle con Esme y Alice, la primera iba a refugiarse a escribir cheques y la segunda a comprar telas y lana para llevarse a casa.

Compartieron una sonrisa cuando Bella pidió unirse a ellas, sabiendo exactamente por qué quería acompañarlas, habiendo escuchado su llamada telefónica con el salón de tatuajes para reservar su cita después de saber cuándo iban.

Sería un regalo de Navidad para Edward, su tatuaje.

Algo que desaparecería con su transformación, pero algo que ella sabía que él nunca olvidaría y algo que sabía que él tampoco dejaría que ella olvidara.

Respiró profundamente mientras la aguja entraba en su piel una y otra vez, empujando la tinta oscura hacia adentro y esperaba que unas cuadras más abajo, Alice no pudiera ver lo que eligió.


Cuando Edward llegó a casa esa noche después de pasar un día jugando videojuegos y luchando con sus hermanos, lo hizo con una sonrisa, como lo hacía todos los días.

Abrió la puerta principal, la cerró antes de quitarse los zapatos, oliendo la vela de menta que ardía en la sala de estar (un aroma que no olía completamente a tierra) y colgó su abrigo junto a la puerta. Se dirigió a la sala de estar, donde encontró a Bella acurrucada en una de las esquinas del sofá, su cabello recogido en un nudo al azar en la coronilla de su cabeza, zarcillos enmarcando su rostro suave y hermoso.

Llevaba una de sus camisetas de una vieja banda que tenía desde hacía más de veinte años y que Alice casi lograba tirar diez veces desde entonces, un par de pantalones cortos que mostraban muslos suaves y lisos y un par de calcetines verde bosque de tejido trenzado que le llegaban hasta la rodilla.

Su segundo pensamiento fue que eran adorables como el infierno.

Su primer pensamiento fue imaginarla bajándolos, sin nada más.

—¿Calcetines nuevos? —preguntó, apoyado contra el marco de la puerta, sin ocultar la expresión de hambre que sabía que tenía en el rostro. Llevaban tanto tiempo aprendiendo el cuerpo del otro que estaba casi seguro de que pronto podrían hacer el amor sin riesgo, y sabía que ambos estaban ansiosos por esa noche.

—Sí, los compré hoy… —comenzó a decir, metiendo un dedo en su libro para mantener su lugar antes de mirarlo. Ella notó su expresión de inmediato porque dejó de hablar tan pronto como la registró; la lujuria pintada en su rostro.

Ella tomó aliento y él se sintió rígido en sus vaqueros mientras ella se mordía el labio, sus mejillas enrojecidas por la excitación.

Se apartó del marco de la puerta y se dirigió hacia ella, sonriendo mientras ella arrojaba su libro a un lado y se alcanzaban mutuamente.

Sus labios se juntaron un momento después, abrieron la boca, sus lenguas lucharon por dominar mientras Edward cubría el cuerpo de Bella con el suyo mientras ella se recostaba en el sofá.

Fue cuando Edward se movió para quitarle la camisa que el olor lo golpeó.

—¿Estás bien? Puedo oler la sangre y... crema antiséptica —dijo, apartándose de ella y frunciendo el ceño.

Se sentó lentamente, sus mejillas enrojecidas y sus labios hinchados.

—Yo umm, me hice un tatuaje hoy —admitió con una sonrisa y encogiéndose de hombros.

Sus ojos se agrandaron.

—¿Un tatuaje?

Ella asintió.

—¿Puedo verlo? —inquirió y ella se mordió el labio, sacudiendo la cabeza hacia él.

—Es una especie de regalo de Navidad —murmuró, con los ojos iluminados de alegría—. O uno de ellos, al menos.

—¿De verdad? —preguntó, el pensamiento de su piel entintada haciendo que el dolor entre sus piernas volviera al primer plano de su mente.

—Lo sabrás en unas pocas semanas —indicó con una sonrisa.

—¿Dónde está? —cuestionó, su mirada recorriendo su cuerpo cubierto.

Podía escuchar su sonrisa mientras hablaba.

—Mi cadera.

Su mirada volvió a la de ella mientras se movía para cubrir su cuerpo con el suyo, reclinando su espalda una vez más contra los cojines del sofá. Se mordió el labio con una sonrisa cuando sintió su longitud presionando contra ella.

—¿Tu cadera? —repitió, su voz ronca por la excitación.

—Mi cadera —susurró ella, su tono coincidiendo con el suyo y él sonrió mientras se movía hacia abajo para besar a la mujer que amaba.


—Amor, ¿qué estás haciendo? —preguntó más tarde en Nochebuena mientras su pareja movía la colcha de su cama a la sala de estar, donde el árbol de Navidad que decoraron juntos brillaba con luces.

—Lista de deseos —respondió simplemente mientras extendía la colcha frente a la chimenea, donde acolchó el suelo con cojines del sofá.

Ella estaba usando esos calcetines de nuevo, los que lo volvían casi salvaje. Había algo en la capa de piel entre ellos y los pantalones cortos que ella usaba que resaltaba al adolescente en él, lo hacía querer ver más de ella (no es que no siempre quisiera ver más de ella).

Observó con diversión mientras ella subía las escaleras de nuevo para volver con sus almohadas y más mantas del armario del pasillo.

—¿Vamos a dormir aquí abajo? —inquirió, cruzando la sala de estar hacia donde ella estaba arreglando sus almohadas, la más cercana al fuego.

—Lo haremos —confirmó ella, mirándolo con una sonrisa que hizo que su corazón no muerto quisiera latir de nuevo.

Ella era tan malditamente bonita.

—Me gusta esta lista de deseos, ya sabes —comentó mientras la envolvía en sus brazos, deleitándose con la calidez que producía su cuerpo, deseando poder hacer lo mismo por ella.

—Es una buena lista —agregó en su pecho mientras acariciaba su mejilla contra su camisa.

—¿Cansada? —preguntó, acariciando su cabello.

—En realidad no, estoy demasiado emocionada —admitió, moviendo la cabeza para sonreírle, sus ojos brillando de alegría.

—Yo también —aseveró, su mente yendo al anillo en su bolsillo. El que le iba a presentar, dentro de una hora, precisamente a la medianoche.

Ella se apartó de él y se puso de puntillas para presionar un beso en sus labios.

—Voy a darme una ducha, secarme el pelo y volveré a bajar.

Él asintió con la cabeza, presionando otro beso en su boca y luego ella subió las escaleras mientras él permanecía en la sala de estar, mirando la cama improvisada con una sonrisa suave y ojos más suaves, sus dedos jugando con el anillo en su bolsillo.


El corazón de Bella se aceleró incluso cuando el agua caliente se derramó sobre su cuerpo, el agua hizo su trabajo para aliviar la tensión en sus hombros y espalda, pero no el nerviosismo que corría por sus venas.

Iba a mostrarle a Edward su tatuaje esta noche, no podía esperar hasta mañana.

Finalmente estaba en una etapa en la que no se veía hinchado o costroso y ella estaba emocionada, pero no era Alice y no podía ver el futuro para determinar si a él le gustaría o no.

Ella esperaba que le gustara.

Pero todavía no la ponía menos nerviosa.

Porque, esta noche, decidió, le iba a pedir a Edward que finalmente le hiciera el amor.


Edward caminaba en silencio mientras escuchaba a Bella ducharse y luego secarse el cabello con el secador, su mente iba de un escenario a otro tan rápido como un rayo mientras esperaba a que ella terminara.

¿Y si dijera que no?

¿O si no le gustaba el anillo?

Pensó en encargarle un anillo, pero conocía a Bella, sabía cuánto le gustaban las joyas antiguas y cuánto admiraba a su madre por confrontar a Carlisle de la forma en que lo hizo, por ser tan valiente y desinteresada, pidiendo por la vida de su hijo y no la suya.

Dejó de caminar cuando la escuchó caminar desde el baño hasta su habitación.

Su mirada se trasladó al manto sobre la chimenea, a la foto de los dos allí. Alice la había tomado en el cumpleaños de Bella y lo calmó de inmediato. Bella estaba sentada en su regazo, con los brazos alrededor de su cuello y los de él alrededor de su cintura, sus ojos en el otro mientras se susurraban el uno al otro, con sonrisas en sus rostros.

Era obvio que estaban enamorados. Estaba escrito en ambos.

Edward respiró hondo y sonrió.

Destinados —le dijo ella una tarde mientras descansaban en el prado, leyendo uno al lado del otro, deteniéndose para compartir un pasaje aquí y allá. Ella había dejado caer su libro después de un rato y se volteó a verlo, apoyándose en un codo para sonreírle, sus ojos brillando con lágrimas no derramadas.

¿Qué? —preguntó, dejando caer su libro y moviéndose para ahuecar su rostro. Ella sonrió en respuesta.

No creo que haya una versión de mí que no te ame, Edward Cullen. Estamos destinados a estar juntos.

Lo creía con cada fibra de su ser.

—¿Edward? —lo llamó su voz desde el pie de las escaleras. Se volvió con una sonrisa y se quedó helado.

—Bella —suspiró, con los ojos muy abiertos mientras la miraba.

Su cabello caía libremente alrededor de sus hombros, las puntas todavía ligeramente húmedas y rizadas sobre sus pechos, los pezones rígidos se destacaban a través del fino satén color crema del camisón que los cubría. Un camisón que nunca vio antes, que le caía hasta las pantorrillas y abrazaba sus pechos y caderas, el color crema hacía que su cabello resaltara y su piel pareciera casi luminiscente.

—Feliz Navidad, Edward —susurró mientras cruzaba la habitación, mucho más elegante de lo que probablemente jamás hubiera imaginado y se detuvo a medio metro de él, levantando su brazo para ofrecerle su mano.

Él la tomó, las palabras le fallaron mientras ella lo conducía a su cama improvisada.

El corazón de Bella se aceleró cuando se dejó caer sobre los cojines y las mantas que estaban dispuestas, sus ojos se clavaron en los de él mientras se inclinaba a su lado.

Él no dijo nada mientras su mirada se movía de la de ella a su atuendo, levantando una mano para pasar las yemas de los dedos desde su pecho hasta sus rodillas, el satén de su camisón facilitándolo.

—Levántalo —susurró cuando su mano se encontró con el dobladillo y sus ojos se movieron de nuevo a los de ella, las preguntas brillaban en ellos—. Levántalo —repitió en voz baja.

Ella observó, su corazón se aceleró mientras él subía el dobladillo lentamente, su cuerpo se movía para poder presionar sus labios contra su piel mientras la exponía al aire caliente por el fuego. Se quedó sin aliento mientras levantaba las caderas para ayudarlo a colocar la tela sobre la diminuta ropa interior de satén color crema que compró con el camisón.

Un pequeño gemido la abandonó cuando sus labios se presionaron contra el pequeño lazo que los decoraba.

Ella sonrió mientras lo veía poner el camisón más alto, lo vio finalmente exponer el tatuaje en su cadera izquierda.

—Bella —suspiró mientras sus ojos asimilaban las palabras que ella tenía escritas en su piel, las letras negras y rizadas contra su pálida piel.

"De lo que estén hechas nuestras almas,

la suya y la mía son la misma".

Lentamente, sus dedos se movieron para acariciar las palabras, trazando las letras y pasaron minutos antes de que él levantara los ojos de nuevo a los de ella y ella supo que si fueran capaces de hacerlo, habrían estado brillando con lágrimas.

—Nada —dijo, su voz ronca por la emoción—, nada ha sido tan hermoso para mí como tú, Bella.

Su corazón se aceleró en respuesta y ella le sonrió, sus ojos se llenaron de lágrimas.

—Te amo —susurró ella, ahuecando su rostro con su mano.

—Yo también te amo —respondió, acercándose para besarla.

Ambos estaban sonriendo cuando él se apartó, descansando su frente contra la de ella por un minuto.

Él levantó la mano izquierda hacia la de ella y ella separó los dedos, anticipando que él deslizaría los suyos para llenar esos espacios, pero él no se movió para tomar su mano.

En cambio, sintió el frío metal contra su piel cuando él deslizó un anillo en un dedo. Ese dedo, se dio cuenta un momento después.

—Cásate conmigo, Bella —pidió, presionando besos en su boca, nariz, frente y mejillas—. Cásate conmigo, cásate conmigo —repitió entre cada beso.

Levantó las manos para tomar su rostro, aquietando sus movimientos y sin siquiera mirar el anillo, habló.

—Sí.

—¿Sí? —preguntó, una sonrisa transformó su rostro de tal manera que hizo que su corazón tartamudeara.

—Sí —afirmó ella, las lágrimas se derramaron por las esquinas de sus ojos y cayeron sobre su cabello—. Sí, me casaré contigo.

Él se rio entonces, una risa alegre que provocó la suya propia y luego se movió, sentándose y tirando de ella con él, sus piernas cayeron a horcajadas sobre su regazo. La besó y más lágrimas cayeron de sus ojos, su corazón cantaba de alegría.

—Te vas a casar conmigo —susurró, su voz llena de asombro mientras presionaba su frente contra la suya.

—Vas a ser mi esposo —respondió ella, llena de alegría e incredulidad. Iba a ser suyo en todos los sentidos, humanamente y como vampiro.

—Vas a ser mi esposa —continuó con un tono lleno de orgullo masculino que llamó su atención sobre su posición.

—Eres mío —le dijo, su voz llena de posesión y calor mientras pasaba sus dedos por su cabello, moviendo sus caderas contra la dureza que sentía crecer debajo de ella.

—Y tú eres mía —aseveró él, moviendo sus manos hacia su camisón, enredado alrededor de sus caderas y se lo quitó.

Ella lo vio tragar con no poca satisfacción mientras contemplaba sus pechos desnudos, sin haberse acostumbrado nunca a la sensación de poder que le daba su reacción a su cuerpo desnudo.

Luego ella movió sus manos para deshacerse de su camisa, sonriendo mientras pasaba su mano sobre su pecho, amando la sensación de su piel debajo de sus manos cuando su anillo llamó su atención y sus manos dejaron de moverse.

Era un estilo que no había recibido mucha atención en años, con una sencilla banda de oro blanco sobre la que descansaba un óvalo de más de lo mismo, un óvalo que estaba cubierto de diamantes diminutos y transparentes. Movió su mano y brillaron, el fuego ardía en su reflejo y Bella sintió una lágrima caer por el rabillo del ojo. En un día soleado, sabía que enviaría pequeños arco iris de luz alrededor de una habitación, como Edward.

—Era de mi madre —confesó Edward y ella movió su mirada hacia él.

—Es perfecto —reconoció con sinceridad, moviéndose para presionar sus labios contra los de él antes de apartarse—. Eres perfecto.

Él le sonrió, maniobrando para que su espalda estuviera una vez más contra las mantas y allí la besó mientras se quitaba el resto de su ropa, provocándola antes de que finalmente le quitara la ropa interior húmeda, la última barrera entre ellos.

Entonces movió su cuerpo hacia abajo y con una habilidad que había perfeccionado en los últimos meses, presionó su boca contra ella hasta que ella se retorció bajo sus movimientos, gritando su nombre con la mano en su cabello mientras ella disfrutaba su orgasmo. Ella casi gritó su nombre con el que él sacó de su cuerpo poco después del primero.

—Hermosa —susurró mientras se levantaba para mirarla—. Tan hermosa.

Ella le sonrió entonces, su cuerpo todavía temblaba, levantando su mano izquierda para mostrarle su anillo.

—Y tuya. —Su corazón amenazó con latir al ver su anillo en su dedo y él le devolvió la sonrisa—. Hazme el amor, Edward —susurró.

—Sí —expresó él, lleno de asombro y determinación.

Observó con asombro cómo su prometido besaba su camino por su cuerpo, provocándola con cada presión de sus labios y movimiento de su lengua antes de que finalmente cayeran sobre los de ella, labios que sabía que estarían hinchados por lo menos un día después de esta noche.

—Dime si te lastimo —pidió, su voz y su mirada increíblemente suave mientras se abrazaba a ella, presionando su cuerpo contra ella por primera vez.

—Lo haré —prometió, sabiendo que él se refería a algo más que ese primer dolor virginal.

—Te amo —expresó contra su boca, agachándose y alineándose contra ella.

—Yo también te amo —respondió ella mientras él se empujaba dentro de ella.

Le dolió, ese empujón inicial y ella respiró con dificultad mientras él se mantenía quieto dentro de ella, esperando que el dolor terminara. No pasó mucho tiempo antes de que la fría temperatura de su piel calmara el ardor y ella susurró que estaba bien, que él se moviera de nuevo, contra su boca.

Ella jadeó ante ese segundo empuje de sus caderas, la sensación de estar llena satisfaciendo un anhelo que realmente no supo hasta entonces que tenía.

La besó mientras empujaba su dura longitud dentro de ella, lugares de encuentro que ella no sabía que existían hasta ese momento, lugares que la hicieron apartar la boca de la suya y gemir su nombre.

Ella no supo hasta entonces de lo que se estaba perdiendo.

Y le encantó.

Lo amó.

Le encantaba la forma en que encajaban, la forma en que prestaba atención a los ángulos que la hacían gritar, al poder detrás de un empujón que hacía que su espalda se arqueara.

Pero más que nada, amaba la forma en que susurraba su nombre mientras se estremecía a través de su orgasmo, su nombre como una oración.

—Destinados —susurró contra sus labios un minuto después.

—Destinados —repitió ella en respuesta, creyéndolo con todo lo que era.


Estamos en la recta final de la historia, este es el penúltimo capítulo, nos queda el capítulo final, el epílogo y un outtake.

Gracias por el apoyo a esta y todas las traducciones, son un amor. Y ya saben, no olviden decirme qué les pareció.

Nos leemos en la siguiente actualización.

Sarai