CAPÍTULO 28

Sasuke abrió el ordenador de Limbo en menos de diez minutos. Introdujo un CD con una imagen ISO del programa Ophcrack, y esperó pacientemente con sus ojos negros eléctricos observando la pantalla con atención.

—Este programa —les explicó— es uno de los favoritos de los hackers. No está nada mal. Craquea las contraseñas. Tiene mucha potencia, y se basa en el seguimiento del diccionario. Prueba letra por letra hasta que la contraseña aparece. Todas las posibilidades —chasqueó con la lengua—. Ya lo tenemos. La contraseña es Materialman.

—Hombre superficial. Propia de Limbo —dijo Kakashi.

Sasuke se frotó las manos mientras se abría el sistema operativo del ordenador y aparecía ante sus ojos el escritorio del berserker fallecido. Sonrió como un niño pequeño.

—Es ese icono —Obito señaló el Flexwatch.

—Bien. Vamos a reventarlo —los dedos del vanirio tecleaban tan rápido que apenas se veían—. Es el modelo FW5450 —miró debajo del escritorio y encontró el aparato negro complementario del sistema de grabación que estaba conectado al ordenador—. Bien. Vamos a entrar como usuario y ahora... voilà. —Ya estaban dentro del grabador.

—Cojonudo, colmillos —le dijo Kakashi.

—Gracias, chuchos. ¿Qué cámara vemos y qué horas?

—Veamos esta cámara, la que pone recepción y salón —indicó Obito—. ¿Podemos acelerar el proceso? ¿Pasarlo rápido?

—Claro —contestó Sasuke.

—Al mediodía, antes de comer —le dijo Obito—. Pon desde las diez de la mañana a las dos del mediodía.

Los tres miraban la pantalla expectantes. No pasaba nada hasta que vieron a Limbo abriendo la puerta a una mujer con una olla llena de comida.

—Emi dijo que le traía un estofado a su hermano... —Obito frunció el ceño sin entender nada—. Pero dijo que cuando llegó ya estaba muerto...

Sasuke pasó la imagen a tiempo real, y a continuación puso el altavoz en alto.

Los tres mantuvieron silencio mientras veían cómo Limbo besaba a su hermana y la invitaba a entrar. Emi le sonreía con cariño y cerraba la puerta a su espalda. Se oía la voz de Limbo:

—No sabes lo que he descubierto. Ya sé donde están Murasame y Remon y es increíble que no me haya dado cuenta.

—¿Ah, sí? —Emi dejó el estofado sobre la mesa—. ¿Dónde están?

—En mi puto edificio.

—¿Qué? —Emi preparó la mesa para los dos y sirvió dos platos de estofado—. Siéntate, soster.

Limbo y su hermana comían cara a cara mientras él le explicaba lo que había descubierto.

—Están aquí. Es increíble. No lo he sabido hasta ahora. El sobreático está alquilado por una pareja de mediana edad muy adinerada, el Sr. y la Sra. Sabaku. Es una pareja de humanos muy estirada. Sólo saben decir hola y adiós —sorbió la cuchara—. Este estofado está excelente como siempre, Emi. Gracias.

—De nada —sonrió orgullosa—. Continúa, por favor —lo animó con la mano.

—Tengo cámaras en todas las instalaciones de mi edificio. Esta pareja es muy sosa, nunca ha traído a nadie a su casa. No tienen hijos y no follan. Son aburridos.

—¿Cómo? —preguntó horrorizada.

—No te hagas la estrecha ahora. Me gusta mirar, ya lo sabes.

—Eres un voyeur asqueroso.

—¿Quién fue a hablar? La cuestión es que hace tres días mis cámaras detectaron a los señores Sabaku dejando entrar a una pareja joven y atractiva. No les pude ver la cara, ambos iban encapuchados y eso ya era extraño y me hizo sospechar. Así que pensé: ¿Qué coño? ¿Se van a montar una orgía? Pero no se trataba de eso. Nunca se retiraban la capucha y conversaban mucho entre ellos, a veces meditaban durante horas. Hasta que ayer noche vi un puto ritual. En el ritual participaban el señor y la señora Sabaku, seis personas más, la mujer encapuchada y el hombre. Ese tío conjuraba algo con una palma de la mano hacia arriba y en la otra sostenía un bastón negro con una bola roja que brillaba en su extremo. Todos cantaban, cánticos antiguos, Emi. —Se metió otra cuchara llena de estofado en la boca—. El tipo desapareció durante una media hora.

—¿Desapareció?

—Sí. Los otros seguían cantando y haciendo cosas raras, pero el tío desapareció. Al cabo de media hora, el cuerpo de ese hombre se materializó en el centro del círculo, atravesado con una flecha luminosa de color azul en el hombro. Se sacó la capucha enfurecido y pude ver su rostro demudado en un rictus de dolor. Era Murasame.

—Increíble... —murmuró con la mirada perdida.

—Entonces la mujer que lo acompañaba se apartó la capucha horrorizada e intentó socorrerlo. ¿Imaginas quién era?

—Remon —contestó afligida—. Dios mío. ¿Qué vas a hacer?

—Alertar al clan. Homura debe saberlo, yo sólo no puedo contra ellos, necesito ayuda. ¿Qué otra cosa puedo hacer? Rōshi fue un traidor, yo no lo seré —se levantó orgulloso.

—¿Qué harás? —Emi se levantó con él, algo inquieta.

—Les prometí a Kakashi y a Obito que les mandaría un mail con lo que había descubierto. Antes los llamaré.

—No te precipites... —Emi lo detuvo por el brazo.

—Obito estará orgulloso de ti y de mí, y te aceptará. Mira la reputación que tengo ahora por lo que pasó con la humana. Necesito limpiar mi nombre.

—Obito me aceptará lo quiera o no —dijo esta vez con la voz más fría—. No mandes nada.

—¿Qué? —Limbo sacudió la cabeza y se frotó los ojos—. Me estoy mareando un poco...

—Siéntate —le ordenó ella.

—Me... mareo... —Se tambaleó y chocó contra la pared.

—Lo siento —dijo con la voz monótona—. Lo siento, de verdad, pero me obligas a hacerlo.

—¿Qué mierda... me has? ¿Me has... drogado?

—Limbo, me obligas a hacer esto.

Vieron como a Limbo se le cerraban los ojos y como Emi corría a abrir la puerta. Entonces entraban Murasame y Remon. Murasame se veía cansado y ojeroso, encorvado con la mano en el hombro. La flecha que le había disparado Temari le atravesaba el pecho y la espalda.

—Buen trabajo —le dijo Remon a Emi—. El seidr nos había dicho que tu hermano nos había descubierto. ¿Alguien más sabe que estamos aquí?

—Iba a enviar un mensaje a tu hijo, pero al final no ha podido hacerlo. Quería hacerse el héroe.

—Eres una chica mala, Emi —murmuró Murasame mirándola con lascivia y respirando con dificultad.

—Espero que cumplas tu promesa —le dijo a Remon ignorando al brujo—. He matado a mi hermano por ella, ¿entiendes? Quiero al chamán. Y lo quiero esta noche. Esta noche tiene que venir a mí. Ayer ya os lo dejé todo en bandeja en el Ministry y no salisteis adelante. La Cazadora sigue viva, y Homura también. Os lo dejé en bandeja con Rise porque no quería que me involucraran en nada y también fallasteis. Yo sólo quiero al chamán y estoy harta de dejarlo todo listo para vosotros y no ver ninguna recompensa a cambio.

—Esta noche vendrá y te reclamará. Ayer por la mañana cuando contacté contigo, te prometí que si nos ayudabas tendrías al noaiti —le aseguró Remon sin darle mucha importancia. Obito ya sabía que estaba mintiendo. Nadie podía obligarlo a nada, y menos la magia seidr ya que tenía el anillo eohl y le protegía. Su cara era delatora, pero Emi no la conocía. Remon mentía—. Así lo conjuraremos. Y tú, a cambio, nos darás a mis nietos —le ordenó Remon con sus ojos fríos y sin alma—. Esos niños son muy importantes. Los queremos.

—Así será. Después de esta noche, cuando Obito me deje a solas con ellos en algún momento os los traeré. Obito confía en mí.

—Tráenos a la Cazadora, también. Ya sabes que está viviendo con ellos, ¿no? Nuestro señor estará encantado de darle su merecido —sonrió Murasame reflejando toda la maldad de su alma—. Y yo también.

El video reflejó cómo Murasame, con el brazo herido, sacaba su oks y le cortaba la cabeza a Limbo. Emi ni se inmutó. Se dio media vuelta y se fue de allí.

Los tres inmortales veían anonadados la pantalla del ordenador. Se lo habían tragado todo. La pareja de traidores se había asegurado de no dejar pistas delatadoras ni pruebas que pudieran inculparlos a ninguno de los tres. Habían dejado la escena del crimen como si hubiera habido un forcejeo y una pelea. Pero habían obviado el hecho de que Limbo era un voyeur que espiaba a los inquilinos, y que también era celoso de su seguridad. Obito tenía las palmas de las manos frías, y eso que él nunca tenía frío, pero saber que había metido al traidor en casa lo carcomió.

—¡Me cago en la puta! ¡Zorra! —Se pasó las manos por la cabeza y lanzó un grito al aire. ¿Era casualidad que la pareja de inquilinos de Limbo se llamaran Sabaku? ¿Eran los padres de Temari?—. Sasuke, registra el sobreático y ve a por ese par de indeseables. Kakashi, alerta a Homura y dile lo que hemos descubierto. —Obito corrió hacia la puerta.

—¿Adónde vas tú? —preguntó Kakashi siguiéndolo.

—A mi casa. El sistema de seguridad todavía reconoce a Emi como persona grata.

—Joder. Corre, noañi —gritó Kakashi palideciendo—. ¡Corre!

Temari estaba recogiendo los platos y limpiando la cocina. Mientras tanto, Nori y Riku dibujaban en sus cuadernos todo lo que ellos veían en sus sueños. Temari sonreía y permanecía en una nube. Por fin Obito se había posicionado, y se lo había dejado bien claro a Emi. Los ojos negros de su berserker le habían sonreído con adoración al despedirse de ella. Ya era hora que reconociera lo que sentían el uno por el otro. Y ella había creído volar e iluminarse de dentro hacia fuera cuando había visto tantas cosas por expresar en su mirada.

Riku y Nori se levantaron de sus sillas como impulsados por un muelle invisible. Riku se puso en posición de defensa, colocó a su hermana detrás de él y se puso en frente de Temari para protegerlas a ambas.

Temari se limpió las manos con el trapo y miró hacia la entrada de la casa, que era donde los gemelos tenían clavados sus ojitos.

—¿Qué pasa? —preguntó ella asustada.

—Hay alguien en casa —contestó Riku.

Ahí estaba Emi con un oks en la mano, pasándoselo entretenida de una mano a otra.

—Obito tiene la mala costumbre de dejar a la vista sus armas —dijo ella pasando un dedo índice por la punta del hacha vikinga—. Y vosotros tenéis la poco protocolaria manía de no acompañar a vuestras visitas a la puerta cuando se despiden de vosotros. Eso puede hacer que entiendan que no tienen por qué irse. Esta casa es muy grande, y las berserkers podemos ser muy sigilosas si nos lo proponemos. Me escondí y esperé. No pensaba tener tanta suerte, no pensaba que él os dejaría aquí solos esta mañana. Mi plan era quedarme por aquí, rociarme con el desodorante que Hummus y Newscientists tienen para nosotros y esperar a veros dormir.

Riku y Nori gruñeron enseñándole los dientes. La berserker se adelantó y agarró a Riku por el pelo, poniéndole la hoja del oks bajo el cuello.

—¡No! ¡No! —suplicó Temari, que era más lenta que la berserker—. Suéltalo.

—No intentes jugar a los telépatas, puta. Soy berserker, y aunque no puedo comunicarme telepáticamente con nadie sé cuando alguien lo hace. Sentimos un ligero pinchacito en el entrecejo. Así que contente. Porque como vea que intentas comunicarte con la zorra de la híbrida o cualquier otro colmillos, rebano la garganta del mocoso. ¿Me has oído? —le gritó.

Temari se echó a temblar y asintió. Instintivamente protegió a Nori con su cuerpo, mirando a Riku aterrada pero intentando transmitirle una confianza que no sentía. El niño tenía las pupilas dilatadas por el shock y estaba pálido. Temari ni siquiera había pensado en su don telepático, la impresión de ver a Emi con esa arma en la mano le había robado la capacidad de razonar. Sus instintos no estaban tan desarrollados.

—¿Qué quieres, Emi? —la voz le temblaba.

—¿Qué quiero? ¿Qué te parece si te digo que quiero lo que tú me has robado? —Se encogió de hombros—. La verdad es que mi intención era quedarme con el chamán, matarte a ti y regalar a los gemelos —Riku se removió y ella lo apretó por el cuello. Se sintió orgullosa al ver cómo Temari se estremecía ante su frialdad.

—¡Lo vas a ahogar! —gritó con los ojos llenos de lágrimas—. Yo me voy contigo si quieres, pero déjalos a ellos aquí, por favor.

—No es momento de suplicar, ya lo harás luego. —Soltó una carcajada vacía—. Ahora mis prioridades han cambiado. Ya ni siquiera quiero al chamán. Ayer por la noche lo esperaba. Esperaba que me reclamara. Y no lo hizo. No me imaginaba que realmente se iba a anudar contigo. Ha sido un golpe bajo. Así que, viendo que ni la dichosa magia seidr puede con él, lo mejor es vengarme. No aguanto las humillaciones, y quiero que me devuelvas mi orgullo. ¿Sabes qué haré?

—No. —Temari necesitaba pensar, ganar tiempo. Tenía su iPhone en la mesa con lo que ni siquiera podía hacer una llamada rápida. Si amenazaba a Emi de alguna manera, si conjuraba a su arco, no sabía cómo podría reaccionar la berserker, y ya sabía que era muy veloz. No podía arriesgarse con Riku y Nori bajo su responsabilidad. No soportaría que la tomara con ellos. Aquella mujer tenía la locura reflejada en su rostro. No entendía cómo alguna vez pudo haberla visto hermosa. Era el puto Belcebú.

—Tú vas a morir. Resulta que todavía eres una estúpida mortal, ¿verdad? —se echó a reír—. Los cachorros creo que también morirán. No sé exactamente lo que tienen planeado Remon y Murasame para ellos, pero te aseguro que no es nada bueno. Vamos a atraer a Obito, vosotros seréis el señuelo. Tú tendrás que ver cómo ese hombre se pliega a mis deseos, tendrás que aguantar cómo te mirará por haberle fallado, porque, que no te quepa duda, Temari, le estás fallando de una manera atroz. Fíjate, una mañana que te deja con sus gemelos, su tesoro más preciado, y los pones en peligro.

—No le hagas caso, Temari —murmuró Nori hundiendo su cara en la pierna de la Cazadora y arrancando a llorar—. ¡Eres mala, Emi!

—¡Silencio! —Emi se adelantó y amenazó a la niña con el oks en la mano, arrastrando a Riku con él—. Estoy harta de vuestras impertinencias. Sois dos malcriados, eso es lo que sois, y no os he aguantado nunca.

—¡Ya lo sabíamos! —Riku quería matarla.

Emi se rio de él.

—¿A quién vas a defender tú, niño tonto? —se mofó ella—. Tu papi no pudo proteger a tu mami y por su culpa ambos murieron.

—¡No es verdad! ¡Te odio!

—Basta, Emi. ¿Qué quieres que hagamos? —Temari la miró odiándola profundamente por herir a los niños así.

La berserker alzó la barbilla y se dirigió a la puerta. Sonó su teléfono y lo cogió sin perder de vista a nadie. Entonces contestó:

—Ya vamos para allá. Esperadme donde dijimos... ¿Tu hija? —la miró sabiendo lo que eso provocaría en Temari—. Aquí la tenemos. Nos vemos ahora.

Temari sintió que se mareaba. El cuerpo empezó a temblarle. ¿Con quién hablaba Emi? No podía ser cierto. Sus padres la habían encontrado.

—Venid conmigo —abrió la puerta sin darle la espalda—. Los papis esperan. Y no hagas trucos estúpidos. No intentes conjurar al arco ese que dicen que llevas contigo, porque interpondré el cuerpo de Riku entre la flecha y yo.

Temari asintió obediente y caminó con Nori agarrada fuertemente a su mano. Nada era peor para ella que encontrarse de nuevo con ellos. ¿Qué tenían que ver ellos en todo eso?

—¿Ves? —le dijo Emi cuando ella pasó por su lado—. Yo siempre me aseguro de echar a la mierda de mi casa.

Temari se envaró al mirar al frente y negó con la cabeza.

—¿No, qué? —preguntó Emi dándole un golpe con el extremo del oks en los riñones.

Temari cayó de rodillas doblada por el dolor. Le faltaba el aire y Nori se abrazaba a ella intentando consolarla.

—Mi tío te matará —le gritó la niña.

Emi levantó la ceja y abofeteó a Nori, tumbándola con la fuerza del golpe. Pero la niña la miró desafiante. Ni una lágrima derramó.

—Tu tío no está aquí.

Cerró la puerta y cuando se dio la vuelta no esperó encontrarse a alguien que le barriera el paso.

—Pero yo sí —dijo Naruto apuntándola con una pistola en la mano.

Todo sucedió muy rápido. Naruto disparó a Emi pero la berserker fue lo suficientemente rápida para torcerle la muñeca y esquivar la bala. Temari conjuró al arco de los elfos.

—¡Sylfingir! —gritó. Había visto a Naru antes que Emi y le había dicho que no con la cabeza porque temía por la vida de todos.

No fue lo suficientemente rápida como para evitar que aquella mujer consumida por el odio y la enajenación levantara la otra mano contra su mejor amigo y le desgarrara la garganta con sus garras.

Temari creyó verlo todo en cámara lenta. La ansiedad acentuaba los instintos de supervivencia y los ponía en alerta. No supo que estaba gritando hasta que las cuerdas vocales le ardieron y se quedó ronca. No entendió que el movimiento que percibía eran sus piernas corriendo hacia ellos dos para salvar a su amigo. No supo que había atravesado a Emi con diez de su potentes flechas hasta que la vio tumbada con el rostro completamente pálido y agrietado de luz azul. Se estaba convulsionando.

Y no entendió que eran sus manos las que taponaban la garganta de Naruto, y que lo que salía de allí eran ríos de sangre.

—¡Naru...! —susurró Temari—. Naru, por Dios, te decía que no te metieras, ¿qué has hecho, tonto?

Naruto no podía respirar, salían borbotones de sangre por su boca y aquel rostro querido por ella perdía color. Su pelo se manchaba de rojo y la sangre descendía hasta sus orejas y su nuca.

—He... traído... tu cochecito... Obito... Obito... me lo... pidió... hace un ra... rato...

Temari entró en contacto telepático con Sakura y Konan. Sobre todo con Konan, que sería la que podría ayudarlo. La vaniria no estaba emparejada, Sakura sí y no podría cederle su sangre para salvarlo. Pero Konan podría hacerlo y convertirlo en vanirio. Ella podría. Era un pensamiento egoísta, pero no le importaba, sólo pensaba en salvar a su amigo. Sabía que ponía en un dilema a su amiga, pero ella también debía decidir lo que hacer con su vida. Las decisiones debían tomarlas todos, y sin titubear.

—Aún hay tiempo, Naru... —sollozó y gritó como si le arrancaran el corazón.

—Temari, mi sueño... —murmuró Nori temblando y zarandeándola por el hombro—.Vienen hacia aquí y debemos irnos. ¡Temari, por favor!

—Naru... —murmuró Temari con un quejido y besándolo en la boca. Le acarició las mejillas manchadas de lágrimas—. Naru, te quiero... Aguanta. ¡Prométemelo! ¡Tienes que aguantar! Ellas ya vienen. Ya las he avisado.

Las lágrimas de Temari se mezclaban con las de Naruto. Él parpadeó dándole a entender que lo intentaría.

—No te preocupes... te... buscaré... Cazadora. Nos veremos... otra vez.

Temari hundió la cara en su pecho y lloró agarrándose con desesperación a su camiseta en la que lucía un mensaje: «¿Quién dijo que los ángeles no existen? Mírame a mí».

Cuando Temari se giró vio a Riku empuñando el oks, alzándolo para cortarle la cabeza a la berserker. Temari lo detuvo agarrándolo de la muñeca, el hacha era más grande que él. Riku la miró haciendo pucheros, con los ojos también arrasados en lágrimas.

—No, cariño —le dijo ella mirando con desprecio a la berserker.

—Pero...

—Date la vuelta —le ordenó al pequeño—. No miréis.

Riku y Nori se cogieron de las manos y obedecieron a la Cazadora.

—Esto es por Naruto. —Con el rostro inexpresivo levantó el oks que pesaba muchísimo y le cortó la cabeza a la traidora. Luego lanzó el arma al suelo como si le quemara.

Se montó en el Roadstar, y Riku y Nori se sentaron en el asiento del copiloto. Temari les abrochó el cinturón de seguridad. Acababa de matar a Emi. Naruto se estaba muriendo por haberla protegido. No tenía tiempo para desmoronarse. Sus padres estaban ahí afuera y Nori decía que los que le perseguían iban a ser muchos. Los gemelos eran importantes para Loki, importantes para Riku y Murasame, importantes para el Mal. No importaba si a ella la mataban. Riku y Nori no podían llegar a manos de esos desechos, nunca. Rezó por Naru, rezó porque Obito pudiera salvar a los niños. Ella haría lo posible por protegerlos, y si tenía que entregar su alma a cambio lo haría.

Cuando salió con el coche e incursionó en la carretera con violencia, tres todoterrenos negros la siguieron inmediatamente. Los estaban esperando, pero seguro que no esperaban que saliera Temari con los niños.

Esperaban a Emi con ellos tres como trofeos. Se iban a joder.

Ella correría con el coche hasta que el motor gritara basta. Miró por el retrovisor para vislumbrar a sus padres detrás del volante de uno de ellos, pero los vidrios estaban tintados, así que no pudo verlos. Sin embargo, sólo imaginarse que estaban allí hacía que tuviera ganas de llorar y ocultarse en un rincón de sí misma.

Pero no lo haría. Aquellos guerreros inmortales le habían enseñado que todo lo que pasaba estaba muy por encima de las individualidades, que todo tenía un propósito mayor, y ella se haría responsable de ello. Naruto se había lanzado a defenderla, sabiendo que la berserker era mucho más fuerte que él. Rezó por el alma de su querido amigo y porque nunca tuviera que ser ella quien la recibiera. Rogó que Konan llegara a tiempo de salvarle la vida.

Cuando Obito llegó a su casa se encontró con Sakura arrodillada ante Naruto, taponando su cuello abierto y desgarrado. Lo sintió muchísimo por él, porque no tenía buena pinta. Uno de los zapatos del humano se había caído de su pie y Sakura lloraba con tanto dolor que a él le desgarró el alma. Pero no los atendió, miró el cuerpo de Emi decapitado y su propio oks en el suelo manchado de sangre. Se agachó y lo cogió con fuerza hasta que los nudillos se le pusieron blancos. Echó la cabeza hacia atrás y gritó hasta que su cuerpo mutó. Se transformó y miró con decisión a Sakura. Se le saltaron las lágrimas sólo de saber que ni Temari ni sus sobrinos estaban allí.

—Sakura.

La híbrida se levantó.

—No puedo... no puedo darle mi sangre...

—Yo lo haré —dijo Konan cubierta con una gabardina larga y negra. El día era soleado, en pleno agosto, y la vaniria tenía fiebre y los ojos rojos, pero cuando vio el cuerpo de su amigo desmadejado sintió que era su responsabilidad salvarlo, si se podía.

Obito levantó el cuerpo de Naruto y lo entró al salón.

—Os dejo a cargo de él —dijo Obito depositándolo en el sofá. Se dio la vuelta para salir de allí corriendo e ir en busca de su familia—. Sakura... ¿Tienes idea de...?

—No sabemos dónde pueden estar —gritó Sakura—. Intento ponerme en contacto con Temari y no puedo. Está demasiado alterada para dejar que nadie entre en su cabeza. No sabemos dónde están.

Obito gruñó. Tenía la sangre helada. Él era un hombre fuerte, inmortal y ahora se veía impotente para salvar a las personas que quería. Koharu y las sacerdotisas entraron con Homura precediéndolas.

—Temari está muy nerviosa —dijo Koharu—. La sentimos. Está muy alterada y la están persiguiendo. Pero no podemos entrar en contacto con ella, es como si se hubiera alejado para no poner en peligro a nadie más.

—Tiene miedo de que otros lean su mente y sepan dónde se encuentra.

Él también podía percibir eso, no era ningún secreto. Pero no podía establecer contacto mental, no todavía. Si hubiera intercambiado el chi con ella antes, ahora tal vez podrían, pero por su estupidez y su negación no lo había hecho y el chi compartido no había sido suficiente para su vinculación mental.

—¿No habéis averiguado nada sobre Riku y Nori? —preguntó Tea con gesto de preocupación.

Obito entonces se iluminó. Se dirigió a la mesa de la cocina y encontró las libretas de sus sobrinos. Había dos dibujos nuevos sobre la repisa, y los rotuladores todavía yacían destapados sobre la mesa. Por lo visto los habían hecho en su ausencia.

Uno de los dibujos eran Riku y Nori ocultos bajo el tronco de un árbol. Un hombre pelinegro y una mujer pelirosa les sonreían y parecían contentos de haberlos encontrado. Eran Sasuke y Sakura, se le veían los rasgos perfectamente. Detrás de ellos, había un ciervo que bebía de una ciénaga. Sintió un estremecimiento que le subía por la columna vertebral.

—En el edificio de Limbo no hay nadie. —Sasuke entró y se paró frente a Obito.

—Tú y Sakura debéis encontrar a mis sobrinos —murmuró enseñándole el dibujo de Nori—. Es el dibujo de mi Nori, tiene un don, como yo. Si hay un bosque con ciénagas y ciervos, tiene que ser el New Forest. Se dirigen allí.

Obito salió con la libreta en mano corriendo por la puerta, y Sasuke y Sakura lo siguieron. Los vanirios se echaron a volar dirigiéndose al bosque de Inglaterra que se encontraba entre las áreas urbanas de Southampton y Bornemouth. Obito arrancó a correr como lo que era, un hombre desesperado, un animal con instintos protectores hacia los suyos. Iría mucho más rápido como un berserker que con el coche. Pensó en Temari y le intentó transmitir calor a su compañera, pero no se habían anudado lo suficiente como para esa conexión tan profunda. Se sintió fatal por ello. Era culpa suya que las personas que amaba estuvieran en peligro. Él y su ceguera serían los culpables si a ellos les sucediera algo.