Episodio final.
Advertencia: Lemon
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Capítulo 29: Familia (Parte 2)
Habían pasado algunas semanas desde que ya todos estaban en Suna, Gaara había conseguido recuperar el trabajo atrasado y pronto llevarían a cabo un juicio para la exiliada miembro del consejo, Karima. Actualmente, la planeación de su ceremonia de bodas estaba tomando bastante de su tiempo y del de Matsuri, por lo que ambos casi no se veían durante el día y, por las noches, estaban demasiado cansados, sólo charlaban un rato y se dormían. Esa noche, después de coordinar un par de cosas con su cuñada Sari –que estaba organizando todo junto a Kankuro–, el Kazekage llegó a su hogar algo tarde. Sus hijos ya estaban dormidos, lo supo porque no había ruido en la casa, ambos eran bastante escandalosos, ya que se la pasaban practicando con su arena.
Se dirigió a su habitación y vio que Matsuri ya estaba acostada, así que se quitó su túnica y la parte superior de su traje ninja, luego siguió con los zapatos y los pantalones, metiéndose a la cama sólo en bóxer. Abrazó a su mujer por la espalda, simplemente quería sentir su calor para descansar mejor, pero no contaba con que ella estuviera despierta.
—Mh, ¿Gaara? —lo nombró, dándose la vuelta en la cama para poder ver su rostro—. Te estaba esperando.
Gaara, que había sido tomado por sorpresa, se estremeció cuando las manos tibias de Matsuri tocaron su torso desnudo, desde antes del secuestro de sus hijos, no habían tenido ese tipo de contacto tan cercano e íntimo, Gaara temía que la pudiera lastimar ahora que ella estaba en estado, por eso se había mantenido alejado.
—¿No tienes sueño? —preguntó él, acariciándole una mejilla—. Te ves algo cansada.
Matsuri negó con la cabeza —No, estoy bien, quería estar contigo —respondió, acercándose sin pudor a los labios del hombre. Lo besó lentamente, dulcemente, embriagándolo poco a poco, haciéndolo sentir como si sus labios fuesen un poderoso elixir, sumamente adictivo, que lo consumía de sed. Para cuando Matsuri rompió el beso, el mismo Gaara volvió a urgir la unión de sus labios, porque, a pesar de haberse demostrado su afecto con besos y caricias durante las pasadas semanas, él sabía que quería mucho más que eso.
Cuando se dio cuenta, ya la tenía acorralada debajo de su cuerpo, mientras le besaba el cuello y ella dejaba escapar innumerables suspiros y algunos cuantos gemidos, los cuales no hicieron más que excitarlo rápidamente.
—Matsuri… —la nombró con voz ronca y quebrada, apenas susurrándole al oído—. Será mejor que nos detengamos aquí, podría hacerte daño…
Él hizo el intento de levantarse, pero la chica lo rodeó por el cuello, impidiendo que se moviera, lo miró a los ojos con necesidad y deseo, estaba claro que no podía seguir esperando.
—Amor, hace semanas que estoy bien —dijo con cierto berrinche—. ¿En serio me vas a rechazar?
Gaara estaba absorto, ella no sabía el trabajo que le costaba contenerse para no tomarla todas las noches, por supuesto que se moría por hacerle el amor, simplemente no quería ponerla en riesgo, y sí, tal vez estaba siendo demasiado exagerado, pero era mejor eso a arriesgarse a que saliera herida ella o el bebé.
—Sólo no quiero lastimarte… —respondió, su expresión contrariada le indicó a Matsuri lo mucho que él también sufría por eso, todavía más, cuando ella rozó su entrepierna con una de sus rodillas—. M-Matsuri…
—Estoy bien, Gaara —volvió a insistir—. Ya lo consulté con la doctora y dijo que era seguro —esta vez susurró al oído del pelirrojo, quien sentía que su temperatura corporal aumentaba de a poco, empezando por esa zona que cosquilleaba ante el suave aliento femenino—. Quiero que me hagas el amor…
Esas palabras fueron el acabose para el Kazekage, perdió totalmente el autocontrol y el raciocinio, si es que acaso podía tener algo de eso cuando estaba con Matsuri, su ex alumna sabía perfectamente el modo adecuado para volverlo completamente loco, no sólo con sus gestos y sus acciones, sino también con las cosas que decía, con el modo en que le hablaba, ella lo enloquecía en todos los sentidos posibles, por eso la amaba tanto, más de lo que podía decir, porque ni siquiera podía dimensionarlo.
—Joder —masculló, acomodándose sin decoro alguno entre las piernas de su novia, obligándola a mantenerlas abiertas para él—. Me vas a disculpar, pero dudo que pueda ser gentil contigo esta noche.
Los ojos de Matsuri destellaron de pura lujuria, jamás se había sentido tan ansiosa antes, ¿era por las semanas de abstinencia? ¿O acaso la revolución de hormonas dentro de ella causaba tal estrago en su cuerpo? Lo único que sabía, era que la zona entre sus piernas se encontraba húmeda, expectante por sentirlo a él.
—Tan sólo no despertemos a los niños —respondió, justo antes de que Gaara la besara de forma apasionada y hambrienta, succionándole todo el aire de los pulmones.
Su lengua fue atrapada en una guerra sin tregua, mientras las manos de su futuro esposo la recorrían completamente. Ella sólo llevaba puesta una pequeña camisola de dormir, debido al calor del desierto, estaba acostumbrada a usar poca ropa bajo las sábanas, ni siquiera llevaba sostén, así que no fue difícil para Gaara el bajarle los tirantes y liberar sus senos, a los cuales accedió con su mano derecha, aprisionando uno de ellos.
—Justo como me gustan —susurró, haciendo alusión a lo duros que estaban los dos botoncitos rosados que coronaban aquellos hermosos montes femeninos. Su boca atrapó el otro de manera delicada, mordiendo suavemente la piel, acción que la hizo soltar un suspiro—. Matsuri… —dijo Gaara, buscándola con la mirada, pero sin desatenderla—. Dime algo, ¿alguna vez te imaginaste haciendo este tipo de cosas con tu sensei cuando eras mi alumna?
La pregunta fue un poco sorpresiva para Matsuri, que se tuvo que morder el labio inferior cuando la lengua de Gaara comenzó a trazar círculos y figuras sin forma sobre su pecho desnudo, haciéndola estremecer.
—¿Por qué… quieres saber eso en un momento como este? —cuestionó, sintiendo claramente el aliento tibio de Gaara sobre sí misma, en cuanto él curvó sus labios en una sonrisa.
—Porque tengo curiosidad —dijo él, alzándose un poco para encontrar su rostro, ella estaba sonrojada, se veía tan hermosa a la luz de la luna, no podía describir lo mucho que le gustaba verla agitada y nerviosa, totalmente excitada por y para él—. Vamos, dime, quiero saber.
—Uhm… —la joven mujer se llevó una mano a sus labios, cubriendo los mismos, era difícil pensar con claridad cuando su apuesto futuro esposo estaba encima de ella, mirándola con esos ojos llenos de deseo—. P-pues… era un poco inocente al principio, sabía que me gustabas, pero no fantaseaba demasiado con ello.
—¿No? —Gaara volvió a su tarea de saborear aquellos senos que lo volvían loco, esta vez, besando el otro que antes masajeaba con su mano. Escuchó a Matsuri gemir en voz baja y decidió darle nuevamente una mordida—. No te creo —murmuró contra su piel, al mismo tiempo que su mano izquierda se deslizaba entre las piernas de su mujer, ella estaba usando una prenda muy delgada y pequeña como ropa interior, así que Gaara simplemente la apartó con sus dedos, teniendo acceso libre hacia su zona más íntima.
—Es verdad… —un gemido involuntario se le escapó a la castaña cuando el Kazekage acarició –sólo con la yema de sus dedos– aquel botoncito de nervios que él sabía bien que era su centro de placer, lo hacía tan suavemente, tan gentilmente, como si se tratara de la suave brisa matutina meciendo la arena del desierto—. Y-yo no… no pensaba así de ti… —aseguró, cerrando sus ojos y arqueando su espalda, pero en ese momento, las caricias se detuvieron—. ¿Gaara?
—Dime la verdad —susurró Gaara a su oído, ella ni siquiera lo sintió llegar hasta ahí, todo porque estaba demasiado concentrada en sus cómo él la tocaba—. Dudo que no hayas pensado así de mí, después de todo, tú fuiste quien me sedujo primero —dijo en un tono casi perverso, jocoso y seductor, poco o nada había del serio Kazekage en él, en momentos como ese, era como si otra personalidad se apoderara de su cuerpo, alguien lleno de lujuria y brutalmente directo—. Si no me dices, no voy a continuar —advirtió.
La amenaza pareció funcionar, porque Matsuri buscó sus labios casi con desesperación, besándolo como si el mundo se fuese a acabar mañana —Fue cuando tenía dieciséis —confesó a quemarropa—. Estábamos entrenando, tu uniforme se rasgó un poco, ya que estábamos practicando con técnicas de viento, ver tu piel desprotegida de la tela me hizo imaginar un montón de cosas en mi cabeza —su cara se puso completamente roja, tal vez no era necesario que lo dijera todo, pero sabía que igualmente Gaara la obligaría—. E-esa noche yo… hice cosas, uhm… y-ya sabes…
—¿Te masturbaste pensando en mí?
—¡G-Gaara! —exclamó la avergonzada castaña, cubriéndose el rostro con ambas manos, aunque se tuvo que obligar a no alzar demasiado la voz. ¿Por qué Gaara era tan desvergonzado? Al contrario de ella, que se moría de la pena.
—¿Qué? —el hombre la miró divertido—. No tiene nada de malo, somos humanos —aseguró, apartándole las manos del rostro a la chica—. Aunque… no imaginé que fueses tan pervertida.
Matsuri frunció el ceño.
—Mira quién habla de pervertidos.
Gaara no respondió nada, todo lo que hizo fue levantar el pijama de Matsuri hasta su cintura, depositando húmedos besos sobre su vientre, que seguía siendo plano, a pesar de que pronto comenzaría a notarse el embarazo.
—No respondiste mi pregunta —insistió entonces, mientras sus dos manos tomaban los bordes de la braguita de color rosa, bajándola con total descaro—. Dime, ¿lo hiciste? —cuestionó, besando el monte de venus de su amada, para luego hacer lo mismo con sus muslos internos, su piel en esa zona era mucho más cálida y suave que en el resto de su cuerpo.
—Mh, sí… —reconoció Matsuri, volviendo a sentirse agitada. Era cierto que ella había incitado a Gaara a que tuvieran relaciones hoy, pero no esperaba que su prometido se emocionara tanto con el juego previo, la estaba volviendo loca sólo con esos besos y caricias tan sutiles.
—Qué mujer tan pervertida tengo —volvió a susurrar Gaara, soltando su aliento sobre esa zona tan sensible de Matsuri, que tembló de pies a cabeza cuando sintió la húmeda lengua del hombre abriéndose paso entre sus pliegues—. Extrañaba tu sabor —su voz ronca se escuchaba ya distorsionada, pues Matsuri se sentía embriagada de placer.
El Kazekage separó un poco más las piernas de su mujer, buscando una posición más cómoda para realizar su trabajo, escucharla gemir era algo que le subía la excitación hasta las nubes, pues ya se encontraba totalmente duro, a pesar de que ella vagamente lo había tocado, el solo hecho de saber que Matsuri estaba disfrutando, era suficiente como para que su propio cuerpo se encendiera.
—G-Gaara… —lo nombró Matsuri, casi ahogándose en la deliciosa sensación de esos labios y esa lengua que no dejaban de atender su zona más sensible, haciéndola disfrutar como nunca. Se tuvo que tapar la boca con una mano cuando lo sintió deslizarse por su entrada, mientras frotaba su clítoris con el dedo pulgar, él repitió los movimientos por un par de veces más, hasta que Matsuri no pudo aguantarlo y llegó a un intenso orgasmo, en ese instante, el pelirrojo se irguió y la observó, relamiéndose los labios, gesto que no pasó desapercibido por su novia.
—Qué hermosa te ves cuando estás siendo complacida por mí —dijo Gaara, grabándose en la mente cada pequeño segundo en el cual su mujer respiraba agitada y sus ojos resplandecían de felicidad y deseo.
Matsuri se incorporó, sentándose sobre el colchón y rodeando el cuello de su prometido con sus brazos, lo besó en los labios, sintiendo su propia esencia, mientras Gaara volvía a tomar sus pechos con ambas manos. Ella rápidamente coló su diestra bajo la tela del bóxer del hombre, encontrándose con su miembro duro y caliente, cosa que la emocionó bastante.
—Matsuri —se quejó el pelirrojo, rompiendo el beso cuando aquella pequeña mano empezó a acariciarlo con bastante ahínco, aunque hacía un esfuerzo por continuar besándola, a pesar de que los gemidos y gruñidos se le escapaban de vez en cuando—. Me gusta… sigue… —confesó, dejándose hacer por su habilidosa ex estudiante, estaba seguro de que le había enseñado muy bien.
Mientras ella lo masturbaba, Gaara aprovechó la posición para deshacerse por completo del pijama de Matsuri, dejándola desnuda, con ese precioso cuerpo a su total merced. Besó el cuello de Matsuri, gimiendo junto a su oído de vez en cuando, mientras las caricias de ella se volvían más rápidas y certeras, desmoronando todo su poco autocontrol.
—P-para… me voy a correr… —advirtió, pero ella no lo escuchó, simplemente se dedicó a hacerlo más y más rápido, estaba decidida a hacerlo llegar sólo con su mano—. Joder, Matsuri… —masculló, cerrando los ojos cuando sintió venir su liberación.
—Necesitaba devolvértelo —contestó la chica, dándole cortos besos sobre la mandíbula y el cuello. Rio ligeramente cuando notó que la erección del pelirrojo se había esfumado por completo, gesto que él también percibió.
—No te rías, fue tu culpa —dijo él, ligeramente ofendido.
Ella se alzó para mirarlo, dedicándole una dulce sonrisa.
—No te enojes, ya lo arreglo —aseguró, limpiando su mano manchada de semen con las sábanas de la cama, para luego agacharse frente a su amado Kazekage, él sólo bajó la mirada para mirar lo que ella hacía, observando con deleite como su miembro se deslizaba dentro de la boca de la castaña.
Mientras disfrutaba de que ella lamiera y succionara su sexo, Gaara se relajó completamente, no podía dejar de verla, el movimiento de su boca era jodidamente hipnotizante, igual que el momento en que ella lo engullía por completo. No pasó mucho para que su erección resurgiera con mayor vigorosidad que antes, tanto, que la pequeña cavidad bucal de su novia ya no podía contenerlo y lo tuvo que liberar.
—¿Ves? Ya está —dijo Matsuri, limpiándose los labios con la punta de sus dedos, dejando que su anillo de compromiso reluciera en su mano.
El Kazekage rio con agrado.
—Qué eficiente alumna eres —dijo atrayéndola hacia su cuerpo. Su pene se presionó contra el vientre femenino y, mientras la besaba, ella se acomodó sobre las piernas de él, provocando que la penetrara con extrema lentitud—. Demasiado eficiente —agregó Gaara, jadeando ante la sensación maravillosa de sentirse dentro de ella una vez más, disfrutando cómo lo apretaba y lo acogía con calidez y goce.
—Aprendí del mejor —apuntó Matsuri, empezando a mover sus caderas de arriba hacia abajo, suavemente, con mucho cuidado, porque, aunque estaba ansiosa y demasiado húmeda, todavía recordaba hacerlo con cautela, en caso de cualquier inconveniente.
Gaara la sostuvo por las caderas, ayudándola a mantener ese ritmo constante y obligándose a no irrumpir en ella con fuerza, a pesar de que se moría de ganas por hacerlo. Los dos gemían y jadeaban de placer, haciéndoles difícil mantener los besos fogosos que compartían, aunque ninguno quería abandonar los labios del otro. El pelirrojo sentía los senos de su amada restregándose contra su torso, perdiendo un poco más la razón cada vez que se hundía en ella. Llegado un punto, ya no pudo soportar más y la recostó contra la cama, quedando encima de ella, las sábanas se enredaron entre las piernas de ambos, al mismo tiempo que sus lenguas luchaban una feroz batalla sin ganador.
El hombre sostuvo su peso contra sus antebrazos y mordió el labio inferior de la castaña, quien se quejó por el leve y placentero dolorcito.
—¿Puedo hacerlo un poco más rápido? —le preguntó Gaara, que, a pesar de su impaciencia, procuraba ser cuidadoso.
—Sí —contestó ella, guindándose de su cuello—. Te amo —susurró, besándolo una vez más.
Casi como si su cuerpo lo hubiese estado anhelando, Matsuri gimió más alto que las otras veces, deleitándose cuando su hombre empezó a moverse más rápido y con más fuerza, podía sentirlo llegar muy profundo dentro de ella, frotándola y masajeando sus interiores, produciendo aquella deliciosa fricción que tanto le gustaba.
—Yo también te amo —dijo Gaara, apenas pudo cortar el beso. Su cuerpo sudaba debido al esfuerzo, su flequillo se le pegaba a la frente, ocultando el kanji que llevaba desde pequeño, mientras que su mano derecha se aferraba a las sábanas de la cama, ya que la izquierda dibujaba caricias sobre la perna de su novia, la cual le rodeaba las caderas.
Poco a poco, la corriente eléctrica empezaba a formarse y a crecer en el interior de ambos, Matsuri apenas se movió un poco hacia un costado y sintió que explotaba, así que tuvo que esconder su rostro entre el cuello y el hombro de Gaara para evitar gritar; él, por su parte, la embistió un par de veces más, antes de correrse dentro de ella, después de sentir como Matsuri lo apretaba en medio de su orgasmo. La sensación fue demasiado liberadora para ambos, que cayeron rendidos sobre el colchón, abrazándose con fuerza.
—Me vuelves loco —le dijo Gaara, dándole un beso corto—. Amo follarte, Matsuri.
—Y yo amo que lo hagas —respondió Matsuri, acurrucándose contra el cuerpo de su Kazekage, mientras abultaba ligeramente sus mejillas, no sabía qué le pasaba, pero el cosquilleo en su entrepierna todavía no desaparecía—. Mh, Gaara…
—¿Qué? —preguntó el pelirrojo, separándose sólo un poco para poder ver la expresión de la joven, dándose cuenta enseguida de su estado—. ¿Quieres hacerlo de nuevo? —le preguntó, ligeramente divertido y asombrado ante la situación, normalmente, era él quien insistía por un segundo round.
Matsuri frunció los labios, lucía como una niña berrinchuda.
—Sí.
Por toda respuesta, Gaara la besó profundamente y, sin deshacer el contacto, la posicionó sobre él, deslizando sus dos manos, con las palmas abiertas, sobre el trasero de Matsuri, de forma nada decorosa y sumamente desvergonzada, urgiéndola a mover sus caderas y rozando su miembro contra su zona íntima.
—Está bien, entonces móntame —dijo mirándola a los ojos, a lo que Matsuri asintió, su vientre se sentía caliente y las cosquillas de su entrepierna sólo aumentaban, estaba deseosa por tenerlo dentro de ella nuevamente.
La kunoichi deslizó sus dos manos sobre el abdomen del pelirrojo, bajando cada vez más, hasta que una de ellas alcanzó el sexo masculino. Lo sostuvo suavemente, regalándole caricias sumamente placenteras, las cuales sólo buscaban volver a animarlo, aunque no le costó demasiado, con sólo tenerla encima de él, Gaara rápidamente se sintió excitado y volvió a ponerse duro, por lo que, apenas consiguió su objetivo, la castaña se ubicó nuevamente en posición y, de forma lenta y calmada, lo hizo entrar en ella.
—Mh… —murmuró con deleite, esta posición se sentía mucho mejor, Gaara llegaba más profundo que antes y casi lo podía sentir tocando sus entrañas, la sensación era demasiado buena, así que no tardó en empezar a moverse contra él.
Él estaba abrumado al observar a su mujer meciéndose sobre él, era tan hermosa, simplemente le parecía divina, cuando estaban así, sólo podía pensar en que ella estaba hecha para él y él lo estaba para ella, porque, al igual que las piezas de un rompecabezas, ambos encajaban a la perfección.
—Qué hermosa vista… —murmuró el Kage, arqueando sutilmente su espalda tras observar cómo su cuerpo y el de Matsuri se fusionaban una vez más. Sus ojos se fijaron en aquellos senos que subían y bajaban ante cada movimiento de su novia, así que los atrapó a ambos entre sus manos y empezó a jugar con ellos, apretándolos, amasándolos y pellizcando los mismos, oyéndola gemir ante cada caricia atrevida de su parte.
Matsuri tomó las dos manos de Gaara y comenzó a dirigir sus caricias, sin detener sus movimientos sobre él, podía sentir que su alma se separaba de su cuerpo, entre más fricción había entre ambos, era más palpable la sensación de estarse desprendiendo de la realidad; empezaba a ver el cielo y millones de estrellas en él.
De un momento a otro, Gaara cortó las caricias y la jaló del brazo, pegándola a él todo lo que pudo, para luego comerse sus labios en un beso totalmente cargado de deseo y pasión. Sus manos volvieron a sostenerla por el trasero, casi obligándola a moverse más rápido, por lo que la chica tuvo que cortar el beso al ser invadida por las ganas de expresar su sentir por medio de sus gemidos.
—G-Gaara, m-me voy a… mh…
—Hazlo… —contestó él, agregándole el brutal movimiento de sus propias caderas a la ecuación, lo cual terminó por hacer caer por completo a Matsuri, ella no fue capaz de contener su orgasmo, estaba segura de que hubiera gritado y habría despertado a media aldea, de no ser porque él la besó en ese mismo instante.
Con ella fuera de combate, el Kazekage también se dejó ir, ahora sí que ambos estaban agotados y totalmente satisfechos, tanto así, que ella ni siquiera tenía fuerzas para moverse de encima de él, los dos solamente podían respirar agitados.
—Es mejor que durmamos de una vez —dijo Gaara, pasándose una mano sobre la sudada frente y echándose el cabello hacia atrás, dejando ver su cicatriz.
Ella se quedó viendo aquel kanji con curiosidad, siempre le había despertado el interés y ya había oído la historia de cómo Gaara se lo hizo, pero nunca prestaba la atención debida a ese detalle. Sus dedos acariciaron suavemente la cicatriz, el vestigio del sufrimiento de su amado cuando sólo era un niño.
—¿Qué pasa? —cuestionó Gaara, notando el gesto de su amante—. ¿No te gusta la cicatriz?
La chica negó con la cabeza.
—No, no es eso —respondió, mostrándole una dulce sonrisa—. Solamente estaba pensando que cuando te hiciste esto, el significado del amor era algo muy diferente para ti.
Gaara tomó la mano con la que ella lo acariciaba y le besó el dorso, con cuidado, la bajó de encima de él y la recostó a su lado, abrazándola con fuerza.
—Es cierto —dijo él—. En ese momento, el amor sólo significaba dolor y traición para mí —tras decir eso, acomodó un mechón de cabello tras la oreja de la menor—. Pero eso ya no es así, yo podría cubrirla con mi armadura de arena si quisiera, pero me gusta verla y recordar día a día que el amor que siento ahora por ti y por nuestros hijos es lo que me hace más fuerte, es por lo que despierto y vivo cada día.
Sus palabras dejaron maravillada a Matsuri, quien no dudó en posar sus labios sobre aquella cicatriz, aunque sólo fueron un par de segundos, fue como si transmitiera un millar de sentimientos con ese simple gesto.
—Te amo —murmuró al separarse, abrazándolo y dejando que Gaara cubriera sus cuerpos desnudos con las sábanas de la cama.
—Y yo te amo a ti —respondió el pelirrojo, dejando que el calor de Matsuri se colara por cada poro de su piel, sus ojos empezaban a pesar y sabía que, esta vez, necesitaba tomar un descanso apropiado—. Buenas noches, amor.
—Buenas noches, mi vida —respondió Matsuri, cerrando lentamente sus ojos.
No pasó mucho tiempo para que ambos se quedaran dormidos, no era tan tarde, pero se sentían sumamente agotados después del intenso momento vivido.
Un mes más había transcurrido, cuando Matsuri ya había pasado el tercer mes de embarazo, un día antes de su planeada boda con el líder de la aldea de la arena, sus queridas amigas habían decidido "secuestrarla", con la excusa de que la novia y el novio debían pasar separados la noche antes de su ceremonia. Al principio, a Matsuri le pareció buena idea, pero ahora se arrepentía, pues las chicas le habían organizado una despedida de soltera.
Todo había sido obra de Sari, en complicidad con Temari y Yukata, la hermana del Kazekage había venido desde Konoha para asistir al tan esperado evento, e incluso había arrastrado a Sakura y a Hinata con ella, a pesar de que todas tenían hijos, no les fue difícil dejarlos al cuidado de los padres de cada uno, excepto por la pequeña Sarada, quien estaba en compañía del bobo de Naruto y sus dos hijos.
—Chicas, no creo que esto sea lo mejor —se quejó la castaña, que estaba viendo a sus amigas beber como si no hubiese un mañana. Ella se abstenía, por supuesto, tampoco le gustaba el alcohol, pero sí que se sentía excluida por ser la única que no bebía.
—¡No seas aguafiestas y disfruta! —exclamó Sari, sosteniendo un vasito de sake en su mano derecha—. Esta es tu última noche de soltera, señora Sabaku No.
La futura novia se sonrojó al ser llamada de esa manera, en el fondo, todavía se le hacía difícil asimilar que, dentro de un par de horas, iba a ser la esposa de Gaara.
—B-bueno, p-pero…
—Hey —interrumpió Temari, sonriendo ampliamente—. Matsuri, deberías sonreír un poco más, no estás nerviosa, ¿o sí? Cuñada.
La recién nombrada sólo frunció los labios y bajó la mirada.
—Sí lo estoy, tengo muchos nervios —admitió, sentía que le temblaban las manos y las piernas, a pesar de que estaba sentada—. Mañana me voy a casar con Gaara, aún no lo puedo creer —añadió, cubriéndose el rostro con ambas manos—. ¿Y si me trabo y empiezo a decir puras tonterías? ¡Me muero!
Las chicas empezaron a reírse al escucharla, Matsuri era adorable, aunque ya era adulta, todavía actuaba como una adolescente, aunque ninguna de ellas era diferente cuando del hombre al que amaban respectaba.
—Yo también estaba muy nerviosa en mi boda con Naruto-kun —dijo Hinata, recordar aquellos momentos le hacían pensar en lo afortunada que era de estar junto a la persona que más amaba en el mundo—. Pensaba que iba a desmayarme, pero cuando el momento llegó, solamente podía pensar en nosotros dos.
—Sasuke-kun y yo nos casamos lejos de la aldea, después de enterarnos de mi embarazo —relató Sakura, que estaba un poco avergonzada, dadas las circunstancias de su unión con su esposo—. Todos estaban muy sorprendidos cuando volvimos a Konoha casados y con una hija —agregó la peli rosa, riendo en voz baja.
Temari frunció el ceño.
—Shikamaru se quedó dormido antes de la boda, por poco y no llega —dijo con fastidio—. No sabía si casarme o ir a la cárcel por matarlo, pero al final nos casamos.
Todas estallaron en carcajadas, realmente, Temari y Shikamaru eran una pareja muy particular, a pesar de ser tan distintos, también se complementaban de modo perfecto, por eso eran un buen ejemplo a seguir para el resto de las chicas.
—A mí me hubiese gustado que estuvieras en mi boda con Kankuro —le dijo Sari, frunciendo sus labios en un pequeño puchero—. Pero al menos tuve tu mensaje de felicitaciones, estoy muy feliz de que por fin vayas a estar con la persona que siempre has amado —tras decir aquello, Sari abrazó a Matsuri, la cual dibujó una sonrisa en su rostro, ella también estaba feliz, había esperado muchos años para poder unir su vida a Gaara.
—¡No es justo! —todas oyeron a Yukata quejarse—. Todas tienen perro que les ladre y hasta bendiciones, menos yo —dijo cruzándose de brazos y arrugando el entrecejo, se notaba por el rojo de sus mejillas que ella estaba pasada de copas.
—Oh, ¿en serio? —Sari entrecerró la mirada—. Pues yo te vi muy acaramelada con Mikoshi en el hospital después de que lo atacaron.
Esta vez, las mejillas de la pobre Yukata casi estallaron en sonrojo, por encima del que ya tenía por la borrachera, mientras sus ojos se abrían como platos.
—No me lo esperaba —comentó Matsuri, bastante sorprendida.
—¡E-eso es un malentendido!
El resto de las invitadas, a pesar de no conocer a la chica o a su "amigo", empezaron a reírse, el ambiente pronto se tornó más animado y cálido, pasaron gran parte de la noche hablando sobre cómo iban sus vidas, quejándose de sus maridos o contando las hazañas de sus hijos, esa noche, Matsuri logró relajarse de la presión de saber que, en poco tiempo, ella y Gaara celebrarían su matrimonio.
El viento nocturno del desierto le acarició los cabellos, meciéndolos suavemente a su propio ritmo, mientras el Kazekage admiraba la enorme luna llena en el cielo, que se apreciaba perfectamente desde su balcón. Habían pasado apenas algunas horas desde que su hermana y las demás chicas se llevaron a Matsuri para "prepararla" para la boda, pero él sentía que la extrañaba y estaba ansioso por verla, quería estar a su lado cuanto antes, que las horas pasaran para que llegara su boda.
—Gaara, ¿qué haces ahí? —le preguntó Kankuro, saliendo para encontrárselo en su pequeña meditación—. Hey, se supone que debíamos celebrar antes de tu boda.
El Kazekage se dio la vuelta para mirar hacia el interior de su casa, sus hijos estaban ahí, también estaban Naruto y sus dos retoños, la pequeña Sarada, su cuñado Shikamaru y su hijo Shikadai, incluso el bebé de Kankuro, que estaba sentado sobre la alfombra del piso, jugando con unas figuritas de madera, mientras sus primos lo acompañaban y vigilaban.
—Parece más una guardería que una celebración —dijo el pelirrojo, dibujando una suave sonrisa en sus labios.
Kankuro suspiró.
—Las mujeres se han ido y nos han dejado a los niños, ni modo —comentó, encogiéndose de hombros—. Nos toca ser niñeros de nuestros hijos y sobrinos.
—Es extraño ver a tantos niños aquí… —Gaara observó que Aika y Shinki le hacían caras graciosas a su primo menor, mientras Shikadai suspiraba con fastidio, el hijo mayor de Naruto, Boruto, estaba riéndose de las caras que hacían sus hijos, al tiempo que Sarada Uchiha lo regañaba. El ver a todos esos pequeños disfrutando en su propia casa, él se daba cuenta del enorme cambio que había tenido su vida, había una nueva generación de jóvenes promesas, los cuales pronto iban a brillar, tal y como él y sus amigos lo habían hecho.
—Lo sé, ¿verdad? Ya todos somos adultos —dijo su hermano, que también sonrió de forma tranquila, incluso si él mismo ya era padre, le costaba asimilar que él y sus dos hermanos ya habían crecido y formaron sus propias familias.
—¡Hey! —exclamó Naruto, gritándoles desde su lugar junto a los niños, mientras agitaba escandalosamente una de sus manos—. ¡Gaara, Kankuro, no se queden ahí!
—Qué par de problemáticos —masculló Shikamaru—. Iguales a su hermana.
Los dos hermanos de la arena se miraron entre sí, asintieron con la cabeza y volvieron a entrar a la casa, uniéndose al resto.
Gaara volvió a sentirse ansioso cuando miró a Aika, que era tan parecida a Matsuri, sólo faltaban pocas horas para que su adorada ex alumna fuese al fin su esposa, no podía esperar más.
La boda del Kazekage se iba a realizar durante la mañana, antes del mediodía. Iba a ser una ceremonia pequeña, con los invitados justos y necesarios, sólo amigos, familiares y algunas cuantas invitaciones de cortesía, como las de los otros Kages y los miembros del consejo.
Los ojitos de Aika y de Shinki brillaban de asombro cuando vieron lo hermosa que Matsuri lucía con su kimono puesto. Como era la tradición, éste era blanco, tenia bordados en hilo rojo y dorado por todo el borde de la tela, era como un jardín lleno de flores, parecía la princesa de un cuento antiguo. Su vientre aun no se notaba, por lo que su figura estaba delineada. Llevaba el cabello recogido en un elaborado peinado tipo "tomate", con palillos cruzados y atravesando el mismo, cada uno sostenía una pequeña flor de color rosa. También le habían aplicado un suave maquillaje en el rostro, pero lo más bello de su imagen era la brillante sonrisa que adornaba sus labios.
—Mamá, te ves tan bonita —dijo su hija, corriendo a abrazarla—. Mi mami es una princesa.
Matsuri se agachó para corresponder a su abrazo, ampliando un poco más su sonrisa, Aika la hacía sentir que su pecho explotaba de calidez, ella era la mejor prueba del inmenso amor que sentía por Gaara, por ese hombre que estaba a punto de ser su compañero de vida eterno.
—Gracias, cariño, pero tú eres la única princesa aquí —respondió, dándole un beso sobre la frente a su pequeña, para luego mirar a Shinki.
El pequeño castaño se sonrojó un poco, por supuesto, le parecía que Matsuri era muy bonita, pero le avergonzaba un poco expresarlo.
—Shinki-kun, ¿tú qué piensas? —preguntó la mayor, ansiaba conocer el punto de vista del niño, aunque su relación aun no era perfecta, poco a poco él comenzaba a encariñarse con ella y eso la reconfortaba, era aun más feliz al poder contarlo como parte de su familia.
—E-estás bonita —contestó el menor, mirando en otra dirección, todavía no dejaba de sentirse abochornado por la situación.
La castaña sonrió y se irguió, estaba sola en aquella habitación junto a sus hijos, porque sí, para ella, Shinki también era su hijo, aunque él no lo viera así. Sari y Temari la habían arreglado y habían salido para esperarla afuera, dejándola bajar un poco el nerviosismo y la ansiedad.
—Matsuri, es la hora —escuchó la voz de Sari, que entraba a la habitación, era la que ella y Gaara compartían en casa de él—. Niños, vengan conmigo.
—Sí, tía Sari —dijeron al unísono.
Sari tomó a cada uno de ellos de la mano y salieron juntos de ahí, entonces, Gaara entró. Matsuri le estaba dando la espalda, pero todavía podía apreciar lo hermosa y radiante que ella estaba. Le tomó de la mano con delicadeza y se acercó a su oído, haciéndola temblar.
—¿Lista? —susurró.
—Gaara… —la chica se volteó a verlo, apretando un poco más su agarre—. Estoy algo nerviosa, pero estoy lista para ser tu esposa.
Ella lo detalló por un momento, su prometido estaba usando un típico kimono negro, como en su primera boda con Aoi, pero, de algún modo, lucía completamente diferente, estaba mucho más apuesto y parecía más feliz.
—¿Por qué estás nerviosa? —cuestionó, atrapándole el rostro entre sus dos manos—. Vamos a ser muy felices —aseguró. Jamás se hubiera pensado a sí mismo haciendo una afirmación de tal calibre, pero estaba muy seguro de sus sentimientos y de los de ella, no iba a volver a cometer errores como en el pasado, tampoco seguiría lamentándose por lo que fue y lo que no pudo ser antes, sólo importaba el futuro.
—Porque te amo mucho —dijo Matsuri, inclinándose ligeramente hacia él, para posar sus labios sobre los adversos, aunque se alejó enseguida—. Gaara-sensei… tu alumna te ama con todo su corazón…
Gaara la abrazó, rodeándole la cintura con los brazos, para pegarla todo lo que pudo a su cuerpo.
—Matsuri —murmuró a su oído—. Tu sensei te ama con toda su alma.
Lentamente, rompieron el abrazo, mirándose a los ojos, el silencio que reinaba entre ellos era como un modo de comunicación que sólo los dos podían compartir, un lenguaje secreto que consistía en gestos y señales que cada uno conocía a la perfección del otro. La distancia entre sus rostros se fue acortando de forma lenta, hasta que la misma desapareció, sus labios se unieron en un beso suave y apasionado, sus lenguas se encontraron y se enredaron la una con la otra, sus pulmones se vaciaron de aire y, ahí, solos en ese cuarto, esperando para celebrar su ceremonia de bodas, los dos supieron que ya nada ni nadie los volvería a separar, que siempre se habían amado y para siempre se seguirían amando.
Porque lo de ambos siempre fue amor.
...
¡Nos vemos en el epílogo!
