Enemigo primordial
Capítulo 29
El grupo de Londres volaba por encima del mar Atlántico, cruzando el Canal de La Mancha, que separaba Reino Unido de Francia pero que era constantemente cruzado por barcos y aviones. Ellos volaban a poco más de cien metros del agua, lejos de los barcos más grandes, aunque para los mortales que pudieran verles seguramente ellos no fueran más que una bandada de pájaros o un avioncillo de recreo. El suave viento les removía el pelo un poco y les daba en la cara, con el olor del mar llegando hasta ellos en una suave fragancia que era bastante agradable. Sorprendentemente no se estaban sintiendo revueltos o con arcadas, tampoco sintieron que la presión en sus oídos cambiara bruscamente o algo así.
-¿Cuánto tardaremos en llegar, Piesangriento?- le preguntó con toda su fuerza Jasón. El otro se giró un poco y respondió con la misma vigorosidad.
-¡En media hora estaremos! Disfrutad de las vistas mientras, en esta época del año puede que hasta veamos bandadas de aves migrando- afirmó, volviendo a mirar al frente.
Los hipogrifos cabalgaban sobre el aire, una estela arcoíris quedaba detrás de ellos que emanaba desde las ruedas, mientras los animales se movían por el aire como si pisaran algo sólido. Era la magia la que permitía aquello, realmente no sería posible de otra forma, de hecho Beatrice miraba todo aquello con una sonrisa propia más de un niño que de una mujer casi adulta.
-¿Luego de ir a Mérida sabemos a dónde ir?- preguntó entonces Katherine, a eso Blitzen negó. Estaba tapado desde la punta de la nariz hasta los pies para evitar el Sol, encima en esa situación estaba pasando bastante calor pero no había otra manera.
-No sabemos ni dónde vamos a dormir, vamos a saber eso- comentó Electra, mientras observaba el horizonte ante ella con cierto interés.
-En teoría dormiremos en una autocaravana que compró tío Amos, ¿verdad? Usando el dinero del tesoro de mi hermano- dijo Sadie, en realidad era una idea que tenía ella, no es que lo supiera seguro.
Sin embargo era lo más plausible, pero esa afirmación sorprendió a los celtas, hasta William la miró con cierto interés.
-Aquí los colegas tienen dinero para enterrarnos a todos, varias veces, y estando de pie. Su hermano es el Faraón de Egipto, recordad- apuntó Piper entonces, los demás asintieron entonces.
-¿Vosotros además tenéis dioses con vosotros, verdad? Los egipcios- preguntó Dylan entonces, a eso Sadie asintió.
-Yo puedo llamar a Isis, es diosa de la magia. Pero no está en mi cuerpo ahora, aunque sí puedo estar unida a ella y ser una, si esa es vuestra pregunta- explicó, la verdad es que era difícil de entender.
-En el caso de Carter, mi hermano, puede invocar, o al menos pedir, que venga Horus, dios del viento y el aire, y que precisamente es hermano de Isis- se inclinó hacia adelante entonces.
-Después está mi pareja, Waltz. Él sí está permanentemente unido a Anubis, dios de la muerte, pero su caso es especial. De no ser por esa unión él estaría ya muerto, además me gustan los dos así que es ganar doble- los otros la miraron con una ceja en alto.
-No está mal, ¿no? Dos novios en uno, no sé si aplaudirte o qué- comentó con diversión Richard, que se rio un poco entonces.
-Mientras le vaya bien, estupendo. Total, igual nos matamos en el proceso…- dijo Bryan, mientras suspiraba.
Los demás se quedaron un poco callados, incomodados por la habitual falta de optimismo del otro, que se limitó a acariciarse los brazos.
El resto del trayecto lo pasaron en silencio, con solo pequeños vaivenes en el carruaje, producto de los vientos del mar y que eran difíciles de evitar por los hipogrifos, y que de hecho usaban esas mismas corrientes para poder subir, bajar y girar. Sus grandes alas cortaban el aire y les permitían mantenerse en una posición fija y sin tener que hacer grandes esfuerzos para mantenerse en el aire, aunque de vez en cuando se apoyaban en el propio viento, instante en que sus pezuñas brillaban un poco, pudiendo impulsarse con bastante facilidad y fuerza, manteniendo una velocidad estable… hasta que tocó descender. Para ello, comenzaron a inclinarse hasta tomar unos quince grados hacia la derecha, haciendo círculos cada vez menos amplios, formando de esta manera una curva descendente que les permitía seguir avanzando un poco hacia adelante, pero sobre todo, hacia abajo. Cuando estuvieron a unos quince metros de altura siguieron avanzando de nuevo a gran velocidad, para, en pocos minutos, comenzar a ver la costa francesa. Cerca de ellos algunos barcos pesqueros faenaban, los trabajadores de los mismos les confundieron con una avionetilla que, sorprendentemente, no provocaba demasiado ruido con su movimiento, volando relativamente al raso pero con bastante elegancia.
-¡Estamos al lado del destino, muchachos! ¡Preparaos para el aterrizaje, será algo movidito!- afirmó, mientras los hipogrifos seguían adelante.
Estaban en una zona con amplias playas y colinas elevadas, una de ellas especialmente, en la que se podían ver grandes graneros parecidos a los que vieron en su punto de partida en Folkestone. Esa debía ser la famosa sucursal que tenían de destino, pero no entendían por qué sería en especial dura, pues la salida, en césped, no había sido mala especialmente. No era como viajar en avión, pero desde luego no era nada que no se pudiera soportar. Pero según se acercaban notaron que si bien también había césped en aquella zona de aterrizaje, también vieron que tenía grandes piedras y que les harían temblar bastante, puede que incluso tuvieran más de una mordedura de lengua involuntaria si hablaban durante ese rato.
Fueron ajustando suavemente la altura para adaptarse a la de la colina, llegando a esta una vez que subieron un poco, tomando tierra y notándose la dureza de la misma. Iban bastante deprisa, pero descendieron poco a poco de velocidad recorriendo aquel prado, observando los alrededores. Aunque no pudieron hacerlo hasta que los hipogrifos no estuvieron a una velocidad más de trote pues, efectivamente, todo el carruaje botaba y vibraba por lo pedregoso del suelo que pisaban.
Al fondo tenían unas granjas, varios trolls cuidaban de los animales, mientras muchos de estos pastaban en el suelo o descansaban bajo un árbol, tirados o simplemente acariciando sus cuerpos contra la madera para rascarse suavemente. Se fijaron en que había aún más hipogrifos en aquella granja, tenían pinta de hacer más vuelos que no únicamente por el estrecho. Eso, o tenía varios puentes aéreos para poder cruzarlo, que era otra opción. No hablaron hasta que el ruido ambiente, provocado por el replicar de la madera contra las rocas, descendió lo suficiente para poder ser escuchados por los demás.
-¡Habría que avisar a los de París que estamos aquí! Que por cierto, a ver cómo nos acercamos hasta allí- comentó entonces Sadie, mientras se recolocaba en su sitio.
Debido a las ligeras turbulencias se habían despeinado algo y se habían movido ligeramente de sus posiciones, pero poco importó pues bajaron en cuanto el carruaje se detuvo, cerca de uno de los graneros. Por allí apareció una troll, era algo baja, delgada y con unas facciones similares a las de Piesangriento, solo que ella tenía un tono de rojo algo más suave. Su voz sin embargo era como la del otro, algo molesta e irritante.
-¡Oye, Pie! Espero que no te hayan engañado de nuevo unos semidioses, ojito que no tenga que venir tu hermana a ayudarte- le chinchó esta. El otro gruñó, mientras negaba.
-¡Eso pasó hace 150 años, Grasanegra!- le respondió, molesto, pero esta le sacó la lengua con diversión. Luego miró a los semidioses, olisqueando el aire un poco.
-Bueno, bueno, bueno… reconozco el olor almizclado de Morrigan, el agua hidrogenada de Taranis, el olor a pinos de Epona, la humedad de Cernnunos, el suave aroma a humo de Belenus, y la magia de Dagda, pero hay cosas que no conozco, hmm…- iba mirando a cada uno de ellos despacio.
Pasó por Bryan, Electra, Dylan, Richard y Kevin, Katherine y William, y por último Beatrice. Pero al mirar a los demás olisqueó cosas que no conocía y que le descolocaba de alguna forma, no comprendiendo del todo a qué se podía deber. Sin embargo, de alguna forma sí que caía a qué se podía deber, en ello pensaba mientras Piesangriento se limitaba a separar los hipogrifos del carruaje, mientras Jasón se dedicaba a llamar a Amos para comentarle aquello.
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Mientras, en Paris, el grupo había vuelto hasta la casa de Erik para buscar aquello que pudiera usar para el viaje, pues aunque la casa estaba destruida igual algo se podía salvar. Además, en teoría él era un dios, podría incluso crear su propia ropa, le vendría bien practicar, y total, la casa ya estaba destruida, poco podría empeorar las cosas en esos momentos. Eso había dicho Annabeth al menos, que parecía ser la que más conocía aquel mundillo, mientras Jeremy se limitaba a escuchar los argumentos de la chica, con Hazel mirando en silencio hacia la nada, y Alex que no para de mirar a Laika, y que se movía alegre en torno a ellos, yendo y viniendo de vez en cuando, juntándose con otros perros afablemente, a los que olisqueaba y volvía rápidamente hasta ellos. Por su parte, Calipso se preguntaba qué podría hacer al respecto con ese chico, estando Waltz simplemente caminando con las manos en los bolsillos, silbando suavemente.
-¿No tendría más sentido que simplemente practicara? Y por otro lado, ¿eso podría llamar la atención de aquella diosa, Atenea? Si va tras de ti, seguramente esté vigilante a cualquier señal que des- explicó entonces Jeremy.
Annabeth le miró, mientras suspiraba un poco- De hecho es una posibilidad, pero también nos vendría bien que él sepa defenderse. De nada nos vale si no sabe usar sus poderes, disculpa si sueno dura o algo- comentó ella.
El aludido se hundió de hombros- Todo supone riesgos, en realidad. Creo que podemos asumir ciertas cosas si el beneficio que podemos tener es mayor a lo que podemos perder, y si como decís no puedo morir… Pero me preocupa más vosotros- comentó.
-Estoy yo, por si no os habéis dado cuenta- saltó Calipso, mientras el resto la miraban con cierta sorpresa. Erik en cambio no sabía muy bien qué pensar
Al final él era mayor que ellos, en torno a cinco años, debía verles como niños, aunque ellos tuvieran bastante más experiencia en ese mundillo que él, que al final era un novato. De todas formas eso que había dicho era verdad, que no podían estar siempre escondidos y sin tomar riesgos, en algún momento tenía que aprender a usar esos poderes que al parecer tenía y que no se acababa del todo de creer. Pensando en ello llegaron a las cercanías de la antigua vivienda, y que efectivamente estaba en tal estado que no tenía pinta de poder tener nada útil entre sus escombros. En ese momento la titanide intervino de nuevo.
-Anubis también es un dios, somos dos contra uno. Podríamos combatir entre nosotros con relativa solvencia y no nos costaría enfrentarnos con él, no al menos por mi parte- miró al aludido, que se rascó algo la nuca.
-Yo en realidad he peleado poco… lo mío son los muertos, y ellos no suelen dar problemas, la verdad…- murmuró. Calipso se limitó a suspirar, mientras ponía las manos en las caderas.
-Más a mi favor. Tenemos a dos dioses aquí que no saben luchar, nos podríais ser muy útiles con esta misión. Yo soy poderosa pero no podría enfrentarme a Zeus o cualquiera de sus hermanos, comería polvo en esa situación… pero él sí que podría hacerles frente, cuanto antes y más duro entrene mejor- señaló a Erik entonces, que se sintió algo nervioso en ese momento.
Mientras hablaban la perrita se acercó hasta los escombros y se dedicó a husmear, nadie la vio hacer eso por estar demasiados pendientes a la conversación de los demás.
-Eso debería incluirme también a mí, ¿no?- preguntó entonces Anubis, por lo que Calipso asintió. Annabeth se cruzó de brazos entonces, pensativa.
-No sé cómo piensas hacerlo, pero no tiene pinta de ser algo sencillo. Además, enseñar no es fácil, créeme, yo tuve que hacerlo con Percy- Hazel se rio un poco entonces.
-¿Le sigues llamando sesos de alga?- preguntó divertida, la aludida se sonrojó un poco pero asintió. Luego miró a Erik, que no parecía entenderlo demasiado bien.
-Es un hijo de Poseidón. Eso le hace primo tuyo, lo mismo que otro amigo, Jasón. O yo misma, aunque uno es hijo de Júpiter mientras yo lo soy de Plutón- explicó. El otro se llevó una mano a la frente, algo nervioso.
-Madre mía…- murmuró, en ese momento escucharon los ladridos de Laika. Estaba colocada sobre los escombros, tumbada y bastante tranquila, con la boca abierta y la lengua algo por fuera.
-¿Qué le pasa?- preguntó entonces Alex, curiosa. Los demás miraron al animal, esta se rascó un poco la oreja derecha con una de las patas, tranquila.
Hazel la llamó, silbando un poco y poniendo la mano como si fuera a darle una golosina, cosa en la que el animal fue hasta el final, acercándose hasta la chica, que la felicitó con ganas, acariciando su cabeza y dándole palmadas por el cuello y cuerpo, felicitando al animal.
-¿Oís eso?- preguntó de pronto Waltz, girándose entonces. Los demás miraron en la dirección a la que estaba señalando el chico, y vieron como en el Sena algo de neblina aparecía poco a poco.
-Ese debe ser Amos, que ya llega…- murmuró Hazel, mientras Laika le lamía con cierta insistencia la mejilla.
Erik les miró con sorpresa- ¿Pero no estaban en Roma?- preguntó, sería mago egipcio el que respondiera.
-Podemos usar barcos mágicos que cruzan nuestro… mundo mágico, por así llamarlo. Lo llamamos Duat, un gran río con muchas profundidades, y una buena forma de viajar largas distancias. Lo único malo es que necesitamos dos masas de agua: una para iniciar el viaje desde ella, y la otra para tener un lugar al que llegar- explicó.
Calipso sonrió de medio lado, puede que allí viniera Leo, debía estar bastante preocupado, se dijo… pobre, si supiera. Tendría que explicarles todo a todos, aún así, para que perdieran la más que segura preocupación que debían sentir en ese momento.
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La tensión en el aire entre Nanna, Baldr y Samirah era bastante grande. Esta última se había sentado al lado del segundo, mientras la primera les miraba molesta, mientras pasaba su mirada de uno a otro, deteniéndose en especial en la valquiria, y que de alguna forma la había traicionado. O como mínimo no le había hecho caso o no había sido capaz de llevar a cabo su misión. En todo caso su marido se había enterado de todo, lo cual era contraproducente para con sus deseos.
-¿Podemos hablar? Tengo algunas preguntas- lejos de parecer enfadado, Baldr estaba bastante tranquilo. Nanna chasqueó la lengua y miró hacia la valquiria, que se encogió en su sitio.
-Yo también las tengo, no te preocupes…- comentó, la vista de la diosa pasó a los ojos del otro, que le sonrió afablemente.
-¿Por qué me quitaste la memoria? ¿Por qué me ocultaste tantas cosas sobre mí?- la diosa suspiró, mientras miraba hacia el horizonte, parecía echar de menos algo.
-Te quería hacer feliz. Siempre fuiste demasiado bueno, sabía que te preocuparías mucho en cuanto vieras injusticias o gente sufriendo… prefería tenerte controlado aquí, haciendo lo que más te gusta, que comiéndote la cabeza e intentando poner todos los problemas del mundo sobre tus hombros- miró a Samirah entonces.
Luego bajó su rostro, mientras se cruzaba de brazos- Ya lo hiciste en la época mitológica, y me dolió demasiado ya no solo tu muerte; también que pretendieras solucionarle todos sus problemas a los humanos, que lejos de agradecértelo te exigían cada vez más…- frunció el ceño entonces.
Unas lágrimas amenazaron con salir de sus ojos- ¡Lo hice porque te amaba, Baldr, por verte feliz de nuevo, como lo éramos cuando Midgar era sólo un verdel y no un campo de sangre!- golpeó la mesa con el puño, molesta. Pero toda su ira se desvaneció cuando finalmente rompió a llorar, siendo abrazada en seguida por su esposo, que la acunó.
-Si-siento haberla fallado, señora Nanna- se atrevió entonces a decir Samirah, se había quitado el colgante de la diosa.
Sin embargo esta negó, mientras se separaba algo del otro, que la seguía acariciando- Tu labor aún no terminó…- murmuró, con la voz algo rota y ahogada por las lágrimas.
Como diosa que era su calma volvió segundos después, aclarándose la garganta y recuperando la compostura- Cuidarás de él. Quiero que vuelva sin daños, no sé si sigue bajo el efecto de la magia de Frigg, esa que le protegía de todo daño, pero no quisiera comprobarlo- explicó, el aludido se miró las manos en silencio.
-No me siento especialmente poderoso, a decir verdad, o invulnerable… pero no creo que eso sea un problema, además de Loki, ¿Quién más puede saber de mi única debilidad?- las mujeres le miraron.
-Puede que medio mundo mágico lo sepa… tu muerte fue el primer paso para provocar el Ragnarok, aunque hace poco casi se desata…- comentó, a eso Baldr asintió.
-Mejor, el fin de los tiempos no debe ser algo agradable… En todo caso, Nanna tiene razón, no me pienso quedar quieto aunque ya no tenga mi invulnerabilidad- el dios miró a Samirah entonces.
-¿Sabes cómo podemos ir a ver a mi hijo, Forseti? Parecía interesado en que nos viéramos- comentó, a eso la chica asintió.
-Sí, pero hay un asunto importante entre medias, estamos inmersos en una lucha muy importante, ¿recuerda?- comentó entonces ella.
El dios asintió, meditativo- Contra Caos, ¿verdad?- preguntó, a eso la valquiria asintió.
-Jormungandr y Fenrir deben estar bastante animados, los gigantes de hielo también, y otros muchos monstruos de otros mundos mágicos… Con más razón debo actuar, ahora lo veo más claro- murmuró, mientras Nanna estaba ceñuda, mirando hacia al suelo.
-Tú solo cumple con tu maldita palabra, valquiria- musitó ella, mientras rebuscaba entre sus cosas para pagar. Pero Baldr la detuvo entonces, posando su mano en la de ella.
-Tranquila, somos dioses ¿recuerdas?- Samirah sudó en frío entonces.
¿Cómo le explicaba aquello…?
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Mientras, Amos y su grupo ya habían vuelto a su barca y recorrían las aguas de la Duat, comprobando divertido cómo Flavianna no paraba de impresionarse con la belleza de aquel lugar mágico. Era bastante hermoso a decir verdad, a él le seguía pareciendo bello pese a recorrer sus caminos habitualmente.
-¿Y cómo vamos a llegar a París?- preguntaba con interés, mientras se recolocaba en su sitio.
Amos, de pie y al otro lado del bote, mientras lo impulsaba con un gran remo de madera, le respondió.
-Con esta barca podemos recorrer este mundo mágico, que puede unir cualquier masa de agua. Por eso apareceremos en el Sena- comentó.
La chica asintió. Se dio cuenta que el esquife, de unos cinco metros de largo, sujetaba con cierta dificultades a todos ellos, y que eran 11 en total.
Leo, en cambio, no parecía demasiado nervioso con ese tema pues estaba demasiado centrado en seguir dibujando, Hearth sostenía una mini autocaravana delante de él, con Carter bastante atento a lo que hacían, estando Mallory charlando con Patrick animadamente, estando Marin y Aurora en silencio, mientras miraban el brillante cielo sobre ellas. Samuel era el único que acompañaba al adulto, con su arma preparada en todo momento.
-Allí usaremos la caravana que tienen ellos para viajar hasta la costa, allí recogeremos a otros amigos, y desde allí iremos hasta donde atracamos por primera vez, tomaremos un barco más grande, y entonces iremos hasta el interior de España, a un embalse que hay cerca de nuestro destino final- explicó.
La romana asintió, con cierto interés, mientras sonreía suavemente- Espero poder ayudaros como merece esta misión, Señor…- pero Amos negó.
-Kane, pero llámame Amos- a eso la otra solo asintió. Se sorprendía que un grupo tan variopinto funcionara bien, la verdad, más teniendo culturas tan diferentes unos de otros. Y seguramente se les uniera gente todavía más diferente… desde luego no se iba a arrepentir de unirse a aquella misión.
-Estaba pensando, mientras aquel grupo esté de misión, ¿los demás qué haremos? No tiene pinta que podamos estar descansando mucho, precisamente- comentó ella, más al aire que para nadie en concreto.
-Puede que tengamos que ir al mundo nórdico, o algo así- comentó Samuel, estirándose un poco.
Mallory y Patrick asintieron- Es el que nos faltaría, por lo menos, o el egipcio. ¿Tú qué piensas, Amos?- preguntó el chico.
Este suspiró un poco entonces- Es pronto para decirlo ahora, pero si nuestros dioses aún no han hablado con nosotros, y eso que tienen un canal directo de relación con nosotros, es porque seguramente no sea el momento- explicó entonces.
-Interesante… vuestros mundos son muy diferentes al mío- comentó entonces Flavianna, mientras se apoyaba en la barandilla del barco.
Amos asintió un poco, comprendiendo por qué lo decía, limitándose a seguir adelante con la ruta que tenían que seguir. Los demás no lo veían, pero ante él un camino luminoso le indicaba por dónde tenía que ir, siguiendo así una suerte de carretera mística y que llevaría hasta su destino final, pues era su deseo ir hasta allí y el hechizo de viaje tenía esa segunda función, además de llevar a su usuario hasta el lugar deseado.
En ello pensaba cuando pasaron por las cercanías de un gran lago, desde el cual se podía acceder, a través de unas compuertas, hasta las Puertas que seguía Ra durante sus viajes nocturnos a través de aquel mundo, para luego subir de nuevo hasta el cielo, así cada día desde hacía miles de años, salvo el tiempo durante el cual el dios estuvo encerrado en aquel asilo para ancianos bajo los atentos cuidados de la diosa hipopótamo Hipo, y que la verdad sea dicho hizo un gran trabajo. Fue Zia quien le salvó, siendo ella su único avatar en el mundo en ese momento, la única capaz de soportar el poder de la deidad. Debía reconocer que era bastante impresionante…
-¿Qué podemos esperar de vuestro mundo, Amos?- la voz de Samuel le sacó de esas ideas. Miró al chico de soslayo, seguía sentado un par de pasos por delante de él, aún con su espada preparada para saltar en cualquier momento.
-Bastantes cosas…- comentó, mientras se preparaba para contar bastantes cosas.
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Percy había conducido por las carreteras castellanas hasta llegar a la capital, Madrid, donde no sin ciertos problemas llegó hasta el aeropuerto local, Madrid-Barajas, a la hora de la llegada del avión que, en teoría, traía a Nico di Angelo hasta allí. Esperó pacientemente durante un buen rato sentado en uno de los asientos de la zona de espera, mientras veía como algunos aviones llegaban y otros salían en múltiples direcciones, hasta que comprobó que los tripulantes del vuelo que él esperaba comenzaban a llegar. Nico no tardó en dejarse ver, traía mala cara y poco equipaje… como siempre que viajaba. Percy levantó su mano para saludarle y de paso llamarle, en cuanto el otro le vio se le acercó a paso firme.
-Hola- dijo simplemente, mientras caminaba hacia la salida, y obviando cualquier gesto cordial de su amigo, y que suspiró.
De un par de zancadas se colocó a su altura, y Nico comenzó a hablar- Me voy a contener y no insultar a los dioses, lo prometo. ¿Me explicas por qué tenemos que bajar al inframundo, y en concreto desde aquí?- preguntó de mala gana.
Antes de que el otro pudiera responder, siguió hablando- Y sobre todo, tampoco entiendo por qué no la pueden resucitar ellos mismos, tan poderosos que son…- gruñó.
Percy se limitó a encogerse de hombros- Tampoco lo sé, te lo diría si entendiera algo… pero me temo que no es así- explicó, a eso Nico chasqueó la lengua.
-Genial… otra misión suicida casi seguro- comentó, y entonces se hizo el silencio absoluto.
Salieron hasta el exterior, donde el sol ya pegaba fuerte y el calor comenzaba a apretar, más aún. Caminaron rápidamente hasta donde tenía Percy aparcado el coche de alquiler, y simplemente montaron, encendieron el aire acondicionado lo primero, y emprendieron el viaje de vuelta a Mérida. A Percy le hubiera gustado haber charlado con el otro, saber qué plan tenía para recorrer el Inframundo, en qué zona de Eliseos podría estar el alma de Bianca – daba por hecho que estaría allí, no había otro sitio posible – pero el otro rápidamente apoyó la cabeza en la ventanilla, impidiendo así cualquier conversación entre ellos dos. El más alto podía entender el por qué lo hacía, él seguramente estuviera igual de enterarse de algo así…
Se limitó a poner música suave para ir con algún tipo de distracción mientras conducía suavemente, primero por el denso tráfico cercano a la zona del aeropuerto, y luego yendo recto por las amplias autovías, y que había logrado evitar las de pago dado que no le apetecía andar dando explicaciones de porque un chaval estaba conduciendo un coche y en unas condiciones algo lamentables. En todo caso en cuanto enfiló carretera se limitó a ponerse a velocidad de crucero e intentó relajarse, preguntándose cuánto tardarían en encontrarse algún monstruo o algún bichejo peligroso, pero esperaba no tener problemas en ese sentido. No sería agradable tener que dar explicaciones en ese sentido tampoco…
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Tal y como habían predicho, Annabeth pudo ver cómo llegaba la barca de Amos, dejando su barca cerca de donde estaban ellos y colocándola en la orilla entre todos, levantándola del agua y apoyándola en tierra, mientras Laika corría hacia ellos con el rabo moviéndolo de lado a lado y olisqueándoles, provocando la sorpresa en los recién llegados, y que no entendían demasiado qué estaba pasando.
-¡Aquí chica, aquí bonita, ven ven!- Erik se había agachado, dando palmas para intentar llamar la atención del animal, centrándose en especial en Marin, y que lamió su cara con especial ímpetu.
Sin embargo Laika fue obediente y volvió con el muchacho rápidamente, siendo seguida por los demás, y que se encontraron con un panorama curioso cuanto menos.
-Os tengo bastante que explicar y aún tenemos que ir hasta…. Pues no sé, no nos hemos encontrado con los de Londres- comentó la chica, pero Amos le restó importancia.
-¡Tenemos una autocaravana genial, iremos en ella!- exclamó Carter, Leo a su lado también estaba bastante emocionado hasta que vio a Calipso, momento en que se quedó ligeramente en blanco.
Un tenso silencio apareció entonces, pero Mallory lo rompió- Da igual, de mientras podemos ir a por Medio Nacido también- comentó, los demás la miraron.
-No me lo creo…- gruñó Patrick, mientras se llevaba las manos a la cara y sin comprender cómo ni habían caído en el tampoco.
-Fue todo demasiado rápido, es normal que no os dierais cuenta- comentó Calipso entonces, mientras se acercaba a ellos.
-Yo logré escapar de Perseo, pero él lo tendría más complicado dado que no tiene mis poderes. Puede que siga capturado, dado que él no está con vosotros- comentó.
-¿Y por qué haría eso? A ti por tu poder, además eres su familia, pensaba comprarte, ¿pero a él? No es como si fuera alguien peligroso- comentó Annabeth. Mallory entonces pateó una piedra.
-No ha sido Rea la que lo ha hecho, pero ha sido una jugada similar…- gruñó entonces, mientras los demás no entendían demasiado qué pasaba.
Alex y Hearth, en cambio, creían saber por dónde iría el tema- Algún dios le estará usando para llevar a cabo una misión, ha olido su sangre einherjar y como no es el vástago de ningún dios que pueda echarle en cara nada, le ha usado como su peón para alguna misión que no le apetece llevar a cabo- gruñó.
El elfo comenzó a mover las manos rápidamente, usando la legua de signos. Frank comenzó a traducir- No sabemos quién puede ser… pero claro, hay opciones más viables, puede que Thor volviera a perder su martillo…- comentó.
Patrick alzó una ceja, pero sería Marin quien hablara- Estamos dando por hecho que ha sido un dios, pero pudo ser un gigante o algo así, ¿no?- preguntó.
Sin embargo Alex negó- De ser un gigante nos habría atacado a todos, y solo un dios podría hacer algo así por estar demasiado lejos de donde viven… pero tampoco es seguro nada de esto- comentó.
-Puede que simplemente se fuera, es otra opción- comentó seria Mallory, molesta ante esa idea, le gustaría poder pensar más sobre ello pero no tenían tiempo.
-Hay que moverse, pero no os preocupéis. Le encontraremos- afirmó Hazel, mientras le sonreía.
Alex estuvo escuchando todo eso en silencio, cruzada de brazos y pensativa. Waltz se rascaba la cabeza y Jeremy no sabía muy bien tampoco dónde meterse, pero la chica tenía razón. Tenían que seguir adelante y no tenían pistas de por dónde siquiera empezar.
-Vayamos hasta la costa, los demás deben estar cerca de llegar- habló Leo, dejando entonces la caravana de juguete en el suelo.
Carter, a su lado, sonrió con cierta ilusión y pidió espacio, preparándose para usar su magia y devolverla a su tamaño real. Mientras él estaba con eso, Marin se fijó mejor en Erik, que no parecía especialmente nervioso, pero sí le recordaba a Patrick en cuanto a estar, al menos en apariencia, flipar con todo lo que sucedía a su alrededor.
-¿Y tú quien eres?- preguntó ella entonces, fijándose en él. Amos le tendió la mano gentil, el otro la tomó algo más tranquilo de ver a otro adulto allí.
-Al parecer el hijo de Zeus y Metis- comentó como si tal cosa. El otro se limitó a sonreírle un poco.
-Amos Kane, mago egipcio, un placer- el aludido sonrió un poco entonces, pero Marin, que parecía comenzar a entender, se sorprendió por la revelación.
Alex la miró con una ceja alzada- ¿Es importante o algo?- preguntó, mientras se cruzaba de brazos.
La chica asintió, mientras observaba como el otro seguía charlando con Amos. Les fue explicando, hasta que oyeron unos fuertes crujidos de algo metálico, y comprobaron entonces cómo una caravana aparecía ante ellos. Era bastante grande pero que Leo tenía intención de modificar para adaptarla a las necesidades de la misión, aunque por ahora tendrían que valerse de ello para poder viajar.
-¡Cómo mola!- exclamó de pronto Samuel, mientras entraba en la misma como una exhalación, los demás le siguieron rápidamente.
-Dices entonces que eres un dios también- Amos seguía charlando con Erik, que asintió.
-Cierto, pero no tengo demasiado poder, creo… no he entrenado nunca- comentó.
El egipcio se cruzó de brazos- Eso se podrá solucionar, imagino. ¿Sabes conducir?- preguntó de pronto, el otro asintió.
-Coche, pero…- sin embargo Amos le tendió las llaves mientras le daba unos golpes en el hombro, invitándole a entrar a la autocaravana.
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Piesangriento hablaba con Grasanegra mientras los adolescentes preparaban sus cosas, esperando que los demás llegaran a la hora para poder hacerle el pago al pequeño troll. Tenían claro que no podrían irse sin pagar, ya no porque no les pareciera ético sino porque seguramente mandaría a todos sus colegas tras ellos, y eso no podían permitírselo.
-Voy a avisar a los demás para que sepan que estamos ya en Francia- comentó Jasón, alejándose de los demás con el móvil de Beatrice en las manos.
Los demás se limitaron a esperar a que volviera mientras charlaban entre ellos, deseando que no tardaran demasiado, y que pudieran salir de allí cuanto antes. Mientras estaban en ello vieron que los trolls acabaron volviendo, parecían bastante satisfechos y hablaban entre ellos en susurros apenas audibles, como si estuvieran planificando alguna cosa. Cuando llegaron ante ellos, Piesangriento habló.
-¡Bueno! Tenéis una hora hasta que venga vuestro amigo a pagar, y si no lo hace tendréis que pagar con vuestro trabajo, o incluso con vuestras vidas si no sois capaces- dijo, como si fuera un trato justo.
Ellos tragaron saliva, esperando que Amos pudiera llegar a tiempo. Se encontraba a bastantes kilómetros, por las cercanías de París, estando ellos por el mar del norte, en el área más cercana a las islas Británicas, igual no llegaban a tiempo… hasta que a William se le ocurrió una idea.
-¡Eh, Piesangriento! ¿Te gustan las apuestas?- preguntó, Beatrice le fulminó con la mirada y el otro se giró, divertido, mientras juntaba sus manos con una sonrisa interesada.
-¡Me encantan, de hecho! ¿Cuál es tu apuesta?- preguntó con interés, Beatrice se quiso interponer y parar al muchacho, pero este la sorteó con cierta facilidad.
-¿Te parece el pago de estos viajes? Si gano nos los perdonas, si perdemos te pagaré con mi trabajo- sin embargo Piesangriento no parecía muy convencido.
-Algo tienes que estar ocultando, ¿no es que podíais pagarlo todo? ¿O me mentisteis desde el principio? No, no, no… ¡No me fío, muchacho!- Beatrice suspiró con cierto alivio mientras el otro suspiraba.
-¡Imbécil! ¡¿Es que no recuerdas como se ponen los troll cuando apuestan?!- le gritó a William, que rodó los ojos entonces.
-¿Qué sucede con los trolls?- preguntó con interés Blitzen, mientras se cubría con cuidado del sol. Ella suspiró un poco, rascándose algo la cabeza.
-Son bastante agresivos en cuanto a dinero se refiere, no les gusta jugar con esas cosas y prefieren tenerlo todo bien atado. Y si apuestas con ellos tienes que asegurarte poder pagar, y buscarán todos los resquicios posibles para que les beneficie todo lo posible- aseguró.
-Pues este no parecía muy dispuesto a hacerlo- comentó Electra, pero Beatrice suspiró.
-En realidad vi sus ansias de hacerlo, pero supongo que la idea de tener el dinero más o menos asegurado le tienta más. Además, ¿En qué pensabas trabajar, tío?- le preguntó, pero el otro se hundió de hombros.
No tenían demasiado más que hacer así que se limitaron a observar el entorno, disfrutando del paisaje, en la que seguramente fuera una de las últimas veces que tuvieran un rato de tranquilidad durante la misión, no al menos con lo que les esperaba, y que seguro sería una de las más peligrosas de su vida.
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Erik ya conducía por la carretera dirección a donde estaban Jason y los demás, conducía tranquilo pero seguro, revisando en todo momento por los espejos para no darle a nadie, dado que era un vehículo más grande que había conducido en su vida, aunque se acostumbraría a ello con el pasar del tiempo. Amos descansaba de copiloto, mientras los demás adolescentes estaban por todo la caravana, revisándola de arriba abajo, en especial Leo, que estaba junto a Calipso, explicándole los cambios que quería hacerle. Ella escuchaba con interés mientras el otro hablaba y hablaba, con una ligera sonrisa.
-Estaba pensando en ponerle alerones incluso, para que sea más veloz por si había que huir- comentó, mientras la mujer asentía.
-Me gustaría también ponerle protecciones y algún hechizo para ampliar su interior dado que por fuera es muy bonita y no quiero cambiarla, ¿sabes?- comentaba, Calipso le sonrió entonces.
-Pues sí, quedará muy chula… ¿luego podremos hablar?- preguntó, el otro se limitó a asentir en silencio, no había más que decir al respecto.
-¿Tienes los materiales preparados o algo?- preguntó ella, pero Leo le sonrió simplemente.
-No, pero no necesitaré demasiado. Y la mayoría podré sacarlo de mi bolso mágico- comentó, mientras le sonreía.
Calipso se rio un poco, los demás también estaban charlando animadamente. Ella estaba contenta por estar rodeada por fin de tanta gente, durante sus miles de años de encierro en aquella isla en medio del mar se había aburrido bastante y sentido profundamente sola, y ahora que había vuelto al mundo humano sentía que de nuevo tenía un grupo en el que más o menos confiar. Sobre todo en Los 7, la mayoría de ellos estaban ya allí y solo faltaban unos pocos. Sin embargo algo le quitaba la concentración, como un suave cosquilleo en la nuca, algo no andaba del todo bien… y cuando pasaba la vista por los demás algo en ella le gritaba que algo estaba sucediendo, algo que no entendía.
-Te noto pensativa- escuchó, se giró y vio que era Annabeth. La otra suspiró.
-Me preguntaba a dónde tendremos que ir ahora- comentó, a eso la otra asintió. Se rascó algo el brazo y entonces respondió.
-¿No tenéis ni idea, no?- preguntó, pero Calipso negó.
-He estado escuchando a Amos hablar, estaba diciendo con Samuel que seguramente ahora tengamos que ir con los nórdicos pero porque los egipcios aún no han aparecido en ningún momento y estamos más cerca geográficamente- explicó.
Annabeth asintió, interesada con esa reflexión- Me preocupa también la desaparición de ese einherjar… no es bueno que algo así pase, debió tratarse de alguien poderoso como para entrar a la casa de Rea, o eso o aprovechó a hacerlo mientras ella estaba fuera- afirmó.
-Coincido en que debe ser algo o alguien bastante poderoso o estúpido, pero pocas pistas más tenemos. Salvo que se pusieran en contacto con nosotros de alguna forma, lo cual dudo…- comentó Calipso.
Permanecieron en silencio entonces, hasta que, minutos más tarde, en medio de la autocaravana apareció un arcoíris. Lo miraron con cierta sorpresa, pero comprendieron que se trataba de un mensaje de Iris, vieron el rostro de Magnus, parecía algo nervioso.
-¡¿Hola?! ¿Me oís?- preguntó en voz en grito, Flavianna se interpuso ante la imagen, mirándole a los ojos.
-No hace falta que grites, muchacho. ¿Eres romano?- preguntó. El chico negó un poco, ella frunció algo el cejo pero no llegó a decir nada.
Annabeth se colocó a su lado y casi le pidió colocarse ella misma, pero la romana ni se movió- S-soy nórdico. Pero tengo un mensaje importante- eso hizo que la otra asintiera, con interés.
-Nos ha llamado Samirah, está en Oslo, y bueno… tenemos un problema, ¿vais a tardar mucho en llegar a Mérida?- preguntó él.
Amos, que escuchaba todo, respondió- ¡En cinco horas deberíamos estar allí!- Magnus permaneció unos segundos en silencio.
Detrás de él oyeron la voz de una chica, Jeremy reconoció que era la de Aelita, para aparecer Zia por detrás unos instantes- Bueno, os lo contaremos entonces porque poco podemos hacer ahora mismo… Ella está bien, pero tendremos que ir hacia allí en cuanto acabemos en Mérida- explicó.
Waltz sonrió de medio lado- Como si fuera poco ir y volver del Inframundo…- comentó, eso sorprendió a Calipso.
-Bueno, ¿estáis todos ya?- preguntó, en ese momento Annabeth intervino.
-Nos quedan los de Londres, en cuanto les recuperemos iremos hacia allí de inmediato- afirmó, como no tenía mucho más que decir, cortaron comunicaciones.
Permanecieron entonces en silencio, mientras Erik conducía tranquilo por la campiña francesa. A decir verdad era un paisaje realmente hermoso, no habían tenido demasiado tiempo para poder mirar aquel paraje, y que les daba fuerzas para querer defenderlo. Allí no estaban por los dioses; sino por sus familias y amigos, por la aventura, por el honor, y sobre todo, para defender aquel mundo que amaban. Ese era el objetivo, en mayor o menor medida, pero aquel era el deseo que les había unido en aquella tarea. Esperaban no tener que tardar demasiado en lograr el objetivo, pero estaban dispuestos a darlo todo por ello, y aunque les pudiera dar cierto miedo, incluso la vida. En el caso de Calipso desde luego no tenía ese problema, no así parte de los celtas, que no querían dar con sus huesos en la tierra.
Sin embargo entendían la importancia de ello, y por eso estaban allí. Patrick o Erik estaban allí casi por obligación, pero entendían su responsabilidad y la importancia que podrían llegar a tener llegado el momento, así como los griegos y romanos, más acostumbrados a tenerlo todo en su contra y que habían estado en más de una misión peligrosa. Flavianna se sentía por fin con una misión que haría sentir orgulloso a sus colegas de campamento, y los egipcios contaban con poder ayudar con sus recursos y hechizos, sin los cuales no podrían estar en esos momentos viajando por – al menos por el momento – Europa.
-¿Vamos a ir otra vez usando un barco mágico por esa… Duat, verdad?- comentó Erik, mientras miraba al frente. Amos asintió.
-Correcto. Usaremos el barco de mi sobrino, Carter. Con el, podremos llegar fácilmente hasta Mérida, y prefería que estuviéramos todos en un mismo sitio y tomarlo todos juntos en vez que él tuviera que ir de sitio en sitio, además, no podemos depender demasiado de el, así que compré esta caravana- explicó.
-Me alegra que usted esté aquí- comentó al rato, mientras escuchaban los suaves murmullos de las conversaciones de los muchachos. Eso sorprendió al otro adulto.
Rápidamente el joven se explicó- No sabría decirte si podrí haber manejado a tanto adolescente, más parecemos una excursión de colegio que otra cosa- comentó, el otro se rio.
-Yo tampoco sabría manejar a tanto crío- comentó Calipso, acercándose hacia ellos. Marin, detrás, les sacó la lengua, así como Carter, siendo imitados por Hearth, lo que provocó que los otros suspiraran.
-No te creas que me he olvidado de nuestra idea, tienes que entrenar- insistió ella, Erik suspiró un poco pero Amos asintió.
-Sin duda, es lo mejor- comentó él, mientras se recostaba en el asiento.
Mientras ellos hablaban, detrás también hablaban.
-Entonces eres pretora- comentó Marin, Leo seguía dibujando mientras Carter le hacía indicaciones, Annabeth se les había unido.
-Así es, recién nombrada por Frank Zhang aquí presente. Fue un honor- el aludido se rascó la coronilla entonces, algo sonrojado.
Hazel sonrió- Aprenderás mucho en este viaje, vas a tener a dos grandes maestros, aunque Jasón ya no ejerce como tal- explicó, junto a ella Patrick miraba distraído por la ventana, Electra se entretenía con su espada, con Jeremy comenzando a interesarse también en los cambios de la autocaravana, estando Aurora repanchingada en un sofá, a su lado Samuel escuchaba la conversación con cierto interés.
-Será un honor en ese caso, daré lo mejor de mi- afirmó, Alex la miró durante unos segundos, tras lo cual se centró de nuevo en el paisaje.
-Le conocerás en breve, a él y a varios más, además de los que esperan en Mérida. Somos… un grupo bastante variopinto, aunque eso ya lo sabes- bromeó Hazel.
No se dieron cuenta por lo ameno de la conversación, pero no estuvieron demasiado rato en carretera hasta que llegaron a una zona costera con grandes campos, destacando uno que, lejos de tener vacas u ovejas, tenía hipogrifos yendo y viniendo por ahí en pequeños grupos, con el suave sonido del mar de fondo, la brisa marina, y el agradable olor del océano, que hizo que Annabeth sonriera ligeramente de forma automática. Condujeron hasta la granja, en la que entraron siguiendo el camino de tierra que había, observando como los hermosos animales les observaban. Finalmente se reencontrarían…
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(1)
La mitología celta aquí incluida es bastante compleja aunque poco ha sobrevivido hasta nuestros días, aquí se da una visión algo simplificada que, con el tiempo, se irá perfilando.
Hasta aquí el capítulo de hoy, espero que os haya gustado, y que apoyéis este fanfic. Ni Percy Jackson ni ninguno de los personajes de las sagas de Rick Riordan me pertenecen. ¡Dicho esto, que la inspiración os acompañe!
