Aquello le había quitado el aliento, no había otra manera de como describir lo que sentía en ese momento, se había quedado sin aliento.
Las chispas saltaban con violencia en el aire con cada choque de espadas, las hojas llegaban al punto de encuentro y se deslizaban con ligereza hasta que ya no quedaba resistencia, y entonces la danza volvía a comenzar.
El brazo se movía hacia atrás en una curvatura forzada que buscaba mantener la violencia de la estocada, y, al mismo tiempo, parecía un gesto ingrávido y grácil, carente de fuerza, pero abundante en delicadeza y elegancia.
Luka flotaba con el torso por fuera del agua, observando a su padre y a su prometida batirse a duelo.
Ambos estaban en los escollos, esa mañana Marinette había amanecido asfixiándose de nuevo, y el tritón había corrido con ella en brazos hasta el mar para sumergirla un momento y permitirle respirar, las escamas habían aparecido alrededor de sus ojos, de sus manos, de sus rodillas, parecía más una reacción alérgica que el indicio de su magia, así que, en cuanto la chica había presentado mejoría, Luka la había sacado de nuevo a toda prisa, sentándola en la arena tibia y revisando su rostro.
Luka debía continuar con su entrenamiento bajo la atenta mirada del capitán de la guardia, y había hecho a Marinette prometer que se mantendría a salvo; Louis, conmovido por la vehemencia en las acciones de su hijo, había terminado por asegurarle que no se separaría de su prometida pasara lo que pasara.
Jamás se imaginó que los encontraría en pleno entrenamiento.
—¡Bloquea! —exclamó el hombre con dificultad tirando un golpe con la hoja de su estoque.
Marinette apenas pudo frenar aquel movimiento a tiempo y retrocedió dos pasos, quedando al borde de la roca y haciendo equilibrio con dificultad.
Luka parpadeó un par de veces, volviendo en sí y sonriendo con orgullo.
Hacía un mes que había ocurrido el baile, no habían tenido noticias de Lila desde su visita a la caverna de los nombres, o al menos en la superficie no, porque el palacio de coral se había visto bajo ataque en varias ocasiones. Lila atacando con magia negra las protecciones del lugar, tratando de hacer sus juegos mentales con los tritones de la ciudad mientras Kagami y las sacerdotisa del templo lunar creaban conjuros y contra hechizos para detenerla.
Una sola vez había Lila hecho por pararse en tierra firme, avanzando hacia la orilla una noche de tempestad en la que las nubes y los rayos hacían que la playa luciera como un paraje peligroso, pero Gabriel ya la esperaba.
La escena era épica, Agreste de pie en la orilla, esperando a que Lila emergiera, sosteniendo un tridente en las manos y mirando con rabia y desprecio a la mujer que le sonreía con vesania mientras seguía avanzando.
Con medio cuerpo fuera del agua, Lila había lanzado los brazos hacia atrás y luego hacia el frente, un rayo verde y violeta había salido disparado en dirección a Gabriel, chisporroteante y peligroso, pero justo en el espacio en que se terminaba el agua y comenzaba la arena, aquel hechizo de destrucción pareció encontrar una pared, y Gabriel sonrió de medio lado, adoptando una postura defensiva, apuntando al océano con su arma.
Y todos los rayos que se habían quedado suspendidos contra su barrera, volvieron hacia su creadora cuando él lanzó el tridente hacia el frente.
29.-El llamado del océano
Mu Bug Moon: No, esto no se acaba hasta que se acaba, y todavía hay un par de ideas revoloteando por ahí, así que descuida, pronto vendrá más de ambas historias. Ayyyy, gracias por los mensajes de verdad, sigo infinitamente agradecida
Manu: ¿Qué te digo? Maldita pandemia, espero poder actualizar pronto, saludos
Sonrais777: tenía mucho tiempo queriendo publicar esa reunión. Desde que abordé el tema de Louis por primera vez en esta historia supe que tenía que escribir esa escena, sólo no sabía cómo sería.
RubyMoon Li: me he soltado a reír, te lo juro. Me encantó que tus sospechas respecto a Louis no estuvieran tan alejadas de la realidad, de Lila no sé cuánto permanezca esto así, quiero decir, ya tengo un par de ideas para lo que viene a continuación, y como esta historia es más dulce, no quiero alargar mucho el sufrimiento (la estoy comparando con confesiones), a ver qué pasa a partir de ahora. Gracias por el review, y tú guarda la esperanza, es lo último que muere, espero no decepcionarte con lo que tengo planeado.
Marianne: año y medio después, te entrego este capítulo que espero no caiga en mal momento jajaja digo, por todo lo vivido con los primeros cuatro capítulos de la cuarta temporada. Miss u
Marinette estaba sentada en los escollos, con Kagami flotando a su lado, mirando ambas la batalla entre los Couffaine.
Las princesas estaban anonadadas ante la fiereza de ambos peleadores, pero lo que más les tenía pasmadas era el hecho de ver a Luka blandiendo doble.
Le habían visto usar ambas espadas en su combate contra Fu, pero habían sido movimientos desesperados y veloces para terminar con una prueba que les estaba consumiendo la magia y la vida, ahora ambos Couffaine se movían por el lugar con tal gracia que su contienda parecía una danza antigua y peligrosa.
Luka recibía en el filo de un estoque el ataque de su padre mientras la otra mano ya preparaba la respuesta, Louis retrocedía con segundos de sobra para evadir el golpe de su hijo y volver a arriesgarse en una nueva estocada.
Kagami había leído de Louis Couffaine, sabía que el tritón era leyenda en su arrecife, que el mayor de los Couffaine había sido el mejor capitán de la guardia que hubiese existido en las ciudades de Coral, aunque había ahora rumores, tritones y sirenas hablando de la presencia de un candidato que podría superar al mejor en fiereza, técnica y magia, y no hablaban de otro más que de Luka Couffaine.
Tres golpes seguidos, Luka dio tres golpes alternando las espadas, haciendo a Louis retroceder pasmado, luego, el menor giró sobre sí mismo para tomar vuelo y golpear con ambas espadas, otros tres golpes, su expresión estaba vacía, no había nada en su gesto que trasluciera las decisiones que tomaba en aquellos momentos, así que Louis no pudo adivinar de dónde vendría la siguiente estocada, mucho menos pudo advertir que, cuando Luka abrió su guardia, sosteniendo las espadas a sus lados, sería para atestar una patada en el centro de su pecho y hacerle caer hasta el agua.
Louis había soltado su espada en cuanto sintió la patada en el centro de su pecho, ambos hombres escucharon el repiqueteo del metal contra la roca antes que el mayor azotara de espaldas contra las olas, que parecieron crecer y remitir un momento, como si le recibieran para aminorar la caída. Un regalo del océano con el que ambos Couffaine habían sido bendecidos.
Luka compuso una expresión de sorpresa en cuanto escuchó el chapotear del agua, soltó también sus espadas y se arrodilló en la roca para tenderle una mano a su padre, que ya había tirado algunos manotazos para mantenerse a flote.
—¡Qué estilo! —se quejó el antiguo capitán limpiando su rostro para poder reprocharle a su hijo con la mirada también.
—Perdón —soltó Luka apesadumbrado, y divertido, mientras ofrecía una mano y sonreía.
—Yo no te enseñé eso —se quejó Louis antes de aceptar el apoyo y subir ahogando un gruñido por el esfuerzo.
—No —murmuró Luka con una mueca de disculpa —, eso lo aprendí contra Adrien en la playa.
—¿Contra Adrien?
Sí, la última vez que Louis había visto a su hijo al lado del heredero de Agreste, había tanta complicidad en sus miradas y en sus gestos que podría haber parecido abrumador para cualquier persona, si se movía uno, se movía el otro, Aquella playa no tuvo a dos personas tan cercanas hasta ese momento como lo eran aquel par. Poner a Louis al tanto de todo lo que había ocurrido les había llevado todo un día, y seguían saliendo detalles conforme pasaban los días y él seguía poniéndose al corriente con los cambios de Les Cavaliers.
No, todavía no se acostumbraba al hecho de que la relación de su hijo con Adrien hubiese terminado para luego tomar otra forma, con una princesa del arrecife de por medio. Era... extraño.
Y ahí estaba de nuevo.
Marinette levantó la mirada en dirección al océano, no era la primera vez que escuchaba aquel canto ancestral, aquel llamado que había cobrado fuerza con el paso de los días. Y había comenzado a escuchar aquellas arias mucho antes de que le fueran arrebatada su magia y su naturaleza, antes de convertirse en princesa del arrecife, antes de comprometerse con el Capitán de la Guardia. Ese canto ancestral había resonado en sus oídos incluso antes de que la joven llegara a las costas de Les Cavaliers, cuando era apenas una niña pequeña.
Aquel canto ancestral lo había escuchado la primera vez que había pisado una playa, cuando tenía dos o tres años, y, de nuevo, ahí estaba el llamado del océano.
Pero volvió la vista al frente cuando Luka y su padre volvieron a las armas.
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Tomoe estaba sentada en su trono, todos los tritones de la guardia se habían retirado por petición de la reina, aunque lo habían hecho con cierto grado de incomodidad. Les preocupaba la seguridad de aquella mujer, puesto que, a pesar de haber demostrado ser una peleadora formidable y poder plantarle cara a la bruja del mar (siendo de hecho, la única sirena de las ciudades de Coral que hubiese podido hacerle frente), la idea de dejarla sola les ponía incómodos. No querían que su regente corriera peligro o sufriera.
Suspiraba cada varios minutos, cuestionándose a sí misma, preguntándose si las decisiones que había tomado serían las adecuadas, preguntándose si su consejo habría hecho las cosas distintas. Le hacía falta Emilie, le hacía falta Louis, aquel había sido el equipo más formidable que los embajadores del océano hubiesen podido tener alguna vez, Emilie, Fu y Tomoe, pero definitivamente les hacía falta su capitán de la guarda, no porque Fu no fuese un elemento fuerte o bien capacitado, sino por la sensación de que ahora ellos dos tenían que dividirse en pedazos para poder mantener el reino en equilibrio. ¡Dios! Los extrañaba tanto. Emilie había sido una amiga, no sólo una consejera. Louis había sido un pilar fundamental. Y ahora ni siquiera podía contar con Fu porque estaba demasiado ocupado entrenando a la guardia nueva.
Volvió a suspirar mientras una sensación extraña le invadía la piel, como estática, como entumecimiento... como electricidad.
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Marinette estaba sentada en los escollos, Kagami flotaba tranquilamente a su lado mientras recitaba en voz alta la lectura de aquel día, Tomoe les había pedido que tomaran lecciones en la superficie, cerca de la guardia de Gabriel para mantenerlas a salvo, y aunque al principio la menor de las princesas había tenido la mejor de las intenciones para prestar atención y se mantuvo atenta a las palabras y explicaciones de su hermana, las arias del océano se habían hecho cada vez más claras, y lo que había comenzado con un canto lejano y difuso ahora era un canto consistente y abrumador al que no podía ignorar.
(Into the unknown – Frozen 2)
—¿Marinette? —murmuró Kagami al verla con la mirada perdida hacia el océano, hacia la otra punta de la playa, hacia la caverna de los nombres.
—Es extraño —admitió la princesa sumiéndose lentamente en su trance —, pero es familiar.
—Marinette ¿te encuentras bien?
—Siempre estuvo ahí —murmuró levantándose con la mirada perdida mientras Kagami rodeaba los escollos para observarle el rostro —, es sólo que nunca supe escucharlo...
—Marinette, tenemos que ir a la playa y...
Pero las voces a través del océano alertaron a la sirena. Algo estaba ocurriendo en el palacio, algo pasaba en casa y ella debía ir a la inmediación.
—Ma mère... —musitó Kagami levantando los ojos hacia Marinette —Atacaron el palacio —exclamó la princesa desde el agua, alzando los ojos hacia su hermana, una súplica implícita —, ve a puerto seguro, que Gabriel te de asilo en casa. ¡Marinette!
—¡Asilo, sí! —gritó la menor en respuesta, volviendo en sí momentáneamente antes de saltar hacia el agua y dirigirse los metros restantes hacia la orilla, sin embargo, frenó un momento y volvió el rostro —¡Alertaré a Luka y Adrien! —y salió del agua.
Sus pasos la llevaron a toda prisa hacia la mansión Agreste, pero mientras más se alejaba del agua sentía el llamado con más fuerza, respirar le dolía, era como si una magia antigua le jalara hacia el océano con la fuerza suficiente como para arrastrarla hasta allá en contra de su voluntad.
Marinette chocó contra la puerta sin percatarse de que había llegado hasta ahí, como si viera y no viera al mismo tiempo. Aporreó la madera con ambas manos, desesperada al sentir que nadie le abría. Golpeó una y otra vez, incesante, pero inútilmente ya que nadie respondía a su súplica.
No, no podía darse el lujo de perder más tiempo ahí.
Into the unknown, into the unknown!
Y el aria se elevó con más fuerza, quería saber, necesitaba saber... No, necesitaba buscar a Luka y enviarlo hacia las ciudades de Coral.
Avanzar a tropezones por la playa, estar a punto de caer y que sus manos encontraran un sitio en la arena para impulsarla a seguir corriendo, pasar entre los locales que ya la identificaban como parte de los suyos, saludos escuetos que no fue capaz de corresponder porque necesitaba con urgencia llegar hasta Luka...
Se detuvo en medio de un mundo de gente, todos mirándola con curiosidad, tratando de entender qué ocurría con la niña perdida, que justo ahora escuchaba un canto que provenía del océano y, al mismo tiempo, provenía de su interior.
—¡Marinette! —exclamó Alya corriendo hacia, abriéndose paso entre los presentes a empujones.
—Luka, necesito saber dónde está Luka —exclamó la pelinegra corriendo hacia el encuentro de su amiga.
—Salió con su krypto hacia oeste, hacia la punta de coral hace unos minutos.
—Gracias al cielo —murmuró la chica llevándose una mano al pecho antes de poner la otra en el brazo de su amiga, suplicando por consuelo y compañía —, Alya, algo está pasando en las ciudades y no puedo entrar al agua, pero...
La morena comprendió la pausa asintiendo una vez y abrazando la cintura de Marinette antes de dirigirla hacia las sombrillas, permitiendo que el resto de los bañistas volvieran a sus asuntos.
—Estás fría —musitó Alya al percatarse de que la piel de Marinette estaba pegajosa por el sudor de su carrera, pero que incluso aquellas gotitas de agua y sal estaban heladas —, ¿te sientes bien?
—No —confesó sintiendo que podía confiar en la chica que se había convertido en su soporte en tierra firme —, no, Alya, no estoy bien, me caigo a pedazos. Y esta voz...
Alya estaba enterada de todo cuanto le había ocurrido a Marinette en el último mes, porque la princesa perdida se había dado el lujo de contarle a su amiga de aquello que le adolecía y que sentía que no podía contarle a nadie más.
Esperaba un regaño, un reclamo, palabras que calmaran su ansiedad.
En lugar de eso, Alya tomó su mano y tiró de ella para hacerla ponerse de pie.
Y ahora corrían en dirección a los escollos. No lo hacía sola, no acudía sola a aquel llamado a lo desconocido, no tenía por qué llevar sola aquella carga que parecía estarla consumiendo.
Y por primera vez desde que había comprendido ese canto ancestral, Marinette sintió que aquella carrera no era una huida desesperada, sino un camino sencillo y llevadero que la conducía hacia las respuestas.
Correr al lado de Alya hacia la caverna de los nombres no se sentía como una huida, los tirones que la morena daba a su mano cada vez que la rebasaba un par de pasos no era más una llamada de apuro, sino un momento de compañía en el que ambas chicas se permitieron reír a carcajadas mientras la adrenalina se acrecentaba en su estómago.
Ninguna de las dos tenía idea de qué ocurriría en el momento en que Marinette emprendiera ese nuevo paso en el camino, pero la promesa de una nueva aventura fue suficiente para impulsarlas a seguir con su carrera hasta los escollos y frenarse, mirando el océano que parecía sonreír de alguna forma.
Y cuando la siguiente ola rompió, empapándolas a ambas, los cantos cesaron y el mar guardó silencio.
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(All is lost – Katie Garfield)
Los guardias estaban desarmados en su mayoría, heridos de alguna manera, pero eso no evitó que le cerraran el paso a aquella sirena despiadada que les atacaba de forma incesante. No, el objetivo de aquellos tritones del arrecife era mantener a salvo a su reina, que yacía en el suelo al fondo, levantada sobre el codo, con una mueca de dolor por las heridas superficiales y su piel achicharrada por los hechizos de electricidad.
No, no era Lila Rossi quien había atacado a la reina ciega, no era la bruja del mar la que sostenía dos espadas en sus manos mientras esperaba fría y paciente el siguiente movimiento de la guardia, sabiendo que el capitán en entrenamiento estaba en camino.
La cola de la sirena era blanca (tan blanca que parecía brillar en la penumbra) con alguno que otro destello amarillo claro y cúmulos pequeños de escamas negras. Aletas laterales en las caderas, así como una aleta dorsal que comenzaba a media espalda y terminaba a la mitad de su aleta, belleza y letalidad.
Del codo al antebrazo también tenía aletas, afiladas y divididas por espinas que aquella mujer había aprovechado como armas y escudos a la hora de luchar contra la guardia, haciendo que los soldados se preguntaran cómo una sola mujer había sido capaz de ponerlos a todos fuera de combate.
El rostro de aquella sirena, todo su cabello, iban ocultos tras una máscara oni de color rojo oscuro, como sangre coagulada. Los colmillos sobresalían grotescos mientras los ojos se inclinaban hacia arriba, dando la impresión de que la bestia a la que enfrentaban estaba furiosa.
Para todos fue una sorpresa que aquella sirena llevara una mano hacia la parte alta de su rostro y liberase la mitad de su máscara, revelando los ojos verdes como esmeraldas de aquella mujer antes de mirar a todos sus adversarios. Parecía estar sonriendo por debajo de la máscara, pero era difícil saberlo sólo de mirar sus ojos, una burla a la inteligencia de aquellos soldados de la corona, que estaban dispuestos a dar la vida por ella.
—¡No! —gritó Tomoe levantando una mano hacia su adversaria, confundiendo a los presentes un momento.
Al momento siguiente Kagami había hecho acto de aparición, nadado a toda velocidad para atacar con su propio estoque la espalda de aquella traidora a la ciudad, pero la sirena ya había antepuesto su brazo para detenerla antes de siquiera dedicarle una mirada.
Kagami recitaba algo en voz baja, su hechizo se tornó en una luz plateada en la hoja de su espada, pero no logró hacer mella en su adversaria, sólo consiguió que aquella mujer con ojos de esmeralda hiciera un ademán violento para quitarse de encima a la princesa, aspirante a sacerdotisa. Un gesto, y el hechizo ofensivo más poderoso que tenía Kagami había sido neutralizado.
—Niña tonta —murmuró la sirena con una voz metálica y ahogada gracias a la máscara que le cubría —, ¿qué esperabas hacer con un intento tan miserable contra mí?
Y le tomó por sorpresa descubrir la sonrisa socarrona que compuso la chica antes de ladear el rostro y responder.
—Esperaba hacer tiempo.
Fue una descarga eléctrica. Ni siquiera sintió el agua cambiando a su alrededor, el golpe de Luka llegó de lleno hasta ella, lanzándola disparada hacia el muro del frente mientras el cabello y ojos del muchacho brillaban en un tono verdoso, y las hojas de sus espadas se iluminaban.
Tomoe se quedó pasmada al ver ahí a Luka, con el cabello recogido en media coleta, con las hombreras y los protectores de los antebrazos, blandiendo las dos espadas, la propia y la de su padre, en guardia, listo para defender a la reina. Conjurando la poderosa magia de los guerreros de antaño, conjurando a la luna a través de sus armas cuando nunca demostró tener ese poder frente a sus narices.
La sirena soltó una risa gutural mientras sentía que la máscara se agrietaba en torno a su boca, no resistiría mucho más, terminaría cayendo a pedazos antes de que terminara aquella contienda, pero qué más daba eso ahora.
Luka y Kagami alzaron la guardia cuando vieron a la sirena encararlos de nuevo, preparados para la batalla.
Sí, los tres se lanzaron al mismo tiempo.
Kagami sabía que debía mantenerse fuera del alcance de las espadas de ambos, aliado y enemiga, no era una experta peleadora si se comparaba con Luka, y definitivamente ella sola no tenía esperanzas contra aquella formidable peleadora, pero al menos serviría como distractor para darle a Luka tantas oportunidades como fuera posible, pelearía hasta conseguir poner las cosas a favor de su amigo o moriría en el intento.
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Adrien sostenía el tridente de su padre en ambas manos mientras el remo que usaba con la tabla yacía a sus espaldas, Gabriel estaba unos metros más allá, sosteniendo la espada que alguna vez perteneció a su esposa mientras esperaban la siguiente reacción de la bruja del mar.
Lila estaba de pie frente a ellos, sumergida hasta las rodillas en el mar, las olas a su alrededor rompían con violencia, pero ella parecía estar rodeada de una esfera de protección que mantenía el agua lejos.
Unos metros más atrás, Marinette y Alya observaban horrorizadas la escena, preguntándose ambas en qué momento la bruja del mar había logrado despertar una doble naturaleza sin imaginarse que aquello era gracias a haber robado la estrella de Meredith. Porque Lila no tenía una doble naturaleza, pero adueñarse de una vida que no le pertenecía, quedarse con magia que no estaba destinada a ser suya, eso le había dado una ventaja sobre sus enemigos.
Lila lanzaba sus hechizos contra las barreras puestas por Gabriel, esperando en vano lograr debilitar aquellos hechizos pronunciados por los hijos del sol que custodiaban la bahía. Una vez Marinette había preguntado si los hijos de la playa le rezaban a la diosa luna sin imaginarse jamás que era el sol quien se encargaba de cuidarles y guiarles según las leyendas. Y Lila había atacado al medio día, en el momento en que el sol se encontraba más arriba que nunca. Sabía que pelear en la superficie no daría tan buenos resultados, pero al menos la reina ciega estaría debilitada como para tratar de defenderse o como para hacerle frente a su arma secreta.
Lila quería entrar a la superficie, quería ir a reclamar la sangre de Marinette y terminar de conjurar el hechizo.
Marinette...
La princesa perdida emitió un grito agudo mientras las arias en su cabeza iban en aumento, Alya se agachó a su lado antes de levantar la mirada hacia Gabriel, sabiendo que tenía que hacer algo para ayudar a su amiga.
Lila se lanzó hacia la barrera, golpeando con su cayado, con todas sus fuerzas, mientras una serie de rayos se quedaban atrapados en el aire.
—Tengo que ir —murmuró Marinette sintiendo que la estrella en su espalda ardía.
Era extraño, desde que había perdido la estrella de su vientre sentía que la magia había desaparecido, pero las arias se volvían cada vez más claras e insistentes. No había vuelto a sentir los signos de su piel salvo la argolla de compromiso con el capitán de la guardia, así que sentir la primera estrella, sentir que su piel ardía como el día en que se había revelado en su piel, sentir el fuego al rojo vivo como aquella tarde de surf, aquello fue una sorpresa para la sirena que se había arrastrado medio paso hacia el agua, en dirección a Lila, mientras Gabriel y Adrien resistían.
—Te atrapará —murmuró Alya desesperada también, preocupada por su amiga.
—Necesito ir —recalcó la princesa levantando la mirada hacia la morena.
No podía evitarlo, tenía que dejarle ir.
Así que Alya asintió una vez, ayudando a Marinette a levantarse y dedicándole una mirada abrasadora.
—Hazlo... —murmuró la morena percatándose de que la tabla de Adrien flotaba a la deriva —, hazlo en mi cuenta.
Marinette asintió con determinación mientras Alya se dirigía hacia Adrien, pasos contundentes que parecieron retumbar contra la tierra, como truenos, como rayos, como un terremoto.
—Alya, si la dejamos entrar al agua... —trató de iniciar Adrien mientras la morena se despejaba los hombros y sacaba de su camiseta un pendiente que relució capturando el brillo del sol.
—Lo sé. Pero necesito que confíes en mí.
Gabriel se alineó con ellos y respiró profundo, comenzando a recitar algún conjuro que se manifestó en la espada.
Y todo ocurrió con la sincronía que la morena necesitaba.
—¡Trixx! —gritó ella mientras un kwami se materializaba a su lado, sorprendiendo a Adrien, pero haciendo que Gabriel sonriera con orgullo de aquella embajadora de la playa.
Lila se lanzó hacia el frente, saltó con las manos refulgiendo en un rayo plateado que hizo a Adrien retroceder medio paso, asustado.
Gabriel puso la espada hacia el frente, dándole soporte con la mano libre, antes de abrir su guardia y disolver la barrera que mantenía a Lila lejos.
Marinette corrió hacia ellos, agachándose a tomar el remo de Adrien sin atreverse a mirarles una última vez.
Alya lanzó ambas manos hacia el frente y un chorro naranja de luz salió disparado hacia la bruja del mar.
Y ambas sirenas intercambiaron el lugar al mismo tiempo. Marinette saltó al agua mientras la siguiente ola se levantaba sobre ellas, Lila aterrizó contra la arena a través de la barrera que volvía a cerrarse para no dejarle volver al mar.
El aria se alzó sobre ellos, en cuanto Marinette comenzó a nadar hacia la tabla de Adrien, aquel canto ancestral se alzó en la playa de manera que los cinco la escucharon.
Y Lila soltó un grito de desesperación al percatarse de que no podía volver al mar, que la barrera de Gabriel la obligaba a permanecer ahí, en la playa, en tierra firme.
Lila gritó un último hechizo mientras Marinette comenzaba a remar lejos de ellos, la electricidad corrió hasta Alya, haciéndole soltar un grito que la obligó a deshacer su hechizo, y en un parpadeo, Lila había desaparecido de la playa.
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La máscara se rompió al fin, la mujer levantó lentamente el rostro mientras las espadas de Luka caían hasta el suelo con un ruido sordo. Kagami retrocedió horrorizada, sintiendo el nudo en la garganta y las ganas de llorar.
Reconocerla fue doloroso, pero fue todavía peor para Luka nadar hacia ella y tratar de someterla cuando trató de escabullirse, porque tanto él como Kagami sintieron en su piel la entrada de Marinette al agua. Luka lo sintió a través de su argolla, Kagami lo sintió en la estrella de su espalda, que nunca se desvaneció.
Y seguramente Emily también lo sintió, puesto que trató de huir.
Fue la braveza de Luka y de Kagami moviéndose contra ella lo que motivó al resto de los guardias, se necesitó de todos para detenerla, para someterla, se necesitó que todos la mantuvieran quieta unos segundos para que la reina pudiera imponer un hechizo sobre su piel para paralizarla y poder trasladarla a las prisiones del palacio.
Porque Emily peleó hasta que ya no pudo moverse, y cuando por fin comenzaron a trasladarla, su mirada se convirtió en un témpano inescrutable que partió el corazón de la reina por mitad.
