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Capítulo XXVII: Allenamento. Parte I.

Fiamme, energia e volontà

(Entrenamiento. Parte I:

Llamas, energía y voluntad.)

Vongola nació siendo poderosa, muchos dicen. Su primera acción fue tan grande e impresionante que hizo que varias personas se unieran sin dudar.

Vongola nació con las llamas, muchos dicen. Sus miembros siempre tuvieron habilidades impresionantes. Vongola Primo fue fuerte incluso cuando era adolescente.

Giotto prefería sonreír de forma nerviosa y cambiar de tema cada que le mencionaban eso. Para él, aquello sonaba demasiado grandilocuente.

La primera "misión" que había hecho junto con sus amigos sí terminó siendo una que llamó demasiado la atención, y ciertamente, sí había utilizado las llamas en ella. Pero a diferencia de lo que la gente decía, Giotto no había sido fuerte ni habilidoso desde el principio; después de todo, había tenido que entrenar (eso nunca dejo de hacerlo, ni cuando toda su familia estuvo finalmente reunida). Y antes de aquella primera misión, tuvo que pasar seis meses entrenando todos los días y tratando de entender el funcionamiento de las llamas.

Seis meses en los que, cabía decir, tuvo el cuerpo bastante adolorido.


Italia, 1864

— ¿Entrenar con G?

— Él te enseñará las bases de defensa. Luego de eso, depende de ti continuar — Giotto contestó — Aunque me temo que también tendrás que hablar con él para programar eso. G va a estar bastante ocupado… más que yo, realmente — admitió con una media sonrisa — Él también hará su propio entrenamiento. Y ayudará a otra persona más.

— ¿Otra persona? ¿Hay alguien más aparte de nosotros tres?

— Hay alguien más — Giotto confirmó — Sólo que me perdonaras que no te diga quien es; me pidió que no revelará su identidad. Está en una situación… complicada.

Amenazas, Cozzato entendió. Seguramente alguien tenía vigilada a esa persona, y si se enteraban de que ayudaba…

Negó con la cabeza. La situación era realmente escabrosa.

Cuando Giotto terminó de estirarse y dio un profundo respiro, Cozzato volvió a la realidad y lo miró con curiosidad. Todavía era muy temprano, y el hecho de que se hubiera encontrado con Giotto a esas horas de la mañana había sido más que nada coincidencia pues Cozzato ni siquiera se solía levantar temprano, pero se había sentido de alguna manera desesperado por empezar que no había podido dormir del todo y había decidido salir a caminar un rato.

— ¿Quieres acompañarme? — Giotto preguntó — G debería de ir a la cascada en la tarde. Ahí pueden empezar con lo tuyo.

— Eh, Giotto. ¿Qué se supone que es lo que haces desde temprano?

— Sólo voy corriendo hasta allí — comentó. Bien, eso sonaba de alguna manera normal. Por unos momentos, Cozzato creyó que su amigo hacía cosas más descabelladas — Y luego escalo.

Cozzato parpadeó.

— ¿Perdón?

— O intento hacerlo — se corrigió — Hay unos cuantos riscos cercanos con los que pruebo. Aunque también es difícil. Ayer me caí, ¡pero por suerte fue a poca altura!

¿Se había caído de dónde?

— Luego de eso, intento entender cómo controlar la llama. He descubierto que la que tengo se parece mucho al fuego real. La otra vez me concentré e intenté que fuera más caliente, y me pareció que-

— Giotto — Cozzato dijo — ¿Cómo es que… No, no. ¿Por qué…

— Ese estado del que te hablé — comprendiendo las dudas de Cozzato, Giotto intentó explicar — Las pocas veces que lo he usado, siempre termino increíblemente adolorido, apenas siendo capaz de moverme— por más útil que fuera ese modo, no podía permitirse su uso si siempre terminaba lastimado; por eso Giotto había intentado pensar en alguna opción para poder utilizarlo sin problema — Entonces, sí quiero ser capaz de utilizarlo, necesito-

— Fuerza — Cozzato entendió —Quieres que tu cuerpo aguante. No, está mal dicho. Que sea algo natural para ti estar en ese estado.

Giotto le sonrió.

— Exactamente. No suena tan mal, ¿verdad?

— Pero… — Cozzato carraspeó — ¿Es necesario correr hacia una montaña todos los días, para luego escalar, y después de eso incluso utilizar más energía jugando con las llamas?

— A estados extremos, medidas extremas — Giotto mencionó.


G lanzó un pequeño grito mientras dejaba caer la pistola, ahora algo destrozada. Frustrado, suspiró. No iba a ser tan fácil; estaba consciente de ello. Si quería utilizar sus pistolas y su llama, necesitaría modificarlas. Necesitaría hacerlas resistentes. El problema era que no sabía cómo.

— Supongo que has de tener más de una, ¿no es así? Me parece que esa no va a ser operativa ahora.

G volteó hacia atrás y arqueó una ceja al ver el par de libros que tenía su acompañante en sus manos.

— ¿Física? — ladeó la cabeza — ¿De dónde conseguiste libros de física?

— Larga historia — Elena respondió — Sólo digamos que fingir hacer un recado de mi hermano mayor en una librería funcionó.

— Hábil — G comentó — ¿Crees que podamos hallar un poco de respuestas con ellos? Es una lástima que no haya libros sobre llamas mágicas de colores que salen a base de la voluntad de las personas.

— Vale la pena intentarlo — ella contestó con diversión.

El cuarto miembro, era Elena. De alguna manera, ella ya era parte del grupo desde el momento en que decidió ayudar a conseguir información.

G admiraba su valor. Hacer lo que ella hacía en su situación no era algo fácil. Como alguien que estuvo bajo el yugo de la mafia desde el principio, G entendía el miedo que uno sentía. Giotto también lo hacía.

Pero ella era como ellos. Tenía una voluntad más grande que el miedo.

«— ¿Qué?

Giotto lucía preocupado y enojado a la vez. G la miró con sorpresa e indignación.

Realmente tienen mucho ego como para amenazarte en tu propia casa… — G comentó con el ceño fruncido.

Y, aun así, estás aquí — Giotto dijo — Aun así, estás aquí.

No era un reproche; era más bien el decir en voz alta un hecho. Giotto la miró, sonrió levemente, y continuó.

Has tomado una decisión, ¿no es así?

Elena asintió.

Ya no quiero quedarme callada. Ya no quiero fingir que todo está bien — Elena dijo. Inhaló y juntó valor para decir las siguientes palabras. Todavía le dolían un poco — ¿Saben algo? No me había dado realmente cuenta de lo mal que estaba todo hasta el accidente. De verdad estaba empezando a creer las palabras de los demás de que yo era la que no entendía; estaba empezando a actuar como ellos y seguir su conducta. Y yo… — negó con la cabeza, apretó los puños — No quiero eso. Ya no más.»

Elena sería uno de los pilares fundamentales de Vongola. Sería su guía. Uno de sus miembros originales.

Y a ella no le molestaría decir que era una buena espía.


Giotto sintió que su mano tembló. Con eso, el agarre que sentía en sus piernas también disminuyó. Se mordió el labio mientras intentaba juntar fuerzas y seguir avanzando.

Aunque al principio pareció funcionar, la humedad que impregnaba la roca debido a la cascada que estaba a un lado, hizo que resbalara, y cayó antes de poder agarrarse de nuevo. Por suerte, el agua que había debajo de sí aminoró el golpe y logró que, aunque doliera, no tuviera heridas graves.

Giotto sacó la cabeza para tomar aire. Tosió un par de veces y volvió a mirar el reto que él mismo se había puesto: Escalar ese lugar, llegar a la cima, y hacerlo más de una vez.

Necesitaba resistir ese modo. Necesitaba que fuera algo natural. Y no se le ocurría una mejor manera de acondicionar su cuerpo para ello.

— Estoy seguro de que eso dolió — escuchó que Cozzato lo llamaba mientras, desde la orilla, extendía su brazo para ayudarlo a salir. Giotto tomó su mano — El impacto contra el agua puede ser igual de doloroso que con la tierra.

No queriendo perder tiempo, Cozzato también había intentado practicar. Al principio, ni siquiera fue capaz de utilizar su poder, pero luego de estrellarse la cabeza un par de veces contra un árbol, se le ocurrió intentar hacer lo mismo que cuando fue niño:

Concentrarse. ¿No había sido así como tiró aquella manzana?

La parte mala fue que se había concentrado en el lugar equivocado, y en lugar de aumentar la gravedad en el punto que quería, Cozzato terminó aumentándola sobre él mismo. Cayó directo de cara a la tierra en un sonoro golpe que hizo que Giotto volteara a verlo con preocupación.

— ¿Por qué ambos tienen roja la cara? — Giotto y Cozzato voltearon hacia su derecha, encontrándose con un G que los miraba confundido.

— Un golpe en el agua duele mucho — Giotto mencionó.

— Uno en la tierra también — Cozzato completó.

— No me digan — G dijo. Luego. Miró a Cozzato con una ceja arqueada — Espero que no te hayas cansado todavía, teniendo en cuenta que apenas empezaremos tu entrenamiento.

Cozzato sonrió. Aunque estaba nervioso, también estaba emocionado.

— ¡Tengo toda la energía necesaria! — exclamó — ¿Cómo empezamos? ¿Debería intentar atacarte primero o tú-

— Alto ahí — G interrumpió — No permitiré que empieces así. Tu cuerpo necesita estar preparado para lo que vendrá, o te puedes lastimar. Por algo Giotto se estira antes de empezar con su loca rutina.

— Gracias por el adjetivo hacia mi rutina. Me esforcé en ella.

Cozzato parpadeó, pero asintió, y G le indicó que hacer: Pequeños brincos, estirarse, moverse. Al final, le pidió que trotara un poco por los alrededores. Y aunque Cozzato lucía desesperado por empezar, siguió sus instrucciones.

Mientras Cozzato salía corriendo, Giotto habló un momento con G.

— Luces cansando. ¿Las cosas no salieron como querías?

— Rompí una pistola. Y no tengo ni idea de dónde empezar para entender mi llama — G suspiró con pesadez. Sin embargo, segundos después, sonrió levemente — Es una suerte que Elena esté ahí. Me parece que ella tiene una mejor idea de cómo hacerle para entenderlas.

— Eso suena como algo que tengo que conocer también — Giotto comentó — ¿Mencionó cuándo iba a volver?

Giotto estaba consciente de la situación. No podía pedirle que se apareciera por la casa de Piero todos los días. Si alguno de esos sujetos se enteraba que Elena los veía con regularidad, ella y los miembros de su familia podrían salir lastimados. Era un gran riesgo, y Giotto apreciaba que Elena estuviera tan determinada en ayudar en esa idea loca del grupo de vigilantes pese a ello.

— En unos días. Quiere intentar algo, y para eso, necesita obtener el material.


En el futuro nadie sabría que Vongola logró entender el funcionamiento de las llamas gracias a las investigaciones de una sola persona. Una cuyos descubrimientos lograron que Alaude sonriera, pues después de todo, había sido vencido de forma justa en el ámbito de la información y entendimiento de las llamas (y eso que él tenía la ventaja debido a la participación con su ex organización). Una persona que logró que la propia Sepira mirara sorprendida a toda la teoría realizada, y riera con alegría.

La primera persona que entendió que eran más que sólo anillos y llamas de colores, fue Elena.


G parpadeó y miró al anillo con curiosidad.

— ¿Segura que tener esto no te causará problemas?

— Lo intercambié por otro parecido que encontré entre las joyas que mamá no utiliza. Mientras su dueño no vaya a una misión, no debería haber problema — Elena respondió — Y justo ayer, salieron a una; siguiendo su patrón, no deberían de salir a otra en aproximadamente una semana. Tiempo de sobra para poder probar algo.

— Entendido — G se colocó el anillo, tal y como ella le había pedido — Entonces, ¿sólo tengo que intentar sacar una llama?

— Tal y como lo haces con el tuyo, efectivamente — Elena asintió.

G siguió las instrucciones. Hizo lo mismo que usualmente hacía cuando utilizaba aquel anillo que ahora era suyo.

— Este… se supone que sirve, ¿no es así?

— Lo hace — Elena respondió — ¿Lo estás intentando?

El anillo estaba estático. Ni una sola llama salía de él.

— Lo estoy, pero-

— Interesante… Ahora G, también ponte el tuyo. Y repite el procedimiento. No te quites el otro anillo, por favor.

G la miró con curiosidad, y siguiendo lo dicho, se colocó el anillo, justo al lado del otro, y repitió la acción.

Esta vez, de su anillo brotó su particular llama roja. El otro, por el contrario, seguía como siempre.

— Hay más detrás — Elena observó con ojos brillosos a la llama y los anillos — Hay mucho más.

— ¿Puedo preguntar que está sucediendo?

— Lo que pasa, querido G — Elena respondió — Es que ese anillo funciona, pero las veces en las que lo he visto actuar, el portador utilizaba llamas verdes.


Los libros no contenían las respuestas, pero sirvieron como una guía. Los más importantes fueron aquellos que mencionaban la palabra "energía". Aunque el concepto ha evolucionado desde entonces, lo básico de ese momento sirvió.

La energía es aquello que se necesita para hacer, transformar o mover algo. La hay de diferentes clases: mecánica, de movimiento, etc. Este simple concepto fue el que bastó para que Elena empezará a experimentar.

Si la energía era necesaria para que algo fuera posible, entonces los anillos también necesitaban energía para funcionar y sacar llamas. Pero ¿qué clase de energía? ¿Había algo que se le podía equiparar a la "voluntad" para poder entenderlas?

Y todavía más. ¿Por qué uno se solía sentir tan cansado luego de utilizar durante un tiempo las llamas? ¿Por qué es que había diferentes tipos de llamas? ¿Por qué unos anillos funcionaban y otros no?

A base de esas preguntas, ella intentó dar respuestas. Intentó toda una serie de reacciones diferentes para crear energía: con químicos, con fuego, con las propias llamas de sus amigos, quienes siguieron sus instrucciones. En uno de esos días, casi quema el cuarto en dónde estaba (de hecho, parte de su vestido terminó algo chamuscado). Después de eso, su tío Piero le proporcionó mejor material: ropa que no tuviera tanta tela que estorbara y algo para cubrirle los ojos y las manos. Ella al principio se negó, diciendo que no tenía que gastar por su culpa. Piero le había sonreído y le había dicho que no se preocupara: esa era la única forma que tenía para ayudarles.

Si bien, él tenía miedo porque algo malo les pasara a ellos, no podía negarles ayuda (y de igual forma, estaba seguro, Giotto, G, y ella terminarían haciéndolo. Mejor ayudarlos y saber en qué estaban metidos antes de que escuchar noticias lúgubres con cualquiera de los tres que tal vez pudieron haberse evitado si les hubiera dado apoyo). Piero entendía, también, que no parecía haber otra forma de intentar detener lo que sucedía. ¿A quién podrían ir? ¿La policía? No les creerían o ya estarán confabulados. ¿Las autoridades? Lo mismo.

Y él, también, quería frenar todo eso. Todavía se seguía sintiendo culpable por lo que había hecho en el pasado.

Giotto lo había abrazado y le había agradecido. Piero sólo les sonrió y les dijo que tampoco descuidaran sus otros deberes. Y que, por favor, sin importar que, regresaran con bien.

A Elena le pareció curioso que la llama de Giotto siempre parecía causar una reacción, por más pequeña que fuera: los anillos se podían volver más calientes o sacar lo que ella denominaba un chispazo. Giotto terminaba mirando al anillo como si temiera que explotara, y Elena con cierta fascinación.

La llama de Giotto era todavía más especial que las otras, ella entendió. El hecho de que ningún anillo que ella trajera parecía reaccionar del todo con él, era otra prueba. Elena llamó a esa llama naranja una llave: servía para desencadenar algo, pero no podría revelar todo su potencial si no era puesta en la cerradura correcta.

Entender eso fue lo que le permitió seguir. Si la llama de Giotto era una especie de llave maestra, las demás eran llaves específicas, que necesitaban de cerraduras específicas.


Giotto soltó un gritito, Cozzato hizo un inconsciente gesto de dolor (aunque él no era el lastimado), y G frunció el ceño.

— Repíteme que pasó — G le dijo — ¡¿Cómo es que hiciste un movimiento tan brusco que terminaste lastimándote el cuello y parte de los hombros?!

— ¡Yo sólo salté de la emoción porque casi logro llegar a la cima sin caerme! — Giotto se excusó — A-aunque parece que lo hice muy rápido y tal vez con demasiada fuerza.

— A la próxima, ten más cuidado — G finalizó, terminando con el improvisado masaje que le estaba dando para intentar deshacer el nudo de músculos que tenía. G no había sido el único que le había enseñado algo a Giotto; Giotto también le había enseñado cosas bastante útiles a G — Ya puedes seguir.

— Gracias por la ayuda — Giotto suspiró — Como decía, no podemos enfrentar… — incluso el nombre le seguía dando escalofríos — No podemos hacerle frente a la mafia hasta que terminemos con el entrenamiento que nos propusimos, pues sería como correr directo a una muerte segura; pero podemos aprovechar este tiempo para intentar conocerlos más. Entender mejor a quienes nos estamos enfrentando.

— ¿Qué es lo que se te ocurre? — Cozzato preguntó.

— Hacer lo de siempre — Giotto dijo, y ante la expresión confundida de sus dos amigos, intentó explicar — Ya nos conocen por todo el pueblo; las personas y la misma mafia ya saben que solemos caminar por todo el lugar para saludar o hablar un poco. Seguiremos haciendo lo mismo, pero ahora los buscaremos. ¿Cuáles son las señales que se dejan entre sí? ¿Cómo delimitan que "territorio" les pertenece? ¿Cómo se presentan a las personas para pasar desapercibidos, pero a la vez intimidarlos? Si conocemos todo esto, tal vez podamos entender mejor su funcionamiento.

No era una mala idea, G y Cozzato pensaron. Caminar por todo el pueblo era ya su rutina; a nadie se le haría extraño verlos.

Pero para tener una mejor compresión, también deberían tener ojos donde ellos los tenían: en la ciudad, con los mercantes, con la nobleza. No era algo fácil.

— Puedo ayudar en eso — Cozzato comentó — Mi familia conoce a varias personas. Puedo intentar hablar con mercantes o unos administradores quienes ayudaron a mi tía a conseguir su actual casa. Estaré atento a todo lo que vea.

— Y la aristocracia le tenemos de alguna manera también cubierta — G dijo. Elena se merecía el cielo y las estrellas, sin duda alguna. Piero también les facilitaba de información y rumores cuando escuchaba cosas extrañas.

— Entonces procederemos así — Giotto confirmó — Obtenemos toda la información que podamos, y cuando estemos listos…

— Pasamos a la acción — G completó.


Después de despedirse de Cozzato y mientras regresaban a casa corriendo porque llovía fuertemente, G y Giotto notaron un curioso artefacto cerca de la entrada que los hizo detenerse y caminar hacia él para poder verlo mejor sin importar que se mojaran. Estaba en una zona relativamente alejada de los árboles, y parecía tener algo alrededor (una especie de protección para que algo no se escapara, quizá). Lucía como una especie de pequeña torre triangular de metal, que tenía encima un…

¿Eso era un anillo?

— ¡No tan cerca!

Ambos fueron jalados hacia atrás, justo en el momento en el que un trueno resonaba y la luz de un relámpago se veía.

— ¡Tengan cuidado! Si el rayo cae demasiado cerca de ustedes podrían sentir la descarga, y eso es demasiado peligroso — Elena los regañó. En ese momento, traía puesta las gafas protectoras que Piero le había regalado, y parecía no importarle estarse mojando.

— Elena, ¿qué está-

Antes de que Giotto pudiera hacer la pregunta, el sonido de un trueno cerca de ellos hizo que gritara y abrazara a G. Y antes de G pudiera decir algo, otro trueno todavía más cerca hizo que G brincara y le devolviera el gesto. Elena los miró con una sonrisa divertida.

— No se preocupen; todo está controlado. La descarga no debería llegar hasta aquí, y en caso de que lo haga, la madera que está alrededor la cortará. La lluvia extinguirá cualquier fuego que pueda ocasionarse.

— ¿Por qué se están escuchando truenos tan cerca? — Giotto preguntó, visiblemente nervioso, e incluso apretó con más fuerza a G, quien sólo soltó una pequeña expresión de dolor. Si a G se lo preguntaban, Giotto sí se estaba volviendo más fuerte, gracias.

— Estoy atrayendo al rayo hacía acá para que caiga directamente en el anillo — Elena explicó — Apenas vi que empezó a llover, coloqué todo con la esperanza de que fuera una tormenta. ¡Para mi suerte fue así! Y justo cuando mis padres no estarán en la noche, así que no me tengo que preocupar por regresar para que me vean. Todo es perfecto.

De pronto, hubo una luz de relámpago demasiado cercana. Los tres voltearon al enfrente. Segundos después, el sonido del trueno.

El rayo cayó directamente en la torre. La descarga de energía pareció estancarse por unos momentos en ella.

Giotto y G se pegaron más el uno al otro con evidente miedo mientras que Elena miraba fijamente lo que pasaba, esperando encontrar la reacción que buscaba.

Del anillo colocado en la pequeña torre, apareció un pequeño destello verde por unos segundos. Fue rápido, pero los tres lograron verlo y reconocerlo: La llama que parecía un rayo; la llama verde.

Elena no pudo evitar gritar de emoción. La chica esperó unos segundos, se aseguró que fuera seguro y corrió a recoger el anillo, volviendo con ellos mientras una enorme sonrisa surcaba su rostro.

— ¡Lo he descubierto!

— ¿Lo has descubierto? — preguntaron Giotto y G al unísono. Elena asintió.

— He descubierto cómo funcionan las llamas y los anillos.


Todo era simple: Cada persona poseía cierto tipo de energía corriendo por su cuerpo; esta energía era la que se expresaba cada vez que una llama se utilizaba. Los anillos eran uncatalizador cuyo material podía reaccionar o no a la energía que poseía cada persona. Para que un anillo pudiera servir para sacar una llama, su material tenía ser un conductor de la energía que emanaba de la persona.

— Utilicé la energía del relámpago para probar con la llama verde, y funcionó — Elena explicó mientras se terminaba de secar el cabello y se cubría con su manta. Sentados cerca, G y Giotto también estaban envueltos en mantas. Enfrente de los tres, en una pequeña mesa, estaban colocados unas pequeñas tazas de té calientes, que les había traído Piero luego de haberlos regañado por quedarse en la lluvia (realmente, ninguno de los tres se quejaba: estaban mojados, pero a cambio, tenían un poco del té especial de Piero) — Con la roja, intenté recrear pequeñas explosiones. La fuerza de la lluvia o una cascada sirvió para la azul. Son diferentes tipos energía, que necesitan un tipo de material especial para poder expandirse con más facilidad. Esos son las llamas, y para eso sirven los anillos.

— ¿Me estás diciendo que la energía dentro de mí es como pequeñas explosiones? — G preguntó — ¿Y la de Lampo es como un relámpago?

— De hecho, creo que son incluso más fuertes, pues ustedes logran materializar la llama durante más tiempo. Además, por supuesto, que también tenemos el factor de la voluntad. La energía que hay adentro de uno se libera a base de la voluntad — Elena explicó — Y también por eso pueden terminar cansados después de usarlas. Después de todo, no sólo están utilizando su propia energía, sino que la están materializando; le están dando una forma física a base de un sentimiento. Tenemos lo mental y lo físico unidos. Eso es impresionante, ¿saben?

Giotto y G se miraron mutuamente y asintieron. Luego, miraron a Elena con seriedad.

— Elena.

— ¿Sí?

— ¿Podemos abrazarte?

Elena parpadeó. Ladeó la cabeza, casi sin entender, pero asintió.

— Claro. Son mis amigos, después de todo…

Instantes después, Elena soltó una exclamación de sorpresa cuando sintió como ambos chicos la abrazaban con emoción. Incluso estaban riendo de alegría.

— ¡Eres un genio! — Giotto exclamó — ¡Un verdadero genio!

— Yo-

— Nada excusas — está vez, fue G quien habló — Has descubierto todo el secreto detrás de esto. Decir que eres increíble es poco.

— Todavía no sé qué tipo de energía especial utilizan ni esa extraña llama mental que dicen que existe, ni la de Giotto. Además, todavía no sé los componentes que hacen especial al material y-

— Elena — Giotto la interrumpió, se separó unos momentos de ella, y le sonrió — Date crédito, ¿quieres? Gracias a ti, ahora sabemos que todo está basado en energía y que hay más de una; que reaccionan diferente. Y te aseguro, no creo que hubiéramos podido algo así sin ti.

Al final, los tres terminaron riendo y de alguna manera, motivados. Elena les había abierto una gran puerta, por medio de la cual podrían lograr muchas cosas más.

Mientras G discutía con ella sobre la posibilidad de derretir un anillo (tal y como recordaba, había hecho su padre para crear aquella bala) y con eso crear algún componente que permitiera que una pistola soportara el poder de una llama de la última voluntad, Giotto alzó la vista hacia el techo. La luz de la lampara lo cegó por unos instantes, por lo cual tapó ésta con su mano.

Energía. Su propia energía. Eso eran las llamas.

Si estaba utilizando su propia energía para pelear, entonces no sólo necesitaría fuerza. También necesitaría resistencia. Ser capaz de usarla durante un largo periodo de tiempo. ¿Cómo podría entrenar para eso?

Lanzó un pequeño suspiro, y en ese momento, algo le llamó la atención. Una idea repentina, pero que tendría un significado impresionante.

La idea de la que surgiría su más grande técnica.

A sus ojos, su mano parecía estar rodeada de luz, y el efecto le recordó a su propia llama. Brillante y llena de su voluntad. Pero si había luz, también había oscuridad. Si se podía crear llamas con voluntad…

¿Si las llamas están hechas de energía que corre por nosotros cuya base es la voluntad, que pasa si cambiamos la voluntad por otra cosa?


A la mañana siguiente, Giotto tuvo otra gran sorpresa.

Cuando Cozzato lo había vuelto a salvar de caer con sus poderes de gravedad, Giotto no esperaba que, al voltear a verlo para agradecerle, lo viera con una llama roja en la cabeza.

— ¡Tú también puedes entrar en ese modo! — Giotto exclamó. El modo de fuerza y sentidos incrementados. El modo que utilizaba tu propia energía para funcionar. ¿Cómo era posible?

Cozzato bajó la mirada.

— No me gusta la cara que estás poniendo en estos momentos.

— Bueno… — Cozzato carraspeó — Digamos que casi arruinó todo.

En un momento de pura desesperación por no poder ser capaz de controlar sus poderes tal y como él quería, Cozzato terminó desatándolos más de lo que hubiera querido. Exceso de voluntad, diría luego. De alguna manera, concentró demasiada gravedad en un solo punto, y de un segundo a otro, creó lo que para él fue un extraño torbellino negro que empezó a arrasar todo.

Cabía decir que esa posibilidad no estaba en los libros sobre gravedad que había leído.

Ese extraño torbellino, ese peculiar agujero negro, también lo jaló a él. Y en esos escasos segundos que para él fueron horas, Cozzato había sentido que su corazón se detenía. Estaba siendo absorbido y no podía moverse. La negrura lo estaba tragando. Sentía como su cuerpo empezaba a doler demasiado, y su respiración se aceleraba.

Ahí, pensó que iba a morir. O tal vez que estaba muriendo ya.

No recordaba cómo pasó, sólo que gritó y deseó con todas sus fuerzas seguir viviendo. Ahí sucedió:

La exposición de energía. Como si las cadenas que guardaran su fuerza interior se rompieran.

— ¡Cozzato!

— ¡Fue un accidente!

— ¡Por lo que me dices casi mueres!

— ¡Lo sé! — Cozzato sonó asustado por unos segundos, luego, suspiró y negó con la cabeza — Lo sé… Pero por suerte el entrar en este modo me dio la fuerza que necesitaba para anular ese extraño agujero o torbellino, que sé yo. Y cuando volteé a verme en el agua, ¡tenía una llama en la cabeza, tal y como tú!

— Tal parece que conseguir ese modo es realmente arriesgado… — Giotto susurró con aprehensión. Cozzato se sintió mal y se acercó a él con una media sonrisa.

— No tengas esa expresión tan lúgubre. Al menos ya puedo ayudarte más, ¿no es así?

El estar a punto de morir, eso era lo que se necesitaba. Cómo si el hecho de estar tan cerca de tu final activara una serie de reacciones dentro de ti que te permitía el liberar ese extraño estado, liberar toda tu energía de un golpe, que gritarás tu última voluntad antes de perder por completo-

Giotto parpadeó.

Habían nombrado las llamas como llamas de la última voluntad porque la primera vez que las utilizó, había sido también en una situación de muerte. Tal parecía que ese modo seguía más esa regla de estar a punto de morir que las propias llamas y te salvaba dándote el exceso de fuerza que necesitabas para seguir viviendo.

O tal vez, era más bien que te salvabas porque tenías exceso de voluntad.

— Hay que poner una nota entonces — Giotto comentó, intentando tranquilizarse — Entrar en el modo hiper de última voluntad, es peligroso y nadie debería de intentarlo a la ligera.

Giotto también había sido el que había nombrado a ese modo. Después de todo, hiper significaba exceso y ese estado para él era un exceso de voluntad.

¿Quién diría que ese nombre seguiría siendo utilizado en las futuras generaciones?

— Cozzato — Giotto lo llamó cuando una idea se le vino a la mente — ¿Ahora cuánto puedes controlar la gravedad?

— ¿En este modo? Mucho más — Cozzato respondió con ligera duda. Por el brillo en los ojos de Giotto, sabía que se le había ocurrido algo — Como pudiste ver, ahora soy capaz de concentrar la gravedad en un solo punto sin tantos problemas. Aunque no sé por cuanto tiempo podría hacerlo.

— Entonces, hagamos algo — Giotto le sonrió. Cozzato tragó saliva — Cuando yo escale, tu aumenta la gravedad sobre mí. Durante todo el trayecto hasta que llegué a la cima.

— ¡¿Eh?!


Las llamas de la última voluntad fueron utilizadas como armas durante todo ese periodo que en la historia de Vongola ahora se conoce como el origen de la mafia. Fueron algo peligroso, algo que sólo causaba destrucción. Por eso, Vongola, con ayuda de sus aliados más cercanos, trató de que la mafia dejara de utilizarlas para sus fines egoístas. Después de todo, cada uno de sus miembros había experimentado lo que era sufrir por ellas.

Sin embargo, no fue hasta el reinado de Secondo que las llamas fueron realmente controladas. Fue Riccardo quien logró lo que al principio parecía imposible: que la mafia dejara de utilizar las llamas, que no dijeran sobre su existencia, que se quedaran en simples rumores.

Después de la sangrienta guerra que ocasionó que Vongola Secondo se coronara como tal y su posterior cacería de los renegados, la mafia tuvo miedo. Temían que, si alguno de ellos utilizaba las llamas, serían asesinados, sus familias destruidas, sus hogares hechos polvo (tal y como sucedió con ellos, los que ocasionaron el principio del fin). Secondo, a diferencia de su predecesor, no vaciló en acabar con cualquiera que rompiera el pacto de silencio. Con cualquiera que fuera una amenaza. Razones para actuar así, las tenía de sobra.

Riccardo dominó a la mafia hasta el punto de que nadie se atrevió a actuar por miedo a su ira, lo que ocasionó que el conocimiento que habían adquirido se perdiera, de que las llamas, antes símbolo de toda la mafia, se convirtieran en un símbolo de Vongola. (Aunque otras familias también tuvieran pudieran utilizarlas, como los Cavallone, pero ellos, aliados de Vongola, tenían ese derecho).

De alguna extraña manera, eso también causó una paz sin precedentes. La mafia no podía actuar libremente. Su poder más destructivo estaba prohibido. Y nadie podía hacer nada, porque, después de todo, ¿quién se atrevería a desafiar tan abiertamente al mismísimo Vongola Secondo, El miedo del bajo mundo, y su temible mano derecha, Il Demonio?

Si continúan, también podrán conocer ese pasaje de la historia. Pero paciencia, todavía falta enterarnos de mucho más.

Con el paso del tiempo, las llamas se convirtieron para la mayoría de los mafiosos en tan sólo un mito, rumores escalofriantes, habilidades que sólo Vongola y cierto selecto grupo podían ocupar. ¿Quién sabe? Tal vez un día se vuelvan a redescubrir para que toda la mafia las utilice, como fue en un principio. Eso, sólo el tiempo lo dirá.