Advertencia: Mención de depresión en las últimas partes.
Capítulo XXVIII:
Allenamento. Parte II:
Forza, resistenza e controllo.
(Entrenamiento. Parte II:
Fuerza, resistencia y control).
Giotto respiró lo más profundo que pudo, dándose con eso unos segundos de descanso. A diferencia de las primeras veces, ya no sentía que sus brazos y piernas temblaban (o más bien, que todo su cuerpo temblaba). De igual manera, ya no se sentía cansado tan rápido.
Y no sólo él empezaba a mejorar. Cozzato también lograba mantener la misma cantidad de fuerza de gravedad sobre él. Las primeras veces sucedía que aumentaba más de lo debido la gravedad en ciertos momentos y hacía que Giotto cayera directo hacía el agua debido a su incapacidad de soportar tal magnitud. (Usualmente, Cozzato lo salvaba de caer cuando eso sucedía; aunque la primera vez no había podido hacerlo, y Giotto había terminado hasta el fondo del rio y no siendo capaz de nadar para conseguir aire durante un par de segundos. Cozzato se había disculpado como diez veces por aquello).
Giotto volteó hacia arriba. ¿Sus ojos le estaba fallando, o la distancia para llegar a la cima era corta? Su corazón latió de emoción. Inhaló profundamente una última vez y siguió moviéndose.
Cuando su mano tocó la cima, se empujó a si mismo hacia arriba. Exhaló. Miró a su alrededor, estando de rodillas.
— Lo logró — escuchó la voz de G — Realmente lo logró.
— Con todo y gravedad extra — está vez, fue Cozzato — ¡Con todo y fuerza de gravedad extra!
Giotto parpadeó un par de veces. La presión extra que lo siguió de forma constante desde que empezó a escalar desapareció, y en ese instante, Giotto se levantó.
Estaba en la cima.
Casi sin poder creérselo, se asomó hacia abajo. Ahí, podía ve Cozzato. Cozzato también lucía cansado (después de todo, había estado utilizando sus poderes constantemente gracias a su loca idea), pero tenía una enorme sonrisa en su rostro; con ánimo, movió su brazo de un lado a otro. G lo miraba con una sutil sonrisa de orgullo en él.
Mientras Cozzato y Giotto entrenaban juntos, G le enseñó a Elena a disparar con una pistola.
Lo más complicado había sido encontrar un lugar en donde no se corrieran riesgos de llamar la atención o dispararle a alguien por accidente (ya fuera una persona o un animal). Por suerte, lograron encontrar un lugar en donde ella podría disiparle a rocas sin miedo.
Elena era alguien atento que escuchaba sus consejos y correcciones. No la sostengas así; puedes lastimarte. Mantén la pistola firme, o el culatazo puede arruinar tu postura y también herirte. Apunta con calma; la desesperación no es una aliada.
Tanto ella como él hubieran deseado tener más tiempo para practicar, pero por desgracia, la situación de Elena no había cambiado: seguía teniendo que escabullirse sin ser notada, y seguía teniendo que programar sus visitas más espaciadas de lo que le hubiera gustado.
Sin embargo, la parte buena (como ella intentaba decirle) era que estando en su casa, seguía encontrando información importante.
Su hermano Flavio también la ayudaba. El niño no tardó mucho en darse cuenta de cierto cambio de actitudes en su hermana, y luego de pensarlo, entendió que era lo que hacía. No dijo nada y simplemente la ayudaba con lo que podía. ¿Qué alguien preguntaba por ella? Estaba dormida en su cuarto; ¡no deberían de molestarla, estaba cansada! ¿Su vestido lucía algo sucio en ocasiones? Había sido su culpa; él había jugado con ella y sin querer la había tirado.
Ella se lo agradecía. Y él sólo sonreía y le pedía que le mandará saludos a los demás. Ojalá pudieran estar juntos sin miedo a que esos sujetos hicieran algo.
Pronto, ella quería pensar. Pronto.
Parte de la nueva información que Elena había descubierto era una alianza que tenían los Reale con otra familia al Oeste de la ciudad. Esa familia se hacía llamar Lontanni y era enemigos de los Origine desde incluso antes de que se empezaran a llamar de esa forma. Giotto y G casi dejan de respirar cuando Elena les comentó que ellos habían estado en contra de Ambizio Ghizenetti hacía años, y cierto conocido de ellos era parte del grupo.
Era la familia de Salvatore. Los que habían sido utilizados por Corneille hace años para deshacerse de Ambizio y obtener las balas. Los que los persiguieron ese día.
No era sorpresa que ese grupo fuera aliado de los Reale; compartían un enemigo en común: Los Origine. Y como muestra de que juntos podían superarlos, habían sido ellos, ambas familias, los que habían atacado a Franco (cuya tienda estaba en el territorio de los Origine). Los Origine habían reaccionado y había atacado a tiendas que se encontraban en el territorio de los Lontanni.
Querían iniciar una especie de guerra, Giotto entendió. ¿A cuántas personas inocentes se llevarían entre ellos si lo hacían? Tenían que detenerlos antes de que eso sucediera, y de que una absurda matanza empezara.
Había una oportunidad para lograrlo. Abogando por su condición de aliados, los Lontanni se reunían de forma constante cada mes con los Reale. Últimamente, lo hacían para solicitar ayuda pues tenían problemas en su territorio. Había aparecido un nuevo enemigo que, aunque pequeño, resultó ser increíblemente poderoso. Giglio Nero, se hacían llamar.
Elena todavía no sabía la ubicación en donde las reuniones se llevaban a cabo, pero si lograba obtenerla, y el día y hora exacto en el que ambas familias se reunirían, entonces…
Entonces, podrían detener a ambos.
Cozzato ladeó la cabeza.
— Sí, G dice que ya me puedo defender lo suficientemente bien, y que ahora el cómo continuar es decisión mía.
— Perfecto — Giotto le sonrió — Entonces, ¿te molesta seguir ayudándome?
— ¿Ya tienes la siguiente fase de tu entrenamiento? — Cozzato preguntó.
— La tengo — Giotto dijo — Necesito que pelees conmigo.
— ¿Pelear contigo?
— Una pelea simulada, por supuesto — Giotto aclaró con una sonrisa nerviosa — Como lo que hacías con G para probar que aprendiste. Atacar, bloquear. Sólo que entre nosotros. Y utilizaríamos las llamas para poder acostumbrarnos a ellas.
Une entrenamiento doble, Cozzato entendió. Una especie de entorno contralado en la que probar como serían sus ataques en una pelea. Como en cualquier nuevo entrenamiento, podría haber riesgos, pero hasta ahora, se la habían arreglado bien hasta ahora.
— Me parece bien — Cozzato aceptó — ¿Cuándo quieres empezar?
Giotto desvió la mirada con cierta vergüenza.
— Si puede ser ahora mismo sería genial…
Cozzato no pudo evitar soltar una pequeña risa. De seguro, Giotto había pensado en eso desde antes de finalizar su anterior etapa, sólo que había tenido vergüenza de preguntar. Tenía que hacerlo comprender que podría preguntarle lo que quisiera; después de todo, eran amigos.
— Entonces, hagámoslo — Cozzato respondió con una sonrisa, poniendo en una posición defensiva. Giotto lo miró unos momentos con sorpresa, y luego sonrió con satisfacción.
— Gracias — dijo. Segundos después, preguntó — ¿Listo?
Cozzato se enfocó en Giotto y asintió.
— Listo.
De un segundo a otro, la energía alrededor cambió.
Cozzato abrió los ojos de sorpresa al notar como, en lo que él considero como un parpadeo, Giotto había entrado en el modo hiper y se había acercado a él a una velocidad impresionante.
Reaccionado, Cozzato también entró en el modo hyper y detuvo el golpe con su mano. La tierra debajo de ellos se resquebrajó, y su brazo tembló. Enfrente de él, Giotto se volvió a mover. Cozzato logró detectar a tiempo su intención y se movió hacía atrás para esquivar la patada dirigida a él. El viento que se originó debido a la fuerza del movimiento hizo que retrocediera más de lo planeado.
Antes de que Giotto pudiera ir en su contra de nuevo, Cozzato se concentró y aumentó la gravedad en donde su amigo estaba parado. Giotto se detuvo en medio del movimiento y cayó de rodillas al suelo; sin embargo, no tardó mucho en lograr levantarse, venciendo parte de la fuerza de gravedad sobre él.
Cozzato no pudo evitar ahogar una pequeña exclamación. ¿Desde cuándo…
¿Desde cuándo Giotto se había vuelto tan fuerte?
— Parece que escalar riscos realmente funcionó — Giotto comentó — La segunda etapa es esta: Resistencia. Y no sabes cómo me alegro de que también puedas usar este modo, amigo mío. ¿Qué mejor que entrenar con alguien que tiene las mismas características que tú?
Cozzato tragó saliva. Sin embargo, también sonrió.
Pelear con Giotto también le serviría a él para controlar sus poderes y aguantar. Ambos se ayudaban entre sí.
— Entonces, ven contra mí con todo lo que tengas. Claro, si es que puedes librarte de mí gravedad.
— Oh, lo haré. No te preocupes de eso.
Cuando G se despertó, notó un olor dulzón en el aire. Todavía era temprano, así que salió de su cuarto evitando hacer ruido y buscó la fuente de aquel aroma: la cocina.
Piero estaba ahí, terminando de servir un par de cafés, un vaso de leche, y varias pequeñas rebanadas de pan con mermelada y mantequilla (todavía calientes, según parecía. De ahí venía el olor).
— Buenos días, Giovanni — Piero lo saludó, notando su presencia — ¿Dormiste bien?
— Todo bien, gracias — G respondió — ¿Usted hizo esto?
— Me desperté en la madrugada, y no pude volver a dormir. Así que decidí hacer de una vez el desayuno.
— ¿Debería ir a despertar a Giotto y Lampo?
Antes del accidente, Giotto y G raramente veían a Lampo debido a que sus horarios no encajaban con los del niño. Cuando ellos desayunaban, Lampo dormía. Cuando ellos estaban haciendo sus deberes académicos, Lampo comía. A pesar de que vivían juntos, no se veían mucho la cara. Eso había cambiado desde el ataque.
Lampo se había encariñado de Giotto hasta el punto de despertarse temprano para poder comer con él, de tratar de terminar sus deberes para luego ir con él y contarle lo que había aprendido, de buscarlo para jugar. Por supuesto, hacer eso usualmente también significaba el convivir también con G, lo cual hacía todo incluso más divertido.
Si Giotto era el hermano mayor comprensivo, G era el exigente. G no le permitía a Lampo hacer excusas para evitar cumplir con sus deberes, no le dejaba tomar dulces si no había terminado sus tareas, y, en definitiva, no lo consentía. Era normal que durante el desayuno se escucharan los gritos de Lampo mientras se quejaba con G que le diera su dulce o iba a hacer un berrinche.
No era que ellos se llevaran mal. G no dudaba en premiarlo cuando Lampo hacia las cosas bien (como cuando resolvió un ejercicio de matemáticas rápidamente, G le había lazado un pequeño dulce como recompensa, al cual Lampo había mirado con sorpresa, pero un brillo de satisfacción en los ojos). Er quien Lampo usualmente acudía (aunque a regañadientes, y la primera vez alentado por Giotto) cuando no entendía algún ejercicio. Ahí cuando todos notaron que G tenía talento para enseñar: era paciente e intentaba explicar las cosas de la forma en la que el otro entendiera. Lampo solía molestar a G para que le pusiera atención y lo persiguiera, de esa forma, jugando con él. Su dinámica era simplemente diferente.
— No es necesario. Hay que esperar a que se enfríe un poco antes de llamarlos a la mesa — Piero respondió — Giotto duerme cada vez más. Imagino que su entrenamiento es más cansado entre más pasa el tiempo.
— No tiene idea de cuanto — G comentó. Cuando fue a verlos, Giotto estaba peleando con Cozzato en el ahora denominado modo hyper. Y llámenlo loco, pero le pareció que el suelo debajo de ellos estaba totalmente destrozado.
— De igual forma, me da tiempo de mostrarte algo — Piero dijo — ¿Me acompañarías a mi estudio?
G ladeó la cabeza con curiosidad y asintió.
— Elena me contó sobre las dificultades que han tenido — el mayor comentó mientras caminaba hacia del destino, con G al lado suyo — A pesar de que ya tienes hecho el diseño para las partes que quieres agregar, no cuentas con el material para hacerlas.
G había diseñado los refuerzos que le podía poner a su pistola para que soportara las llamas. Había pasado días checando posibles opciones, viendo libros, dibujando uno tras otro de posibles componentes. Cuando al fin tuvo el mejor, se enfrentó con otro problema:
¿Con que se supone que los haría?
Elena había estado de acuerdo en probar derretir un anillo y de ahí hacer un molde. El defecto era, por supuesto, que no tenían anillos. Ella simplemente no podía robar los de aquella familia, era muy arriesgado, y sin duda alguna, dudarían de cualquier miembro de su casa. (Pudo realizar sus experimentos gracias a que los anillos estaban intactos, y sólo tenía que devolverlos cuando no se dieran cuenta).
— No es su culpa — G se apresuró a decir. Elena se había sentido tan mal de no poder ayudar más que estuvo cabizbaja durante unos días — Robar los anillos que ellos tienen es muy peligroso. Podrían herir a cualquiera; esos tipos no conocen la razón.
— Estoy de acuerdo con todo — Piero dijo — Por eso estamos aquí.
Piero y G entraron al estudio. G vio como Piero habría uno de los cajones de su escritorio, sacando una pequeña caja de éste.
— La busqué luego del accidente de la ópera — Piero explicó — Me había deshecho de ella; tenía demasiado miedo, y el sólo verlos me causaba ganas de llorar — negó con la cabeza — Sin embargo, cuando esos sujetos de la mafia vinieron aquí con intenciones de matar si no encontraban información o anillos, entendí que estaba poniendo en peligro a cualquiera que los tuviera. Si alguien ha de sufrir las amenazas, que sea yo, quien tuvo la culpa en primer lugar, pensé.
— ¿A qué se refiere? — G preguntó — ¿Por qué-
G no pudo terminar de hablar. Piero había abierto la pequeña caja y le mostró el contenido de ella.
Anillos. Cuatro anillos.
— Cuando te encontré a ti y a Giotto luego de aquella masacre en la finca, decidí deshacerme de ellos. No quería tener que ver con esos asuntos lúgubres más; no quería ponerlos a ustedes en peligro. Se los devolví a la persona de la cual inicialmente los había conseguido. Por supuesto, esa persona no sabe lo que son capaces de hacer; simplemente es el dueño de una gran joyería que piensa que estas pequeñas cosas, de hecho, no valen nada.
Piero sonrió, aunque de forma triste.
— Luego de lo que pasó en la ópera, pensé en la posibilidad de buscarlos y esconderlos en otra parte. Si la mafia me había rastreado, podría rastrear también mis pasos anteriores. Esas personas no tienen piedad, y si sabían que el dueño tenía anillos que podían servirles… — parecía que hasta hablar le dolía — Estuve teniendo pesadillas un rato con eso. No quiero que más personas terminen muertas por mi culpa.
— Pudo pedirnos ayuda para eso…
— Ustedes ya habían hecho mucho por mí. Lo siguen haciendo — Piero le sonrió — Logré recuperarlos hace dos días. Una semana después de que Elena me comentara de tu problema. Así que… — Piero le acercó la caja a G — Ahora son tuyos. Deberían de servir para lo que quieres; estos anillos funcionan con la llama roja.
Ambizio los había probado, G entendió. Tal vez le había pedido a Piero que los guardara antes de que se volviera loco por el poder y lo terminara amenazando. Tal vez incluso por eso los Reale fueron a buscar a Piero; de alguna manera, pudieron enterarse de ese hecho; sólo que no sabían que, en ese momento, él no los tenía.
Tanto G como Piero seguían de alguna forma viviendo con la sombra de Ambizio. Pero se tenían el uno al otro para superarlo.
— Gracias — G dijo. Con eso, podría seguir con su propio entrenamiento. Podría avanzar.
G tomó la caja entre sus manos, y en ese momento, sintió que Piero estaba temblando.
— Giovanni — Piero lo llamó. Sus ojos estaban brillosos como si estuviera a punto de llorar — Prométeme que estarás bien.
— Lo prometo — G dijo — Lo prometo.
Una de las cosas que G pensó antes de cerrar los ojos para no volver a abrirlos, fue en esa promesa. Uno de sus últimos pensamientos había sido dirigido hacia Piero.
Ese pensamiento había sido un "Lo siento. No pude cumplir con mi palabra."
— ¿Estás seguro?
— Seguro — Giotto repitió — Sólo ten preparado el molde. De derretir los anillos, me encargo yo. He descubierto otro aspecto muy peculiar de mi llama. Supongo que también podría aplicar a las otras, aunque no estoy seguro del cómo.
— ¿Qué fue lo que descubriste? — Elena preguntó.
— Uno de los factores de la energía es que cambia constantemente, ¿no es así? E incluso se puede acumular, por así decirlo. Miren esto.
Giotto hizo aparecer en sus manos su llama. Era de su normal color naranja claro.
— Esta la llamo la forma normal. La que usualmente utilizo para pelear — Giotto explicó — Se parece mucho al fuego real ya que tiene una alta temperatura que puede quemar. Sin embargo, no es la única forma que existe.
Segundos después, la llama en su mano se volvió menos intensa de color y pareció dispersarse, volviéndose apenas visible. Elena y G la miraron con curiosidad.
— Esta es la forma suave — Giotto continuó — No quema; es más bien cálida. Se puede lograr cuando concentras poca cantidad de energía, y su composición la hace ideal para abarcar grandes espacios de forma rápida. Creo que es esta forma la que la señorita Sepira utilizó durante el ataque cuando convirtió a esos sujetos en piedra.
Giotto volvió a cambiar la llama en su mano. Esta vez, la que se veía brillaba de un color naranja intenso y lucía tan densa que cualquiera hubiera podido jurar que podrías tomarla entre tus manos como si fuera un objeto.
— Esta es la forma dura. Es la que creo puede servir para derretir los anillos — Giotto comentó — Tiene un nivel de temperatura mucho más alto que la normal y, por lo tanto, también de destrucción. Lo que hago es concentrar más de mi energía en un solo punto.
— Los anillos pueden soportar grandes cantidades de energía sin destruirse — Elena dijo — Y tengo entendido que la fabricación de las balas incluso tuvo que hacerse en otro país por las condiciones de maquinaria que se necesitaron. ¿A qué temperatura puede arder esa llama?
— Bueno, lo descubriremos ahora — Giotto dijo — G, dame el anillo. Acerca también el molde que preparaste.
G le pasó lo necesario. Giotto inhaló y cerró los ojos por unos momentos; cuando los abrió, hizo que la llama dura apareciera en sus dos manos y cubrió el anillo con ellas. Había concentrado incluso más energía de lo normal con la esperanza de que funcionara.
Luego de unos segundos, tanto G como Elena ahogaron un pequeño grito. Giotto sonrió.
El anillo se estaba derritiendo.
— ¿Cómo es posible? — Elena exclamó — ¡Esos anillos soportan incluso el poder de varios relámpagos juntos sin hacerse un rasguño!
— Me parece que no quiero saber la temperatura a la que están tus manos en este momento, Giotto — G comentó.
— Ahora es bastante útil, pero temo que también puede ser peligroso — Giotto dijo con un toque de tristeza — La temperatura ya es muy alta de por sí. Si alguien combina esto con otra cosa para elevar su poder… Sería algo increíblemente destructivo. Podría acabar con objetos en cuestión de segundos.
Sería alguien digno de temer. Todos pensaron eso.
Giotto no lo sabría en ese momento, pero esa vez, él describió lo que sería la llama de su propio familiar.
Riccardo fue la primera persona en utilizar una combinación de llamas. En vez de utilizar ambas por separado, de forma inconsciente, él las funcionó. Con el cielo y la tormenta, él creó La Llama de la Ira.
Combinando el calor propio de la llama del cielo con el poder destructivo de la llama de la tormenta, Riccardo podía convertir casi todo en cenizas. Aunque algunos osados se atrevieron a cuestionar ese hecho en el futuro aludiendo a meras exageraciones, las palabras eran verdad.
"Nunca te metas con El miedo del bajo mundo," la gente decía, "A menos que quieras tener una probada de las llamas del infierno."
Hablando de llamas. Giotto había descubierto también que las llamas duras eran las mejores para poder propulsarse. La energía concentrada que tenían las hacía perfectas para usarse como una especie de empujón para moverse a gran velocidad.
Cabe decir que ese descubrimiento le causó muchos problemas a Cozzato durante las batallas de entrenamiento que tenían. Cozzato tuvo que aprender a utilizar sus poderes con más rapidez, más de forma intuitiva, porque si no, difícilmente podría detener a Giotto con la velocidad que tenía (al principio ni siquiera había podido verlo).
Sus enfrentamientos al principio eran bastante cortos. No podían mantener ese estado y ese uso de energía por más de unos minutos. Mientras más peleaban, más tiempo lograban aguantar; más resistencia adquirían (y más moretones en sus cuerpos).
Ese día, no estaban seguros de cuánto tiempo llevaban peleando. Ambos estaban demasiado concentrados en el otro como fijarse en eso.
Giotto utilizó las llamas para propulsarse hacía atrás. A un metro enfrente de él, el suelo se resquebrajó debido a la fuerza de gravedad extra. Sin perder más tiempo, Giotto volvió a impulsarse, está vez hacía adelante, y juntó sus fuerzas para poder atacar a Cozzato.
Cozzato reaccionó y bajó la gravedad en sí mismo para hacerse más ligero y brincar con facilidad, esquivando así el golpe de Giotto que terminó rompiendo el suelo. En ese movimiento, Cozzato incrementó la gravedad en donde estaba Giotto, quien esta vez recibió el peso extra, pero, aun así, fue capaz de moverse para dar una media vuelta e intentar atacar a Cozzato.
Si de fuerza de trataba, Giotto ya era capaz de soportar la gravedad como si de respirar se tratara.
Cozzato detuvo el puño con el suyo y le sonrió.
— No está mal. Por más que intento, no logro hacer que te quedes quieto.
— Digo lo mismo — Giotto comentó — Además-
Giotto calló. Cozzato lo miró con curiosidad.
— ¿Giotto? ¿Qué suce-
— ¡Cozzato, atrás!
Giotto retrocedió, y Cozzato hizo lo mismo. Unos instantes después, en medio de ellos, un torrente de llamas rojas pasó.
Cozzato lanzó un pequeño gritito. Giotto volteó hacia la derecha.
— Llevan todo el día dándose de golpes, háganme el favor de parar ya.
— ¡G! — Cozzato se quejó — ¡¿Qué demonios fue eso?!
El que los había interrumpido utilizando sus propias llamas, había sido G. Quien, por cierto, simplemente movió la mano como negándole importancia a su acto.
— No se preocupen; no concentré las llamas como para dañarlos. Si acaso, iban a terminar con la camisa medio quemada.
Después de que Giotto derritiera los anillos y G pudiera crear las piezas extra que necesitaba, él había modificado su pistola para lograr lo que quería: un arma de fuego capaz de disparar llamas.
La idea era realmente básica. Lo único que G hizo fue hacerla resistente, no más. Pero sólo eso fue suficiente para darle la ventaja que necesitaba: Con su usual capacidad de desintegración, su llama lo hacía capaz de destruir desde paredes hasta rocas gigantes. G había practicado intentando manejar la cantidad de llamas que ponía en ella y el poder de éstas (siendo inspirado por la explicación de Giotto sobre las llamas normales, las suaves, y las duras). Cabía decir, G tenía un control lo suficientemente bien de sus llamas como para incluso darles una especie de forma: más delgadas o grandes, más concentradas o diluidas. Era complicado a su manera, pero lo estaba logrando.
— ¿Todo el día? — Giotto preguntó — ¿Llevamos todo el día?
G ladeó la cabeza.
— Empezaron desde la mañana, ¿no? Fíjense en cómo está el cielo ahora.
Tanto Giotto como Cozzato voltearon a ver al cielo. Era ya el anochecer, por eso G había ido a buscarlos. En poco tiempo, la noche caería sobre ellos.
— Entonces… — Cozzaro mencionó — ¿Hemos estado peleando en este modo todo un día? Porque no me siento cansado ni nada por el estilo.
— Yo tampoco me siento cansado — Giotto comentó — Creo que podría durar todavía más sin problema.
G arqueó una ceja. Cozzato y Giotto se miraron entre sí unos momentos antes de gritar de emoción y abrazarse el uno al otro mientras brincaban.
— ¡Tenemos resistencia! — gritaron al unísono.
Fuerza fue la primera etapa.
Resistencia fue la segunda.
La tercera sería control. El entender la energía que corría dentro de uno mismo.
Giotto y Cozzato se volvieron a separar. Cozzato decidió que lo mejor que podía hacer era seguir practicando por su parte el control de la gravedad en pequeños y grandes objetos, más rápido y preciso. Para eso, incluso había vuelto a comprar un par de libros que pensaba, le podrían ayudar. Aquello lo podría hacer incluso en su propia casa, pero iría a la cascada siempre que pudiera.
Giotto no tuvo problema; después de todo, la idea que tenía para la tercera etapa en él mismo era demasiado experimental. No estaba seguro de que funcionará, pero tenía que intentar.
Comprender como funcionaba la energía en él, fue más complicado de lo que imaginó. Pero al final, fue algo que le permitió crear su técnica característica.
Una que le permitió sellar algo más que sólo llamas, sino a la propia energía.
Giotto inhaló profundamente. Intentó calmarse. Intentó concentrarse en su propia respiración y la forma en la que la energía fluía en él.
Su idea no era tan mala; Elena se lo había confirmado. Ahora, sólo tenía que intentar ponerla en práctica.
"¿Energía positiva y negativa?"
"Tu misma dijiste que hay diferentes tipos de energía, ¿no es así?"
Incluso las propias emociones podrían catalogarse así, Giotto pensó. Las positivas, las negativas, las que son un punto medio. Si hay felicidad, también existía la tristeza como su contraparte. Si hay esperanza, también existe la desesperación. Algo positivo y algo negativo.
Aún con los ojos cerrados, Giotto liberó llamas de la última voluntad. Ya no sentía la presión del principio, sino como toda la energía lo recorría, una sensación que a veces incluso podría dar cosquillas.
Luego, intentó llevar su mente a otro tipo de pensamientos. Recordó la sensación que sintió cuando estuvo encerrado en aquella burbuja de llamas azules. El enojo. Y luego…
"Si las llamas están hechas de energía basada en la voluntad, ¿qué pasaría si cambio su base? Si utilizo algo contrario a la voluntad para contrarrestar a las propias llamas."
Si la mafia utilizaba las llamas, lo mejor para derrotarlos sería utilizar su contraparte. Lo mejor sería utilizar lo contrario a las propias llamas.
Si querías extinguir el fuego, no utilizabas más fuego.
"Por supuesto, todo son ideas. Pero aun así quería…"
"Inténtalo. Tiene su lógica, es un balance natural. Los propios números funcionan con números positivos y negativos. ¿Y sabes algo? Son los negativos los que tienen más usos. Ellos pueden comerse a los positivos si lo desean, por así llamarlo. Si funciona, podrías lograr algo único."
Recordó el sentimiento de estar a punto de morir. Cuando le dispararon, y todo se desvanecía, cuando estaba en el suelo y veía como el fuego se comía todo. Sus ojos cerrándose. Su respiración que desaparecía. Pero esta vez sin voluntad, sin esperanza.
"Pero ¿qué es lo contrario a la voluntad?"
"Creo que tengo una idea de lo que puede ser."
Las llamas iban desapareciendo. Giotto podía sentirlo. Sin embargo, la energía seguía ahí. Todavía podía sentirla fluyendo por su cuerpo. La energía siempre estaba ahí.
Sólo se transformaba.
Se sintió de alguna manera más pesado, con una sensación de opresión, una sensación de casi desolación. No era de extrañarse; las emociones negativas eran justamente las que tenía más poder y parecían tomarnos con más fuerza. Que horrible era estar con tristeza. Que difícil era sentir dolor. Ese tipo de sentimientos nos quitaban más energía, nos dejaban más cansados, más débiles.
Eso fue por lo que también decidió obtener la fuerza y resistencia que necesitaba. Sin ello, no estaba seguro de siquiera poder llegar a utilizar esa energía negativa tan pesada.
La energía en él cambiaba. Sentía que lo oprimía. Sentía que incluso respirar estaba siendo más difícil.
¿Cómo podría sacarla? ¿Cómo podría utilizarla? Intentó hacerlo, tal y como lo hacía con las llamas, pero-
Giotto se tambaleó y cayó de rodillas. Abrió los ojos, tratando de controlar su agitada respiración.
Era más complicado. La energía negativa era más difícil de controlar. De alguna forma, también dolía más.
Pero tenía que controlarlo. La energía negativa. Lo contrario a la voluntad.
El vacío.
Esa última etapa del entrenamiento fue la más difícil de todas. Giotto estuvo todo ese tiempo sin su usual ánimo. Parecía que su luz interior se iba apagando.
G se había preocupado al verlo así: cansado, decaído, incluso pálido. Lo que sea que estuviera haciendo parecía más bien que lo estaba matando lentamente. Llegó a pedirle que reconsiderara lo que estaba haciendo.
Giotto le había intentado sonreír y le había dicho que quería seguir probando. Cada vez estaba más cerca; lo podía sentir. Aunque, también, cada día, se sentía más desesperado. El sentimiento de desolación se estaba volviendo más grande, e incluso llegó al punto en el que empezó a tener problemas para sacar las llamas de nuevo.
Fue en ese momento en el que lloró en una noche mientras estaba encerrado en su cuarto. Sentía que ya no podía más. Sentía demasiada presión. Sentía que su pecho dolía. La energía negativa y el llegar a ella era demasiado difícil. Le ocasionaba una opresión en el corazón que no había sentido sino en pequeños momentos durante su vida:
Tristeza. Desesperanza.
Giotto nunca fue capaz de engañar a G (ni G a él, cabía decir. Se conocían demasiado bien, después de todo, se habían abierto totalmente entre ellos porque fue gracias al otro que por fin dejaron de sentirse solos.) Esa noche, en la que Giotto lloraba de impotencia, fue la misma en la que G tocó a su habitación.
G estuvo a su lado. Sin importar lo loco que fuera. Sin importar lo peligroso. G siempre estuvo a su lado.
— Me parece que te estás olvidando de algo importante, Giotto — G le dijo — No todo es totalmente positivo ni totalmente negativo. Sientes dolor porque conoces lo que es estar bien. Puedes reconocer la oscuridad porque ya has visto la luz. Si te sientes triste, es porque antes eras feliz.
Todo lo bueno tenía algo malo; todo lo malo tenía algo bueno. Era una lección que Giotto también aprendería con Ugetsu. Curiosamente, Ugetsu y G parecían entender eso con facilidad. Una de las razones por las que luego empezarían a llevarse bien.
— Hay emociones que incluso son una mezcla de ambos. Por ejemplo, la nostalgia: una mezcla de felicidad y tristeza. Recuerdas tiempos felices, pero te sientes triste porque no volverán.
Que es la nostalgia sino una mezcla de felicidad y tristeza. Giotto y Ugetsu recodarían eso durante todas sus vidas.
— No puedes utilizar lo negativo así. Necesitas una pequeña base. Tener una luz que te ayude a soportar la oscuridad.
G le había ayudado a poder desarrollar su más grande técnica. Sin G, Giotto estaba seguro de que se hubiera dado por vencido.
Una base. Una pequeña luz.
Porque todo lo bueno tiene algo malo; todo lo malo tiene algo bueno. Eso era el balance. Era la armonía del mundo.
Cuando Giotto lo volvió a intentar, pensó en eso. No dejó que la energía positiva se extinguiera por completo. Porque la tristeza era necesaria, pero también el poder ser feliz luego. Porque de la desesperación podría surgir esperanza. Porque aún al borde la muerte, él había podido levantarse.
Balancear la energía positiva y negativa. Eso era lo que esa técnica sería.
Cuando finalmente Giotto logró lo que quería, fue la vez en la que la cascada en la que entrenaba se había transformado por unos momentos en un lago congelado.
La energía no eran sólo las llamas. Energía era todo lo que rodeaba al mundo.
Y lo que Giotto utilizaba, era energía pura. Energía que le permitía sellar a otra. Porque si su llama era una llave, eso significaba que también podría cerrar y no sólo abrir.
— ¿Quieres que haga qué? — G preguntó. Cozzato, a su lado, también lucía sorprendido — No me estás diciendo seriamente que nos llamaste a Cozzato y a mí para esto, ¿o sí?
— En parte sí — Giotto respondió. Al menos, lucía tan animado como siempre, G pensó. Volvía a ser el mismo.
El día anterior, Giotto había regresado a casa sonriente, gritando de emoción. Cuando lo vio, Giotto lo abrazó con fuerza y no me paró de repetir "Gracias, G. Muchas gracias." G no había entendido que pasaba y Giotto sólo le dijo que se lo mostraría al día siguiente.
— También es para decirles que ya tenemos la información que necesitábamos: la fecha y el lugar en el que los Reale y los Lontanni se reunirán.
— ¿Qué? — Cozzato se tambaleó. Sólo escuchar eso le ocasionaba nerviosísimo.
— Me parece que lo mejor hubiera sido decir eso en vez de pedirme que disparara con mis llamas — G se quejó.
— Pero eso es para mostrarte lo que he logrado. ¿No te prometí hacerlo? — Giotto le sonrió — De esa forma también Cozzato ve los resultados de la tercera fase.
— Pero Giotto-
— Confía en mí — Giotto pidió — Te prometo que no me pasará nada.
G dudó. El hecho de dispárale a su mejor amigo no era algo que encontrara atractivo de hacer. Pero Giotto lucía seguro; no tenía dudas.
Y G confiaba en él.
Al final, G suspiró, pero asintió. Cargó sus llamas, apuntó, y disparó. En ese momento, pudo notar como el aura de Giotto cambiaba durante unos segundos. Y después…
Cozzato gritó de sorpresa y luego se echó a reír con ganas. G tiró su pistola debido al shock.
Sus llamas. El torrente de llamas que había disparado ahora era-
Hielo.
Giotto había convertido las llamas en hielo en un parpadear.
— A esto — Giotto dijo con una sonrisa — Lo llamo el punto cero de ruptura. Y llega justo a tiempo para nuestra batalla.
El entrenamiento que hace Tsuna en el arco de Varia está basado en el propio entrenamiento que inventó Giotto para sí mismo, sólo que sin balas de última voluntad que ayuden a acelerar el proceso. La segunda fase consiste en pelear con alguien más para poder obtener resistencia. Tsuna peleó con Basil, quien también tiene el hyper mode y lo hacía algo desafiante; entonces pensé, ¿contra quién peleó Giotto como para hacerlo igual de desafiante? Mi respuesta fue: con Cozzato. Él también tiene el hyper mode, y me pareció genial la idea de que Cozzato le haya ayudado a Giotto en su entrenamiento; mostraría más lo cercanos que eran.
En la batalla de Tsuna vs Xanxus se explica la dinámica para poder usar el Punto cero de ruptura. Para usarlo, es necesario estar en un estado contrario al hyper mode, es decir, un estado de cero voluntad que mencionan es un vacío total, el cual tan sólo para llegar a él se necesita una gran cantidad de energía. De ahí, se puede utilizar la energía negativa para crear el hielo. Un estado "sin voluntad" y "de vacío" no ha de ser un estado mental muy amigable, y Giotto tuvo que recorrer eso solo, experimentarlo para tener la fórmula ideal.
También pequeño recordatorio de que se menciona que G usualmente utilizaba pistolas que él mismo había modificado y que el arco fue un regalo de Giotto, el cual sólo utilizaba en misiones que el propio Giotto le encomendaba. Siguiendo esa lógica, las pistolas fueron la primera arma de G, para después utilizar el arco.
