Baltasar escuchó el sonido del tostador proveniente de la cocina y por un momento se asustó. ¿Quién estaba en su casa? Cuando abrió los ojos y centró su vista, se dio cuenta de que estaba dormido en el sofá del salón y recordó que Rose había pasado la noche en su casa. Se estiró sin hacer mucho ruido mientras continuaba estando tumbado sobre la piel enguatada del sofá que era la pieza principal de su salón.

Baltasar había sido un caballero y le había cedido la cama a la pelirroja. La espalda le dolía más de lo que quería admitir, pero no iba a dejar que Rose pasara mala noche por culpa de dormir en aquel sofá. O, hablando con propiedad, no quería que Rose pasase peor noche de la que había pasado.

Aquel sofá era una pieza de diseño que le había costado más de lo que le gustaría admitir. Añadía una estética a la sala que era innegable pero la comodidad quedaba reducida a cero.

Había tardado en dormirse un buen rato. Desde la planta de abajo había escuchado a Rose sollozar hasta tarde, aunque había optado por no subir a consolarla. Rose necesitaba algo de espacio para pensar en todo lo que había ocurrido.

Era lo malo de su apartamento. El concepto de espacio abierto hacía difícil que uno pudiera guardarse sus sentimientos de los oídos de los demás.

En parte, entendía por qué Rose estaba tan dolida. Si él estuviera en su posición, probablemente también se sentiría defraudado con Scorpius. Se sentía incluso un poco estafado, como amigo el rubio no les había comentado que lo de irse a Egipto sería tan inmediato.

Tanto Theo como él sabían que de los tres, quien tenía mayor posibilidad de conseguir aquella plaza en Egipto era el rubio y aunque a Baltasar le doliera reconocerlo, era quien más se lo merecía. No obstante, también estaba el hecho de que ahora en la vida de Scorpius parecía haber alguien más a parte de él y parecía que el rubio no había tomado en consideración a Rose en la toma de esa decisión.

Baltasar no veía problema alguno en que intentasen mantener una relación a distancia. Desde que habían vuelto de la boda de Teddy y Victorie, algo le había dicho que entre Scorpius y Rose había algo más que una relación laboral. Incluso le daba la sensación de que eran más que amigos.

Cuando la noche anterior Rose le había dicho que creía querer a Scorpius, Baltasar estaba más que seguro de que era una realidad que sus dos amigos se habían enamorado. No había que creer que se querían, lo hacían, aunque ellos no fueran capaces de verlo. Sino, la pelirroja no hubiera llegado llorando en mitad de la noche a su apartamento.

Y estaba seguro de que en caso contrario, si el rubio no estuviera enamorado, Scorpius hubiera contestado a los mensajes que le había enviado durante la noche en vez de dejarle en leído como había hecho. Baltasar tenía que reconocer que Scorpius había metido la pata hasta el fondo y sin mirar atrás.

Por otra parte, también comprendía que su amigo hubiera querido ocultar todo aquello de Egipto a Rose. Había sido un imprevisto que habían tenido que cubrir con rapidez. Parecía que por primera vez en mucho tiempo Scorpius estaba genuinamente feliz y el hecho de que aquello tuviera fecha de vencimiento - propiciada por él y su carrera - parecía haberle devuelto a la realidad oscura a la que se había agarrado tiempo atrás.

Baltasar empezó a notar en el ambiente un olor a pan quemado, por lo que decidió levantarse del sofá. No se había dado cuenta de todo el tiempo que había pasado echado en el sofá sin decir nada a la chica.

Rose estaba en la cocina, preparando el desayuno para los dos. La segunda tanda de rebanadas de pan que había metido en el tostador habían salido completamente chamuscadas.

—Buenos días, Rose. ¿Has conseguido descansar algo esta noche?

Baltasar sabía que aquella pregunta la hacía por mera cortesía. La pelirroja no había conciliado el sueño hasta altas horas de la madrugada, cuando se había quedado sin ganas de seguir llorando. A Baltasar le sorprendió que la chica fuera una persona tan emocional, puesto que no lo aparentaba.

La chica le respondió con una mueca. Tenía los ojos enrojecidos e hinchados. Durante un momento, Baltasar sintió pena por ella pero no quiso que su rostro lo demostrase. Le sonrió con cariño.

—Me hago una idea, Rose. Yo intenté ponerme en contacto con Scorpius pero no me ha respondido a los mensajes.

Rose se giró de nuevo hacia la cocina. Baltasar creía adivinar que la chica estaba preparando algún tipo de revuelto. Él no acostumbraba a desayunar, pero no le haría un feo a Rose. Cada uno se calmaba como podía y Rose había decidido utilizar su cocina para ello.

—Bueno, era de esperar. Fui bastante brusca con él, antes de irme de casa me dijo que iba a aprovechar el tiempo para pensar. Ya sabes como se pone Scorpius cuando se pone así.

La voz de Rose sonó entrecortada para Baltasar. El moreno se acercó a ella, rodeándola con sus brazos por los hombros. Rose necesitaba apoyo y si había acudido a él en vez de a su prima, era porque confiaba lo suficiente en él.

Baltasar, a pesar de la situación en la que se encontraban, se sentía agradecido de que la chica hubiera pasado a formar parte de su círculo más cercano de amistades y quería demostrárselo a Rose con aquel gesto tan simple pero cargado de significado.

Rose se dejó caer sobre el pecho del chico, casi como si fuera un bálsamo calmante para el bullicio de pensamientos que llevaba dentro de su cabeza. Rose no sabía a qué hora había conseguido dormirse, pero sí sabía que lo había hecho mientras lloraba.

No entendía porqué se había puesto así ante la revelación que Scorpius le había dado sobre el futuro de su relación. Rose no quería admitirlo, pero quizás el chico le importaba más de lo que quería llegar a admitir en voz alta.

No sabía cuándo había ocurrido aquello, pero después de meditar durante largo rato sobre las palabras que Baltasar le había dicho antes de irse cada uno a la que sería su cama aquella noche, había caído en la cuenta de que Scorpius, lo que él sentía y lo que ella sentía por él, era más fuerte de lo que se había llegado a plantear.

Sintió una lágrima caer por su mejilla. La pelirroja estaba segura que después de la noche pasada, no le quedaban más lágrimas, pero se había equivocado. Y mucho.

—No sé qué hacer ahora con Scorpius, Baltasar. Lo que más me ha dolido es que no me lo dijera antes. Si Scorpius me ha ocultado algo así, que no es tan importante, ¿cómo voy a poder confiar en él para cosas más serias?

Baltasar apretó su agarre mientras apoyaba su barbilla sobre el hombro de la chica. Aquel gesto no ayudaba al dolor de espalda que ya traía consigo, pero aquello era un mal menor. Ya se preocuparía más tarde de sí mismo.

—Sé que esto va a servirte de poco, Rose. Aunque Scorpius sea mi amigo, he de reconocer que es una ameba emocional. Probablemente se le ocurrió que si no te contaba que pronto tendríais que separaros, todo sería mejor para los dos.

Rose gruñó en respuesta. Baltasar sonrió suavemente, no quería que la chica se pensara que estaba riéndose de ella.

—Piensa que con todo lo de la denuncia, el parte disciplinario y además, lo de irse a Egipto, todo eso le ha tenido en vilo. No solo por su carrera, sino también por vuestra relación. Estoy completamente seguro de que todo eso hizo que a Scorpius se le ocurriera la genial idea de que, si tú no sabías todo lo que se avecinaba, tus últimos meses aquí serían mejores.

—¿Y qué crees que pensó Scorpius para ocultarme algo así? ¿Qué podría llevarlo bien de la noche a la mañana? Las cosas no se hacen así, Baltasar. No cuando somos dos en esto. ¡Yo misma podría haber perdido la beca!

La chica se deshizo de su agarre, llevándose consigo misma la sartén con los huevos revueltos con tomate que había estado preparando. No parecían tener buena pinta, pero Baltasar no sería quien se lo dijera. No al menos en esta situación tan complicada sentimentalmente como en la que se encontraba la chica.

—Creo que lo mejor que puedes hacer es volver al apartamento, hablarlo con él, sacar las cosas en claro y decidir cuál sería vuestro siguiente paso.

Baltasar observó como Rose mareaba la comida en su plato, sin llevarse un solo bocado a la boca.

—Rose…

La chica le miró directamente a los ojos y Baltasar sintió como se le encogía el corazón. Si su amigo no era capaz de ver lo mucho que Rose le quería, lo único que Baltasar podía sacar en claro de toda aquella situación es que su amigo era un verdadero idiota. Y él no podía permitir que su amigo volviera a hacerse daño de ese modo. Scorpius se merecía un final feliz. ¡Por Dios! Tanto Rose como él se lo merecían, no se le ocurría mejor modo de sanar las heridas del pasado que acabar uno cuidando del otro.

Baltasar sintió una punzada en su pecho. Miró al montón de cartas donde se escondía aquella enviada por Lorcan. Quizás también él se merecía ese final que tanto deseaba para sus amigos.

Y, en el peor de los casos, sabía que tenía pendiente zanjar más de una situación con el rubio que llevaba meses ocupando su mente.

—Rose, si quieres, puedes quedarte aquí el resto del día. Hay una copia de las llaves detrás del paquete de macarrones que está en la primera balda de la alacena por si quisieras irte antes de que yo vuelva. Si para cuando regrese del museo siguieras aquí, si quieres puedo acercarte a tu casa para que no vayas sola.

Algo dentro de él le decía que la chica se iría antes de que él volviera, la conocía lo suficiente como para saber eso de Rose. Aunque la pelirroja tuviera miedo, desde que Baltasar la había conocido más a fondo, siempre se había enfrentado a los problemas por lo que había decidido ponerle las cosas fáciles si quería irse a luchar con sus demonios más pronto que tarde.

Rose dejó el tenedor encima del plato. No sabía porqué se había puesto a preparar el desayuno cuando tenía el estómago cerrado, quizás era su manera de despejar la mente. Había sido un intento inútil, sin embargo, aquella conversación con el chico, aunque breve, le había servido para poner en perspectiva varias cosas. Entre ellas, el motivo por el que le había molestado tanto que Scorpius no hubiera compartido con ella aquella increíble experiencia que sería para el currículo del rubio.

Rose se levantó de la banqueta alta en la que se había sentado. Aquel revuelto estaba espantoso, Rose estaba segura que ni siquiera un perro de la calle se arriesgaría a comerlo.

Abrió la basura y lo tiró. Hizo una nota mental de comprarle media docena de huevos a Baltasar, en compensación. Dejó el plato sucio en el fregadero y volvió a mirar al chico frente a frente.

Rose tomó aire antes de hablar. Sintió un dolor en el pecho pero prefirió no hacerle caso. En las últimas veinticuatro horas había recorrido toda una montaña rusa de emociones que la había dejado mentalmente agotada. Si a eso le sumaba el hecho de no haber podido descansar como era debido, era normal que sintiera su cuerpo resentido.

—Gracias, Baltasar. Aunque creo que, si me dejas, me daré una ducha rápida y volveré al piso. Tengo que acabar parte de la tesina que aún tengo que entregar esta semana. Además que no me gustaría retrasar lo inevitable, bastante has hecho por mí al dejarme quedarme a dormir en tu casa esta noche.

—Es para situaciones de esta índole para lo que estamos los amigos, Rose.

Baltasar le sonrió con dulzura. Rose agradecería el resto de sus días que el chico le hubiera dejado quedarse esa noche en su piso. Rose no quería hacerse a la idea de como hubiera sido pasar aquella noche estando tan cerca de Scorpius y al mismo modo, tan lejos. Baltasar parecía restarle importancia pero había sido ella quien había invadido su intimidad de manera inesperada y a Rose no le gustaba actuar por impulsos.

—Gracias, Baltasar. Por todo.

Rose se acercó a él, dándole un abrazo con el que quería decirle todo lo que el moreno ya sabía sobre cómo se sentía ella respecto a Scorpius, su relación y lo que les depararía el tiempo que les quedaba juntos aquellos meses en París. Baltasar y ella no eran tan distintos al fin y al cabo. En los últimos días en los que se habían acercado aún más, Rose había descubierto en él a un confidente que sabía exactamente lo que estaba pensando.

Rose se separó de él para dirigirse al cuarto de baño del piso superior. No quería resultar una molestia más para Baltasar durante más tiempo. El chico tenía que comenzar su rutina matutina en seguida si no quería llegar con retraso al museo. Rose no estaba dispuesta a generar más problemas de los que ya había ocasionado, menos aún si involucraban de nuevo a la dirección del museo.


Lily había sentido durante todo el día una opresión en el pecho que la había hecho sentirse intranquila prácticamente durante toda la mañana. Después de la hora de comer se había pedido el resto del día libre alegando que se encontraba realmente mal.

Aquello no era totalmente una mentira, pero tampoco era la verdad. Se había dirigido directamente a su apartamento. Había decidido volver a pie en vez de tomar el metro. Lily sabía que si se metía en aquel tren soterrado, por mucho que llegase antes a casa, lo único que conseguiría sería sentirse aún más atrapada.

Nada más cruzar la puerta, dejó las llaves sobre el taquillón del recibidor. Apuntó mal y las llaves cayeron al suelo, haciendo más ruido de lo que la chica hubiera deseado.

—¡Mierda!

Lily se agachó dentro de los movimientos que la falda de tubo que llevaba en el trabajo le permitían. Colocó las llaves sobre el mueble, esta vez con más cuidado. Se descalzó dejando los zapatos ahí a la entrada sin mayor cuidado, ya tendría tiempo para recogerlos durante el resto de la tarde. A Theo no le quedaba otra más que aceptar que a veces su prometida era un desastre con piernas.

Lily acarició la sortija que adornaba su dedo y no pudo evitar sonreír como una boba. Deseaba que Theo llegase ya para poder desahogarse un rato hablando con él.

Quizás esa ansiedad que le apretaba el pecho se debía a los preparativos de boda con los que su familia, en especial y concretamente las mujeres que formaban parte de la misma y que ya habían pasado por el altar, le metían prisa desde Reino Unido.

La idea de casarse allí había sido casi un acuerdo tácito entre Theo y ella, pero cuando ella dijo "sí", no se esperaba que organizar una boda a distancia fuera algo tan complicado. Lily sabía que su prometido estaba en las mismas. La familia de Theo tenía una lista casi infinita de invitados de aquellos que te ves en la obligación de invitar aunque no formen parte ni de tu familia ni de tu grupo de amigos.

Dirigió sus pasos hacia el cuarto de baño. Lily tenía la intención de darse una ducha caliente y larga, intentando así calmar un poco sus nervios. Se quitó la ropa sin ningún tipo de ceremonia y se metió en la ducha cuando el agua aún no estaba caliente.

Ese primer golpe de agua refrescó su rostro, haciendo que se despejara un poco.

Todo el tema de la boda, aunque no abandonaba su mente, no era verdaderamente lo que la tenía en ese estado de nerviosismo. Lily sentía que había algo más pero no conseguía determinar el qué. Cerró el grifo para después tomar el gel. Aunque se había mojado el pelo, no estaba sucio y no le apetecía lavárselo.

Estuvo más rato del que le gustaría admitir debajo del grifo, intentando no pensar. Lily creyó escuchar como la puerta princiàl se abría pero aún le parecía demasiado pronto para que Theo regresase a casa. ¿Le habría ocurrido algo grave a él?

Lily cerró el grifo con premura. Se hizo una coleta rápida para evitar mojar el suelo del salón y envolvió su cuerpo en la toalla que había utilizado aquella misma mañana.

En el salón, con cara de pocos amigos, estaba Theo. El chico se había sentado en uno de los sillones pero se había quitado la chaqueta del traje, la cual había dejado mal colocada en el perchero del recibidor.

—¡Theo! ¿Estás bien?¿Te ha pasado algo? Dime que no, llevo todo el día con una congoja en el pecho que por un momento pensé que te había ocurrido algo.

Theo la miró, parecía estar muy enfadado. Lily no recordaba haberle visto así de enfadado en todo el tiempo que llevaban juntos.

—Tranquila, no pasa nada. Yo estoy bien, si quieres seguir duchándote, no te preocupes. No pensé que ibas a estar en casa.

Lily se sentó a su lado. Theo se veía muy tenso y el hecho de que no le contase a ella que era lo que le tenía así, le preocupaba aún más. Lily envolvió entre sus manos la mano derecha de él, la que estaba más cerca de su muslo.

—Theo, cariño. ¿Qué ha ocurrido? ¿Ha habido algún problema en el museo?

Theo intentó relajar la mandíbula, sin éxito. Lily no tenía la culpa de nada de lo que había pasado, no se merecía que lo pagase con ella.

— Antes de que te cuente nada, quizás preferirías ponerte algo de ropa, leoncita. Yo no le pongo pegas a la vista pero, creo que te vas a enfadar.

Lily se tensó. Se puso muy recta aunque no soltó la mano del moreno.

—Estoy bien así, tranquilo. ¿Me vas a decir de una vez que pasa? Tanta espera solo hace que me imagine mil escenarios peores.

—Esto me lo ha contado Baltasar, por lo que no es información de primera mano.

—Ajá. ¿Y?

—Scorpius y Rose ayer tuvieron una pelea por lo de Egipto, lo de la sustitución que te comenté. Rose ha pasado la noche en casa de Baltasar y Scorpius hoy no ha ido a trabajar, se ha pedido el día libre.

Lily sintió como si de repente todas las nubes que habían estado alrededor de su cabeza durante el día se disiparan. Así que de eso se trataba, su nerviosismo se debía a que Rose no se encontraba bien. Su nerviosismo había disminuido considerablemente pero aún seguía preocupada por su prima.

—¿Sabes si Rose está bien? ¿Crees que será mejor que la llame?

Theo apretó su mano. Con la que aún tenía libre, comenzó a acariciar el brazo desnudo de Lily.

—Rose está bien dentro de lo que cabe, al menos eso me ha asegurado Baltasar. He estado prácticamente toda la mañana llamando a Scorpius para hablar con él pero el muy idiota no responde.

—No es que sea idiota, Theo.

—¿Qué quieres decir, Lily?

—Algo me dice que gracias a ese maldito viaje a Egipto, ambos se han dado cuenta de lo que verdaderamente sienten el uno por el otro. Casi como nos pasó a nosotros cuando no sabíamos si te iban a destinar a Berlín, ¿lo recuerdas?

Theo sonrió mientras acariciaba suavemente el codo de la chica. Claro que lo recordaba aunque él, al contrario que Scorpius, siempre se lo había dicho todo a Lily. Theo se inclinó sobre ella, besándola con suavidad. Lily se acostó sobre el sofá. Probablemente quedaría empapado pero le daba igual, al final, había merecido la pena salir antes del trabajo. Theo olió su cuello dejándose deleitar por el olor a jabón que aún persistía sobre la piel de Lily.

—Claro que lo recuerdo, lionne. Como si hubiera sido ayer.

Theo la besó, quedando ambos recostados en el sofá. Él no quería ser un idiota como lo había sido Scorpius con Rose y no se iba a permitir el lujo de que Lily no supiera lo que la quería cada minuto que estuvieran juntos.


Rose se encontraba delante la puerta del apartamento. No sabía qué hacer, si picar al timbre o utilizar las llaves. Rose se dio cuenta de que a esa hora probablemente Scorpius no estaría en casa, sino en el trabajo en el museo. Exhaló el aire que no se había dado cuenta que había mantenido en sus pulmones todo aquel tiempo que había estado plantada delante de la puerta.

Se había ido del apartamento de Baltasar sobre las nueve de la mañana pero había pasado gran parte de la mañana en una cafetería cercana al apartamento. Mientras picoteaba un pastel hojaldrado había aprovechado aquel tiempo para organizar por enésima vez sus pensamientos.

Después de las palabras de Baltasar, Rose se había dado cuenta de que quizás quería a Scorpius más de lo que le gustaría admitir. Si no era ese el caso, ¿por qué le había importado tanto haberse enterado la última de aquel viaje?

No sabía cuándo había ocurrido pero quería pedirle disculpas a Scorpius. Ella no había reaccionado de la mejor manera posible la noche anterior y quería sentirse en paz consigo mismo.

Metió la llave en la cerradura y le pareció extraño que la puerta estaba abierta. Rose entró en casa pero nada más puso un pie en el recibidor, le sorprendió a sí misma encontrarse con Scorpius sentado en el sofá del salón.

Scorpius la miró como si estuviera viendo un espejismo. Tenía el pelo sucio, algo poco común en él. Rose observó que el rubio tenía las bolsas bajo los ojos hinchadas y la comisura de los labios hundida.

Sin que Rose pudiera hacer o decir nada, Scorpius se levantó rápidamente y en tres zancadas estaba a su lado abrazándola, como si no quisiera que ella se fuera nunca.

Scorpius la abrazó antes de que Rose pudiera decir nada. No había conseguido pegar ojo en toda la noche pensando en cómo estaría la chica y en lo estúpido que había sido. Scorpius olió el pelo de la chica como si nunca más pudiera permitirse ese lujo.

Rose le devolvió el abrazo, rodeando el cuerpo del chico son sus brazos queriendo que aquel momento durase el máximo tiempo posible. Sintió como Scorpius comenzaba a llorar, el sonido de sus sollozos amortiguados por su melena. Rose notó como sus propios ojos se humedecían sin que ella pudiera evitarlo.

Movió sus manos hacia arriba, acariciando el cuerpo del chico, buscando su rostro. Rose separó el rostro de Scorpius del hueco de su cuello. Sin decir nada, le besó.

Los labios de Scorpius le recibieron con sorpresa al principio, reticentes. Sin embargo, cuando el rubio se dio cuenta de que ella estaba ahí, a su lado, respondió con energía al beso de la chica. Ella había vuelto a su lado a pesar de su comportamiento y aunque aún les quedaba mucho por hablar, Scorpius se permitió disfrutar de ese momento. Podría ser el último, por mucho que no quisiera pensar en ello.

Rose sentía en sus labios el sabor salado de las lágrimas de Scorpius. Sintió las manos de Scorpius acariciando su cuerpo, pegándola a él como si no la quisiera volver a tener lejos nunca más.

Terminaron el beso cuando sentían que se iban a quedar sin aire aunque no querían separarse. Scorpius apoyó su frente contra la de ella, dándole un pequeño beso en la nariz.

Aún sentía como continuaba llorando pero no quería ocultarle nada más a la chica. Ya había hecho el suficiente daño a su relación como para continuar poniéndole barreras a la chica para llegar a él.

—Rose, lo siento mucho. He sido un idiota y me he portado como si lo único importante aquí fuera mi carrera.

—Scorpius, yo…

Scorpius acarició la nariz de la chica con la suya con los ojos cerrados. Si la chica quería terminar con lo que tenían después de lo de ayer, él no podría reprocharle nada. Se lo había buscado él solo.

—Rose, por favor, déjame decirte todo lo que te quiero decir. Fui un idiota queriendo guardarlo todo para mí, sobre todo ocultándote lo de Egipto por miedo. Pero porque no conozco otra manera de funcionar. En mis relaciones solo he conocido que cuando abro la puerta de lo que llevo dentro, he terminado herido.

Rose se pegó más aún queriendo sentir su calor.

—Ya te hice demasiado daño en el pasado, Scorpius. Recuérdalo. No me permitiría volver a hacerte eso, no ahora después de todo lo que ha pasado entre nosotros.

Scorpius la miró directamente a los ojos. Rose podía ver el arrepentimiento en la mirada gris del rubio.

—Rose, tú me importas. Más de lo que te imaginas y de lo que te puedo demostrar, pero por favor, dame una segunda oportunidad. Incluso aunque lo nuestro tenga un final escrito, no podría vivir este tiempo que nos queda juntos separado de ti.

Scorpius volvió a apoyar su frente contra la de ella.

—Rose, te quiero. Y he sido un estúpido por intentar ponerle freno a esto que siento por ti alejándote de mí así.