Y por último el epilogo...

Esta historia es sin fines de lucro, siendo mi única ganancia el placer de escribir. Los personajes de Ranma 1/2 son propiedad de Rumiko Takahashi.


ERES MÍA

Epílogo: Ume

Bufó sonoramente ante la lectura de un nuevo informe. Decenas había leído ese día y parecían que jamás acabarían.

Estaba impaciente, pues podía anticipar lo que le esperaba al llegar tarde una vez más. Esa anticipación le daba miedo, ya que éstos últimos días el humor de su Reina era atroz.

Sus pies estaban hinchados, su espalda le dolía terriblemente. Apenas si podía caminar.

Sus pechos habían duplicado su tamaño (él daba felizmente testimonio de ello) y parecían que explotarían en cualquier momento.

El pequeño fruto de amor no tenía ganas de salir todavía y su madre estaba ya impaciente e intolerante ante su tardanza.

Él también lo estaba, ya quería conocer a su frutita y tenerla entre sus brazos.

-Mi Señor, escuche por favor. Es de suma importancia _expresó un tanto irritado el eunuco real ante la continua distracción del jefe de estado.

-Dime, vamos, necesito terminar _pidió malhumorado.

-Los Kuno están bloqueando el desembarco de nuestro comercio de pieles en sus puertos.

-Habla con Saffron, pide que gestione las rutas para que estos cargamentos descarguen en sus puertos también. Creo que ya no es posible negocio alguno con los Kuno.

-Por último, han visto a su primo reunirse con los Lores Watanabe y Kato.

-¿Dónde?

-Lord Mikado informó que en uno de los prostíbulos de su ciudad. Usaron nombres falsos, pero definitivamente eran ellos.

-No me sorprende. Algo deben estar planeando. Pide que nos informen de cualquier movimiento extraño, y envía una compensación generosa.

-Como ordene, Su Alteza.

Ranma se puso de pie con una enorme sonrisa y se dispuso a abandonar de inmediato el trono.

En el camino se encontró a su padre que volvía de su paseo vespertino junto al siervo que trasladaba su silla de ruedas a donde él lo requiriera.

-Hijo, ¿alguna noticia?

-No todavía, la frutita está muy cómoda y no quiere salir.

-Toma, llévasela a Akane. Seguro le gustará _dijo entregando una canasta repleta de ciruelas que había ordenado juntar para ella.

Sabía que su nuera tenía antojos de ciruelas. Durante el embarazo era la única fruta que comía.

-Eso espero, voy justo a verla _comentó sin lograr esconder su entusiasmo.

-Me lo imaginé. Avísame si hay alguna novedad.

Se despidieron con un gesto de manos.

Ranma siguió avanzando hacia su dormitorio, cuando fue interrumpido nuevamente.

-¿Qué ahora? _preguntó de mal humor.

-Ella está aquí de vuelta, suplica hablar con usted, Su Majestad.

El Rey cerró los ojos irritado.

-Dile, como siempre, que no tengo nada que hablar con ella. Que haga su vida de una buena vez y me deje hacer la mía.

-¡Mi señor! _ interrumpió otro siervo.

-¿Qué? _gritó nervioso _ Perdoname, estoy un poco nervioso _ se disculpó, recordando el regaño de su mujer cada vez que le gritaba a alguien.

-Su Majestad, no hay nada que disculpar. Este… este paquete llegó para la reina.

-¿Revisaron su origen?

-Es de los amazonas, Su Alteza.

-Entonces tíralo. Ya lo saben, nada puede llegar a manos de su Reina sin ser revisado exhaustivamente. Si su origen es amazónico, directamente tirenlo. ¿Entendido?

-Sí, Mi Rey.

-Ahora, si me disculpan, voy a ver a mi mujer y mi fru- hijo.

Terminó sin nuevas interrupciones su derrotero.

Abrió las puertas de su recámara con la canasta de frutas colgando de su brazo.

-Amor, ¿dónde estás? _ preguntó inútilmente pues sabía exactamente donde ella se encontraba.

Estaba allí, recostada sobre una montaña de almohadones que había ordenado montar bajo el viejo sakura para que su esposa pudiera descansar cómodamente mientras se dejaba rodear por otra montaña de libros, tan alta que temía que cayeran sobre ella.

-Allí estás _dijo interrumpiendo su lectura.

Akane apartó el libro de su rostro.

Una mirada llena de molestia, ira y hambre se depositó justo sobre su esposo.

-Llegas tarde. Prometiste que ibas a leer para nosotros hoy.

-Lo sé, lo sé, mi amor. Pero mira lo que te traje _exclamó acercandole la canasta con frutas.

El rostro de Su Alteza cambió de inmediato al contemplar las frutas que acababan de ser depositadas ante ella.

Ranma se sentó junto a Akane, contemplando divertido como la mujer comenzaba a revisar el canasto en búsqueda de la fruta más jugosa.

El entusiasmo llegó a su hijo también, pues notó claramente cómo su hermoso vientre comenzaba a moverse excitado.

Como si no tuviera opción, llevó su mano sobre el mismo, mientras dejaba besos traviesos por los cabellos de su esposa.

Akane comenzó a morder la ciruela más grande que había encontrado en un costado de la canasta.

Se veía adorable ante los ojos de su esposo.

El embarazo le había sentado divinamente. Estaba radiante, desde sus cabellos que brillaban como nunca, hasta su piel tersa en extremo. Sus labios parecían haberse agrandado tanto como sus pechos y su estómago. Ella se quejaba que sus piernas y pies estaban hinchados también, pero Ranma no lograba ver la diferencia. Al contrario, amaba besar sus preciosas piernas y masajear sus pequeños pies.

La mujer entera era para él una obra de arte. Y amaba saber que él tenía mucho que ver con ello pues gracias a él, o por culpa de él como la mujer solía decir, estaba en aquel estado.

Definitivamente no pasaría mucho tiempo en sembrar otra semilla en su vientre, de eso estaba seguro aunque por supuesto no se lo diría a ella.

-Toma, abre la boca_ le dijo depositando una rodaja en su cavidad.

Aprovechó para recostar su cabeza sobre el glorioso regazo de su mujer, algo sumamente usual para los dos cada vez que el Rey terminaba con su jornada.

-¿Cómo te fue hoy? _preguntó concentrada en encontrar la siguiente fruta a devorar.

-Bien, pero hay mucho movimiento en el territorio de los Mikado.

-¿Tu primo?

-Sí, y un par de Lores.

-¿Qué vamos a hacer? Sabes que lo mejor sería invitarlo al reino y-

-No ahora_interrmpió_nada de invitaciones. Ahora lo que importa es recibir a nuestro frutito _dijo dejando un beso en el vientre.

-Escuchaste a tu padre, ¿frutito? ¡Apúrate y sal de una vez!

Ranma río animosamente ante la seriedad con la que había hablado su Akane.

-¡Ay! _exclamó la Reina.

-¿Qué sucede, amor? _preguntó sentándose de inmediato.

-Un punzada. Creo… que debo ir al baño, tengo que hacer pis.

Ranma se puso de pie y tomando las manos de su esposa, la ayudó a incorporarse.

Akane comenzó a caminar lentamente, enredando su brazo en el de su esposo.

Fue allí cuando sintió la humedad descendiendo entre sus piernas, deteniendo súbitamente su avance.

-¿Qué tienes, Akane?_preguntó alarmado ante la conducta de su esposa.

Siguiendo la mirada de esta, percibió como la ropa de ella estaba mojada.

-Oh, mi amor, no aguantaste. No te preocupes, a mi me ha pasado varias veces estos días cuando tomo mucho té y no puedo interrumpir mi trabajo_mintió_ también cuando duermo y sueño que voy al baño entonces-

-¡Cállate idiota! interrumpió gritándole _ No es pis. Es… mi fuente, mi fuente se ha roto.

-¿Tu… fuente? Pero no vi que llevaras ninguna fuente contigo, Akane _dijo confundido.

-El bebé…

-¿Qué pasa con él? _dijo fundido en el panico arrodillándose ante ella.

-Viene, ya está llegando.

Ranma la tomó entre sus brazos y la recostó sobre la cama mientras a los gritos llamaba a Yuka y a todo el palacio, suplicando por ayuda.

Akane, más tranquila ante lo que estaba aconteciendo, pidió llamar a su hermana Kasumi.

Media hora después arribó junto a Tofu, su padre y su hermana Nabiki.

Kasumi revisó a su hermana y determinó que el bebé ya estaba posicionado para nacer en cualquier momento, así que instruyó que todos dejaran la habitación a excepción de Yuka y una criadas más que colaborarían en el parto.

Ranma se rehusó a dejar la habitación, hasta que un grito feroz de su esposa ordenandole que se marchara lo hizo desistir.

Fuera de la habitación quedó entonces aguardando, caminando impaciente de un lado al otro frente a la puerta de su recámara. Su padre había llegado junto a él, así como su amigo Ryoga.

Una hora después el grito de un bebé se escuchó tras las enormes puertas.

Sin poder contenerse, ingresó a la habitación a toda prisa para encontrarse con la imagen más hermosa y tierna que había visto en su vida.

Una Akane sosteniendo en sus brazos a un pequeño bebé.

Con lágrimas en sus ojos caminó hasta ellos.

Se sentó con sumo cuidado al costado de su su mujer quien lo miro completamente emocionada y le dijo:

-Mira mi amor, tu hija.

El corazón del joven monarca dio un vuelco al escuchar la novedad. Una pequeña, una hija, una preciosa princesa había llegado. Suya, su bebé. Era padre, el orgulloso padre de una frutita en efecto.

Llevó su mano hacia la bebé y acarició con delicadeza su pequeño rostro.

Maravillado observó como ésta tomó con su diminuta manito el dedo índice de su padre, haciéndolo sonreír aún más, si es que eso era posible.

-Tenemos una hija, mi amor. Una princesa, mi niña, mía, mi hija _dijo emocionado.

-Así es, nuestra pequeñita frutita.

-Nuestra Ume _la nombró.

-Ume Saotome.

-Nuestra heredera al trono, Ume Saotome.

Ese día se mandó a regalar cientos de miles de ciruelas, ume, a todos los aldeanos de la nación para celebrar el nacimiento de la primogénita de los Saotome, la princesa Ume.

La noticia se esparció por todo el reino, llegando también a los oídos de los enemigos que celebraron el nacimiento de la princesa. Una mujer, no un hombre, había nacido del vientre de la campesina.

Una mujer y no un hombre, había engendrado el inútil Rey Ranma.

Ignorantes todos ellos, pues desconocían el gran futuro que la pequeña heredera tendría. Pues ella tenía como padres a Ranma Saotome y Akane Tendo. Su sangre corría por sus venas. Definitivamente la princesa Ume sería grande, pero eso es otra historia.