Se despertó a las doce de la mañana. Cuando abrió los ojos, lo primero que detectó fue que no estaba solo. Tumbado en la cama junto a él se acurrucaba Draco. Tenía la nariz roja y los párpados cerrados se veían inflamados.
Extendió la mano y acarició los cabellos rubios. El pequeño abrió los ojos y al ver a su padrino despierto se abrazó a él, empezando de nuevo a llorar. Se incorporó como pudo para abrazarlo mejor.
— Shhh, Draco, ¿qué pasa?
La cabecita rubia se escondió más en su pecho, lloraba tanto que no podía contestar. Lo dejó llorar un rato, susurrando palabras tranquilizadoras, hasta que el llanto se convirtió en pequeños hipidos.
— ¿El tío Sirius se va a morir? —le preguntó con un hilo de voz.
Abrazo un poco más fuerte a su ahijado antes de separarlo de él para que pudiera mirarle.
— Tu tío ha tenido un accidente, pero se va a recuperar.
El niño le miró con los ojos entrecerrados, tratando de medir su sinceridad.
— Harry dice que se va a morir y que por eso no podemos verlo.
Severus negó con la cabeza.
— No podéis verlo porque nos dejan entrar a niños en San Mungo, Draco. Pero se va a poner bien, tú sabes que yo no te mentiría.
Dio un pequeño asentimiento antes de volver a acurrucarse contra él.
— Ayer no viniste en todo el día .—El tono era levemente acusador— Remus dijo que estabas ayudando en el hospital.
— Estuve haciendo pociones para Sirius y otros enfermos. ¿Estabas preocupado por mi?
Aunque no se separó de él, sintió otro pequeño asentimiento.
— La próxima vez que vaya a estar tanto tiempo fuera te escribiré, ¿vale?
— Ahora ya conozco las letras. —El pequeño levantó la barbilla con orgullo al despegarse de él— Podré leer tu nota, así que no te olvides —le dijo, golpeando su pecho con su pequeño índice.
Acudió puntualmente a su cita con el sanador a las tres de la tarde. No pudo convencer a Remus para quedarse en casa, a pesar de avisarle de lo que se iba a encontrar.
— Profesor Snape —le saludó Smith desde el mostrador de recepción.
— Sanador Smith, ¿aún sigue aquí? —Trató de ser amable.
El hombre sonrió, indicandoles que le siguieran.
— Acabo de llegar, iba ahora a ver a su amigo.
— ¿Cómo ha pasado el día? —preguntó con voz suave Lupin.
La mirada aguda de Snape detectó que las pupilas del sanador se dilataban al girarse a mirar a Remus. Extrañado, se giró a mirar a su amigo, que estaba ligeramente sonrojado.
— La evolución es buena, aunque lenta —le respondió, ruborizado también. Se giró a Snape, sacudiendo la cabeza como si tratara de despejarla—. Cuando tenga un rato, a mi jefe y a la jefa de pocionistas les gustaría reunirse con usted para recabar más información. Si puede claro.
— Desde luego, cuando me digan —respondió, consciente de que el medimago no le estaba escuchando porque estaba mirando de nuevo a Lupin.
Esperaron fuera mientras examinaba a Sirius. No pudo evitar preguntar a Remus.
— ¿Qué acaba de pasar con Smith?
Lupin apretó los labios y jugó con la punta del zapato en la moqueta.
— Remus…
El uso de su nombre de pila y el tono seco y exigente que usaba con sus alumnos consiguió que levantara la cara, ruborizado de nuevo.
— Es un licántropo.
Severus levantó las cejas, sorprendido, era muy raro que alguien con aquella condición pudiera estudiar una carrera. No pudo preguntar nada más porque en ese momento el sanador salió. Evitó a conciencia mirar a Remus antes de hablar.
— Todo sigue bien, o eso pensamos, porque desconocemos el ritmo normal de curación de estas pociones. —Miró a Severus— Mientras le ven, voy a ver si puedo concertarle una reunión con los jefes.
Entraron en la habitación en penumbra. Escuchó perfectamente el jadeo de impresión de Remus al ver a su amigo tendido en la cama en aquel estado.
— Ya sé que asusta. Pero creéme, en estas doce horas yo puedo ver mejoría.
— Viendo esto me parece un milagro que esté vivo. ¿Sufre?
Él era un experto en dolor, se estremecía de pensar en su amigo viviendo sufrimientos como el suyo al regenerarse los músculos y la piel.
— No, muchas pociones y un coma inducido. Tardará en volver a estar consciente.
Remus se quedó un momento mirándolo antes de hablar, con voz pausada.
— ¿Te das cuenta de que has salvado su vida y la de esos cuatro hombres?
No respondió. En el fondo sentía que aquello equilibraba algo su cuenta de muertos. Como mortífago, se había dedicado sobre todo a hacer pociones, no tenía claro cuántas personas habían perdido la vida por su culpa, aunque no los hubiera matado con su propia varita.
— Estoy preocupado por Harry y Draco. Va a pasar un tiempo antes de que puedan verlo.
Remus asintió, pero estaba distraído. Supo el motivo cuando la puerta volvió a abrirse y Smith entró. No se le pasó por alto que las aletas de la nariz de Remus se habían agitado, como si tratara de captar un olor.
El lobo está inquieto... quedan dos capítulos y el epílogo y ya me está dando mucha pena despedirme de ellos.
¡Hasta mañana!
