Transcurrieron catorce días desde que Violette tuvo los huevos en los que realmente no pasó nada interesante, Violette se pasó los tres primeros días en casa descansando, aún algo adolorida, mientras incubaba los huevos con la ayuda de Nico, quien no la dejaba sola para asegurarse de que se encontraba bien, y de que los huevos que él incubaba no quedasen fríos; la ventaja, es que al vivir dentro de la reserva natural, los depredadores no eran un problema del que preocuparse, por lo que se podían permitir salir un par de minutos a buscar comida durante el día siempre que lo necesitaban aún dejando los huevos sin supervisión.
Esa tarde Nico contemplaba a su mujer incubar los huevos, descansando con la cabeza apoyada en el tronco, eran las seis, y Nico estaba algo somnoliento tras una breve comida.
Dentro de poco los huevos eclosionarían y empezarían su nueva familia.
-Estás ansioso¿verdad?.-preguntó Violette a su marido.
-Sí, estoy deseando verles, y enseñarles a volar.-
-Para eso tendrás que esperar a que les salgan las plumas.-
En ese momento ambos canarios notaron movimiento bajo sus cuerpos, los huevos empezaban a eclosionar; ambos se levantaron y bajaron su mirada hacia las cáscaras quebradas de los huevos a través de las cuáles poco a poco iban apareciendo los cuerpos de los polluelos, una pata; un ala; un pico...Poco a poco los cuatro recién nacidos empezaron a salir del cascarón con ayuda de sus padres, quienes iban retirando poco a poco la cáscara para tirarla del nido, de aquellos pequeños huevos habían salido cuatro pequeños polluelos, casi tan pequeños como Nico cuando era pequeño; con los ojos todavía cerrados y una carne desnuda y rosada.
Rápidamente, ambos padres se acurrucaron junto a los polluelos para que no sintieran frío debido a la falta de plumas.
-Ya está.- dijo Nico mirando con ternura a los dos polluelos que tenía al lado y que lo miraban de forma curiosa con sus ojos.-Hola.- se acercó a ellos con cuidado, sin la intención de asustarlos, pero ambas crías retrocedieron al no comprender todavía lo que pasaba a su alrededor. Nico bajó su cabeza hasta el nivel de visión de sus crías y se tumbó en el suelo del nido, uno de los cuatro pequeños se acercó a él y lo agarró del pico como si le estuviese dado un abrazo, Nico le correspondió levantándolo y acunándolo en sus alas. Nico empezó a mecerlo hasta que se quedó dormido y le dejó junto a sus hermanos en el montón de paja que constituía el nido.
-Son dos niños y dos niñas.- dijo Violette.- ¿cómo vamos a llamarlos?.-
Nico miró a uno de los machos de ojos morados un poco más oscuros que los de su madre.
-¿Que tal si a ese le llamamos Víctor?
-De acuerdo.- Violette lo apartó de sus otros hermanos mientras elegían el nombre de los otros tres.
Violette miró a una de las hembras de ojos castaños.
-Me gusta el nombre de Rousse para una de las niñas.- Ella cogió a la hembra pequeña que la agarraba su pata derecha. Ella sería Rousse, que la miraba con sus ojos castaños. Nico asintió con la cabeza.
Seguidamente, el macho cogió a su segunda hija.
-A ella la llamaremos Samantha.-
Violette miró al último, el segundo macho.- Y a él Dylan.- dijo mirando a los ojos verdes de su pequeño.
-Bueno, al menos ya les hemos puesto nombre.¿que hacemos ahora?La verdad se me hace extraño pero agradable y no sé muy bien que hacer.- dijo Nico.
-La verdad es que yo tampoco, de momento, dejemos que se tumben dentro del nido.-
Violette poco a poco fue subiendo uno a uno a los polluelos al piso superior donde había cuatro nidos pequeños a modo de camas, uno para cada hermano. Ambos padres se aseguraron de que no hubiese nada en la segunda planta del nido que pudiera dañar a sus hijos, solo había una pequeña grieta en la corteza del árbol a modo de ventana, pero para unos polluelos tan pequeños, que todavía no podían volar, era imposible de alcanzar, pues estaba a unos seis centímetros del suelo y los polluelos apenas aguantaban dos segundos de pie. Los polluelos jugaban entre ellos mientras su madre los veía sonriente.
-Vigílalos, yo voy a buscar comida.- dijo ella antes de emprender el vuelo en busca de alimentos con los que dar de comer a sus hambrientos polluelos, que empezaban a piar demandando comida.
Nico subió al piso superior, iluminado por la grieta de la pared, dando gran luminosidad a la estancia. El macho miró a sus crías, quienes al percatarse de su presencia le miraron durante unos segundos antes de acercarse a él y abrazarle las patas, él les correspondió agachándose y envolviendo con sus alas a los cuatro canarios recién nacidos.
-Os prometo que os protegeré siempre. Nunca permitiré que os pase nada malo...-
