Roma, Italia. Lunes 8 de marzo de 1999, 10:20 a.m.
Bajar del avión fue un reto para Draco, Hermione lo pudo deducir por la mirada de suspicacia que tenía, como si estuviera decidiendo si valía la pena viajar tantas horas en un transporte que a él le parecía peligroso.
Fue una sorpresa que no se bajara besando el suelo.
De nuevo, Hermione necesitó hacer mucho papeleo antes de que pudieran salir del aeropuerto. Les llevó al menos cuarenta minutos antes de que los dejaran salir, y Draco parecía ya haberse tragado las uñas del aburrimiento.
Apenas tuvieron tiempo de llegar a dejar sus maletas al nuevo departamento —Hermione entró sola, por conveniencia propia— antes de que llegaran al centro de la ciudad para ir al Coliseo Romano.
Afortunadamente, Draco no hizo preguntas del por qué estaban yendo ahí si supuestamente deberían comenzar una búsqueda; y Hermione lo agradeció porque no era como que tuviera una muy buena excusa.
La excursión serían dos horas en el Coliseo, y dos horas en el Foro Romano, así que ambos se prepararon adecuadamente. Hermione había estado a punto de cancelar en último momento cuando el dolor de cabeza se hizo demasiado fuerte como para manejarlo, pero después decidió que no había llegado hasta ahí solo para dejarse comer por la maldición.
Así que usó hasta la última gota de sus pociones y, cuando se sintió lo suficientemente estable como para caminar y que su cabeza no explotara, tomó sus cosas y salió del departamento.
Roma era una ciudad grande, y mientras iban camino a la excursión y Draco iba sentado a su lado y en silencio, Hermione contemplaba todo por la ventana con unos ojos demasiado curiosos, queriendo captar hasta el último detalle.
En otras circunstancias, ella se habría detenido en cada una de las cosas que llamara su atención, pero ahora no había tiempo para eso..., y probablemente nunca lo habría.
Sin embargo, se tragó sus pensamientos y se conformó con mirar. Ella estaba por ir a una de las maravillas de mundo, uno de los siete lugares donde se suponía debía ir con sus padres algún día cuando ella terminara sus estudios.
Sus padres ya no podrían venir, no al menos con ella. Por eso Hermione debía hacerlo por los tres, aunque fueran solo unas pequeñas horas.
Nunca creyó, de hecho, que su verdadera compañía fuera a ser Draco Malfoy. Se imaginó incluso a Ron a su lado, ganándose a sus padres con sus ridículos chistes y unas sonrisas de preciosas pecas..., pero jamás a Draco.
Se giró hacia él, y notó que estaba un poco perdido. No estaba mirando a la ventana, sino a sus manos, o más bien miraba a través de estas mientras se perdía en sus pensamientos.
—¿Draco? —preguntó. Eso lo pareció regresar a la realidad, sus ojos se volvieron a enfocar y se giró para mirarla. Alzó una ceja para hacerle saber que escuchaba—. ¿Qué pasa?
—Nada.
Le dio una media sonrisa y apartó la mirada de ella. Hermione, entrecerrando sus ojos, se sentó mejor en la silla y luego se inclinó hacia adelante para encontrarse con sus ojos grises de nuevo. Él se rindió y la miró.
—¿Qué pasa? —repitió Hermione.
Draco guardó silencio durante varios segundos, solo mirándola. Ella se mantuvo reacia a dejar pasar el tema, y cuando él pareció entender eso, suspiró y se talló la sien en una muestra de frustración reprimida.
—Es este país, Granger... —murmuró, bajando la mano de su cabeza—. Italia es... cercano al Reino Unido. Cualquier cosa que pase allá, es recibida rápidamente aquí. Lo que significa que si soy tan odiado allá, seré igual de odiado aquí.
Hermione lo había pensado antes, pero aún no encontraba exactamente el punto de Draco.
—¿Y eso viene a qué?
Él resopló.
—¿A qué? Bueno, eso significa que allá afuera habrá gente que me reconozca, y por supuesto que habrá gente que te reconozca a ti. Vernos juntos a plena luz del día no será algo demasiado bueno para tu expediente perfecto.
Ella se relamió los labios y apartó la mirada, dejándola de nuevo en la ventana del pequeño carrito turístico.
En realidad, la razón por la cual Draco creía que estaba mal, no le importaba. Más bien era que sí podría haber gente mágica que los reconociera; y teniendo en cuenta que la farándula corría muy rápido, podrían ser primera plana si se descuidaban.
No era a que ella le importara ser vista con Draco, pero no estaba preparada para dar explicaciones a otras personas.
Draco, sin embargo, pareció malinterpretar su silencio.
—Puedo regresar al departamento yo solo, si es lo que quieres —dijo—. No me importaría.
—No viniste hasta acá solo para encerrarte en cuatro paredes, Draco —replicó, volviendo a mirarlo y encontrando sus ojos—. No me interesa lo que la demás gente diga de mí por pasear contigo, ¿de acuerdo? Mi «expediente perfecto» no debe arruinarse por algo tan tonto como lo que dices..., y si eso fuera el caso, ¿qué más da?
—Estás loca, ¿no es así, Granger? —Draco miró por encima del hombro de Hermione, hacia la ventana, y entonces sus ojos parecieron captar algo—. Mira ahí, acabamos de llegar y ya encontré a dos personas que podrían reconocernos con facilidad.
Hermione se giró en el momento perfecto donde sus ojos cayeron en la distancia en Ludo Bagman y su esposa.
—Bagman también tuvo su momento de culpabilidad —recordó ella, comenzando a tomar sus cosas para bajar del carrito, igual que Draco.
—Sí, pero él logró tener un indulto por alegar que estaba bajo la maldición Imperius. Yo, por mi parte, necesito seguir recordándole a los aurores que ya no soy un mortífago.
El hombre que manejaba el carrito los veía con una expresión de locos. Hermione le lanzó una sonrisa amable antes de bajarse junto a Draco.
Frente a ellos, tenían las enormes ruinas que conformaban el antiguo Coliseo Romano; y a simple vista habría sido una especie de shock estar delante del lugar, de no ser porque Draco estaba muy incómodo a su lado.
—No quiero armar un escándalo, Granger —masculló detrás de ella, como si tuviera la intención de alejarse—. Será mejor que...
—No —interrumpió Hermione, girándose para enfrentarlo—. Tú vienes conmigo.
—Granger...
—Estaremos bien.
Hermione se acercó a él y tomó su mano, sintiendo esa calidez familiar recorrer sus dedos apenas se aferraron a ellos.
Mantuvo la mirada fija en Draco, quien se había quedado estático en su lugar y mirando sus manos entrelazadas.
Por un momento, Hermione se olvidó de que aún tenían una excursión a la cual asistir, se olvidó de que Ludo Bagman y su esposa estaban por ahí en alguna parte, y se olvidó de todos los que estaban a su alrededor.
Porque la manera en que la expresión de Draco comenzaba a tranquilizarse solo porque Hermione había tomado su mano, era más que hipnotizante.
Y cuando él alzó la mirada hacia ella, fue Hermione quien sintió que el valor se le escapaba.
Aún así, se mantuvo firme y dio una pequeña sacudida a su mano para obligarlo a caminar. Y esta vez Draco lo hizo sin rechistar, avanzando a su lado y sin necesidad de ocultarse detrás de ella.
Roma, Italia. Lunes 8 de marzo de 1999, 9:35 p.m.
Draco estaba seguro de que nunca antes había mirado tanta emoción en los ojos de Granger. Cada cosa que el guía decía, ella era la turista más expectante..., y en ningún momento soltó su mano.
Él decidió dejarse de preguntar desde cuándo su tacto le causaba tanta tranquilidad a partir de la primera hora de la excursión. Simplemente se dio cuenta que era una duda de la cual no encontraría respuesta.
Habían pasado dos horas en el Coliseo, y luego los habían llevado al Foro Romano. Granger tomó muchas fotos con una pequeña cámara instantánea que sacó de su bolso, incluso a él cuando lo hallaba distraído.
Después de la excursión habían ido a la Fuente de Trevi, y Granger se quedó por lo menos una hora y media en ese lugar hasta que pudo mirar un retrato que estaba al otro lado.
Tuvieron la suerte de no encontrarse con nadie, o si lo hicieron, Draco no se dio cuenta.
Pasaron el resto del día paseando por el centro de Roma, conociendo cosas que en su vida él había creído que existirían, y dejando un poco de admiración a ciertas obras muggles que conoció.
La pregunta de qué era lo que estaban haciendo realmente, seguía ahí, pero no era capaz de apagar ese brillo en los ojos de Granger para recordarle que todavía necesitaban buscar a sus padres.
—¿Pedimos algo de cenar? —preguntó ella mientras deslizaba una tarjeta para abrir la puerta del departamento.
—Como sea —Draco se encogió de hombros y luego se adentró al lugar, justo detrás de ella.
Granger dejó sus cosas encima del buró que estaba en el pasillo principal, y mientras, él caminó para darle una ligera mirada al departamento. Apenas estarían una noche en él, pero notaba algo extraño.
Era pequeño, no había cocina ni balcón, pero sí una enorme sala y otras dos puertas que, debido a que no había cama a primera vista, Draco comprendió qué sería el interior de una de ellas.
Caminó hasta la primer puerta, ignorando la pregunta que Granger hizo detrás suyo, y luego la abrió; efectivamente, como él lo predijo, había una habitación ahí dentro. Sin embargo, la cama era individual, y eso le hizo fruncir el ceño, porque si era así de pequeña, eso significaba...
Cerró la puerta y se acercó a la siguiente, a tan solo unos metros, y cuando la abrió se encontró con que el interior era el mismo: solo otra habitación con también una cama individual y otros pocos muebles.
—¿Malfoy?
Ella llamándolo por su apellido fue lo que lo sacó de su confusión, la miró por encima de su hombro y notó que ella tenía un aparato blanco en la oreja y parecía estar esperando su respuesta.
—¿Eh?
Granger resopló y lo ignoró, luego se dio la vuelta y ella misma comenzó a hablar por el aparato. Draco regresó a mirar la habitación frente a él, y luego la cerró.
No era difícil atar cabos, la cosa estaba en que a él no le gustaba. Y sinceramente, se odiaba por eso. Apenas había dormido solo una vez en la misma cama con Granger —sin contar la vez que durmieron en el mismo sofá—, y había sido una gran tortura.
No por estar a su lado, sino por el hecho de estarlo y no poder hacer nada. Él mismo se encontró conteniéndose en toda la noche para no girarse y atraerla a su cuerpo.
Dormir en habitaciones separadas podría ser lo mejor, pero sencillamente la cosa no entraba en la cabeza de Draco.
—Pedí lo que se acostumbra a comer en Italia —dijo Granger. Había dejado el aparato y ahora se acercaba a él, o mejor dicho, a la puerta que estaba a su lado—. Llegará en unos minutos.
Ella abrió la puerta y luego metió sus pertenencias; las que había dejado en el buró de la entrada.
Y entonces Draco no pudo evitarlo.
—¿Dormiremos en habitaciones separadas?
Granger se estremeció ligeramente, pero no se giró hacia él. Buscó algo en su bolso, o fingió hacerlo —él no lo supo—, pero no se giró para enfrentarlo. Solo la miró encogerse de hombros.
—Supuse que era lo mejor.
—¿Por qué? —preguntó Draco, y se sorprendió del gruñido que salió de su garganta.
—Porque sí.
Ella se dio la vuelta y salió de la habitación, sin mirarlo. Caminó hasta la sala, como si quisiera ir a un balcón o a algo que le diera aire, pero luego pareció recordar que no había nada como eso, así que se limitó a abrir el enorme ventanal que tenía el departamento.
Las luces de la ciudad de Roma iluminaban la noche, y ni siquiera las estrellas se miraban tan bonitas.
—Una cama habría bastado —dijo Draco, llegando hasta la sala también y sin saber exactamente por qué quería discutir el tema.
—No es cierto, y lo sabes.
Por supuesto que lo sabía, pero no por eso era un cobarde que recurría a técnicas tan vanguardistas para protegerse.
—Creí que eras una Gryffindor —señaló.
—No se trata de eso, Draco —replicó ella, girándose hacia él y abrazándose a sí misma cuando el aire de la noche la recorrió desde la ventana—. Esta vez quise un departamento que tuviera dos habitaciones porque lo creí mejor.
—Porque lo creíste mejor —se burló Draco—. ¿Eres siempre así de necia?
Ella le entrecerró los ojos, y él se preguntó cómo una persona que tenía la pinta de ser tan adorable podía lanzar miradas con tanta amenaza en unos segundos.
—A todo esto, Malfoy, ¿por qué te importa tanto que durmamos en la misma cama o no?
Él abrió la boca para responder, más no supo qué, así que se limitó con mirarla fijamente. Optó por tener una postura firme y rígida frente a ella, pero Granger solo le alzó una ceja, como instándolo a que respondiera, pero cuando no lo hizo, solo rodó los ojos y regresó su mirada a la ventana.
—¿Lo ves? Siempre discutiendo por cosas sin sentido.
—¿Sin sentido? —preguntó Draco, desconcertado. Comenzó a caminar hasta donde estaba ella.
—Sí. Esto es para nada importante, y aún así tú te empeñas en convertirlo en una discusión.
Él bufó.
—Bueno, no habría sucedido en primer lugar si no hubieras dejado en claro tan específicamente que me quieres diez metros lejos.
—Tal vez apenas así podría quedarte claro.
Ella lo estaba retando, podía verlo en sus ojos. Fue esta vez Draco quien le entrecerró los ojos y llegó hasta quedar frente a ella en la ventana.
El viento que se arrojaba caía en los rizos de Granger, y a pesar de que estaban sujetos por su típico moño, se movían de un lado a otro y algunos sueltos se atravesaban en su vista.
Draco se maldijo internamente porque eso resultó ser una pequeña distracción.
—Oh, bien, ¿ahora resulta que en realidad sí me quieres diez metros lejos, Granger?
Ella vaciló, bajó los brazos que tenía alrededor de sí misma y resopló.
—Bueno, creo que eso es algo que intenté dejarte claro desde un principio y aún así me ignoraste.
Draco carcajeó sin gracia. Apartó la mirada de ella para mirar las luces de la ciudad solo un segundo antes de regresar a ella.
—¿Debo recordarte que, hace no más de mes y medio, eras tú quien no se quería alejar de mí? —preguntó. Granger frunció el ceño, tal vez haciendo memoria de lo que él trataba de decir, así que se lo facilitó—. Oh, ya sabes, cuando yo me quería alejar de la habitación de la biblioteca y tú fuiste, no una, sino dos veces a suplicarme que volviera porque me necesitabas.
—¡Oh, detente! —bufó ella—. Suplicar y necesitar son palabras con significados muy profundos.
—Fueron perfectamente empleadas para la situación.
Granger gruñó y se alejó de la ventana, como si quisiera apartarse de él inmediatamente.
—Quería que volvieras porque era lo que se necesitaba para la investigación en ese momento.
Él hizo ademán de estar pensando y luego chasqueó la lengua, negando con la cabeza.
—No. De hecho, recuerdo que logramos organizarnos estando separados y las cosas siguieron surgiendo de una buena manera. Eras tú quien me quería de regreso —Y luego, como una obligación de recalcarlo—: Eras tú quien me necesitaba a mí.
Ella lo miró fijamente, sus cejas unidas y la mandíbula apretada mietras lo hacía.
—Está claro que se cambiaron los papeles ahora —dijo, y él sintió el golpe directo a su ego.
Caminó hasta Granger de nuevo, arrastrando las palabras como ella odiaba:
—Si te refieres a cómo ahora yo sí acepto las cosas y como tú te sumes en negación, entonces sí, Granger. Supongo que hemos cambiado los papeles.
—No sabía que tomabas la dura verdad como una negación de parte de tu contrincante.
—Lo hago porque es así. Pero claro, como estás en negación, te cuesta aceptarlo.
Ella se notó molesta, hizo puños sus manos a sus costados. Un rizo cayó sobre su frente, y Draco tuvo el repentino impulso de alzar su mano y acomodarlo, pero se contuvo.
—Sabía que eras un cretino, Malfoy, pero creí que eso había quedado en el pasado.
Draco volvió a reír, dando otro paso hacia ella.
—¿Sabías que se dice mucho que la hostilidad en exageración es símbolo de una tensión sexual suprimida?
Granger alzó ambas cejas, y luego ella también rió. Sin embargo, se delató a sí misma dando un paso hacia atrás.
—¿Entonces ahora crees que lo que tengo hacia ti es tensión sexual?
—No. Creo que nosotros la tenemos —corrigió, tranquilo e impasible como un paseo por el parque.
—Bueno, ¿qué quieres, Draco? —insistió Granger, sorprendiéndolo momentáneamente cuando, en vez de dar otro paso hacia atrás, avanzó los dos que los separaban—. ¿Quieres que me acerque de esta manera y te bese para luego arrebatar cada prenda de ropa que hay en tu cuerpo?
Draco tragó saliva ante la cercanía, pero no se mostró nervioso ni se alejó.
—En realidad, es exactamente lo que quiero.
Antes de que Granger pudiera siquiera prevenirlo, alzó una de sus manos para dejarla sobre su cintura y de un solo tirón la pegó a su cuerpo.
Ella soltó un pequeño chillido de sorpresa, pero no se alejó.
—Dijiste que no harías nada a menos que yo lo pidiera —recordó ella, y por un momento, Draco se arrepintió de sus palabras porque la morena estaba en una posición tan perfecta para solo acercar su boca a la suya y...
—O que tú dieras el primer paso, Granger —añadió él, como un último recordatorio de que todavía podría haber salvación—. Aún puedes.
Con su otra mano, la subió para acariciar lenta y delicadamente su mejilla, antes de seguir bajando y llegar hasta su nuca, vagando solo unos segundos antes de enredarse sobre su moño de rizos.
Podía sentir su respiración irregular contra su pecho porque estaban prácticamente unidos, y casi sonrió frente a ella. Pero se limitó a acercarse poco a poco hasta que sus labios estuvieron a nada de rozarse.
Se detuvo a apenas unos milímetros, sintiendo el aliento caliente de ella y disfrutando como su cuerpo sí amaba congeniar y reaccionar con él y a él.
Casi pudo ver la chispa de rendición en los ojos de Granger, y justo cuando creyó que ella lo besaría...
El timbre del departamento sonó.
Draco tenía ganas de matar lo que sea que estuviera del otro lado de la puerta y que hubiera tenido la valentía de tocar el timbre e interrumpir tan sagrado momento.
Sin embargo, siguió mirando a Granger a los ojos, esperando que ella simplemente no hubiera escuchado el timbre.
Estaban tan cerca que dolía no poder cerrar la distancia.
—Es la cena —musitó ella, y por su voz, Draco sabía que estaba tan mal como él—. Debo ir a abrir.
—Podemos pedir otra después.
Se mantuvieron así durante varios segundos, él reacio a dejarla ir y complacido con la mirada en sus ojos que parecía que estaban por ceder..., pero entonces el timbre volvió a sonar.
—¡Joder, lárgate de aquí! —gruñó alzando la voz, y eso sacó a Granger de su ensueño.
—No seas grosero —reprimió, y logró zafarse de él antes de que pudiera detenerla. Rodeó la sala, como si quisiera poner cualquier cosa de distancia entre ellos, y luego caminó-corrió hasta la puerta.
Draco escuchó una pequeña conversación irrelevante entre ellos mientras Granger recibía la comida, y él solo se limitaba a maldecir todo lo que pasara enfrente suyo.
Para cuando ella regresó, parecía haber recuperado su control.
Granger se sentó sobre el sofá.
—Deberíamos cenar —dijo, más no lo miró y solo se acercó para dejar la bolsa de comida en la mesilla de la sala.
—Deberíamos regresar a nuestra anterior discusión.
—¿Para qué? —preguntó ella, sacando la comida de la bolsa y comenzando a acomodarla sobre la mesilla—. No llegaremos a ninguna parte. Tú querrás discutir sobre por qué no dormimos en la misma cama, y por más que yo te cuente mis razones, harás caso omiso de ellas y seguirás con lo mismo hasta tener razón. Eso, o antes de todo podríamos comenzar a gritarnos, tú caminarías a mí con intenciones de hacerme sentir intimidada para poder distraerme, y yo, siendo tan necia, no me atrevería a dar ningún paso hacia atrás para conservar mi orgullo frente a ti.
»Pero entonces ambos estaríamos tan cerca que la tensión palparía tan fuerte entre nosotros, tú mirarías mis labios, yo miraría los tuyos, y solo te mantendrías en silencio sin hacer nada para esperar que yo dé el primer paso. Sin embargo, sabría con exactitud lo que tú querrías hacer porque recordaría las palabras que me dijiste la noche anterior y entonces eso me incitaría a besarte. Las cosas se saldrían de control porque yo no podría controlarme y mucho menos tú, así que ambos nos olvidaríamos de la cena y yo alzaría las piernas para enredarlas alrededor de tus caderas; lo que sería mala idea porque así habría menos posibilidades de alejarme de ti.
»Tú me cargarías hasta una de las habitaciones. Nos seguiríamos besando y por más que yo te diga que está mal, tú no te detendrías porque dirías algo tan profundo como «¿Por qué algo que se siente tan bien está mal?», y entonces sería suficiente réplica para callarme. Tendríamos sexo y, al final de cuentas, ambos terminaríamos durmiendo en la misma cama. Lo que significa que tú ganarías si siguiéramos con esa discusión, así que no; solo siéntate a cenar.
Granger tomó una bocanada de aire cuando terminó, y Draco se quedó estático y boquiabierto, incapaz de decir nada y con el silencio consumiéndolos hasta que solo se escuchó el sorbido de la pajilla de ella.
Él siguió sin habla, y entonces la miró alzar la mirada hacia él, a través de sus pestañas. Luego ella apuntó hacia el sofá delante suyo.
—Entonces, ¿te sentarás o no?
Draco parpadeó, saliendo de su trance.
—¿Por qué sería tan malo que tú y yo tuviéramos sexo o que durmiéramos en la misma cama? Ha sucedido antes y...
—Fue un error —cortó ella, abriendo una de las cajitas de comida, y Draco sintió la cuchillada enterrarse muy profundo.
De repente, todo se sintió tan amargo. Estaba cansado de que había entregado todo de él a Granger, prácticamente se había destruido por ella, y no recibía ni siquiera la mitad a cambio.
Parecía como si solo él estuviera enamorado.
«Pero es así», le recordó una voz en su interior, y eso lo hizo sentirse más molesto con todo.
—¿Sabes algo, Granger? Se me quitó el hambre.
Le dio una sonrisa amarga y luego caminó lejos, pero antes de que pudiera perderse en el siguiente pasillo que daba entrada a las habitaciones, su voz lo detuvo:
—¿No vas a comer? El chico no vino hasta acá solo para...
Él se giró, y le costó toda su fuerza de voluntad no gritar con rabia:
—Provecho. Disfrútalo, Granger.
—Oh, vamos, Draco. No irás a molestarte por eso, yo lo digo por mis razones, pero tú nunca las entiendes.
—¡Es a ti a quien no entiendo! —gritó Draco, y se odió solo un poco cuando eso la asustó.
Aunque si fue así, se recuperó rápido y su sorpresa fue sustituida por una expresión de furia.
—¡Eres tú quien se pone como un niño mimado por no aceptar cuando se le rechaza algo! ¡Si no quiero dormir contigo en la misma cama es porque...!
—¡Oh, quédate con tu jodida cama, Granger! ¡Pero cuando estés con la persona que quieres y luego esta te diga que fue un error, no vengas a pedirme perdón!
Se giró de nuevo, dispuesto a alejarse antes de que la réplica de ella pudiera alcanzarlo, pero llegó demasiado rápido:
—¿Debo recordate que tú hiciste lo mismo? —preguntó alzando la voz, esta vez con un tono de voz más dolido que molesto. Eso lo hizo darse la vuelta otra vez—. ¿Acaso te suenan las palabras «fue solo un maldito beso»?
Draco la miró fijamente, su boca ligeramente crispada hasta que capturó el significado de sus palabras. De no haber estado tan molesto, él se habría acercado para explicarle los cientos de razones por las cuales ese beso no había sido «solo un beso», pero en vez de eso solo se limitó a aplanar sus labios y encogerse de hombros.
—Supongo que fue tu venganza por eso, Granger —murmuró—. Felicidades, me dolió.
Se alejó antes de darle tiempo para pensar otra respuesta. Caminó hasta su habitación y luego azotó la puerta detrás de él.
Llegó hasta su cama, y cuando miró su propia maleta a lado de esta, el impulso de patearla no fue detenido y la arrojó al suelo.
Una fotografía de él y sus amigos salió volando de uno de los bolsillos, y Draco la miró desde su lugar solo unos segundos antes de agacharse para recojerla.
Lo observó con detalle, y antes de que pudiera pensar más, la dejó encima del buró cercano.
Luego se dejó caer en la orilla de la cama, apoyando sus codos en sus rodillas y tapándose la cara con frustración.
Roma, Italia. Martes 9 de marzo de 1999, 12:16 a.m.
Hermione estaba sentada sobre su cama, tenía puesta su pijama de una blusa de tirantes y unos shorts, sus rizos estaban esparcidos alrededor de sus hombros desnudos, se estaba comiendo las uñas y no podía dormir.
Su mente seguía dándole vueltas a la discusión que había tenido con Draco.
Había sido su culpa, ella lo sabía. Pero lo que no sabía era cómo podría explicarse y pedirle perdón a Draco sin tener que causarle un dolor más grande.
Había estado a punto de hacerlo.
«¡Si no quiero dormir contigo en la misma cama es porque...!», su boca había estado a punto de soltar las palabras prohibidas, esta vez Hermione siendo incapaz de detenerse, pero Draco la había interrumpido antes de que pudiera decirlo.
Pensó que fue un alivio al principio, pero él terminó dolido y molesto con ella de igual forma, así que ya no sabía qué hacer para pedir perdón.
No podía llegar y contarle la verdad, ya no tenía ese valor y esa adrenalina que la habían recorrido en medio de esa discusión. Ya no podía mirarlo a los ojos y decirle que esa persona con quien tanto quería dormir en la misma cama moriría pronto.
Necesitaba encontrar una manera para disculparse, pero una que no fuera lo suficientemente profunda como para que él deseara intentar las cosas de nuevo.
Debía ser sincera pero limitada.
Ella miró la pared que los distanciaba, y se preguntó si ya estaba dormido. No había escuchada nada de él desde que se encerró en su habitación, y no sabía si era porque dejó un hechizo amortiguador o porque simplemente ya había caído en los sueños.
Hermione había estado pensando una forma de disculparse desde que él se alejó, y todavía era incapaz de buscar algo que se sintiera correcto o siquiera sincero.
Todas las disculpas que ella formaba en su cabeza siempre terminaban mal. Y no se refería a el mal de cuando termina en sexo, sino mal.
Escondió la cara entre sus manos y resopló, llegando a la conclusión de que las conversaciones que se creaba en su cabeza eran terribles y no la llevarían a ninguna parte, así que se obligó a ponerse de pie y salió de la habitación.
Asomó la cabeza para ver si él estaba en la sala o en algún otro lugar del departamento, pero parecía que seguía encerrado en su habitación.
Caminó hasta su puerta, sintiendo el corazón desbordado contra su pecho y escuchando sus propios latidos palpitando en su oreja.
Alzó la mano para tocar la puerta, pero justo cuando estuvo a punto de tocar la madera, se detuvo abruptamente y se quedó quieta.
De repente comenzaba a reconsiderar si esto era una buena idea.
Parpadeó hacia la madera, relamiéndose los labios para retomar valor y volvió a blandear su mano; sin embargo, antes de tocarla, se detuvo de nuevo.
Se odió a sí misma y bajó la mano. Cerró los ojos, respirando hondo, y luego recordó que era una Gryffindor; así que tocó la puerta antes de que pudiera detenerse.
Sintió su corazón latir mucho más rápido, tanto que incluso ella pensó que le dolía, pero se mantuvo de pie en su mismo lugar.
Incluso si hubiera querido irse, no habría podido porque sus pies parecían estar pegados al suelo.
Pasaron los segundos, y ella pensó en si debería tocar de nuevo. Tal vez estaba dormido...
Tocó otra vez.
Esperó.
No hubo respuesta. Comenzó a desesperarse y a pensar cosas tontas.
Él definitivamente ya la debía haber escuchado; no había tocado del todo bajito como para no despertarlo en caso de que estuviera dormido.
Pero seguía sin abrir...
Tal vez ella lo había lastimado tanto al decir que había sido un error y ahora ni siquiera quería verle la cara.
Tal vez estaba haciendo su maleta y saldría en el próximo vuelo de regreso al Reino Unido porque ya no podía estar más cerca de ella.
O tal vez ya se había ido sin que se diera cuenta.
Estaba bien que lo hiciera, tenía su derecho, pero Hermione no podía soportar que se fuera odiándola.
Ella...
La puerta se abrió.
Draco estaba parado frente a ella, a apenas unos pies de distancia. No llevaba camisa, solo unos bóxers; pero Hermione solo prestó atención a sus ojos.
La manera en que la miraba. Ya no estaba ese cariño combinado con esa determinación que había tenido aquella noche...
Su mirada ahora era helada, y su postura era molesta, como si le costara no despotricar delante de ella en modo de reproche por haberlo despertado de su preciosa siesta solo para abrirle la puerta.
Hermione abrió la boca para decir algo, pensando en los cientos de inicios de disculpas que habían estado en su cabeza en las últimas horas.
Pero todas las palabras murieron en su garganta, y ahora simplemente no podía apartar la mirada de la suya.
Se sentía extraño que la mirara de esta manera, incluso cuando lo había hecho centenares de veces en sus años de Hogwarts.
Ella no quería que la mirara así.
Extrañaba el anhelo en sus ojos.
Y fue tal vez eso lo que la impulsó a hacer el acto más egoísta de su vida.
Caminó los pies de distancia que los separaban, alzó una mano para acercarlo desde su nuca, se puso de puntillas y luego estampó sus labios contra los de él.
Ella estaba dando el primer paso. Solo esperaba que la oferta todavía siguiera en pie.
Draco se quedó estático junto a ella, y cuando Hermione regresó al suelo, tenía miedo de abrir los ojos y mirar su expresión.
Tenía miedo de que la rechazara...
Ciertamente, lo merecía.
Sin embargo, abrió los ojos y se encontró con su mirada; y eso le regresó esperanzas.
Porque el anhelo había regresado.
Draco la atrapó con una mano sobre su cintura, pegándola a su cuerpo lo más posible, como si quisiera impedir que se escapara esta vez.
Dio unos pasos hacia atrás, llevándosela con él y luego Hermione escuchó la puerta cerrarse detrás suyo.
Él la hizo retroceder hasta esta, y cuando su cuerpo tocó la madera, Draco la besó.
NA: Como se habrán dado cuenta, cambié el nombre de la historia. Esto se debe porque tengo planeado escribir la historia en inglés en un futuro, y para eso voy a necesitar el "Days" jajajaja.
