Capítulo 30
Esperó a Silena en la entrada de la sala común, los chicos que pasaban lo miraban más de la cuenta. Se planteó volver por un gorro.
-¡Hey!- Silena llegó en ese momento.
-Hey.
-Veo que Seb te convenció- ella le tocó un poco el cabello-. Ha querido teñirme de rosa un tiempo.
-Quizá cometí un error.
-¡Te queda estupendo!- ella le sonreía mucho.
-Gracias. ¿Nos vamos?
Tomaron un carruaje los dos solos hasta Hogsmade, aunque iban en silencio era cómodo. Scorpius recordó las reglas que le enseñó su madre al tratar con una dama. Casi podía escucharla diciendo "Recuerda esto cuanto tengas tu primera cita Scorp..."
-Luces muy bien- comentó.
-Tú igual. Me gusta tu corbata, ¿son arañas?- ella se acercó tanto que pudo oler su cabello, como manzanas.
-Sí- su corbata tenia diminutas, apenas perceptibles arañas de un negro satinado sobre el mate de la tela.
-Cool. Soy fan de las arañas, tengo una en mi habitación, te la mostraré luego- ella no se separó por el resto del camino.
Cuando llegaron primero dieron una vuelta para ver el lugar, Silena le mostró una tienda de dulces raros que le encantaba, así que entraron y mientras la chica veía una vitrina Scorpius compró una caja que le recomendó el vendedor, quien le guiñó un ojo al final. Al salir se la dio a la chica.
-No debiste hacerlo- exclamó sorprendida.
-Pero te gustan- respondió con simpleza.
-Sí pero...
-Anda, sigamos caminando- no le permitió replicar.
Silena prácticamente hacía toda la conversación, ya que Scorpius aún solía contestar con monosílabos, pero eso no parecía importarle a la castaña, quien lucía muy feliz por mostrarle sus lugares favoritos.
-Y allá, junto a la librería nueva, está la librería vieja donde sirven el café que me gusta. ¿Quieres ir?
-Claro.
Se escuchó un alboroto acercándose, Scorpius volteó.
-No te decepcionarás, es como...
Ella no vio la carreta que se acercaba a toda velocidad, tirada por un caballo descontrolado. Silena estaba por cruzar, por lo que Scorpius, olvidando toda regla de cortesía, tiró de la mano de ella hacia él, con tal fuerza que él cayó sobre su trasero y ella sobre él. Unos magos detuvieron al caballo y lo tranquilizaron hasta que llegó el dueño.
-¿Estás bien?- le preguntó a Silena, que parecía ni siquiera haber asimilado la idea de lo que acababa de pasar.
-E-eso creo- murmuró, mirando al trineo.
-¿Están bien?- preguntaron unos chicos que reconoció que eran de Ravenclaw. Ayudaron a Silena a levantarse, así él pudo ponerse de pie y sacudirse.
-Scorpius me salvó- exclamó la chica, mirándolo como si fuera lo más valioso del mundo-. Yo estaría hecha puré su no fuese por él.
-Menos mal- dijo la chica que la ayudó y luego gritó- ¡HEY TÚ!- al dueño de la carreta-. ¡Más cuidado para la próxima, casi matas a esta chica!
Luego de asegurarse de que todo estaba en orden los otros los dejaron.
-Lamento haberte jalado de tal forma.
-Bromeas, me salvaste.
-No es para tanto.
-Para mí sí. ¿Cómo te pagaré esto?
-No creo que esto funcione así. ¿Quieres ir a donde dijiste o preferirías hacer otra cosa, o volver al castillo?
-No, claro, vamos. Es decir vamos, te invitaré un café, es lo mínimo que puedo hacer.
Scorpius prefirió no discutir más al respecto por lo que se limitó a asentir, la chica le tomó la mano y lo llevó tras de sí. El rubio estaba casi ruborizado. Cuando llegaron dejó que ella ordenara por él y mientras se dedicó a mirar los libros a su alrededor.
-Apuesto a que has leído todos estos.
-Solo la mitad- bromeó él-. Siempre me ha gustado leer, y como en casa tenemos la biblioteca...
-¿Tienen biblioteca?
-Sí, estantes altos y repletos de libros. Fueron mi compañía desde que era niño.
Les sirvieron sus cafés y unas galletas recién horneadas.
-Una revelación- exclamó Scorpius al probar el primer sorbo-. Qué gusto tan refinado tiene señorita Bulstrode.
-Yo nunca lo engañaría respecto a un tema tan sagrado como el café, señor Malfoy.
Hablaron sobre algunas cosas de la escuela, sobre el café y luego se marcharon al castillo. Antes de entrar a la sala se detuvieron frente a frente.
-Fue muy agradable Scorp.
-Sí, creo que lo fue- intentó sonreír.
A pesar de que ella no dejó de mirar sus labios al final se puso en puntas para besar su mejilla. Entraron y ella corrió a la habitación.
-¡Gracias de nuevo!- dijo desde las escaleras-. Por los dulces y por salvarme- y desapareció.
Scorpius se sentó frente a la chimenea y tocó distraídamente su mejilla. No se sentía tan mal.
