Disclaimer: nada de esto me pertenece, los personajes le pertenecen a Stephenie Meyer y la historia a Rochelle Allison, yo solo la traduzco.


APPEASE

Capítulo treintaBien

El Sr. Masen permite que Irina y Alistair acompañen a su hermano mayor a dejarme en el aeropuerto. Cualquiera diría que voy a estar meses fuera, tanto por sus expresiones... como por cómo se me encoje el corazón.

―Nada de caras largas ―susurro, acariciando las mejillas de Irina con los nudillos. Edward parece haberles pegado a sus hermanos su gusto por los pucheros.

Ella me mira tristemente, con esos ojos azules muy abiertos y serios.

―Volverás el sábado, ¿verdad?

―Os dije que sí. ―Soy más dulce con los niños que con Edward porque, mientras que él debería ser más listo, ellos todavía esperan que la gente cercana les abandone―. Volveré y nos contaremos historias de Acción de Gracias. Lo prometo.

―Ojalá pudiera conocer a Charlie ―dice ella.

Me echo a reír. No sé qué haría mi padre con una princesita del Upper East Side como Irina Masen. Ya será bastante entretenido verle con Edward.

―Lo harás. Vendrá por Navidad.

Alistair se mueve hacia delante y me da un abrazo.

―Que tengas buen viaje, Bella ―dice, dándome una palmadita en la espalda. Siempre el hombrecito.

―Lo haré. Gracias, amigo.

Edward se acerca el último, sonriendo satisfecho.

―Yo solo me alegro de que el vuelo de vuelta le hagamos juntos. En primera clase los asientos son más grandes... ya sabes qué significa eso.

―Sip... mejores siestas ―digo, sonriendo inocentemente.

Con una amplia sonrisa, toma mi cara entre sus manos y me besa.

―Se buena.

―Siempre ―susurro―. Tú se bueno.

―Por ti, lo que sea.

Rodando los ojos por su encanto, le doy un último beso y me aparto.

―Vale, chicos. Pasad un buen Acción de Gracias. Sacad muchas fotos para enseñármelas cuando vuelva. ―Levanto la mirada hacia Edward―. Y te veré el viernes.

―¿Seguro que no debería alquilar un coche? No me quedo tranquilo con que conduzcas con el clima de mi-... tan malo de Washington.

―Estaré bien, Edward. Y deja de hablar mal de mi Estado natal.

Un anuncio para otro vuelo me llama la atención, recordándome que debería moverme.

―Tengo que irme. ¡Adiós!

Ellos se despiden con la mano y yo les lanzo besos, dejando que la muchedumbre separe nuestros caminos.

* . *

―Papá, no. Edward no va a ir a pescar en el hielo contigo. Estás siendo ridículo.

―Tradicional. Es un rito de pasaje ir a pescar con el viejo de tu novia.

―Irrazonable. Solo quieres presumir de tus cañas de pescar y tu pistola y todos tus artefactos masculinos.

―Oh, Señor, Bella. Tú y esas palabras tan grandes. No soy idiota, pero tú pareces una yupi.

Arrugando la nariz, le doy una patadita con el pie enfundado en un calcetín.

―Deja de evitar el asunto.

―Yo no...

―Pues nada de pescar en el hielo. Por favor. Nada de pesca, de hecho. No seas un cliché.

―¿Qué? ―pregunta, riendo, pero deja de molestarme porque sabe que tengo razón. Apenas he traído chicos a casa para que los conociese y esta es la primera vez que traeré a alguien de fuera del Estado. Simplemente que se muere por competir con "ese chico rico de ciudad", como si fuera un enfrentamiento épico de urbanita contra paleto―. ¿Un hombre no puede compartir sus pasiones?

―¿Y si le traigo en verano y le llevas a pescar entonces? Contando con que no le hagas salir corriendo esta vez.

Charlie ríe, frotándose el bigote.

―Está bien, está bien. Es obvio que este chico te importa. Seré bueno.

―Por favor ―suplico, asintiendo―. Es importante.

―¿Le quieres?

―Sí.

Él suspira extra fuerte.

―Vale.

Le echo una mirada justo a tiempo para pillarle tragándose una sonrisa.

―¡Pero serás...! No hay pesca en el hielo, ¿verdad? ―grito, lanzándole un cojín del sofá a la cabeza―. ¡Papá!

Riendo con fuerza, sacude la cabeza.

―Hacía mucho que no me quedaba contigo, niña. No he podido resistirme.

Más tarde, después de comer el famoso chili y pan de queso de Charlie, subo a mi antigua habitación. Ahora es una habitación de invitados. Hay una cama nido bajo la cama doble y espero que a mi padre no le importe que Edward duerma en ella. Le respeto a él y a su casa, pero ya tengo veintiún años y hace tiempo que vivo fuera. Supongo que cruzaremos ese puente cuando lleguemos a él.

Me doy una ducha caliente y me pongo un pijama gordito con unos calcetines de lana, ansiando comodidad. Fuera hace frío y humedad, el clima perfecto para acurrucarse en la cama con un buen libro. Es justo lo que estoy haciendo cuando escucho el timbre.

Frunciendo el ceño, me incorporo mientras me pregunto quién puede estar en la puerta de Charlie a las diez de la noche, la víspera de Acción de Gracias. Un momento después, me llama para que baje.

A mitad de camino por las escaleras, me quedo helada por la sorpresa y luego bajo las que faltan corriendo. Mi madre está sobre el felpudo, empapada pero con las mejillas rosas y entusiasmada, con la maleta a los pies.

―¡Sorpresa! ―exclama, abrazándome cuando caigo en sus brazos.

―¡Mamá! ¿Qué estás haciendo aquí?

―Tu padre y yo queríamos darte una sorpresa. Sabía que no ibas a dejar Nueva York por Navidad, así que he pensado que podría unirme a vosotros aquí. ―Me abraza con fuerza―. Pero mi vuelo se ha retrasado. Por eso llego tan tarde. Hace un tiempo horrible.

Asiento, echándome un poco hacia atrás para poder verla. Sigue oliendo igual, a su loción de lirios. Su pelo está un poco diferente, pero eso es todo.

―Bueno, me alegro mucho de que estés aquí. Te he echado de menos.

―Oh, Bella. Yo también te he echado de menos ―dice mientras sus ojos se aguan.

―Seguro que estás incluso más cansada que yo. ―Cojo su maleta―. ¿Por qué no te quedas con mi habitación...?

―No, no. Renee puede quedarse con mi habitación y yo dormiré en el sofá ―dice Charlie, quitándome las maletas―. Insisto. Ahora ven a tomar una cerveza, Renee.

Cuando por fin vuelvo a la cama ya pasa de la una. El último par de horas lo he pasado poniéndome al día con Charlie y Renee; me siento llena de su amor y compañía, feliz. Se han llevado bien después del divorcio e incluso han mantenido el contacto, pero tengo que admitir que nunca imaginé que pasaría un día festivo con los dos así.

El jet lag que me ha estado molestando toda la tarde finalmente se apodera de mí y, bostezando, apago la lamparita. En Nueva York es temprano, todavía no ha amanecido, y seguramente Edward esté profundamente dormido, pero cojo mi móvil igualmente. Hablamos cuando aterricé y le he mandado un par de mensajes tras eso, pero tengo algo en el corazón que quiero escribir.

No puedo esperar a verte el viernes. Mis padres están aquí. Los dos. Así que prepárate para ser el doble de encantador. Te quiero más de lo que puedes imaginar.

xo.


¡Hola!

Un capítulo cortito para acabar la semana.

Pues parece que Edward iba preparado para conocer al suegro y también va a conocer a la suegra. Me encanta Charlie. ¿Vosotras qué pensáis?

Dejadme vuestras opiniones en un comentario. Nos vemos el próximo viernes.

Gracias por estar ahí.

-Bells :)