Capítulo 29
Sala del Trono. Horas antes del llamado de Merlín
Uno por uno, los distinguidos aristócratas del reino se presentaron en la Sala del Trono. Estaban presentes los condes y marqueses de cada una de las provincias que conformaban el reino de los Pendragon: Camelot, Nordgales, Everwick, Powys, Andor, Landshire, Asgorath, Daobeth, Denaria, Brechfa, Ascetir, Eofham, Isgaard, Balor y Logres.
Conforme los nobles eran nombrados por el heraldo, los aludidos se acercaban a los monarcas para mostrar sus respetos al rey y a la reina, quienes debían reconocer su presencia para permitirles integrarse con el resto de los miembros de la corte, quienes eran atendidos por los diligentes sirvientes que les ofrecían un poco de agua para calmar su sed.
"¡Lord Robert Lowell, Marqués de Stonedown, y su hijo, Edward Lowell!" anunció el heraldo en voz alta, dejando que un hombre mayor de tez pálida con cabellos grises y un joven esbelto y de cabellos color caoba, se acercaran y se inclinaran ante Arturo y Guinevere, quienes los recibieron con un gesto adusto.
"Mi señor. Mi señora" padre e hijo saludaron al mismo tiempo.
"Lord Lowell, bienvenido sea" saludó Arturo con un asentimiento.
"Bienvenido a Camelot, Lord Lowell" saludó Guinevere.
"Gracias, majestades, es un honor estar en esta reunión" agradecieron los Lowell antes de retirarse y dar paso al siguiente cortesano.
"Lord Geoffrey de Monmouth" anunció el heraldo, dando paso a que el viejo bibliotecario, genealogista y miembro del consejo, presentara sus respetos a su rey y a su reina, tal y como lo exigía el protocolo, el cual no distinguía entre los miembros del consejo, quienes vivían en el castillo, y rara vez lo abandonaban.
Como una máquina, Arturo y Guinevere reconocieron y recitaron el saludo de bienvenida a Geoffrey, dejando que el hombre se retirara para reunirse con Gaius, quien estaba siendo atendido por Blaise.
Mientras el bibliotecario se alejaba, Arturo lo siguió con la mirada, manteniendo el rostro impasible ante el evidente nerviosismo de su consejero por su actual proceder. Con la excepción de Gaius y el resto de la Mesa Redonda, Geoffrey era el único miembro de la corte que sabía sobre el plan de legalizar la magia, y no era un secreto que al genealogista le preocupaban las repercusiones políticas que saldrían a la luz una vez que sus monarcas actuaran.
Al principio, Geoffrey se había mostrado escéptico y un poco reticente a las ideas de sus gobernantes, sin embargo, conforme Arturo y Gwen le explicaban su plan, la postura del consejero comenzó a cambiar gradualmente. Si bien, Geoffrey no había apoyado completamente la Purga de Uther, entendía que el uso de la magia debía de regularse para evitar el caos que podría traer al reino. No obstante, le tranquilizaba saber que su actual rey había aprendido de la historia de su predecesor y estaba evitando tomar medidas tan extremas como las de su padre, ¿pero los demás nobles lo entenderían?
Simpatizante o no de las reformas de Arturo y Guinevere, Geoffrey temía las consecuencias de lo que haría un anuncio de este tipo frente a toda la nobleza: levantamientos, el retiro de apoyos al rey, golpes de estado, etc. Aunque las hazañas de Arturo habían demostrado sus cualidades como líder y guerrero, tanto dentro como fuera del reino, a Geoffrey le preocupaba que éstas no fueran las suficientes para eclipsar los métodos poco ortodoxos del joven monarca, ni lo suficientes para calmar y convencer a los nobles.
Aunque algunas de las acciones del rey muchos las consideraban reprobables, la opinión de la nobleza para su monarca era bastante favorable. Arturo había aprendido de su padre las maneras y responsabilidades de dirigir al reino, y pese a todos los defectos de Uther, el antiguo rey había sabido administrar y dirigir Camelot, un saber que le había logrado transmitir a su hijo.
Una de las primeras enseñanzas que Uther buscó inculcarle a su hijo, fue el saber mantener a los nobles contentos y de su lado, pero sin descuidar su lugar y posición como su señor. A diferencia de Uther, quien lo había hecho al imponer una dura mano de hierro, además de asegurar leyes y posiciones que beneficiarían a los ambiciosos lores, Arturo se había abierto al diálogo y a escuchar cada una de sus opiniones antes de tomar una decisión. Siempre buscando lograr acuerdos donde ambas partes se beneficiaran, evitando los actos tiránicos y déspotas que caracterizaron el régimen anterior.
Arturo no era tonto o ingenuo, y eso lo sabía bien Geoffrey. Al legalizar la magia, el rey rompería una de las leyes más sagradas de Camelot. Una que su antecesor había defendido ante todo, y en su momento, el mismo Arturo también lo había hecho. Para este plan, el genealogista sospechaba que el rey había anticipado los escenarios y los mismos temores que inundaban su mente. Sabía lo que la nobleza podría hacer para castigarlo, entonces, ¿por qué reunir a todos los lores en un solo lugar?
Geoffrey había tratado de convencer al rey de que siguiera con el procedimiento habitual: presentar la propuesta al consejo, aprobarla y mandar los anuncios reales a todos los rincones del reino. Sin embargo, Arturo se había negado a escucharlo y a dar más explicaciones, al igual que la reina.
"Gaius, ¿qué está pensando hacer?" le preguntó un aprensivo Geoffrey en voz baja a su amigo, ignorando la presencia de Blaise, quien mostraba un evidente interés por la conversación de los dos consejeros.
"Tranquilízate, amigo mío" respondió Gaius con voz seria "Todo estará bien. Hay que confiar en el rey. Él sabe lo que está haciendo".
"Eso espero, Gaius, eso espero" respondió el viejo genealogista mirando con preocupación hacia el joven Pendragon.
Arturo entrecerró un poco los ojos mientras contemplaba la interacción entre Gaius y Geoffrey, cambiando su expresión por una impasible cortesía mientras saludaba al siguiente lord.
Durante breves momentos, Arturo escaneaba rápidamente la habitación, asegurándose que todo estuviera en orden, pero sobre todo para evaluar las reacciones y los intercambios entre sus nobles. En uno de esos instantes, el rey notó las oscuras miradas que le enviaba uno de sus consejeros, lord Morcant a Lowell, quien lucía bastante reservado mientras interactuaba con los otros cortesanos.
La reacción de ambos nobles no le sorprendía en absoluto, en realidad, él había esperado algo como esto. Después de todo, Arturo había reunido en su corte a los simpatizantes de la prohibición mágica y a los que se habían opuesto a ella, como lord Lowell.
De acuerdo con Gaius y Geoffrey, Lowell había formado parte de la Corte Real antes de la Purga. Cuando Uther le declaró la guerra a la Antigua Religión y a sus seguidores, Lowell se negó a ayudarlo y a brindarle su apoyo, calificando las acciones del rey como locura, enemistándose con el rey, quien lo expulsó inmediatamente de la corte.
Durante su cruzada, Uther marchó con su ejército hacia el santuario de la Isla de los Bienaventurados, ubicada en los bordes de Stonedown. Temiendo un ataque de Uther a sus tierras tras el sitio y saqueo de la isla, Lowell comenzó a organizar a sus tropas para la defensa de sus tierras.
Pronto los temores de Lowell se vieron confirmados. Una vez conquistada la isla, Uther marchó hacia Stonedown buscando retribución por la ofensa de Lowell. Sin embargo, pronto el antiguo rey se vio superado en números y con un ejército debilitado por su enfrentamiento con las sacerdotisas de la isla, además del creciente descontento de su gente. Finalmente, Uther entendió que no estaba en condiciones para sostener una guerra civil contra el señor de Stonedown, por tanto, el rey terminó por llegar a un acuerdo con Lowell: Uther garantizaría la seguridad y posición de Lowell y su familia dentro de Camelot, y a cambio, el marqués pondría todas sus riquezas a disposición del monarca para evitar que el reino terminara por colapsar.
Según Gaius y Geoffrey, la humillación que Uther sufrió al aceptar el trato con Lowell fue un duro golpe a su orgullo y que nunca logró superar. No obstante, el tiránico rey se negó a romper su parte del trato en los años posteriores, a pesar de los rumores que circulaban sobre un mágico origen para todas las riquezas de Lowell, quien nunca regresó a la corte, y si Uther lo mencionaba, era con desprecio y desdén.
Arturo nunca conoció a Lowell en persona, sino hasta el día de su coronación, cuando el marqués apareció para jurar lealtad a su nuevo rey. Su segundo encuentro fue durante el viaje que el rey y la reina hicieron por todas las tierras de Camelot para familiarizarse y presentarse ante sus súbditos, pero su reunión fue breve e insuficiente como para que Arturo pudiera hacerse una idea de la personalidad del reservado y misterioso noble.
Lo siguiente que supo de él, fue gracias a Sir Percival. Durante la etapa de reunión de información, el caballero había viajado y se había quedado en las tierras de Lowell, donde descubrió que el marqués parecía simpatizar con la magia. Con esa información, Arturo esperaba que el viejo lord fuera un aliado en la liberación de la magia, además de poder llegar a un nuevo y mejor convenio que los beneficiara a ambos.
A juzgar por la aversión de Morcant hacia Lowell, Arturo había estado en lo correcto al llamarlo a esta reunión buscando hacerlo un aliado. Morcant había sido uno de los principales partidarios del gobierno de su padre, e incluso ahora, como parte de su consejo, el viejo lord trataba de manipular o minar la autoridad de Arturo cuando consideraba que se estaba alejando de la 'voluntad de su padre', todo para mantener las políticas del antiguo soberano. No obstante, si todo iba de acuerdo al plan, no sólo la legislación del reino sufriría una reforma, también lo harían los miembros de su consejo.
Arturo y Gwen sabían que en su corte había diferencias de opinión sobre la magia. Las señales estaban ahí para quien quisiera verlas, especialmente después del duelo de Merlín y Morgana en Camelot, junto con la aparición de los druidas para mostrar sus respetos al 'difunto brujo'. De acuerdo con su evaluación, algunos estaban a favor de terminar con la prohibición y el constante estado de terror que había traído la Purga. Muchos eran partidarios de continuar con la persecución mágica, pero también había una minoría neutral. No obstante, una vez que se revelara la nueva postura del rey y la reina, todos los nobles (cortesanos y consejeros) se mostrarían tal cual eran.
Cuando el heraldo nombró al último noble, y éste hubiera presentado sus debidos respetos a los monarcas, las puertas finalmente se cerraron. Ante el chasquido del cierre, Arturo se levantó de su trono para dirigirse a toda la corte. Viendo a su rey de pie frente a ellos, los cortesanos guardaron silencio, esperando el discurso del monarca.
Lo que se avecinaba no sería diferente a una batalla contra un reino enemigo, se decía mentalmente Arturo. El campo de batalla era la Sala del Trono. Los ejércitos: el rey, la reina y la Mesa Redonda versus la nobleza. Las espadas y lanzas, sustituidas por los discursos, las opiniones, la razón y la necedad.
Este sería el momento ideal para descubrir donde recaerían finalmente las lealtades de la nobleza. ¿Quiénes se mantendrían del lado de su rey? ¿Quiénes se revelarían? ¿Podrían aceptar el cambio sin destruir a Camelot desde dentro? ¿Aceptarían el hecho de que algunos perderán sus puestos y sus privilegios? ¿Quiénes finalmente serían un ejemplo al negarse a aceptar que los tiempos estaban cambiando?
Una parte de él le hubiera gustado tener a Merlín aquí y a su lado, como en los viejos tiempos. Pero en esta ocasión, no podía ser así. Todo esto era por él, por Merlín, por su gente, por sus aliados. Mucho estaba en juego ahora. No sólo era la promesa a su amigo de asegurar el futuro corrigiendo los errores del pasado, si no también, evitar la guerra que se avecinaba, y si no, cambiar las probabilidades a su favor.
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Flashback
"Arturo"
"¿Sí, Merlín?" preguntó el rey desviando su atención de los documentos que estaba leyendo en la cámara de Gaius mientras le hacía compañía a su amigo.
"Entiendo que esperas que la legalización sea una oferta de paz con la comunidad mágica, ¿qué pasará con los que se nieguen a aceptarla?" le preguntó el brujo al rey, quien lo escuchaba con seriedad. Sabía que este era un tema que pronto habría de tratar con Merlín.
"Lo dices por Morgana, ¿no es cierto?" preguntó el rey mirándolo detenidamente, a lo que el brujo asintió.
Arturo suspiró antes de responder. "Sabemos que Morgana está preparando un ejército para atacar Camelot" Merlín abrió los ojos sorprendido al escuchar esta noticia, recordándole la advertencia de Kilgharrah sobre la alianza de la bruja con Mordred "Esperamos que levantar la prohibición influya en ella y sus aliados para dejar la guerra antes de que ésta estalle. Esta es una ofrenda de paz, y estamos, Guinevere y yo, dispuestos a absolverlos".
"¿Incluso a Morgana?" le preguntó Merlín con incredulidad.
Arturo hizo una mueca de dolor, como siempre, este era un tema muy delicado para él. "Morgana ha cometido varios crímenes contra Camelot" señaló Arturo con dureza, recordando los intentos de asesinato, conquista y sus acciones contra su gente después de haberle robado el trono. "Si llegara el caso de que ella se rindiera y aceptara la paz, le perdonaría la vida, pero no sería bienvenida en Camelot de nuevo".
"Ya veo" dijo Merlín asintiendo. Muchos de los crímenes de su antigua amiga, incluso sin magia, eran punibles con la muerte. Lo máximo que Arturo podía hacer por ella era perdonarle la vida en el destierro.
"Morgana no lo aceptará" respondió Merlín con amargura "Eso lo sabes muy bien".
"Eso me temo" contestó Arturo con tristeza "No obstante, espero que esto influya en la comunidad mágica para que le retiren su apoyo".
"Es una apuesta muy riesgosa" respondió Merlín comprendiendo inmediatamente el plan de su amigo "Es todo o nada".
"Lo sé" declaró Arturo "Pero creo que es el mejor camino para contrarrestarla".
Fin del Flashback
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"¡Bienvenidos! ¡Sean todos bienvenidos a esta histórica reunión de la Corte Real de Camelot!" anunció Arturo solemnemente con la mirada llena de convicción, listo para enfrentar al destino.
'Y así comienza'
