Disclaimer: Nada me pertenece, más que mis alocadas fantasías Helsa. D:


5to año.


Enredados

(O el misterio de la desaparición de los felinos de Hogwarts)


—Admiren la magnificencia, ¡el instrumento de la venganza!

Eugene abrió los brazos de par en par ante aquel objeto de inmenso tamaño, que era lo único que se vislumbraba en el solitario pasillo. Sus amigos lo miraron con expresiones indiferentes.

—Es un gabinete viejo —señaló Naveen.

—Sí.

—¿Qué mierda vas a hacer con un gabinete viejo? ¿Cómo vas a vengarte de Elsa con esta cosa? Nos aplastará con una avalancha antes de que puedas encerrarla ahí.

—¡No, idiota! Este no es un simple gabinete, es un gabinete de fuga —Eugene abrió las puertas del armario de par en par, revelando un espacio aparentemente estrecho y vacío—, cualquier cosa que sea introducida por aquí, va a parar a una mazmorra sucia y desconocida que no tiene puertas. Es un lugar infecto. El lugar infecto ideal para darle a esa presumida una buena lección.

—Genial.

—Lo sé.

—¿Pero cómo encontraste ese sitio?

—Bueno, caí aquí por accidente en primer año, mientras intentaba buscar un buen escondite para ocultar las cosas que robé en esa competencia contra Aladdin.

—¡Estuviste desaparecido tres días!

—El imbécil se salió con la suya únicamente por eso.

—Elsa va a pasarla muy mal allá abajo, amigo.

—Te diré que es pasarla mal, estar nueve horas con una puta nube de granizo flotando sobre tu cabeza. Eso es pasarla mal.

—Pero, ¿vamos a dejarla mucho tiempo ahí? ¿No crees que pueda tener un ataque de claustrofobia, o morir si cae de cabeza o algo? —inquirió el moreno.

—Descuida, saldrá bien. Solo será un susto.

—Pero, ¿no crees que puedan acusarnos de secuestro o desaparición forzada o algo por el estilo?

—¡Nah! ¿Tú qué dices, Hansy? ¿Buscamos a esa para darle una lección por congelar nuestras pelotas o qué?

—Es demasiado, pensemos en otra cosa.

—¡¿Qué?! Oye, podrías mostrar un poco más de entusiasmo por nuestros planes —lo atajó el castaño, mirándolo con reprobación—. No te entiendo, viejo, para una vez que quiero ayudarte a fastidiar a la princesita de hielo y tú ni siquiera has dicho una sola palabra, mira que eres raro.

—Estoy preocupado por Sitron, ya es el tercer día que no le he visto ni la cola y no sé donde pueda estar —respondió el pelirrojo, taciturno—, he buscado en la lechucería, en los jardines, cerca de la cocina, simplemente no lo encuentro. No sé a donde habrá ido.

—¿Sigue sin aparecer? Estará por ahí jugando —dijo Naveen.

—No, nunca se ha ido por tanto tiempo. Temo que este perdido.

—Es un gato, los gatos no se pierden, aparecerá cuando menos te lo esperes. Déjate de tonterías y concentrémonos en lo importante —replicó Eugene, ignorando la mirada fulminante que el le dirigió con sus ojos verdes—. A ver Naveen, vas a ir a robar la salamandra de Elsa.

—¿Yo? ¿Y por qué no vas tú? ¡Tú eres el que roba cosas!

—Porque, idiota, de mí sospecharían al instante si me ven merodeando por ahí. Además es la única manera de atraerla hasta aquí y así Hans y yo podremos empujarla por el gabinete.

—No me gustan las salamandras y esa mucho menos.

—¿Y? Ya fuiste un sapo ¿no? Debes saber una o dos cosas acerca de reptiles. Seguro podrán entenderse.

—¡Los sapos son anfibios, animal!

—¡Me importa una mierda! ¡Ve por la salamandra!

—¡No! ¡No quiero quemaduras de tercer grado!

—¡Pues usas un hechizo congelante y listo! ¡Mierda, muchachos! ¡Ustedes a veces sí que joden! —Eugene cerró las puertas del gabinete de un portazo y se despeinó el cabello ligeramente— Entonces, ¿listo, viejo? Te necesito alerta y animado para esto, Hansy.

—No, es un plan estúpido y no va a funcionar, porque esa zorrita no es tan estúpida como tú —le espetó el colorado, con una expresión de piedra—. Avísame cuando hayas pensado en una venganza decente y no este patético intento de secuestro exprés. Voy a buscar a mi gato.

El muchacho se retiró con la arrogancia de un príncipe, pese a los reclamos que bramaba su amigo.


Hans conocía lo bastante a su gato como para saber que un par de días de ausencia, no eran motivo de preocupación alguna. El colegio estaba lleno de rincones atractivos para un felino como él, quien de una manera u otra, siempre terminaba apareciendo de vuelta en Slytherin.

Ahora, no obstante, hacía ya tres días que no se veía ni rastro del felino por los alrededores y el joven mago comenzaba a inquietarse.

Por eso era que se encontraba deambulando allí, entre los corredores adyacentes a las mazmorras de su casa, con la esperanza de encontrarlo, y no en el campo de Quidditch planeando estrategias para patear el pálido trasero de Elsa.

En serio estaba empezando a preocuparse.

—Sitron… Sitron, ¿estás aquí?

El pelirrojo dio la vuelta por un pasillo y bufó, desanimado.

—¿Dónde podrá haberse metido? —masculló por lo bajo.

Tendría que comenzar a extender la búsqueda. El solar cercano a la biblioteca, era uno de los rincones preferidos de su mascota. Sin pensarlo dos veces, se dirigió hasta allá, pronunciando en voz alta el nombre del mínimo y chocando sin querer con un cuerpo menudo, que venía en dirección contraria con un par de libros en sus manos.

—¡Ouch! ¡Mira por dónde andas!

—¡Fíjate tú! ¿Qué diablos…? —Elsa se apartó un mechón de la cara y frunció el ceño al verlo— ¡Agh! Westergaard.

Los dos intercambiaron una mirada fulminante.

—¿Qué haces aquí? ¿No deberías estar entrenando con tu equipo? —Elsa se agachó rápidamente para recoger los libros que se había caído al suelo, mirándolo de reojo con suspicacia.

—Eso no te incumbe.

—Tienes razón, realmente me importa una mierda —la chica se incorporó y alzó su pequeña nariz con arrogancia—, al fin y al cabo, es problema tuyo si quieres arriesgarte a perder en el próximo partido.

—Espera.

La rubia se detuvo a pocos pasos de él y lo miró por encima del hombro, desdeñosa.

—Tú… no habrás visto de casualidad a un gato marrón con manchas negras y blancas por ahí… ¿o sí?

—¿Tu gato? —Elsa frunció ligeramente el entrecejo— ¿Está perdido? —musitó, repentinamente preocupada.

—Bueno… hace unos tres días que no se aparece por el dormitorio, entonces…

—¡¿Tres días?! ¿Esperaste tres días para buscarlo? —inquirió la chica indignada—. ¿Qué clase de dueño eres, Hans? ¿Por qué apenas lo estás buscando después de tantos días? ¿No te das cuenta de que podría haberle pasado algo? Podría estar lastimado o atrapado en algún lugar…

—¡No es la primera vez que se va! ¿Sí? Normalmente vuelve después de un día o dos de haber estado haciendo el vago por ahí… solo que esta es la primera vez que se tarda tanto y pues… —el bermejo se rascó la nuca, consternado—, ¡bueno, mierda! ¡¿Lo has visto o no?!

—No —respondió ella, reparando en que tampoco se había topado con el felino en un buen rato, asumiendo que se encontraba en Slytherin.

—Joder.

—¿Buscaste cerca del Gran Comedor?

—Sí.

—¿Y en las cocinas? Tal vez se escabulló allí porque tenía hambre.

—Sí, sí, ¡lo he buscado por todas partes! No sé donde se pudo haber metido —Hans suspiró—, mierda, espero que se encuentre bien.

La blonda se mordió el labio inferior y luego se acercó a él, decidida.

—Hay que buscarlo en más áreas comunes. Algún estudiante debe haberlo visto, todavía hay muchos sitios en los que podemos revisar.

—Espera, ¿quieres ayudarme? —el colorado entrecerró los ojos—, ¿por qué?

La muchacha se ruborizó abruptamente y desvió sus ojos de los suyos.

—No tiene nada que ver contigo, obviamente. Me preocupa el gato —replicó—, me angustia que un animal pueda estar extraviado en un sitio tan impredecible como este, ya sabes que en el colegio nunca se sabe.

—Claro.

—Además, ese pobre gato no tiene la culpa de que tú seas un idiota. Ya bastante debe tener con soportarte a ti. Quién sabe si en realidad quería escapar o algo.

—¡Sitron no escapó a ninguna parte! Para tu información lo cuido bastante bien. Solo está perdido.

—Bueno, aún así necesitarás ayuda para encontrarlo, ¿no? Este lugar es inmenso —repuso Elsa con la expresión altiva de una reina—, ¿dónde están tus amigos?

—Ellos están ocupados.

—Ya veo, pues parece que no tienes opción.

—Parece.

Ambos volvieron a cruzar sus ojos, zafiro contra esmeralda, desafiándose mutuamente.

—¿Y?, ¿por dónde sugieres empezar? —Hans arqueó una ceja.

—En la torre de Astronomía, he visto al gato de Jasmine recostado en la ventana un par de veces. También deberíamos echar un vistazo en el invernadero y en los salones vacíos del ala este.

—Ya —el muchacho se cruzó de brazos—. Estás consciente de que el hecho de que me ayudes con lo de mi gato, no cambia nada entre nosotros, ¿verdad?

—No esperaba menos de ti, Hans.

—Al fin y al cabo, tú eres quien se está ofreciendo a acompañarme. No es como que estés obligada a hacerlo.

—Lo sé, ya te dije que lo hago por el gato —Elsa se dio la vuelta y echó a andar—. Apresúrate, algo me dice que tendremos a aprovechar bien el día.


—¿Qué es esto? —Eugene miró con el ceño fruncido al diminuto reptil que asomaba entre las manos morenas de su amigo.

El pequeño animal lo miró con recelo y se encogió, atemorizado.

—¿Tú qué crees? ¿No querías que trajera esta estúpida salamandra? —Naveen le echó un vistazo a la criatura que sostenía y luego arqueo una ceja.

—¡La salamandra de Elsa es azul!

—Pues esta estaba azul cuando la encontré.

—Idiota, te equivocaste de animal. Eso no es una salamandra, ¡es la rana de la loca de su amiga!

—¿Y cómo se supone que sepa diferenciarlos? ¡Todos los reptiles se parecen!

—Viejo, tú y Hans están haciendo esto muy difícil. En serio.

—Aquí viene, Rapunzel.

—Mierda —Eugene tomó al camaleón que su amigo le extendía con urgencia y esbozó una media sonrisa relajada—, cállate, yo me encargo. Mira rubia, encontramos a tu rana, no tienes que hacer nada para devolvernos el favor. Un simple gracias es suficiente.

La chica llegó hasta ellos con cara de pocos amigos y recuperó a Pascal, quien emitió un chillido agudo al volver con su dueña. Ella lo analizó brevemente y le permitió subir por su hombro para ocultarse en la capucha de su túnica. Acto seguido, la blonda levantó una mano y abofeteó a Eugene, haciéndole voltear la cara con fuerza.

Naveen hizo una mueca de dolor.

—¡¿Qué demonios?!

Rapunzel volvió a asestarle otro bofetón y luego otro más del lado opuesto. Su rostro estaba en llamas.

—¡Maldición, Corona! ¡¿Cuál es tu problema?! —el pardo se llevó una mano a la cara y la fulminó con el mismo enfado.

—¿Cuál es mi problema? ¡Un idiota de Slytherin estaba reteniendo a mi mascota contra su voluntad! ¡Ese es mi problema!

—¡Fue Naveen quién la cogió!

—¡Ya lo sé! Pero no le voy a pegar a una persona de color, ¡eso está mal! —la muchacha se cruzó de brazos, lanzándole una mirada asesina.

—¿Qué? —Eugene la miró, incrédulo.

—No se podía esperar nada mejor de ti, Fitzherbert, eres un ignorante y un imbécil con los animales. ¡Los reptiles y la gente negra merecen respeto!

—¡Sí, idiota! Ten un poco más de consideración.

—Es increíble que pretendas que me desquite con Naveen, sabiendo la opresión sistemática que la hegemonía blanca aún ejerce sobre las minorías como él. ¡Debería darte vergüenza!

—Todos los blancos son iguales. Me dan asco.

—¿Ves? Ya lo incomodamos. ¡Eres un estúpido!

—Estoy muy incómodo, viejo.

—¡Revisa tus privilegios, Eugene!

—Dios —el aludido terminó de sobarse la cara, enfurruñado—. Son unos ineptos.

—¿A quién le llamas inepta, cretino? ¡Quiero saber para que querías a Pascal!

—¡Yo no quería a tu estúpida rana!

—¡No mientas! El pobrecito no deja de temblar, seguro estás tramando algo. Y para tu información, no es una rana, ¡es un camaleón!

—¿A quién le importa?

—A ti seguro que no, ya que no serías capaz de aprender la diferencia aunque te lo explicara cien veces.

—Mira, no interesa lo que sea esa cosa, ¡es patética como tú!

—¿Cómo me llamaste, patán?

—¿Ahora también eres sorda? Me escuchaste perfectamente.

—¡El patético eres tú! Acabas de meterte con la persona equivocada, Fitzherbert.

—¿Ah sí? ¿Y qué vas a hacer? ¿Vas a usar tu cabello anormal para estrangularme?

—¡No necesito usar mi cabello para acabar contigo, idiota!

Rapunzel le dio un empujón que él no tardó en devolverle. Acto seguido, la pareja se puso a pelear con torpeza, agitando los brazos y las manos para tratar de lastimar al otro. Ninguno de los dos se dio cuenta de como Naveen ponía los ojos en blanco y optaba por marcharse, anticipando otro enfrentamiento eterno entre ambos.

—¡Au! ¡Mi nariz!

—¡Ja! —la blonda observó con orgullo la nariz hinchada del joven y se dispuso a atacar de nuevo.

—¡Bueno, ya basta! Esto es estúpido, ni siquiera sé porque tratamos de golpearnos en lugar de pelear con magia.

—¡Si prefieres que te patee el trasero mágicamente, también puedo hacerlo! —Rapunzel sacó su varita.

—¡No! ¡Toma a tu rana y lárgate! Estoy ocupado.

—Sí como no, ¿haciendo qué? ¿Buscando a quién robar para compensar tu falta de autoestima?

—Eso no es de tu incumbencia —Eugene la barrió con desdén.

—Pues sucede que sí lo es, ya que por algo querías a Pascal. O tal vez buscabas otra cosa —los irises esmeraldas de la muchacha lo contemplaron inquisitivamente, antes de detenerse en el mueble a sus espaldas—. ¿Qué es eso?

—¿No conoces los gabinetes? —replicó él, sarcástico.

—Ábrelo.

—No.

—¿Por qué no? ¿Ocultas algo adentro?

—Es solo un gabinete, ¿sí? ¡Hey! —el Slytherin le reclamó al verla abrir las puertas de par en par, con un movimiento de su varita.

Desde donde estaba, Rapunzel recorrió con la vista cada rincón del desvencijado armario, sin identificar lograr identificar nada que resultara extraño o amenazante.

—¿Lo ves? Es solo un gabinete común y corriente. Y está vacío.

Su compañero avanzó hasta el armario y señaló el interior con un gesto teatral de sus brazos, exhibiéndolo tal y como un domador haría con una criatura salvaje.

—¿Satisfecha?

La adolescente enarcó una ceja dorada.

—¿Te puedes largar?

—Mmm… —la chica entrecerró los ojos y lo miró, suspicaz—. Bueno —guardó su varita—, supongo que tienes razón. Eres muy raro, Eugene, y peleas como niña. En fin, diviértete con tu gabinete de mierda, yo me v… —interrumpió su perorata abruptamente, abriendo los ojos como platos y observando tras él con expresión asustada—, ¿q-qué carajo es eso? —señaló hacia el mueble con una mano temblorosa.

—¿Qué? —el mago se dio la vuelta sobresaltado, justo antes de sentir como ella le pateaba la espalda.

Lo último que Eugene escuchó antes de caer en el punto de fuga que se extendía más allá de los límites físicos del gabinete, fue su propia voz, emitiendo un alarido asustado.

...

Al principio le costó recuperar la consciencia. Sentía un dolor sordo en uno de los costados de su cabeza, algo se apretaba firmemente contra sus muñecas, brazos, piernas y pecho. Un par de voces parecían conversar a la distancia, pero no comprendía lo que estaban diciendo. Todo estaba muy oscuro.

—¿Cómo descubriste este lugar?

Una voz familiar llegó hasta sus oídos; al parecer se encontraba más cerca de lo que había creído.

—Ya te dije, baje hasta aquí luego de empujar a Eugene por el armario y vi que era una mazmorra secreta, ¿no es eso algo fantástico?

—Pero, ¿estás segura de que se encuentra bien?

—Lo estará en un momento.

Se removió con bastante esfuerzo, no podía moverse. Entonces, algo largo y húmedo se introdujo en su oreja, haciéndole experimentar un cosquilleo desagradable por toda su columna vertebral.

—¡AGH!

Eugene se despertó sobresaltado, solo para descubrirse en una delicada situación. Estaba sentado en una silla de madera y una hilera de abundante cabello dorado envolvía su cuerpo, sujetándolo con firmeza a la misma. El pequeño camaleón de Rapunzel descansaba sobre su hombro; tan pronto como lo vio consciente, brincó a esconderse entre el pelo de su dueña.

—¿Pero qué…? —el muchacho forcejeó en vano contra las improvisadas ataduras, consiguiendo únicamente que la silla se balanceara peligrosamente.

—Vaya, vaya, miren quien ha despertado —la rubia se acercó a él con una expresión severa en el rostro, acompañada por Bella, quien no se veía muy convencida con la situación—. Parece que la serpiente acaba de caer en su propia trampa, ¿qué te parece, Bella?

—¡Quítame todo este cabello de encima, bruja!

—Rapunzel, esto es ridículo —la atajó la castaña—, ¿ya viste el golpe que tiene en la cabeza? Deberíamos llevarlo a la enfermería.

—¡No hasta que nos de una buena explicación! Robó a Pascal y estaba tramando algo malo con ese gabinete, si no consigo que confiese, ¡al menos me aseguraré de que escarmiente bien!

—¿Yo, escarmentar? Acabas de ganarte un enemigo muy poderoso, Corona.

—No puedes tener a un chico secuestrado aquí, Rapunzel —Bella intentó hacerla entrar en razón.

—Pero sí puedooooooo, ¿no ves? —la aludida hizo un puchero en dirección a su amiga, señalando al joven mago como si se sintiera orgullosa.

—Si alguien se entera de esto, estaremos metidas en serios problemas, además ¿qué se supone que vamos a hacer? ¿Dejarlo encerrado aquí abajo hasta que diga lo que quieras?

—Ah no sé, pensaba más bien en conjurar algunos mocomurciélagos en su cabello o provocar que se haga pipí encima. ¡Eso suena muy divertido!

—¡¿Qué?! —Eugene la miró con ojos desorbitados.

—Punzie, no tenemos tiempo para torturar ni humillar a nadie, vamos muy atrasadas con los deberes de Pociones y tenemos que estudiar para el examen del lunes. Hay que dejarlo ir.

—Pero…

—Pero nada, desátalo y a ver si de paso puedes le puedes curar la cabeza —dijo Bella con autoridad—, estoy segura de que ninguno de los tres desea que nadie se entere de esto.

Rapunzel frunció los labios y se dispuso a liberar al joven, decepcionada.

—¿Sabes, Bella? Siempre he pensado que eres una chica con sentido común, incluso para ser hija de muggles. No como esta loca y la reina de las nieves —el pardo miró con desdén a la blonda, mientras ella refunfuñaba y daba vueltas a su alrededor con el objetivo de desenredar su pelo—, tal vez Hans tiene razón al decir que sus poderes especiales afectan sus facultades mentales. Por algo eres menos estúpida que ellas.

—¿Ah sí? —la chica arqueó una ceja con actitud sarcástica.

—Solo por eso te voy a devolver la pluma a vuelapluma que te robé en tercero. ¡Apuesto a que ni siquiera sospechabas que la tenía yo!

—Ya lo sabía, te vi cuando la tomaste. Recuerdo que te pedí tres veces que me la regresaras.

—Sí claro, me viste. Como si fueras tan rápida.

Bella rodó los ojos.

—Como sea, Eugene Fitzherbert nunca olvida un favor, así que si yo fuera tú me sentiría afortunado. Ya no me voy a quejar de la mierda que Gastón dice acerca de ti.

—¿Y que dice Gastón acerca de mí?

—Ya sabes, cosas como que te ves sexy cuando te estiras para tomar un libro de las estanterías o que se excita cada vez que lo insultas.

—Ugh.

—Lo sé, es un pervertido. Pero al menos no hace lo mismo que Adam.

—¿Qué? ¿Qué es lo que hace Adam? —Bella arrugó el ceño.

—Oh, esa es una cuestión más delicada. Créeme, no quieres saberlo.

—Bueno, pues ahora quiero saberlo. ¡Habla!

—¿Qué es esto? ¿Un interrogatorio en Azkaban o qué? Muero por salir de aquí, ¡apresúrate a desatarme, rubita! Y a ver si haces algo ya con ese golpe, la cabeza me duele como los mil demonios.

Rapunzel le lanzó una mirada de odio.

—Eres un asno, Eugene. ¡No puedes soltar algo así y esperar que no quiera saber nada al respecto!

—¿Por qué te importa? Creí que pensabas que Adam era un hijo de puta con mal genio, del que mientras menos supieras mejor.

—¡Yo nunca he dicho nada como eso!

—¡Claro que sí!

—Lo has dicho, Bella —añadió su amiga.

—Bueno, pues no te incumbe para que quiero enterarme. Ese es mi problema.

—Bueno, pues lo que salga de mi boca también es mi problema.

—Ya veo. Muy bien —Bella miró a Eugene con frialdad, antes de volverse hacia su amiga—, ¡amárralo!

—¡¿Qué?! ¡NO! ¡NOOOO!

Lo último que Eugene pudo ver antes de derrumbarse con todo y silla, fue un inmenso mar de cabello que lo envolvía sin compasión.


Elsa dejó escapar un largo suspiro y se apoyó contra la pared, llena de cansancio y frustración. Había imaginado que la que tenían por delante no iba a ser una tarea sencilla, no obstante, a esas alturas, el vago resquicio de esperanza que guardaba para sí misma comenzaba a transformarse en desilusión.

Todos sus esfuerzos por encontrar a Sitron habían sido en vano. Y ahora realmente estaba preocupada.

Tanto como su dueño.

—Esto es inútil —murmuró Hans, mesándose los cabellos pelirrojos con una mano y dejándose caer contra la pared contraria—. No vamos a encontrarlo.

—El castillo es muy grande…

—Exacto, podría estar en cualquier sitio. Nos llevaría semanas o más explorar todos los lugares que conocemos.

La chica frunció los labios.

—No podemos darnos por vencidos. Piensa, ¿dónde fue el último sitio en donde lo viste?

—Ya te lo dije, fue en el solar cerca de la biblioteca —respondió él, rodando los ojos—. Ya hemos recorrido todos sus rincones favoritos del colegio. Al menos los que yo conozco.

—Hay muchos lugares en los que podría ocultarse un gato…

—¿Están buscando a un gato?

La vocecita aguda de Charlotte Labouff resonó a sus espaldas. La angustiada rubia se acercó a ellos, apenas volvieron sus cabezas.

—Mi pequeño Marcel desapareció, siempre estaba en la sala común o en mi dormitorio. Suele despertarme por las mañanas antes de que suene el reloj para que le acicale el pelo. ¡Y ahora no está por ninguna parte!

—¿Tu gato también está perdido? —Elsa parpadeó con sorpresa al escucharla.

—¡Lo extraño muchoooooo! —la joven Hufflepuff rompió a llorar con desconsuelo.

Hans hizo una mueca de hastío.

—¿Hace cuánto que no ves a tu mascota, Lottie?

—Hará cosa de un par de días.

—Hum… —la platinada se volvió con intriga hacia el Slytherin.

Era prácticamente el mismo período de tiempo en el que se había esfumado Sitron.

—¡Eso no es todo! Escuché que una de las niñas de primer año también acababa de perder a su gatito esta misma tarde. Ya sabes, ese pequeño adorable de pelaje naranja y rayas.

—Oh no. ¿El de Jennifer?

—¡Sí! También me comentaron que Hiro Hamada estaba buscando a su gato Mochi desde ayer. ¡Y las hermanas Tremaine! Ellas también perdieron de vista a su querido Lucifer.

El semblante de Elsa se ensombreció mientras reflexionaba en la información de su compañera. Cinco gatos desaparecidos en el transcurso de pocos días. No era coincidencia.

Algo muy raro estaba pasando en Hogwarts definitivamente.

—¿Estás pensando lo mismo que yo? —Hans la miró con la misma expresión de seriedad en los ojos.

—Sí. Y no es nada bueno.

—¡Ya no sé que hacer para encontrar a Marcel! El profesor Mattias dijo que iba a informárselo a los elfos domésticos para que buscaran por todo el colegio, pero no sé si sea suficienteeee —Lottie volvió a lloriquear como una niña.

—Tranquila Lottie, te prometo que nosotros intentaremos encontrarlo —le aseguró Elsa, tocándole un hombro—. No sé como, pero vamos a tener que llegar al fondo de este asunto.

—¿En serio? —la chica se descubrió la cara y clavó en ella sus orbes azules y manchados de delineador corrido, llenos de anhelo.

Elsa asintió, ignorando la mirada ceñuda de su compañero.

—¡Oh gracias, Elsa! Tú siempre tan bondadosa —Lottie la envolvió en un abrazo repentino que le cortó el aliento—, por favor, encuentra a mi pequeño Marcel, él lo es todo para mí. ¡Devuélveme a mi bebeeeeeé!

Hans negó con la cabeza mientras la miraba marcharse, berreando como una condenada.

—¿Por qué le prometiste eso? No tenemos ni la más mínima puñetera idea de donde puede estar Sitron, ¡y ahora tenemos que encontrar a otro gato!

—Cinco gatos extraviados no es cosa del azar, estoy segura de que todos deben haber desaparecido por la misma causa.

—¿Y?

—Y, si es así todos deben encontrarse en el mismo sitio. ¡Piensa, Westergaard!

El colorado respingó exasperado.

—Aunque así fuera, ¿cómo vamos a descubrir que mierda es lo que pasa aquí? ¡Llevamos toda la mañana buscando en balde!

—Fácil. Hay que ir a hablar con todas las personas que perdieron a sus mascotas, tal vez eso nos dé un patrón o alguna pista de lo que ocurre. ¡No pudieron desvanecerse sin más del colegio!

Un gruñido proveniente del estómago de la rubia los sorprendió a ambos, haciendo que las mejillas de la joven se pusieran del color de la grana.

—Y también hay que ir por algo de comer, ya pasó la hora del almuerzo —apuntó el mago, arqueando una ceja.

—Sí.

Los dos se pusieron en marcha con el propósito de continuar su investigación, no sin antes hacer una rápida parada por las cocinas.


Rapunzel tomó la sartén por el mango y la descargó indolentemente sobre la cabeza de Eugene, quien volvía a estar atado a la silla con el doble de cabello que antes.

—¡AGH!

—¡Eso es lo que te ganas por meterte con un águila de Ravenclaw! Serpiente rastrera… ladrona… chismosa… vanidosa… entrometida… —cada epíteto abandonaba sus labios conforme descargaba un golpe sobre el indefenso Slytherin.

—¿De dónde sacaste esa sartén, Punzie? —inquirió Bella.

—¡La encontré en el rincón! Hay algunas cosas raras en este lugar, mira.

La joven atisbó a su alrededor, guiándose con la luz que emanaba de las poderosas hebras de sol de su amiga. La mazmorra habría estado vacía, sino fuera por ciertos objetos que yacían desperdigados por ahí. Pudo ver un par de libros, una lamparilla desvencijada e inservible, platos ajados, una enorme almohada sucia, un caldero y un jersey de muy mal gusto.

—Ah, es verdad. Un momento… —Bella entrecerró sus ojos avellanas al vislumbrar un libro que le resultaba familiar. Lo levantó y sopló sobre la tapa, limpiando la capa de polvo que lo cubría—, ¡esto es mío! Es el libro de cuentos que me regaló papá antes de venir a Hogwarts, ¡estuve buscándolo por todas partes! Creí que se había perdido.

—No, yo lo robé. Nunca te diste cuenta porque estabas muy ocupada llorando por el regalo de tu papito —le espetó Eugene.

—Ah sí, fue esa vez que Aladdin te retó y terminó ganando porque es mejor ladrón que tú. Hasta en eso eres mediocre —le dijo Rapunzel, desdeñosa.

—¡Me ganó solo porque tuve un accidente!

—Por eso conocías este lugar, ya veo. Así que fue aquí en donde te perdiste aquella vez en primer año —Bella pasó las páginas del libro con cuidado—, ¿por qué querrías volver aquí? Aún recuerdo cuando te llevaron a la enfermería después de encontrarte, estabas pálido y no dejabas de lloriquear.

—No estaba lloriqueando. Y eso no les interesa.

—Dale con la sartén, Punz.

Rapunzel volvió a golpearlo.

—¡Ya basta! ¡Esto es inaudito, zorras!

—Cállate, tú eres inaudito —la rubia le propinó un empujón—, ¿qué vamos a hacer ahora, Bella? ¿Hacemos lo de los mocomurcielágos?

—Por lo pronto, dejémosle un rato aquí. Tal vez un tiempo encerrado le sirva para pensárselo mejor y decirnos cuales eran sus intenciones, estoy segura de que no se trataba de nada bueno.

—No me molesta hacer eso, pero me está dando hambre.

—Sí, ya casi va a ser hora del almuerzo.

—¿Lo desmayamos?

—Mejor que alguien se quede con él, no hay que arriesgarse.

—¡Ajá! —Eugene logró alcanzar el bolsillo de su túnica con dos de sus dedos, solo para descubrir que estaba vacía—, oigan ¡¿dónde mierda está mi varita?!

—La escondí. No la vas a encontrar nunca.

—Seguro la pusiste en ese caldero viejo.

Rapunzel enrojeció de repente.

—¡No! ¡No está en ese estúpido caldero viejo! ¿En serio me crees tan tonta? ¡La puse en otro lugar!

—¿Qué otro lugar? Está allí y lo sabes, te vas a arrepentir si no la sacas de ahí ahora mismo.

—¿Ah sí? Pues eso quiero verlo, maldito acumulador de las cosas ajenas.

—Lo verás cuando sea el momento, prófuga de la peluquería, de eso puedes estar segura.

—¿Y por qué no ahora, papanatas? Tal vez este sea el momento.

—¿Por qué no? Desátame, dame mi varita y te pateo el trasero como Dios manda.

—Claro, tú no puedes resolver tus problemas como un hombre sin magia de por medio. Apuesto a que usarías uno de tus trucos baratos para sabotearme, como la serpiente tramposa que eres.

—Así que ahora hablamos de trampas, ¿eh? Yo no soy quien necesita usar veinticinco metros de cabello mágico para inmovilizar a sus enemigos, cretina. Eso sí es hacer hacer trampa, típico de los fenómenos como tú.

—¡¿Qué?! ¡Repite eso, mequetrefe!

—Fenómeno. Eso es lo que eres.

—¡Cleptómano de mierda!

—¡Zorra mutante!

—¡Ya basta! —Bella los observó con horror.

—¡Sé que mi varita está en el estúpido caldero viejo!

—¡Voy a llevarme el estúpido caldero viejo! —exclamó Bella y a continuación cogió el objeto exasperada—. Dios, en serio pueden ser peores que Hans y Elsa cuando se lo proponen.

—Nadie es peor que Hans y Elsa —repuso Rapunzel.

—Pues tal vez no, pero ustedes están muy cerca. Al menos ellos tienen más madurez para insultarse —replicó Bella, alzando una ceja—. Ahora voy a buscar algo de comer, antes de que me dé una jaqueca. No tardo.

—¡Hey! ¿Qué hay de mi varita?

—Yo voy a guardar tu varita —la chica extrajo la vara y se la metió en el bolsillo, ante los ojos desesperados del muchacho—, te la devolveré cuando te soltemos. Trata de no matar a Fitzherbert mientras regreso, ¿quieres, Punzie? —tomó su libro y el caldero y se dispuso a subir hasta la entrada del gabinete, trepando por la hilera de cabello que había sujetado su amiga.

—No prometo nada pero voy a intentarlo. Y si ves a Elsa por ahí, dile que le tengo una sorpresita, je je je je je je…

Eugene vio como la muchacha se escabullía con desazón, dejándolo indefenso. Observó por el rabillo del ojo a Rapunzel, que tarareaba una alegre canción y jugaba con su mascota, como si hace tan solo un minuto no hubiera estado gritándole.

Tragó saliva.

Si no encontraba la manera de salir de allí pronto, esa loca era capaz de estrangularlo o colgarlo de cabeza.

Un escalofrío le recorrió la espalda.

No era la primera vez que se metía en serios problemas, Eugene estaba familiarizado con ellos; aunque definitivamente nada lo preparaba a uno para encontrarse aprisionado por cientos de kilos de cabello rubio, sedoso y fuerte como una piedra.

Y si algo había aprendido de los chicos con poderes especiales, (sobre todo tras atestiguar los numerosos enfrentamientos entre Hans y Elsa, en los que el pelirrojo por lo general salía perdiendo), era que nunca debías hacerles perder el control.

Nunca.

Se aclaró la garganta, irguiéndose como pudo en la silla.

—Oye, rubia.

La blonda se volvió hacia él con ojos suspicaces.

—¿Por qué no intentamos arreglar esto como personas civilizadas? Ninguno de los dos quiere estar aquí realmente. Este lugar es un asco.

—¿Quién lo diría? El gran Eugene Fitzherbert dispuesto a hacer las paces con un fenómeno.

—Disculpa por haberte llamado así. No debí decir eso, fue muy inmaduro de mi parte.

—Tú sí eres un cleptómano de mierda.

—Sí, supongo que me lo merezco por lo de tu rana. Perdona también por eso, ¿sí?

La chica suspiró.

—¿Sabes, Eugene? No entiendo porque eres tan imbécil a veces. Las personas con poderes especiales no pedimos nacer así. ¿Por qué tienes que ser tan insensible?

—¡No sé! Supongo que a veces me siento… intimidado.

—¿Intimidado?

—Bueno… sí. Ahora mismo estoy atado con cabello y no siento las manos ni los pies.

—Eso no es excusa para meterte con nosotros y lo sabes. Yo pensaba que no eras tan malo en el fondo, parecías ser un poco más maduro que tus amigos.

—¿En serio? —Eugene parpadeó, sorprendido.

—Eso pensaba hasta que empezaste a comportarte como Hans. Francamente ambos son repugnantes, dos perras mimadas que ladran sin motivo debido a un montón de prejuicios estúpidos.

—¡Oye! Mide tus palabras, Corona. Tú no sabes una mierda.

—¿Eso crees?

—Es obvio.

—Quien no sabe una mierda de nada eres tú —Rapunzel se sentó en el piso frente a él, colocándose en posición de loto sobre su propio cabello—. ¿Sabes? Conozco a Hans desde que éramos muy pequeños, de hecho lo conozco mucho mejor que tú. Sabes que mi papá es tan importante como el suyo. Por eso sé que su familia le ha llenado la cabeza de mierda y por lo tanto él es mierda también.

—¡Ahora tú estás siendo prejuiciosa!

—Es la verdad y lo sabes. Tal vez a ti no te conozca mucho, pero no hay que ser un genio para notar de lo que careces. Sé que te gusta llamar la atención porque tu padre no te presta demasiada, aunque yo no creo que sea una mala persona. Él no te ha enseñado a despreciar a los magos y brujas con poderes especiales, ¿o sí?

Eugene resopló.

—Yo no odio a los magos y brujas especiales, solo pienso que a veces abusan de sus talentos. Y no es justo para el resto de nosotros.

—Ese es el mismo argumento de porquería que siempre usa Hans. ¡No puedo creer que te dejes influenciar por alguien como él!

—¡Yo no me dejo influenciar por nadie!

—Pues eso parece.

—¿Y cómo no quieres que piense como él cuando acabas de secuestrarme? ¡Mira como me tienes ahora! ¡Estás privándome de la libertad con tu cabello mágico! Hablaba muy en serio cuando mencioné lo de mis manos y pies, que lo sepas.

La muchacha dio un respingo y aflojó un poco las hebras que sujetaban sus muñecas y tobillos.

—¿Mejor?

—Seh, gracias.

—No deberías ser tan cerrado de mente, Eugene, las personas con poderes especiales no siempre podemos controlar lo que hacemos. Es horrible que los demás piensen que tenemos malas intenciones, cuando solo nos esforzamos por encajar. Además, para ser justos, eres el único al que he privado de su libertad. Pero no es como que quiera hacerte algo malo realmente. Solo estoy tratando de entenderte un poco.

—¿Ah sí? ¿Y por qué?

—No sé, tal vez esté loca, pero a veces sigo pensando que no puedes ser tan malo como quieres hacer ver —la jovencita tomo el almohadón que descansaba en el piso y lo contempló como si fuera lo más interesante en la habitación—. Probablemente solo me equivoque.

El pardo sintió un cosquilleo en el estómago que lo tomó por sorpresa.

—Bueno... tal vez... puede que tengas razón. Soy ignorante y prejuicioso, solo porque es más fácil juzgar lo que no puedo entender. Pero la verdad es que siempre he admirado tus poderes capilares.

—¿Lo dices en serio? —ella lo miró, anonadada.

—¿Cómo no admirar algo tan asombroso? La manera en la que curas a las personas que lo necesitan, como tu pelo brilla en la oscuridad y sube por las paredes, igual que una enredadera de oro —afirmó él, provocando un intenso sonrojo en su compañera—, es extraordinario, Rapunzel. Tú eres extraordinaria. Pero me cuesta mucho admitirlo, porque no soy bueno para expresar lo que siento. Mi madre murió cuando era muy pequeño y mi padre nunca estaba en casa, él pensaba que era más importante viajar y atender sus negocios, que quedarse a pasar un día entero conmigo. Jamás tuve a nadie que me enseñara lo que eran el amor o la amistad. Creo que por eso siento la necesidad de hurtar las cosas de los demás, en especial las que son importantes para ellos. Hay un vacío en mí que anhela ser llenado con desesperación.

La joven bruja lo miró con lástima.

—Eugene, no tenía idea...

—¿Pero sabes qué? Tienes razón, no es justo que me desquite con las personas que son diferentes, ¡he sido imbécil, desconsiderado, prejuicioso y muy ignorante! Acabas de abrirme los ojos. De hecho, me alegra que me encerraras aquí para tener esta conversación. Quiero ser una mejor persona, rubia y si tú me lo permites, creo... creo que yo también puedo tratar de entenderte. Dejar mis prejuicios a un lado. ¿Así que por qué no me desatas y salimos de aquí para aprender más el uno del otro en un sitio que no apeste a orina de rata?

—Buen intento —Rapunzel sacó la funda de la almohada y la deslizó sobre su cabeza.


Elsa y Hans se detuvieron frente a la puerta de los baños del sexto piso. La rubia miró suspicazmente a su alrededor, con la esperanza de encontrar alguna pista que les ayudará en su búsqueda.

—Esto es ridículo. Nadie viene nunca por aquí.

—Con esa actitud nunca vas a encontrar a tu gato.

El pelirrojo bufó y se despeinó el cabello, cansado. Se habían pasado toda la tarde yendo tras las personas que habían perdido a sus felinos.

Después de hablar con Hiro Hamada y tras analizar los detalles de cada una de las desapariciones, el niño había llegado a la conclusión de que todos los mininos debían haberse extraviado entre el quinto y el séptimo piso, dados los lugares por los que solían moverse.

—No creo que Sitron se acercase a un lugar como este, odia los sitios húmedos.

—Yo tampoco creo que ninguno de los animales viniera hasta aquí por su cuenta, a menos que hubieran sido atraídos por alguien… o por algo.

—¿Qué quieres decir?

Elsa bajó la mirada y descubrió que el piso se encontraba húmedo.

—Alguien ha estado aquí —murmuró.

—Se supone que estos baños están en desuso.

La chica se puso en cuclillas y tocó el hilillo de agua que emanaba del baño con los dedos.

—Agh, ¿siquiera sabes de dónde viene esa agua?

—¡¿Quieres callarte?! ¡Intento concentrarme! —Elsa se ruborizó profusamente y cerró los ojos, concentrándose en el líquido (e intentando ignorar a toda costa lo dicho por el cobrizo).

Partículas de agua se elevaron al instante, formando la escultura gélida de un animal diminuto que instantáneamente pareció cobrar vida.

—¿Qué demonios…? —Hans contempló anonadado como el gatito merodeaba por el corredor, recreando lo que debía haber sucedido unas cuantas horas atrás.

El mago miró a su compañera con el ceño fruncido.

—¿Cómo lo haces?

—¿Esto? Ahm, estuve practicando con la profesora Yelena —Elsa desvió la mirada, azorada—. Es un beneficio adicional de mis habilidades que acabo de descubrir.

—¿Beneficio adicional?

—Ella lo llama la memoria del agua, es muy útil cuando deseas revelar lo que ha ocurrido en un lugar determinado, siempre que haya un cuerpo de agua cerca, claro está. Nunca se me habría ocurrido usar mis poderes de este modo.

—Ya —Hans hizo una mueca, reprimiendo un comentario desagradable.

No podía ser desagradable con ella cuando no tenía la culpa de sus habilidades, que despertaban en él tanta envidia como admiración. Finalmente había encontrado un uso constructivo. Y encima lo estaba empleando para ayudarlo.

Elsa siempre encontraba una nueva forma de sorprenderlo.

—Ese debe ser Oliver, la mascota de Jenny —dijo la rubia, apuntando al animalillo—, algo lo está llamando.

El gatito se decidió a entrar en el baño. Aparentemente, estaba siendo atraído por algo que eran incapaces de ver.

Fueron tras él.

El pequeño se detuvo frente a una fuente amplia, que reposaba en el centro de la habitación y emitió un maullido. Apenas y fueron capaces de captar una sombra que se movía rápidamente a su alrededor.

Oliver erizó su lomo y siseó con desagrado. La sombra desapareció tras la fuente y acto seguido, un chorro de agua brotó con violencia de su centro, asustando al felino y provocando que se echara a correr.

—¡Tras él! —Elsa salió disparada tras el gatito y sacó su varita.

Por el rabillo del ojo, vio la sombra que se deslizaba sobre la pared como un relámpago y se perdía al doblar por el pasillo, lo mismo que Oliver. La chica derrapó al dar la vuelta y estuvo a punto de caer. Un par de brazos la sostuvieron antes de que llegara al piso.

Alzó la mirada y enrojeció al ver los orbes esmeraldas, que la observaban profundamente.

—Cuidado reinita, no quiero interrumpir esta emocionante aventura si te rompes el trasero o algo.

—¡Oh, déjame en paz! —Elsa se enderezó a toda velocidad y se alejó de él, como si su contacto le quemara.

Hans miró hacia adelante.

—¿A dónde se fue?

—No sé —la muchacha se mordió el labio—, creo que lo perdí.

—¿Qué era eso?

—No estoy segura.

Una risita maliciosa los puso alerta. Ambos empuñaron sus varitas y avanzaron por el corredor desierto. No había rastro de Oliver por ninguna parte.

De repente, un ruido rítmico y claro hizo eco en las paredes del pasadizo.

Pasos.

—¡Por allá!

Los chicos echaron a correr al distinguir una silueta a lo lejos, hecha de la misma magia que el gatito de hielo. Era una estudiante.

—¡Oye! —gritó— ¡Alto! ¡Espera!

La figura se desvaneció antes de que pudieran llegar hasta ella, dejando una estela de gotas brillantes sobre el suelo. La platinada se detuvo sin aliento y bajó la varita.

—¿Y ahora qué?

—Shh —Hans se llevó una mano a los labios y ella lo miró arrugando la frente. Había escuchado algo.

Un par de voces hablaban a la distancia.

—Sígueme —murmuró él al tiempo que se adelantaba y volvía a empuñar la varita.

El pasillo se volvía más oscuro y angosto, a medida que se internaban en él. Elsa nunca había estado en aquella sección del colegio; sin embargo, se hacía una idea de donde se encontraban. Bella le había mencionado alguna vez que existían alas enteras desocupadas; algunas se mantenían invisibles dependiendo de la estación o la fecha, otras más estaban encantadas o simplemente habían dejado de resultar cómodas para las clases. (Tanto leer Historia de Hogwarts daba sus buenos frutos de vez en cuando).

Las voces provenían de una de las tantas aulas vacías que llevaban años en desuso.

—… y si alguien se entera de esto, ¡ahora sí me van a expulsar!

—Relájate.

—¿Cómo quieres que me relaje cuando mi culo está en peligro? Sabía que no debía tomar esa cosa.

La pareja se detuvo detrás de la puerta entreabierta y echó un vistazo hacia el interior. Elsa abrió la boca con sorpresa al descubrir a sus ocupantes.

—Oye, no es para tanto, todo estará bien. Antes de esta noche, recuperaremos el ojo y todo esto habrá concluido.

—Pero, ¿qué pasa si Pan lo cuenta todo? Creo que el profesor Mattias ya sospecha algo, alguien fue a decirle lo de los gatos…

—A ese imbécil no le conviene decir una sola palabra. Además voy a asegurarme de no dejar ningún cabo suelto. Tú te encargarás de que los gatos regresen con sus dueños y yo de ocultar la evidencia.

—Oh.

—Voy a colocarla entre las cosas robadas de Eugene. Así, si se descubre que alguien estuvo por ahí petrificando a los animales de los otros, él tendrá la culpa.

—Genial.

—¿En serio?

—¿Qué?

—Nada, creí que saldrías con algún discurso moral sobre la justicia o algo por el estilo. No esperaba que estuvieras de acuerdo.

—¿Bromeas? Al carajo la justicia, odio a ese sujeto. Si vamos a inculpar a alguien, mejor que sea él.

—Wow, en serio soy una mala influencia para ti. Bueno, me parece bien que estemos de acuerdo.

—Pues bien.

—Aunque no creo que lo expulsen, con todo el dinero que dona su padre. Igual será divertido.

—Me encanta cuando eres mala.

—Y a mí me encanta cuando te apoderas de la propiedad ajena. ¡Todas estas cosas robadas me ponen a cien!

—Cálmate Jasmine, no es el momento.

—Nunca es el momento contigo.

—Ya te dije que todavía no estoy listo.

—¿No estás listo o no quieres hacerlo conmigo?

—¡Ese no es el problema! Solo quiero que sea, ya sabes, especial.

—Aww, eres tan inocente. Tú confía en mí.

—Me pones nervioso cuando haces eso…

—Solo déjate llevar.

—No Jasmine, ¡quieta!

—¡Alto! —Elsa abrió la puerta de par en par, incapaz de soportar la bochornosa escena.

—¡Elsa! —la chica morena abrió los ojos con sorpresa y se apartó de su compañero, acomodándose la corbata— ¿Q-qué hacen aquí, muchachos? ¿Se perdieron?

—Deja de disimular mujerzuela, estuvimos escuchando todo —Hans la apuntó con su varita—, sabía que había algo turbio tras la desaparición de Sitron. Él no se habría ido sin más.

—¿Dónde están los gatos desaparecidos? ¿Qué hicieron con ellos?

—Cuidado con lo que insinúan —replicó Jasmine—, no están en la mejor posición para reclamar nada. Son dos estudiantes blancos metiéndose con una de las minorías étnicas del colegio —negó con la cabeza, altaneramente—, eso no se ve bien. Eso no le va a gustar nada al director y lo saben.

—¡A la mierda con el progresismo del director! ¡¿Dónde está mi gato, idiotas?!

—Cálmate viejo, no es lo que parece —Aladdin alzó las manos para intentar calmar los ánimos.

—¡No me digas que me calme, imbécil! ¡Quiero a mi gato, antes de que convierta tus bolas en papilla!

—¡Eso es agresión! ¡Lo atacas solo por ser árabe, malnacido!

—¡Basta! —Elsa obligó al pelirrojo a bajar su varita bruscamente— ¡Esto es en serio! Dejen todos de gritar y de acusarse de cosas sin sentido, ¿qué está pasando aquí?

—Ay Alá —Jasmine revoloteó los ojos—, supongo que nos descubrieron. Y yo que esperaba poder manejar este asunto con discreción.

La rubia arqueó una ceja, invitándola a explicarse.

—Nosotros no hicimos nada con los gatos, solo los colocamos en un lugar donde estuvieran a salvo hasta que pudieran regresar con sus dueños.

—¿Dónde?

Jasmine señaló un rincón. El aula se encontraba atestada de objetos de la más variada procedencia, desde útiles escolares mágicos hasta enseres inservibles, pasando por túnicas viejas, dulces sin abrir y bastantes objetos muggles.

Hans esquivó un montículo de objetos para descubrir los cuerpos inmóviles de varios felinos. Todos los mininos extraviados estaban ahí, incluyendo a algunos que desconocían, grandes y pequeños, de ojos y pelaje distintos.

—¡Sitron! —el cobrizo se agachó junto a su gato al reconocerlo. El pobre permanecía inmóvil, con una expresión de miedo y enfado en su rostro diminuto, como si lo hubieran tomado por sorpresa— ¿Qué te hicieron, amigo?

Elsa se volvió hacia los otros, acusadora.

—Oh no, ya les dije que nosotros no tenemos que ver nada con esto —habló Jasmine—, ¿en serio piensan que seríamos capaces de hacerle esto a un animal que no se puede defender? En lo personal no me molestaría petrificar a algunos idiotas, sí, como Gastón o Vanessa…

—O Anna —sugirió Aladdin.

—Sí, todos estamos de acuerdo en que sería increíble no volver a escuchar la vocecita chillona de esa estúpida, ¿no? —Elsa bajó ligeramente su varita, cediendo a la lógica de sus argumentos—. Pero nunca le haríamos daño a un gato y mucho menos yo. Amo a esos bastardos de cuatro patas más que cualquier otra persona en Hogwarts. Lo sabes bien, Hans.

El mencionado la miró por encima del hombro con suspicacia.

—Es cierto —resopló, odiando darle la razón—, sé que amas a tu gato. Y Anna es una mierda.

—Pero entonces, ¿qué sucedió?

Jasmine y Aladdin se miraron entre sí con dubitación.

—Bueno, todo comenzó cuando Al robó algo de una tienda de objetos mágicos en el Callejón Diagon, una piedra pequeña y redonda —explicó ella—, al principio no pensábamos que fuera la gran cosa y solo se quedó arrumbada por aquí. Hasta que ese idiota de Pan descubrió su escondite.

—¿Peter? ¿Estuvo merodeando aquí?

—Sí, ya saben como le gusta levitar por allí y meterse donde nadie lo llama. El caso es que, al parecer estuvo esculcando las cosas robadas de Aladdin y se dio cuenta de que ese objeto no era una simple piedra, sino un ojo de basilisco. Lo confirmé hace unos días, después de hallar al primer gato. Y esa perra sabe como usarlo, porque desde entonces no ha parado de jugar y petrificar a todos los que se encuentra por ahí.

—¿Por qué no lo detuvieron?

—Oye, ¿has intentado atraparlo alguna vez? Es más rápido que una snitch. Y se ha vuelto peor desde que descubrió que podía desprenderse de su sombra. En serio, ya no lo aguanto.

—La sombra —Elsa parpadeó al recordar—, ¡fue su sombra lo que vimos en los baños!

—Sí, esa ha sido su táctica para atraer a estos pobres pequeños.

—¿Por qué no informaron a ningún profesor si sabían lo que estaba haciendo? ¡Tú eres prefecta, Jasmine! Debiste hacerlo.

—¿Y dejar que me castiguen a mí? —inquirió Aladdin— No, gracias. ¡Podrían incluso expulsarme si esto se sale de control!

—Ya se salió de control.

—No se ha salido de control. Tengo un plan para solucionarlo.

—¿Culpar a Eugene es parte de ese plan?

—No me hables como si tuvieras alguna especie de superioridad moral, Hans, no eres nadie para recriminarme. Además no es para tanto, igual su padre iba a pagar para que el colegio se hiciera de la vista gorda. Esa es la diferencia entre Al y ese aficionado, ¿entiendes? Todo habría salido a pedir de boca…

—Hasta que llegamos nosotros, ¿verdad? —repuso el colorado con sarcasmo.

—Está bien, admito que nos atraparon. Ahora tendré que pensar en otra estrategia.

—Así que aquí es donde guardas todo lo que has hurtado desde que entraste al colegio —Elsa miró a su alrededor con el ceño fruncido—. Cuantas cosas…

—Lo sé, es muy bueno. No encontrarás un sitio más atestado que este en todo Hogwarts. De hecho, lo bautizamos como la Cueva de las Maravillas —afirmó Jasmine—. Es impresionante.

—No, es enfermo. Necesitas ayuda, Aladdin.

—Tengo un problema.

Elsa desvió sus ojos de cielo hacia el pelirrojo, que contemplaba a su mascota con impotencia. El corazón se le encogió.

—¿Qué va a pasar con los gatos? No pueden dejarlos así.

—Ese no es inconveniente, la señora Potts tiene un antídoto en su gabinete, ya lo verifiqué. Aladdin va a tomarlo esta noche. Antes de que amanezca estos pequeñines volverán a la normalidad. Ya verán.

—Pues más vale que funcione, porque hay varios chicos angustiados preguntándose en donde están.

Jasmine y se inclinó a un lado de su compañero, suspirando.

—Oye Hans, sé que tú y yo hemos tenido nuestras diferencias, pero en serio lamento lo sucedido. No queríamos afectar a nadie. De un Slytherin a otro, te prometo que voy a ayudar a tu gato y patearé el trasero de ese marica levitador. Pero voy a necesitar que pongas de tu parte, tenemos que trabajar en equipo si queremos resolver esto. Entonces, ¿qué dices?

El mago dejó escapar un largo suspiro antes de mirarla.

—¿Qué tienes en mente?


Nada más regresar la mazmorra secreta, Bella fue recibida por el alegre parloteo de Rapunzel, que en ese momento tarareaba alegremente mientras decoraba una de las paredes de piedra con su pincel mágico, mismo que siempre llevaba consigo a todas partes.

El delicado instrumento (un regalo especial de sus padres por su cumpleaños número trece), estaba forjado en oro puro y despedía estelas de luz de colores cuando la chica trazaba con él en cualquier superficie.

En aquel momento acababa de esbozar un magnífico cielo estrellado que dejó a su amiga sin aliento.

—Punzie, ¿por qué le pusiste esto en la cabeza? —la castaña colocó en el suelo una bandeja llena de comida, sin apartar los ojos del mural y retiró la funda que cubría la cabeza de Eugene, desvelando su semblante demacrado.

—Solo estaba dándole un poquito de tiempo fuera a Eugene para que pudiera reflexionar sobre los motivos que lo han llevado a convertirse en un patán prejuicioso que únicamente es capaz sentirse bien consigo mismo cuando está hurtando la propiedad ajena. Wow, ¡todo lo que trajiste se ve riquísimo! Veo que hoy los buenos elfos de la cocina hicieron sopa de avellanas.

—Déjenme salir de aquí —suplicó el muchacho con voz ronca.

—No hasta que nos digas que estabas tramando —replicó Bella con seriedad.

—¿No te encanta lo privado que es este lugar? Hay tanta tranquilidad aquí, estaba pensando que una vez limpio y ordenado podría convertirse en una habitación encantadora. ¡Mira que linda está quedando esta pared! Podríamos transformar este sitio por completo.

—Esa no es mala idea, Elsa podría crear algunas esculturas de hielo y una escalera decente para entrar y salir.

—¡Será nuestro nuevo refugio de chicas!

—Naveen va a venir a buscarme, ¡él sabe que estoy acá!

—No, no lo creo. Estaba muy ocupado molestando a unos chicos blancos de primero.

—¿En serio? Que horrible.

—Eso no es todo, Merida llegó a decirle que se metiera con alguien de su tamaño y el muy imbécil se burló de su pelo, debiste ver lo mucho que se molestó, por poco incendia el corredor.

—Es que siempre ha sido sensible con el tema de su cabello. ¡A mí me parece un hermoso matorral escocés!

—Sí, eso fue lo que le dijo Moana y luego le lanzó un Expelliarmus a Naveen justo en las bolas.

—¡Cielos! ¿Y entonces que pasó?

—Nada, estuvo retorciéndose en el piso por cinco minutos completos, antes de atacarla de vuelta. Hicieron un desastre y la profesora Dunbroch los castigó. Y ahora los tres están limpiando las estanterías de la biblioteca por causar un escándalo. Así que va para largo.

—Que mal, pero él se lo merece por abusivo.

—Sí, ya era hora de que alguien no blanco le diera su merecido.

—¡Mierda!

—Estás solo, nadie va a venir a rescatarte —murmuró Rapunzel al oído del mago, provocando que palideciera.

—Sí, la verdad es que tampoco he visto a Hans por ahí, ni siquiera estaba entrenando con su equipo de Quidditch. No creo que ande ni cerca. Definitivamente tendrás tiempo de sobra para reflexionar, Fitzherbert.

—¿No es extraño que Elsa tampoco aparezca desde el desayuno? No te habrás topado con ella, ¿o sí?

—Pues no, tampoco la he visto. ¿Insinúas que están juntos?

—¡Nah! Es ridículo, si estuvieran juntos ya lo sabríamos. Alguna tormenta invernal se habría desatado en el castillo, o Marshmallow se habría aparecido por ahí —dijo Rapunzel sonriendo socarronamente

—Eso en el mejor de los casos.

—Oigan, tengo que ir al baño, tomé mucho zumo de calabaza en la mañana y mi vejiga está a punto de estallar.

La rubia tomó el caldero vacío que se había quedado en un rincón y lo dejó caer frente a Eugene.

—¿Es en serio?

—Deberíamos irnos, aún tengo que terminar el ensayo de Pociones.

—Yo ya lo terminé, creo que me quedaré aquí un rato.

—¿Segura que quieres hacerlo? No es necesario que uses tu cabello con él, podemos atarlo con otra cosa.

—¿Y dejar mi mural a medias? Ni pensarlo, ¡sabes que no puedo detenerme cuando empiezo a pintar! Esta mazmorra estimula mi imaginación.

—Pero, te va a llevar horas. Ya no sé si sea buena idea dejarte a solas con él… —Bella le lanzó una mirada amenazante al chico.

—Lo tengo bajo control. Creo que después de todo, estamos entendiéndonos bastante bien, ¿o no, Eugene?

—No.

—Que bueno que traje bastante comida. Volveré a la hora de cenar, entonces, espero que no te aburras mucho. Y si se pone impertinente —la castaña volvió a fulminar al Slytherin—, ya sabes lo que tienes que hacer.

—Oh, descuida —la blonda sonrió malvadamente y levantó el pincel—, aburrida no voy a estar, ya pensé en la manera perfecta de descargar este repentino impulso creativo —Bella se encogió de hombros y se retiró, mientras la otra dejaba escapar una risa siniestra que hizo eco en las paredes del cadalso.

El joven tragó saliva.


Una silueta se deslizó en la oscuridad con maliciosa sutileza.

Oculto en uno de los orinales del abandonado cuarto de baño, Peter observó el macabro juego que se desarrollaba entre su sombra y el felino de brillantes colores que acababa de atravesar la puerta.

No era otro sino Rajah, el curioso gato de esa presumida de Jasmine.

Por fin lo había dejado salir de la Sala Común. La sorpresa que iba a llevarse cuando lo encontrara petrificado, eso le enseñaría a no meterse en sus asuntos…

El chico aferró el ojo de basilisco en su mano y este emitió un resplandor ambarino, al sentir la magia que manaba de su palma. Sacó la varita, listo para darle al animal un susto que lo haría saltar de terror…

—¡Ajá! —una ráfaga de hielo se impactó contra él, apenas abrió de golpe la puerta del orinal.

Peter liberó un grito de sorpresa. Elsa Sorensen se encontraba frente a él, con una expresión feroz en su mirada de zafiro.

—¿Ibas a algún lado, niño?

—¡Lárgate de aquí, Elsa! ¡Maldita seas!

—Alguien me dijo que has estado haciendo de las tuyas con algunas criaturas indefensas —la blonda se aproximó hacia él con tranquilidad—. No se podía esperar menos de un chico malcriado y tramposo como tú.

—Cuida por donde vas Reina de las Nieves, ¡no me hagas patear tu trasero congelado!

—Primero tendrás que salir de ahí.

Peter trató de liberarse de la pared de hielo que lo mantenía inmovilizado, en vano.

—Oye, sácame de aquí, ¿quieres? Puedo explicarlo, solo era una broma. Podemos hablarlo…

—Oh sí, vamos a tener una seria conversación.

Las puertas del baño se cerraron. Acto seguido, los prefectos de Slytherin aparecieron ante él y Peter sintió que perdía los colores.

—Oh, mierda —musitó.

—Así te quería atrapar, Pan —dijo Jasmine desenvainando su varita—, de esta no te escapas, enano de mierda.

—Te metiste con el gato equivocado, imbécil —espetó Hans.

—Vamos chicos, no es para tanto, ¡solo estaba jugando! ¿Qué nunca aprendieron a divertirse?

—Yo te voy a enseñar lo que es divertido… —Hans lo amenazó con la varita.

—¿Qué deberíamos hacer con él? —inquirió Jasmine— ¿Lo arrojamos al lago con el Calamar Gigante? ¿O lo colgamos de cabeza en una de las ramas del Sauce Boxeador?

—Mejor lo encadenamos en una de las mazmorras olvidadas hasta el lunes.

—No creo que ninguna de esas ideas sea legal…

—¡Elsa, cuidado!

La chica saltó al escuchar el grito de Jasmine, sintiendo como algo la rozaba. Era la sombra de ese chico odioso.

—¡Lumos! —Hans apuntó hacia ella con su varita, haciendo que la punta de su varita se iluminara y lanzara un destello en dirección hacia la silueta.

La sombra se retorció como un animal herido al ser tocada por la luz. Casi les pareció que podían escucharla, chillando de dolor. Bajo el hielo, Pan también emitió un quejido, como si el impacto lo hubiese afectado a él.

Su homónimo de tinieblas no tardó en volver a fundirse con él, igual que un ratón asustado corriendo a ocultarse en su madriguera.

—Alguien ha estado experimentando con sus poderes especiales últimamente —dijo Elsa con ironía—, ¿sabe la profesora Yelena de esta nueva habilidad?

—No, no pensaba decírselo, zorra. ¡Esa vieja ya se mete conmigo lo suficiente!

—Pues ya se lo diré yo.

—Como si no fuera bastante tenerte que soportar cuando vas volando por ahí —Hans hizo una mueca de disgusto—. Fenómenos, siempre abusando de sus poderes extras.

—¡Oye! —Elsa le dio un empujón, enfadada.

—Tus días de diversión atacando gatos inocentes se terminaron, cretino. ¿Qué tienes que decir a eso?

—Solo tres palabras: ¡miren hacia acá! —Peter consiguió levantar la mano en la que apresaba el ojo del basilisco, apuntándola hacia ellos.

Elsa conjuró a toda velocidad una bola de nieve y la lanzó en dirección al objeto, haciendo que cayera limpiamente de los dedos del muchacho. El ojo rodó por el suelo y fue a parar a los pies de Rajah, quien siseó con furia y saltó hasta el borde de la fuente central.

—¡No! ¡No!

La chica volvió a atraer la bola de nieve hacia sí. Su suave exterior se cristalizó hasta formar una esfera de hielo puro que estalló en sus manos, destruyendo el ojo y con él, la oscura magia de la que era portador.

—¡Aghhhhhh, demonios!

—¡Bien hecho, Elsa! —Jasmine le sonrió ampliamente.

—Un día vas a matar a alguien con esas manos —apuntó Hans, elevando una de sus cejas elegantes.

La rubia lo fulminó con la mirada.

—Bien —Hans volteó a ver al chico—, ¿en qué estábamos?

—Oigan, tranquilos, no hay que armar un escándalo. Podemos llegar a un acuerdo, ¿quieren que les enseñe los pasadizos del colegio que nadie conoce o que les consiga algo de whisky de fuego? Puedo hacerlo, ¡sé donde lo guarda Garfio!

—Cállate, perra —Jasmine le dio una fuerte colleja en la nuca—. Nadie te dio permiso de hablar. ¿Qué haremos con este gusano de porquería?

—Deberíamos entregarlo a Facilier para que lo convierta en un sapo repugnante o le haga delirar con una de sus técnicas de vudú —sugirió Hans.

—¡Si me hacen algo lo voy a decir todo, pelmazos! Le diré al director del lugar donde tu novio ha estado ocultando sus cosas robadas, mujerzuela.

—¡He dicho que te calles, mocoso! —Jasmine volvió a golpearlo en la cabeza— Elsa, ¿tienes alguna idea tú?

La aludida se llevó una mano a la barbilla, pensando.

—Sí, de hecho, creo que se me está ocurriendo algo…

—Oigan, me estoy congelando aquí, ya no siento las piernas…

Elsa movió una mano y deshizo el hielo que aprisionaba a Pan, provocando que cayera al piso sobre su trasero. Antes de que pudiera incorporarse, un copo de nieve apareció sobre su pecho, marcándolo un instante y desvaneciéndose sobre su túnica.

—¿Q-qué me hiciste? —Peter alzó la mirada con temor.

De repente sentía escalofríos.

—Nada de lo que debas preocuparte demasiado. Es un ligero encantamiento con el que me aseguraré de que no vuelvas a molestar a ningún animal, ni hables de más. Cada vez que sientas el impulso de volar, un frío repentino te congelará los huesos, impidiendo que te separes un solo centímetro del suelo.

—¡¿Qué?! ¡Eso significa que tendré que caminar como todos! ¡No puedes hacerme esto!

—No durara mucho, pero mientras lo haga —lo miró con severidad—, será mejor que te andes con cuidado.

Peter la fulminó con sus ojos repletos de odio.

—Y antes de que te vayas —Hans lo apuntó con la varita—, esto es por joder a mi gato.

—¡Oh, maldición! —el muchacho chilló al sentir algo húmedo y caliente que le mojaba los pantalones.

Peter se cubrió la entrepierna con las manos y se escabulló a toda velocidad, quejándose como un condenado.

—Je je je, eso le enseñará. Nada como hacer que alguien se orine encima para bajarle los humos —Jasmine sonrió satisfecha y lo miró desaparecer con las manos en la cintura—, a ver como explica eso al llegar a la Sala Común.

En el suelo, Rajah se frotó contra sus tobillos y maulló para que lo alzara en brazos.

—¡Los gatos! Tenemos que regresar a ayudarlos —dijo Elsa con premura.

—Espero que el inútil de tu novio haya conseguido ese bendito antídoto, Jasmine.

Los tres se apresuraron a salir de la estancia de baños para dirigirse de vuelta al escondite. Una silueta familiar se acercaba hacia ellos en dirección contraria.

—Miren, aquí viene Al. Que raro, pensé que tardará más.

—Ya era hora, ¿lo habrá conseguido?

El muchacho esbozó una sonrisa astuta y alzó un frasco de forma triunfal.


—¿Quieres dejar de quejarte? No puedo concentrarme en pintar con tu parloteo.

—¿Concentrarte? ¡Más te vale que esto se pueda lavar o vas a lamentarlo, Corona!

—Dios, ¿no te cansas de amenazar a la gente? Parece que tus amiguitos y tú no saben hacer otra cosa —Rapunzel puso los ojos en blanco y siguió haciendo trazos sobre el rostro del chico—, realmente es una actitud de lo más desagradable, por eso la mitad de la escuela los odia.

—¿Qué? ¡Eso no es verdad! Todos nos aman.

—No, no es así.

—No puedo creer que lleve horas encerrado aquí para acabar siendo otra de tus patéticas pinturas, ¡esto es ridículo!

—Ni siquiera sé porque protestas tanto, esto no es nada comparado con lo del pis o lo de los mocomurciélagos, ¿quieres que cambie de estrategia? No, no quieres eso —la muchacha enderezó su postura y sonrió—, además no quedaste tan mal. ¿Quieres echarte un vistazo?

—¡No! ¡Lo que quiero es irme de aquí!

—¡Woah! Alguien está alterándose de nuevo, ¿por qué no comes un poco más del pastel de calabaza que trajo Bella? Creo que por aquí sobró un poquito…

—Oye Rapunzel, en serio, ya fue suficiente, hace media hora que no siento las nalgas. Sabes que no llegaremos a ninguna parte con esto —Eugene la miró suplicante—, si me dejas ir, prometo que no diré nada de esto a nadie, ni volveré a acercarme a tu rana, ¡lo juro!

—Ya te dije que es un camaleón, idiota.

—Te estoy rogando, ¡te lo estoy rogando, mujer!

—A ver, abre la boca.

Las protestas del mago fueron ahogadas bajo una generosa porción de pastel, que se obligó a masticar con presteza.

—Ya, ya, todo está bien, no te preocupes. Eso, come tu pastel. Es muy rico, ¿no?

—No, la verdad es que prefiero la sopa de avellanas.

—¡Yo también! Vaya, nunca había conocido a nadie que disfrutara de la sopa de avellanas tanto como yo —Rapunzel volvió a sentarse en forma de loto sobre su cabello—, debo admitir que es una curiosa coincidencia, quiero decir, no es un platillo popular.

—Sí, los chicos suelen evitar tocarla porque piensan que es asquerosa, pero a mí me encanta. Claro que la habría disfrutado más si pudiera sentir mi trasero.

—¡Lo sé! Bella y Elsa tampoco son fanáticas de la sopa, pero a mí me gusta bastante. ¿Sabes qué es lo que también me gusta? Comer espaguetis con un poco de limón, es una mezcla inusual que nadie comprende.

—¿Hablas en serio? Adoro el limón en los espaguetis, creí que era el único que los comía así.

—¡Ay, por Dios! ¿Tú también haces eso? No puede ser —la blonda abrió los ojos con inocente asombro.

—¿Qué puedo decir? Me gusta sentir la acidez en mi lengua junto con la textura suave y calentita de los espaguetis.

—¡Aww! ¡Yo también amo eso!

La conversación se desvío hacia temas más personales, sin que ninguno de ambos se diera cuenta. Fue una sorpresa percatarse de que compartían mucho más que un par de gustos culinarios inusuales. Eran prácticamente afines en todo. Gustaban de los mismos libros, la misma música, incluso de las mismas asignaturas.

Dos espíritus libres y bohemios que ansiaban encontrar a menudo un escape a lo cotidiano.

—¡Es increíble que también hayas leído la saga completa de Flynnigan Ryder! Jamás conocí a nadie que fuera tan fan del personaje.

—¿Bromeas? ¡Es la mejor serie de aventuras que se haya escrito jamás! Papá siempre me leía sus historias cuando era niña, antes de ir a dormir.

—Sí, habría sido genial que papá me leyera en mi infancia.

—Parece imposible que tú y yo realmente tengamos tantas cosas en común —la rubia jugó con un mechón de su cabello, pensativa—. ¿Te digo algo, Eugene? Siempre pensé que eras un inepto desconsiderado, vanidoso, egoísta, mentiroso, cleptómano y presumido que se arrastraba en su propia mediocridad para llamar la atención, pero creo que ahora estoy empezando a verte bajo una luz diferente.

—Gracias. No es necesario que le digas a la gente absolutamente todo lo que piensas de ellos.

—¡No puedo evitarlo! La honestidad es mi estilo, al igual que tu estilo es no respetar la propiedad ajena y el de Hans morir solo.

—Bueno, en eso último estamos más o menos de acuerdo.

—¡Ja ja ja! ¿Ves? Ya nos estamos entendiendo —Rapunzel le dio un golpecito juguetón en el hombro—, pero en serio Eugene, aprecio mucho que te abrieras conmigo, nunca creí que fuera capaz de sostener una conversación de más de dos frases contigo sin querer colgarte. Sé que no estás muy cómodo en este momento pero… —la ojiverde desvió la mirada con una sonrisita tímida—, la verdad es que yo me la estoy pasando bien.

—¿En serio?

El castaño se ruborizó profusamente, descubriéndose desconcertado al experimentar un extraño cosquilleo en el estómago.

Eso era nuevo.

—Eh… no sé que decir…

—No tienes que decir nada, ya te dije que me gusta ser honesta. Y lo cierto es que de todos los patanes traicioneros de Slytherin, eres el menos pusilánime para mí.

La muchacha amplió su sonrisa y le obsequió una mirada que lo deslumbró.

—Tú también eres la sanguijuela menos patética de Ravenclaw, Rapunzel. En serio, tu casa está llena de santurrones estúpidos que se creen la gran cosa, pero tú, bueno, yo creo que tú no eres tan estúpida —admitió él, azorado.

—¿De verdad? —los ojos de la chica se iluminaron.

—De verdad.

—¡Awww, Eugene! Es la cosa más amable que me has dicho desde que nos conocemos.

—Sí, eso creo. ¿Sabes qué? Busca dentro de mi túnica.

—Hey, esto no será alguna clase de broma pervertida o algo por el estilo, ¿no? —inquirió ella con seriedad.

—¿En serio crees que estoy en posición de hacer una broma? ¡Vamos, confía en mí!

La bruja enarcó una ceja e hizo lo que le indicaba con cautela, rebuscando en el interior de la prenda. El resultado fue un cuadernillo pequeño y con tapas de color violenta.

—¡Mi cuaderno de dibujo! ¿Pero cómo? ¿Cuándo lo tomaste?

—Ah, lo robé esta mañana. Iba a arrancar las páginas y regarlas por el colegio para exponer tus secretos y que lloraras por la humillación, pero ahora que estamos hablando como personas decentes y que sé que tenemos tanto en común, pues, no creo que sea tan divertido. Así que te lo devuelvo como muestra de de buena voluntad —Eugene le guiñó un ojo galantemente.

—Vaya, si que eres bueno robando.

—Tampoco es como que tu bolso sea el sitio más seguro de todos, debes ser más cuidadosa con tus cosas, rubia.

—¿Lo miraste? —Rapunzel apretó el librito contra su pecho y fijó sus orbes esmeraldas en él, recelosa.

—Solo las primeras páginas, lo juro. De hecho, tienes un estilo de dibujo muy interesante.

—Oh.

—Me gustó esa página en el que me retrataste dentro de una fosa con mierda de unicornio. ¿Era mierda de unicornio?

—Je je je, sí. Es una fantasía recurrente.

—Wow, era excelente, muy realista. Tienes mucho talento para el arte.

—¿En serio lo crees?

—Oye, puede que la honestidad no sea mi estilo pero si hay un momento para ser sincero, creo que es este. Y no lo digo solo porque esté atado e indefenso ante el inminente riesgo que representan tus poderes capilares. Es imposible ignorar que eres talentosa cuando estás frente a algo así.

Eugene señaló el paisaje que había pintado sobre la pared de la mazmorra. El cielo estrellado se había convertido en un manto purpúreo, cuyo resplandor se derramaba sobre un bosque de gran extensión, coronado por numerosas montañas. La primavera reinaba entre los árboles y el invierno se asentaba en las alturas. Al borde de un acantilado, un magnífico palacio de hielo reflejaba la luz de las estrellas.

—Si me lo preguntas, estoy seguro de que a cubito de hielo y a la señorita sabelotodo les encantará. Solo tú eres capaz de hacer que un sitio de mierda como este cambie tanto con un poco de imaginación.

—¿No crees que le haga falta algo? Estaba pensando en pintar una laguna o algo así…

—Yo creo que se ve asombroso tal y como está —respondió el joven, halagándola sinceramente—. Tú eres asombrosa, Rapunzel.

La rubia sintió como el calor se agolpaba en sus mejillas y se ocultó tras una cortina dorada de pelo. ¿Qué era esa extraña sensación que revoloteaba en su vientre?

—Oh, yo… gracias. Tú también eres genial, cuando no estás robando y todo eso, quiero decir. ¿Sabes? Debería estar muy molesta por lo de mi cuaderno, pero creo que no es así. Al fin y al cabo reafirmé mi teoría de que no eres tan malo después de todo.

—Bueno, los dos somos personas impulsivas. Yo robé tu cuaderno y tú me privaste de la libertad y me humillaste en esta mazmorra durante horas. Creo que se puede decir que estamos a mano.

—Sí, supongo que tienes razón —dijo ella encogiéndose de hombros.

—Entonces —Eugene movió un dedo nerviosamente sobre un posabrazos de la silla—, si estamos a mano, asumo que es justo decir que podrías dejarme ir de una vez por todas, ya que aprendí una valiosa lección acerca de robar y juzgar a las personas con poderes especiales… ¿cierto?

La blonda se lo pensó un momento.

—Mmm… bueno —Rapunzel se colocó un dedo en la barbilla y lo examinó con sus enormes ojos verdes, como si buscara algún indicio de deshonestidad en su semblante—. Sí, creo que tienes razón, ya han pasado varias horas. Voy a desatarte.

—¡Sí! ¡Gracias! ¡Gracias!

La chica sonrió y giró a su alrededor para deshacer las ligaduras improvisadas sobre su cuerpo, cosa que le llevó más tiempo del que a él le habría gustado.

—¡Al fin libre! —Eugene se estiró profusamente, intentando dilatar al máximo cada uno de sus músculos—. ¡Dios! ¡No voy a volver a sentarme hasta mañana!

—No fue para tanto.

—¡Creo que tendré que caminar por horas hasta recuperar la movilidad de mis piernas!

—Bueno, eso no es tan grave, como bien dijiste estamos a mano.

—Ajá. Entonces —el muchacho extendió una mano hacia ella y sonrió de lado—, ¿amigos?

Rapunzel estrechó su mano, tratando de ignorar la corriente de electricidad que los sacudió a ambos.

—Amigos.

Sonrieron. Verde y castaño se fundieron en una sola mirada y por un breve instante, fue como si las paredes que les rodeaban desaparecieran por completo, sumiéndolos en un mundo privado y particular.

—¡Maldito cerdo despreciable! ¡Sabía que no tramabas nada bueno!

La pareja saltó sobresaltada ante la voz furibunda que resonó en la mazmorra, rompiendo el encantamiento.

—¿Bella? —Rapunzel se volvió hacia su amiga, que bajaba a toda velocidad por la hilera de cabello que descendía desde el armario, saltando a continuación al suelo.

—¡Woah! —la castaña retrocedió asustada al ver al Slytherin— ¿Qué mierda te pasó en la cara?

—¡¿Qué?! ¡¿Qué tengo en la cara?! ¡¿Qué tengo?! —Eugene se tocó el rostro con desesperación.

—¿Tú hiciste esto, Rapunzel?

—Sí.

—Parece un maldito payaso.

—¡Hey!

—¿Qué es lo que pasa, Bella? Te ves alterada.

—¡Pasa que este atracador es la serpiente más despreciable y tramposa de todas! ¡Querías encerrar aquí a Elsa para llevar a cabo tu patética venganza!

—¡¿Qué?! —la rubia miró a Eugene, incrédula.

—¡No, no, no! ¡Todo es un malentendido! ¡Déjenme explicarles!

—¡No hay nada que explicar, imbécil! Acabo de estar en la biblioteca —Bella se aproximó a él lanzando chispas por los ojos—, Naveen acaba de decírmelo todo, ese mequetrefe se estaba mofando con Gastón de lo que pensabas hacerle a nuestra amiga. ¡Ni siquiera tuvo la decencia de avergonzarse cuando lo confronté! Y lo peor de todo es que ibas a quitarle a su salamandra para atraerla hasta aquí, ¿qué clase de monstruo eres, Eugene Fitzherbert?

—¡Por eso tenías a Pascal! —Rapunzel abrió la boca, anonadada—, era verdad que no querías robarlo, ¡por qué ibas a secuestrar a Bruni!

—¡Así es! Iba a perjudicar a Elsa usando a un animal pequeño e indefenso. Y lo habría hecho si no fuera solo porque Naveen se equivocó de mascota. ¡Juro que estuve a punto de romperle la cabeza a ese inútil con la edición especial de Historia de Hogwarts!, pero carajo, la biblioteca es un sitio sagrado para mí y obviamente no iba a golpear a una persona de color —dijo Bella airada—. Así que vine a darte lo que mereces, Fitzherbert —blandió el voluminoso libro amenazadoramente—. Felicidades, voy a romper tu rostro blanco y estúpido.

—¡Ok, tranquila! ¡Vamos a hablarlo…!

—¡Bella, espera! ¡No lo hagas! —Rapunzel se interpuso entre ambos— ¡No permitiré que le toques un solo pelo!

—¡Gracias, rubia!

—¿Y por qué no? —Bella alzó una ceja con enfado— Es lo menos que merece, comparado a lo que podría hacerle con magia. ¡Tampoco voy a hechizar una persona sin varita!

—No dejaré que te ensañes con él a causa de una estúpida venganza —Rapunzel cogió la sartén del piso—, ¡por qué lo voy a hacer yo!

—¡¿Qué?! Aguarda rubia, ¡creí que éramos amigos! —Eugene se encogió en un rincón, adoptando una postura defensiva.

—¡Yo no soy amiga de serpientes traidoras! ¡Ibas a dañar a mi mejor amiga! Y ahora, ¡te voy a tirar todos los dientes por eso!

Nadie escuchó los gritos desesperados de auxilio que provenían de las profundidades de la mazmorra.

Justo como era de esperarse.


Sitron ronroneó y se acurrucó entre los brazos de Elsa, quien lo acarició suavemente. Hans bufó y frunció el ceño.

—A mí también me alegra que estés a salvo, amiguito.

—Traidor.

—Espero que este pequeño no vuelva a ser motivo de preocupaciones. Y tú, mejor no lo vuelvas a perder de vista —Elsa lo miró seriamente—, la próxima vez podrías no encontrarlo.

—Cuanta consideración, si hasta parece que lo aprecias más que yo, sabandija.

—Idiota.

—Me sorprende la familiaridad con la que Sitron se siente cerca de ti, es casi como si te conociera bien —el cobrizo entrecerró sus verdes fanales—. Cualquiera diría que hasta lo has tratado a mis espaldas.

—Que tonterías dices, yo le gusto a todos los animales.

—Sí, claro.

El muchacho cogió al minino de las manos de la rubia y lo miró con una ceja alzada.

—Ya escuchaste a Su Majestad amigo, mejor no vuelvas a meterte en problemas. Gato mañoso.

El felino saltó a su hombro con elegancia y Hans tuvo que esforzarse por disimular una amplia sonrisa de alegría. Era grato sentir el peso de su mascota de nuevo.

—Será mejor que vuelva a mi casa, es tarde —dijo la albina, dando media vuelta dispuesta a marcharse.

—Elsa —la voz del joven la detuvo a unos pocos pasos.

La chica alzó la mirada cuando él se colocó frente a ella, con una mirada inquisitiva.

—¿Por qué me ayudaste, ah? No he dejado de preguntármelo durante toda la tarde, soy la persona a la que más detestas en todo el colegio y aún así me acompañaste hasta el final…

—Ya te dije que lo hice por el gato.

—¿Estás segura?

La rubia se sobresaltó cuando Hans se inclinó hacia ella, observándola con intensidad. Su mirada de jade dominaba la suya, la punta de su nariz rozaba su pómulo derecho y el olor de su colonia, ligeramente amaderada, comenzaba a envolverla lentamente.

—Vaya, te ruborizaste —musitó él, sonriendo con petulancia—, que raro, cualquiera diría…

—¿Qué?

—Que tal vez sí lo hiciste por mí después de todo —la voz de Hans provocó que el sonrojo en sus mejillas aumentara, cálida y sedosa—. No sé, puede ser que… ¿tal vez no te desagrado del todo? Dime la verdad, te gusto, ¿no?

Elsa parpadeó un par de veces y se alejó de él, alzando su mano para lanzarle un rayo de hielo, que le dejó la cara llena de escarcha y los cabellos en punta. Sitron chilló asustado y saltó al suelo, arañándole ligeramente el hombro.

—¡Agh!

—¡Nunca, ni en mis más retorcidas pesadillas, gustaría de alguien como tú! ¡Eres el más desagradable, arrogante y estúpido tipo al que he conocido! ¡Eres una mierda de persona! ¡Y si vuelves a invadir mi espacio personal, te aplastaré con una avalancha! ¡¿Lo has entendido bien?!

—¡Eres un maldito fenómeno!

—¡Sí, eso es lo que soy! —la chica estampó su pie contra el suelo y lo congeló, haciendo que el muchacho se tambaleara—, y ya no estoy dispuesta a soportar tus estupideces, Hans. Mejor ándate con cuidado conmigo.

—Joder, estás loca.

Elsa irguió la cabeza con orgullo y se marchó de ahí, dejándolo a solas para frotarse la escarcha del rostro y el pelo con desesperación.

Desde el piso, Sitron miró a su amo con severidad y este frunció el ceño.

—¡¿Qué?! ¡No me mires así!

La joven bruja se marchó rumbo a la torre de Ravenclaw, murmurando para sí misma.

—Gustarme él, sí como no… ¡¿por qué me fijaría en un tipo así?! No hace más que causar problemas… es la última vez que lo ayudo… ¡tonta, tonta! Tú y tu estúpida manía de preocuparte por otros, Elsa, ¿cuándo vas a aprender? …

Hans se quedó observándola hasta perderla de vista y emitió un suspiro cansado.

—Hay cosas que no van a cambiar nunca, amigo.

Sitron maulló y saltó a sus brazos cuando se inclinó para cogerlo. Entonces emprendieron el camino hacia Slytherin. Su cama parecía estar llamándolo apenas ingreso en el dormitorio de los varones; había sido un día largo y lleno de sorpresas.

—Ah, lo encontraste, ¿dónde estaba, eh? —Naveen despegó los ojos de su revista de Quidditch al escucharlo entrar.

—Larga historia. No te haces una idea.

—Yo también tuve una tarde de mierda, Dunbroch me hizo limpiar un pasillo completo de la biblioteca solo porque hice un comentario sobre el cabello de su hijita. Te lo digo en serio viejo, las chicas blancas no saben aceptar una crítica constructiva.

El bermejo rodó los ojos. Ambos se volvieron hacia la puerta al oír como esta se abría con violencia. Eugene se arrastró tambaleante al interior de la habitación y ambos le miraron con los ojos desorbitados.

El pobre tenía un aspecto lamentable. Traía el pelo revuelto, la ropa torcida y un par de chichones en la cabeza, como secuela de lo que debía haber sido una paliza considerable. Alguien le había pintado la cara como a un payaso.

—¡¿Qué mierda te pasó, amigo?!

—¿Eugene? ¿Eugene, estás bien? —Hans lo sacudió ligeramente.

—Responde, imbécil.

Eugene apenas y reaccionó al sentir su mano. Parecía encontrarse en alguna especie de shock.

—Mucho cabello… mucho, mucho cabello… —balbuceó.

Cuando se desplomó sobre la alfombra, los muchachos maldijeron y Sitron saltó a la cama su amo, mirando al recién llegado con hostilidad.

Ya sabían quien de los tres había tenido el peor día.


Nota de autor:

¡Volví! :D

Hola babies, ¿cómo andan?, feliz sábado de Helsa. Después de un horrible bloqueo creativo y cosas del día a día, por fin pude terminar este loco OS en el que hubo un poquito de todo, desde las típicas peleas del folclor helsoso hasta un "ligero" acercamiento entre sus mejores amigos, quienes no se quedan atrás en esto del amor apache. Esos Eugene y Rapunzel son unos loquillos.

Creo que Elsa es el personaje más poderoso que ha creado el ratón, me encantan los nuevos poderes que se mostraron en la secuela (aunque la trama fuese una porquería), así que quise incluirlos como parte de esta trama. Nuestra pequeñita puede ser realmente hábil cuando se no se deja dominar por sus nervios.

Tuvimos acción y referencias suficientes en esta nueva aventura como para recordar al Disney de la vieja escuela, ¿verdad? Ya saben, ese que nos daba películas animadas memorables en lugar filmar de live-actions con las nalgas. ¿Cuál fue su parte favorita?

Por lo pronto parece que nuestro trío de chicas favoritas ya tiene escondite nuevo, gracias Eugene. :D

Anonymous time!

streetgals9000/Love Crossovers/Guest/Anti-Anna fans/ KND Snow Queen: Thanks for keep commenting, I guess. xD I know, Anna is a pain in the butt but at least in this fanfic, she'll have all the hate she deserves... for now. xD

N B: Hahahahaha, the previous drabble was quite a trap. ;D

I think many Disney animals will appear throughout this fic; Of course, not all of them can keep their original shape. The little ones (like Bruni and Pascal), fit perfectly between the walls of Hogwarts, but the big ones like the horses definitely have to be different. I adore cats and since they are a popular companion animal for witches, they are also my first choice for such changes, as we already saw with Sitron. Of course there are also other alternatives.

As a reference for future chapters, Tiana and Naveen hate frogs, (she's terrified of them) and more since they were turned into one. xD, so I guess they will have other kinds of pets or none. Maybe he wants an alligator later (Louis LOL). Aladdin will keep the little monkey from him, although in this chapter I didn't have a chance to add it.

I know, Hans is pathetic with the only two friends of his. In fact all three are, since they only have each other; like Rapunzel said, half the school hates them and the other half is scared of them or approaches them solely out of interest. But they are so self-centered that they assume that everyone looks up to them, hahaha.

Certainly Hans is an interesting and versatile guy, playing the role of antagonist and male lead. Disney is wasting an excellent character here. I think that in this chapter what you mention has become clear again, Elsa is capable of bringing to the surface the most positive aspects of her personality, although he resists due to the trash that her father instilled in him.

I very vaguely remember that animated series you mention, but I don't know the characters you speak of. At the moment, I think Cassandra will be the only TV series character I add to (and probably Varian, later on). Luckily the Disney multiverse is so vast that there are so many movie characters that I can focus on.

Oh God, I really love when you make theories about what will happen, you leave me stunned. *w* I love your suggestions about Durmstrang and Beauxbatons; I'm not a big fan of crossovers with Dreamworks, but who knows, maybe it works. I will keep it in mind.

As for Elsa's latest suitor ... I'll just say they'll see him at her time and then you'll find out how wrong or right your assumptions have been. ;)

Elsa is a case when it comes to love relationships, the girl is very clueless in that area, I mean, she doesn't even realize that Honeymaren wants to be more than her friend. It is not surprising that she, too, is aware of Hans's true feelings, with how badly the idiot treats her.

It is true that he has kissed her many times; but for her it is just another one of his mind games, a domination strategy that he has to resort to because he knows that he cannot defeat her with magic, so he resorts to her weakest point: her emotions (hormones) and inexperience with man. Not to mention that Hans has a certain reputation with girls, another factor that she has never taken him seriously for.

That's Elsa's way of looking at it, you and I know it's much more than that. 7u7

I insist, I love your reviews and I love the ideas that you have been contributing so far, you have helped me a lot to develop aspects that I had not considered before, so please, do not stop commenting, (although it took me a while with the updates, what a shame u.u).

Agradezco mucho a Miss Karo por haberse tomado la molestia de leer y comentar cada capítulo de uno en uno, jajajaja, eres el sueño de todo escritor, querida. Me disculpo de antemano por inundar tu carpeta del email con spam, pero tengo que responder cada uno también, hay demasiadas cosas por comentar.

Espero no tardar demasiado en volver a actualizar esto amiguis, ¡nos seguimos leyendo!