30

Al día siguiente, tras una noche en la que no he dormido bien, cuando me despierto veo que estoy sola en la cama. Pienso en lo ocurrido y me siento fatal. Si Naruto se entera de que hablé con Tayuya para que hiciera lo que estaba haciendo, sin duda no le va a gustar.

Cuando me levanto, me aseo y me visto, salgo al exterior de la cabaña. Allí, como siempre, todos trabajan, y los vaqueros con los que me cruzo me dicen lo bien que lo pasaron en la fiesta de anoche.

Yo les sonrío encantada, y entonces veo que Hinata viene hacia mí.

—He estado con Bettina, la mujer del párroco, y dice que nos dejará todo lo que se ha podido salvar del derrumbe para celebrar aquí la boda.

—¡Genial! —exclamo y, consciente de que sólo nos quedan dos días para organizarlo todo, me olvido de mis propios problemas y digo—: Pues comencemos. Vamos pilladas de tiempo.

A partir de ese instante, todos ponen de su parte y, cuando Flor viene a vernos, tenemos que contarle parte de la sorpresa en el momento en que descubre que ocurre algo en el granero. La muchacha se emociona al saber que tendrá su fiesta, pero soy consciente de que no la apasiona. Nunca se imaginó celebrando su boda en un granero. ¡Pobre!

Aun así, no digo nada. Sé que lo que se espera no es nada parecido a lo que planeo organizar, y simplemente sonrío. Quiero sorprenderla.

Cuando Flor se marcha con el precioso vestido de novia que Hinata arregló para ella, le pido, le ruego y le imploro que no regrese al rancho hasta el día de la boda. Si quiero sorprenderla, no puede ver nada.

Flor accede, me entrega la lista de invitados que le pedí el día anterior y, en cuanto su coche arranca y ella se va, la miro y veo que son ciento diez. ¡Genial! No son muchos.

Lo primero que hago es hablar con la empresa de catering. Sin embargo, al avisarles con tan poco tiempo, sólo me ponen problemas. Al final, y como un favor especial, acceden a servirme los entrantes: crema de trigueros con calabaza, milhojas de langostinos con mayonesa y bocaditos de bacalao. También prometen enviarme quince camareros para el evento.

Una vez cuelgo, feliz por haber conseguido esos primeros platos y los camareros, hablo con Kushina y Betsy. Kushina, incrédula, asume la noticia de que Chiyo nos ha cedido el granero. Sin duda, como poco, es algo inaudito.

Por su parte, Betsy se compromete a hacer un gran cargamento de sus famosas croquetas, y todas aceptamos encantadas. Kushina habla con Bettina y cinco mujeres más y quedamos en que éstas se encargarán de preparar carne asada con patatas. Yo me ocuparé de la tarta, lo que sé que me resultará fácil.

Chiyo nos observa y no dice nada. Aun así, con saber que nos cede el granero me doy por satisfecha, y sé que Kushina también.

Ise se encarga de los vinos y del champán, y Minato de cualquier otro tipo de bebidas y del hielo.

Una vez tengo claro que comida y bebida no van a faltar, recluto a varios vaqueros del rancho y, tras decirles que necesito que hagan algo por mí, ninguno rechista y se ponen manos a la obra. Mientras tanto, Hinata, Saori y yo empezamos a limpiar a fondo el granero para que quede de maravilla.

Pero, por más que limpiamos, el suelo de tierra nos impide ver aquello sin polvo y, al final, a Menma se le ocurre llamar a un amigo suyo que vende césped artificial y éste nos sirve una superficie de césped que cubre todo el granero. Queda precioso, y ¡se acabó el polvo!

Superado ese escollo, traen las mesas que han quedado sanas y salvas tras el derrumbe y, por suerte, veo que llegan para sentar a todos los invitados. Dispongo de once mesas, en las que caben diez invitados en cada una, y estoy feliz.

Las sillas son otro cantar. Cada una es de su padre y su madre. Más feas no pueden ser y, al final, se me ocurre hacer unos cubresillas. Como soy muy manitas, intento hacer uno en blanco que valga para todas las sillas con un lazo salmón, que hará juego con los vestidos de las damas de honor. Sin dudarlo, Kushina, Betsy y Bettina se encargan de confeccionarlos. Con sus máquinas de coser, van mucho más rápidas que yo.

Al fondo del granero he hecho levantar un pequeño escenario, donde coloco una bonita mesa rectangular en la que se sentarán los novios, los padrinos y algún familiar más. Cuando la cena acabe, en el escenario se situarán los músicos. Donde termina éste, Ise y Minato montan un suelo de madera para poder bailar. También han sido ellos quienes se han encargado de hablar con el grupo de música que vendrá a amenizar la fiesta.

A última hora de la noche, todo parece ir viento en popa. Sólo disponemos de un día más para organizar aquello, pero con la ayuda que tengo, estoy convencida de que todo va a salir bien.

Esa noche, Naruto vuelve a hacerme el amor, mientras las estrellas nos observan desde el cielo y yo me siento algo más tranquila y feliz.

A la mañana siguiente, cuando Naru está subido a una escalera en el granero colocando luces en el techo junto a Menma, de pronto entra Chiyo seguida de Shii y otro vaquero, que traen una preciosa lámpara de araña de cristal.

Es enorme. Yo la miro. Pero no sé si miro con más extrañeza a la abuela o la lámpara, y entonces ella dice al ver mi gesto:

—Es la lámpara del salón de la iglesia. No ha sufrido muchos daños tras el derrumbe. La he limpiado y reparado un poco, y creo que puedes encontrarle un buen lugar para ponerla, ¿verdad?

La miro encantada. Que se implique en la boda es magnífico y, sonriendo, afirmo mientras miro la lámpara que llamó mi atención desde el día que la vi:

—Quedará preciosa en medio del granero.

Al oír eso, Naruto protesta: eso significará más trabajo. Sin embargo, dos horas después, cuando él y varios vaqueros más la han instalado en el centro del granero, me mira y murmura:

—Tenías razón. Ha merecido la pena.

Lo beso feliz. El lugar está quedando de escándalo.

Cuando termino con lo que estoy haciendo, veo unas tablas sueltas y me apresuro a recogerlas. Las uno con unos clavos en forma de cruz y escribo en una de ellas con una tiza: «Boda de Shii y Flor». Camino unos metros y clavo la señal que he fabricado en el suelo. Me encanta el resultado. Al día siguiente la decoraré con flores por encima y quedará preciosa.

Luego regreso a la cocina para seguir haciendo el pastel de boda y Kushina me mira.

Su gesto de felicidad me hace saber lo mucho que le gusta todo aquello, y le guiño el ojo. Preparo varios bizcochos de vainilla y chocolate, también la nata y el chocolate fondant y, una vez se enfrían los bizcochos, les doy su forma redondeada y, cuando con maestría los recubro de chocolate y nata y les pongo las perlitas comestibles que he comprado, Chiyo entra en la cocina y no da crédito a lo que ve.

Sin duda estoy sorprendiendo a la vieja india.

Una vez he acabado la impresionante tarta, se nos plantea un dilema: ¿dónde la guardamos para que esté en frío hasta el día siguiente?

Al final, no queda otra que vaciar más de la mitad de la nevera americana que tienen para hacer hueco a la tarta. En el momento en que cerramos la puerta del frigorífico y estoy a punto de sentarme agotada, Hinata entra en la cocina.

—Vamos —dice—, se me ha ocurrido una idea para que el granero quede más espectacular aún.

Sin dudarlo, voy tras ella y, cuando llegamos a su coche, abre el maletero y veo metros y más metros de tul y raso.

—He pensado que, si pasamos este tul por las vigas del techo, puede quedar ¡increíble!

—¡Ya te digo, qué buena idea! —afirmo visualizando lo que quiere decir.

Al vernos llegar con las telas, los vaqueros, que ya están recogiendo las escaleras, fruncen el ceño. Estoy segura de que se están cagando en toda nuestra familia, pero sin rechistar, vuelven a colocar las escaleras, se suben a ellas y hacen todo lo que Hinata y yo les ordenamos.

Durante horas, mientras ellos ponen con mimo el tul por las vigas para que quede como nosotras queremos, Kushina, Saori, Hinata y yo nos encargamos de disponer las mesas. De pronto, en un momento dado, aparece Chiyo y nos pregunta si puede ayudarnos. Rápidamente miro a Kushina y veo que ella le responde con amabilidad y ambas comienzan a trabajar juntas.

Mientras acaban de hacerlo, de repente se me ocurre algo que puede quedar curioso y divertido, por lo que ordeno que pongan varias balas de heno fuera del granero. Cuando los vaqueros me las traen, miro a Naruto, que me está observando, y digo:

—Ayúdame.

Sin saber lo que quiero hacer, pregunta:

—¿Qué hago?

Le digo cómo disponer las balas de heno y, una vez tengo un par de ellas situadas, cojo un trozo de tela de raso, lo coloco con mimo y, mirándolo, pregunto:

—¿A que parece un sofá muy cómodo para ver las estrellas?

Naruto sonríe, me coge de la cintura y afirma:

—Sí, cariño. Parece y lo es.

Los vaqueros, divertidos por las cosas que se me ocurren, colocan varias balas más junto a éstas. A continuación, las decoro con las telas sobrantes y aquello queda de lujo... lujo.

Cuando creo que más o menos está todo acabado, miro encantada el granero, que se ha convertido en el mejor salón de bodas que he visto en mi vida. Todo está precioso. Todo es increíble y, mirando a Naruto, que está junto a los hombres, le pido que encienda las luces.

Una vez mi chico lo hace, el lugar se llena de luz, y Chiyo murmura alucinada por el resultado:

—No me lo puedo creer.

—Dios mío... —dice Kushina.

—Qué maravilla —aplaude Hinata encantada.

—¡Qué guapada! —exclama Saori sonriendo.

Los vaqueros aplauden, están felices con lo que hemos conseguido entre todos. Entonces, Shii se acerca a nosotras y afirma:

—Sin lugar a dudas, esto es lo que quiere Flor.

Asiento. Estoy convencida de que así es.

—Buen trabajo, mi niña —murmura Naruto abrazándome por detrás.

Sonrío. Me dejo abrazar y me apoyo en él. Estoy agotada.

Esa noche, cuando entramos en la cabaña, me sorprendo al ver que Naruto me ha preparado un baño. La bañera está llena, las velas encendidas y, mirándome, dice:

—Vamos..., te lo mereces.

Encantada, me quito la ropa delante de él y, cuando acabo, lo desnudo también a él. Este baño será para los dos.


Solo nos quedan tres capítulos más para finalizar esta historia.