CAPÍTULO 29

Konan se abrió la muñeca y le dio de beber a Naruto. Seguía con los ojos abiertos y sin parpadear. Sus ojos azules oscuros miraban a un punto fijo en el techo. Koharu y las sacerdotisas veían lo que la vaniria se negaba a reconocer. Naruto había muerto y la sangre no entraba en su organismo. Konan ya había hecho tres intercambios con él bebiendo de la sangre inerte de Naru.

Era una escena triste, muy triste. Las sacerdotisas rezaban en silencio por Naruto, Koharu se enjuagaba las lágrimas y negaba con la cabeza. Konan lo zarandeaba, tenía los labios manchados de su sangre, los colmillos untados de su esencia y las dos muñecas abiertas, pero el humano no reaccionaba a ella.

Él era su amigo, la había hecho reír, le había mostrado la alegría de estar viva. Sabía que él estaba enamorado de ella, y ella se había sentido honrada por ello. Sentía agradecimiento hacia él. La había hecho bailar, le había contado chistes y anécdotas que le habían devuelto la sonrisa espontánea, la había tratado como una mujer, y, sin reservas, le había entregado su amistad. Konan se levantó mirando el cuerpo de su amigo humano muerto, y luego se secó las lágrimas de un manotazo. Cuando se giró para encarar a las sacerdotisas, sus ojos miel se quedaron fijos en Itachi.

El vanirio llevaba una gorra negra. El pelo negro se escondía debajo de ella. Estaba cubierto de pies a cabeza por ropa oscura, y el poco sol que le había dado en el cuerpo le había quemado la piel. Itachi inclinó la cabeza hacia un lado y la observó detenidamente con sus ojos ónix, cada vez más oscuros. Había sentido el momento en el que Konan, desesperada, había intercambiado su sangre con otro que no era él. Konan estaba untada con la sangre de otro hombre. Un hombre muerto. No importaba si era Naruto, daba igual que él estuviera ayudando a los clanes. Ella había bebido de otro cuerpo que no era el suyo. Sintió ganas de aullar, el corazón se le rompió en mil pedazos.

Konan percibió su dolor y de repente sintió cómo la única puerta que permanecía abierta entre ellos dos, la del perdón, se cerraba para siempre. Habían pasado muchas cosas entre ellos, había pasado muchísimo tiempo de aquello, pero ahora, mirándose a los ojos el uno al otro, se abrían nuevas y antiguas heridas, y percibió físicamente como Itachi se alejaba de ella definitivamente. Lo que ella había pedido antes hasta la saciedad ahora lo tenía, lo había conseguido. Pero no llegó esa liberación tan deseada y sí el vacío, también una pena profunda y deliberada, pero no la ansiada libertad.

—Itachi...

—Erg well er gwaeth. Er da new er drwg. Am byth... —proclamó con toda la frialdad de la que era capaz.

Erg well er gwaeth. Er da new er drwg. Am byth: votos gaélicos del matrimonio. Se traducen como: En la salud y en la enfermedad. Para lo bueno y para lo malo. Para siempre.

Konan se quedó sin respiración y lo miró horrorizada. Itachi había pronunciado los votos de matrimonio celtas. Como si ella y Naruto se hubieran casado y hubieran cerrado el pacto con el ritual vanirio.

—Eso no es justo —gruñó ella.

—Ya no importa —contestó él encogiéndose de hombros.

—Él era mi amigo... y... no tiene importancia, tenía que hacerlo. —No importaba lo que dijera. Itachi ya no la miraba con ningún respeto.

—A ti te importó —le dijo él con voz peligrosa.

—No es lo mismo.

—¡No lo sabías! —el grito de Itachi reventó los cristales de las estanterías de Obito—. ¡Nunca me lo preguntaste! Pero ya no importa —carraspeó y se serenó—. Ya se acabó. Gracias, mujer.

A Konan le tembló la barbilla y se mordió el interior de la mejilla con el colmillo para sentir otro tipo de dolor que no aquel tan duro y afilado que se clavaba en su alma. ¿Podía un corazón inmortal volverse helado de golpe? Konan creyó que sí, porque el suyo dejó de latir. El hielo cristalizó a su alrededor.

—¿Gracias por qué?

—Por ser tan hipócrita. Por facilitarme las cosas. Por dejar que me vaya sin remordimientos. Se acabó el castigo para mí. Ya no miraré atrás nunca más.

La vaniria se clavó las uñas en las palmas. Las sacerdotisas se levantaron nerviosas ante tanta tensión. Koharu estaba destrozada por la muerte del joven humano, pero la pena de Konan también llegó a ella y la hundió todavía más.

Byth eto —repitió Itachi dándole la espalda. Se cubrió del sol tanto como pudo y entró en el Cayenne. Las ruedas chirriaron y el coche de Itachi desapareció por el camino cementado que daba a la casa de Obito.

Byth eto: frase gaélica que significa "Nunca más".

Konan arrancó a llorar como una niña y se dejó caer de rodillas al suelo. Koharu, asombrada por el modo en que aquella mujer elegante y altiva se derrumbó, corrió a consolarla, sin entender nada de lo que allí había pasado.

Temari consiguió alejar a los tres coches que la perseguían. Entró con su pequeño Roadstar dentro de un bosque que colindaba cerca de Southampton. Abrió la guantera y sacó una de esas riñoneras llena de todo tipo de productos que Itachi había preparado para los clanes. A ella también le habían dado una. Cogió el desodorante, lo destapó, y roció a Riku y a Nori con el spray.

—¿Tú no te echas? —preguntó Riku preocupado.

—No. Yo tengo que despistarlos —dijo Temari mirando por el retrovisor—. Venga, salgamos de aquí.

Nori se quedó parada y miró el lugar intentando recordar algo de su sueño. Sabía que ese lugar lo había visto antes.

—Vamos —les tomó de la mano y corrieron bosque a través.

Giró a la derecha y se encontró con una ciénaga. Los mosquitos revoloteaban sobre el agua, el sol alumbraba el estanque y un pequeño ciervo los miraba con curiosidad con las orejas levantadas en señal de alerta. Por lo visto no captó el peligro que ellos llevaban consigo ya que los ignoró completamente y siguió comiendo hierba.

Había un enorme tronco caído y hueco por dentro.

—Allí. —Los llevó hasta el tronco y los obligó a adentrarse en él—. No os mováis de aquí. Prometédmelo.

Riku y Nori la abrazaron con fuerza.

—¿Dónde vas a estar tú?

—Tengo que ocultarme lejos de vosotros. Si hay berserkers, lobeznos o vampiros con ellos mi olor les atraerá. Y si no, iré dejando un falso rastro detrás de mí. Les guiaré hasta donde yo quiero.

—Ten cuidado —le pidió Nori abrazándose a su cuello—. Quiero que te quedes con nosotros, Temari. En nuestra casa. Con tío Obito, con Riku y conmigo. Te quiero, Temari.

A Temari se le llenaron los ojos de lágrimas. Puede que aquella fuera la última vez que viera a esos críos que habían entrado en su vida y en su corazón.

—Os quiero. —Los abrazó, les besó en la cabeza—. No salgáis de ahí hasta que yo vuelva.

Ella no iba a volver, lo sabía, pero les daría a esos niños el tiempo que ella ya no tenía. Corrió como una loca, los pulmones le quemaban por el esfuerzo que estaba haciendo, los músculos de las piernas le escocían. Corrió como jamás lo había hecho. Si supiera escalar árboles se ocultaría en la copa de uno de ellos y dispararía sus flechas desde allí. Pero ella no era la mujer pantera, ni era una berserker, no era inmortal, podría morir en cualquier momento. Sólo le quedaba una opción. Esconderse y verlos venir.

Vislumbró unas piedras de caliza blanca y grandes que estaban colocadas de manera estratégica, como piezas de ajedrez en el suelo. Se escondió tras una de ellas. Cerró los ojos.

—¡Sylfingir! —conjuró. Observó el arco que sólo ella podía tocar, y admiró la belleza del arma. La vida le había dado una oportunidad, la había hecho especial, y aunque al final la cogieran y todo saliera mal ella iba a hacer honor a esa credibilidad que habían dispuesto sobre su persona.

—¿Temari?

Las manos de Temari temblaron y todo su cuerpo se sacudió de miedo. No le asustaban los berserkers, ni los vampiros, ni siquiera Loki... lo único que podía asustarla de ese modo era la escalofriante voz de la paranoica de su madre.

—¿Cariño? —Su padre, un hombre canoso de unos sesenta años, estudiaba las piedras y buscaba entre ellas—. Sabemos que estás aquí. Te pueden oler.

Genial. Eso significaba que los acompañaban una de las dos ramas de guerreros inmortales. O los traidores o los mutados por Loki. Seguramente los dos.

Se dio la vuelta para observar con un ojo cuántos habían allí buscándola. Su madre seguía como siempre, alta, esbelta, castaña y con la cara de una muñeca de porcelana, igual de inexpresiva. Y su padre seguía igual. Igual de dominante. Alto, trajeado y con los ojos color índigo inspeccionando el bosque. Ellos eran los causantes de sus traumas infantiles y de todos los miedos que había desarrollado más tarde.

—Está allí. —Era Murasame. Estaba muy desmejorado, por lo visto la flecha estaba haciendo estragos en él—. Traédmela.

Tres berserkers fueron a por ella. Temari armó el arco con dos flechas y atravesó con ellas a dos de los que iban en su busca. El otro miró a sus dos compañeros, rugió transformándose y corrió hacia ella. El berserker la iba a coger, no podría hacer nada contra él. Pero sí que podía hacer algo por ella, por su bienestar emocional, por todas aquellas veces que no pudo hacerlo porque estaba indefensa.

Apuntó con dos flechas a sus padres, estaban demasiado separados, sólo podía darle a uno de ellos. ¿Quién? ¿Quién había infligido el dolor más grave? ¿Quién la había golpeado más?

Su madre. Karura Sabaku. La odió por no haber confiado en ella, por no haberla querido, por no haber protestado ni una vez en su nombre. Temari siempre creyó en la sensibilidad de la mujer, en que realmente el sexo femenino era más emotivo y no tan dado a la maldad como el masculino. Su madre le demostró que la maldad no entendía de sexos. O eras una hija de puta o no lo eras. Y ella lo era. Disparó la flecha con toda la mala idea de la que fue capaz, antes de que el berserker la lanzara por los aires y ella se golpeara la cabeza contra un árbol. Oyó un terrible chasquido en el interior de su muslo.

Pero no la dejaron desmayarse. En seguida, el berserker la cargó sobre el hombro y una mujer despampanante y muy sexy le puso un botecito lleno de amoníaco bajo la nariz.

Remon la agarró del pelo.

—¿Dónde están?

Temari le escupió en la cara y Remon la abofeteó partiéndole el labio.

—¡Karura! —gritaba su padre desconsolado—. ¡Le has dado en el estómago, hija de Satanás!

—No es tan malo ser hija tuya, pedazo de...

Otra bofetada, esta vez de Murasame, le cruzó la cara. Temari gimió. La echaron en el suelo, y rápidamente dos humanos más le ataron los pies y tensaron sus piernas atando los extremos de las cuerdas a dos estacas. Se pusieron alrededor de ella.

—Hagamos el ritual rápido —sugirió Remon.

—Vosotros dos —les dijo Murasame a dos lobeznos—, buscad a los mocosos, no pueden estar muy lejos. Tendrás que sacarme esto, Cazadora. —Se señaló la flecha iridiscente que atravesaba su hombro—. No puedo practicar el seidr con esto dentro. No puedo tocar mi vara con esto —miró el bastón que sostenía Remon.

Temari negó con la cabeza. Si Murasame tomaba otra vez el maldito bastón, podría liberar de nuevo a las espectros. Murasame agarró las manos de Temari y la obligó a agarrar la flecha. Temari las cerró fuertemente.

—Espera —lo detuvo Remon. Con una mano presionó el muslo de Temari y tocó el hueso roto. Temari gritó con todas sus fuerzas. Se acercó a susurrarle al oído de Temari—. Mataré a Obito rápido o lentamente, depende de cómo te portes. A ti puedo dejarte vivir, sólo si colaboras.

Temari se echó a llorar pero negó con la cabeza. Alguien le puso un esparadrapo en la boca para que sus gritos no se oyeran.

—Esto te viene grande, Temari. Él se siente decepcionado. Le has fallado. ¿Qué importa ya si colaboras o no? Nosotros podemos dejarte vivir. Podemos darte una vida inmortal. Loki puede hacerlo.

Ella negó con la cabeza.

—Ya. Entonces te diré cómo va a ir todo —dijo Remon cubriéndose su larga melena rubia con la capucha—. Encontraremos a Riku y a Nori, mis nietos. Tendremos que matar a Nori porque ella tiene un don. Un don que por lo visto no sabéis cuál es, nosotros tampoco, pero Loki sí lo sabe, y la quiere muerta. Nosotros obedecemos a nuestro propio dios. Así que la mataremos. —Se sacó una daga de la túnica y jugó con la punta de la daga sobre el escote de Temari—. Luego utilizaremos a Riku, porque es un buscador, ¿sabes? Loki nos dijo que él nos ayudaría con la llegada del Ragnarök, él nos dijo que Riku sabría dónde y cuándo se originaría. Cuando matamos a Sonja ya sabíamos esto, pero resultó que sólo murió ella ya que Obito mantuvo su cuerpo vivo hasta poder sacar a los gemelos. El seidr nos dijo que debíamos esperar al tiempo adecuado para ir a por ellos de nuevo. La siguiente vez que fuimos en su busca tú te entrometiste, y por tu culpa esto se ha demorado. El destino puede cambiar según las fichas que participen en él. ¿No es sorprendente?

Temari frunció el cejo. ¿Era eso lo que tenía que buscar Riku? ¿Un lugar?

—Los niños son muy importantes. Los dioses saben jugar sus bazas, y también tienen sus estrategias —dijo Murasame rompiéndole la camiseta y desgarrando el sostén. Cogió la muñeca de Remon y la colocó en el centro de su pecho—. Adelante.

Remon asintió y agarró el mango del puñal con las dos manos.

—No me mires así. ¿Crees que soy una mala madre? ¿Una mala mujer? ¿Quién dijo que tener hijos la hace a una mejor persona? —le hizo una incisión ligera pero dolorosa en el pecho—. Yo no quería niños. Supongo que hay mujeres que nunca deberían usar su aparato reproductor aunque lo tengan en pleno funcionamiento. Ups, lo siento, se me ha ido la mano —continuó pasando un dedo por la herida de Temari y disfrutó con su dolor—. Mira a tu madre. No fue difícil localizarla. En cuanto te vi a través del seidr, hicimos un hechizo para localizar a tu familia. Quería castigarlos por lo que hacías, quería castigarte a ti, pero resultó que tus padres han sido tu peor pesadilla desde que eras una niña. Entonces el destino empezó a hilar su manto. Loki quiso que fueran una de las parejas que se hospedaban en el edificio de Limbo. Entramos en contacto con ellos y les dijimos que te habíamos encontrado. ¿Sabes una cosa? —Se inclinó para susurrarle al oído, retirándole un pelo de la cara—. Ellos creen que el Demonio te ha poseído. Les dijimos que practicábamos exorcismos y en seguida se unieron a nosotros. Quieren acabar contigo, y no les gustó nada que te alejaras y desaparecieras de su vista. ¿Te das cuenta de cómo es el destino, Cazadora? Te vienes a Inglaterra a vivir y resulta que tus padres ingleses están viviendo en Coldsall. —Agitó la cabeza muerta de la risa—. Qué ridículo tan grande has hecho. —Le cortó por puro placer debajo del ombligo y a Temari se le distendieron los orificios de la nariz y dos lagrimones cayeron por las comisuras de sus ojos. Cómo dolía, ¡la Virgen!—. La cuestión es que yo nunca quise a mis hijos. Tu madre tampoco te quiso a ti. Yo no los quise porque no soy maternal. Tu madre no te quiso porque no aceptaba lo que tú eras. Emi nos ha sido de gran ayuda. Detecté que estaba obsesionada con Obito y la embauqué para que colaborara con nosotros. Ambas éramos iguales. Sólo queríamos el respeto y el título que te daba ser la pareja del chamán en el clan berserker. No quisimos ni a Nimho ni a Obito. Pero, tú sí quieres al tontito de mi hijo, ¿verdad? ¿Por qué lo quieres?

—Padre e hijo eran igual de soplapollas —soltó Murasame poniendo los ojos en blanco—. ¿Sabes lo que te van a hacer tus padres? —se puso de cuclillas y levantó una parte de la camiseta desmadejada de Temari. Miró su pecho y sonrió—. Muy bonitos, humana. Verás, tu padre te va a arrancar el corazón y se lo va a ofrecer a Loki. El espíritu de la Cazadora nunca más se reencarnará, pero para ello tiene que ser un humano quien lleve a cabo el sacrificio. Eso daría a entender a los dioses que la humanidad rechaza el don de la Cazadora y nunca más podría reencarnarse en el Midgard. Es el mensaje de Loki a Odín y los suyos. Remon podrá seguir guiando a las almas hasta su ardid, y yo podré convocarlas y sacar a los espectros siempre que me plazca. El infierno en la tierra. Ragnarök.

—Mi hijo se arrepentirá de haberte confiado a sus sobrinos. Morirá creyendo que fuiste un error. Porque van a morir todos. Emi ya no lo podrá disfrutar, pobrecita, pero mejor, íbamos a matarles a los dos. Así son las cosas. El seidr nos lo ha dicho. Podemos ver el futuro: tenemos a la Cazadora en nuestras manos y también al chamán. Encontraremos a los gemelos y abriremos las puertas del Ragnarök. Adelante, Rasa.

Murasame y Remon se apartaron y el padre de Temari se arrodilló ante ella. Tomó la daga con las dos manos y miró a su hija como si fuera un trozo de carne transparente. Temari no veía en él a ninguna figura especial. Sólo un donante de semen, eso era él para ella.

—Es algo que deberíamos haber hecho hace tiempo —dijo Rasa—. Si te matamos a ti, matamos al Demonio y el nuevo amanecer llegará a la tierra. Dejemos que la nueva luz nos ilumine. —Cerró los ojos y clavó el puñal en el vientre de Temari, por debajo del ombligo.

Temari abrió los ojos y un grito impronunciable resonó en su garganta. Le costaba respirar y sentía que habían atravesado sus órganos. Su padre giró el puñal y lo retorció, haciendo que Temari se encorvará buscando una protección que no podría alcanzar.

—Esto por lo que has hecho a mi mujer —dijo con los ojos velados de sadismo—. Y ahora... —Alzó el puñal y con rabia clavó el puñal en el plexo de Temari.

Temari puso los ojos en blanco y sintió cómo se le escapaba la vida.

De repente el cuerpo de Rasa, cayó a un lado en posición amorfa y su cabeza salió volando hacia otro. Un oks volador rasgó el cielo. Obito y Kakashi saltaron a por los lobeznos y Murasame y Remon corrieron a esconderse. Murasame no podía desmaterializarse con la flecha de la Cazadora en su cuerpo y Remon tampoco podía hacerlo sin el Seidmadr a su lado.

—¿Qué hacen aquí? —gritó ella aturdida. Miró a la Cazadora de reojo y corrió a acabar la faena que Rasa no había hecho.

Kakashi arrinconó a Murasame, y Homura mató a los otros dos humanos que intentaban huir.

—Os equivocasteis de bando —les dijo rompiéndoles el cuello.

Obito miró a Temari, herida e indefensa, y dejó que el frenesí lo barriera. Se volvió loco. Se hizo más grande. El pelo le creció hasta la cintura, sus músculos explotaron, todo él estaba iluminado por una bruma roja. Cogió a dos lobeznos que intentaban barrarle el paso y les atravesó los pechos con los puños. Les arrancó el corazón y los mordió para luego escupirlos al suelo. Tenía la cara salpicada de sangre. Vio cómo Remon tomaba el puñal que seguía atravesado en su mujer y de un salto se encaramó sobre ella. Empujó a Remon y la lanzó por los aires. Él la siguió y con la fuerza del impulso la agarró de la garganta y le atravesó el cuello con una de las ramas de los árboles. Le enseñó los dientes y mordió la carótida de su madre hasta desangrarla. Remon lo miraba aterrorizada. ¿Ése era Obito?

—Hola, madre —le dijo en tono burlón—. ¿Sabías que soy vengativo? ¿No me esperabas?

Remon negó con la cabeza, aturdida y asustada, con el cuello abierto y repleto de sangre.

—Ya ves. La Cazadora ha cambiado las cartas. Gracias a ella he podido encontrarte. Me hizo ver que Nori tenía sueños extraños y que los dibujaba en su libreta. Gracias a eso os he podido encontrar, os dibujó en este mismo bosque haciendo daño a Temari, estaba en su libretita. Los gemelos están bien, a salvo, Sasuke y Sakura cuidan de ellos. Y gracias a esos dibujos os he podido encontrar a vosotros. Nori os veía. Os encontraba en los sueños. Igual que hacía con Loki —gruñó—. Increíble, ¿verdad? La niña es un radar. Localiza a Loki y a los practicantes de seidr. —Hundió el puño en el pecho de Remon y cerró la mano en torno a su corazón—. Gracias por darme la vida. Gracias por dársela a mi hermana. Gracias a ti, puede que Loki no gane esta batalla.

Remon intentó articular algo, pero fue imposible. Obito le arrancó el corazón y lo mordió con los ojos amarillos echando chispas de odio hacia ella. Dejó el cuerpo de la mujer que le había dado a luz clavado en el árbol, sin vida.

Dio otro salto abismal y cayó de rodillas al lado de Temari. La joven tenía el pelo dorado suelto a su alrededor, estaba desnuda de la parte de arriba y tenía un puñal clavado en el pecho y otra puñalada en el vientre, además de algunos cortes profundos y heridas aparatosas en la cara. Y su muslo...

Obito aulló muerto de dolor. El dolor de su kone era el suyo. Arrancó el puñal de su piel y taponó la herida con su mano. Cubrió a Temari como pudo, la desató y la cogió en brazos. El cuello de la muchacha colgaba hacia atrás, sus brazos a los lados sin vida bamboleaban de un lado al otro. Obito la apretó contra su torso y colocó su mejilla sobre su cabeza.

—Te tengo, gatita —le susurró—. Vas a ponerte bien.

El resto del mundo desapareció para él. Sólo le importaba ella. Temari todavía respiraba, aunque débilmente. El poco chi que habían compartido podría salvarla o podría ser insuficiente. En las horas siguientes sabría si él había sido el culpable de la muerte de su compañera.

—Obito —dijo Kakashi reteniendo a un Murasame sin fuerzas contra el árbol—. Obito, ¿qué quieres que haga con él? Es Murasame.

Sí, era Murasame. El berserker traidor. El brujo. El seidmadr. El que había conjurado a los espectros y quería crear el caos en la tierra.

—Hundió a tu padre —le recordó Homura, con la cabeza de un lobezno en la mano.

—No. Mi padre se hundió solo. —Temari le había enseñado eso—. No aceptó que se había equivocado al elegir a Remon. Se obcecó. Mátalo. Ni siquiera se merece mi venganza.

Homura asintió, orgulloso de Obito. Kakashi agarró su oks dorado y le cortó la cabeza a Murasame.

—No me tengas rencor por esto —murmuró divertido pateando la cabeza de Murasame como si fuera una pelota de rugby.

El bastón de los espectros cayó al suelo, pero antes de que la bola rebotara en él, Homura lo cogió en sus manos.

—Esto me lo llevo. Quiero saber qué tipo de bastón es éste. Puede que las sacerdotisas lo sepan.

—Oye, ¿y con la señora Sabaku? —le gritó Kakashi—. ¿Qué quieres que hagamos?

Obito se detuvo. Agarró su hacha y con paso metódico se dirigió a la mujer que no podía respirar del dolor que le producía la flecha en su estómago.

—Así que no pudiste evitarlo, ¿eh? —Obito miró a Temari, que permanecía pálida e inconsciente—. Abra los ojos, desgraciada —gritó a la mujer del suelo.

Karura Sabaku intentó moverse, pero sufría demasiado como para hacerlo. Abrió los ojos a regañadientes.

—Usted, loca psicópata, ha hecho daño a mi compañera.

Karura negó con la cabeza, pero incluso ese movimiento la debilitaba.

—¿Sabes quién es tu hija?

—El... Demonio.

—No. Será quién ayude a salvar a la humanidad de personajes como tú. Tiene buena puntería, ¿verdad? Mi Temari ahora no puede moverse.

—Está muerta.

No. Aquella palabra no constaba en el diccionario de Obito. Su Temari no iba a morir. Ni hablar.

—No, señora. Pero tú sí. Y mueres muy rápido a mi parecer. —Alzó el oks y cortó la cabeza de Karura—. Nadie hace daño a mi kone. Nadie.

Obito se dio la vuelta con la joven que amaba con todo su corazón en brazos. Homura y Kakashi quemaron los cuerpos que allí se encontraban y luego utilizaron las cenizas como abono. Nadie diría que en el New Forest había sucedido una batalla entre seres inmortales. Ni que las piedras de ese lugar se habían utilizado para rituales de ningún tipo. Porque, ¿quién creería en ese tipo de cosas?