Harry llevaba 72 horas en una espiral de muerte, el rastro de magia tenía al Ministerio y al cuerpo de aurores trabajando sin descanso.

El uso de magia oscura, como no podían llegar a imaginar, era inmenso. El Profeta hablaba de un nuevo mago oscuro, de algo que a todos les helaba la sangre y los hacía desconfiar unos de otros.

La primera vez también había comenzado así, matando a muggles, Severus no les culpaba, y menos teniendo la información que él tenía.

El círculo entorno a Harry cada vez era más estrecho, pero sus movimientos seguían siendo caóticos. No había un patrón, aunque para Severus había uno claro.

Harry estaba matando a todo el que había abusado de él de un modo u otro, los rostros desfigurados por el horror y el dolor eran aquellos que él había visto en sus recuerdos.

La impotencia de Severus por no poder adelantarse a Harry, encontrarlo antes de que lo hicieran los aurores era enorme. Ofrecerle de nuevo una oportunidad, una vía de escape. Con él la tendría con ellos, con los aurores, sería una matanza.

La mano de Remus acariciaba la suya, tenerle de vuelta, ser dos en esa búsqueda a contra reloj era lo único bueno de la situación.

Había tanteado cada uno de los escenarios, habían trazado mapas, en lo que Severus vio el patrón de huida de un Harry abusado y vulnerable. La ruta que le llevó hasta él. Hasta aquella noche helada cerca de su casa, donde Harry le mostró cuán herido estaba.

Habían acabado de nuevo allí, en su casa, decidiendo que dar vueltas por Londres no tenía sentido.

Remus llevaba horas callado, no queriendo decir lo que Severus no quería escuchar, que aquella caza, aquel cerco era lo mejor que podía ocurrir. La única opción real de que Harry parara, ellos no habían sido capaces de hacerlo. Y la duda sobre si pararía o necesitaría seguir matando era una que le carcomía.

Era complicado no entender al chico, era muy complicado no pensar que en una situación similar él no haría lo mismo. Salvo que el poder que Harry tenía era tal, que podía acabar con mucho más que con un montón de escoria. La definición de Justicia era compleja, la ley del ojo por ojo era una que solo los llevaría a una guerra, una que ya todos habían conocido.

Mantener su mundo en secreto siempre había sido una prioridad, porque ellos eran menos, pero también eran más fuertes. Eso era lo que siempre había defendido Voldemort, no ocultarse, mostrarse orgullosos de lo que eran y dominar a seres carentes de magia que los hacían ocultar la magia. Harry estaba exponiendo ese secreto, su venganza ya no era solo suya. Harry estaba exponiendo la magia sin tapujos. Los pasos podrían llevarle al mismo punto donde Harry y Voldemort perpetuarían ese mismo camino.

Remus no decía nada, Severus no quería escucharlo, aunque pudiera entenderlo.

Acarició el trozo de pergamino encantado que había roto para Draco. Era el único lugar, a parte de aquella casa, donde Harry podría ir que ellos conocieran.

Y una parte de Severus quería que Harry no lo hiciera, que acabara su venganza y se fuera, que viviera una vida que le habían robado, que controlara aquel poder, que encontrara la paz, la felicidad aunque fuera lejos de ellos.

72 horas, 3 días, 3 días de muerte. Y el pergamino se tensó bajo sus dedos, unas letras en relieve aparecieron.

Solo dos palabras.

"Está aquí."


Draco estaba en su habitación, hacía solo unas horas había destrozado las posibilidades de su padre. Y aunque debería haber sentido satisfacción por escapar de sus garras, de la línea que había trazado para él desde su nacimiento, no lo sentía.

La expresión de su padre no había sido de rabia, ni si quiera de reproche, era de pura decepción, de absoluta desolación.

No solo había cancelado el enlace con Astoria Greengrass, había destrozado a su familia, los había traicionado.

Draco había sido llevado a lo que solo podía ser entendido como una trampa, una bastante estúpida, la fiebre parecía estar restándole muchas capacidades a su padre.

Aunque para lo que parecía su desgracia, el veneno de Remus no se lo iba a llevar por delante, como en el fondo sabía que su padre deseaba. No, este había cuajado en su sangre, lo estaba convirtiendo en lo que sería a partir de la siguiente luna llena. Una bestia, una criatura. Y quería asegurarse de que el apellido Malfoy siguiera intacto.

El señor y la señora Greengrass habían accedido de mala gana a llevar a cabo aquel enlace de un modo precipitado, salvo que la cantidad de galeones había sido tan ridículamente alta que aceptar esa ceremonia apresurada e "íntima" los había convencido. Esos siempre habían sido los motivos, para unos la posición que ganarían, para otros perpetuar un legado familiar.

En los titulares que venderían a la prensa sería la muestra del inmenso amor de dos jóvenes sangre pura que no podían esperar a consumar su amor.

Bueno para ellos, bueno para perpetuar aquella arcaica tradición de los matrimonios por la sangre camuflada de falso amor. Una trampa, de nuevo, hacia los jóvenes para mostrarles de que aún en las antiguas tradiciones, el amor era posible.

Como un estúpido cuento de amor.

Draco miró a Astoria, estaba preciosa, siempre había sido una chica bonita y agradable, no tenía nada en contra de ella. Nunca lo había tenido.

Su padre tenía que estar desesperado, muy desesperado para haber pensado que eso iba a resultar bien.

Solo hizo falta una frase, una frase para arruinarlos a todos.

—¿Señor Greengrass cuántos galeones vale su hija para darla a la familia de un hombre lobo?

La sonrisa complacida del hombre se tornó nerviosa, el empleado del Ministerio que estaba en la mansión para casarlos, junto al hermano del amante de su padre, le miraron sorprendidos.

El silencio podía ser tan ruidoso a veces, un invitado más a esa estúpida boda que Draco se había encargado de arruinar.

—¿Lucius?—inquirió el señor Greengrass no queriendo creer en las palabras de su futuro yerno. Pero su padre solo tenía ojos para él. Su madre que estaba jugando el papel de la amantísima esposa, trató de aplacar los ánimos.

La simple duda era suficiente, ni siquiera eran necesarias las pruebas que el padre de su prometida había pedido antes de irse.

Se acercó a Astoria y le pidió perdón, no era por ella, le deseó lo mejor y que de verdad encontrara a alguien digno de ella, y no de su apellido.

Ella solo asintió antes de irse. En el fondo la joven sabía que si se hubieran cansado y se hubiera sabido que un miembro de su familia era un hombre lobo, caería en desgracia arrastrando a ambas familias.

Draco por su parte había arruinado socialmente a su propia familia, y sentenciado a su padre. El mismo que no había dudado en lanzar una maldición asesina a Harry.

Draco no se arrepentía, tomar su libertad, como su padre le había dicho había significado renunciar a su familia, a su apellido tal y como ellos lo habían conocido. Salvo que se los había llevado a los tres por delante.

Su padre tenía dos opciones, someterse a las pruebas del Departamento de regulación y control de criaturas mágicas del Ministerio, o huir. En ambos casos, lo perdía todo, absolutamente todo, y se lo había quitado su propio hijo.

Los Malfoy nunca más serían aceptados en los sagrados veintiocho, en la sociedad elitista sangre pura, y ni siquiera su ingente fortuna volvería a abrirles esas puertas.

Draco estaba sobre su cama perfectamente hecha mirando el techo. ¿Dónde estaba la satisfacción de la libertad?

Su padre no tenía opciones, sabía que estaba haciendo las maletas, no iba a soportar la denigración pública. Su madre estaba en los brazos de su amante de turno, creía que era uno de los múltiples y pobres Weasley.

Draco sería a partir de esa noche el señor Malfoy, cabeza de familia y dueño de todo. Dueño de un apellido que sería pisoteado durante los siguientes meses hasta que un nuevo escándalo hiciera que todos hincaran el diente en otra cosa. Pero las puertas para todos ellos habían sido cerradas de golpe.

La calma fue rota, destrozada más bien, por un temblor parecido a un terremoto y el sonido de miles de cristales al romperse.

Las protecciones de Malfoy Manor eran más antiguas que las piedras centenarias de aquella construcción. El terreno, donde antes había habido un castillo medieval, y antes de este una fortificación que databa de los tiempos del mismísimo Merlin, estaban hechas de magia de sangre, de la sangre de todos los Malfoy. Era la magia de protección más potente que existía, y había sido rota como el que estallaba una copa de cristal contra el suelo.

Draco tomó el pergamino que Severus le había dado, solo había alguien al que creía capaz de algo así. Solo a uno al que en el fondo había estado esperando.

Draco bajó a la planta principal quería decirse a sí mismo que sereno, pero no lo estaba, no lo estaba en absoluto.

A cada paso su corazón latía atronadoramente, el miedo y la expectación estaban allí. Sería un estúpido si no temiera a Harry, o a aquello que ahora era Harry.

Pero a pesar del temor, a pesar de cualquier buen juicio que le decía que debía huir de Harry, como había huido de todo a lo largo de su vida. No lo hizo, porque una parte de él quería que Harry volviera, este, o el otro, ya no estaba seguro.

A pesar del sonido, de la magia protectora al romperse, la mansión seguía intacta, piedra sobre piedra, cristales en perfecto estado. Y Harry en mitad del hall de entrada como si estuviera esperando a ser recibido como dictaban las buenas maneras.

Cuando Draco le vio, cuando hizo contacto con sus bonitos ojos verdes, con su rostro sereno, se estremeció. En su mente Harry era tantas cosas, era tímido y letal; era temeroso y oscuro; era un chico del que había caído desde el primer momento en el que le vio cobijado tras la espalda de Remus como un gatito indefenso. Y ahora era el mismo, el mismo envoltorio, pero era mucho más. Muchísimo más.

El moreno sonrió, y Draco se descubrió devolviéndole la sonrisa. Como si no hubiera muerte y caos entre ellos, como si solo hubiera pasado una noche desde que volvieron de la fiesta de Blaise y hubieran compartido aquellos tímidos besos.

Cuando Harry dijo Draco. Draco perdió la voluntad como si le hubieran lanzando un imperius hecho única y exclusivamente para él.


Capítulo 30, ais no sabéis la emoción que siento de llegar a este punto de la historia, y de haberla retomado.

Le calculo 10 capítulos más si las cosas no se tuercen.

¡¡Que ha llegado Harry!!

Hasta el viernes que viene.

Besos.

Shimi.