Atención: escenas de contenido sexual. (Lo aviso por si quieren saltarse esa parte y no les gusta)

Capítulo 31

Nifa soltó un gemido quejumbroso mientras Dawn le enrollaba una venda alrededor del brazo. Hacia un momento atrás, su equipo de maniobras falló cuando quiso propulsarse a su posición de guardia. La soldado perdió el equilibrio y no pudo estabilizarse en el vuelo. Nifa estuvo cerca de lastimarse gravemente si no fuera porque Dawn actuó rápido y la atrapó con su equipo de maniobra.

-Listo -le dijo, terminando de darle una última vuelta a su vendaje. Nifa lo presionó con la mano para asegurarse de que no se afloje-. Has tenido suerte, niña, que pude moverme. Solo te cortaste con un par de ramas -Dawn se señalo su pierna-. ¡No tienes idea lo que me duelen estos puntos!

Las dos chicas estaban sentadas, con las piernas suspendidas en el aire; encima de la rama gruesa de un árbol. El capitán se encontraba a las espaldas de ella y, a pesar de la distancia, escuchaba la conversación al tiempo que comía unas barras de cereales que la Fuerza de Guarnición había traído de Trost.

Dot Pixis, Anka, Hannes y un par de soldados más habían regresado del distrito haría unas cuatro horas. El comandante Pixis dejó la seguridad de Trost en manos de hombres de su confianza y, cuando volvió al refugio, trajo consigo provisiones: productos de limpieza (pedido por Levi), repelentes de mosquitos y cucarachas (también pedido por Levi), almohadas, sacos de dormir y comida para unos días.

Tan pronto llegaron, el capitán embadurnó con la ayuda de su escuadrón todo el subsuelo de pesticida. Las cucarachas, los insectos y hasta...¡una rata! brotaron al instante y estuvieron trajinando un buen rato antes de aniquilar a todas las plagas por completo.

Nifa bajo la vista hacia la extensa distancia que había desde el árbol hasta la hierba.

-Gracias -contestó-. No sé que pasó. Siempre lo reviso antes de usarlo, como la Mayor Hange nos indica, pero se ve que no me di cuenta que estaba averiado. Esta situación me tiene algo preocupada.

-Pensé que el uniforme de la Legión era más resistente como para que los rompan unas simples ramas -comentó Dawn.

Nifa movió la cabeza de un lado al otro.

-No -respondió-. Es liviano y de algodón al igual que el resto de las otras fuerzas. Supuestamente es para que sea más fácil movernos por el aire a la hora de enfrentar a los titanes.

Dawn recogió su cabello rubio con una banda elástica, que latigó detrás de su espalda, apenas movió la cabeza en dirección a Nifa.

-¡Vaya! -expresó-. Eso no lo sabía. Deberían cambiar el material de los uniformes, ¿no crees?

Nifa encogió los hombros.

-Con mi líder de escuadrón estábamos trabajando en eso antes de que todo esto suceda -contestó-. Tú eres la amiga de Fenrir, ¿cierto?

-Así es -la oficial de la fuerza militar le tendió la mano y Nifa la sostuvo animada-. Me llamo Dawn.

-Nifa -dijo ella-. ¿De dónde conoces a Fenrir?

-Hemos vivido un tiempo junto de niños -explicó la joven-. Digamos que mis padres ayudaron mucho a los suyos. Me alegra volver a encontrarlo. ¿Tú también eres su amiga?

Nifa tardó un rato en responder.

-Bueno -expresó, dubitativa-. No. No lo conozco demasiado. Él... no me soporta.

-¿En serio? -demandó la chica-. ¿Por qué?

-Soy muy extrovertida y desubicada en ocasiones.

Dawn soltó una sonora carcajada.

-Todo lo que Fenrir detesta -reconoció-. Él es muy justo y correcto. Nunca va ir contra las reglas y siempre prefiere ver las dos caras de la misma moneda. ¡Sí! ¡Es un dolor de cabeza! Cuando éramos niños, y me metía en problemas, él siempre decía que la culpa era tanto mía como de los demás niños. ¡Su sentido de igualdad es abrumador!

-Sí, lo he notado -dijo Nifa-. Ya no sé que hacer o cambiar de mí para agradarle.

-Deja de intentarlo, niña -replicó Dawn-. Si a él no le gusta como eres o lo que piensas, es su problema. No debes cambiar por nadie más que por ti ¿Cuántos años tienes?

-Diecisiete.

-¡Oh! -exclamó Dawn, y estiró los mofletes de Nifa como si fueran plastilina-. ¡Eres muy chiquita!

-Petra también me lo dice -confesó Nifa, frotándose las mejillas cuando Dawn la soltó.

-¿Qué eres chiquita? -bromeó.

-No -rio la chica-. ¡Que deje de intentarlo! Que si quiero ser alguien que sea yo misma y que deje de esperar algo que él nunca será. Ella dice que debo respetar su forma de ser.

-¿Y entonces? -dijo la oficial de la Policía Militar-. ¿Por qué sigues insistiendo?

-Porque me gusta -contestó Nifa, cabizbaja.

Dawn le echó un brazo por encima del hombro y la atrajo hacia su cuerpo.

-¡Oh! ¡Nifa! ¡Olvídate de él! ¡Hay tantos hombres allá fuera dispuestos a encontrarte! Fenrir no puede dejar atrás el pasado. -Dawn se apartó de Nifa y se puso de pie-. Una de las razones por la cual Fenrir y yo nos hemos distanciado es porque pretendía que comprenda al mundo de la misma forma que él lo hace.

-¿Ustedes han peleado? -preguntó Nifa, con asombro.

Dawn exhaló.

-Sí, hemos peleado -respondió-. Bah. En realidad, él se alejó de mí. No me sorprende que esté en la Legión. Siempre ha odiado los temas mundanos.

-¿Y por qué dices que me olvide de él? -quiso saber Nifa.

-Porque él no puede olvidar a Zenda -La voz de Dawn se oyó repleta de tristeza.

Levi echó una mirada furtiva por encima de su hombro. Fenrir se hallaba detrás de él, con una postura firme y serena, pero su mirada, algo vacua, estaba clavada en el soto horizonte. Si bien no se mostraba interesado en la conversación que se estaba dando entre las dos mujeres, Levi intuía que escuchaba todo lo que ambas decían a pocos metros.

-¡Levi! -El capitán se inclinó de lado y bajó la vista cuando Hange lo llamó.

El corazón se le ablandó tan pronto la vio. La líder de escuadrón lo saludó con la mano y, a continuación, le hizo una seña para que se acercara a ella. Hange estaba escoltada por Mike y Moblit. Levi reparó en el último y experimentó una mezcla de fastidio y pudor.

Recordó lo que había sucedido ese mismo día a la madrugada y lo más similar a la humillación se apoderó de él. La atracción física que sentía por Hange y el deseo que ella le despertaba estaba haciendo que pierda la cordura. ¿Realmente estuvo a punto de tener sexo en esa casona inhóspita y espantosa?

Levi no tenía razones lógicas para detestar a Moblit. El tipo adoraba a Hange. El subteniente era extremadamente protector y leal con ella. La cuidaba más que a su propia vida y siempre le profanaba una gran admiración. Sin embargo, ahí estaba esa sensación ácida, ese puntada que lo atosigaba y que intentaba controlar a como dé lugar.

¿Qué pensaría Hange si se enteraba que Levi estaba -un poco- celoso de Moblit? Algo en su interior le gritaba que ella jamás se alejaría de su amigo por más que él se lo pidiera. Tampoco seria correcto obligarla hacerlo. Al final de cuentas, Levi no era nadie en su vida para decirle lo que tenía que hacer y, si lo fuese, no lo veía bien.

Aún así, no podía evitar quererlo a trescientos metros lejos de ella. Le molestaba la forma en que le sonreía, la miraba y el timbre vergonzoso que empleaba cuando le decía "líder de escuadrón". ¡Qué patético! ¿Era idiota? ¿O qué? ¿No se daba cuenta que a Hange no le interesaba? ¿Y por qué él estaba tan celoso?

"Porque no quieres perderla", pensó Levi y sintió un cosquilleo extraño en su estómago.

-¡Ey! ¡Cara de charco! -bramó Mike, con los brazos cruzados sobre el pecho-. Te estamos hablando.

Irritado, Levi le enarcó una ceja y, después, descendió hacia el pequeño grupo de tres que lo esperaba. Antes de eso, le delegó el mando de la guardia a Fenrir y su subordinado tomó la responsabilidad sin tapujos.

-¿Qué sucede? -indagó Levi, desactivando el equipo de maniobras al bajar.

-¿Qué te pasa a ti? -inquirió Mike-. ¿Por qué tardaste tanto en responder?

-Me estaba aguantado unos pedos

-Pues te lo sigues aguantando -dijo Hange, dando media vuelta hacía el refugio-. Debemos ir a ver a Paige. Moblit y Mike se encargarán de nuestras guardias.

Más pronto que tarde, los dos soldados de alto rango bajaron hacia el subsuelo e ingresaron a la habitación en donde se encontraba cautiva Paige. De entrada el olor a orina les golpeó la cara y la imagen de Paige atada y sentada en la silla los dejó aturdidos y de piedra. La chica continuaba con la ropa poluta, arrugada y ensangrentada del día anterior. El cabello le caía sobre la cara y estaba encorvada en dirección a sus pies. Se había descalzado. Cuando los oyó entrar, alzo la mirada y sus ojos verdes, lúgubres y cansados se fijaron en Hange. A simple vista, se veía muy desmejorada y consumida. El sudor le perlaba la frente y el contorno de la cara. Su boca había adquirido un tono famélico, casi violáceo, y tenía las heridas sin saturar. Junto a sus pies se encontraba la cena del día anterior cubierta de moscas.

Hange tomó aire y se sentó frente a Paige. Levi se colocó a su lado. Estaba impaciente, pese a su actitud distante de siempre. Necesitaban información.

-Paige -dijo Hange, con un nudo en la garganta, que el capitán percibió en el timbre de su voz-. Por favor. Deja que te curen las heridas y come algo. Te estás haciendo daño.

Paige parecía mareada y confundida.

-¿Cómo está Linus? -preguntó en un susurro-. ¿Lo han matado?

-Él esta bien -aseguró Hange, y era cierto. El chico, si bien no cooperaba, al menos comía-. Tú luces fatal.

-No han sido muy buenos conmigo -dijo Paige.

Levi afiló su mirada.

-Eso no es cierto -masculló.

-¿Hace cuántos días estoy acá? -le preguntó Paige a Hange.

-Tres -le informó la chica-. Contando desde el día que Erwin te trajo.

Paige soltó aire en un gesto que intentaba ser una risa, aunque era más bien un suspiro de frustración. Su respiración era sibilante, como si tuviera la garganta repleta de mocos. El capitán distinguió ese sonido en Kachel varias veces. La humedad de la habitación subterránea estaba enfermando los pulmones de Paige.

-Parecen más aquí atada y sentada -murmuró, y tosió-. Me duelen los brazos y los pies.

-Abel me dijo que no quieres que nadie se te acerque. Tampoco quieres comer ni ir al baño -Los ojos de Hange se veían tristes y aguados detrás del vidrio de sus gafas-. ¿Tanto quieres morir? ¿Tanto quieres humillarte? ¿Tan importante es esta causa? ¿Incluso más que tu propia vida?

Paige bajó la cabeza y una sonrisa compungida delineó el perfil de su cara.

-Dante

El nombre tomó por sorpresa a Hange.

-¿Qué?

-Dante -repitió Paige, y Levi entornó el rostro con desconfianza-. Dante se llama mi amigo de la Ciudad Subterránea. Tiene 8 años. Su madre murió de un paro cardíaco mientras la violaba un tipo de la Policía Interior. Se llamaba Melanie. Estaba desnutrida y era puro huesos. Murió y nació en la ciudad, sin ver la luz del sol. No tuvo oportunidad de trabajar ni de tener una vida digna. No tuvo ningún derecho que la ampare. Nadie la ayudo. Tampoco pudo de delinquir y sobrevivió entregando su cuerpo. ¿Sabes que futuro le espera a Dante, Hange? Él no tiene padres y está solo en un mundo repleto de mierda.

-Paige, por favor -la líder de escuadrón aclaró la garganta-. Sé que tus intenciones no son malas, pero no puedes asesinar a gente inocente. No todos los miembros de la Policía Interior son corruptos. No puedes encasillarte en los prejuicios y estereotipos. Si quieres cambiar a la humanidad, este no es el camino.

La mirada de Paige tomó la fuerza de un huracán. Sus ojos verdes se volvieron enormes, brumosos y felinos, cargados de ira e indignación.

-¿Y cuál es el camino? -Preguntó Paige-. ¿Cómo haces que un pueblo reaccione? ¿Con hermosas y dulces palabras? -una risa irónica y dañina emergió de su interior-. Por favor, Hange. No me hagas reír. Si quieres un cambio, debes hacerte escuchar. Este es nuestra revolución. La revolución de los marginados, los pobres y los olvidados. Tantos años se han reído en nuestra cara. No sabes la satisfacción que me da saber que ellos serán los que ahora nos tengan miedo. Los que ahora se esconderán.

-Hay muchas formas de generar una revolución sin recurrir a la violencia -farfulló Hange. Levi no estaba seguro de esa afirmación-. No hace falta que muera gente inocente.

-No hemos matado a gente inocente -sostuvo Paige, con el mentón en alto-. Ya te lo he dicho.

Hange cerró los ojos un instante y, cuando los abrió, ya no había compasión en su mirada sino severidad. Las ojeras debajo del marco de sus gafas delataban las horas de falta de sueño. Después de todo, no había descansado nada desde la madrugada.

-Tengo que decirte algo

Levi, que se había mantenido quieto, como un mero espectador, reprimió un escalofrío. Hange tenía un porte incendiario y urdido. Si lo que sospechaba era cierto ¿Le diría al fin lo de Conan? ¿No era que no se animaba hacerlo?

Paige bufó.

-Nada de lo que digas me va hacer hablar.

-Conan ha muerto.

El silencio, pesado y frío, se propagó en la habitación por un lapso de tiempo que pareció eterno. Levi observo la reacción de Paige con ansiedad. La chica miró a su amiga pálida, con la boca y los ojos abiertos de par en par hasta que parpadeó, echó el cuello hacia atrás y estalló a carcajadas.

-¿En serio crees que eso va a funcionar? -Hange se mostró imperturbable frente a la sorna de Paige, que al ver la seriedad en su amiga, se volvió a reír, pero esta vez más nerviosa y turbada-. No puedo creer que caigas en esa mentira tan baja solo para hacerme hablar. Creí que aún eras mi amiga y me querías. En serio, estaba esperando que lo traigan y que lo enfrenten a mí para hacerme hablar. Realmente se van a llevar una gran decepción.

Hange bajó la vista e hizo las manos un puño sobre su regazo.

-No es mentira -contestó, encogiendo la espalda-. Ojala lo fuese, pero él... él está muerto.

Paige dejó de reírse. Por primera vez, desde que había empezado el ataque rebelde, Levi distinguió a su vieja compañera en aquella joven incrédula, pero vulnerable.

-No -musitó Paige, pasando su mirada de Hange a Levi-. Está mintiendo, ¿verdad?

Levi observó a Paige. El recuerdo de Conan conmocionó al capitán y, con un nudo en la garganta, alejó la vista de la chica para no echarse a llorar. Era necesario persuadir y hacer flaquear a Paige, sin embargo, eso no significaba que el capitán encontrara satisfactoria la muerte de un amigo. La imagen de Conan aplastado, ensangrentado, esforzándose por decir sus últimas palabras con un soplo de vida y una pila de escombros encima, todavía lo acechaba por las noches y le quemaba en la memoria entre un sinfín de pesadillas.

Paige empezó a sollozar.

-Levi...

-Paige, es cierto -interrumpió Hange, recobrando la compostura-. El día de la explosión en la arbolada, Levi y su escuadrón estaba en una misión en cubierta y fueron sorprendidos por la explosión. La bomba mató a muchos inocentes, entre ellos, a Conan. Él... fue aplastado por los escombros que volaron en todas direcciones. Murió prácticamente en el acto.

La chica separó sus labios morados y emitió un gemido lastimero mientras las lágrimas brotaban de sus ojos y le recorrían las mejillas cenicientas. Su rostro se inundó de resentimiento.

-¡Mientes! -gritó de pronto. Paige empezó a temblar y a removerse en la silla, como si estuviera poseída por el diablo-. ¡Eres una mentirosa! ¡Él no puede estar muerto!

Hange abrió los ojos como platos.

-¡No, Paige! -espetó con frustración-. ¡Te estoy diciendo la verdad!

-¡No te creo nada! -la chica soltó un alarido al tiempo que sobaba por la nariz-. ¡Lárgate!

-¡Paige! ¡Por favor! -la voz de la líder de escuadrón era baja y se acentuaba con dolor-. Tienes que creerme.

Hange alargó la mano para consolar y acariciar a su amiga, pero ella la escupió en el rostro y giró la cabeza. La rabia rugió en el interior de Levi como un León y su compañera lo notó. Hange lo detuvo antes de que pueda moverse y se limpió la frente con el antebrazo.

A Paige le temblaba la boca y sus pestañas estaban apelmazadas por las lágrimas.

-Vete -susurró-. No les diré nada. ¡Largo!

-Necesito que confíes en mí y empieces hablar -dijo Hange, en tono conciliador-. Podemos solucionar esto juntas.

Levi, que siempre vio a Paige como una mujer intensa, valiente y luchadora, se encontraba abstraído con la persona que tenía adelante de él. Paige estaba quebrada. Entonces... era cierto. Ella no sabía nada acerca de su muerte. Un vacío en el pecho lo asaltó: era la culpa.

-No hay juntas, Hange -masculló Paige, con un odio que le heló la sangre al capitán.

La rebelde volvió la cabeza. Las dos mujeres cruzaron miradas desafiantes durante unos breves segundos hasta que algo inesperado pasó y Levi permaneció atontado por el repentino comportamiento de su compañera. Hange deslizó la mano sobre el equipo de maniobra, empuñó una de las espadas por el mango y después... cortó con el filo las sogas que amarraban a Paige. Luego, agarró otra hoja metálica y la lanzó a los pies a su amiga.

Paige dejó de llorar y se quedó rígida y aturullada en su lugar. Ella, al igual que Levi, no comprendían que estaba sucediendo

-Pelea conmigo -dijo de pronto Hange.

El corazón de Levi se llenó de pánico y miedo.

-Hange -gruñó-. ¿Qué mierda haces?

-Mantente al margen -la expresión de la chica era dura y sombría-. ¡Vamos! ¡Mátame! ¿No quieres acabar con todos nosotros? ¡Hazlo!

Paige alzó la vista mientras se frotaba las muñecas liberadas, pero enrojecidas y magulladas. La chica sonrió de manera soberbia.

-No tienes oportunidad contra mí.

Hange frunció el ceño y sus dedos reforzaron el agarre sobre su cuchilla.

-Eso ya lo veremos.

Paige colocó los brazos a los costados de su cuerpo y desperezó la espalda. Hizo crujir las articulaciones de sus manos y pies. Movió el cuello de un lado al otro y dijo:

-No hay forma de que pueda hacerte daño con Levi aquí.

-Entonces le diré que se marche.

-Él no te dejará sola -Paige agarró la hoja metálica que Hange le lanzó y se la regresó a la líder de escuadrón, deslizándola por el suelo.

-Él obedece mis órdenes -aseguró Hange sin titubeos-. Su jerarquía no le permite discutirme. Si le digo que se vaya, debe hacerlo.

Paige entrecerró la mirada.

-Puedo matarte y lo sabes -respondió, y miro, por el rabillo del ojo, al capitán en posición de ataque-, pero él me matará luego de eso.

El vértigo corroyó los nervios de Levi y le anudó el estómago. El capitán adelantó un paso y enarboló una de sus hojas metálicas.

-¿Quien es tu líder? -le preguntó a Paige mientras la apuntaba desde su flanco con el filo del metal.

Paige dejó atrás su postura presumida y se abrazó los codos.

-¿Es cierto lo de Conan? -preguntó.

Levi habló con determinación.

-Sí.

La chica se permaneció callada un momento y, después, empequeñeció de nuevo. No miró a Levi ni a Hange. Su vista estaba anclada a sus pies descalzos.

-¡Vaya! ¡Eso duele! -expresó-. Era un chico tan bueno. De repente, me siento mas vacía que antes. Sé que me fui, pero intenté. Juro que lo intenté.

Hange y Levi se miraron con consternación.

-¿Intentar qué? -indagó la líder de escuadrón, al tiempo que recogía la cuchilla del suelo y la regresaba al dispositivo metálico del equipo de maniobra.

Paige se derrumbó y apretó sus piernas contra el pecho.

-Salvarlos.

Hange se acercó con cautela, como si cada paso que daba podía activar una trampa peligrosa, que llevaba consigo el nombre de Paige. El capitán no bajó el arma. Si bien la chica daba la impresión de estar genuinamente devastada, no podía fiarse de ella. Estaba loca.

-¿A quién? -Hange se acuclilló frente a Paige.

La rebelde ocultó el rostro en el hueco de sus brazos.

-A tí, a Conan, a Moblit, a Sean, a Hunter, a Fenrir -dijo cada uno de esos nombres con un sentimiento tan profundo y triste que a Hange se le volvió a nublar la vista-. Intenté salvarlos. De verdad. Le dije a Levi que la Legión se mantuviera alejada. Hice mi mayor esfuerzo. ¿Por qué siempre tengo que perder a las personas que amo?

Las palabras de Paige fueron como una piña en el medio de la cara para Levi. ¿Entonces su primer encuentro fue una pantomima? ¿Cuál era la verdadera Paige? La culpa agujereó de nuevo su pecho. El capitán podía mimetizarse con el sufrimiento de la joven que estaba, sola y destruida, y sentir el dolor que la abatía. Por un instante, tan solo por un breve instante, él se preguntó lo mismo. ¿Por qué siempre perdía a las personas que amaba? Su mamá, Farlan, Isabel...

-La vida es cruel -Hange le dio un ligero apretón al huesudo brazo de Paige-. A veces es muy injusta y suceden cosas que no tienen explicación ni lógica. En ocasiones, la gente buena se va, los malos quedan, pero debes seguir porque de eso se trata estar vivo, de seguir hacia adelante, de avanzar sin olvidar a quienes quedan detrás.

Paige se rebulló y Hange volvió a alejarse.

-Yo -vaciló-, ya no tengo más nada que perder. Mi vida ya no vale nada.

-Paige -respondió Hange-. Eso no es verdad. Aún me tienes a mí.

La chica irguió el cuello y levantó la cabeza. Tenía las mejillas hinchadas, la nariz irritada y los ojos enrojecidos.

-Tú estás de su lado.

Hange se movía y hablaba con dulzura y delicadeza como si Paige fuese un cristal a punto de romperse en miles de fragmentos.

-Pero eso no significa que debamos enfrentarnos.

Paige chasqueó la lengua.

-No seas ingenua, Hange -soltó con dureza-. No pienso rendirme. No quiero. No aún. El dolor debe hacerme fuerte. Las personas como yo tenemos que sacrificarnos para que personas como Conan no mueran.

-¿Piensas que tu líder es diferente a toda esa gente que deseas aniquilar? -quiso saber Levi, aunque sonaba escéptico, estaba conmovido por la emoción de Paige. Al final de cuentas, ella no había sido la causante de la explosión. Paige no había matado a Conan.

-No lo sé -la rebelde bajó los brazos y se quedó estática-, pero al menos él servirá para que algo cambie.

Hange se puso de pie y se expresión apesadumbrada y cándida permutó a una firmeza inquebrantable.

-¿Por qué lo sigues?

-¿Por qué siguen a Erwin? -retrucó Paige-. Porque creen en él, ¿cierto? Pues, yo creo en mi líder. Para hacer un líder debes convertirte en un demonio capaz de acabar con el enemigo. Por eso ni tú, Hange, ni Levi ni mucho menos yo tenemos la capacidad para liderar.

-Eso no lo sabes -farfulló Hange-. Hay muchos tipos de liderazgo. Entiendo entonces que hay dos bandos rebeldes -dijo a continuación-. ¿Quién lidera al otro bando? ¿Y quien maneja el tuyo? ¡Dime cómo sabes todo lo que haz dicho ayer!

Paige parpadeó asombrada, se tumbó en el suelo y, su comportamiento cínico y delirante, regresó.

-Todos tenemos secretos -murmuró ella, más para si que para Levi y Hange. La chica estiró los brazos y las piernas, y estalló a carcajadas-. ¡Qué divertido! ¡El caos está por empezar!

Levi siseó entre dientes. Se inclinó hacia Paige, la tomó del cuello de su camisa para levantarla del suelo y acercar su rostro al de ella. Paige lo enfrentó con una sonrisa.

-Escúchame -dijo el capitán, enfurruñado-. Hablarás ahora mismo. Ya basta de tus idioteces y este numerito de hacerte la loca.

Paige se rió y le dedico una mirada glacial y astuta.

-Juguemos en el bosque mientras el lobo no está -cantó. Después, se puso seria y dijo:-. Si quieren vivir, váyanse de aquí. Esto es una guerra y ustedes defienden al enemigo. Los matarán uno por uno si no se van. Yo no podré hacer nada para detenerlos. Ya no.

Levi apresó a Paige a la silla de nuevo. La chica no se reveló frente a él sino que se mostró extrañamente mansa y accesible. Cuando salió de la habitación, a Levi le dolía la cabeza. Hange se hallaba recostada sobre la pared adversa a la puerta.

-Una vez te dije que todo era cuestión de perspectiva -Hange sonrió alicaída-. ¿Quiénes son los buenos y quienes son lo malos en esta historia, Levi?

La pregunta descolocó al capitán.

-No lo sé -resolvió decir Levi

La sonrisa de Hange se ensanchó de pena.

-Eso pensaba -replicó, y exhaló-. Sabes que es cuestión de tiempo para que nos enfrentemos a ellos ¿verdad? Muchos de los rebeldes así como miembros de las fuerzas morirán. Solo espero que logremos detenerlo antes de que sea imposible.

El capitán era consciente de que tarde o temprano eso sucedería. Solo quería evitar que sus camaradas y la gente que, aún no había huido aterrada de Mitras, muriera. También deseaba salvar a los hombres, mujeres y niños que se encontraban marginados y aislados de la sociedad solo por ser oriundos de la ciudad subterránea. Levi anhelaba salvar a todos, y aún así, casi nunca podía proteger a nadie.

El capitán aclaró la voz.

-Lo que hiciste recién ha sido valiente y estúpido -observó-. No vuelvas hacerlo.

-Lo haré aunque me digas que no -contestó la líder de escuadrón-. ¿No habíamos hablado de eso ya?

Levi admiraba la fortaleza de Hange. Ella daba la sensación de ser una persona casquivana, inmadura y desconectada totalmente de la realidad, pero, por más que en ocasiones tuviera comportamientos que rayaban la locura, Hange era valiente, osada, inteligente e inconsciente. Algunas veces actuaba sin pensar, otras dudaba y lloraba a escondidas, aunque no podía negar que su arrojo y convicción era impresionante, pero también impredecible y peligroso.

El capitán exhaló.

-Dijiste que no le dirías lo de Conan y, aún todo, lo hiciste -dijo, cambiando de tema-. ¿Por qué lo has hecho?

Hange se ruborizó de manera escandalosa.

-Creí que era lo correcto -sostuvo-. Luego que me dijiste lo de Sean, estuve reflexionando al respecto y pensé que si no se lo decía, me sentiría una cobarde. Después de todo, ella es alguien importante para mí. Fue gracias a ti también. Siempre haces que me quede pensando y reflexionando, Levi. Tienes cierta influencia sobre mí.

Esta vez fue Levi el que estuvo tentado a sonrojarse, pero lo evitó. Su semblante continuó parco e inexpresivo

-¿Le dirás a Erwin lo que estuviste investigando?

Hange asintió.

-Una vez que termine mi pesquisa, aún no he revisado todos los periódicos.

-De acuerdo. Volveré a mi guardia -dijo el capitán, dando media vuelta-. Llámame si me necesitas.

Hange le respondió con otra sonrisa ligera.

La guardia transcurrió con normalidad hasta caer la tarde. Como los turnos eran rotativos a Mike le tocaba velar por la seguridad durante la noche. Levi termino de anunciarse ante Darius que se encontraba hablando con Erwin y aguardó a que el resto de los soldados descendieran de sus posiciones. Los miembros de la Fuerza de Guarnición, entre ellos Ricco, lo despidieron con un saludo protocolar.

El capitán fue sorprendido por el comandante cuando, tuvo el ademán de volver, al interior del refugio para hacerse algunas de las provisiones que había traído el viejo borracho de Trost.

-Otro día tranquilo -comentó Erwin

Levi se giró en redondo y miró al comandante solemne a su lado.

-No tanto para la capital -replicó Levi-. ¿Que se sabe de los diez miembros desaparecidos?

-Dos de ellos fueron encontrados muertos.

-¿Y Nile?

Erwin exhaló

-Ha regresado a Mitras para custodiar a lo que queda de sus hombres -dijo-. Sé que parece una persona complicada, pero tiene un gran compromiso por los suyos.

Levi atisbó a Dawn y Fenrir que hablaban tranquilamente mientras compartían una hogaza de pan. Fenrir se encontraba serio, pero no estaba irritado. Dawn, en cambio, se mostraba cautelosa y, al mismo tiempo, feliz. Henning emergió de las profundidades del follaje con Chad agarrado del cuello, que no dejaba de moverse.

-El tipo este quería escapar e irse tras Nile -le dijo el soldado al comandante.

Erwin clavó sus ojos en Chad, que se aún se retorcía entre los dedos de Henning. Era bajito y atlético como Levi y parecía una hormiga.

-Nile ha pedido que cuiden de Marie -la voz de Erwin se oyó cansada-. Confía en ustedes.

-¡No quiero dejar a mis amigos solos! -se quejó el oficial-. ¡Tampoco a mi jefe! ¡Mi mejor amigo ha muerto! ¡Quiero justicia! Yo me he esforzado para entrar en la Policía Interior y no enfrentarme a los titanes. Y ahora, resulta que debo correr por mi vida. ¡No es justo! Yo...

-Ahora entiendes al cuerpo de exploración -contestó Erwin con una calma que resultaba aterradora-. Levi, Henning y yo nos levantamos todos los días sin saber si será el último o a cuantos colegas despediremos.

Chad continuó con el entrecejo arrugado, pero su mirada reflejaba cierta inseguridad.

-Pero no es algo que haya elegido...

-Lo lamento -dijo Erwin en un tono quedo y ofensivo a la vez-. Nadie puede prever hacia donde nos llevará la vida. Así que lo aceptas o lo aceptas.

Chad apretó los dientes.

-¿Quien me asegura a mí que entre alguno de todos ustedes no hay algún rebelde?

Erwin no se inmutó ante las insinuaciones del joven.

-¿Quién nos asegura a nosotros que alguno de ustedes dos no está con los rebeldes? -la rigidez en la voz de Erwin desapareció-. Deberías presentar tu disconformidad a quien corresponda. Nile regresará a la noche. Habla con él.

Dicho esto, Erwin dio media vuelta, dispuesto a marcharse, pero se detuvo. Levi notó el cambio de actitud en el comandante y siguió la dirección de su mirada. No tardó en descubrir que era lo que lo había frenado. Petra, Auruo y Marie caminaban tranquilamente alrededor del refugio. El cabello rojo y ensortijado de Marie refugia como el fuego cada vez que los rayos débiles y vespertinos del sol, que se filtraba entre las copas de los árboles, la alcanzaban. Sus ojos oscuros estaban concentrados en los dos jóvenes soldados que la cuidaban. Marie observaba a Petra con amabilidad y una sonrisa divertida le surcaba la cara al tiempo que la chica le mostraba una especie de pergamino y discutía con Auruo de algo que Erwin ni Levi podían escuchar por la distancia.

El comandante tragó saliva y las cejas robustas y rubias se torcieron de nuevo en su recurrente gesto imperturbable. Después, se marchó hacia el lado opuesto en donde Marie se encontraba sin decir absolutamente nada.

-¡Vamos! ¡Camina! -azuzó Henning a Chad.

Chad resopló y se adelantó unos pasos con un desbordado y exagerado fastidio

-Esa chica no me gusta -Nanaba se personó de repente al lado de Levi. Habia descendido de una de las copas de los árboles

El capitán sabía perfectamente a quién se refería.

-Mike dijo que ninguno de los dos huele extraño -contestó, y observó como Dawn ahora dialogaba con Mike, que se había sumado a su conversación con Fenrir, junto a Lynne. La chica reía de forma presumida. Se había puesto de pie y sus expresiones eran delicadas y sutiles como una gacela. Mike no le quitaba los ojos de encima.

Nanaba encogió la mirada y apretó la mandíbula con furia.

-Créeme, Levi -dijo-. Hay algo en ella que no me termina de convencer.

-¿Esto no tiene que ver con Mike? -insinuó el capitán, que había escuchado una vez a Conan decir que entre ambos soldados había un vinculo especial.

Nanaba se puso nerviosa.

-No -aseguró-. Él es solo el líder de mi escuadrón y un gran amigo, por eso no quiero que caiga en manos de la mujer equivocada. Capitán, en serio, mi intuición me dice que no es de confianza.

-Entonces mantenla vigilada.

-Eso mismo haré -respondio Nanaba-. Lo mantendré al tanto ya que mi líder de escuadrón está hecho un paje...

-Entiendo -la interrumpió Levi-. No dudes en buscarme si ves algo sospechoso.

Tiempo después, luego de la cena, Levi se había hecho de una almohada y un saco de dormir para poder pasar la noche. Se dirigía rumbo a su habitación cuando recordó a Hange y se paró en la puerta de su dormitorio.

El capitán llamó despacio, con cautela, en un ruido casi insondable a la puerta de la chica. Nadie respondió y supuso que Hange estaría durmiendo. O, en los peores de los casos, estaría con Moblit por los alrededores del refugio. Se sintió ligeramente decepcionado e inquieto a raíz de este último pensamiento, pero el sentimiento retorcido se le olvidó rápidamente apenas se adentró a su habitación y encontró a Hange durmiendo sobre un saco de dormir en el suelo. ¿Qué demonios hacía ahí?

El capitán ingresó intentando no hacer mucho ruido y cerró la puerta. La chica había encendido dos lámparas de alcohol que estaban prácticamente consumidas. Se encontraba tumbada de costado, con las manos juntas pegadas a la mejilla mientras un hilo de baba salía de su boca abierta y emitía un ronquido bajo, pero carrasposo. Las gafas se le habían deslizado por el puente hasta la punta de la nariz y daba ligeros espasmos con las piernas como si estuviese soñando. A su lado, había una libreta que utilizaba para sus anotaciones.

Levi apagó las lámparas, tendió el saco de dormir al lado de Hange y le quitó con cuidado las gafas. El capitán se quitó las botas, la chaqueta y la capa. Dobló su chaqueta, la dejó sobre la capa de la Legión, acomodó la almohada y recostó la espalda sobre el saco de dormir, sin sumergirse en su interior, porque tenía calor.

Levi se quedó mirando el techo mientras su compañera estaba sumida en un profundo sueño. La idea de bañarse le cruzó la mente, pero desistió. Mañana bien temprano lo haría y limpiaría todo de nuevo. Por si acaso. Habían descubierto una cañería rota en el baño y tenían que sacar agua de un pozo añejo que se hallaba detrás de la casona.

Levi se removió un par de veces para encontrar una posición cómoda hasta que finalmente la encontró, cerró los ojos y se durmió.

La pesadilla era monstruosa e insensata. Erwin estaba siendo desmembrado en manos de un titán, Levi quería salvarlo, pero unas ramas lo tenían atrapado de pies y manos. En un rincón del vacío, Conan gritaba pidiendo ayuda en el momento exacto en que un hombre encapuchado lo degollaba con su hoja metálica. Isabel y Farlan no tenían cuerpo ni extremidades, pero sus cabezas decapitadas lo miraban sobre la extensa y oscura nada misma.

Las ramas alrededor de sus muñecas lo soltaron y Levi comenzó a correr en la oscuridad. El capitán huía espantado, horrorizado, al tiempo que Paige lo perseguía montado sobre su titán. ¿Qué hacía una persona controlando a un titán como si fuese un cabello? ¿Por qué estaba escapando? ¡Él nunca se rendiría! ¡Jamás abandonaría a las personas que amaba!

-Levi

¿Hange? ¿Por qué le estaba hablando? ¿Donde estaba? ¿Estaba en peligro? ¡Tenia que salvarla! Quería llorar, pero nunca podía. Jamás lo hacia.

Distinguió a Mike a lo lejos y un halo de esperanza le entibio el pecho. "No estoy solo", se dijo a si mismo. Cuando estuvo cerca del soldado, alargó el brazo para alcanzarlo, pero entonces Mike voló por los aires y su cuerpo se prendió fuego. Levi se paralizó al ver a su compañero gritar y morir envuelto en llamas frente a sus narices.

-Levi.

El capitán busco a Hange en la oscuridad y la halló acostada, con la mirada perdida y la piel blanca como la nieve. Estaba muerta. Pero... ¿cómo? Ella no podía estar muerta. Ella no podía dejarlo solo.

Levi se arrodilló ante el cadáver frío e inerte de Hange. Su sonrisa alegre se había esfumado y el color bermejo de su cabello estaba apagado. Levi sintió que su corazón se desangraba lentamente. ¿Por qué siempre tenía que ver morir a las personas que amaba? El capitán colocó a Hange sobre su regazo y le acarició el rostro que había empezado a descascararse ¿Por qué ella tuvo que morir? ¿Por qué no podía quedarse con él un tiempo más? ¿Tan poco duraba la felicidad?

-¡Levi! ¡Ya basta!

El grito de Hange despertó a Levi de sus pesadillas. El capitán parpadeó, sobresaltado, repleto de sudor, sobre su saco de dormir. Hange estaba a su lado y lo contemplaba con una expresión pétrea, asustado y a su vez inquietante. Había encendido una de las dos lámparas de alcohol que alumbró muy vagamente el lugar.

La sensación de alivio al encontrarla viva le quitó un peso de encima a Levi. El chico reguló las pulsaciones de su corazón y la respiración agitada. Levi se incorporó, enderezó la espalda y se desgranó el cabello. Le dolía todo el cuerpo.

-Estabas gritando -dijo Hange al cabo de un rato-. Me asustaste.

Levi evadió el tema y se sentó con las piernas extendidas sobre el saco de dormir

-¿Qué haces en mi habitación?

-¿Qué estabas soñando?

-Te hice una pregunta.

Hange se rasco la coronilla. Se había puesto las gafas y tenía la cara marcada por las horas de sueño.

-Quería pasar un rato a solas contigo y me quedé dormida esperándote. Estuve haciendo otras averiguaciones. Mañana hablaré con Erwin. Creo que hay otro nombre que he pasado por alto -Levi se masajeó las sienes-. Tus pesadillas han empeorado desde la última vez que te encontré en el comedor, ¿verdad?

Levi encogió los hombros.

-Puede ser.

La líder de escuadrón colocó la cabeza sobre el hombro del capitán.

-Esta vez he traído lámparas de alcohol en vez de velas, así que no debes preocuparte porque encienda el subsuelo.

-Una preocupación menos ante el centenar de amenazas que tenemos -dijo Levi con ironía.

Hange soltó una carcajada.

-¿Crees que soy una amenaza?

-Todo el tiempo.

-¡Eso no es cierto!

-Por supuesto que sí -contestó Levi-. Eres un peligro para la humanidad -esto último lo dijo serio, pero con cierto aire burlón, aunque en ocasiones lo creía.

-¿Qué soñaste? -Preguntó Hange-. ¿Lo recuerdas?

Levi dudó unos segundos, pero fue sincero.

-Que estabas muerta -Hange no dijo nada al respecto. Se quedó reposando sobre el hombro del capitán con una extraña tranquilidad-. No puedes morir.

-No estoy muerta.

Levi resopló.

-Te estoy diciendo que, pase lo que pase de ahora en más, debes sobrevivir.

-Eso es algo que no puedo prometerlo

Levi la miró alarmado.

-Hanji

Ella se escurrió frente a él y le sonrió. Los ojos azules de Levi refugian en el reflejo de su mirada.

-Amo vivir. Me parece divertido -dijo Hange-, pero sé que todo es efímero en nuestra profesión, Levi. Incluso tú, incluso yo o lo que sea que sucede entra nosotros puede terminar mañana mismo en un instante.

-Así que no soy el único que le tema a la muerte de los demás.

Ella agrandó su sonrisa.

-Eso es lo que te dije una de las primeras veces que hablamos, ¿verdad? -contestó, haciendo uso de su reminiscencia-. Claro que le temo a la muerte, pero eso no significa que no quiera vivir. Tú le temes y esquivas vivir. Te pierdes de las oportunidades que tienes para ser feliz.

Levi frunció el ceño con fastidio.

-¿Incluso aunque esa felicidad dure poco tiempo?

-Incluso aunque esa felicidad dure poco tiempo -repitió Hange, y acarició el cabello del capitán-. Pero ya no es así, ahora estás aquí, conmigo, y creo que jamas lo hubieses imaginado.

-Desde luego que no.

-Entonces, Levi -empezó diciendo Hange en un susurro-, disfrutemos juntos el tiempo que tenemos estando vivos.

La líder de escuadrón se inclinó hacia adelante y besó a Levi con dulzura. El rose desató un deseo reprimido y el corazón al capitán le tembló como si fuera la primera vez que se besaban.

Todo se detuvo en ese momento.

Levi la miro a los ojos, le quitó las gafas, y sostuvo su rostro entre las manos. Hange le sonrió y abrió su boca para saborear la suya. La pasión los desbordó como un río de lujuria y placer. La respiración de Levi se detuvo apenas la chica intensificó el beso, acortó aún más la distancia entre los dos, y se sentó a horcajadas de él. Hange envolvió las piernas alrededor de su cintura, hundió los dedos en su cabello oscuro y pegó la pelvis contra su entrepierna, que ascendía y se endurecía, al fundirse los dos en besos y caricias.

El capitán la recibió en su pecho y acorraló su delgada figura con los brazos a la vez que el beso que compartían se volvía ardiente, hambriento y frenético. Hange comenzó a mecerse contra su dureza, a gemir y cosquillear con su aliento el lóbulo de su oreja. La chica arrugó con los dedos la tela de su camisa y la presión de los senos de ella sobre sus pectorales le robaron un gemido ronco y extenso a Levi.

El capitán le recorrió la cintura con las manos, apretujó sus asentaderas y frotó la cara interna de sus muslos. Luego, desabotonó su camisa, se libró del sostén y recorrió su abdomen con ansias. La piel de Hange ardía, quemaba, como brasas sobre la punta de sus dedos.

Hange suspiró cuando el capitán rompió el beso para lamer su cuello y presionó con las manos sus senos. El chico los movió de arriba hacia abajo y jugó con la punta de su lengua sobre los pezones erectos y sensibles de Hange. Levi besó, exploró y mordió cada rincón de su torso desnudo con pasión y necesidad; la misma necesidad que lo apremiaba, dolía y exigía sentirse en su interior.

Se apartó de ella un momento y sus ojos azules e incandescentes la observaron con tal deseo, dominio y poder que la chica se ruborizó mientras lo desvestía sin esquivarle la mirada.

El capitán contuvo el aliento cuando ella le abrazó la espalda suavemente, dibujo círculos sobre su pecho desnudo y deslizó la mano por debajo de su pantalón. Le desajustó el cinturón; un botón, bajó el cierre y resbaló por completo el pantalón, junto a su ropa interior. Se sintió mareado, extasiado y embriagado de placer, tan pronto ella se inclinó hacia su entrepierna, envolvió con la mano su rigidez, para después atraparla con la humedad de su boca.

Los labios de Hange sobre su longitud lo llevaron a perder totalmente el juicio. Los vellos del cuerpo se le erizaron y una corriente eléctrica lo obligó a enterrar sus dedos en el cabello espeso y enmarañado de la chica. Quería más. Mucho más. Desde el cuello, Levi guió y empujó a Hange en cada uno de sus movimientos. Jadeó de placer cuando ella envolvió con su lengua el extremo de su miembro a la vez que controlaba su respiración acompasaba y sus ojos se aguaban por las arcadas. La chica alejaba y adentraba su rigidez al interior de su boca a la vez que acompañaba sus movimientos con la mano. Lo hizo un par de veces hasta que Hange tosió, tuvo otra arcada y Levi la frenó.

El chico la recostó sobre su propio saco de dormir, le separó las piernas con una de sus rodillas y extendió su cuerpo encima de ella. Le quitó el pantalón, sus bragas y le besó el vientre hasta su entrada. La miró unos segundos, con la luz mortecina de la lámpara de alcohol, que bañaba su piel cetrina como si fuera bronce, y pensó que el momento era demasiado hermoso y mágico para ser real.

Su pecho se entibió, no solo de excitación, sino de algo mucho más trascendental, inquietante y profundo. Hange irguió el cuello y lo observó entre avergonzada y desconcertada, como si quisiera saber lo que él estaba pensando, pero Levi no le dijo nada y hundió el rostro en su centro. La lengua del capitán se abrió pasó entre los pliegues de su cavidad y se zambulló, curioso, en su interior. Primero, con cierta feracidad, hasta que Hange lo regañó, y se adentró con lentitud y sumo cuidado. La acritud de ella ingresó y se perdió en su lengua. El capitán era capaz de saborear la estrechez y humedad de su zona más intima al tiempo que Hange se contorsionaba de placer, clavaba sus uñas en la cabeza de Levi, que se sentía cada vez más excitado al escucharlo suspirar su nombre, y cerraba las piernas alrededor de su cuello.

Hurgó en su interior y resbalo su lengua en la extensión de la intimidad de la chica hasta que, como la primera vez, ingresó un dedo, luego el otro y presionó ligeramente en su interior, una, dos, tres veces, hasta que su humedad fue cada vez más espesa y su centro se volvió rígido y estrecho. Hange vibró bajo su dominio tan pronto arqueó la espalda y gimió.

Levi necesitaba adentrarse en ella y hacerla suya cuanto antes. Se apartó, se recostó encima de Hange, que intentaba recomponer su respiración acelerada, y la beso con intensidad y fogosidad. El capitán disfrutó de sus cuerpos tocándose sudados y desnudos, y de su excitación rozando a la chica. Su rigidez palpitó ferozmente y supo que no aguantaría mucho más.

Con la fuerza de sus brazos, se elevó apenas unos centímetros de su cuerpo, y Hange abrió las piernas para recibir a Levi en su centro. Sin embargo, el capitán no ingresó de entrada sino que tanteó la intimidad de la chica y se sumergió en su tibieza. Los dos suspiraron de placer cuando Levi deslizó su rigidez dentro de ella y empezó a moverse lento y despacio hasta que su cuerpo le exigió más fuerza y brusquedad. Aumentó la velocidad y embistió a Hange al tiempo que la chica le exigía más y más.

Todos los sentidos del capitán se volvieron sensibles, eléctricos, agudos. Su corazón se desembocaba a media que su boca se secaba por la excitación que le producía entrar y salir del interior de Hange.

De repente, el punto álgido de placer colmó a Levi y su embestidas se volvieron constantes, duras, y fuertes hasta que sus extremidades sufrieron un espasmo y el deseo se derramó dentro de Hange.

Ambos se miraron acalorados, sonrojado, con los ojos enormes y vidriosos y las bocas hinchadas. El capitán salió del interior y cayó agotado sobre el pecho de la chica, pero a diferencia de la primera vez, Levi la envolvió entre sus brazos y apoyó el mentón sobre su coronilla. Esperaba que ella se ponga a hablar de un montón de cosas absurdas y sin sentido. O de porque no se cuidaron esta vez, que de seguro tenía una explicación científica para Hange, pero nada de eso ocurrió.

Ella se apretó contra el, acurrucada y callada. El capitán le quitó el pelo de la cara y la observó, entre preocupado y curioso. Hange había cerrado los ojos y recostado la mejilla contra su pecho.

Levi reprimió una sonrisa y decidió que el también debía dormir. Enredo sus piernas con las de Hange, respiró su aroma y se durmió.

A la mañana siguiente, el capitán se despertó sin Hange en su habitación. La chica se había levantado y huido despavorida. Maldita, cuatro ojos. Era demasiado ansiosa e hiperactiva. Recogió su ropa, se vistió y salió al pasillo para dirigirse al pozo y cargar agua para bañarse.

No obstante, al subir los peldaños hacia el primer piso, se topó con la cara monstruosa de Mike.

-Qué feo despertarme así -le comentó.

Mike cruzó los brazos y entrecerró la mirada con suspicacia. Él había elegido una de las habitaciones del primer piso, cerca de Erwin y, por tal, no se cruzaban durante las noches. Mike se estaba encargando, además, de indagar al otro rebelde con el viejo borracho de Dot Pixis.

-Hay una reunión de urgencia.

Levi parpadeó, tratando del salir del letargo y los calambres de sus extremidades, cuando el chirrido de la puerta de entrada lo sobresaltó. Hange y Moblit ingresaron a la sala principal.

-¿Listos para la reunión? -azuzó Hange, con un entusiasmo absurdo e inoportuno para ser tan temprano.

-¿Por qué estás tan contenta? -le preguntó el capitán, y acto seguido, se arrepintió. ¿Acaso estaba feliz por que se había acostado con el otra vez? ¡Solo esperaba que no dijera nada!

Hange abrazó su libreta

-Porque estamos más cerca de la verdad.

Levi se sintió aliviado.

-No esperaba menos de usted, líder de escuadrón -dijo Moblit y le colocó una mano en el hombro. Ella le sonrió a su amigo con ilusión mientras a Levi le empezaba a regurgitar el estómago.

Los cuatro soldados caminaron por la casona, con Hange y Moblit tomando la delantera. La líder de escuadrón estaba emocionada y le hablaba al subteniente con candidez y efusividad. En un arrebato, Moblit, que era igual de alto que Hange, le revolvió apenas el cabello y Levi sintió de nuevo su sangre hervir. ¿Por qué demonios la estaba tocando? ¿Donde había quedado su respeto protocolar?

Mike le propinó un golpe en la coronilla a Levi, que lo odió con la mirada. Los dos soldados habían quedado rezagados por el ritmo apremiante de Hange.

-Pareces un asesino en serio -dijo Mike-. Me estás incomodando viéndolos de esa forma. Tus celos huelen a mierda y me hace doler la cabeza.

El capitán lo observó de refilón.

-No sé de qué hablas -mintió, haciéndose el desentendido.

-Por supuesto -murmuró Mike, con una media sonrisa-. No tienes idea.

El capitán no le respondió. Levi, Hange, Mike y Moblit se detuvieron en la misma habitación donde Nile se había reunido con el resto de los mandatarios. Cuando ingresaron, se llevó una grata sorpresa. El lugar estaba ordenado, limpio e iluminado con la luz de dos velas de aceite. Aunque las ventanas se hallaban tapiadas, no había olores repulsivos ni mucho menos cucarachas.

Erwin había tomado asiento en una de las tantas sillas ubicadas alrededor de una mesa redonda. Sus subordinados se unieron al comandante y fue Hange la primera en hablar.

-He estado investigando por mi cuenta y creo que hay alguien que podría ser el líder de los rebeldes.

Los ojos celestes e inexpresivos del comandante observaron a Hange.

-Emerick Dubois -soltó de la nada.

Hange, que se había inclinado hacia Erwin, pestañeó. La decepción fue la primera emoción que asaltó su rostro seguido de una inherente satisfacción que mermó la tensión de sus facciones.

-Sí, creo que puede estar involucrado.

Erwin echó su espalda hacia atrás, cruzó las piernas y entrelazó los dedos a la altura de la nariz.

-Ha muerto.

La noticia impactó como una granada en Levi y Hange. Los soldados giraron la cabeza y se miraron entre si.

-¿Cómo que ha muerto? -preguntó la líder de escuadrón, volviéndose a Erwin

-Fue asesinado en su casa, pero no han querido que la prensa se entere.

-Puede ser mentira -sugirió Mike.

Erwin vago la mirada por los soldados con una mueca insondable.

-También lo creo.

-Aunque también sospecho de otro hombre -farfulló Hange.

-¿De quién? -preguntó Levi.

Hange reflexionó un instante hasta que finalmente dijo:

-Weldon Gilbert.

La mención del nombre fue totalmente indiferente para Levi y Moblit. No obstante, la mirada de Erwin se centró en Mike y el capitán notó como el soldado estaba visiblemente afectado. Mike había quedado sobrecogido, pálido, inmóvil en su silla y con la vista firme en el comandante.

-No entiendo -dijo Hange, percatándose de la situación-. ¿Lo conoces, Mike?

El líder de escuadrón trago saliva y exhaló.

-Sí -dijo, y se tomó un respiro para decir lo siguiente-. Es mi padre.