NA: Cuidadito con este capítulo, es 90% smut y 10% trama.


No fue un beso delicado, sino desesperado.

Draco atrapó sus labios en una succión espectacular que la hizo suspirar contra él y preguntarse por qué se había resistido tanto.

Cerró los ojos, dispuesta a dejar todos sus problemas detrás de esa puerta y beber cada gota de lo que él quisiera entregarle. Llevó las manos hasta sus hombros, atrapándolos para atraerlo tan cerca como le fuera posible.

Una mano de Draco se mantuvo en su cintura, dispuesto a mantenerla inmóvil contra la puerta, y la otra se dedicó a viajar por su piel desnuda debajo de su remera, deslizando sus dedos por su columna vertebral y enviando ráfagas de agradables estremecimientos por todo su cuerpo.

Esto no era una disculpa como ella había estado pensando, pero ciertamente tenía un mejor resultado que todo lo que había estado en su mente.

Hermione le respondió con tanta desesperación como él, se sentía como si ambos hubieran pasado años en hambruna y hasta ahora apenas pudieran pobrar un bocado.

Los labios de Draco se sentían como la octava maravilla del mundo. Sus besos eran diferentes a cualquier otro que hubiera tenido con cualquier persona.

Ni siquiera con Víktor había sentido algo parecido, con él todo se sentía extraño y superior porque siempre fue mayor que ella y más experimentado en cualquier cosa. Todo lo que hiciera él, Hermione terminaba sintiéndose fuera de lugar.

Con McLaggen ni hablar. Él siempre solo buscó su propio festín y nunca le importó la otra parte de la ecuación.

Y con Ron...

Bueno, con él las cosas siempre fueron tiernas y casi sagradas. Como si cada caricia de él fuera con la intención de seguir manteniéndola pura e inocente, como si temiera que, si hacía algo más, la corrompería.

Ron besaba exactamente como lo haría ese chico perfecto que deseaban sus padres para ella.

Sin embargo, nunca sintió esa chispa que sentía con Draco. O al menos no llegaron a ello todavía, porque no alcanzó a sentirla.

Con Malfoy, en cambio, todo se sentía bien incluso si ya lo había probado antes. Había algo que la instaba a seguir aventurándose para descubrir qué más escondía.

Sabía en qué momento lamer, succionar, morder o introducir la lengua. Y por si fuera poco, parecía que todavía tenía tiempo para encargarse de que sus manos recorrieran los puntos correctos para hacerla derretirse contra él.

Nunca imaginó que pudiera hacerla sentir así, y sin embargo, le encantaba.

Cualquier cosa que hiciera, ella quería más.

No hacía falta que se detuviera para explicarle a ella cómo hacer las cosas, como lo haría Víctor.

No hacía falta que ella lo detuviera para explicarle cómo hacer las cosas, como lo haría con McLaggen.

Y no hacía falta ir despacio o pausar en cada momento para preguntar si las cosas estaban bien, como lo haría Ron.

Con Draco era solo dejarse llevar, y aún así sabía que llegarían a un lugar fantástico.

Ella atrapó su labio inferior, y en medio de respiraciones agitadas, lo mordió con una rudeza casi para sacar sangre.

Draco se alejó unos centímetros, el rebelde cabello rubio cayendo sobre su frente, dándole un aspecto sexy con ellos. Miró a Hermione, y esta apenas tuvo tiempo de ruborizarse antes de que él llevara sus manos hasta el final de su remera.

Ella ni siquiera rechistó, alzó las manos para permitir que él la levantara por encima de su cabeza; pero justo cuando la tela de algodón cubrió su vista, se detuvo abruptamente.

—¿Qué...? —intentó preguntar, pero Draco la hizo callar con un dedo sobre su boca.

—Silencio —ordenó.

Hermione se quedó muy quieta, apenas distinguiendo la silueta de Draco a través de la tela y tratando de adivinar qué era lo que estaba haciendo.

Se mantuvo en silencio, su pecho subiendo y bajando con una respiración irregular por casi haberse tragado a Draco, y mientras estaba repasando la respuesta a su pregunta, recordó algo...

Y era que no llevaba sostén.

Oh.

En su defensa, ella no había esperado que sus sentidos la traicionaran al abalanzarse sobre Draco apenas lo mirara. Se suponía que solo debía llegar a dar una disculpa rápida y luego alejarse corriendo como una cobarde.

Sin embargo, su cuerpo la traicionó y reaccionó a Draco mucho antes que su mente pudiera detenerlo, así que ahora se encontraba casi desnuda y a simple vista para él.

—Cierra los ojos, Granger.

—¿Qué?

—Cierra los ojos —repitió, y después de tragar saliva, ella obedeció. Fue entonces cuando sintió que su remera se alzaba por encima de su cabeza, llevándose sus rizos con ella hasta que estos volvieron a caer flácidos sobre sus hombros. Ya no había ninguna tela impidiendo su vista, pero seguía con los ojos cerrados—. Quédate así.

Hermione sentía su corazón martillar ruidosamente contra su pecho, y nunca había sido tan ignorante ante el dolor que se desaparecía con lentitud.

Sentía su respiración errática.

—Respira —susurró Draco, y ella casi pegó un salto cuando sintió su aliento demasiado cerca de su piel. Quiso abrir los ojos pero...—. No abras los ojos —añadió él, adivinando sus intenciones.

Ella tragó saliva, y por más que su terquedad le decía que abriera los ojos, se obligó a mantenerlos cerrados.

Sintió una mano de Draco enrollarse como grillete alrededor de ambas de sus muñecas, y luego poco a poco la sintió elevarse por encima de su cabeza hasta que la parte posterior tocó la helada madera.

Las dejó ahí, pero no apartó la mano que las sostenía mientras con la otra seguía sosteniéndola de la cintura tan cerca como se le permitía.

Sus cuerpos se rozaban extremadamente, y ella podía jurar que nunca antes lo había sentido tan duro; y ese mero pensamiento la hizo sonrojar, y lo supo porque sintió sus mejillas arder y casi pudo sentir la sonrisa malévola de Draco a través de sus párpados.

—No te muevas —indicó, y su tono de voz envió cientos de ondas de calor hacia sus piernas—. Estoy mirándote.

Estaba tan congelada que ya no podía ni siquiera tragar saliva. Solo intentaba regular su respiración, aunque era difícil sabiendo que tenía un admirador delante suyo que se estaba deleitando con cada parte de su cuerpo.

Ella no era perfecta, lo sabía, tenía defectos como cualquier otra persona. No tenía el cuerpo de una modelo de revista, no era como una chica fitness, no era tan hermosa como Ginny.

Tenía cicatrices en varias partes de su cuerpo, estrías y antes de la maldición, había tenido lonjitas..., ahora era delgada de más.

Pero Draco estaba admirando...

Dejó de pensar cuando sintió sus dedos recorrer la piel de su estómago. Ella aguantó la respiración y dejó salir una exhalación. Sintió el impulso de querer abrir los ojos, pero los apretó con fuerza para impedirlo.

Draco siguió tocando su estómago, con una de sus manos todavía sosteniendo las suyas por encima de su cabeza. Él parecía estar recorriendo algo, y justo cuando comenzó a subir hasta el valle entre sus pechos...

Justo ahí supo hacia dónde se dirigía.

Era la cicatriz que le había dejado la maldición de Dolohov.

Ella no quería que mirara eso. No quería que mirara la razón por la cual ella no podía estar con él sin lastimarlo. Además, era horrible, una ancha cicatriz casi circular esparcida por parte de su esternón, comiendo y destruyendo su piel.

Draco no la había mirado antes, ni siquiera el día que tuvieron sexo en el baño. Normalmente, Hermione lo ocultaba con algún glamour o usaba suéteres de cuello de tortuga para que no se notara.

No se había preocupado por ocultarlo cuando vino a tocar la puerta, y en medio del beso menos pensó en su cicatriz.

Intentó bajar las manos, de repente sintiendo la amargura recorrer su cuerpo, pero la mano que él tenía sobre sus muñecas se lo impidió.

—Draco...

—No las bajes.

Hermione abrió los ojos para encontrarse con él mirándola fijamente. Todo rastro de anhelo que había encontrado antes había desaparecido, ahora esta era la mirada de un dragón, uno que la observaba con fuego en sus ojos.

Un fuego que le resultaba abrazador, como si mirar al infierno de pronto fuera la brecha segura.

Ella se sentía segura con él.

—No quiero que la mires —musitó Hermione, y su rostro se contrajo en una pequeña mueca de tristeza.

—¿Tu cicatriz?

No respondió a eso.

—Es horrible... Todas mis cicatrices lo son.

—Yo también tengo cicatrices —dijo Draco, y ella se mantuvo en silencio hasta que añadió—: ¿Crees que eso me hace horrible?

Hermione parpadeó. Ella no había querido dejarlo de esa manera, no había querido referirse a él.

Cada una de las cicatrices de Draco tenía una historia, y llámenla loca pero... a ella le gustaban. Tenían cierto toque gótico que lo volvía atractivo y misterioso.

Por supuesto que no lo hacía horrible. Lo hacía todavía más sexy, pero eso solo funcionaba en él.

—No es lo mismo —murmuró ella, apartando la mirada y, de nuevo, intentando bajar sus manos, pero él las sostenía con una fuerza admirable.

Se sentía expuesta ante él.

—¿Por qué no lo sería? —preguntó Draco, y alzó una mano para atrapar su barbilla y girarla con delicadeza para que lo mirara a los ojos—. ¿Por qué tu cicatrices no te hacen hermosa?

—Porque no lo soy —Su respuesta fue rápida e instantánea, salida de su más sinceras profundidades. Y decirlo en voz alta se sintió como hundirse a sí misma todavía más.

Draco entrecerró sus ojos hacia ella, la miró fijamente y, luego de lamerse los labios, habló:

—Cierra los ojos.

—Draco...

Cierra los ojos, Granger.

Ella respiró hondo, le dio una última mirada antes de rendirse y cerrar los ojos lentamente. Draco le susurró que se tranquilizara, así que ella comenzó a inhalar y exhalar hasta que respiración fue tenue y sencilla.

Sintió una mano de Draco viajar por entre sus muslos, y el simple tacto la hizo soltar un pequeño gruñido gutural. Cerró las piernas por instinto, pero él mantuvo la mano ahí hasta que las obligó a hacerle paso.

Ella sentía la garganta seca, y el no poder tragar saliva pronto se sintió en una tortura.

Y más lo era no poder mirar a Draco.

Pero justo cuando sentía que estaba cerca de perder la cabeza...

Lo sintió acercarse a ella, su boca rozando su piel.

—Voy a hacer que ames cada parte de tu cuerpo, Granger —susurró en su oído, su aliento cruel descendiendo como una melodía y erizando su piel—. Incluso lo que más odias.

Sus palabras le hicieron olvidar cómo respirar, sintió que sus piernas cederían en cualquier momento, pero afortunadamente Draco la atrapó antes de que sucediera. Bajó la mano que atrapaba sus muñecas y luego la dejó sobre su cintura, sosteniéndola contra la puerta.

Ella abrió los ojos y se encontró de nuevo con esa mirada de fuego.

Se preguntó qué era exactamente lo que significaba esa mirada. ¿Qué tanto intentaba transmitirle?

—Eres hermosa —le dijo, y no fue un halago para que ella se sonrojara, fue más como un rígido recordatorio—. Y esto de aquí —Apuntó con la mirada a la cicatriz sobre su esternón—, solo te hace más hermosa.

Abrió la boca para responder cualquier cosa, pero las palabras murieron en su garganta. E incluso su hubiera sabido qué decir, no habría podido formular ninguna frase coherente porque sentía su lengua pegada a su paladar.

Hermione advirtió a su corazón latir más rápido cuando lo miró acercarse a ella, y antes de que pudiera adivinarlo, Draco besó la piel de su clavícula.

Fue un beso lento y tierno, como si quisiera marcar la cosa más delicada del mundo.

—Inclina la cabeza —ordenó, y no hizo falta que lo repitiera dos veces.

Ella se alzó un poco, dejando su mirada en el techo —uno que comenzaba a mirarse con estrellas— mientras él seguía dejando castos pero preciosos besos a lo largo de su piel.

Le costó mucho no cerrar los ojos de nuevo y echarse a disfrutar.

Sintió a Draco bajar cada vez más, y ella sabía que quería llegar a su cicatriz.

Pero Hermione no quería que besara su piel muerta, no lo merecía. Su primer impulso fue alejarlo o hacer cualquier cosa para impedir que sus labios la tocaran ahí, pero él pareció haber prevenido que haría eso porque la mano que seguía en su muslo hizo ligera presión y eso la congeló a medio camino.

De nuevo miró estrellas danzar sobre el techo, y se preguntó por qué sus manos tenían tanto efecto sobre ella.

Esta vez sí se permitió cerrar los ojos, y a medida que Draco seguía dejando besos sobre su piel hasta llegar a su cicatriz, la otra mano entre sus piernas subía cada vez más.

Esta llegó hasta su estómago, acariciando con gentileza; y justo cuando Draco dejó su primer beso sobre la piel muerta de la cicatriz, fue cuando los dedos de su mano alzaron el elástico de sus bragas y luego se hundieron debajo de la tela.

—Ninguna cicatriz te hace menos hermosa, Hermione.

Luego siguió dejando más besos, y por un momento ella olvidó lo horrible que era esa cicatriz sobre su esternón.

Se sintió débil entre sus brazos, por lo que tuvo que aferrarse a sus hombros para no dejarse caer, y más porque la presión que Draco tenía sobre su zona íntima la estaba llevando a otro universo.

Él terminó de besar cada parte de su cicatriz; ella podía sentir sus besos todavía regados por su piel, aunque fueran lejanos.

Draco alzó la cabeza y Hermione regresó a mirarlo, abriendo los ojos con cierta dificultad.

—Yo no... —dijo, pero su voz salió demasiado delgada y débil, así que se aclaró la garganta—. No entiendo por qué te gusto. No sé qué es lo que ves...

La miró fijamente, paseando sus ojos de par en par con los de ella. Luego se acercó más, achicando el espacio entre ellos pero aún con su mano hundida en sus bragas.

—Veo lo que tú no ves, Granger... Y mi propósito es hacerte verlo —Draco bajó uno de sus dedos y tanteó su intimidad, y no necesitaba saber porque podía deducir por su expresión que ella estaba muy mojada.

—No es justo —protestó Hermione, sin aliento—. ¿Por qué yo solo estoy mal?

Draco le alzó una ceja incrédula, luego la esquina de sus labios se curvo en una sonrisa maliciosa.

—Crees que solo tú estás mal, ¿eh?

Ella le frunció el ceño, y aún más cuando la mano que él tenía sobre su cintura fue hasta su muñeca para tomarla y luego atraerla.

Hermione chilló con sorpresa, y siguió mirando sus ojos, dejando que él la guiara hasta que la dejó encima de algo muy duro.

Reprimió un grito ahogado, y se limitó a abrir un poco los ojos hacia él. En realidad, no había prestado atención a cómo estaría él, había estado muy ocupada tratando de mantenerse cuerda mientras Draco la hacía derretirse sobre sus brazos.

—Ha estado así desde el momento en el que me besaste —dijo con tranquilidad, y eso la instó a bajar la mirada.

Ella nunca había mirado un pene en vivo y en directo. Conocía la anatomía humana a la perfección, pero nunca se había tomado el tiempo de admirar uno de esta manera. Ni siquiera cuando perdió su virginidad con Víktor pudo mirar porque las luces habían estado apagadas.

Draco... Bueno, Draco tenía lo que se debía esperar para el cuerpo de alguien de dieciocho años que había pertenecido al equipo de Quidditch durante varios años y que alardeaba de tener a medio Hogwarts a sus pies.

No era que ella pudiera confirmar que la cosa era fantástica como nunca hubiera visto, porque mentiría.

Pero ciertamente era... impresionante.

Y ahora la cabeza estaba apuntando en su dirección, y si sus libros de anatomía no le fallaban, significaba que Draco estaba muy, muy excitado.

Sin embargo, mientras más miraba, más le entraba la curiosidad por observarlo sin esa tela delgada del bóxer que lo cubría. Quería tomarlo entre sus manos..., tocarlo.

Si él tenía una mano dentro de sus bragas, entonces ella también podía...

Otra mano se enrolló en un muñeca con un grillete.

—No te atrevas —siseó Draco, diciendo cada palabra con una gran lentitud , y cuando alzó la mirada hacia él, sus ojos estaban muy dilatados.

—¿Por qué no? Tú ya lo has hecho conmigo.

—Es diferente —se limitó a decir.

—¿De qué modo?

Draco ladeó un poco la cabeza y entrecerró sus ojos hacia ella. Hermione retorció su mano hasta que él se obligó a soltarla, y entonces regresó la mirada hacia abajo.

Ella podía sentir su propia humedad resbalando entre sus muslos, y también sabía que Draco lo estaba sintiendo. ¿Por qué ella no podía también? Esto era toda una cosa nueva para Hermione, tenía derecho a curiosear.

Bajó la mano hasta que alcanzó el elástico del bóxer, y antes de pensárselo dos veces, introdujo la mano dentro, cerrándose alrededor de él.

Escuchó el gruñido contenido de Draco, y cuando ella alzó la mirada hacia él, tenía los ojos cerrados.

—Granger...

Hermione apretó, y eso lo hizo gruñir de nuevo. Alzó su mano libre y la dejó sobre la puerta para poder recargarse; ella tuvo que pegarse a esta también para mantener el equilibrio entre ambos.

Ella nunca había masturbado a nadie, siempre se lo habían hecho a ella; así que, otra vez, era algo nuevo que tenía todas las ganas de intentar.

Era la manera en que él reaccionaba, era eso lo que ella quería seguir mirando. Porque si ella podía derretirse con unos toques de él, debía tener el mismo poder.

Suspiró lentamente, y cuando él menos se lo esperó, dio una sacudida hacia arriba.

Él gimió, y la manera en que su frente se contrajo y la mano de su puerta se hizo puño a su lado; eso la hizo sentir poderosa, con el control sobre todo.

—Dime cómo —pidió, comenzando a deslizar su mano arriba y abajo, más no sabía qué presión hacer.

Draco negó con la cabeza, aún sin abrir los ojos.

—Joder, no, Granger... Detente.

—Dime cómo —repitió. Soltó un tembloroso suspiro, abrió los ojos con cierta dificultad y la miró, luego negó con la cabeza—. Draco, dime cómo hacerlo.

Ella comenzó a bombear, y tal vez eso fue lo que lo instó porque bajó la mano de la puerta para llevarla hasta la de ella, y entonces la rodeó para indicarle qué tanto presionar; luego comenzó a marcar el ritmo una y otra vez, exactamente como él lo quería.

Hermione lo captó luego de unos segundos, y cuando Draco pareció entenderlo, alejó su mano y la dejó de nuevo en la puerta, como si necesitara sostenerse de algo para seguir de pie.

«Al menos no soy la única», pensó, complacida consigo misma mientras su mano bombeaba al ritmo que él había marcado.

Se sentía poderosa, reina del mundo y ahora dueña de él, sentía que casi nada podía detenerla, pero justo entonces...

El ritmo de su mano tartamudeó cuando Draco presionó su pulgar sobre su clítoris. Casi había olvidado que todavía tenía la mano en sus bragas.

La tomó tan de sorpresa que soltó un chillido que más bien sonó a un largo gemido. Su boca se semi abrió y sus ojos encontraron los de él; los cuales, claramente tenían el brillo del reto sobre estos a pesar de la dilatación que le seguía provocando el movimiento de su mano.

Draco la estaba retando, era como si le estuviera diciendo que él podía aguantar más sus toques que ella los suyos.

Y Hermione aceptó el reto.

Regresó a su trabajo, y sonrió cuando lo miró morderse los labios y cerrar los ojos de nuevo.

Se sintió en control otra vez, pero casi se derrumbó cuando él comenzó a mover su clítoris en círculos de vaivenes placenteros. Ella sintió su estómago hormiguear, pero se obligó a no dejarse llevar y se concentró en él.

Fuera cual fuera la meta, ella la ganaría.

Su mano se cerró sobre él, cubriendo tanto como podía, y luego aumentó la velocidad. Subiendo y bajando desde la punta hasta la empuñadura y tanto como sus dedos le eran capaces de tomar.

Estuvo a punto de añadir un toque en la punta, pero fue ahí cuando él introdujo un dedo dentro de ella. Lo miró con sorpresa, como dispuesta a reprocharle por jugar sucio, pero entonces, sin que pudiera advertirlo, agregó otro.

Y pronto ya habían dos dedos hábiles moviéndose dentro de ella.

Hermione sintió que todo a su alrededor brillaba y danzaba, y a lo lejos una voz le recordó que estaba perdiendo. Así que volvió su concentración hacia el trabajo que había dejado y regresó a bombear, esta vez agregando el toque que no había podido hacer antes.

Podía sentirlo temblar, y estaba segura de que ella también estaba temblando.

Ella lo estaba masturbando y lo estaba mirando disfrutarlo. Él la estaba masturbando y la estaba mirando disfrutarlo.

Se sentía como mil pasos a una intimidad que no sabía que podían tener.

Jamás dejó de mirar sus ojos, imaginando que no estaban de pie recargados en una puerta y siendo hábiles con sus manos, sino recostados en algún lugar. Imaginando que no eran sus dedos los que estaban dentro de ella, sino lo que estaba sosteniendo en su mano...

Nunca se había imaginado a sí misma en un sexo tan caótico, siempre se había creído fiel al sexo con amor... Pero de repente no encontró para nada desagradable imaginar la mano de Draco cerrarse sobre su garganta, mientras la miraba a los ojos y decía...

—Eres mía —graznó su voz.

El interior feminista de Hermione quiso protestar y decir algo al respecto, pero lo único que salió de su boca fueron sonidos indecentes mientras, poco a poco, comenzababa a creer que ser suya no sería tan malo si de esto se trataría siempre.

Tal vez él podría ser suyo algún día.

Escuchó el gruñido de Draco, y supo que él ya estaba cerca porque ella también ya lo estaba; podía sentir los hormigueos por todo su estómago y el cómo sus piernas se sentían débiles ante cualquier tacto.

Abrió la boca, dispuesta a soltar lo que sea que saliera de su garganta, pero Draco aprovechó eso para acercarse a besarla. Atrapó sus labios hábilmente y, sin cerrar los ojos para seguir mirándola fijamente, mordió su labio inferior.

Fue eso lo que la hizo explotar, y probablemente eso mismo hizo explotar a Draco, porque pronto sintió espesas gotas salpicando su mano, y no necesitó mirar para saber qué era.

Su respiración estaba tan disparada que sentía que el corazón se le iba a salir del pecho, podía escuchar sus latidos martillar muy fuerte, su sangre bombear...

Draco estaba igual o peor, aún mirándola, y todavía no sabía quién era el que había ganado o perdido.

Tal vez ambos habían ganado y perdido.

Después de casi un minuto entero donde su respiración pasó de ser muy rápida a rápida, él pareció recuperar su fuerza y se irguió para luego sacar su mano de las bragas de Hermione.

Alzó sus dedos, y con la escasa luz que regalaba la ventana de la habitación, ella alcanzó a distinguir el líquido brillante que escurría de estos.

Miró fijamente a Draco, y este la miró fijamente a ella. Entonces se llevó los dedos a la boca y los chupó con una delicadeza que ella se preguntó cómo siempre hacía cualquier cosa como si le resultara perfecto.

—Sabes a cereza, ¿lo sabías, Granger? —dijo, y luego una sonrisa psicópata se formó en la esquina de sus labios.

Hermione también sacó su mano de su bóxer y luego la alzó, y debido a que ella estaba en contraste a la ventana, pudo notar con mayor facilidad el líquido seminal que escurría sus dedos.

Alzó la mirada hacia Draco, y esta vez no había diversión en sus ojos, estaba rígido y no paraba de mirarla, atento a lo que fuera a hacer.

La curiosidad mató al gato entonces. Hermione, sin apartar sus ojos de los de él, alzó sus dedos y también se los llevó a la boca, y captó el momento exacto donde la mandíbula de Draco se crispaba.

Al principio fue un sabor amargo, y por cualquier impulso ella habría hecho un mueca..., pero luego lo sintió diferente, y hubo un toque al final que la hizo querer probar más.

—Y tú sabes a brandy —le dijo, y era verdad. Fue lo primero que llegó a su mente apenas reconoció el sabor del final.

Draco entrecerró sus ojos, pero no sonrió.

Y cuando volvió a hablar, su voz era profunda y mortal.

—Te acabas de meter a la boca del lobo, Granger.

Eso fue suficiente para regresarla a la realidad, todo sangrando alrededor de ella con tanta rapidez que casi se mareó.

Miró a Draco, parpadeando varias veces antes de mirar entre ellos y darse cuenta de que seguía desnuda de sus pechos. Miró el suelo y luego intentó agacharse para tomar su remera, pero antes de que pudiera hacerlo, la mano de Draco se cerró sobre su brazo y la regresó a su lugar.

—Conozco esa mirada —masculló, entrecerrando sus ojos como rendijas otra vez—. Y no voy a permitir que lo hagas: no vas a huir esta vez y hacer como si nunca pasó o decir que fue un error.

—Es que fue un error —reiteró Hermione, su corazón comenzando a latir rápido otra vez al darse cuenta de lo lejos que había llevado las cosas.

Él apretó la mandíbula, pero no dijo nada.

Ella intentó zafarse de él para agacharse por su remera, pero de nuevo se lo impidió, así que tuvo que concentrarse para atraerla con magia no verbal.

Sin embargo, mientras la prenda volaba hacia su mano, Draco tuvo mejores reflejos y la atrapó antes que ella.

Hizo un sonido tonto de negación con su boca.

—No te daré esto hasta que tenga tu palabra de que esto no va a cambiar las cosas —demandó, y ella reprimió las ganas de resoplar.

—Solo deja que me vista y luego puedes reprocharme lo que quieras.

Extendió una mano expectante para que él le regresara su prenda, pero se miró reacio, o mejor dicho: desconfiado. Él la conocía, sabía que apenas se pusiera la remera, buscaría cualquier excusas para salir.

Y Hermione miró su duda en sus ojos, así que alcanzó la prenda con rapidez y la tomó antes de que pudiera detenerla. Se alejó de él porque sentía que se estaba asfixiando, y después se pasó la remera por la cabeza.

Se sintió pesada en su cuerpo ahora, como si ya se hubiera acostumbrado a estar así frente a él como si hubieran estado miles de veces. Ignoró eso.

Respiró hondo y luego se dio la vuelta para enfrentarlo. Él seguía parado cerca de la puerta, solo que ahora estaba recargado, tenía los brazos cruzados y la miraba, expectante.

—Déjame adivinar —atajó—: vas a decir que fue algo que no debió suceder.

Hermione vaciló, sin saber cómo responder a eso porque era exactamente lo que planeaba decir.

—Draco, yo...

—No, Granger, permíteme terminar —interrumpió con voz tranquila, tan tranquila que Hermione comenzó a preocuparse—. Dirás que no estuvo bien, que te dejaste llevar, que fue un error. Dirás que es porque no quieres que me encariñe contigo porque esto no nos va a llegar a ningún lado, cuando en realidad esa no es la verdadera razón..., al menos no completa. Tienes la verdad solo guardada para ti, pero no planeas decírmela, y es eso lo que tanto te detiene de hacer lo que quieres.

Ella calló, sentía que se mente estaba en una especie de incendio buscando alguna respuesta inteligente para él, algo que le fuera suficiente para mirar la gravedad del asunto, pero no pudo encontrar nada.

—Pero esto es lo que quieres, Granger —siguió Draco, impulsándose hacia adelante para alejarse de la puerta y dezcruzando sus brazos—. Más no entiendo por qué estás tan reacia a aceptarlo.

—Esto está mal —abatió ella, y frunció el ceño al mirar la sonrisa lejana que él le envió.

—Todavía no llegaba a esa parte, pero sí. Tu mente ahora está buscando una respuesta coherente a lo que estoy diciendo, ¿no, Granger? Algo que pruebe que tú tienes razón.

—No, yo...

—Déjame explicarte cómo irán las cosas, porque está claro que ganarás tú una vez más —dijo, luego comenzó a caminar lentamente hacia ella—. Voy a caminar hacia ti, y tu mente, que está buscando respuestas, se congelará por unos segundos porque tus instintos te traicionarán y se adueñarán de tu cuerpo, que es el que más reacciona a mí. Y lo hace porque tu mente también quiere hacerlo pero no se lo permites.

Draco llegó hasta ella, quedando a tan solo un pie de distancia. Hermione no sabía si eso era mejor o peor, porque ahora resentía los centímetros que los separaban y sentía el impulso de eliminarlos.

—Te miraré a los ojos, y de solo mirarme, tú te sentirás culpable por haber llegado tan lejos —continuó, y cuando ella alzó la mirada hacia sus ojos, sintió exactamente eso—. Buscarás qué decir, pero cuando no se te ocurra nada mejor, solo dirás...

—Esto está mal —completó ella, su lengua hablando antes de ponder detenerla.

Draco asintió con una ligera sonrisa complacida.

—Exacto. Pero entonces yo me acercaré a ti —dijo y luego lo hizo hasta quedar tan cerca que Hermione sintió que le aire le iba de nuevo—, y te diré: ¿por qué algo que está mal se siente tan bien?

Él la miró a los ojos de par en par antes de bajar su mirada hacia sus labios, y cuando ella se dio cuenta de la intención que tenía, recuperó el control y salió de su lado antes de que ya no pudiera.

Se encaminó hasta la puerta, consciente de que Draco estaría molesto de nuevo por la mañana. La abrió y cuando estuvo en el umbral, se giró para enfrentarlo.

Él seguía de espaldas a ella, y sus hombros estaban caídos, como si pareciera rendirse.

—Lo siento, Draco —susurró, incapaz de alzar más la voz. Él la miró por encima de su hombro—. Nunca quise que esto llegara tan lejos.

—Está bien —contestó él, se giró para estar frente a ella y luego caminó hasta estar en el umbral también. Hermione tuvo que retroceder hasta estar fuera de la habitación—. Solo para la próxima vez que vayas a usarme asegúrate de tener una buena excusa para cuando termines —añadió con una sonrisa poco sincera y luego le cerró la puerta en la cara.

Ella saltó por el estruendo, y de repente comprendió el significado de sus palabras.

—¡Draco! ¡Yo no...! No te estaba... —intentó, pero nada coherente salió de su boca.

—¡Buenas noches, Granger! —le gritó Draco desde el otro lado, y por más que Hermione intentó llamarlo a través de la puerta, él ya no la volvió a abrir ni tampoco volvió a contestar.

Regresó a su habitación peor de como había salido en un principio, sintiéndose la peor persona del mundo.

A la persona que más quería alejar de todo su desastre, era la que más estaba saliendo afectada, y ella no tenía idea de qué más hacer para impedirlo.

Había querido durar al menos una semana para luego pedirle que se fuera, pero apenas comenzaba el segundo día y ella ya lo había lastimado de dos maneras diferentes.

¿Es que acaso no era capaz de mantenerlo lejos del dolor?

Estaba cansada de tener que proteger a todos a su alrededor, ¿por qué nadie la protegía a ella? Ya no quería fingir, ya no quería mentir, ya no quería engañar.

Quería gritar al mundo que no estaba bien, pero sería todavía peor. Estaría agregando más personas como Draco a la lista, y no estaba segura de si podría soportarlo.

Se dio un baño antes de recostarse sobre su cama sin acomodar las sábanas y luego se hizo un ovillo en la esquina, mirando las luces lejanas que tenía la ciudad a medida que las lágrimas picaban detrás de sus párpados.

Las miró hasta que cayó dormida.