*Aviso de escenas con contenido perturbador/macabro*

Harry sentía su propia sangre recorrer su cuerpo cuando vio bajando las escaleras a Draco. Hasta el momento, la que le recorría no era la suya.

No recordaba el número de personas que había matado. Pero sí sus expresiones de dolor, sí el sentimiento de horror al saber que iban a morir.

No todos se acordaban de él, no hacía falta. Harry sí los recordaba. Recordaba al que por un mísero trozo de pan le había hecho tragarse su miembro mal oliente atragantándole; al que le había bajado los pantalones en uno de los baños del metro aunque Harry no paraba de llorar.

Al que le había echado de su casa después de sentirse sucio por hacerle todo lo que había querido; al que había orinado sobre él y la comida que tanto había deseado Harry; al que miró a otro lado cuando sus amigos le propinaron una paliza; y allí comenzó otro tipo de matanza. Pero que para Harry era igual de importante, todos los que no hicieron nada eran tan culpables para él como los que sí lo hicieron.

Sangre, tanta sangre, gritos sordos en bocas desencajadas. Harry se sintió bien con ello, no había el más mínimo rastro de arrepentimiento en él, ¿por qué debería tenerlo? Para él solo eran malas personas que hacían daño de una u otra manera.

Solo cuando mató a su primo sintió una especie de vacío, le había costado más trabajo encontrarlo, pero lo hizo, claro que lo hizo.

Y el aspecto deplorable de Dudley le provocó una gustosa satisfacción.

—Ahora se giran las tornas, primo.—La última palabra la dijo con tal repugnancia que era un insulto claro.

El chico mucho más grande y más fuerte que siempre le había atormentado y humillado con sus golpes y burlas lloraba muerto de miedo.

Estar al otro lado del cabo del terror le provocaba dicha. Harry ya no era el débil, nunca más lo sería.

Dudley se había orinado encima del terror, Harry conocía la sensación. Ahora compartían algo más que el techo que un día tuvieron. El hecho inevitable. Hasta hacía meses había sido Harry en aquella situación, el que no podía hacer nada por salir de aquella situación. Ahora sería Dudley.

El humo negro crepitó convirtiéndose en llamas oscuras que lamían la piel de Dudley provocándole un profundo dolor, pero inmovilizándolo ante Harry.

Aún escuchaba sus gritos y como al final calló, para siempre.

A Harry las personas se le habían acabado, y aún así había otras a las que quería ver. Draco.

Le había dejado para tomar su venganza, y esta había terminado.

Solo recordar a Severus le hacía cuestionarse un poco lo que había hecho, sus ojos oscuros mirándole implorante, casi decepcionados. Severus había sido la única persona que le había ayudado sin pedirle nada, sin esperar nada.

Se sacudió el pensamiento, como si este fuera ajeno a sí mismo y otra persona estuviera intentando colarlo.

—Le quieres—se escuchó a sí mismo, y la magia de su interior explotó, de dentro hacia afuera.

Cállate—se gruñó a sí mismo—cállate.

Esa parte de sí mismo, la débil, no quería que volviera, no quería volver a ser ese, este era fuerte, no tenía miedo.

Dejó el cuerpo carbonizado de su primo y se desapareció, no sabía cómo era capaz de hacerlo pero quería ver a Draco, ahora podría ser todo para él, única y exclusivamente suyo. Abrió la puerta de la casa de sus amigos, podía ir a lugares en los que ya había estado y conocía, pero no sabía dónde estaba Draco y allí le pareció un buen lugar para enterarse. Fue el lugar donde le llevó cuando se fueron de casa de Severus.

De nuevo pensar en él, en su casa, en el único lugar que pudo llamar hogar aunque fuera durante poco tiempo le hizo sentir débil.

La puerta era solo una hoja de papel para él. Los encontró sentados, uno en los brazos del otro. No tenía sentimientos por ellos, ni buenos ni malos. Nada.

Pero ellos sí se asustaron de verlo a él y el más alto se colocó delante del otro, como protegiéndolo.

—Draco, ¿dónde está Draco?—preguntó suavemente.

Pero ellos fruncieron el ceño, no iban a decírselo. Harry emitió una risa macabra, sus volutas de humo negro salieron, y ellos parecieron aún más asustados, Harry tiró al suelo sus varitas con un soplido de magia.

—Déjale—pidió el de piel oscura—. No le hagas daño.

Harry pensó que se refería al otro, pero en este caso no estaba haciendo nada.

—No le hagas nada a Draco, no se lo merece.

—Yo nunca le haría daño a Draco, yo le quiero.

Le miraron desafiantes, a Harry no le gustó.

Decídmelo.—No quería estar allí, solo quería ir a por Draco. Los obligó a hablar.

—Malfoy Manor—dijo Theodore.

—Wiltshire—secundó Blaise.

Harry se fue sin decir nada, tenía lo que necesitaba.

La casa era la más grande que Harry había visto nunca, pero la magia le golpeó cuando trató de pasar. Harry devolvió el golpe cien veces más fuerte.

Draco le miraba desde arriba de la escalera, y después de los días en los que habían estado separados Harry se sintió bien. No bien como cuando mató y se vengó, no bien como cuando era aquella masa débil y gimiente que se conformaba con respirar y pedía perdón por todo.

Pero no estaban solos.

A su espalda aparecieron Severus y Remus, por la izquierda el padre de Draco, Lucius recordó con rencor, y otro hombre más joven. Por la derecha, una mujer rubia y un joven pelirrojo.

Harry alzó sus brazos llamando a Draco y este se movió hacia él.

La primera maldición llegó de Lucius, pero fue desviada por Severus, era una idea terrible atacar a Harry, realmente terrible.

Pero la que le siguió fue Narcisa, Phil y de nuevo Lucius. Harry había destrozado las protecciones de Malfoy manor, algo que los dueños ni siquiera creyeron posible. Por supuesto que lo tomaron como una amenaza, más aún cuando llamaba a Draco y este iba hacia él como un autómata.

Severus y Remus habían desviado las maldiciones antes de que llegaran a Harry, no porque pensaran que él no podría hacerlo sino por lo que podría hacer si era atacado.

—¡Parad!—gritó Severus.

—Saca a este chico de mi casa, Severus o lo que quede de él para los aurores solo serán sus restos—gritó Lucius que tenía el rostro grisáceo y sudado.

Severus ni siquiera le prestó atención.

—Harry, vamos a casa, por favor—pidió de nuevo Severus. Pero Harry solo tenía ojos para Draco, y este, quizás bajo la voluntad de Harry, solo tenía ojos para él como conectados y ajenos a cualquier persona fuera de ellos dos.

Pero Harry le debió de escuchar porque las malditas extensiones de humo oscuro salieron de su cuerpo rectando hacia los seis magos.

Si los tocaba si llegaban a ellos quizás los matara.

Los rayos de distintos hechizos llenaron el hall de entrada de la gran mansión de color.

—Harry—gritaba Severus mientras atacaba a aquella legua de humo que iba hacia él.

—¿Qué diablos es eso?—gritó Lucius, agarrando la barandilla retrocediendo.

Bill Weasley había creado un escudo protector adelantándose a Narcisa y protegiéndolo a los dos.

—Vete—le dijo a la mujer—. Llama a los aurores.

Pero Narcisa era incapaz de moverse, Bill la empujó rápidamente para que le mirara.

—Narcisa—le gritó, y ella se enfocó en él.—Esa persona es oscura, muy oscura y no tenemos nada que hacer, tu hijo se va a ir con él si no conseguimos ayuda.

Ella asintió y corrió pasillo atrás para buscar una chimenea y contactar al Ministerio.

Hacía años que estaban lejos de señores tenebrosos y magias oscuras, y esta había entrado otra vez. ¿Este era el chico del que se había enamorado su hijo y por el que había destrozado a su propia familia?

Se arrodilló frente a las piedras de la chimenea, lanzó un puñado de polvos flu.

Abajo, Draco había llegado hasta Harry y este le había abrazado. Atacar al humo de Harry no servía, y tanto Severus como Remus imitaron al joven Weasley creando protección a su alrededor, algo que Lucius se negaba a hacer lanzándole todo tipo de maldiciones. Fue Phil el que los protegió a ambos.

—No les hagas daño—escucharon a Draco hablar mientras acariciaba el rostro de Harry, y por primera vez la oscuridad que les tenía contra las paredes se replegó.

Draco y Harry desaparecieron mientras de besaban. Y segundos antes de que los aurores aparecieran a través de la chimenea que Narcisa había abierto para ellos.

Lucius miraba con duda y también con resentimiento a Severus, los recuerdos le arañaban el cerebro por querer salir de algún lugar, pero no era capaz de traerlos de vuelta.

Miró al hombre al lado de su ex pareja, le resultaba familiar, muy familiar. Y este le miraba con unos ojos cargados de rabia y del mismo color que estaban adquiriendo los suyos día a día.

—¡Qué todo el mundo se identifique inmediatamente!—bramó un auror apuntándoles con su varita.


Adiós, Draco fue un gusto conocerte.

¡Qué intenso todo, nena!

¿Teorías sobre los "Harrys"?

Os diré que lo acabo de escribir porque últimamente soy un desastre total de organización, con lo que yo he sido.

En fin, hasta el viernes que viene.

Mi Bill es muy listo y está muy bueno XD

Besitos

Shimi