¡Hola, chicos! ¡He regresado! Como siempre, aclaro que los personajes de CCS no me pertenecen, pero todo lo que verán en esta historia surgió de mi completa imaginación.

Bueno a comenzar :D

La bendición del Caído

Capítulo 31

Mis ojos se fijaron en las enormes agujas del reloj de la torre que marcaban el avance implacable del tiempo, una prueba fehaciente de que era el único amo de nuestras vidas. Tanto por hacer, tanto por planear para afrontar el decisivo momento, pero él seguía adelante con aplomo y nada podíamos hacer para detenerlo.

Durante dos días de búsqueda exhaustiva, los guardias no lograron conseguir ninguna pista relevante sobre los perpetradores del ataque al palacio, justo como Eriol y yo habíamos predicho, y a eso se sumaba el fracaso del interrogatorio que estaba dirigiendo el general Mao, aunque de eso no nos fiábamos debido a nuestras propias sospechas sobre él. Muchos en el Consejo pedían tiempo para hacer hablar a los capitanes encarcelados usando cualquier táctica necesaria que lograra aflojarles la lengua, sin embargo, tiempo era lo que no teníamos. Los preparativos para la fiesta de compromiso seguían en marcha y por eso no podíamos seguir aguardando.

Era imperativo el salir de dudas con respecto al general, porque después de todo lo ocurrido y de cómo habían exigido que se le negara la mano de Mei a Touya Yamagawa, sospechábamos que El Caído atacaría durante la fiesta. Esa era la conclusión a la que habíamos llegado Han, Eriol y yo la noche pasada, y por eso habíamos tomado la decisión de no gastar nuestros valiosos segundos en planes elaborados para tenderle una emboscada: nosotros iríamos por nuestra presa personalmente.

―¿Qué harás si resulta ser él? ―preguntó de repente Eriol, sacándome de mis pensamientos.

―Lo que deba hacer ―respondí sin que me titubeara la voz.

Nadie sabía cuál era la bendición del Caído y por qué había ganado tanto poder entre los suyos, pero conociendo perfectamente la del general, a la cual se debía su apodo de gran búfalo de Rhuddem, estaba dispuesto a usar mi don para someterlo de ser necesario.

Si él era mi enemigo, no lo dejaría escapar bajo ninguna circunstancia, a pesar de perder una parte de mí en el proceso.

Nuestros pasos nos guiaron al despacho de la guardia real, donde se estaba desarrollando una reunión para discutir la seguridad del palacio durante el evento y que presidiría mi antiguo maestro, según nos había comentado el buen capitán. Entramos con sigilo para no llamar la atención y nos ubicamos a un lado de la chimenea, lugar desde donde podíamos observar a nuestro objetivo repartir órdenes con su potente voz. El hombre de cabellera rojiza se paseaba delante del escritorio de madera clara, usando el glorioso uniforme militar vino tinto y portando sus hombreras doradas ornamentadas que le identificaban como general. La mayoría de los presentes escuchaban atentos sus indicaciones, y expresaban en sus miradas la admiración que sentían por ese gran héroe de guerra, que una vez más estaba dando el todo por el todo para proteger a su nación… Y por dentro yo también esperaba que así fuera.

―Tomen en consideración que muchas personas externas al palacio asistirán esa noche, por no decir que toda la crema y nata de la sociedad de Cerenia estará presente. ―Hizo una pausa para observarlos y por un breve instante sus ojos azules se posaron sobre mí, reflejando cierto grado de sorpresa que disimuló inmediatamente y continuó―: Pero recuerden, el hecho de no haber conseguido ninguna pista de los infiltrados, significa que fueron ayudados por personas poderosas, posiblemente nobles, así que no debemos fiarnos de nadie. ¡No quiero ningún hueco en la vigilancia! Si alguien falta o notan alguna actitud sospechosa, notifíquenmelo a mí directamente, ¿entendido? ―Todos exclamaron un "Sí, general", potente―. Capitán Han, usted se encargará de velar en todo momento por la seguridad de su alteza junto a la capitana Mao, lo quiero totalmente enfocado y que ninguno de los dos se despegue de la princesa bajo ninguna circunstancia como han venido haciendo.

―¡Sí, señor! ―respondió el joven, colocando su puño en el pecho.

―Entiendo que mientras usted está aquí, ella está cuidando de la princesa. Así que transmítale lo discutido durante esta reunión a la capitana para que esté al tanto.

―Así será, general.

―Bien. Pasen las nuevas guardias a sus subordinados y quiero que los vigilen de cerca. Si ocurre algún error, sepan que los primeros en caer serán ustedes ―ordenó con voz fría―. Pueden retirarse.

Los oficiales comenzaron a salir del despacho, no sin antes presentar sus respetos ante mí al pasar cerca de nosotros. De esa forma, quedamos solamente cuatro personas en la estancia y cuando Eriol se encargó de asegurar la puerta, el denso silencio se posó sobre nosotros. El general se quedó en su sitio, manteniendo ese papel de hombre esquivo que había estado desempeñando en los últimos días; no hizo ademán de acercarse a mí ni de iniciar alguna conversación, sólo observaba.

Bien, me tocaría a mí dar el paso.

―Lamentamos importunarlo de esta forma, general.

Él mostró una sonrisa diminuta y se recostó en el escritorio, manteniendo sus brazos cruzados.

―En realidad, esperaba que alguno de ustedes me abordara hace días ―reveló para nuestra sorpresa―. Pero siendo ambos tan frontales, no me extraña que hayas optado por buscar el enfrentamiento directo, muchacho.

―Algo que aprendí de usted ―dije sin tapujos, marcando una sonrisa muy similar a la suya―. Ya que usted sospecha el motivo que nos ha traído aquí, no creo que tenga problemas en enfrentar un pequeño y rápido interrogatorio en presencia del capitán Han. Imagino que sabe cuál es su bendición.

El hombre desvió sus ojos celestes hacia su subordinado sin dibujar ninguna expresión en su rostro.

―El wirionedd, una bendición de mucha utilidad durante la guerra con Zansyr... ¿Y qué ocurriría si me niego? ―preguntó, enderezándose para tratar de intimidarnos con toda su altura, pero yo no estaba dispuesto a retroceder.

Enderecé mi postura y le enfrenté con todo mi temple:

―Le aseguro que usted hablará hoy, quiera o no.

Shen Mao se quedó en silencio, quizás evaluando sus opciones, no lo sabía, pero al verlo tomar asiento detrás del escritorio, no pude evitar suspirar disimuladamente por el alivio que sentí.

―En verdad son muy listos, porque aun si me negaba ustedes obtendrían una prueba para confirmar su teoría… ―Posó su mentón sobre sus dedos entrecruzados―. Estoy dispuesto a colaborar, sin embargo, tengo una pequeña condición… Imagino que no te negarás, pues es muy sencillo. ―Fruncí mi ceño, pero no me quedó más que asentir―. Cuando descubras todo lo que quieres saber, me contarás tu versión de la historia. Eso que te trajo a mí. ¿Tenemos un acuerdo?

Su actitud no me agradaba, era como si ese hombre soberbio se hubiera tragado al paternal Shen Mao que siempre me felicitaba o palmeaba mi hombro con orgullo. Tragué grueso y se lo concedí, sintiendo en mi estómago ese vacío provocado ante la expectación y la incertidumbre.

―Habiendo llegado a un arreglo, disponga usted de mí, capitán. Y no tema, en este momento no soy su general, solamente soy Shen Mao y mi verdad le pertenece.

Era obvia la duda y la resistencia de Han, pero él era listo y seguramente había captado ese cambio de actitud en el militar. Tras sacudir su cabeza, caminó los pasos que lo separaban del escritorio y tomó el asiento justo frente al general, mientras que Eriol y yo arrastramos dos sillas para posicionarnos a cada lado.

―¿Podemos iniciar?

El joven se giró hacia mí para asentir con decisión, permitiéndome vislumbrar esos ojos brillantes y rojizos. Inmediatamente una sensación extraña me recorrió el cuerpo, como un ligero hormigueo que tomaba cierta parte de mi consciencia.

―Siempre que mantenga mis ojos en él, todo lo que salga de su boca, será la absoluta verdad ―dijo y volvió a mirar al general, liberándome de tan desconcertante sensación.

―Perder la voluntad para mentir ante tan peculiares ojos, interesante bendición… ―dijo el hombre, recostándose en su silla en actitud relajada.

―Realice preguntas concisas y muy específicas, coronel ―me dijo Han―. Si no lo hace, él podría responder con una verdad que le permita evadirnos.

―En dado caso, seguramente usted sabrá dirigirlo para obtener la información que queremos. ―Él asintió sin dudarlo―. Bien, comenzaremos entonces. ―Tomé una pausa, enfrentando cobre con zafiro, para dejar ir la primera pregunta―: ¿Sabía usted que yo no soy un portador del hyfel?

Claramente detecté como los músculos de su cuello se tensaban y su ceño se fruncía ante mi pregunta. Sus labios tiraron en una línea y comenzaron a temblar, mostrando su renuencia a dar la respuesta que vendría a continuación:

―Sí… lo sabía.

―¿Hace cuando sabía usted que yo no era un usuario del hyfel?

―Aproximadamente nueve años ―respondió, sin desviar sus ojos de los míos―. Tenías diecinueve cuando te sumaste a la primera campaña que Hien y yo dirigimos contra Zansyr, allí fue cuando lo descubrí porque a pesar de ser un guerrero sobresaliente, un verdadero portador de esa bendición no se cansaría durante una batalla. Su poder le brinda energía y agilidad para seguir peleando hasta su muerte de ser necesario.

Esa era una de las cosas que había tratado de enmascarar toda mi vida, buscando acabar con mis enemigos en el menor tiempo posible y hacer ligeras pausas para que las personas no notaran mi agotamiento. Me reí para mis adentros, mi padre y yo fuimos bastante ingenuos al creer que lograríamos engañar a alguien como Shen Mao.

―Siguiente pregunta: ¿sabe usted cuál es mi verdadera bendición? ―Él sonrió apenas y expresó un "no" que me hizo suspirar de alivio, porque esa información no debía saberse… o por lo menos no de momento―. ¿Ha realizado últimamente alianzas secretas con algunos nobles y militares, de las cuales su majestad y yo no estemos interesados? ―continué.

―Todo en pos del reino ―respondió con el ceño fruncido.

―Responda sí o no a la pregunta que se le ha hecho, general ―presionó Han.

Nuevamente volvió a tensar sus labios y mostró esa resistencia a responder, pero no pudo retener el "sí" contundente que salió de su boca, una respuesta que me provocó un frío desagradable que recorrió toda mi espalda: el hombre que consideraba como un segundo padre había estado coordinando movimientos a nuestras espaldas.

―Pero tomando en cuenta su comentario: ¿qué interés lo llevó a crear estas coaliciones?

―Mi único interés es Cerenia, siempre lo ha sido y siempre será así ―lanzó como un gruñido, haciéndome sonreír apenas.

―Coronel, más allá de las alianzas internas, deberíamos saber sobre la movilización de hombres, así que permítame reorientar la pregunta ―dijo Zhao sin desviar sus ojos del general―. ¿Ha ordenado usted, recientemente, movimientos militares sin consultarlo con el Consejo de Guerra y con el rey? Responda con un sí o un no.

Sheng Mao frunció su ceño y dejó libre su respuesta afirmativa en un siseo. Traté de controlar los músculos de mi rostro para no expresar todos los sentimientos turbios que me estaban recorriendo. Su actitud, su porte y esa voz… era como si me estuviera gritando a la cara que era mi enemigo, y lo maldije por eso.

―¿Supo de alguna forma que fui atacado de camino a Arcana? ―La respuesta fue otro "sí" que sirvió como cerillo para encender mi furia―. ¿Lo ordenó usted?

―Desde luego que no ―respondió en voz fuerte.

―Pero pudo sugerirlo o quizás dejó que sus hombres actuaran por su propia voluntad por mero gusto ―acotó Eriol con voz contenida y tenía razón, pero antes de permitirme reformular, él se adelantó―: Permítame realizarle una sola pregunta, general, ya que es por ella que estoy yo aquí: ¿sabía usted que Hien Li fue asesinado para ser silenciado?

El general frunció su ceño, pero fue la única expresión que se permitió mostrar. Cuando su boca emitió una afirmación, mis puños se tensaron en respuesta.

―De nada me vale preguntar si lo mató porque sería lo mismo ―se expresó Eriol con un tono sarcástico, impregnado de resentimiento y frustración―, pudo haberlo ordenado o incluso conspirar para no tener que ensuciarse las manos… Demasiadas opciones que comprobar y pasaríamos toda la mañana aquí.

―Debo decirte, Eriol, que yo jamás engatusaría a nadie para cumplir mi meta. Si debo matar a alguien lo hago con mis propias manos ―se expresó, sin alterar ni un poco su expresión―. Así que pregunta directamente si maté o no a Hien Li, te recuerdo que estoy obligado a responder.

Aunque sentía mi cuerpo temblar de ira y estaba tratando de mantener en control mi núcleo para no cometer una locura, alcé la mano para evitar que Eriol interviniera y realicé la pregunta del premio mayor, esa que esclarecería todas nuestras dudas, incluso su posible culpabilidad de la muerte de mi padre:

―¿Es usted la persona que se oculta tras el seudónimo del Caído?

El hombre enderezó su espalda y me miró directamente a los ojos para dar su contundente respuesta:

―No soy El Caído.

En ese momento, Han se giró lentamente hacia mí, y mostrándome su mirada resplandeciente, asintió. No nos estaba mintiendo, pero todavía no podíamos confiarnos.

―Última pregunta: ¿guarda usted alguna relación con El Caído?

―Siendo sincero, muchachos, es difícil saberlo cuando no se conoce su identidad. Podría ser Layla y yo ni enterado ―se rio, relajando un poco su postura―. Pero les diré de frente esto: no conozco la identidad del Caído, tampoco pertenezco a su secta de locos y mucho menos comparto sus ideales, por ende, no soy su seguidor ni su cómplice.

Ante tan enfática respuesta y viendo que el dueño de la verdad absoluta volvía a girarse hacia mí para asentirme, me invadió el alivio y la angustia en partes iguales. Tranquilidad porque había recuperado mi confianza en el hombre que prácticamente era un segundo padre para mí, y angustia porque volvíamos al punto cero: no sabíamos quién diablos era El Caído. Se nos habían agotado las opciones y ya no había tiempo para buscar una salida, tendríamos que trazar una estrategia a ciegas para afrontar lo que fuera a pasar durante la fiesta de compromiso.

―¡Bien! Llegados a este punto, jóvenes ―retomó el general, llamando mi atención―, ha llegado su turno de confesar y quiero la absoluta verdad. Así que no creo que te moleste enfrentar tú mismo la mirada rubí del capitán Han, ¿cierto, Shaoran?

―¿Y por qué debería hacerlo? ―cuestionó Eriol en tono severo y protector―. Él ha sido quién ha soportado todos los ataques…

―Tranquilo, Eriol ―le interrumpí―. Así como nosotros queríamos estar seguros de que podíamos confiar en el general, él tiene el mismo derecho ―dije y sonreí ante su desafío―. Sólo tengo tres secretos que ocultar, general. Uno usted ya sabe de qué trata y los otros dos no creo que sean de su interés, así que pregunte lo quiera ―le dije, pensando precisamente en mi relación con Sakura y el secreto de Meilin.

―Siendo así, entonces iniciemos, por favor ―pidió, haciendo un ademán para que la mirada de Han se posara sobre mí.

―Si llega a preguntar sobre la bendición del coronel, cerraré mis ojos ―advirtió el joven.

―Mis preguntas serán muy similares a las que él formuló. ―Posó sus manos sobre sus dedos entrecruzados y me observó directamente a los ojos―. No tengo interés en saber qué tipo de bendición esconde… por ahora.

Así, los ojos brillantes de Han se posaron en mí, manteniendo esa expresión ceñuda qué tanto lo caracterizaba. El mismo hormigueo volvió a recorrerme el cuerpo, pero con mayor intensidad, y fue en ese momento que el general inició con su interrogatorio. Sus preguntas fueron mucho más puntuales que las mías, queriendo indagar con ellas sobre mis intenciones con respecto a Cerenia, relaciones secretas, mi relación con el enemigo, y terminó dirigiéndolas hacia los motivos que me habían llevado a desconfiar de él. Y me resultó completamente increíble el evidenciar en carne propia como las palabras verdaderas brotaban de mí sin poder oponer resistencia, era como si estuviera dominado por una extraña fuerza que me hacía hablar sin pensarlo siquiera.

De esa forma, contesté todas las preguntas de mi maestro, viéndome obligado a revelarle lo que había ocurrido en mi viaje a Arcana con lujo de detalles, y todas las deducciones que me llevaron a señalarlo como único sospechoso, pero contrario a lo que esperaba, el general lucía tranquilo y hasta pensativo, como si estuviera analizando a fondo toda la información que había obtenido de mí.

―Creo que con lo que tenemos es suficiente ―dijo el general y con un ademán le indicó a Han que ya podía dejar de usar su bendición.

―¿A qué se refiere?

―Es momento que les cuente mi versión de la historia.

El militar volvió a posar su fuerte mentón en sus dedos entrelazados y comenzó a narrarnos los hechos que ocurrieron en Diem durante mi ausencia. Como ya me había comentado por encima Eriol, el enemigo lo había marcado como objetivo de nuevas difamaciones, tratando de hacer ver que él era un adepto del Caído, sin embargo, la fama del general era tan sólida que no lograron fracturarla como pasó con la mía. Así que cambiaron de estrategia.

―¿Querían hacerlo dudar de mí? ―pregunté con sorpresa.

―Cartas anónimas, rumores y hasta me hicieron llegar un cuaderno contable que parecía ser de Zhuran donde se veían movimientos desorbitantes de dinero, algo que sólo podría justificarse como una inversión a gran escala o…

―Traición ―siseé entre dientes.

―Entonces… ¿fue por eso que usted solicitó los libros contables de Shaoran? ―preguntó Eriol, sorprendido.

―Al no tenerte enfrente para confrontarte, no me quedó de otra más que recurrir al viejo e inmortal Chang ―explicó, refiriéndose al viejo administrador que prácticamente había pasado su vida sirviendo a Zhuran―. Desde luego, él se negó a entregarlos y no quise causar un revuelo. Preferí esperar a que regresaras, pero… Bueno, ya sabemos lo que ocurrió.

En ese instante, sentí la furia recorrer mi cuerpo, pero esa vez era por una razón completamente diferente. Con un demonio, el enemigo había movido sus fichas para que dudáramos de todos a nuestro alrededor y habíamos caído en su trampa. Una maldita vez más.

―Shaoran ―me llamó repentinamente el general―. Bajo estas circunstancias, ninguno debe disculparse por haber hecho lo correcto ―sonrió―. A este enemigo le gustan mucho las intrigas y los juegos, pero si lo pensamos desde otra perspectiva, esto que ocurrió nos revela mucha información.

―El Caído les teme estando juntos, por eso quiso separarlos ―intervino Han y el general asintió.

―Lo que debemos hacer, jóvenes, es analizar todo lo que tenemos para saber cómo proseguir, porque es obvio que el ataque sucederá durante la fiesta de compromiso de su alteza.

―Lo lógico sería suspender el evento ―suspiró Eriol―. Sin embargo, esta es una oportunidad única que debemos aprovechar: él vendrá en persona por el premio mayor.

―Se revelará esa noche y si queremos salir de esto de una buena vez, tendremos que caer en la trampa, pero esta vez con toda intención ―completé la idea―. ¿Qué opina usted, general?

El hombre parecía abstraído, quizás pensando en los movimientos de tropas que tendríamos que ejecutar porque, aun si lográramos repeler el ataque del Caído esa noche, la guerra iniciaría al día siguiente sin poder evitarlo.

―Caeremos en la trampa debidamente ―votó―. No podemos dejar nada al azar: si logramos defender el palacio será una gran victoria, pero si perdemos debemos garantizar nuestra huida para dar pelea después.

―En lo personal, creo conveniente que su majestad y la princesa salgan del palacio, de preferencia justo antes del evento para no poner en sobre aviso al Caído ―sugirió Han y yo estaba de acuerdo. Eran demasiadas variables a considerar y cualquier cosa podría salir mal.

―El destino de Mei será Arcana ―aseveré―. Siendo la prometida del príncipe Touya, contará con toda la protección de la nación del sol. Por su lado, Xiong podría ser trasladado a Zhuran en secreto mientras recuperamos el control del palacio en caso de una derrota… Debemos hablarlo con ellos.

―Del rey me encargaré yo ―intervino el general en voz que no dejaba lugar a réplicas―. Ustedes discutirán todo esto con el príncipe Touya y lo invitarán a próximas reuniones… porque lo que sucederá después de esa noche, involucrará a Arcana también.

―Disculpe, general, pero creo que la princesa también merece saberlo ―expresé con seriedad.

―No me gustaría que su alteza se viera involucrada en esto…

―Ella ya está involucrada y está en su derecho de saber ―le contradije―. Lo hablaré con ambos para notificarles los hechos y le extenderé la invitación a ella para participar en las reuniones, le aseguro que, a pesar de ser joven, la princesa Meilin tendrá mucho que aportar.

El general frunció su ceño, pero al final terminó accediendo.

―Que sea hoy mismo, no tenemos tiempo que perder ―indicó―. Los convocaré después para discutir la estrategia a seguir esa noche para defender el palacio… o para huir en caso de ser necesario.

De esa forma, dimos por finalizada esa imprevista reunión y quedamos en que la mejor forma de abordar a Meilin y a Touya, era tomándolos por sorpresa durante uno de sus paseos vespertinos, en vez de solicitarles directamente una reunión privada. Había demasiados ojos encima de nosotros, y debíamos evitar a toda costa el llamar la atención de los espías de ese demente que se movían en las sombras del palacio.

Fue por ello que durante el almuerzo me mostré tranquilo aun cuando Xiong mostró interés por los avances de la investigación. Respondí sus dudas para bajar un poco sus niveles de ansiedad, mas no hablé de la reunión que habíamos tenido con el general y mucho menos de las conclusiones a las que habíamos llegado. Afortunadamente, Mei desvió la atención hacia la fiesta de compromiso que se llevaría a cabo en el jardín oeste, para evitar el desolado panorama del abuelo cerezo. Mi prima parecía emocionada dando detalles y mostrando su entusiasmo por la velada, haciendo partícipe a su prometido en todo momento que parecía querer complacerla en todo. Eso me tranquilizaba enormemente, porque en verdad parecían una pareja deseosa de unir sus vidas, y en verdad deseaba… quería que ella fuera feliz.

Así, entre risas y más comentarios sobre la gran fiesta, el almuerzo finalizó y después fui convocado a una reunión oficial con el Consejo de Guerra. El general y yo decidimos mantener la distancia entre nosotros para que el Caído creyera que su plan de separarnos había funcionado, y hasta nos atrevimos a contradecirnos en público para aumentar aún más esa brecha aparente. Incluso mi primo se mostró entre sorprendido y preocupado cuando la reunión finalizó, pero lo enmascaré detrás de una simple diferencia de criterios.

Y habiéndome despedido de él, prometiendo mantenerlo informado de cualquier avance, salí del recinto de reuniones y divisé inmediatamente a Eriol a lo lejos; no perdí tiempo en ir a su encuentro.

―Hoy decidieron pasar la tarde en el salón de lectura de su alteza ―informó apenas le di alcance.

―Es un buen lugar para hablar con ellos ―mencioné, pensando en la privacidad que la estancia nos ofrecería.

Haciéndole una seña con mi cabeza, ambos comenzamos a avanzar por los pasillos del palacio, rumbo a la pequeña sala que estaba ubicada cerca del despacho real de Xiong. Un lugar que a Meilin le gustaba frecuentar para leer en calma, especialmente porque sus ventanales daban hacia el jardín central, imaginaba que por ello había decidido llevar allí al príncipe Touya, ya que mi prima había obedecido la orden de Xiong de mantenerse alejada de los espacios abiertos desde el ataque por su protección.

La mera presencia de los guardias que desfilaban por los pasillos brindaban un espejismo de seguridad, sin embargo, Eriol y yo decidimos torcer el camino varias veces para no revelarles nuestro destino hasta llegar a él, debido a que ya era un hecho que entre ellos se ocultaban traidores.

En el último cruce, divisamos las puertas de la sala de lectura y quién custodiaba el lugar con su mirada aguda, era Zhao Han.

―¿Su alteza está adentro? ―pregunté.

―Así es, coronel. Está con el príncipe Touya y le acompañan sus damas y la capitana Mao.

―Suerte, amigo mío ―palmeó mi hombro Eriol―, porque conociendo el carácter impetuoso de su alteza… ―Silbó para completar la intención de su comentario.

―Ella debe comprender que esto es lo mejor para ella ―fue mi única respuesta y le pedí a Zhao que anunciara mi presencia, y que no permitiera la entrada de nadie más. De esa forma ingresé a la sala y las puertas fueron cerradas detrás de mí.

Inmediatamente los divisé en la mesa que estaba más cercana a los ventanales, y Meilin no tardó en ponerse en pie, mostrando su sorpresa.

―Shaoran, no te esperaba. ¿Sucedió algo?

―Todavía no… pero pasará ―dije y por un breve instante no pude evitar desviar mis ojos hacia Sakura que estaba a un lado de ellos, lucía igual de asombrada que Mei―. Es por ello que he venido a hablar con ustedes.

―¿Mi hermano…?

―Su majestad debe estar hablando con el general en este instante para informarle lo mismo ―dije y le indiqué que volviera a su silla, mientras yo ocupaba la que quedaba libre frente a ellos.

―Tiene que ver con El Caído ―aseveró Touya y yo asentí.

Tomoyo se acercó y sirvió diligentemente una taza de té para mí, aunque siendo sincero, era lo menos que me apetecía en ese momento. Aun así, agradecí y fijé mis ojos en todos los presentes, personas que habían terminado envueltas en todo ese asunto y que deberían cambiar una vez más sus vidas por culpa de la sed de poder de esa escoria.

―Me hubiera gustado mantenerla ajena a todo esto, alteza, pero creí pertinente que usted manejara esta información y por eso he venido ―inicié―. Así que, por favor, les pido que me escuchen hasta el final.

Viéndolos asentir con seguridad y ante la expectación reflejada en sus ojos, les revelé todo con lujo de detalles: el ataque esperábamos durante la celebración del compromiso, la posible revelación del Caído, el desfavorable panorama que nos aguardaba, el llamado posterior a la guerra, e incluso le dejé saber a Touya Yamagawa que habíamos llegado a la conclusión de que El Caído era un noble poderoso de Cerenia, y las bases que sustentaban esa teoría. El príncipe mostró su descontento inmediato al enderezar su postura y colocar su puño cerrado sobre la mesa con fuerza.

―¿Por qué no dijo nada de esto cuando estábamos discutiendo la alianza? ―exigió saber.

―Por la desconfianza que ustedes mostraron hacia mi rey ―respondí sin titubeos―. Si hubieran sabido que El Caído es un cerenio, hubieran tildado a su majestad de rey débil; un mal prospecto para forjar una alianza.

―La opinión no ha cambiado si somos sinceros, especialmente después de ver como Xiong Li cedió ante la presión del Consejo durante la última reunión ―contraatacó.

―Esa es una opinión sesgada porque usted, alteza, sólo ha visto lo que ha querido ver ―intervino Meilin con su ceño fruncido―. No ha sido fácil para su majestad lidiar con los nobles desde su coronación, y créame cuando le digo que mi rey ha luchado con todo lo que tiene para solventar los problemas que dejó el monarca anterior. Algo que nadie sabe y que nadie reconoce ―defendió con convicción, haciéndome sentir orgulloso.

―El único interés de nuestro rey, príncipe Touya, es el bienestar de su gente y por eso es que estoy aquí ―retomé―. Nuestro objetivo es uno: hacerle creer al enemigo que hemos caído en su trampa para que se revele y acabar con esto de una buena vez. Es por ello que ustedes deben salir del palacio hacia Arcana antes de la fiesta.

―¿Irme? ―preguntó Mei en voz ahogada.

El príncipe permaneció en silencio por unos segundos, manteniendo su postura ceñuda y cruzado de brazos.

―¿Se da cuenta que se está ofreciendo como carnada, Shaoran? ―preguntó, mirándome directamente.

―Si con eso puedo lograr que el enemigo salga de las sombras, lo haré con gusto.

Un estruendo se escuchó a un lado haciéndonos sobresaltar, y cuando observé en esa dirección, vi que Sakura estaba recogiendo algunos libros que había tumbado por accidente. Y aunque no debí hacerlo, me levanté y fui con ella para ayudarle, aunque ella me negó el placer de su mirada en todo momento.

―Siendo así y viendo que está dispuesto a dar pelea… ―retomó Touya, atrayendo mi atención nuevamente―, le garantizo que, al llegar a Arcana, le brindaremos protección a la princesa Meilin de Cerenia. También pienso contarle todo esto a mi padre para que ordene el movimiento de tropas a la frontera para prestarle apoyo a su reino cuando su rey lo solicite.

―Se lo agradezco mucho, alteza ―respondí, enderezándome.

―¡Un momento! ―intervino súbitamente Meilin con las mejillas sonrojadas y su ceño fruncido―. Ustedes están planeando todo esto sin tomar en consideración lo que yo opino.

Le miré y fruncí mi ceño, ya me esperaba tal reacción, pero no por ello daría mi brazo a torcer.

―Alteza, tomé la decisión de hacerla partícipe de esta reunión para que estuviera enterada de los movimientos que realizaríamos, no con la intención de alterar los planes ―dije en voz tranquila, pero severa a su vez―. Ustedes saldrán del palacio porque no la pondremos en riesgo bajo ningún concepto.

―Y yo de verdad estoy conmovida y agradecida por todo lo que has hecho por Xiong y por mí, siempre estando al frente para cubrirnos y protegernos de todo y de todos como el buen hermano mayor que eres… ―Sus ojos brillaban por las lágrimas retenidas―. Pero esta vez no permitiré que afrontes al enemigo tú solo y sé que mi hermano pensará igual.

―Princesa, esa noche pueden ocurrir demasiadas cosas y la única forma en la que usted puede ayudar a su primo es estando lejos y a salvo ―intervino Layla, dándome una pequeña sonrisa triste porque ya debía haber concluido y aceptado que también se iría―. De esa forma, él podrá abocarse completamente a su misión sin estar preocupado por usted.

―Comprendo muy bien el punto, pero entiendan ustedes el mío. ―Meilin se levantó para enfrentarnos―. En mi corazón habita mi pueblo y no pienso dejarlo sumido en la desgracia mientras yo estoy segura en Arcana… Además, están olvidando algo y es que, siendo El Caído un noble cerenio, él estará presente en la celebración y cuando note que ninguno de nosotros llegará, eso le hará recular y no se mostrará… La pesadilla continuará. ―Posó sus ojos en mí y habló con decisión―. Usaré tus propias palabras, primo: si con quedarme logro que el enemigo salga de las sombras y detenemos su asedio en contra de nuestro pueblo, lo haré con gusto.

Me mantuve en silencio; Meilin era demasiado lista y siempre sabía cómo usar las palabras en mi contra para salirse con la suya, pero esa ocasión era diferente, debía convencerla de que lo mejor era partir y si yo no podía lograrlo, tendría que recurrir a Xiong. Algo me decía que mi primo también tomaría la decisión de quedarse, pero bajo ningún concepto permitiría que su hermana arriesgara su seguridad y ella tendría que claudicar ante una orden del rey.

―Excelencia, si me lo permite ―intervino de repente Sakura, para mi sorpresa―. Siendo solamente una doncella, sé que no debería intervenir, sin embargo, me veo en la obligación de hacerlo y defender la postura de la princesa.

―Sakura…

―Usted mismo lo dijo ―me interrumpió―, ella está en su derecho de saber, pero también tiene derecho de escoger su camino y ustedes deben respetar su decisión.

―¿Poniendo en riesgo su vida? ―le cuestioné, frunciendo el ceño.

―Toda decisión acarrea una consecuencia y si ella… ―Negó con su cabeza y elevó el mentón―. Si nosotras estamos dispuestas a afrontarlo, ¿quiénes son ustedes para impedirlo?

―Yo estoy dispuesta ―afirmó Meilin con convicción―. Sé que esa noche será peligrosa, pero tomaré el riesgo y lucharé de ser necesario ―sonrió―. Además, siendo como eres, seguramente ya estarás planeando una ruta de escape dadas las bajas probabilidades de éxito, pero al menos saldremos del palacio sabiendo a quién nos enfrentamos y podremos contraatacar después.

Me mantuve en silencio mientras evaluaba mis opciones. Era cierto que el Caído podía echar atrás sus planes al notar la ausencia de Meilin y Xiong, pero ¿valdría la pena el riesgo?

―A mí ya me convencieron… ―Alzó las manos Touya cuando le miré―. Y si soy sincero, me gustaría conocer en persona el rostro de mi enemigo.

Solté un suspiro, aun cuando mi instinto sobreprotector salía a la vanguardia, mi lado analítico me decía que sí… valía la pena. Pero sería a modo.

―Si usted quiere estar presente para garantizar que El Caído se revelará, entonces así será, alteza. ―Meilin sonrió y antes de que expresara su agradecimiento por haber accedido, lancé la segunda parte―: Sin embargo, sólo eso le concederé.

―¿A qué te…?

―Ustedes serán las primeras en escapar, posiblemente después de ser anunciado el compromiso. Y no, Meilin ―impedí su intención de contradecirme y enfaticé su nombre, para hacerle saber que en ese momento no era mi princesa sino mi hermana―, ya he cedido bastante y es tu turno de hacerlo también. Las quiero lejos de la batalla porque ninguna, a excepción de Layla, sabe usar su bendición para luchar. ―Ella mordió su labio, pero no le quedó más que asentir―. Bien, entonces le notificaré la decisión que han tomado al general y está demás decirles que no deben mencionar esto a nadie, ni siquiera entre ustedes porque no sabemos quiénes están escuchando a nuestro alrededor ―indiqué―. Les avisaré cuando será nuestra primera reunión. Todo debe ser planeado con riguroso cuidado para tener al menos una oportunidad.

Los reverencié a ambos, pero antes de partir no pude evitar que mi mirada fuera hacia mi duquesa, su ceño estaba completamente fruncido y nuevamente me negaba su mirada, eso era más que suficiente para saber que estaba molesta… Suspiré y me obligué a caminar hacia la puerta, controlando las ganas que tenía de llevarla conmigo para arreglar el asunto. Esto de mantener las apariencias ya me tenía cansado.

―Por tu expresión, asumiré que la princesa se salió con la suya y se quedará ―musitó Eriol apenas me vio.

―Imagino que Xiong habrá dicho lo mismo ―resoplé―. Los dos son demasiado obstinados como para dejar el palacio.

―Tendremos que designar un escuadrón para garantizar la misión ―intervino Han―. Me encargaré de escoger los mejores si me lo permite, señor.

―Lo dejaré en sus manos ―dije y cabeceé hacia Eriol para indicarle que me acompañara.

Literalmente estaba agotado, pero debía enviarle una nota al general para que estuviera informado. Así que, habiendo llegado a mis aposentos y escrito la pequeña misiva, le pedí a mi fiel secretario que se la entregara a Han para que él se encargara de hacérsela llegar. Sería menos sospechoso y mantendría nuestra fachada de lejanía.

El dolor de cabeza me estaba matando, así que me excusé para no asistir a la cena con mis primos y me quedé en mi habitación para tomar un baño caliente que me permitiera relajarme, porque en verdad había sido un día bastante pesado… y lo peor todavía estaba por venir.

―Excelencia, la cena está servida ―me dijo mi ayuda de cámara apenas salí del cuarto de baño.

―No he pedido comida ―mencioné, extrañado.

―Su alteza consideró que le caería bien algo ligero ―dijo, mostrando la bandeja con diferentes frutas.

Sonreí sin poder evitarlo, Mei siempre cuidando de todos. Sólo por eso me senté a la mesa a comer todo lo que ella había encargado para mí y después despaché al joven, pues era mi intención dormir temprano… si los dioses o las preocupaciones me dejaban.

Pero como solía ocurrir, no fui escuchado. Esa vez, quién me perturbó en sueños no fue Sakura y su muerte en mis manos, sino más bien una sonrisa macabra y unos ojos rojizos resplandecientes que me acechaban en la oscuridad. La voz masculina repetía una y otra vez: "he ganado, no eres nadie", mientras la oscuridad me devoraba… Esa vez no apareció mi duquesa para salvarme y las penumbras me hicieron desaparecer.

Desperté agitado entre las sombras de la noche profunda, sintiendo como el sudor bajaba por mi frente… ¿Qué diablos había sido eso? Me levanté de la cama y abrí la ventana para que la luz de plata ingresara… repasando una y otra vez en mi mente esos ojos llenos de desdén y superioridad… ¿Podría ser alguna pista de mi enemigo? ¿Sería de nuevo Tomoyo o un producto de mi ansiedad?

De repente, toques rápidos en la puerta se escucharon. No esperaba a nadie, así que fui directo hasta Suejin y alcé la voz exigiendo saber quién estaba del otro lado; sonreí al escuchar la urgida y fina voz:

―¡Soy yo!

Dejé la espada en su lugar y abrí la puerta, encontrándome con una menuda figura encapuchada que me hizo sonreír.

―¿Cómo llegaste hasta aquí?

―Ten un poco más de fe en mí ―resopló y entró en mi habitación privada, dejando lo que parecían ser dos estuches de violín sobre una de las poltronas―. Layla me debía un favor, así que no le quedó más opción que ayudarme con esto.

Lo sabía.

―¿Y no realizó preguntas? ―cuestioné alzando la ceja.

―Yo no las hice cuando la pillé con el capitán Han compartiendo más que palabras ―bufó… y yo no supe como sentirme ante tal revelación―. Pero no nos desviemos de lo importante, duque. ¡Siempre haces lo que se te da la gana sin consultarme primero! ¿Acaso te cuesta mucho? ―expresó lanzando la capa sobre la cama―. No puedes tomar decisiones sin decirme y mucho más cuando estas me involucran a mí

―Duquesa…

―Duquesa nada ―dijo, mordiendo sus labios―. Se supone que estamos juntos en esto… ¿Por qué quieres que me vaya?

Viéndola como se abrazaba a sí misma, como si temiera de lo que yo pudiera decirle, recorrí los pocos pasos que nos separaban y dejé un beso en su frente antes de envolverla entre mis brazos.

―Mi único interés es que tú estés a salvo, querida ―le susurré―. Por primera vez en mi vida, estoy en total desventaja… Iré a una batalla a ciegas y no tendré el control de la situación. Es por eso que quiero que vayas a un lugar donde estarás segura y sabiendo que Cerenia entrará en guerra, la mejor opción es que vayas con tu familia… Jamás me perdonaría si te pasara algo…

―¿Crees que no me siento igual? ―preguntó con voz trémula―. Estaré lejos y no podré hacer algo por ti en caso de… ―Su voz se extinguió en un hilo y sus manos se cerraron en mi cintura con fuerza, como si temiera que fuera a desaparecer en cualquier momento.

Saber que yo era tan importante para ella como lo era ella para mí me reconfortaba de tal manera, que hacía desaparecer todos mis malestares, inseguridades y me brindaba la energía que me hacía falta para seguir adelante. La separé de mí y coloqué mis manos en sus mejillas para observar sus joyas hermosas.

―Pase lo que pase, todo estará bien ―usé el lema de su madre―. El general y yo…

―¿El general? ¿El padre de Layla?

―Hemos comprobado que no es El Caído ―le conté y enseguida sonrió, suspirando de alivio―. Te prometo que planearemos todo con mucho cuidado y si vemos que la batalla está perdida, nos retiraremos.

Sakura hizo una mueca disconforme, como si estuviera buscando alguna forma de debatirme, pero ambos sabíamos que era mi deber el dar pelea e intentar defender el palacio y a mi nación. No podía escapar de mi destino.

Ella se separó de mí y caminó hacia la poltrona donde había dejado los violines, entonces sus manos cargaron con suma delicadeza uno de ellos y después de una rápida progresión de escalas musicales que erizó mi piel, lo dejó en mis manos.

―Lamentablemente no soy una guerrera que pueda acompañarte a patear mascaritas de plata ―resopló―, pero al menos puedo hacer esto por ti… Darte algo de tranquilidad con la música… Nuestra música.

―¿Qué quie…?

―Toca conmigo, Heiran ―dijo y me obsequió ese maravilloso gesto de sus labios.

Era cierto, Sakura no era una guerrera, pero daba pelea a su manera con su pasión, sus convicciones y su música divina. La sonrisa surgió por sí sola en mi boca cuando la vi tomar el otro violín y tomar posición, esperando pacientemente por mí, dándome ese pequeño escape y esperanza que necesitaba para retomar fuerzas. Y siendo presa de un sentimiento sobrecogedor, casi celestial, me acerqué y abordé con devoción sus labios en esa noche que había parecido tan oscura en un inicio, pero como siempre pasaba en mis sueños, ella lograba despejarla y se convertía en luz. Mi luz.

―¿Podrás seguirme el paso? ―pregunté en juego, haciendo que soltara una pequeña risilla.

Mi duquesa pasó el arco a la mano que sostenía el violín, y con la otra tomó la mía para posarla en su pecho, permitiéndome sentir el rápido palpitar de su corazón, idéntico al mío.

―Nuestros corazones están en sincronía, amor… Por eso podré crear el acompañamiento perfecto para ti, como lo hiciste para mí en Arcana.

Hechizado por su mirada y sus palabras, asentí y me alejé lo suficiente para tomar posición, acción que ella imitó. Ambos mostraríamos nuestras almas a través de la música y nos brindaríamos el sosiego que el otro necesitaba para seguir en pie.

Tras un suspiro largo y sonoro, mis dedos iniciaron su danza ligera sobre las cuerdas y los sonidos comenzaron a emerger con lentitud y desazón desgarradoras, dejando que mi compañero mostrara aquello que no podía ser expresado con palabras. Momento que Sakura me permitió tocar solo para llenarse de mis sentimientos y poder replicarlos justo en el momento adecuado.

Se unió a mí, haciendo sollozar al violín de tal forma que mi piel se mantenía erizada; sus emociones se acoplaron a las mías y me abrazaron con cada nota, haciéndome sentir sus miedos, sus dudas y su tristeza por la inminente separación que nos aguardaba ante la guerra. Sin embargo, no todo era oscuridad porque ambos guardábamos en nuestros corazones la esperanza de estar juntos de nuevo sin importar el dolor, las heridas y los miedos. Era una promesa hecha música y por eso la pieza que había iniciado afligida y llena de dolor, adquirió pronto matices vibrantes, impregnados de fe y fortaleza, esa que ambos nos habíamos pedido y que concedíamos al otro a través de tan prodigiosa melodía creada del alma misma.

Estábamos jurando, juntos, renacer de las cenizas si era necesario, porque ninguno de los dos se rendiría.

Una sonrisa surgió desde lo más profundo de mi corazón, mientras la veía mover su arco al ritmo de nuestro impetuoso espíritu, porque aun entre tanta penumbra, Sakura mostraba su fulgor puro y radiante, una luz que jamás se extinguiría y que yo estaba dispuesto a seguir hasta el fin de los tiempos.

Mi corazón resonaba con cada sonido, sintiendo y aceptando en mi pecho todas esas emociones que ambos transmitíamos. Ella me hacía suyo a través de su música y yo la hacía mía con los sonidos de mi violín, ese era el poder de nuestra sincronía, nuestro don y nuestra conexión. Y cuando la última nota fue ejecutada y el silencio volvió a envolvernos, sus ojos se mantuvieron cerrados, pero nada podría quitarle el brillo al gesto precioso y satisfecho en sus labios. Era tan delicada y tan fuerte a la vez… Mi luz, sin lugar a dudas.

En total silencio, Sakura se movió a través de la habitación para quitarme el violín de las manos y dejar ambos en sus lugares, para después volver a mí y sentarse sobre mi regazo, permitiéndome reflejarme en esas piscinas preciosas que resplandecían como nunca antes.

―Gracias ―musité en la curvatura de su cuello.

―Los dos la creamos… así que no me des las gracias. ―Sus manos se posaron en mis mejillas y me hizo levantar la mirada a ella―. Esto no es una despedida… es una canción de promesa.

Asentí y besé la palma de su mano.

―Aun cuando el camino parezca tenebroso y desesperanzador…

―Lo superaremos todo y estaremos juntos al final.

―Teniendo mi luz que despeja mis tinieblas, no temo y no dudo ―dije y besé el anillo que esa noche estaba en su dedo―. Es por ello que prometo volver a ti.

Me refugié en el hueco de su cuello de nuevo, permitiendo que su aroma me envolviera y disfrutando de la música de sus suspiros al dejar besos sobre su piel.

―Debo regresar… ―musitó.

―Quédate… ―susurré, dirigiendo el camino de besos a sus labios―. Ante mis ojos ya eres mi esposa, así que tu lugar es aquí, conmigo.

―¿No tendrías problemas después?

―Que hablen lo que quieran ―me reí―. Además, será por poco tiempo porque agilizaré una licencia especial para hacerlo oficial apenas salgamos de esto. Nada podrá separarnos.

Sakura sonrió maravillosamente y de esa forma, las ropas no tardaron en desaparecer entre besos y caricias. Los gemidos pronto llenaron la habitación y pude experimentar de nuevo el placer, la dicha y la misma intensidad que sentí aquella primera vez a su lado, comprobando de esa forma que jamás podría cansarme ni saciarme del calor de su piel, de su sabor, de sus manos traviesas, de su boca perversa y seductora… y de su entrega total, provocando una acción totalmente recíproca en mí.

Ella era mi complemento y yo el suyo. Ya no había duda de eso y por eso lucharía con todas mis fuerzas para labrar un futuro a su lado, porque si ella había decidido renunciar a la vida que tenía en el otro mundo por mí, yo estaba dispuesto a hacer lo que fuera necesario para retribuirle, adorándola día y noche, por siempre.

Como les dije al inicio: ¡he regresado! Extrañé mucho leerlos, pero ya estamos de vuelta y aquí tenemos el paso al gran final. El preludio que nos llevará al gran momento.

Sólo nos quedan dos capítulos :( donde tendremos sorpresas, quizás ya tengan un sospechoso claro, casi rotundo de quién sea nuestro antagonista, pero veremos qué tal se nos presenta… Allí estará la sorpresa y lo que causará en todos nuestros personajes que, a lo largo del viaje, se han ganado un lugar en nuestros corazones (o eso espero). Que quiero decir con esto… tendrán que esperar a leer el final xD

Volviendo al capítulo, vimos que nuestro antagonista movió sus fichas sobre el tablero para hacer que Shaoran y el general Mao sospecharan del otro, ¿será cierto que les teme? ¿O lo habrá hecho por el mero placer de verlos discutir? ¿Funcionarán los planes de nuestros héroes? La noche del compromiso se nos viene y todos estarán allí porque vimos que Meilin se negó a irse. Todos están dispuestos a llevar eso hasta el final.

Y la escena de nuestros castaños es una de mis favoritas porque demuestran que la música es tan maravillosa, que a través de ella se pueden transmitir muchas cosas, incluida una promesa de amor.

Espero hayan disfrutado de este capítulo porque, como les dije, estamos a solo dos capítulos del final y, como ya dije, la noche oscura y final está a nada de llegar.

Les agradezco a mis lectores cero Pepsipez y WonderGrinch que me prestaron sus ojitos para la revisión y por sus comentarios oportunos :D

Espero sus opiniones y estaré encantada de leerlas y contestarlas, ahora sí que tengo internet :D

Nos leemos en el siguiente capítulo.

Un beso para todos y recuerden que dejo mis adelantos los miércoles en Faceboook ;)

CherryLeeUp.