Disclaimer: nada de esto me pertenece, los personajes le pertenecen a Stephenie Meyer y la historia a Rochelle Allison, yo solo la traduzco.


APPEASE

Capítulo treinta y dosNingún

Al llegar a casa, me detengo ante la puerta principal, separando la llave del resto. Hace tanto frío que mis dedos se están quedando insensibles y las manoplas solo me impiden progresar.

Edward se mueve impaciente detrás de mí antes de presionar su cuerpo contra el mío.

―Hace frío, nena.

―Lo sé ―digo, con los dientes castañeándome mientras encuentro por fin la llave―. Y, ¿desde cuándo me llamas "nena"?

―No lo sé. En mi cabeza sonaba sexy.

―¿Y en voz alta? ―Abro la puerta, medio esperando que mis ridículamente amistosos padres estén espiando al otro lado.

―Shhh. ―Se echa a reír, cerrando la puerta detrás de nosotros.

Charlie sale de la cocina inmediatamente, sonriendo y limpiándose las manos en un trapo como si fuera el Sr. Mamá. No sé qué le ha pasado al hacerse viejo. Renee sonríe y se acerca corriendo con una taza de... algo... en cada mano.

―Hola ―dice con entusiasmo. Sus mejillas están sonrojadas, lo que significa que está un poco borracha. De hecho, lo dos lo están.

Oh, Señor.

―Charlie, Renee, este es Edward. ―Me aclaro la garganta, con la cara ardiéndome. Han puesto la calefacción muy fuerte―. Mi novio.

―Hola, Edward ―dice Charlie, extendiendo una mano―. Bienvenido. Sé que esto no es el Ritz, pero bueno.

―Encantado de conocerle, Sr. Swan ―dice Edward con soltura, dándole a mi padre lo que parece un fuerte apretón de manos―. Y lo mismo para usted, Sra. Swan. Me alegro de poder conocerla también.

―Oh, gracias, Edward ―dice Renee, notablemente aturdida. Sonrío satisfecha, sacudiendo la cabeza. Está completamente deslumbrada por la cara de Edward―. Por favor, llámame Renee. Yo... yo no... sí, Renee está bien. ―Extiende una taza hacia Edward.

―Gracias ―dice él, sonriendo educadamente. Lo huele disimuladamente y yo le imito. Huele a café, con algo más.

―Bueno, a mí me gusta lo de "Sr. Swan" ―dice Charlie―. Pero puedes llamarme Jefe.

―Papá ―gimo, tirando de Edward para apartarle de la puerta, donde todos nos hemos congregado―. Nadie te llama así.

―Solo te estoy tomando el pelo, niña ―dice, alborotándome el pelo―. Bueno, Edward, espero que tengas hambre. Tenemos todo un banquete... Sé que ya no te dan de comer en los aviones, cabrones tacaños.

―Estoy segura de que dan de comer en primera clase ―digo con un resoplido, sonriéndole a Edward.

Él se encoge de hombros.

―He tomado un snack, pero me muero de hambre.

―Buen hombre ―dice Charlie.

Edward le da un rápido trago a su bebida. Sus cejas se levantan de golpe.

―Definitivamente, lo ha alterado con algo.

―Déjame probar ―digo, cogiéndolo y dándole un trago. Está dulce, pero arde un poco al bajar.

―Gracias por prepararme uno, mamá ―digo cuando entramos en la cocina.

―¿Ves, Edward? Solo soy "mamá" cuando necesita algo...

―Eso no es cierto ―discuto―. Depende de mi humor.

Ella deja una taza delante de mí.

―Es café irlandés.

Me encojo de hombros, no sabiendo qué es, pero Edward habla.

―Mmmm, mi abuela lo hace. Normalmente en Navidad.

―¿Lo hace? ―pregunto, frunciendo el ceño.

Él asiente, bebiendo. Renee sonríe un poco engreída.

―Así que, Edward... ―Charlie se sienta con su propia taza y ahí estamos, los cuatro apretados alrededor de la vieja mesa de la cocina, con las manos ahuecadas alrededor de tazas de café adulterado―. Háblame de ti. Sé un poco por lo que ha contado Bella, pero quiero oírlo de ti.

―Bueno, nací y crecí en Manhattan. Mis padres también, al igual que sus padres y así. Tengo una hermana y dos hermanos pequeños del segundo matrimonio de mi padre. Me gradué summa cum laude en Económicas en Dartmouth, pero me he cambiado a Columbia para hacer el posgrado. ―Sonríe, guiñándome el ojo. Juro que mi madre va a desmayarse―. Tiene buena reputación y... quería estar más cerca de Bella.

Aprieto los labios para controlar una sonrisa tonta.

Charlie se aclara la garganta.

―Eso está bien. Muy bien.

Yo le doy otro trago a mi café irlandés. Está un poco fuerte, pero me calienta por dentro ―lo que seguramente sea la razón por la que ellos empezaron a beberlo tan temprano. Eso o simplemente se aburrían.

Pasamos un buen rato sentados hablando, el tiempo suficiente como para dar cuenta de las sobras y tomar otra ronda de café. Para cuando nos levantamos, son casi las cinco y Charlie habla de la cena.

―Haré mi lasaña ―digo, estirándome―. Pero no tengo los ingredientes, así que tendré que ir al supermercado.

―Podrás hacerle a Edward el gran tour de Forks ―dice Renee sarcásticamente, aunque está sonriendo.

―Sí, exactamente ―digo―. Nos llevará cinco minutos.

Edward va al piso de arriba para cambiarse mientras yo paso un rato con Charlie, quien se está acomodando para ver un partido en la televisión.

―¿Y? ―le insto.

―¿Y, qué? ―dice él, pasando los canales con el mando.

―Edward ―susurro, echando un vistazo hacia las escaleras.

―Es un buen chico ―dice Charlie―. Un poco demasiado guapo, pero está bien. No es lo que me esperaba.

―¿Cuándo he salido yo con un imbécil? ―pregunto―. Y me refiero a lo suficientemente en serio como para traerle a casa.

―Hay una primera vez para todo ―dice él, encogiéndose de hombros.

―Creo que soy bastante juiciosa en lo que se refiere a los chicos.

―Oye, ¿no he dicho que me gusta? ―dice él, resoplando―. Es directo, abierto. Es todo lo que pido.

―Bueno, yo creo que es guapísimo, cariño ―dice Renee entusiasmada―. Si tuviera quince años menos...

―Mamá, por favor. ―Le echo una mirada de disculpa a Charlie, quien pone los ojos en blanco y sube el volumen.

―¿Qué? ―Ella me sigue a la puerta principal, donde me pongo las botas―. Solo elogio tu gusto en los hombres.

―Bueno, gracias ―digo, suspirando.

―Sí, Renee, gracias ―dice Edward engreído, dándole a mi madre un pequeño apretón en los hombros. En el poco tiempo que lleva aquí, ya se han hecho muy amigos. Aunque también es cierto que se parecen en lo fácil que es hablar con ellos―. Me siento halagado.

Ella resopla y nos hace salir por la puerta.

Vamos al supermercado y, por el camino, le señalo puntos de interés como el instituto en el que pasé mis dos últimos años. La verdad es que no hay mucho que ver, pero al menos el sol aparece, haciendo brillar el asfalto.

―No mentías al decir que este sitio es pequeño ―dice Edward―. Joder.

―Lo sé. Es un gran cambio de la ciudad, ¿eh? ―Aparcamos en el supermercado y salimos.

―Me volvería loco en un sitio tan pequeño ―murmura, rodeándome los hombros con el brazo.

―¿Por qué crees que vivo en New York?

Recorremos la tienda, hablando y llenando el carro con las cosas que necesito para hacer la cena.

Edward cautiva a todos, desde la señora que repone los productos agrícolas hasta la cajera.

―Bueno, que sepas que ya estoy pensando formas en que podemos profanar tu cama de la infancia ―dice cuando volvemos a la camioneta―. Será lo máximo.

―O podemos hacerlo en la camioneta. Encontrar un camino tranquilo y...

―¿Quieres decir ahora? ―pregunta con tono bajo.

―Ahora mismo.


¡Hola!

Bueno, ¿de verdad creíais que Charlie iba a portarse mal con Edward? Si es todo amor.

Estoy deseando leer vuestros comentarios.

Nos vemos mañana.

-Bells :)